Capítulo 4
Las palabras de Young Jae se hicieron eco
en la cabeza de Yunho al salir del hospital a través de la sala de emergencia
ya que las puertas delanteras estaban cerradas a esas horas de la noche. O de
la mañana, en realidad. Salió por las puertas hacia el aire fresco perfumado
con el aroma del océano y se detuvo.
Reconoció a Jaejoong. Sus hombros estaban
tensos, y estaba de pie con la mano en la puerta trasera de un taxi. Por el
ángulo de la cabeza, estaba mirando en su interior.
Yunho se quedó absolutamente congelado.
Dio dos pasos más cerca. Los dedos de Jaejoong estaban en el borde de la puerta
con los nudillos blancos. Su respiración era tensa. Y tenía su otro brazo
sosteniendo el bolso contra su estómago.
Aléjate de él, se dijo a sí mismo. Sea
cual sea su problema, tan sólo aléjate.
—Señor, ¿va a subir? —gritó el taxista.
Yunho desvió la atención a su perfil. Los
ojos de Jaejoong estaban muy abiertos, la mandíbula apretada en tensión.
Aléjate, maldita sea.
Poniéndose una mano en la cadera,
Jaejoong murmuró:
—Hazlo ya.
Las dos palabras le apretaron la
garganta. Yunho reconoció la voluntad de hierro que luchaba por dominar lo que
le estaba aterrorizando. No sólo era que él no se alejaría, sino que Dios
ayudara a cualquiera que se interpusiera en su camino.
Se acercó a su lado. Jaejoong respiraba
por nariz y por la boca, sus ojos negros resplandecían como joyas. Había un
pequeño espacio entre ellos y dijo en voz baja:
—Jaejoong.
Jaejoong movió su cabeza a los lados, y
aspiro el aire. Las líneas de preocupación bailaban en su ceño, antes que se
suavizarán con el reconocimiento.
—Yunho. Me estaba yendo.
Era poco probable, dado el agarre mortal
que tenía en el marco de la puerta y sus pupilas dilatadas.
—Está bien —dijo.
Se volvió hacia el interior de la cabina.
—Tengo que entrar.
—Así es por lo general como se hace —Yunho
le aseguró.
—La gente lo hace todo el tiempo.
—Sin lugar a dudas.
—De acuerdo. — Jaejoong frunció el ceño—.
Pensé que te habías ido a tu casa hace horas.
Ah, allí estaba Jaejoong, regresando en
línea.
—Rara vez hago lo esperado.
Jaejoong apretó sus labios y dejó escapar
un suspiro.
—Apuesto a que podrías estar en la parte
trasera de un maldito taxi.
Se apoyó contra el lado del taxi.
—No sé por qué lo haría. Tengo dos autos,
además de una limusina. Subir a un taxi parece redundante.
Jaejoong hizo una mueca apretada.
—¿Tienes uno de esos autos contigo esta
noche?
—Un Mercedes CLS63. Negro. Perfectamente
seguro. Incluso sé cómo cambiar un neumático en caso de necesidad. —Le llevaría
a casa, sin embargo, dejaría que Jaejoong se diera cuenta por sí mismo. Pero
maldito fuera, si no simplemente tocarlo en general.
—El reloj está corriendo, señor.
Yunho se echó hacia atrás una fracción de
segundo para mirar al taxista molesto.
El otro hombre cerró la boca y giró hacia
el frente. Finalmente Jaejoong suspiró y dio un paso atrás y cerró la puerta.
—¿No creo que me dejes conducir?
Yunho entregó al taxista un par de
billetes antes de que Jaejoong pudiera abrir la billetera.
—Te diré algo. Yo conduciré y tú eliges
la música.
Levantó la barbilla.
—Puedo pagar al taxista.
—Muévete más rápido la próxima vez. —Yunho
cerró la mano alrededor de su codo, manteniendo su agarre suave. Jaejoong se
puso rígido. Era hora de ponerse serio—. Usa tus palabras, Jaejoong. Tienes el
control aquí. Todo lo que tienes que hacer es decirme que quite mi mano de ti y
lo haré.
