Capítulo 4
Pasado
Tenía miedo de él.
Estaba jugando mejor que yo, arrancando todas mis armas de los dedos y
haciéndome sentir como un tigre sin dientes. Mi solución fue esconderme en mi
habitación hasta el miércoles para evitar un encuentro con él. Junsu me mantuvo
vivo con burritos congelados y su alijo privado de Habas Cocidas. Leí Grandes Expectativas, que resultó ser
realmente bueno. Googlee las reglas de basquetbol así podía entender
completamente lo que había pasado cuando él fallo ese tiro.
Cuando el día de la cita
finalmente llegó, casi estaba ansioso por ello, casi. Junsu creó una estación de preparación en el
escritorio de su estudio (que desafortunadamente había sido usado para
estudiar), y me senté obedientemente como un chimpancé, mientras me preparaba.
Él arreglo mi cabello, pulió mis uñas. Cuando él empezó a darme una charla
sobre sexo seguro, metí los audífonos en mis orejas y subí el volumen.
A las siete y cuarenta y
cinco exactamente, hubo un educado tap, tap, tap, sobre la puerta. Junsu saltó
arriba y abajo, su rostro grotescamente congelado en gritos silenciosos.
— ¡Él en realidad va a estar en nuestra habitación! —siseó Junsu,
bailando cerca de la puerta. Él paso un tubo de brillo rosado sobre sus labios
antes de abrir la puerta. Me aparté mientras la mamá zorra de primer
año dejaba entrar nuestra cita.
—Oh, hola —dijo
casualmente—. Yo soy Junsu —ofreció su mano y él la sacudió sonriendo
educadamente. Cuando sus ojos me encontraron hizo una doble toma. Yo lucía
bien. Junsu se había superado a sí mismo. Llevaba pantalones vaqueros y un
seductor suéter de
cachemira que caía
de un hombro.
Mi cabello, como
es usual Junsu se había tomado el tiempo para estilizarlo y lo roció con
gran cantidad de fijador.
—Bueno, vámonos entonces
—dije, caminando al lado de él hacia el pasillo. Me di vuelta para verlo
despedirse de Junsu.
—No lo traeré muy tarde —lo escuché decir.
—Oh, mantenlo fuera tanto tiempo como quieras
—dijo en su acento —. Necesita una mano firme así que no
tengas miedo de usarla —miró directamente
hacia mí con esa última declaración. Hice planes para sabotear su
borrador del trabajo de inglés cuando regresara.
—Él es un personaje —dijo Yunho mientras la
puerta se cerraba detrás de nosotros. Yo hice una mueca. Eso era un eufemismo.
—Si lo sé —dije, como si eso explicara su
conducta y luego me sonroje. ¿Por qué dije eso? Mire arriba a su rostro para
verlo darme una media sonrisa.
Tomo todo mi autocontrol
no darme vuelta e ir de regreso a mi habitación. Al final, el orgullo mantuvo
mis pies moviéndose. No quería que él pensara que no podía manejarlo.
Pasamos dos porristas en
nuestro camino al ascensor. Sus ojos se ampliaron cuando vieron a Yunho. Él
asintió educadamente hacia ellas, pero siguió caminando, con su mano en la
parte baja de mi espalda. Trate de alejarme, pero era bastante experto en
mantenerla allí.
— ¿Aceptas cumplidos?
—pregunto él mientras entrabamos al ascensor y presione el botón de bajar antes
de que él tuviera la oportunidad.
—Si son originales.
Él se rió con disimulo y puso los ojos en blanco.
—Bien, bien —dijo él.
Sus manos ahora estaban en sus bolsillos mientras caminábamos casualmente.
—Diría que esa canción
fue escrita por ti, pero si vas a ser exigente… —su voz se apagó—. ¿Quieres que
el deportista te dé un cumplido o el sujeto que lee Grandes Expectativas?
