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Nada mas que una noche: Capítulo 1, Parte 2

Capítulo 1: Parte 2



Antes de intentar abusar de Jaejoong, Lee había ideado una buena forma de intimidarlo: lo había amenazado con dañar a su madre si él no accedía a sus deseos. Claro que siempre había sido sutil y engañoso en sus advertencias, de manera que solo ellos dos se entendieran, y así parecer inocente. Lee pensaba que la relación de amantes que tendría con el pequeño hijo de su novia perduraría en el tiempo, pero después de esa única noche en la que había tratado de mantener con él una relación sexual abusiva, el chico se había dado cuenta de que las amenazas eran vanas y se había revelado. Entonces Lee, ya sin verlo amedrentado, no tenía la valentía suficiente para intentar tomarlo de nuevo, pues en lo profundo de su alma y de su oscura conciencia, no era más que un cobarde.

Jaejoong no se había dejado engañar nunca más. Más allá del intento de ultraje, lo que a él le estrujaba el corazón era la mentira. ¡Cómo pudo haber sido tan inocente! ¡Cómo pudo haber sido tan ingenuo de creer en las amenazas de un cobarde! Pero se prometió que jamás volvería a padecer algo como eso. Nadie volvería a burlarse de él, ni tampoco volverían a engañarlo. Simplemente, nunca.

Por la ventana de la cocina vio descender a su hermano de un automóvil negro. Karam cerró la puerta del coche y el hombre que conducía le dio unos billetes por la ventanilla. Con el cabello largo y sedoso meciéndose por el viento, el joven se acercó a la puerta de entrada. Jaejoong se pegó al vidrio para ver mejor. Lee acababa de detener a Karam en la puerta del edificio. Intercambiaron unas palabras que Jaejoong, desde la distancia, no podía oír. Se dificultaba escuchar por los sonidos de la calle: varios jóvenes que habían salido de la escuela vespertina, automóviles que circulaban y un colectivo.

Lee intentó arrebatar el dinero de las manos a Karam. La conversación pasó de ser seca a violenta. Al final, el muchacho le dio unos billetes de mala gana, con lo que Jaejoong dedujo que Lee se había apresurado a llegar a la puerta de calle para sacarle dinero a su hermano, un dinero bien fresco que él todavía no había alcanzado a contar. Karam entró al precario edificio mientras Jaejoong se volvía y se internaba en el comedor.

Cuando su hermano llegó, él ya estaba sentado a la mesa. Karam se dirigió a la cocina, pretendía ignorarlo. Luego salió con un vaso de agua. Se sentó a la mesa sin dirigir siquiera la mirada a Jaejoong. Los ruidos del exterior, el pasillo y la escalera contaminaban el silencio del interior.

—¿Cómo te fue hoy? —preguntó Jaejoong.

—Bien —respondió Karam de mala gana, encogiéndose de hombros.

—¿Quién era ese hombre que te trajo?

Cada vez que Jaejoong intentaba iniciar una conversación con Karam, fracasaba. Había hecho la pregunta sin segundos propósitos, intentando olvidar que en realidad conocía la verdad, pero Karam, acostumbrado a tratar con malas intenciones, no pudo pensar menos de lo que su hermano acababa de decir.

—¿Siempre tienes que creerte más que todos nosotros? —le espetó. Jaejoong lució desencajado, sorprendido por la reacción de Karam.

—¿Qué dices?

—Que eres un presumido.

—¿Solo porque quiero salir de acá, porque no le regalo mi plata a Lee?

—Ándate a cagar.

Karam se puso de pie y se encerró en su habitación, la que compartía con Jaejoong. Abrió la ventana. Como de costumbre, se sentó a fumar y a esperar.

Casi al mismo tiempo se abrió la puerta de entrada y Young ingresó al departamento con dos bolsas del almacén y Changmin en brazos. Detrás de ella, venía Lee.