Jaejoong lo miró.
—Eres brutalmente franco, ¿no es así?
Satisfecho de que no le hubiera apartado
bruscamente para librarse de él, lo condujo hacia su auto.
—En la mayoría de los casos, la franqueza
funciona.
—¿Y en otros casos?
Abriendo la puerta, esperó hasta que Jaejoong
se deslizara y le dijo:
—Yo hago lo que sea para ganar.
* * * *
Jaejoong hundió su cuerpo pesado por la
fatiga y el dolor en el cuero suave de color manteca. Sus ojos estaban
arenosos, su cabeza palpitaba, sin embargo, estaba vitalmente consciente del
hombre que tenía a su lado en el asiento del conductor. Yunho guió el auto a
través de las tranquilas calles. Tenía la camisa enrollada en sus brazos,
revelando unos antebrazos fuertes esparcidos con vello y llenos de venas.
—¿Música?
Normalmente, amaba la música. Hacía
escándalos al crear recetas, haciendo su versión de baile. Pero ahora estaba
demasiado abrumado.
—No, gracias —contestó Jaejoong lo que
parecía más como un murmullo y continuó—: Lindo auto.
—Lo suficientemente grande para mí. El
otro auto que tengo es un Fisker Karma.
El nombre no le decía nada.
—¿Qué es eso?
—Un auto eléctrico con techo de vidrio
solar.
—¿Tienes un auto eléctrico y una
limusina?
¿No era contraproducente? Una limusina
tenía que ser de consumo de gasolina, mientras que el auto eléctrico era todo
acerca de las nuevas energías y protección del medio ambiente.
—El Fisker es por diversión, el Mercedes
es útil, y realizo una gran cantidad de trabajo que hago cuando voy en la
limusina.
—¿Mantienes a un chofer de guardia?
¿Quién era Yunho Jung? La curiosidad le
burbujeó a pesar de su agotamiento.
Yunho le miró.
—Vive en una casa de huéspedes en mi
propiedad.
Jaejoong trató de ahondar. ¿Quién era tan
rico y, sin embargo se enfrentaba a un matón con un cuchillo? Diablos, ¿quién
era tan rico y aun así corría hacia un cuchillo?
—¿Cómo desarmaste a ese tipo tan
fácilmente? —le preguntó Jaejoong
Llevó el auto a una esquina.
—Solía luchar.
Su estómago se apretó.
—¿Luchar? ¿Cómo... entrar en peleas o
pelear profesionalmente? —¿Había sido como los matones de esta noche? ¿Por qué
había pensado que estaría más seguro con él que en un taxi?
Su boca se arqueó.
—Las dos cosas. Luché en UFC (Ultimate Fighter Championship. Campeonato de
Artes Marciales Mixtas) durante unos años. Antes de empezar mi
empresa.
Oh Dios. No podía estar en el coche con
él. Un calor violento comenzó en el centro de su pecho, pero se obligó a
respirar.
En los últimos años, había ido mejorando
en controlar sus ataques de pánico. Esta noche, sin embargo, le estaban
pateando el culo en un implacable asalto.
—¿Por qué? ¿Por qué querrías golpear a la
gente? ¿Lastimarles?
La mandíbula de granito de Yunho se
apretó en silencio.
Por último, dijo:
—Me gusta ganar.
Una declaración cargada. Querer ganar
puede ser simple, pero el impulso que hay detrás tiende a ser un complicado
nido de víboras de emociones y experiencias. Se concentró en mirar al frente, a
las calles oscuras y silenciosas mientras el auto potente se deslizaba a través
de la noche. Necesitando llenar el silencio espeso descendiendo sobre ellos, le
preguntó:
—¿Y lo hacías?
—Dos campeonatos de peso pesado antes de
retirarme.
«Yo hago lo que sea para ganar»
Eso es lo que había dicho cuando le ayudó
a subir al coche.
—Impresionante. —Era lo único que se le
ocurrió decir. La tensión en el pecho seguía bullendo y con mucha presión. A él
le gustaba la violencia. Hacía daño a la gente.
