Mi lista de blogs

La proposición


Capítulo 4
Las palabras de Young Jae se hicieron eco en la cabeza de Yunho al salir del hospital a través de la sala de emergencia ya que las puertas delanteras estaban cerradas a esas horas de la noche. O de la mañana, en realidad. Salió por las puertas hacia el aire fresco perfumado con el aroma del océano y se detuvo.
Reconoció a Jaejoong. Sus hombros estaban tensos, y estaba de pie con la mano en la puerta trasera de un taxi. Por el ángulo de la cabeza, estaba mirando en su interior.
Yunho se quedó absolutamente congelado. Dio dos pasos más cerca. Los dedos de Jaejoong estaban en el borde de la puerta con los nudillos blancos. Su respiración era tensa. Y tenía su otro brazo sosteniendo el bolso contra su estómago.

Aléjate de él, se dijo a sí mismo. Sea cual sea su problema, tan sólo aléjate.
—Señor, ¿va a subir? —gritó el taxista.
Yunho desvió la atención a su perfil. Los ojos de Jaejoong estaban muy abiertos, la mandíbula apretada en tensión.
Aléjate, maldita sea.
Poniéndose una mano en la cadera, Jaejoong murmuró:
—Hazlo ya.
Las dos palabras le apretaron la garganta. Yunho reconoció la voluntad de hierro que luchaba por dominar lo que le estaba aterrorizando. No sólo era que él no se alejaría, sino que Dios ayudara a cualquiera que se interpusiera en su camino.
Se acercó a su lado. Jaejoong respiraba por nariz y por la boca, sus ojos negros resplandecían como joyas. Había un pequeño espacio entre ellos y dijo en voz baja:
—Jaejoong.
Jaejoong movió su cabeza a los lados, y aspiro el aire. Las líneas de preocupación bailaban en su ceño, antes que se suavizarán con el reconocimiento.
—Yunho. Me estaba yendo.
Era poco probable, dado el agarre mortal que tenía en el marco de la puerta y sus pupilas dilatadas.
—Está bien —dijo.
Se volvió hacia el interior de la cabina.
—Tengo que entrar.
—Así es por lo general como se hace —Yunho le aseguró.
—La gente lo hace todo el tiempo.
—Sin lugar a dudas.
—De acuerdo. — Jaejoong frunció el ceño—. Pensé que te habías ido a tu casa hace horas.
Ah, allí estaba Jaejoong, regresando en línea.
—Rara vez hago lo esperado.
Jaejoong apretó sus labios y dejó escapar un suspiro.
—Apuesto a que podrías estar en la parte trasera de un maldito taxi.
Se apoyó contra el lado del taxi.
—No sé por qué lo haría. Tengo dos autos, además de una limusina. Subir a un taxi parece redundante.
Jaejoong hizo una mueca apretada.
—¿Tienes uno de esos autos contigo esta noche?
—Un Mercedes CLS63. Negro. Perfectamente seguro. Incluso sé cómo cambiar un neumático en caso de necesidad. —Le llevaría a casa, sin embargo, dejaría que Jaejoong se diera cuenta por sí mismo. Pero maldito fuera, si no simplemente tocarlo en general.
—El reloj está corriendo, señor.
Yunho se echó hacia atrás una fracción de segundo para mirar al taxista molesto.
El otro hombre cerró la boca y giró hacia el frente. Finalmente Jaejoong suspiró y dio un paso atrás y cerró la puerta.
—¿No creo que me dejes conducir?
Yunho entregó al taxista un par de billetes antes de que Jaejoong pudiera abrir la billetera.
—Te diré algo. Yo conduciré y tú eliges la música.
Levantó la barbilla.
—Puedo pagar al taxista.
—Muévete más rápido la próxima vez. —Yunho cerró la mano alrededor de su codo, manteniendo su agarre suave. Jaejoong se puso rígido. Era hora de ponerse serio—. Usa tus palabras, Jaejoong. Tienes el control aquí. Todo lo que tienes que hacer es decirme que quite mi mano de ti y lo haré.
Jaejoong lo miró.
