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La proposición


Capítulo 3
Jaejoong se sentó en una silla incómoda, con la pierna izquierda doblada y los brazos envueltos alrededor de su rodilla. Alguna comedia con una pista de la risa del infierno estaba en el televisor montado en la parte alta. Trató de bloquear las otras cuatro personas en la sala de espera de urgencias del hospital, una con sangre que goteaba de una herida en la cabeza.
Miró de reojo las paredes de color beige y plantas falsas, esperando a perder la cordura.
Jaejoong mantuvo la mirada en su pie y trabajó en el diseño de la tarta en su cabeza.
Haría un pastel para Junsu y la inauguración de la casa de Yoochun. Haría ese maldito pastel. Y todo el mundo iba a vivir jodidamente felices para siempre, después.
A menos que perdiera su cordura. Aquí mismo, en la sala de espera.
Liberando su pierna, dejó caer su pie en el suelo y se levantó. No podía sentarse. No podía esperar. Tenía que hacer algo. Ellos no le dejaban entrar en la sala de cuidados intensivos. Yoochun podría entrar mostrando la tarjeta de médico, pero no estaba allí todavía. Había ido a visitar a sus padres y serían otros cuarenta minutos más o menos antes de su llegada. Jaejoong tenía que saber lo que estaba sucediendo ahora. Tenía que saber que Junsu todavía estaba vivo.
Fue a la recepción.
—Quisiera comprobar de nuevo a Junsu Kim. Él tiene una herida de arma blanca en el pecho, en el área del abdomen superior.
La mujer cogió la taza que estaba en su escritorio.
—Señor, como ya he dicho hace diez minutos, no tengo ninguna información. Alguien estará con usted, lo más pronto posible, cuando tengan algo que decir.
Esto era una mierda. Jaejoong estaba más cerca de Junsu que su propio hermano.
—Jaejoong.
La voz, profunda y vibrante, llegó detrás de él.
Giró alrededor, abrió los ojos.
—Yunho. —Tratando de procesarlo, le preguntó—: ¿Qué estás haciendo aquí?
—Traje tu bolso. Tu auto es parte de la escena del crimen, pero conseguí sacar esto... —levantó su bolso— ...para ti.
Se había olvidado de él. Ni siquiera se le había ocurrido que no lo tenía.
—Tu teléfono, billetera y todo lo que hay en ella, a excepción de la llave del coche.
—Oh. Gracias. Estaba usando el teléfono de Junsu para realizar llamadas. —Se colgó su bolso sobre su cabeza y el hombro.
—¿Has visto al médico ya?
—¿Yo? —Había visto a demasiados médicos en los últimos años—. No necesito uno para mí. Pero no puedo obtener información sobre Junsu. —Se alejó de la mesa. De él. Intentando caminar para quitarse la ansiedad.
Pero Jaejoong no quería ir de nuevo a la caja que era la sala de espera, así que se apoyó contra una pared en el pasillo fuera de la misma y al otro lado de los baños.
—Muéstrame tus manos.
Sorprendido ante su demanda, miró hacia arriba. Y arriba.
Maldita sea, ¿qué tan alto era? Yunho se alzaba sobre él. Su abrigo se había ido. No tenía ni idea de lo que le había pasado a él después de que los paramédicos habían llegado y apoderado de la escena. Tenía la corbata, los botones superiores de su camisa negra desabrochados, revelando la fuerte columna de su garganta. Su mirada se sumergió, deslizándose por la nuez de Adán.
Demasiado íntimo.
Llevó su mirada hacia arriba, más allá de su fuerte mandíbula y se topó con los ojos.
—¿Qué?
—Tus manos. Tus manos fueron cortadas y están sangrando. Déjame ver.
Sorprendido, levantó las manos y puso la palma hacia arriba. Eh, estaba en lo correcto, estaban lastimadas y sucias. No hay duda sobre ser arrojado al suelo y arrastrado.
—Esto no es nada. —Había que lavarlas. Tenía quemaduras peor que esas en su vida diaria.
—Estás cojeando.
Dejó caer las manos. Ya era hora de poner fin a esto, lo que fuera.
—Yunho, gracias por esta noche. Por el rescate, por traer mi bolso. Pero puedo cuidar de mí mismo. Es tarde, deberías irte a casa.
—Debería —murmuró, arrastrando una mano por el pelo. Las hebras coqueteaban con el cuello de su camisa.
