Denegar (v.):
Rechazar la objeción de un abogado a una
pregunta de un testigo de admisión de pruebas.
Jaejoong
La
ciudad de Seúl era un universo completamente diferente. No era nada como lo
esperaba, y a la vez todo lo que quería.
Las
aceras se hallaban persistentemente abarrotadas de gente que iba apresurada a
algún lado, las calles eran océanos de taxis, y la cacofonía de sonidos: los
gritos de los vendedores de la calle, el retumbar del metro por debajo, las
interminables conversaciones entre los ejecutivos, ocasionalmente se mezclaba
en una melodía casi placentera.
De
todas formas, no era como si tuviera demasiado tiempo para escucharlo.
Al
segundo en que llegué a Seúl la semana pasada, me registré en un hotel barato y
me apresuré a registrarme en las audiciones.
Cada
día de la última semana, salía de la cama a las cuatro de la mañana y me
dirigía a aprender la pieza de la audición requerida, la coreografía más
difícil que había afrontado en mi vida.
Era
más rápida, más variable, y los instructores se rehusaban a mostrarla más de
dos veces al día. No había conversación más allá de los conteos del tiempo,
tampoco se permitían preguntas. Encima de todo, el pianista de la compañía solo
elegía tocar la música de acompañamiento en velocidad acelerada, nunca
ralentizando para hacer el proceso de aprender más sencillo.
Había
cientos de chicos rivalizando por un lugar en la compañía, y de lo que reuní de
conversaciones aquí y allá, la mayoría ya eran profesionales.
Pero
no dejé que eso me disuadiera.
Cuando
las agotadoras prácticas terminaban, tomaba la oportunidad de encontrar un
nuevo lugar en la ciudad para bailar solo: Una terraza con vistas, una tienda
histórica abandonada en la parte más alta del lado este, o frente a la ventana
de la librería.
A
pesar de mi inmediato amor por esta ciudad, no era suficiente para distraerme
de mi corazón roto. No era suficiente para distraerme del hecho de que hoy, el
día de la audición oficial, iba tarde.
Sudando,
salí del metro y corrí por la no prestando atención a mis pulmones ardientes.
Sigue
adelante… Sigue adelante…
Un
hombre a mi izquierda salió de un taxi e inmediatamente entré. Le dije la
dirección.
—Está
justo al final de la calle. —El conductor me miró por el retrovisor,
confundido.
—¿Por
favor? Ya voy tarde.
Se
encogió de hombros y se alejó mientras intentaba establecer mi respiración.
Sin
querer desperdiciar el tiempo, saqué mi ropa negra de mi bolsa y me lo puse
sobre los muslos. Mientras nos acercábamos al bordillo, lancé un billete de
diez dólares al conductor y salí del auto.
Apresurándome
dentro del edificio, me dirigí directamente al teatro, aliviado al ver que uno
de los directores seguía afuera.
—¿Sí?
—Me miró de arriba abajo mientras me acercaba—. ¿Puedo ayudarlo con algo?
—Estoy
aquí para las audiciones.
—¿Para
las audiciones de las nueve en punto? —Miró su reloj—. Son las nueve y
cuarto.
—Lo
siento llamé hace una hora y dije…
—¿Su
primer taxi se descompuso? ¿Era usted?
Asentí.
Me
estudió otros segundos, frunciendo los labios. Luego abrió la puerta.
—Puede
cambiarse a sus blancos en los vestidores. Apresúrese.
La
puerta se cerró detrás de mí antes de que pudiera preguntar a qué se refería con
“(mis) blancos,” pero mientras mis ojos estudiaban el escenario, me di cuenta
de que cada bailarín se encontraba vestido de blanco.
Mierda…
Mis
mejillas se calentaron mientras buscaba mi atuendo. No tenía ropa blanca en mi
bolsa. Estaba en casa.
Acercándome
al escenario, planté mi bolsa en una silla e intenté ignorar el pavor que se
construía en el interior de mi pecho. Solo necesitaba enfocarme en darlo todo
durante esta rutina. Eso era todo.
Encontré
un lugar vacío en el escenario y estiré los brazos, notando las risas y
murmullos que eran lanzados en mi dirección.
Impávido,
sonreí a todos los que hacían contacto visual y seguí mi rutina.
—¿Puedo
tener su atención, por favor? —La voz de un hombre llegó a través del altavoz—.
¿Pueden dejar todos de estirarse y caminar hasta el borde del escenario, por
favor?
Bajé
mi bolsa y seguí a la multitud, encontrando un lugar al final.