—Eres brutalmente franco, ¿no es así?
Satisfecho de que no le hubiera apartado bruscamente para librarse de él, lo condujo hacia su auto.
—En la mayoría de los casos, la franqueza funciona.
—¿Y en otros casos?
Abriendo la puerta, esperó hasta que Jaejoong se deslizara y le dijo:
—Yo hago lo que sea para ganar.
* * * *
Jaejoong hundió su cuerpo pesado por la fatiga y el dolor en el cuero suave de color manteca. Sus ojos estaban arenosos, su cabeza palpitaba, sin embargo, estaba vitalmente consciente del hombre que tenía a su lado en el asiento del conductor. Yunho guió el auto a través de las tranquilas calles. Tenía la camisa enrollada en sus brazos, revelando unos antebrazos fuertes esparcidos con vello y llenos de venas.
—¿Música?
Normalmente, amaba la música. Hacía escándalos al crear recetas, haciendo su versión de baile. Pero ahora estaba demasiado abrumado.
—No, gracias —contestó Jaejoong lo que parecía más como un murmullo y continuó—: Lindo auto.
—Lo suficientemente grande para mí. El otro auto que tengo es un Fisker Karma.
El nombre no le decía nada.
—¿Qué es eso?
—Un auto eléctrico con techo de vidrio solar.
—¿Tienes un auto eléctrico y una limusina?
¿No era contraproducente? Una limusina tenía que ser de consumo de gasolina, mientras que el auto eléctrico era todo acerca de las nuevas energías y protección del medio ambiente.
—El Fisker es por diversión, el Mercedes es útil, y realizo una gran cantidad de trabajo que hago cuando voy en la limusina.
—¿Mantienes a un chofer de guardia?
¿Quién era Yunho Jung? La curiosidad le burbujeó a pesar de su agotamiento.
Yunho le miró.
—Vive en una casa de huéspedes en mi propiedad.
Jaejoong trató de ahondar. ¿Quién era tan rico y, sin embargo se enfrentaba a un matón con un cuchillo? Diablos, ¿quién era tan rico y aun así corría hacia un cuchillo?
—¿Cómo desarmaste a ese tipo tan fácilmente? —le preguntó Jaejoong
Llevó el auto a una esquina.
—Solía luchar.
Su estómago se apretó.
—¿Luchar? ¿Cómo... entrar en peleas o pelear profesionalmente? —¿Había sido como los matones de esta noche? ¿Por qué había pensado que estaría más seguro con él que en un taxi?
Su boca se arqueó.
—Las dos cosas. Luché en UFC (Ultimate Fighter Championship. Campeonato de Artes Marciales Mixtas) durante unos años. Antes de empezar mi empresa.
Oh Dios. No podía estar en el coche con él. Un calor violento comenzó en el centro de su pecho, pero se obligó a respirar.
En los últimos años, había ido mejorando en controlar sus ataques de pánico. Esta noche, sin embargo, le estaban pateando el culo en un implacable asalto.
—¿Por qué? ¿Por qué querrías golpear a la gente? ¿Lastimarles?
La mandíbula de granito de Yunho se apretó en silencio.
Por último, dijo:
—Me gusta ganar.
Una declaración cargada. Querer ganar puede ser simple, pero el impulso que hay detrás tiende a ser un complicado nido de víboras de emociones y experiencias. Se concentró en mirar al frente, a las calles oscuras y silenciosas mientras el auto potente se deslizaba a través de la noche. Necesitando llenar el silencio espeso descendiendo sobre ellos, le preguntó:
—¿Y lo hacías?
—Dos campeonatos de peso pesado antes de retirarme.
«Yo hago lo que sea para ganar»
Eso es lo que había dicho cuando le ayudó a subir al coche.
—Impresionante. —Era lo único que se le ocurrió decir. La tensión en el pecho seguía bullendo y con mucha presión. A él le gustaba la violencia. Hacía daño a la gente.
—No pareces muy impresionado.