—No pareces muy impresionado.
Su mirada pasó por su piel, haciéndole
sentir expuesto y vulnerable en el auto con él.
—No me gusta la violencia. Simplemente...
no.
—Es un mundo violento. Puede que no te
guste, pero está ahí. —Hizo una pausa y luego añadió en un tono más suave—:
Como esta noche, cuando fuisteis atacados. Requirió violencia controlada para
hacer frente a esa situación.
Cerró los ojos debajo de una ola caliente
de náuseas con el recuerdo.
—Rompiste el brazo de ese hombre. Oí el
crujido del hueso.
—Rápido y eficaz. Y luego me detuve
cuando estaba en el suelo. Ese es el control.
Le miró. Exploro visualmente su boca
oscuramente sensual, la nariz que tenía una curvatura natural, y los ojos que
parecían penetrar a través de él. Intenso. Peligroso. Sexual. Cuando Yunho cambió
su atención de nuevo a la carretera, le preguntó:
—¿Querías seguir adelante? ¿Lastimando a
ese tipo?
Su mandíbula se entreabrió.
—Cuando abrí la puerta del callejón y te
vi arrastrándote sobre el maldito asfalto con esa mirada de crudo terror...
—Apretó los labios.
Jaejoong luchó contra la necesidad de
encogerse de hombros.
—Adelante. —Tenía que saberlo.
—Quería matarles a los dos.
La violencia firmemente sonaba a través
de su voz y se estremeció. Envolviendo sus brazos alrededor de su cintura,
dijo:
—No lo hiciste.
—No. Control, Jaejoong. Vivo por ello.
—Se frotó el cuello— De todos modos, me retiré de la lucha hace años. Dirijo
una compañía ahora.
Luchó para llegar a un extremo más seguro
con él.
—¿Cuál es tu compañía?
—SLAM Inc. Tengo gimnasios en todo el
país. Desarrollamos combatientes, hacemos merchandising (Es
mercadeo y venta de sus propios productos), tengo una empresa de entretenimiento.
Varias cosas.
—Todo tiene que ver con la lucha.
El desafío fluyó de Yunho.
—No todo. Pero ahí es donde conseguí mi
comienzo y donde construí mi riqueza. No voy a pedir disculpas por ello.
—No me debes una explicación. —Tomando
nota de dónde estaban, dijo—: Mi edificio está ahí a la derecha. —Jaejoong
trató de mantener la censura fuera de su voz. No tenía derecho a juzgar al
hombre que le había rescatado a él y a Junsu. Estaba cansado, dolorido y temía
estar solo—. Has tenido dos carreras muy exitosas y no puedes tener más de,
¿cuántos?, ¿treinta? Eso es algo para estar orgulloso.
—Vamos a hablar de ti. ¿Haces pasteles?
—Una sonrisa se dividió en su boca, inclinándose a la izquierda en una curva
sexy— Y brownies de emergencia, si no recuerdo mal.
Burbujas de diversión le hicieron
cosquillas en la garganta.
—«Sugar Dancer» es mi panadería y los
brownies de emergencia nos están ayudando a ser un éxito.
El orgullo acosó a su fatiga. En ese
sentido, entendió lo que quería decir acerca de no pedir disculpas.
—Mi apartamento está ahí, simplemente
déjame en cualquier parte. —Soltó el cinturón de seguridad y agarro su bolso.
Estaciono el Auto en un espacio reservado a invitados y apagó el motor.
Sacó las llaves y dijo:
—Gracias por...
—Cristo. ¿De verdad crees que te voy a
dejar aquí? ¿Y alejarme conduciendo? —Abrió la puerta y salió.
Jaejoong cerró la boca de golpe y abrió
la puerta. Estaba dolorido en general, incluyendo dolor de cabeza por ese matón
tratando de arrastrarlo fuera del auto por su pelo. Lo peor era la pierna, sin
embargo, le dolía como una perra. Usó el asiento como apoyo y logró mover su
pierna derecha, luego la izquierda era bastante fácil.