—Ambos. —Estaba tratando
de aparentar que estaba disfrutando este pequeño intercambio pero ya sentía mis
hombros relajarse, y ahora que su mano no
estaba en mi espalda, podía pensar otra vez. Alcanzamos su auto y me
quede de pie cerca de la puerta con mi espalda hacia él, esperando para que la
abriera.
—Ya sea que esté detrás
o enfrente de ti, las vistas son bastante buenas —dijo él.
Sentí mi rostro
enrojecer mientras los seguros automáticos sonaban y él abrió la puerta para
mí. Podía escuchar la risa reprimida en su voz así que me subí sin decir una
palabra. Nunca había conocido a nadie tan empeñado en hacerme sentir incómodo.
Él se tomó su tiempo caminando alrededor del auto. Lo observé detenidamente.
Llevaba otro de esos impresionantes atuendos bien combinados.
Me hundí en el asiento y
aspiré la esencia de su colonia. Está impregnado en el cuero de los asientos
como piel, haciéndolos oler como si él estuviera en todos lados. El olor era
navideño, como madera de abeto y naranja Bergamota. Me gustaba.
—Colócate el cinturón
—dijo él, deslizándose en el asiento del conductor. Apreté mis labios. De
ninguna manera. Él no iba a andar mandándome.
—No voy a colocármelo.
—El Volkswagen restaurado que poseía ni siquiera tenía cinturones. Uno de sus
dueños anteriores los había quitado. Silenciosamente me reprendí por no llevar
mi propio auto.
Yunho alzó una ceja,
algo que estaba empezando a notar hacía muy seguido.
—Como quieras —dijo él
encogiéndose de hombros. —Si hacemos cualquier parada rápida, solo voy estirar
mi brazo así para evitar que saltes hacia adelante—. Ilustró su punto
extendiendo su brazo a través de mi pecho donde hizo contacto directo.
Me coloque el cinturón.
Él ni siquiera trato de no sonreír.
— ¿A dónde vamos de
todos modos? —pregunté amargamente. Con suerte, podríamos hacer esto rápido y
yo podía estar de regreso a mi habitación a tiempo para ver Grey’s Anatomy.
Apuestos, hombres de ficción eran mucho más fáciles de soportar que los de la
vida real que olían como navidad y lucían como modelos de Calvin Klein.
—A mi lugar favorito.
—Miró hacia mí mientras sus manos cambiaban de marcha y sentí una molesta
calidez en mi estómago. Tenía un fetichismo con las manos. Sus manos eran
hermosas, probablemente beneficioso para ese estúpido deporte que jugaba. Las
suyas eran el tipo de manos que hacían los anillos de boda lucir sexys, bronceadas
con líneas venosas que corrían como ríos serpenteando por sus muñecas y
desaparecían bajo sus mangas.
—Esta no es una cita —le
recordé—. Y, es bastante patético que me acabaras de decir que me llevaras a un
lugar donde has llevado a otros chicos.
—Cierto. Bueno entonces
la próxima vez recordare mentirte —dijo él, mirándome por la esquina de su ojo.
— ¿Qué te hace pensar
que habrá una próxima vez?
— ¿Qué te hace pensar a
ti que no la habrá?
No me molesté en mirar
hacia él solo resoplé mi respuesta y mire fuera de la ventana.
La heladería antigua
Jaxson´s estaba localizada en una de las calles concurridas. Su letrero neón de
circo parpadeaba impacientemente desde un centro comercial soso, trabajando
horas extras para atraer la atención del transeúnte. A pesar de las luces brillantes, las
hendeduras donde los turistas colocan sus cabezas en cuerpos de animales, y el
órgano a todo volumen, nunca había notado este lugar.
—Oh —dije, tratando de
ocultar mi sorpresa. —Esto es interesante.
— ¿Eres intolerante a la
lactosa? — preguntó deslizando su auto dentro del puesto de estacionamiento.
—Nop.
— ¿Estás a dieta?
—No esta semana.
—Estupendo. Entonces vas
a amarlo. —Dio la vuelta para abrir mi puerta, y me ofreció su mano mientras yo maniobraba mi
camino fuera del auto.