Su mirada pasó por su piel, haciéndole sentir expuesto y vulnerable en el auto con él.
—No me gusta la violencia. Simplemente... no.
—Es un mundo violento. Puede que no te guste, pero está ahí. —Hizo una pausa y luego añadió en un tono más suave—: Como esta noche, cuando fuisteis atacados. Requirió violencia controlada para hacer frente a esa situación.
Cerró los ojos debajo de una ola caliente de náuseas con el recuerdo.
—Rompiste el brazo de ese hombre. Oí el crujido del hueso.
—Rápido y eficaz. Y luego me detuve cuando estaba en el suelo. Ese es el control.
Le miró. Exploro visualmente su boca oscuramente sensual, la nariz que tenía una curvatura natural, y los ojos que parecían penetrar a través de él. Intenso. Peligroso. Sexual. Cuando Yunho cambió su atención de nuevo a la carretera, le preguntó:
—¿Querías seguir adelante? ¿Lastimando a ese tipo?
Su mandíbula se entreabrió.
—Cuando abrí la puerta del callejón y te vi arrastrándote sobre el maldito asfalto con esa mirada de crudo terror... —Apretó los labios.
Jaejoong luchó contra la necesidad de encogerse de hombros.
—Adelante. —Tenía que saberlo.
—Quería matarles a los dos.
La violencia firmemente sonaba a través de su voz y se estremeció. Envolviendo sus brazos alrededor de su cintura, dijo:
—No lo hiciste.
—No. Control, Jaejoong. Vivo por ello. —Se frotó el cuello— De todos modos, me retiré de la lucha hace años. Dirijo una compañía ahora.
Luchó para llegar a un extremo más seguro con él.
—¿Cuál es tu compañía?
—SLAM Inc. Tengo gimnasios en todo el país. Desarrollamos combatientes, hacemos merchandising (Es mercadeo y venta de sus propios productos), tengo una empresa de entretenimiento. Varias cosas.
—Todo tiene que ver con la lucha.
El desafío fluyó de Yunho.
—No todo. Pero ahí es donde conseguí mi comienzo y donde construí mi riqueza. No voy a pedir disculpas por ello.
—No me debes una explicación. —Tomando nota de dónde estaban, dijo—: Mi edificio está ahí a la derecha. —Jaejoong trató de mantener la censura fuera de su voz. No tenía derecho a juzgar al hombre que le había rescatado a él y a Junsu. Estaba cansado, dolorido y temía estar solo—. Has tenido dos carreras muy exitosas y no puedes tener más de, ¿cuántos?, ¿treinta? Eso es algo para estar orgulloso.
—Vamos a hablar de ti. ¿Haces pasteles? —Una sonrisa se dividió en su boca, inclinándose a la izquierda en una curva sexy— Y brownies de emergencia, si no recuerdo mal.
Burbujas de diversión le hicieron cosquillas en la garganta.
—«Sugar Dancer» es mi panadería y los brownies de emergencia nos están ayudando a ser un éxito.
El orgullo acosó a su fatiga. En ese sentido, entendió lo que quería decir acerca de no pedir disculpas.
—Mi apartamento está ahí, simplemente déjame en cualquier parte. —Soltó el cinturón de seguridad y agarro su bolso. Estaciono el Auto en un espacio reservado a invitados y apagó el motor.
Sacó las llaves y dijo:
—Gracias por...
—Cristo. ¿De verdad crees que te voy a dejar aquí? ¿Y alejarme conduciendo? —Abrió la puerta y salió.
Jaejoong cerró la boca de golpe y abrió la puerta. Estaba dolorido en general, incluyendo dolor de cabeza por ese matón tratando de arrastrarlo fuera del auto por su pelo. Lo peor era la pierna, sin embargo, le dolía como una perra. Usó el asiento como apoyo y logró mover su pierna derecha, luego la izquierda era bastante fácil.
Yunho se puso en cuclillas en la puerta abierta.
—Has estado cojeando de la pierna durante toda la noche. ¿Como de malherido saliste esta noche?