Su madre se hallaba algo excedida de peso. Como había descuidado su apariencia, conservaba poco de la belleza que había poseído en su juventud. Su hermano Karam, de cabello castaño y electrizantes ojos marrones, en cambio, poseía una encantadora figura y un rostro que pudiera haber servido de inspiración a más de un creador, aunque en ese último tiempo había perdido su brillo. Se había acostumbrado a fingir una mueca sensual que de tan común acababa resultando insípida. Vestía casi siempre shorts muy cortos y playeras muy pequeñas. En los pies usaba botas altas hasta la rodilla. El cabello suelto le llegaba a los hombros y maquillaba su rostro.

Karam era el hijo de un novio que Young había tenido un año después de la muerte de JunHawn. El tipo la había dejado embarazada y luego había salido corriendo ante la noticia. Al menos le sirvió a Young para recibir una lección y engatusar a Lee antes de quedarse embarazada.

En conclusión, por esas cuestiones de la vida —y de su madre—, Karam nunca había conocido a su padre y ni siquiera llevaba su apellido.

Lee era un hombre moreno, como su pequeño hijo, de contextura física hercúlea. Claro que los años y la mala vida lo habían transformado en un rufián panzón y alto, como un inmenso ropero, como un gorila.

A diferencia de ellos, Jaejoong guardaba la frescura y la delicadeza de su adolescencia. Conservaba un exquisito tono rosa en los pómulos y tenía los ojos grandes rasgados color negro. Era dueño de una belleza delicada que, entre la miseria, solía pasar inadvertida. Llevaba sandalias y una camisa blanca.

Se retiró a su habitación de inmediato: lo que menos deseaba en ese momento era compartir un espacio con Lee y con su madre. Se trataba del mismo cuarto en el que se había frustrado la violación, pero el recuerdo era ya tan lejano que daba igual dormir allí o en cualquier otra parte. Se aproximó a la ventana y cerró el postigo abierto. Las cortinas azules tenían agujeros de cigarrillo y olían siempre a polvo. Hacía años que no se lavaban, y él había dejado de insistir para que su madre le permitiera hacerlo.

—Esta es mi casa. Si no te gusta vivir acá porque para el principito las cortinas huelen a humo, ahí tienes la puerta — le decía Young con ironía cada vez que Jaejoong insinuaba algo sobre la falta de limpieza de la casa. Él podía ser desordenado, pero era muy limpio.

—Yo pagaría el lavadero —replicaba Jaejoong con voz calma.

—No quiero que se laven las cortinas —contestaba la madre.

—¿Por qué no? —se desesperaba el hijo.

—Porque lo digo yo.

Karam solía sentarse a fumar delante de la ventana, como esperando quizás que una vida mejor viniera a buscarlo, pero incapaz de salir en su búsqueda. Como en casa de Young nadie enseñaba a nadie a cuidar nada, todo estaba que daba lástima.

Después de cerrar la ventana y acomodar las rudimentarias cortinas, Jaejoong se volvió hacia la cama. Ignorando a su hermano, se quitó la prolija ropa que utilizaba para trabajar y se vistió con un atuendo deportivo. Así y todo, lucía particularmente fino, porque toda él era exquisito, una criatura nacida en un universo al que no pertenecía.

Cuando estuvo lista la cena, Young golpeó a la puerta de la habitación de sus hijos y los llamó con un mal humor que ya se había encarnado en ella y que se acrecentaba cada día.

—¡A comer! —exclamó como aviso, y se alejó.

Young siempre había sido una mujer egoísta, pero Jaejoong jamás la había conocido tan tacaña como por aquel entonces. Había llegado al extremo de escatimar la comida y hasta molestarse por tener que cocinar. Si bien siempre había sido haragana, poco a poco sus actividades se iban reduciendo cada vez más. Karam no hacía nada en la casa, y Jaejoong se pasaba el día trabajando. De Lee, ni esperar.