El
hombre que se dirigía a nosotros era un hombre alto de cabello gris con gafas
delgadas, y era la definición de la palabra “leyenda”: Su nombre era Amold G.
Ashcroft, y le seguí a él y su coreografía durante años. Era uno de los
especialistas más buscados del mundo, pero cuando cayó en las clasificaciones,
fue solo ante su rival: Paul Petrova.
—Estamos
felices de ver un gran tumulto para esta sesión de audiciones —dijo—. Como
saben, debido a una serie de desafortunados eventos, estamos renovando todo
nuestro personal. Dicho eso, vamos a mantener la actual agenda de producción
como está, lo que significa que estaremos llenando los roles de los bailarines
principales, solistas y miembros del cuerpo dentro de los siguientes catorce
días.
—Los
ensayos van a ser largos y duros, de cuatro a diez, media noche de ser necesario,
y no habrá espacio para excusas o…—Me miró de arriba abajo, frunciendo el ceño
ante mi atuendo—. Errores.
—Esta
es la primera de seis rondas. Serán informados de su estado una vez que la
música termine, y si son enviados a casa, por favor, no duden en intentarlo de
nuevo el próximo año. Veo un montón de fracasos del verano pasado, así que
espero que hayan aprendido algo entre entonces y ahora… Para esta ronda, haremos una parte de la
rutina Balachine en grupos de ocho. Pueden estirar unos minutos, luego
comenzaremos.
Le
ondeó la mano al hombre que tomaba asiento en el piano, y luego se giró y les
dedicó un gesto de pulgares arriba a las tres personas que se hallaban en los
asientos de los jueces. Sonriendo, subió las escaleras del escenario y saludó
algunos rostros familiares.
Caminé
hacia él y toqué su hombro.
—¿Sí?
—Se giró.
—Eh…
—Me marchité ante su intensa mirada.
—Buenos
días, señor Ashcroft. Mi nombre es Jaejoong Kim y yo…
—Llegaste
tarde. —Me interrumpió—. También eres el único artista que no usa el blanco
obligatorio.
—Sí,
bueno… —balbuceé—. Es la razón por la que quería hablar con usted.
—¿Oh?
—Quiero
saber si me permitiría ir a casa y cambiarme.
—¿Y
por qué permitiría eso, señor Kim?
—Para
que pueda hacer la audición con el grupo de la tarde y ser juzgado de forma justa.
Solo creo que ya he…
—Alto.
—Presionó una pluma contra mis labios—. Señores, ¿me prestan su atención?
Un
silencio inmediato cayó en el teatro.
—Quiero
que conozcan a Jaejoong Kim. —Sonrió— me acaba de informar de que debido
al hecho de que llegó tarde y decidió utilizar el atuendo incorrecto para su
audición de hoy, eso es una posibilidad de que se le juzgue injustamente.
El
bailarín de enfrente cruzó los brazos.
—Ahora
—dijo—. Ya que el mundo del ballet es justo y siempre ha sido sobre abastecer
las necesidades de los no preparados, ¿hay alguien que tenga un problema
si le permito al señor Kim ir a casa, cambiarse y regresar a las audiciones de
las seis?
Cada
bailarín en el escenario levantó la mano en el aire.
—Eso
pensé. —Su tono fue frío—. Si cree que un color incorrecto va a afectar a lo
bien que actúa, debería irse ahora.
Tragué,
deseando poder desaparecer.
—Puede
bailar en el primer grupo. —Sacudió la cabeza hacia mí y se alejó.
Indiferente
ante las suaves risas de los otros chicos, regresé a mi punto inicial en el
escenario y estiré una vez más. Intenté bloquear todo lo que fue mal esta
mañana y pretendí que me encontraba en Daegu de nuevo, bailando para uno de los
mejores directores del mundo.
—¿Señor
Kim? —Una mujer dijo mi nombre, sacándome de mis pensamientos.
—¿Sí?
—¿Va
a tomar su lugar en el centro del escenario con todas los demás, o necesita más
tiempo para encontrarlo?
Sonreí
a la mesa de jueces y entré en la línea.
La
mujer señaló al pianista y tocó la escala SI bemol antes de comenzar la pieza.
Mientras sus dedos forzaban las notas, mis brazos se elevaron sobre mi cabeza y
lentamente giré sobre los dedos de mis pies, haciendo una mueca cuando la punta
de mi zapatilla derecha se rompió.
Ignoré
el dolor y seguí la rutina. Terriblemente.