Jaejoong descartó sus pensamientos sobre la forma en que su pelo apenas demasiado largo contrastaba con su exquisito traje a medida. La cautela se deslizó a lo largo de su columna vertebral. Yunho le había tocado esta noche. Incluso después de que lo soltó, parecía crear un campo de fuerza alrededor de él que de alguna manera le mantuvo anclado cuando había estado girando por el pánico.
Ya había visto de él más de lo que le gustaba.
Se apartó de la pared, necesitaba poner algo de distancia entre ellos.
Yunho se movió, un cambio sutil que bordeaba su cuerpo en frente de ella. Luego levantó una mano, la puso en la pared por encima de su cabeza.
—Parece que tienes el hábito de correr, Jaejoong Kim. En el salón de baile y ahora.
Su piel se tensó. Los nervios se deslizaron. ¿Qué estaba haciendo? Yunho dominó todo el espacio, él y Jaejoong. Sosteniendo el bolso delante de su cuerpo como un escudo, respondió:
—Parece que tienes la costumbre de salirte con la tuya. — Yunho le puso en el borde de una forma que no podía empezar a comprender.
—Rara vez pierdo una batalla de voluntades. —Bajó un poco la cabeza— Pero en este caso, propongo un consenso.
Estaba tan cerca, captó ese olor de nuevo, jabón y masculino. No se limitó a mirarlo, sino que, le penetro, invadió, empujo lo suficientemente profundo para aprender todos sus secretos. La intensidad era demasiada. Jaejoong cambió su línea de visión por encima del hombro. Agarró el bolso apretado.
—Tú eres implacable, ¿no es así? —No era como los demás hombres, tratándolo como si fuera a romperse. O como si ya se hubiera roto.
Él no se movió, no dio marcha atrás un centímetro.
—Si tú te comprometes a consultar a un médico, te conseguiré una actualización de Junsu inmediatamente.
Ahora tenía su atención. Se olvidó de mantener las distancias.
—¿Puedes hacer eso?
Sacó su teléfono, lo desplazó y pulsó enviar, a la vez que se inclinaba sobre él con su mano en la pared. Sus ojos cambiaron de color debajo de las luces del hospital, a un bronce cobrizo.
Poniendo el teléfono en la oreja, dijo:
—Hay un Junsu...
Levantó una ceja en pregunta silenciosa. Jaejoong saltó ante la oportunidad de obtener información.
—Kim. Veintiséis años de edad.
Repitió eso.
—Herida de arma blanca en el pecho. Probable pulmón colapsado. Necesito una actualización. Voy a esperar mientras lo consigues.
Jaejoong se estremeció al oír lo del pulmón colapsado a pesar de que lo había oído en la ambulancia. Por favor, Dios, rezó. Junsu había sufrido bastante, deja que esté bien.
El tiempo pasó mientras estaba allí debajo de su potente mirada, con el brazo estirado por encima de su cabeza. Segundos. Un minuto. Dos. Tres.
—Ya veo.
¿Qué le están diciendo? Jaejoong se obligó a quedarse quieto y esperar, pero su impaciencia se le pegó en el cuello y los hombros.
—Lo tengo. —Asintió a Jaejoong y continuó su conversación—: Voy a necesitar un médico para ver a un amigo mío, también. Parecen ser lesiones menores, pero quiero que lo examinen de inmediato. —Terminó la llamada.
El corazón le latía con fuerza.
—¿Junsu?
Deslizó su teléfono en el bolsillo.
—Acordaste ver al médico primero.
Jaejoong no había acordado nada.
—Sí, está bien. Dime, maldita sea.
La dura expresión se ablando, sus iris de color marrón claro asumieron motas ambarinas.
—Pequeña punción en el pulmón. Parece estar cerrado. Signos vitales fuertes, es joven y está en buena forma. Tienen la esperanza que no necesitará cirugía y piensan que va a salir adelante de esto. Las próximas horas son las más críticas.
Su garganta se espesó con gran alivio. Se apoyó contra la pared. Viviría. Se recuperaría. Podría decirle cuanto lo sentía por congelarse.
Por dejar que le apuñalaran.
Más tarde. En este momento, dijo:
—Gracias.
—El doctor estará aquí en un minuto.
Era hora de establecer sus límites.
—¿Yunho?
Él le miró.
—¿Sí?
—Gracias. Voy a ver al doctor. — Jaejoong estaba agradecido. Verdaderamente.
Él asintió.
Luego añadió:
—Ahora mueve el brazo y sal de mi espacio.