Entramos al lobby y
fuimos inmediatamente recibidos por un hombre mayor con cabello de algodón de
azúcar. Tosió con agitación cuando vio a Yunho y se acercó para sacudir su
mano.
—Encantado de verte otra
vez, Yunho — dijo él en una voz rasposa. Llevaba un traje a rayas rojo con
botones que imitaban chupetines.
Me avergonzaba.
Yunho colocó una gran
mano en el hombro de nuestro anfitrión mientras lo saludaba. Ellos
intercambiaron cumplidos por un momento y luego molestamente, la mano de Yunho
encontró la parte baja de mi espalda otra vez.
— ¿Harlow, está mi mesa
disponible?
Harlow asintió y camino
por delante. Nos arrastramos detrás de él, pasando a través de una primera
habitación y tomando un pequeño pasillo entre los refrigeradores de helado
hasta que emergimos dentro de una segunda habitación enorme. Miré alrededor
impresionado mientras lentamente hacíamos nuestro camino hacia la mesa. El
lugar era una mezcla heterogénea de parafernalia de los años veinte. De hecho,
había tantas baratijas y cosas colgando de las paredes, que mis ojos se
cruzaron en confusión. “La mesa de Yunho” era una pequeña mesa desgastada, con
un torcido carro de bebe colgando sobre ella. Apreté mis labios, nada contento.
Yunho se giró para mirarme y sonrió como si pudiera adivinar mis pensamientos.
Harlow empezó a toser
otra vez mientras luchaba para sacar mi silla.
—Yo puedo hacerlo.
Gracias —dije. Él se encogió de hombros y desapareció, dejándonos solos.
Chicos adinerados no
comían helado en lugares como este. Ellos comían caviar en yates y salían con
adineradas, chicas rubias con fondos fiduciarios. Él tenía que tener un
problema de una manera no obvia. Fui a través de las posibilidades en mi mente;
mal temperamento, apegado, enfermedad mental…
— ¿Imagino que estás
preguntándote sobre la mesa? — dijo él, sentándose enfrente de mí.
Asentí.
—He estado trayendo
chicas aquí desde el primer año en la escuela —él extendió sus manos sobre la
pegajosa mesa y se inclinó hacia atrás casualmente en su silla. —De todas
formas ¿Ves esa mesa de allá? — me giré para ver la mesa de la esquina que
estaba señalando. Un viejo semáforo parpadeaba rojo, verde, rojo, verde por
encima.
—Esa es la mesa de la mala suerte y nunca me sentaré allí otra vez,
no yo solo, y jamás con una cita.
Me giré de regreso a él,
entretenido. Era supersticioso. Que cursi. Me sentí petulante.
— ¿Por qué?
—Bueno, porque cada vez
que me siento en esa mesa algo desastroso pasa, como mi antiguo novio viéndome con
mi nuevo novio y vertiendo a muerte chocolate sobre nuestros regazos, o
averiguar que eres alérgico a los arándanos enfrente del chico más ardiente de
la escuela… —él se rió de sí mismo y dejé una sonrisa deslizarse a través de mi
acto de chico rudo.
Una alergia a los
arándanos era más o menos entrañable.
— ¿Y esta mesa? —
pregunté.
—Cosas buenas pasaron en
esta mesa — dijo él simplemente.
Alce una ceja pero
estaba muy asustado para preguntar. Traer a un chico a una heladería que lucía
como si estuviera estancado en los años veinte marcaba bastantes puntos. Junsu
se lo tragaría. Era su billete para tener sexo, decidí.
Estaba excesivamente
aliviado cuando nuestro mesero se apareció con dos aguas y un cuenco de
palomitas.
Yo seguía mirando mi
menú cuando oí Yunho ordenando por mí.
— ¿Estás bromeando? —Le
pregunté cuando el camarero se alejó.
—Nunca cedes un
centímetro —dijo— me gusta.
Lamo la sal de mis dedos
y entrecierro mis ojos en él.
—Te vi mirando este.