Yunho se puso en cuclillas en la puerta
abierta.
—Has estado cojeando de la pierna durante
toda la noche. ¿Como de malherido saliste esta noche?
—Sólo cortes y contusiones. Voy a estar bien.
Yunho, aprecio todo lo que hiciste esta noche. —Hizo su voz firme a pesar de
estar tan condenadamente cansado—. Pero necesito que te muevas hacia atrás y no
me atrapes.
Un segundo paso. Luego otro. Sólo la
mirada de Yunho en él, tanteando en sus muros de protección. Pero se negó a
explicarse o justificarse a sí mismo.
—Te asusto. No te intimido, pero
francamente te asusto.
Sí, pero no se iba a arrinconar. ¿No
significa eso que estaba cada vez más fuerte? Excepto esta noche cuando Junsu
le había necesitado.
Yunho se levantó y le dio espacio.
Jaejoong se levantó, aunque ni de lejos
tan graciosamente como lo había hecho Yunho, ¿y por qué iba Jaejoong incluso a
darse cuenta de eso?
Estiró un brazo alrededor de Jaejoong y
cerró la puerta.
—Dame tu teléfono. Te voy a poner mi
número de teléfono.
Confundido, frunció el ceño.
—¿Para qué?
—Porque voy a ver cómo te metes en tu
apartamento. Vas a comprobar todo, asegúrate de que es seguro, a continuación
cierra la puerta y me mandaras un mensaje diciendo que estás bien.
—Estoy seguro, tengo una alarma.
—Si no me mandas mensaje, si creo que
estás en problemas, voy a entrar. Dame tu teléfono, Jaejoong.
—Pero tú no me conoces. —¿Por qué se
preocupa tanto? ¿Es tan intenso? ¿Y por qué eso le hace menos aterrado y más...
interesado?
Se apoyó contra el auto.
—Ahora te conozco. No me voy de aquí
hasta que no sepa que estás a salvo. ¿Quieres que me vaya? Dame el teléfono.
Jaejoong le pasó el teléfono.
* * * *
Jaejoong levantó la masa de pan del tazón
y la dejó caer sobre la superficie enharinada. La música bombeaba a través de
los altavoces. Los tenía sincronizados con su Ipod que estaba programado para
sonar de forma aleatoria. Este era uno de sus momentos favoritos del día,
temprano por la mañana, la panadería todavía estaba cerrada y estaba en la
cocina industrial, preparándose para empezar el día.
Era su zona de seguridad. Había sido pura
suerte que hubiera tenido a Junsu como su fisioterapeuta y sus padres eran propietarios
de la panadería. Finalmente él le convenció para conocer a sus padres, y se le
ofreció un trabajo a tiempo parcial en la cocina de su panadería. Aquí había
iniciado el proceso de curación, encontrándose a sí mismo y averiguando quién
era en realidad.
Para cuando los padres de Junsu habían
estado dispuestos a vender y retirarse, Jaejoong sabía que quería la panadería
y la compró. Hacía poco más de un año se convirtió en Sugar Dancer y aún no se
había arrepentido de la decisión.
Aspiró el aroma de pan de levadura cuando
comenzó a trabajar la masa con las manos cubiertas con guantes finos. Los
cortes en plena curación hacían que los guantes tuvieran una doble necesidad.
Espontáneamente, pensó en las manos mucho más grandes de Yunho, con los nudillos
gruesos.
Las manos de un luchador.
Un escalofrío corrió por su espina
dorsal. En la soledad de su cocina, podía permitirse admitirlo: Yunho le
excitaba. Le emocionaba. Y le aterrorizada hasta los huesos. Un poder confiado
emanaba de él y le daba una patada justo en la libido.
Golpearon la puerta, lo que le sacó fuera
de sus reflexiones. El pánico se estrelló contra él.
¿Quién era? ¿Por qué el martilleo
frenético de su corazón por un simple golpe? No esperaba ninguna entrega. Nadie
debía aparecer por lo menos durante una hora más. Tirando de un guante, tomó su
teléfono mientras se debatía qué hacer.