* * * *
Horas más tarde, Jaejoong estaba rígido y dolorido cuando se sentó a la cabecera de Junsu. Un poco después de la medianoche el médico había declarado a Junsu fuera de peligro y le trasladó a una habitación privada. Miró a Yoochun a su derecha, el Dr. Yoochun Park, un pediatra que se parecía a un oso de peluche. Cabello lanudo castaño, ojos suaves, poderoso cuerpo y un espíritu afable. Normalmente tenía una sonrisa fácil, pero esta noche su cara estaba marcada con preocupación.
Un suave ronquido en la cama atrajo su atención a Junsu. Estaba agradecido de que durmiera. Su color era bueno, su respiración cada vez más fácil de conseguir. El descanso era exactamente lo que necesitaba.
Pero cada tic-tac del reloj en la pared amplificaba la necesidad de moverse, de hacer algo más para ayudar. Finalmente dijo:
—¿Quieres un café? ¿Una lata de refresco? ¿Algo de comer?
Yoochun se limitó a sacudir la cabeza.
Su culpa se derramó.
—Me quedé helado. Ni siquiera podía gritar. —La imagen apareció otra vez en su cabeza— Vi el cuchillo. Si tan sólo le hubiera advertido, podría haber saltado de nuevo.
Yoochun colocó su mirada sombría sobre él.
—Has pasado por suficiente esta noche sin añadir la culpabilidad inútil.
Cierto. Y esperaba ser eximido, era egoísta, cuando debía estar destruido por la lesión de Junsu. Jesús, ¿cuándo había llegado a ser tan patético? ¿Tan débil? Se recompuso y pensó en otra manera de ser útil.
—Voy a ir a casa y a recoger algunas cosas para Junsu. Puedo ir a tu casa también, recoger todo lo que necesites.
Yoochun le tomó la mano.
—Estamos listos para pasar la noche. Pero necesitas ir a casa y dormir. Tomate una pastilla para el dolor.
Jaejoong negó con la cabeza.
—Estoy bien. Ese doctor que Yunho intimido para revisarme lo dijo. —Realmente no quería ir a casa. Solo. Asustado. Solo con su propia cabeza.
Sus ojos fueron al amable oso de peluche como un grizzly protector.
—Sé que caíste en tu pierna débil, cuando ese imbécil te sacó del coche. Estas lastimado. Vete a casa y toma la condenada pastilla para el dolor. Duerme. Trae las cosas de Su mañana.
Jaejoong hizo una mueca y contraatacó.
—Los pediatras no deben maldecir.
—Al diablo con eso, Jaejoong. Vete a casa.
Sintió un momento de respiro, como en su rutina normal, le dio una suave sonrisa. Yoochun podía maldecir como un marinero, pero tenía que asumir que él no lo hacía en el trabajo con los niños. Se levantó, se inclinó y le abrazó.
Luego se fue a la cama y besó la mejilla de Junsu. Apenas se movió. Jaejoong resistió el impulso de quejarse por sus mantas o cepillarle el pelo hacia atrás. El descanso era lo que Junsu necesitaba para que su cuerpo pudiera hacer el trabajo duro de la curación. Parpadeó contra el aguijón de las lágrimas, volvió a su silla y recogió su bolso colgando de la parte trasera. Echando un vistazo a Yoochun, él dijo:
—Puedo pasar por tu casa por la mañana si necesitas algo. Sólo mándame un texto. —Metió la mano en su bolso por las llaves del coche hasta recordar un pequeño detalle. —Mierda, no tengo mi coche. —La policía lo tenía. Yunho le había dicho eso. Su mente vagó de nuevo a él, al hombre que había aparecido, rescatado y continuó ayudándole. Una vez que Jaejoong vio al médico y el estado de Junsu siguió mejorando, Yunho finalmente le había dejado.
—Toma el mío.
—¿Qué? — Jaejoong trató de arrastrar a su mente de nuevo a la conversación con Yoochun.
—Dije, puedes conducir mi coche a casa. —Yoochun le miró— ¿Estás tan cansado o distraído?
Había sido atrapado soñando despierto. Acerca de un hombre. Debía estar cansado.
—No me distraigo lo suficiente como para olvidar que no puedo conducir con transmisión manual. ¿Cuál es tu coche? —señaló.
—Eso es un problema. —Soltó su mano y se frotó el espacio entre los ojos—. No quiero que Su se despierte solo o te llevaría con gusto a tu casa. Déjame pensarlo.
