Capítulo 3
Pasado
La primera vez que lo vi, ¡Dios mío!, fue como si nunca hubiera visto otro
hombre en toda mi vida. Fue la manera en que caminaba lo que llamó mi atención.
Se movía como agua: fluido, determinado. Todo lo demás se mezcló en un borrón y
todo lo que vi fue a él. Lo único sólido entre todo ese color. Sonreí cuando se
detuvo bajo ese árbol grotesco, y de aspecto retorcido y le dio la mirada más
desagradable que yo haya visto. Nunca había notado antes ese árbol, aunque era
una de esas cosas que cuando lo veías, te preguntabas cómo nunca lo habías
notado. Uno de mis amigos me golpeó en el brazo para llamar mi atención.
Habíamos estado hablando de baloncesto. El entrenador puso a la mitad del equipo
en suspensión por fumar marihuana y ahora teníamos que atravesar los últimos
juegos con nuestros mejores jugadores en el banquillo durante el resto de la
temporada. Pero la conversación había terminado para mí en el minuto que lo vi.
Ellos siguieron la dirección de mis ojos, dándose miradas conocedoras entre sí.
Yo tenía algo de reputación en lo que respecta a los chicos. Siguieron gritando
comentarios mientras yo daba un paso bajo el árbol. La espalda de él estaba
hacia mí. Tenía el tipo de cabello en el que quería envolver las manos; oscuro
y salvaje, y una estrecha cintura. Mis primeras palabras para él deberían haber
sido: ¿Te casarás conmigo? En cambio,
salí con:
— ¿Por qué estás enojado
con el árbol?
Se dio la vuelta con
tanta rapidez que me eché hacia atrás. Me puso en mi eje, tambaleante e
inseguro. Todos estos eran sentimientos con los que no estaba familiarizado. El
resto de nuestro intercambio acribilló mi ego.
—Solo es una pregunta,
rayito de sol, no ataques. —Mierda, él era hostil.
— ¿Puedo ayudarte en
algo? —espetó.
—Estaba interesado en
saber por qué este árbol te hizo fruncir el ceño. —Era patético, pero ¿qué demonios
se supone que dijera? Él o había tenido un mal día, o siempre era así, y de
cualquier manera me vi obligado a permanecer en la sombra y hablarle.
Repentinamente, pareció
cansado.
— ¿Estás tratando ligar
conmigo?
Maldición. Este se había convertido en uno de los encuentros más extraños que había
tenido nunca. Entonces, le dije mi nombre.
—Lo siento, ¿qué?
—Mi nombre… —Le ofrecí mi
mano. Simplemente quería tocarlo. Él era frío. Era como si su personalidad se
filtrara por su piel. Apartó su pequeña mano muy rápidamente.
—Sí, estaba intentando
ligar contigo, hasta que me derribaste, eso es. —No creo que en todos los días
que he vivido y respirado, haya estrechado la mano con un chico que yo
quisiera. Era extraño. Para él también. Su ceño se profundizó, y miró en torno
al estacionamiento como si quisiera que alguien viniera a rescatarlo.
—Oye, me encantaría
quedarme y alimentar tu ego con esta cháchara, pero me tengo que ir.
Cháchara. Él acababa de inventar una palabra y usarla en una oración para
insultarme. ¿Quién demonios era este hombre? Y si pudiera conseguir que dejara
de ser hostil, ¿a qué sabría él? Ya había empezado a alejarse. Tenía que hacer
o decir algo para que al menos lo hiciera recordarme. Entonces, decidí insultar
a su espalda.
—Si hubieras nacido
animal… serías una llama —grité tras él. Era cierto. Sucedía que realmente me
gustaban las llamas. Eran reservadas y siempre te miraban con desprecio. Cuando
las cabreabas, te escupían. Lo había visto suceder a mi hermano una vez en el
zoológico. Ahí fue cuando se volvió mi animal favorito. Pero, él no lo sabía.
Sólo sabía que lo estaba comparando con un animal. Y eso lo molestó. —Te veré por ahí —dije, antes de
darme la vuelta. Y lo haría. Iba a perseguir a este hombre frío y abrasivo. Lo
perseguiría en dirección a su jodido palacio de hielo y lo derretiría si fuera
necesario. Estaba acostumbrado a que me quisieran; él no quería tener nada que
ver conmigo, ni siquiera me dijo su nombre. A medida que lo observaba alejarse
supe dos cosas: lo quería, y me iba a costar un montón de trabajo.