Todos se sentaron a la mesa. El televisor, a un volumen muy alto, colmaba la sala con las risas provenientes de una publicidad de dentífrico. Young sirvió una mezcla de churrasco y fideos con manteca en los platos y después se sentó, dejando escapar un suspiro. Ella no cenaba. Tal vez se había cansado del sabor de la carne y las pastas, aunque no por eso dejaba de preparar siempre lo mismo, porque le demandaba menos trabajo. A lo sumo, variaba el churrasco por milanesas y los fideos por puré.

Se hacía evidente que Lee ya estaba drogado. El televisor, que funcionaba mal, como todo en esa casa, hizo interferencia.

—Mueve el cable —ordenó Young a Lee.

Él se puso de pie. Tocó el cable. La imagen se veía, pero la voz iba y venía. Jaejoong soltó el cuchillo cuando Lee golpeó el aparato y el ruido que había hecho lo asustó. El sobresalto que acababa de sufrir le había dejado la respiración agitada. Odiaba la violencia con la que todos allí se conducían.

—¡Mierda! —exclamó el hombre.

—Llévalo a arreglar —respondió Young con ligereza.

—Dame la plata.

—Dámela tú.

Por milagro, la conversación murió en eso y después se hizo silencio, aunque Jaejoong no sabía por cuánto tiempo iba a durar. Lee se sentó. La voz del televisor no sonaba como en realidad debía, pero al menos se escuchaba. Aprovechando la paz que reinaba entre ellos, Jaejoong entregó a su madre un sobre blanco.

—Es para las vacunas de Changmin —explicó con suavidad, temiendo que el ambiente armonioso se disipara con un suspiro—. Estamos seis meses atrasados.

Cuando Jaejoong regresó a su casa al día siguiente, todos ya se encontraban cenando, menos su madre, que nunca lo hacía. Se dirigió a su habitación, se puso ropa deportiva para no ensuciar la del trabajo y se sentó a la mesa. La comida consistía en la misma mezcla del día anterior, recalentada.

Cuando quiso darse cuenta, el televisor funcionaba de maravillas. Lee estaba tranquilo y su madre, en apariencia gozosa. Karam masticaba con su rostro indiferente, como de costumbre, y el pequeño Changmin revolvía el mejunje con las manos.

Jaejoong sintió que estaba a punto de estallar, pero actuó con mesura. Una terrible sensación de impotencia le recorrió las entrañas, y la escena se le formó en la mente: sin dudas ni bien él, agotado de tanto trabajo, se había ido a la cama, Lee había pedido la plata a Young para sus porquerías, pero ella, con su criterio tan particular, lo habría convencido de que el mejor uso que se podía dar al dinero del sobre blanco de su hijo era reparar el televisor.

A nadie en esa casa le importaba que hubiera pasado la última semana encorvado sobre la máquina de coser, armando pequeños trajes de bailarina, para las vacunas de su hermano. A Young solo le importaba que le dieran dinero, el que luego se dejaba sacar por Lee o utilizaba para algo de su interés.

Jaejoong sintió deseos de llorar por su pasado, su presente y su futuro. Ganas de mandar todo a la alcantarilla y no volver la vista atrás.

Lee, sin pudor alguno, encendió un cigarrillo de marihuana.

—Anda a fumar afuera —ordenó Young en un insólito ataque de cordura. Cualquier cosa servía para armar un problema y entretenerse un rato discutiendo.

—Fúmate uno —respondió Lee, irónico—. ¿No trajiste nada hoy, Karam?—preguntó a continuación. Se dirigía a su hijastro Karam con sorna. Jaejoong, en cambio, había conseguido que Lee lo respetara, al menos del mejor modo que Lee Jung podía respetar.

—Te di ayer, ¿ya te olvidaste? —respondió su hermano al moreno.

—Jaejoong —dijo después la madre—. La heladera falla otra vez. ¿No tienes nada hoy?

Tenía. Había cobrado el resto del dinero por su trabajo terminado para el instituto de danzas, sin embargo, se negó. Ya había dejado la carrera de Diseño de Indumentaria en primer año por llevar dinero a su familia, ¿qué más iba a tener que resignar?