No quería dejarle solo tampoco. Podía llamar a su padre para que fuera por él, porque sus padres se asustarían si sabían lo que había pasado esta noche. Se habrían convencido a sí mismos de que el robo de auto era una prueba más de que no era inteligente o lo suficientemente competente para cuidar de sí mismo. No podía hacer frente a sus dudas acerca de él en este momento.
Pero podía hacer frente a esto.
—Voy a llamar a un servicio de taxi de veinticuatro horas. —Ellos estaban bien. Las personas los usan todo el tiempo. Podía hacerlo. Ya era hora de que comenzara a hacer estas cosas.
Yoochun dejó caer la mano.
—No sé, Jaejoong.
Echó un vistazo a Junsu, pensó en que se había congelado cuando Jaejoong había tenido que hacer algo, cualquier cosa, para tratar de evitar que le apuñalaran. No quería ser ese hombre. No quería estar tan roto. Miro a Yoochun y dijo:
—Voy a estar bien. Voy a mandarte un mensaje una vez que esté en casa.
Podía hacerlo.
* * * *
Yunho miró por la ventana hacia la oscuridad. En la cama de un hospital detrás de él, la respiración de Young Jae Cha era irregular, la de un hombre mucho mayor que sus cincuenta y tantos años. Yunho había traído a especialistas de todo el país y todos le dijeron lo mismo.
De tres a seis meses.
Su mentor estaba perdiendo la pelea más importante de su vida.
La riqueza y todo el poder de Yunho no tenían ningún valor. Levantando su mano, frotó el viejo dolor en la nariz que se había roto un par de veces.
—Son casi las 02 a.m. Has estado de pie ahí durante una hora.
Se dio la vuelta, bajó la mano y miró al hombre encogido en la cama. Young Jae había quitado las sábanas, dejándole vestido sólo en una bata de hospital, dejando al descubierto los muslos que una vez parecían troncos de árboles y se habían marchitado a ramitas.
—Una mejor pregunta es por qué estás despierto. —Había mantenido vigilia en esta sala una docena de veces y Young Jae no se había despertado.
—Conseguiré la energía para salir de la cama y patearte el culo tantas veces como sea necesario para conseguir que cuentes lo que te preocupa.
Yunho se acercó y se dejó caer en una silla. Estirando las piernas, entrelazó los dedos detrás de la cabeza.
—Cuando quieras, viejo. —Nostalgia cayó sobre él, cayendo en su pecho y dejándole jodidamente herido.
No es el tipo de dolor que Yunho podría tratar, el tipo donde trabajaba su cuerpo hasta que sus músculos gritaban. Sí, ese es el dolor que podía manejar.
¿Este dolor? No. No se pondría de mal humor por esto. Acababa de encontrar a más médicos, tenía que haber uno por ahí que tuviera una respuesta. Las personas ganaban al cáncer todo el tiempo.
—Totalmente lo haría —dijo Young Jae— pero me tienen enganchado a todos estos cables.
Yunho resopló.
—Excusas.
Young Jae movió su mano alrededor hasta que encontró el mando, hizo clic en un botón y la luz detrás de su cama se encendió. Levantó la cama.
—Escúpelo, Jung.
Sabía que Young Jae era un hombre enfermo por la delgadez que asolaba su cara, las sombras persiguiendo la vitalidad de sus ojos. Sin embargo, con el giro a la derecha de su cabeza, Yunho alcanzó a ver al hombre que hace catorce años había levantado a Yunho a metro noventa fuera de la tierra y le tiró contra una pared. Luego le había arrastrado a una estera de entrenamiento y le obligó a dar rienda suelta a la ira violenta hirviendo en su interior.
Cuando Young Jae había fijado a Yunho en un charco de su propia sangre y sudor, el hombre había llegado junto a su cara y le dijo:
O controlas la violencia o dejas que te controle. Elige.
Yunho había vivido con esas palabras desde entonces.
Pero ahora tenía que apaciguar al hombre que esperaba que derramara sus tripas. Estaba reacio a hablar de Jaejoong todavía, Yunho eligió un tema que estaba en el seno de Young Jae.
—Es Tae Yang de nuestro programa Combatientes a mentores. Uno de los otros niños en el programa llegó al gimnasio y me dijo que Tae Yang está faltando a la escuela, buscando maneras de hacer dinero. —Young Jae había sido mentor de Tae Yang, pero desde que se había puesto demasiado enfermo, Yunho le había completado, junto con los dos niños de los que Yunho actualmente era mentor. Tae Yang no estaba tratando con el cambio muy bien.
El rostro de Young Jae se ensombreció.
—¿Qué pasó? ¿Estás herido?