—Sólo cortes y contusiones. Voy a estar bien. Yunho, aprecio todo lo que hiciste esta noche. —Hizo su voz firme a pesar de estar tan condenadamente cansado—. Pero necesito que te muevas hacia atrás y no me atrapes.
Un segundo paso. Luego otro. Sólo la mirada de Yunho en él, tanteando en sus muros de protección. Pero se negó a explicarse o justificarse a sí mismo.
—Te asusto. No te intimido, pero francamente te asusto.
Sí, pero no se iba a arrinconar. ¿No significa eso que estaba cada vez más fuerte? Excepto esta noche cuando Junsu le había necesitado.
Yunho se levantó y le dio espacio.
Jaejoong se levantó, aunque ni de lejos tan graciosamente como lo había hecho Yunho, ¿y por qué iba Jaejoong incluso a darse cuenta de eso?
Estiró un brazo alrededor de Jaejoong y cerró la puerta.
—Dame tu teléfono. Te voy a poner mi número de teléfono.
Confundido, frunció el ceño.
—¿Para qué?
—Porque voy a ver cómo te metes en tu apartamento. Vas a comprobar todo, asegúrate de que es seguro, a continuación cierra la puerta y me mandaras un mensaje diciendo que estás bien.
—Estoy seguro, tengo una alarma.
—Si no me mandas mensaje, si creo que estás en problemas, voy a entrar. Dame tu teléfono, Jaejoong.
—Pero tú no me conoces. —¿Por qué se preocupa tanto? ¿Es tan intenso? ¿Y por qué eso le hace menos aterrado y más... interesado?
Se apoyó contra el auto.
—Ahora te conozco. No me voy de aquí hasta que no sepa que estás a salvo. ¿Quieres que me vaya? Dame el teléfono.
Jaejoong le pasó el teléfono.
* * * *
Jaejoong levantó la masa de pan del tazón y la dejó caer sobre la superficie enharinada. La música bombeaba a través de los altavoces. Los tenía sincronizados con su Ipod que estaba programado para sonar de forma aleatoria. Este era uno de sus momentos favoritos del día, temprano por la mañana, la panadería todavía estaba cerrada y estaba en la cocina industrial, preparándose para empezar el día.
Era su zona de seguridad. Había sido pura suerte que hubiera tenido a Junsu como su fisioterapeuta y sus padres eran propietarios de la panadería. Finalmente él le convenció para conocer a sus padres, y se le ofreció un trabajo a tiempo parcial en la cocina de su panadería. Aquí había iniciado el proceso de curación, encontrándose a sí mismo y averiguando quién era en realidad.
Para cuando los padres de Junsu habían estado dispuestos a vender y retirarse, Jaejoong sabía que quería la panadería y la compró. Hacía poco más de un año se convirtió en Sugar Dancer y aún no se había arrepentido de la decisión.
Aspiró el aroma de pan de levadura cuando comenzó a trabajar la masa con las manos cubiertas con guantes finos. Los cortes en plena curación hacían que los guantes tuvieran una doble necesidad. Espontáneamente, pensó en las manos mucho más grandes de Yunho, con los nudillos gruesos.
Las manos de un luchador.
Un escalofrío corrió por su espina dorsal. En la soledad de su cocina, podía permitirse admitirlo: Yunho le excitaba. Le emocionaba. Y le aterrorizada hasta los huesos. Un poder confiado emanaba de él y le daba una patada justo en la libido.
Golpearon la puerta, lo que le sacó fuera de sus reflexiones. El pánico se estrelló contra él.
¿Quién era? ¿Por qué el martilleo frenético de su corazón por un simple golpe? No esperaba ninguna entrega. Nadie debía aparecer por lo menos durante una hora más. Tirando de un guante, tomó su teléfono mientras se debatía qué hacer.
—Jaejoongie. Soy Ryu Jin. Abre la puerta.
Ryu Jin. Su ex-prometido.