—Golpeó la imagen de un banana Split—…justo antes de empezar mirar el helado
bajo en grasa.
Era atento, le
concedería eso.
— ¿Y qué, si yo quería
algo baja en grasa?
Yunho se encogió de
hombros.
—Es mi noche. Gané. Yo
hago las reglas.
Casi me sonreí. Casi.
Me habló de su familia
mientras esperamos. Creció en Londres con su madre y su padrastro. Tenía el
tipo de infancia soñada de todos los niños, vacaciones de lujo, navidades con
los primos en Suiza, y un maldito pony por su cumpleaños. Se trasplantaron a Asia
cuando tenía catorce años. Hubo una gran abundancia de dinero, pocas peleas, y
un hermano mayor que hizo cosas como el ascenso al Monte Everest en su tiempo
libre. Su padre biológico, al que de vez cuando vio, era un mujeriego que apareció
en las portadas por salir y romper con modelos famosas. Cuando llegó mi turno
de desahogarme, filtré mi historia por su ventajosa clase alta, dejando a mi
padre alcohólico a quien acabo de llamar "difunto", y reemplazando
las urbanizaciones subsidiadas con “un mal barrio”. Vi pocas razones para
ahogarlo en los detalles desagradables de mi vida sin encanto. No quería
herir sus felices por siempre. Escuchó
con atención y me hizo preguntas. En mi opinión, se podría medir el
egocentrismo de una persona por la cantidad de preguntas que no se plantean. Yunho
parecía genuinamente interesado en mí. No estaba seguro de lo que eso
significaba. O bien se trataba de una estratagema para conseguir chicos en la
cama, o realmente era simpático.
Cuando le conté sobre mi
madre y cómo había muerto de cáncer durante mi último año de escuela
secundaria, vi genuina compasión en sus ojos que me hizo moverme incómodamente
en mi asiento.
— ¿Así que estás solo
entonces, Jaejoong? —Esquivé su pregunta. En cierto modo hería escucharlo.
—Sí, supongo que se
podría decir que si te refieres a mí, no teniendo miembros vivos de la familia.
Metí una cucharada de
postre en mi boca, así no tendría que decir nada más.
— ¿Eres feliz? —me
preguntó. Pensé que era una pregunta algo extraña. ¿Me estaba preguntando si yo
seguía llorando en la noche porque mi madre estaba muerta? Él estaba jugando
con su cuchara, inconscientemente goteó de chocolate por toda la mesa. Le
respondí tan honestamente como pude.
—A veces. ¿Tú no?
—No lo sé.
Alcé la vista
sorprendido. Estrella deportista, guapo, mimado, ¿cómo no iba a ser feliz?
Mejor aún, ¿cómo es que no sabía si era feliz o no?
— ¿Qué significa? —le
pregunté colocando mi cuchara abajo. No tenía ganas de comer más helado. No
tenía ganas de estar aquí. Toda la conversación me estaba haciendo sentir
enfermo.
—No sé lo que me hace
feliz aún. Supongo que estoy tratando de encontrarlo. Siempre he querido
casarme y tener una familia, aquel donde tú eliges alguien y quedarse con
ellos hasta que
estés gris y
arrugada y tener
una camioneta llena
de nietos.
— ¿Una camioneta?, —digo
con incredulidad, pensando en el carro deportivo estacionado afuera—. ¿Me estás
tomando el pelo?
—No soy tan malo como tú
piensas.
Le empujé el hombro.
—Tú no quieres una
camioneta, quieres un Porche. Quince años después de tu matrimonio estarás
intercambiando a tu esposa o esposo y la camioneta por algo que acelere tu
sangre de nuevo. ¿Estás mal?
—Vamos —dijo entre
risas—. Tú no fuiste muy fácil. Si
tuviera que luchar con más fuerza para llegar aquí, estaría en un molde de
yeso.
—De cualquier manera, tu
escribiste el libro y ahora te quejas por las críticas que te estoy dando
—bromeé.