—No —le aseguró Yunho, y se sintió arrastrado a través del tiempo. Había sido más joven que los trece años de Tae Yang cuando había comenzado a buscar maneras de hacer dinero, para mantenerlos a flote hasta que su madre encontró Maldito Príncipe Encantado. Hizo caso omiso de la bola de la rabia en su plexo solar. La ira no era productiva, la acción lo era. Echándose hacia atrás, dijo—: El chico está bien por el momento. Pero resulta que Tae Yang y su abuela están en proceso de ser desalojados.
—Arréglalo.
—Estoy en ello. Ya hay uno de mis ayudantes revisando los registros. Vamos a pagar la renta hasta el final del año. Pero, maldita sea —casi gruñó—. No llego al chico. Él o su abuela, deberían haberse puesto en contacto conmigo.
—Saca tu cabeza de tu culo. Estos chicos, todo lo que conocen es el rechazo, el miedo y la desesperación constante. Ellos no creen en las palabras. Sólo en las acciones. —Young Jae apretó la mandíbula y luego añadió—: Al enfermarme, le abandoné también. Al igual que todos los demás.
La cruda realidad en las palabras de su mentor se enredó con su propia impotencia en sus entrañas.
—Mira, voy a traer al niño mañana. Habla con él. Mantén su culo en la escuela y fuera de las calles. —Yunho conocía las calles muy bien, sabía que la degradación y el hambre despojaba a un niño de su alma. Es parte de lo que le llevó a trabajar sin descanso. No iba a estar tan impotente de nuevo.
Young Jae asintió.
—Necesito estar en contacto con el niño. —Su mirada afilada— Ahora dime la verdadera razón por la que estás rondando mi habitación cuando debería estar soñando con enfermeras en hidromasajes y baños de esponja.
Haciendo muecas con la barbilla hacia abajo, Yunho frunció el ceño.
—Amigo, no necesito saber qué tipo de mierda sueñas con las enfermeras.
El otro hombre esbozó una sonrisa despiadada.
—Si no empiezas a hablar, voy a describir los sueños. En detalle hasta la erección que induce.
Yunho hizo una mueca y suspiró. Estaba acorralado y él lo sabía.
—Un hombre y su amigo fueron atacados por dos asaltantes más temprano esta noche. Uno de ellos tenía un cuchillo.
Young Jae se acercó a su mesa de noche, se aferró a una jarra color vómito y vertió un poco de agua en un vaso de plástico.
—No veo el problema todavía. Dos matones, un cuchillo. Eso ni siquiera es un entrenamiento para ti. —Él tomó un sorbo de agua.
—El hombre. Lo reconocí más temprano en la noche, pero no podía entender de donde hasta que me dijo su nombre. Lo vi una vez hace una docena de años, cuando era un lavaplatos en el club de campo. Era su fiesta de cumpleaños de dulces dieciséis.
Poco a poco, Young Jae bajó la copa hasta que se detuvo en un muslo. No dijo nada.
Yunho respiró.
—Lo tenía todo. Padres ricos, que le adoraban. Enorme fiesta. Lo odiaba. —Sabía que había sido irracional. Pero todavía podía recordar observarlo desde la cocina. No recordaba su ropa o nada de esa mierda, pero se acordó de sus ojos, ese oscuro, enormes en su cara, y completamente inocentes. —Yo lo odiaba por estar vivo y tener una vida perfecta.
—Cuando Mi Ja estaba muerta —dijo Young Jae al fin.
Negándose a alejarse de la verdad, Yunho dijo:
—Sí. —Era un hombre frío. Un hombre duro. No sabía cómo ser de otra manera, ni tampoco lo quería ser. Esta noche, Jaejoong había disparado algo dentro de él, pero ¿qué? ¿Y por qué ahora?
—Él es diferente.
—Una docena de años hace de eso. Lo mismo ocurre con la vida.
Ese hombre que vio esta noche estaba a años luz de distancia del niño que él recordaba. Odiaba a ese chico, ¿pero al hombre?
Le intrigaba. Despertando algo en él. Le hacía necesitar saber más sobre él.
Trató de explicarse.
—En aquel entonces, había sido el lavaplatos y ni siquiera me notó. Y él había sido el príncipe, la estrella. Y esta noche... —Dejó el pensamiento colgando, aun tratando de conseguir ordenar su cabeza.
—Tú dominabas la habitación como siempre lo haces. ¿Y él?