Un choque de recuerdos y temores le clavaron al suelo. ¿Por qué demonios vendría aquí? ¿Le había sucedido algo a sus padres? ¿A su hermano? Echó un vistazo a la pantalla de su teléfono, pero no había ninguna llamada perdida.
—Jaejoongie, sé que estás ahí. Es importante.
Debía serlo. Durante meses después de que hubiera roto con él, se había negado a verle, evitando los intentos de sus padres para que volvieran a estar juntos. Sólo algo vital le traería a la puerta de su panadería. La curiosidad apretó su ansiedad lo suficiente para mirarle. Al abrir la puerta, vio al hombre unos centímetros más alto que él. Habían pasado cinco años y medio y definitivamente había cambiado, pero desde luego él también.
—¿Qué pasa? ¿Por qué estás aquí?
—Me enteré del robo del auto.
La sorpresa embotó su reacción lo suficiente para que él pasará más allá de él. Jaejoong se dio la vuelta, dejando que la puerta se cerrara.
—¿Te has enterado? —Una vez había amado y confiado en el Dr. Ryu Jin Lim. Claro, había sido arrogante y mandón, pero le había hecho sentir muy querido. Pero el brutal asalto había cambiado todo eso. Lo cambió. Ya no era el chico confiado —. ¿Cómo te enteraste, Ryu Jin? No se lo dije ni a mis padres y ni a mi hermano, no lo oíste por ellos.
—Tengo amigos en la comisaría de policía.
¿Amigos o espías?
—Claro, porque te juntas con policías. Hey, quizás te uniste a una liga de bolos también.
—El sarcasmo es una forma muy mediocre de humor. Pero por el bien del argumento, tener metas y un enfoque en mi vida no me hace un snob. —Ryu Jin examinaba la cocina panadería—. Un uso interesante de tu Licenciatura en Química. ¿Por esto realmente vale la pena renunciar a cualquier pretensión sobre SiriX para gestionar una tienda de donuts?
Jaejoong apretó los puños ante su expresión sarcástica.
—Sí. Mi panadería vale la pena. —Y una tienda de donuts también lo sería, si ese hubiera sido su sueño.
Pero eso no era lo suficientemente bueno para Ryu Jin y su familia. Cuando salió de la empresa familiar hace unos años, había causado una grieta grande entre él y sus padres.
Ryu Jin se pasó una mano por el pelo, los finos mechones eran un recordatorio de la diferencia de ocho años entre ellos.
—Fue una estupidez lo que dije. No he venido aquí para pelear.
—Entonces, ¿por qué? —Nunca hacía nada sin una razón. Había aprendido eso trabajando para él en SiriX y saliendo con él. Pero Ryu Jin había sido muy protector con él, así que no era inconcebible que le hubiera preguntado a un policía que conociera que le hiciera saber si Jaejoong era herido o atacado. Por otra parte, había dejado de confiar en los motivos de Ryu Jin hacía años.
—Quiero saber si estás bien. —Hizo una pausa, tragando saliva—. Me preocupo por ti.
¿Lo hacía? Daba igual, ya no importaba si le creía o no.
—Estoy bien.
Sus ojos aguijoneándole.
—Los policías dijeron que un transeúnte detuvo el robo del auto.
—Sí. —La parte posterior de su cuello y la mandíbula empezaron a palpitar con la tensión. ¿Ve esto como una oportunidad de jugar al héroe y traerlo de vuelta? Recordó lo que le había dicho cuando rompió con él, y cuando se negó a tomar sus llamadas, dejando el mismo mensaje en su correo de voz—. Ryu Jin, sé que piensas que volveré «cojeando» a ti. —Esas palabras no picaban tanto como lo hicieran antes—. Pero eso no va a suceder. Ahora tengo trabajo que hacer.
Con las manos en el bolsillo, se echó hacia atrás.