Cada
vez que intentaba un salto, caía sin balance y me deslizaba un octavo más de la
cuenta detrás de todos los demás. Mis vueltas eran raras, desesperadamente
veloces, y mi trabajo de punta era tan agitado que choqué con el chico que
había a mi lado.
Avergonzado,
murmuré una disculpa y me giré, pero perdí el balance y caí del escenario. Con
la cabeza por delante.
Ignoré
el fuerte ataque de risas de los bailarines de la audiencia y me levanté,
intentando regresar a la rutina.
—¡Alto!
—bramó el señor Ashcroft desde el lateral del escenario, haciendo terminar las
notas.
Caminó
frente a nuestra línea y se paró directamente delante de mí.
—Acabo
de mirar su archivo, señor Kim. —No parecía impresionado—. ¿Estudió
recientemente con el señor Petrova?
Asentí.
—Use
sus palabras, por favor.
—Sí.
—Me aclaré la garganta—. Sí, lo hice.
—¿Y
realmente escribió una carta de recomendación a su favor?
—Sí,
señor.
Me
miró con total incredulidad. Sorpresa.
—¿Espera
que crea eso cuando baila así de rígido? ¿Cuándo se retrasa en cada uno de
todos los pasos?
—Sí.
— Mi voz era un susurro.
—Bueno.
Al menos puede decir siempre que estudió con uno de los más grandes coreógrafos
de todos los tiempos. Puede dejar mi teatro ahora.
Mi
corazón se hundió.
—¿Qué?
—No
creo que sea bueno para nuestra compañía. Le enviaremos un correo electrónico
esta tarde con un link para obtener descuento en entradas para los espectáculos
de la temporada.
Una
lágrima cayó por mi mejilla; como si pudiera ver que acababa de romperme el
corazón, palmeó mi hombro.
—Puedo
decir que ha estado entrenando —dijo—. Muy bien. Y puedo ver que tiene
potencial, pero no estamos interesados en el potencial aquí. Para el
resto de ustedes, ¡felicidades! Se ganaron un espacio en la siguiente ronda de
audiciones. Ahora, por favor, vacíen el escenario para que nuestro siguiente
grupo de bailarines pueda actuar.
Un
ruidoso aplauso surgió de los aspirantes de la audiencia, y sentí que veía mi
vida partirse frente a mis ojos. Herido, seguí a los bailarines a las escaleras
laterales, inseguro de qué hacer a continuación.
Agarrando
mi bolsa, evité las miradas patéticas de las aspirantes y negué con la cabeza.
—Eso
solo es para demostrarles —dijo el señor Ashcroft a los otros miembros del
jurado, riendo—, que incluso Petrova elige trapos a veces.
Me
giré.
Enfadado,
recorrí los escalones hacia el escenario y tomé asiento en la línea blanca. Me
desabroché mi zapatilla derecha y preparé otra, doblándola hacia atrás y hacia
adelante hasta que se sintió bien.
—Puede
cambiarse los zapatos en el baño, señor Kim —me reprendió el señor Ashcroft—.
El escenario es para artistas reales. O ¿Petrova no le enseñó eso?
—Necesito
otra oportunidad —dije—. Solo porque no hice bien la pieza Balanchine, no me
hace un mal bailarín.
—Por
supuesto que no, querido —se burló de mí—. Eso te hace un bailarín fracasado,
que actualmente usa mi escenario y chupa tiempo de audiciones de esos que tal
vez puedan entrar de verdad en mi compañía.
Caminé
hacia el pianista.
—Tchaikovsky,
El Lago de los Cisnes. Segundo acto, escena catorce. ¿Conoce esa pieza?
—Eh—Parecía
confundido.
—¿La
conoce o no?
—Sí,
pero…—Señaló a otro juez, que ahora se hallaba parado de brazos cruzados.
—¿Podría
tocarla, por favor? —Rogué con los ojos—. Solo son tres minutos.
Dejó
salir un suspiro y se enderezó, rasgueando las teclas del piano. Sin cuenta
regresiva, tocó las primeras notas del concierto y los suaves sonidos hicieron
eco en las paredes del teatro.
—Señor
Kim, está desperdiciando el tiempo de todos—El rostro del señor Ashcroft se
puso rojo mientras me colocaba en primera posición.
Podía
escucharlo suspirar y chasquear, podía escuchar a los otros aspirantes
murmurando, pero mientras giraba por el escenario y pasaba de un arabesque a un
grand jete, sus charlas pararon.