—Es justo. —Levantó las
manos—. Voy a empezar a escribir la secuela que
será mucho menos narcisista. ¿Quieres leerlo?
—Sólo si todos los chicos
en la escuela no lo tienen. —Él se rio tanto que varias personas se dieron la
vuelta para mirarnos.
Cogí algunos granos de
palomitas de maíz desde el colador y las comí pensativamente.
Esto no era tan terrible
como lo que había previsto. Me estaba casi divirtiendo. Cuando levanté la vista, me estaba examinando.
— ¿Qué? ¿Por qué me
miras así?
Yunho suspiró.
— ¿Por qué eres tan
hostil?
—Oye amigo, no creas que
por un minuto que yo compro esa rutina de chico sensible que tienes en marcha.
Reconozco una mentira cuando la veo.
—No sabía que estaba
haciendo una rutina de chico sensible —dijo sonando bastante honesto.
Estudié su hermoso
rostro tratando de ver más allá de su aspecto y dentro de su alma. Él tenía el
tipo de ojos que siempre parecía que se estaban riendo de ti. Su color era
ámbar y las líneas de expresión ya arrugadas en sus esquinas como delicados
pliegues de papel.
—Dame un respiro —le
dije—.Tú me traes a este bonito lugar por un helado como si estuviéramos en la
escuela secundaria. Conoces de nombre a ese viejo, que está dándome miradas....
—Me callé porque estaba frunciendo el ceño.
—No eres muy bueno
leyendo a la gente. —Lanzó un grano suelto de las palomitas hacía mí y me
golpeó en la frente. Me froté en el lugar, insultado.
Yo era muy bueno leyendo
a la gente.
—Tal vez, soy un buen
chico, Jaejoong.
Solté un bufido.
—Tú puedes leer mucho de
una persona por sus rasgos y lo que hacen con ellos. Sin embargo, llegar a
conocer a alguien como realmente son, lleva tiempo —dijo.
— ¿Qué puedes decir
acerca de mí? —Le pregunté—...ya que eres un experto.
Yunho me miró como que no
creía que yo estaba preparado para su evaluación.
—Vamos —le rogué—, si
vas a presumir de ello....
—Está bien... está bien.
Vamos a ver....
Inmediatamente me
arrepentí de mi decisión. Sólo le había dado permiso para mirarme fijamente y
yo ya estaba ruborizado.
—Hay algo triste en tus
ojos, tal vez es por lo grandes que son, o la forma en que caen hacia abajo
como si estuvieran decepcionados. Definitivamente son vulnerables, pero
valientes también, porque miras a todo como si lo estuvieras desafiando. Luego,
está la forma en como pones tu barbilla.
Eres desafiante y obstinado, y tienes una pequeña nariz snob que siempre apunta
hacia el norte. Creo que pretendes ser un snob para alejar a las personas.
Me sentí enfermo.
Demasiado helado. Demasiada verdad.
—Y mi favorito, tus
labios. —Él sonrió mientras un rubor rosa se deslizó hasta mi cuello—. Llenos y
sensuales, fruncidos, y siempre hacia abajo en las esquinas. De ese tipo que me
dan ganas de besar hasta que sonríen.
Me importuné. ¿Pensó en
besarme? Por supuesto que pensaba en besarme. Los chicos siempre estaban
pensando en ese tipo de cosas, cosas que llevaban a las relaciones sexuales.
Por debajo de la mesa mis uñas se clavaron en las palmas de mis manos.
— ¿Te estoy haciendo
sentir incómodo? —Estaba inclinado hacia atrás en su silla, un codo descansando
casualmente en la mesa.
Me tragué la pelota de
voleibol de mi garganta. Mi corazón se comportaba como un tonto, ya que latía
de forma esporádica.
—No.
—Bien, porque yo no te
tomo por un hombre que generalmente se sorprenda, sobre todo cuando el
deportista escolar demuestra que estaba equivocado.
Ahora me sentía a punto
de desmayarse.