—Estaba molesto, no quise decirlo cuando dije eso. Ataco cuando estoy enojado, no tiene sentido. —Con un suspiro, añadió—: Cuando se trata de ti... —se interrumpió, mirando a otro lado de él—. Pierdo el control. Siento demasiado. —Sus ojos, tan crudos y honestos, le golpearon—. No creo que supiera lo mucho que te amaba hasta que te hube perdido.
Un viejo recuerdo surgió. Jaejoong había llevado la cena a Ryu Jin cuando estaba trabajando todavía con él, quería darle una sorpresa. Había interrumpido una reunión con un hombre al que no había reconocido, y Ryu Jin perdió el control. Le había agarrado del brazo, le arrastró fuera de su oficina y le dijo que no lo volviera hacer. Había estado furioso, su ojo izquierdo daba espasmos y su mano en el brazo estaba húmeda. Jaejoong rara vez había visto ese lado de Ryu Jin, pero aun así le había hecho sentir incómodo. Más tarde Ryu Jin se disculpó, diciéndole que el hombre era un antiguo amigo pidiendo dinero. Ryu Jin dijo que no quería que el hombre se acercara a Jaejoong, que no confiaba en él. Siempre había sido así de protector, y sí, había tendido a enojarse cuando pensaba que podría estar en peligro.
—Oye, Jaejoongie, estás andando por las nubes. ¿Estás bien? —Levantó una mano hacia él.
Su frecuencia cardíaca se disparó. La vista de la mano que venía hacia él le golpeó en un instinto profundo, impulsado por el temor. Tal vez era irracional, pero para él, se sentía real. Se retiró a su mesa de trabajo y se esforzó a decir con calma:
—Ahora me llaman Jaejoong. —Agarrando un guante limpio, se lo puso y continuó—: La puerta se bloquea automáticamente, así que adelante y vete.
—Siempre serás Jaejoongie para mí.
Su tono de voz más suave le atrapó con un giro inesperado de nostalgia. Por la forma de deseo que una vez sintió. Especial. Por un tiempo Jaejoong se había sentido como el hombre que sus padres querían que fuera. Lo suficientemente inteligente como para conseguir que un genio como el Dr. Lim estuviera interesado en él.
Sacudió la cabeza, rompiendo el hechizo. Se había estado mintiendo a sí mismo, a Ryu Jin y a su familia, había tratado de ser lo que Ryu Jin quería. Pero no lo era. Realmente nunca lo había sido. La única diferencia era que una vez al menos lo había intentado.
—Ya no soy eso chico, Ryu Jin. Déjalo ya. —No sabía cómo decirlo más claro.
—Lo he intentado. No puedo dejar de preocuparme. Pienso en ti, preguntándome si estás bien. —Se apoyó en la mesa de trabajo frente a él —. ¿Sigues teniendo pesadillas? ¿Algún recuerdo más? ¿O ataques de pánico? —Su tono era suave y cariñoso, pero sus ojos detrás de las gafas se estrecharon, centrándose, como cuando examinaba los tubos de ensayo. Calculando los ajustes y correcciones.
No retrocedas. Estás a salvo.
—¿Qué está pasando aquí? ¿De repente apareces después de años, y preguntas acerca de mis recuerdos? —No tenía sentido. Apretó las manos sobre el borde de la mesa—. ¿Estás realmente preocupado por mí? ¿O por lo que podría recordar?
¿Por qué no acababa de creer en él? Sería mucho más fácil si lo hacía.
—Maldita sea, Jaejoongie. —La actitud defensiva le hinchó la nuez de Adán— Te lo dije, a la policía y a tu familia, exactamente lo que pasó esa noche. Tú eres el único que no me cree.
Destellos de imágenes sonaron en su mente. Llegaron y se fueron, dejándole jadeante y aterrorizado. Palabras al azar cruzaron su mente:
Consecuencias.
Dr. Lim.
Dios, ¡detenlos!
El ruido blanco rugió sobre el recuerdo. Sus dedos se estremecieron. Jaejoong se negó a hacerlo, a tener un ataque de pánico justo en su panadería. Respiró adentro y afuera, recuperando el control.