—Jaejoongie. Soy Ryu Jin. Abre la puerta.
Ryu Jin. Su ex-prometido.
Un choque de recuerdos y temores le
clavaron al suelo. ¿Por qué demonios vendría aquí? ¿Le había sucedido algo a
sus padres? ¿A su hermano? Echó un vistazo a la pantalla de su teléfono, pero
no había ninguna llamada perdida.
—Jaejoongie, sé que estás ahí. Es
importante.
Debía serlo. Durante meses después de que
hubiera roto con él, se había negado a verle, evitando los intentos de sus
padres para que volvieran a estar juntos. Sólo algo vital le traería a la
puerta de su panadería. La curiosidad apretó su ansiedad lo suficiente para
mirarle. Al abrir la puerta, vio al hombre unos centímetros más alto que él.
Habían pasado cinco años y medio y definitivamente había cambiado, pero desde
luego él también.
—¿Qué pasa? ¿Por qué estás aquí?
—Me enteré del robo del auto.
La sorpresa embotó su reacción lo
suficiente para que él pasará más allá de él. Jaejoong se dio la vuelta,
dejando que la puerta se cerrara.
—¿Te has enterado? —Una vez había amado y
confiado en el Dr. Ryu Jin Lim. Claro, había sido arrogante y mandón, pero le
había hecho sentir muy querido. Pero el brutal asalto había cambiado todo eso. Lo
cambió. Ya no era el chico confiado —. ¿Cómo te enteraste, Ryu Jin? No se
lo dije ni a mis padres y ni a mi hermano, no lo oíste por ellos.
—Tengo amigos en la comisaría de policía.
¿Amigos o espías?
—Claro, porque te juntas con policías.
Hey, quizás te uniste a una liga de bolos también.
—El sarcasmo es una forma muy mediocre de
humor. Pero por el bien del argumento, tener metas y un enfoque en mi vida no
me hace un snob. —Ryu Jin examinaba la cocina panadería—. Un uso interesante de
tu Licenciatura en Química. ¿Por esto realmente vale la pena renunciar a
cualquier pretensión sobre SiriX para gestionar una tienda de donuts?
Jaejoong apretó los puños ante su
expresión sarcástica.
—Sí. Mi panadería vale la pena. —Y una
tienda de donuts también lo sería, si ese hubiera sido su sueño.
Pero eso no era lo suficientemente bueno
para Ryu Jin y su familia. Cuando salió de la empresa familiar hace unos años,
había causado una grieta grande entre él y sus padres.
Ryu Jin se pasó una mano por el pelo, los
finos mechones eran un recordatorio de la diferencia de ocho años entre ellos.
—Fue una estupidez lo que dije. No he
venido aquí para pelear.
—Entonces, ¿por qué? —Nunca hacía nada
sin una razón. Había aprendido eso trabajando para él en SiriX y saliendo con
él. Pero Ryu Jin había sido muy protector con él, así que no era inconcebible
que le hubiera preguntado a un policía que conociera que le hiciera saber si Jaejoong
era herido o atacado. Por otra parte, había dejado de confiar en los motivos de
Ryu Jin hacía años.
—Quiero saber si estás bien. —Hizo una
pausa, tragando saliva—. Me preocupo por ti.
¿Lo hacía? Daba igual, ya no importaba si
le creía o no.
—Estoy bien.
Sus ojos aguijoneándole.
—Los policías dijeron que un transeúnte
detuvo el robo del auto.
—Sí. —La parte posterior de su cuello y
la mandíbula empezaron a palpitar con la tensión. ¿Ve esto como una oportunidad
de jugar al héroe y traerlo de vuelta? Recordó lo que le había dicho cuando
rompió con él, y cuando se negó a tomar sus llamadas, dejando el mismo mensaje
en su correo de voz—. Ryu Jin, sé que piensas que volveré «cojeando» a
ti. —Esas palabras no picaban tanto como lo hicieran antes—. Pero eso no va a
suceder. Ahora tengo trabajo que hacer.