Está bien, así que tal
vez había un poco más de cerebrito de lo que pensaba. Crucé los brazos sobre mi
pecho y entrecerró los ojos como los vaqueros hacían en el viejo oeste.
—Bien, ¿por qué fallaste
el tiro?
— ¿Por qué fallé el
tiro? —repitió—. Porque me importaba saber más sobre ti que ganar otro juego.
Esta vez ni siquiera
traté de ocultar la mirada atónita en mi rostro. Él me acababa de dar un gran
cumplido, incluso mejor que el de besar mis labios. Olvídalo. Yo ni siquiera tenía un chiste para responder. No
me importaba si mi ingenio me había fallado.
En nuestro camino a la
salida nos detuvimos para echar un vistazo a los dulces y juguetes en venta.
Como si el lugar no fuera lo suficientemente pequeño, tenían que llenarlo de
basura.
Yunho estaba estudiando
algo en la esquina mientras yo lo estudiaba a él.
—Mira esto —me hizo
señas. Me introduje entre él y una fila de muñecos de peluche para echar un
vistazo. Era una prensa de centavos, uno de esos fabricantes de suvenires de
monedas donde debes entregar cincuenta centavos y un penique. La máquina
entonces compacta el centavo y estampa el mensaje que quieras en su superficie
recién aplastada, quedándose con los cincuenta centavos como pago. Yunho sacaba
monedas de sus bolsillos como si hubiera consumido demasiado azúcar.
—Hazlo —dijo, dejando
caer las monedas en la palma de mi mano. Deslicé el cambio en la angosta
hendidura y presioné el botón de inicio. La prensa comenzó a tararear y vibrar
gentilmente. Estaba muy consciente de lo cerca que estábamos de pie y me
hubiera apartado si hubiera a donde ir. Toqué a algunos de los muñecos de
peluche de la estantería. A medida que nos agachamos para recogerlos, la
máquina hizo un pequeño sonido y la moneda cayó en la ranura de devolución con
un tintineo. Se frotó las manos y me reí.
—Ahora aquí hay algo que
no se ve muy a menudo —me dijo, golpeando ligeramente en la nariz.
Me tragué mi rabia y
puse mi rostro severo. Mi nariz estaba hormigueando ahora.
—Es sólo una máquina de
recuerdos, cálmate.
—Aaah, pero esto no es
cualquier máquina de monedas —dijo, señalando el anuncio el que yo, por desgracia, había dejado de
ver. —Esta es la romántica máquina de monedas.
Palidecí.
La moneda todavía estaba
caliente cuando mis dedos la tomaron. Se la entregué a Yunho, sin siquiera
molestarme en ver cuál era el mensaje.
—Bien, bien. —Su voz era
petulante. La curiosidad pudo más que yo. Saqué el brazo hacia abajo hasta que
la moneda estaba directamente en frente de mi cara y leí:
Apropiado para un beso
En cualquier lugar, en cualquier momento
¡Nervios! Salí de donde
estábamos apretados y empecé a caminar hacia la puerta.
—Buena suerte obteniendo
uno.
Él no dijo una palabra y
no necesitaba hacerlo. Su pavoneo y la sonrisa en su rostro fue suficiente para
decirme lo que estaba pensando.
Le pregunté acerca de
Laura en el camino de regreso a los dormitorios. Me dijo que sólo se citó
durante una semana en su primer año y ella era una buena chica. En el tiempo en
que me acompañó hasta mi dormitorio, estaba tan preocupado con pensamientos de
él besándome, que me tropecé con mis propios pies.
—Cuidado, duque —dijo,
agarrándome por el codo— si sufres un esguince, voy a tener que llevarte a la
puerta. —Se rio al ver la expresión de horror en mi cara.
—La mayoría de los chicos
se excitan ante la posibilidad, ¿sabes?
—Yo no soy la mayoría de
los chicos.
—Sí, lo noto.
Dio un paso hacia mí y
me echó hacia atrás contra la puerta, tratando de presionarme contra la madera
contrachapada. Estaba insoportablemente cerca. Colocando ambas manos a cada
lado de mí cabeza, él estaba a escasos centímetros... centímetros de mi cara. Podía sentir su aliento en mis labios.