—No —dijo.

Estaba harto de que su dinero tuviera un uso egoísta. Aún no terminaba de digerir que el televisor fuera más importante que las vacunas de Changmin como para comprender que también la heladera carecía de prioridad frente al televisor.

—Karam… —habló otra vez el moreno.

—¡Te dije que no! —gritó él, al tiempo que arrojaba los cubiertos sobre el plato y golpeaba la mesa. Fuera de todo contexto, Young soltó una risotada.

—¡Miren eso! —exclamó señalando con el dedo. El televisor proyectaba la imagen de una mujer semidesnuda en un show cómico que llamaba en medio de la calle a un señor.

Lee también rió. Reían a los gritos, con la misma violencia con la que siempre hablaban.

El teléfono sonó. Jaejoong, que era quien lo pagaba, se levantó para responder. Sintió vergüenza de escuchar del otro lado la voz de una clienta y de que esta oyera las risotadas. Para evadir el ruido, se encerró a hablar en el baño, que era la habitación más alejada del comedor, aunque no logró acabar con los sonidos.

Después de cortar, salió y dejó el aparato en su lugar. Volvió a la mesa. Su madre reunía los trastos sucios como lenta demostración de su holgazanería. Lee bebía la última gota de su cartón de vino.

—Trae más vino —ordenó a Young.

—No hay más —respondió ella, que se había acercado para pasar un trapo húmedo a la mesa.

—¿Cómo que no hay más? —cuestionó él como reclamo—. ¿Por qué no compraste?

—Porque hace más de diez días que no me das un centavo —replicó la mujer mientras se encaminaba a la cocina.

—No puede no haber vino —replicó Lee poniéndose de pie—. ¡Dame dinero que voy a comprar yo!

—¡No! —ambos gritaban, porque siempre hablaban a los gritos. —Karam… —canturreó el hombre.

—A mí no me jodas —retrucó Karam, sin apartar los ojos del televisor. Lee golpeó la mesa. —¡Dame unos pesos, carajo!

—¿Pero eres estúpido? —gritó Karam, mirándolo por fin a los ojos—. ¡Ya te dije que no! —y se levantó de la silla. Como Jaejoong dejó de resistir la discusión, huyó a su cuarto. Descargó toda su furia contra una bolsa de arena que había colgado entre su cama y la de su hermano desde que practicaba boxeo en lugar de Tae Kwon Do. Los gritos de su familia y el llanto desesperado de Changmin servían como música de fondo.

—¡Cállate la boca! —escuchó que Lee ordenó al pequeño, y enseguida se oyó un golpe duro y seco.

Jaejoong salió de su habitación como un torbellino. Los tres adultos proseguían con su discusión mientras él alzaba al niño y se dirigía a la puerta de entrada. Tomó su abrigo, que colgaba de un gancho en la pared, abrió la puerta y salió al hall. Todos sus vecinos, como la gran mayoría del barrio, se la pasaban fumando. Una joven de su edad lo hacía en la puerta de su departamento, que estaba frente al de Jaejoong, sin la menor sorpresa por los gritos que se escuchaban incluso hasta la escalera.

Debería haberse refugiado en su tienda de la avenida, pero estaba tan embotado que dejó el barrio y tomó un colectivo hasta Capital. Llevaba a su pequeño hermano de dos años en brazos y un fino abrigo como única protección. Caminó, aturdido e hipnotizado, por la calle, tan fría y oscura como él jamás sería, y pasó por debajo del enorme cartel de una obra en construcción. En él se leía «Jung y Asociados», entre otros datos.

Jaejoong se detuvo frente a un teléfono público, marcó 911 y habló con la operadora.

—Quiero hacer una denuncia por portación y consumo de drogas.