—Trajo la tarta. Se situó frente a una pared parcialmente oculto por una columna. Observando. Tal vez escondiéndose. Luego desapareció en la cocina—. ¿Qué había pasado para cambiarlo?
—¿Cómo ocultándose?
Levantó una ceja.
—Él es una contradicción. Ocultándose —confirmó Yunho—. Sin embargo, tiene rayas de color rosa en su pelo oscuro. —Le había gustado eso. Diablos le había encantado jodidamente. Había querido pasar todas las hebras a través de sus dedos. Encontrar todas las rayas allí. El impulso había sido fuerte. Visceral.
Él emitía mensajes contradictorios. Las personas tímidas no se ponían rayas de colores en el pelo. Tampoco le decían que saliera de su espacio. Sin embargo, mantuvo su bolso delante de él como si pudiera protegerle de él. Había hecho lo mismo en la sala de baile con el kit de decoración.
Añadió lo que era obvio.
—Problemas, va a ser un problema para mí. Ahora, justo cuando tengo que centrarme.
—Una distracción es exactamente lo que necesitas.
Yunho desató las manos detrás de su cabeza y se inclinó hacia delante.
—Foster estará fuera en pocos días. He esperado catorce años. No me desviare. —Ni siquiera por unos tormentosos ojos negros y el pelo con rayas de color rosa. Y esas curvas... sí que necesitaba permanecer lejos de eso. Era demasiado tentador.
Young Jae mantuvo su mirada.
—Hay un precio por tomar una vida, Yunho.
Sus pensamientos helados de pura venganza.
—Tienes toda la razón. Es hora de que Lee Foster pague.
—Mira a tu alrededor, hijo. Así es como se va a terminar para mí. Solo.
Yunho se levantó de su silla.
—No voy a dejar que te mueras. —Había dicho las cinco palabras con la misma fría determinación que había ganado peleas de campeonato y construyó su empresa.
—La muerte no necesita tu permiso. Y te estás perdiendo el punto. ¿Ves alguna mujer derramando lágrimas? ¿Cualquier persona a la que le importe?
Yunho cruzó los brazos sobre el pecho.
—Amigo, tú eres una puta. Ninguna mujer puede confiar en ti. —No estaba haciendo esta pequeña cosa de la lástima. Le aburría. Bueno, eso le molestó.
Young Jae sacudió la cabeza y se inclinó para bajar su vaso de agua.
—He tenido tiempo para mirar hacia atrás en lo que he hecho con mi vida y la vista es una mierda. Tomé una decisión, maté a un hombre. Y ese solo acto envenenó cada maldita cosa desde ese momento. —Golpeo su mano sobre sus delgados muslos, dijo—: Te va a envenenar también.
Yunho no se inmutó.
—No es asesinato si sube al ring conmigo voluntariamente. —Se había asegurado de que Lee Foster iba a hacer exactamente eso.
Young Jae apretó el material de la ropa hospitalaria en sus puños.
—En una ocasión detuviste una pelea, renunciaste a la victoria, porque te negaste a herir gravemente a tu oponente.
Yunho se encogió de hombros.
—Reconozco una conmoción cerebral cuando la veo. El árbitro estaba durmiendo en el trabajo.
—No estás pensando en parar la pelea. Es un asesinato. No importa en qué etapa, sigue siendo asesinato.
La muerte de Mi Ja fue un asesinato. La muerte de Foster sería justicia.
—Ese día me impediste matar a Foster, me dijiste que si iba a conseguir la venganza, tenía que hacer las cosas bien. Eso es lo que estoy haciendo.
El anciano suspiró.
—Eso fue por mí. Traté de darte una razón para vivir. En su lugar, te di una razón para matar.

7 comentarios:

  1. Fascinante...
    Esto va parar muy mal yh se va arrepentir
    Pobre de jj me imagino su look y me encanta
    Veremos que pasa
    Gracias

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  2. Lo que no entiendo que tiene que ver Jae en todo esto de la venganza que tenga Yunho contra ese hombre gracias por este capitulo esperare la actulizacion

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  3. Jae edta sufriendo por Junsu y se culpa por no poder ayudarlo.
    Yunho y su venganza pero en donde entra Jae en todo esto???

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  4. Que tendrá que ver Jae con ese Foster y porque Yunho se acercó a Jae, si no fue porque le gustará?

    Gracias!!!

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  5. Todavía me intriga saber como se lesionó la pierna JJ...

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  6. El extraño encuentro que tubo yunho con jae cuando eran mas jovenes omg!! Quiero saber más!!

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