—No importa lo que crea.
Su ojo débil, el que le molestaba cuando trabajaba mucho tiempo, se crispó.
—¿Sabes cómo me hace sentir ser puesto en duda por ti? ¿No es suficientemente malo que no pudiera protegerte y que ambos saliéramos heridos? ¿Tienes que hacer que me sienta peor?
¿Tanto resultó herido? No vayas allí. Repitió el mantra hasta que domó la furia en su interior, tratando de soltarse. Nada de eso importaba ahora de todos modos. Nadie creía que él hubiera sufrido algo aún más horrible que un asalto violento esa noche. Algo que Ryu Jin estaba encubriendo.
Pero ¿cómo iban a creerle? Jaejoong no recordaba más que un destello ocasional, una palabra, una imagen confusa. No tenía ningún sentido, no realmente. Excepto que no podía confiar en Ryu Jin de nuevo. Nunca. Sólo quería que se fuera. Su cocina era su zona de seguridad. Y quería que Ryu Jin se fuera de su panadería.
—Necesito que te vayas.
La resignación se apoderó de él.
—Estás obligado a tener una reacción al robo del auto. Quiero que sepas que estoy aquí. Me preocupo por ti, Jaejoongie. —La tristeza llenó su mirada, a través de las gafas—. Te amaba. Nunca quise que salieras herido.
Cerró los ojos, sus palabras aplastando la verdad. Eso es lo que había hecho su ruptura con él tan dura. No era una especie de psicópata que no se preocupara. Él lo hizo. Y sabía que lo que pasó no había sido intencional por su parte, no había previsto que saliera herido. Ryu Jin no era muy aprensivo, pero cuando le había visto en el hospital, con la cara hinchada de color púrpura, con el brazo en un yeso y su pierna en tracción antes de la cirugía, Ryu Jin se había puesto verde. Su reacción había sido muy real. Más tarde, no podía mirar a su pierna con cicatrices. Tragándose el recuerdo, se contuvo de preguntar, de nuevo, lo que realmente había sucedido la noche del supuesto asalto. Conseguiría la misma respuesta: «que habían sido asaltados y que él había sufrido una conmoción que causaba que sus recuerdos fueran confusos»
—Quiero ayudarte, Jaejoongie. Estoy aquí si me necesitas, si tienes alguna reacción al robo, llámame, y hablaremos. —Se acercó a la puerta y añadió—: De cualquier modo te veré en la fiesta de compromiso de Changmin y Minho.
Ryu Jin se fue.
Solo en su cocina, Jaejoong no podía encontrar una respuesta para la repentina aparición de Ryu Jin en su vida. ¿Debía preocuparse? ¿O era algo más?

6 comentarios:

  1. Para mi que ese Ryu Jin tuvo que ver con lo del asalto que tuvo Jaejoong hace cinco años y para mi que ese es la venganza que tiene Yunho gracias por este capitulo cada dia se pone mas interesante esperare el siguiente con ansias

    ResponderEliminar
  2. Por que jj tiene tanto miedo
    No entiendo no logro entenderlo
    Como te puede gustar/temer a una persona
    Esta interesante
    Gracias

    ResponderEliminar
  3. Que paso en realidad en ese accidente???
    Ryu Lin oculta algo

    ResponderEliminar
  4. Para mí que ese Ryu Jin tiene que ver con el asalto del coche para que tenga otra vez terror y además ver si recuerda algo del pasado.

    Gracias!!!

    ResponderEliminar
  5. Waaáa que querrá ahora...solo interrumpió el pensamiento de Jae 😅😅

    ResponderEliminar
  6. Ese Ryu jin algo le hizo a JJ, tiene que haberle hecho algo muy malo para que jj no recuerde

    ResponderEliminar

Thief: Capítulo 16

Capítulo 16 Presente   Dejo a Jaejoong en su oficina. En el camino hacia allí, apenas me dice dos palabras. Después de lo que acababa ...