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14 comentarios:

  1. Se lee muy bien este fic. Esperare ansiosa tu actualización :)

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  2. dios pobre Changmin, que familia me dada tristeza no se merece algo asi ese niño, mucho menos Jaejoong que solo trata de salir adelante

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  3. ay desgraciadooo hombree..de seguro golpeo al pobre de minnie

    la verdad la mama de jaejoong es una porquería de persona, que bueno que haya sacado a minnie de allí y los haya denunciadoo

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  4. ufff qué intenso, que vida de perros vive Jae, esa familia de locos y el pobre inocente de Min.
    gracias por el capítulo

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  5. QUE FAMILIA !!! aunque me encanto la idea de Minnie de pequeño hermanito de Jae no me gusto la familia tan horribe que tiene, ninguno d elos dos merece esa realidad, todos son unos aprovechados que solo piensan en como sacar dinero de Jae y Karam. Es una realidad muy triste y penosa pero se que pronto va a cambiar.

    Gracias por la adaptacion, se ve que sera una interesante historia unnie.

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  6. Que fea familia tiene Jae y Changmin, ojalá y si haga algo alguien para salvar a Changmin por ser un bebé principalmente y a Jae. Gracias.

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  7. Estoy aqui gracias a majo arrobo (sus blogs favoritos y leo uno q resulta decir blog privado entro ( pense q no iba a abrir ) pero sorpresa abrio aqui estoy leyendo el primer capi de nada mas q una noche hoy por lo q lei precient q no dormire hasta pr lo menos llegar al capi 5 o 10 me encanto la personalidad de jae no se deja intimidar por ese feo padrastro y su mama ( como va a preferir la salud de su hijo Chamin) q un tele esto me recordo a matilda jeje xdios discilpa. Bueno hago este comento en ese capi porq soy de esas fujoshis mal agradecidas q casi no comentan ( esto ya lo he dicho en otros blog a veces q es porq leo el fic de una y me da pena despues comentar pero eso no quiere decir q no aprecie tu talent tiempo y dedicacion voy a leer este y despues continuo con todoo lo q esta terminado jejeje gracias nena chauuuu

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  8. Estoy aqui gracias a majo arrobo (sus blogs favoritos y leo uno q resulta decir blog privado entro ( pense q no iba a abrir ) pero sorpresa abrio aqui estoy leyendo el primer capi de nada mas q una noche hoy por lo q lei precient q no dormire hasta pr lo menos llegar al capi 5 o 10 me encanto la personalidad de jae no se deja intimidar por ese feo padrastro y su mama ( como va a preferir la salud de su hijo Chamin) q un tele esto me recordo a matilda jeje xdios discilpa. Bueno hago este comento en ese capi porq soy de esas fujoshis mal agradecidas q casi no comentan ( esto ya lo he dicho en otros blog a veces q es porq leo el fic de una y me da pena despues comentar pero eso no quiere decir q no aprecie tu talent tiempo y dedicacion voy a leer este y despues continuo con todoo lo q esta terminado jejeje gracias nena chauuuu

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  9. Pobre jae.. esa familia es todo un caos lo bueno que el se mantiene firme gracias por compartirlo esta interesante ^_^

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  10. que familia para mas fea le toco a jaejoong :(
    me pregunto como obtuvo ese dinero karam.???
    pobre changmin ese lee lo golpeo??!!
    pero que padre para detestable y desconsiderado como se ocurre fumar marihuana con su pequeño ahí .. (」゜ロ゜)」

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  11. Los va a denunciar que bien ojala se pudran en la carcel, mejor sigo.....read

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  12. Que horrible familia le toco a JJ T-T mendiga vieja, preferir gastar el dinero de las vacunas de su bebé y que tanto trabajo le costó ganar a su hijo en pendejadas o.ó!!!
    Gracias a Dios JJ esta tomando una buena decisión al llevarse a CM así no tengan nada en que caerse muertos u.u cuando menos esta intentando rescatar el futuro de su hermanito T-T

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  13. Pobre Min t-t el no merece nada de esto, es un baby ;-; ... Que bueno que jae pone en su lugar a ese idiota.
    Gracias por compartir.

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