Con las manos en el bolsillo, se echó
hacia atrás.
—Estaba molesto, no quise decirlo cuando
dije eso. Ataco cuando estoy enojado, no tiene sentido. —Con un suspiro,
añadió—: Cuando se trata de ti... —se interrumpió, mirando a otro lado de él—.
Pierdo el control. Siento demasiado. —Sus ojos, tan crudos y honestos, le
golpearon—. No creo que supiera lo mucho que te amaba hasta que te hube
perdido.
Un viejo recuerdo surgió. Jaejoong había
llevado la cena a Ryu Jin cuando estaba trabajando todavía con él, quería darle
una sorpresa. Había interrumpido una reunión con un hombre al que no había
reconocido, y Ryu Jin perdió el control. Le había agarrado del brazo, le
arrastró fuera de su oficina y le dijo que no lo volviera hacer. Había estado
furioso, su ojo izquierdo daba espasmos y su mano en el brazo estaba húmeda. Jaejoong
rara vez había visto ese lado de Ryu Jin, pero aun así le había hecho sentir
incómodo. Más tarde Ryu Jin se disculpó, diciéndole que el hombre era un
antiguo amigo pidiendo dinero. Ryu Jin dijo que no quería que el hombre se
acercara a Jaejoong, que no confiaba en él. Siempre había sido así de
protector, y sí, había tendido a enojarse cuando pensaba que podría estar en
peligro.
—Oye, Jaejoongie, estás andando por las
nubes. ¿Estás bien? —Levantó una mano hacia él.
Su frecuencia cardíaca se disparó. La
vista de la mano que venía hacia él le golpeó en un instinto profundo, impulsado
por el temor. Tal vez era irracional, pero para él, se sentía real. Se retiró a
su mesa de trabajo y se esforzó a decir con calma:
—Ahora me llaman Jaejoong. —Agarrando un
guante limpio, se lo puso y continuó—: La puerta se bloquea automáticamente,
así que adelante y vete.
—Siempre serás Jaejoongie para mí.
Su tono de voz más suave le atrapó con un
giro inesperado de nostalgia. Por la forma de deseo que una vez sintió. Especial.
Por un tiempo Jaejoong se había sentido como el hombre que sus padres
querían que fuera. Lo suficientemente inteligente como para conseguir que un
genio como el Dr. Lim estuviera interesado en él.
Sacudió la cabeza, rompiendo el hechizo.
Se había estado mintiendo a sí mismo, a Ryu Jin y a su familia, había tratado
de ser lo que Ryu Jin quería. Pero no lo era. Realmente nunca lo había sido. La
única diferencia era que una vez al menos lo había intentado.
—Ya no soy eso chico, Ryu Jin. Déjalo ya.
—No sabía cómo decirlo más claro.
—Lo he intentado. No puedo dejar de
preocuparme. Pienso en ti, preguntándome si estás bien. —Se apoyó en la mesa de
trabajo frente a él —. ¿Sigues teniendo pesadillas? ¿Algún recuerdo más? ¿O
ataques de pánico? —Su tono era suave y cariñoso, pero sus ojos detrás de las
gafas se estrecharon, centrándose, como cuando examinaba los tubos de ensayo.
Calculando los ajustes y correcciones.
No retrocedas. Estás a salvo.
—¿Qué está pasando aquí? ¿De repente
apareces después de años, y preguntas acerca de mis recuerdos? —No tenía
sentido. Apretó las manos sobre el borde de la mesa—. ¿Estás realmente
preocupado por mí? ¿O por lo que podría recordar?
¿Por qué no acababa de creer en él? Sería
mucho más fácil si lo hacía.
—Maldita sea, Jaejoongie. —La actitud
defensiva le hinchó la nuez de Adán— Te lo dije, a la policía y a tu familia,
exactamente lo que pasó esa noche. Tú eres el único que no me cree.
Destellos de imágenes sonaron en su
mente. Llegaron y se fueron, dejándole jadeante y aterrorizado. Palabras al
azar cruzaron su mente:
Consecuencias.
Dr. Lim.
Dios, ¡detenlos!
El ruido blanco rugió sobre el recuerdo.
Sus dedos se estremecieron. Jaejoong se negó a hacerlo, a tener un ataque de
pánico justo en su panadería. Respiró adentro y afuera, recuperando el control.
—No importa lo que crea.
Su ojo débil, el que le molestaba cuando
trabajaba mucho tiempo, se crispó.
—¿Sabes cómo me hace sentir ser puesto en
duda por ti? ¿No es suficientemente malo que no pudiera protegerte y que ambos
saliéramos heridos? ¿Tienes que hacer que me sienta peor?
¿Tanto resultó herido? No vayas allí.
Repitió el mantra hasta que domó la furia en su interior, tratando de soltarse.
Nada de eso importaba ahora de todos modos. Nadie creía que él hubiera sufrido
algo aún más horrible que un asalto violento esa noche. Algo que Ryu Jin estaba
encubriendo.
Pero ¿cómo iban a creerle? Jaejoong no
recordaba más que un destello ocasional, una palabra, una imagen confusa. No
tenía ningún sentido, no realmente. Excepto que no podía confiar en Ryu Jin de
nuevo. Nunca. Sólo quería que se fuera. Su cocina era su zona de seguridad. Y
quería que Ryu Jin se fuera de su panadería.
—Necesito que te vayas.
La resignación se apoderó de él.
—Estás obligado a tener una reacción al
robo del auto. Quiero que sepas que estoy aquí. Me preocupo por ti, Jaejoongie.
—La tristeza llenó su mirada, a través de las gafas—. Te amaba. Nunca quise que
salieras herido.
Cerró los ojos, sus palabras aplastando
la verdad. Eso es lo que había hecho su ruptura con él tan dura. No era una
especie de psicópata que no se preocupara. Él lo hizo. Y sabía que lo que pasó
no había sido intencional por su parte, no había previsto que saliera herido. Ryu
Jin no era muy aprensivo, pero cuando le había visto en el hospital, con la
cara hinchada de color púrpura, con el brazo en un yeso y su pierna en tracción
antes de la cirugía, Ryu Jin se había puesto verde. Su reacción había sido muy
real. Más tarde, no podía mirar a su pierna con cicatrices. Tragándose el
recuerdo, se contuvo de preguntar, de nuevo, lo que realmente había sucedido la
noche del supuesto asalto. Conseguiría la misma respuesta: «que habían sido
asaltados y que él había sufrido una conmoción que causaba que sus recuerdos
fueran confusos»
—Quiero ayudarte, Jaejoongie. Estoy aquí
si me necesitas, si tienes alguna reacción al robo, llámame, y hablaremos. —Se
acercó a la puerta y añadió—: De cualquier modo te veré en la fiesta de
compromiso de Changmin y Minho.
Ryu Jin se fue.
Solo en su cocina, Jaejoong no podía
encontrar una respuesta para la repentina aparición de Ryu Jin en su vida.
¿Debía preocuparse? ¿O era algo más?
Para mi que ese Ryu Jin tuvo que ver con lo del asalto que tuvo Jaejoong hace cinco años y para mi que ese es la venganza que tiene Yunho gracias por este capitulo cada dia se pone mas interesante esperare el siguiente con ansias
ResponderEliminarPor que jj tiene tanto miedo
ResponderEliminarNo entiendo no logro entenderlo
Como te puede gustar/temer a una persona
Esta interesante
Gracias
Que paso en realidad en ese accidente???
ResponderEliminarRyu Lin oculta algo
Para mí que ese Ryu Jin tiene que ver con el asalto del coche para que tenga otra vez terror y además ver si recuerda algo del pasado.
ResponderEliminarGracias!!!
Waaáa que querrá ahora...solo interrumpió el pensamiento de Jae 😅😅
ResponderEliminarEse Ryu jin algo le hizo a JJ, tiene que haberle hecho algo muy malo para que jj no recuerde
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