Nadie sabía quién era él.
Estaba completamente desconcertado por ese hecho. El chico estaba muy por
encima de todo lo que había visto, pensé que cada chico en el campus
respondería a mi descripción: endiablado cabello oscuro, ojos furiosos, una
pequeña cintura en la cual envolver tus manos. Tuve que usar mis conexiones en
la oficina de admisiones con un chico con el que había salido en la escuela
preparatoria que seguía sintiendo algo por mí.
—Yunho, no tengo
permitido hacer esto —dijo él, apoyándose en el mostrador. Ignoré su intento de
conseguir que mirara su escote.
—Sólo esta vez, Rey.
—Eso fue todo lo que tomó.
—Está bien, ¿edificio?
Lo había visto caminar.
—Hay más de quinientos chicos.
Vas a tener que ser más específico.
—De segundo —dije,
adivinando.
Tipeó algo en su
teclado.
—Estupendo. Ahora
tenemos doscientos.
Me devané los sesos
buscando algo más. Vaqueros azules, camisa blanca. Podía tener una pista de su
especialización.
—Intenta pre-leyes o
filosofía —dije.
Él tenía una de esas
personalidades combativas en la que los abogados eran especialistas. Pero, él estaba
mirando un árbol, sumido en sus pensamientos…
Rey miró alrededor y
luego giró rápidamente el monitor hacia mí. Miré a través de las columnas de
fotografías. Había unas treinta por página. Pasó de página y mis ojos buscaron.
—Apresúrate, Casanova.
Puedo meterme en problemas por esto, sabes.
—No está aquí —dije
luego de unos segundos. Intenté parecer indiferente—. Oh bueno, supongo que
estoy falto de suerte esta vez. Gracias de todos modos.
Rey abrió la boca para
decir algo, pero lo saludé con la mano y salí corriendo. Su foto había estado
allí, tercera desde la parte superior. No había querido ponerlo en el radar de
Rey, él tenía la mala costumbre de difundir rumores sobre los chicos y chicas
que me gustaban.
Kim Jaejoong. Jaejoong.
Qué nombrecito perfecto, para un perfecto pequeño snob. Sonreí todo el camino
de regreso a los dormitorios.
Lo busqué por todas
partes. No iba al gimnasio. Nunca estaba en la cafetería o en ninguno de
nuestros juegos como locales. Regresé al lugar donde lo vi por primera vez y me
pasaba afuera de su dormitorio. Nada. O él era un ermitaño de primera clase o
había imaginado todo el asunto. Kim Jaejoong. Un cruce entre Blancanieves y la
Bruja Malvada. Tenía que encontrarlo.
* * *
Una semana más tarde yo
no estaba sonriendo. Lo había visto en las gradas en uno de nuestros últimos
juegos de la temporada. Habíamos llegado a las clasificatorias y estábamos
liderando el juego por diez puntos. En el minuto en que lo vi, estaba
distraído. Seguí mirando a las gradas donde él estaba sentado, aferrando entre
sus manos un vaso de plástico. Una cosa estaba clara: él no me estaba mirando.
No sé qué se apoderó de mí para creer que podía impresionarlo con mi juego,
pero lo intenté. El equipo visitante tuvo una racha de diez puntos. El juego
estaba empatado. Me quedé de pie en la línea de tiro libre, hasta el día de hoy
no sé qué se apoderó de mí para hacer esa artimaña que nos costó el partido.
Corrí hacia mi entrenador. Normalmente una artimaña como esa habría conseguido
que me echaran del equipo, pero estaba el capitán y ayudaba que él fuera un
amigo de la familia.
—No puedo concentrarme.
Tengo que ocuparme de algo —le dije.
—Yunho, tienes que estar
jodiendo.
—Entrenador —dije
calmadamente—. Deme dos minutos. Entrecerró sus ojos y me miró por encima de
sus gafas.
— ¿Se trata de ese chico?
Mi sangre empezó a
correr fría. Mi entrenador era un hombre perspicaz, pero…
— ¿El qué está perdido? —terminó.
Lo miré sin expresión.
Habíamos salido, pero no fue nada serio. Me pregunté si mis padres le habían
dicho algo a él. Mi madre era amigo de la madre de él. Él se había entusiasmado
la primera vez que habíamos salido, pero era solo aspecto y nada de
personalidad. Las chispas se habían apagado casi inmediatamente. Antes de poder
corregirlo, dijo:
—Ve. Apresúrate.