Las
notas se hicieron más largas, oscuras, mientras la canción progresaba, me
aseguré de que cada movimiento de mis manos fuera suave y grácil. Mientras
giraba por el escenario y completaba una serie de piruetas perfectas, pude ver
al señor Ashcroft frotarse la barbilla.
Antes
de saberlo, me encontraba en un trance y bailaba debajo de las luces, y una
estrella llenaba el cielo.
Seguí
bailando después de la última nota, moviéndome en el último estribillo que la
mayoría de los pianistas ignoraban, y terminé inclinándome hacia adelante sobre
mi pierna izquierda, sosteniendo la derecha en el aire detrás de mí.
Los
jueces me miraron. Sus rostros sin expresión.
—¿Terminó,
señor Kim? —preguntó el señor Arshcroft.
—Sí.
—Bien.
Ahora lárguese de mi escenario.
Me
puse derecho y me mordí el labio para evitar quebrarme frente a ellos.
—Muchas
gracias por la oportunidad. —Agarré mi bolsa y salí del escenario, corriendo
por el pasillo hasta el exterior del edificio.
Me
detuve frente a un bote de basura y me incliné, esperando el inevitable vómito.
En
el fondo sabía que era un buen bailarín, que acababa de bailar con el corazón,
y honestamente sentía que merecía una segunda oportunidad.
La
idea de fracasar nunca cruzó mi mente cuando me inscribí en esta audición, y la
opción de regresar a Daegu era demasiado dolorosa de afrontar.
Palpitante
y entre lágrimas, sopesé mis opciones: 1) Ir a casa y volver a unirme al
programa de baile del señor Petrova. 2) Regresar dentro y decirle al jurado que
eran todos unos jodidos idiotas, o…
—¿Señor
Kim? —Alguien palmeó mi hombro.
Me
giré, encontrándome cara a cara con un estoico señor Ashcroft.
—¿Sí?
—Me sequé la cara con la manga y me forcé a sonreír.
—Lo
que acaba de hacer en el escenario fue grosero, no profesional, y horrible.
Fue la peor cosa que he visto hacer a un futuro bailarín y no lo aprecié para nada
dicho eso, llegue a tiempo para la segunda ronda la próxima semana.
Mi
mandíbula cayó y no tuve oportunidad de gritar o decir gracias.
Se
había ido.
Saqué
mi teléfono, ansioso por contarle a alguien que logré llegar a la segunda
ronda, pero no tenía nadie a quien llamar.
Todo
lo que tenía eran mensajes enojados de mis padres, toneladas de llamadas
perdidas, y sabía lo suficiente como para no buscarlos ahora. Realmente no les
importaba un bledo.
Busqué
el número de Petrova esperando haberlo guardado, pero un correo electrónico de Yunho
apareció en mi pantalla.
Asunto:
Tu Renuncia.
Estuve
tentado de abrirlo, pero mi corazón no me dejaría hacerlo. Él era la principal
razón de que volara hasta aquí, no lo necesitaba entrometiéndose en mi nueva
vida.
Borré
su mensaje y decidí que no iba a pensar más en él. Todo lo que importaba ahora
era el ballet.
ese señor fue muy malo con Jae pero si le dieron la oportunidad de seguir y el ara todo bien y el yunho a fregarse un rato y a desesperarse por no saber de Jae haber si esto lo termina de convencer de que necesita a Jae a su lado para siempre y que lo ama con locura
ResponderEliminarGracias
CASI TODOS LOS PROFESORES DE BALLET SON ASI PERO ESO TE HACE SENTIR LO MUCHO Q VALES POR Q SU TE REPRENDEN ES POR Q TE TOMAN EN CUENTA. LO MALO SERIA Q NI SE DIERAN CUENTA Q EXISTES.ES POR ESO Q JAE LLEGO A LA SEGUNDA POR Q REALMENTE ES UN UEN BAILARIN Y SE Q VA A TRIUNFAR Y YUNHO Q SE J....UN RATO HASTA Q JAE LO PERDONE O SE PERDONE EL MISMO POR JUZGAR A TODOS POR IGUAL
ResponderEliminarQue bueno por Jae a pesar de que comenzo mal pero se levanto sin importe la opinion de los demas.Ya paso a la 2da ronda.
ResponderEliminarQue habia en el msj de Yunho????
Que fea humillacion sufrio Jaejoong pero gracias a Dios le dieron una segunda oportunidad ojala que no se deje llevar por los sentimientos que tiene por Yunho y lo haga sufrir para que el se de cuenta de lo que ha perdido gracias por este capitulo esperare el siguiente con ansias
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