Quería ver sus labios, mirar lo que estaban haciendo… pero mantuve los ojos
fijos en él. Si tan sólo pudiera mantener su mirada, él podría no notar que mi
pecho subía y bajaba por mi trabajosa respiración, y que mis uñas se curvaron
en la puerta detrás de mí. Movió su cabeza más cerca y prácticamente su nariz
estaba tocando la mía. Mis labios se separaron. ¿Por cuánto tiempo habíamos
estado allí? Se sentía como cinco minutos, pero yo sabía que era probablemente
más como diez segundos. Se movió un milímetro más cerca. No había ningún sitio
para ir. Además, si me apretaba más contra la puerta, me fundiría en la madera.
Tenía tanto miedo... pero ¿de qué? Me habían besado antes. Él hablaba y estaba
tan cerca de mi cara, podía sentir el roce de sus labios contra la esquina de
mi boca.
—No voy a darte un beso
—dijo. Sentí mi corazón dar vuelco. ¿Estaba
hacia arriba o hacia abajo? ¿Arriba o abajo? Yo no sabía si estaba
decepcionado o aliviado. Retrocedió—. Hoy no, Jaejoong. Pero, voy a besarte.
—Sentí una oleada de agitación que se remolino a través de mi vientre, que
viajó alcanzado hasta mi pecho y mi boca.
—No.
Sonaba tan tonto, la
palabra de desafío de un niño. No sé por qué lo dije, excepto para recuperar
algo del control que él me había robado.
Yunho ya se había vuelto
a alejarse, pero mi "no" lo detuvo. Se dio la vuelta. Tenía las manos
en los bolsillos. El pasillo parecía encogerse en torno a él, su presencia
tragaba todo. ¿Cómo hace eso? Yo esperaba que dijera algo más, tal vez
coquetear conmigo un poco más. En cambio, sonrió, miró al suelo, me miró... y
se fue.
Él ganó de nuevo. Ese
pequeño movimiento había sido más fuerte, dejó más de una impresión que si
hubiera presionado en realidad sus labios contra los míos. Ahora, yo tenía la sensación
inminente de ser cazado. Apenas tuve tiempo para procesar lo que acababa de
suceder cuando la puerta se abrió de golpe y Junsu me llevó a la habitación por
la cintura de mis pantalones.
—Cuéntamelo todo —exigió
él. Tenía rollos en su pelo y su rostro estaba cubierto de espuma en algo que olía a limón.
—No hay nada que decir
—le dije misteriosamente, casi soñador.
—Voy a dejar que te
quedes con el jersey que te presté —Consideré esto un momento, antes de
asentir.
—Me llevó a la heladería…
—empecé.
pobre Jae esta que ere por sus besos y Yunho que no termina de dárselo por mas que Jae se niegue a ello esta que muere por recibirlo y devorar a Yunho
ResponderEliminarGracias por compartirlo me encanta estare esperando por mas
Yunho se aprovecha jajaja
ResponderEliminarY Jae es muy debil......
Me encantaaaaaa
Se ve que los dos se van a enamorar mucho mucho
Graciassssss
Me encanto el capitulo ❤.
Yunho se aprovecha jajaja
ResponderEliminarY Jae es muy debil......
Me encantaaaaaa
Se ve que los dos se van a enamorar mucho mucho
Graciassssss
Me encanto el capitulo ❤.
Aunque Jae no lo acepte.. ya está enamorado de Yunho y muere porque lo bese *w*
ResponderEliminarLos dos estan loquitos el uno por el otro, presiento q pronto caeran en las redes del amor XD
ResponderEliminarInteresante estrategia Yunho eso quiere decir que este muy interesado por ti Jaejoong kyyaa >o< lo dejo en suspenso
ResponderEliminarAy Yunho!! Lo hubieras estampado con fuerza contra la puerta y besado apasionadamente hasta dejarlo sin aliento !!! XD
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