Llamó un tiempo fuera y
se reunió con el equipo.
Tomé las escaleras dos a
la vez. Mientras más me acercaba, más pálido se ponía él, y ya era bastante
pálido. Cuando me agaché junto a él, sus ojos estaban agrandados y parecía
listo para salir huyendo.
—Jaejoong —dije—. Kim
Jaejoong.
Él pareció
momentáneamente sorprendido. Pero se compuso rápidamente. Sus ojos bailaron
alrededor de mi cara antes de inclinarse hacia mí y decir:
—Bravo, te enteraste de
mi nombre. —Luego en voz más baja—: ¿Qué demonios estás haciendo?
—Eres todo un misterio
en el campus —dije, trazando el contorno de sus labios con mis ojos. Nunca
había visto labios tan sensuales en toda mi vida. ¿Cómo me había llevado tanto
tiempo encontrar esos labios?
— ¿Vas a llegar al punto
en algún momento, o paraste el juego para presumir de tus habilidades de
detective?
Oh, Dios mío. ¿Cómo
podía no reírme de eso? Quise decirle en ese exacto momento que se iba a casar
conmigo, pero estaba seguro de que me abofetearía si lo hiciera. Decidí
desplegar el encanto. Habría funcionado con cualquier otro chico. Pero,
maldición si me rechazaba.
—Si anoto, ¿saldrás
conmigo?
Él puso los ojos en
blanco. La mirada en su bonita cara fue de completo disgusto. Después de eso
robó mi línea y me llamó pavo real.
—Te tomó toda la semana
pensar en eso, ¿no? —dije, sonriendo. Estaba bastante seguro de que él estaba
jugando a hacerse el difícil.
—Seguro —dijo,
encogiéndose de hombros.
—Entonces, ¿es justo
decir que estabas pensando en mí toda la semana?
Cuando era niño veía
mucho los Looney Tunes. Humo siempre salía de las narices de los personajes
cuando estaban enojados. Por lo general, eso los levantaba del suelo. La
expresión en el rostro de Jaejoong era de humo saliendo de su nariz.
—No… y… no, no voy a
salir contigo. —Ya ni siquiera me estaba mirando. Quise agarrarlo de la
barbilla y dirigir su cara hacia la mía.
— ¿Por qué no? —Mi
primera inclinación fue decir: ¿Por qué
demonios no?
—Porque soy una llama y
tú eres un pájaro y no somos compatibles.
—Está bien —dije en voz
baja—. Entonces, ¿qué se necesita? —Estaba completamente fuera de mi elemento.
Rogándole a un chico que saliera conmigo. Esto era una mierda.
—Que lo falles.
Lo miré fijamente a sus
fríos y oscuros ojos y supe que había encontrado al tipo de chico sobre lo que
escriben los libros. No había nadie como él.
—Falla —dijo una vez
más—, y saldré contigo.
No dije nada más. Estaba
sorprendido. Corrí de regreso a la cancha, mi mente tan llena de pensamientos
opuestos que pensé que moriría de una explosión cerebral antes de lograr hacer
el lanzamiento. No iba a hacerlo. Era una locura. Él estaba loco. Al carajo esa
mierda.
Pero, cuando estaba en
la línea del tiro libre, con el balón en la mano, tuve un par de segundos para
pensarlo bien. Estaba enojado. Debería haber hecho lo que me salía
naturalmente, lo que era ganar el partido, pero seguía viendo el rostro de él.
La manera en que miró con desprecio y dijo: “Falla”. Había algo en sus ojos que
no podía quitar. Me pidió que haga lo imposible. Puso el listón muy alto y
esperaba que fallara.
Levanté el balón, mis
palmas se curvaron a su alrededor como una extensión de mi cuerpo. ¿Cuántas
horas pasé jugando baloncesto cada semana? ¿Veinte… treinta? No era ningún
esfuerzo encestar, podría hacerlo con los ojos cerrados. Pero, algo sobre la
mirada en su cara ató una cuerda invisible alrededor de mi muñeca, haciendo más
difícil aferrar el balón de lo que normalmente sería. Pude ver la triste
victoria en su cara, como si se hubiera resignado a que todos los hombres sean
decepciones. Él estaba equivocado si pensaba que podía predecir lo que yo iba a
hacer. Si lo quería…
Lo quería.
Fallé el lanzamiento.
Estaba metido hasta el
cuello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario