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Duda razonable: Capítulo19

Denegar (v.):
Rechazar la objeción de un abogado a una pregunta de un testigo de admisión de pruebas.

Jaejoong
La ciudad de Seúl era un universo completamente diferente. No era nada como lo esperaba, y a la vez todo lo que quería.
Las aceras se hallaban persistentemente abarrotadas de gente que iba apresurada a algún lado, las calles eran océanos de taxis, y la cacofonía de sonidos: los gritos de los vendedores de la calle, el retumbar del metro por debajo, las interminables conversaciones entre los ejecutivos, ocasionalmente se mezclaba en una melodía casi placentera.
De todas formas, no era como si tuviera demasiado tiempo para escucharlo.
Al segundo en que llegué a Seúl la semana pasada, me registré en un hotel barato y me apresuré a registrarme en las audiciones.
Cada día de la última semana, salía de la cama a las cuatro de la mañana y me dirigía a aprender la pieza de la audición requerida, la coreografía más difícil que había afrontado en mi vida.
Era más rápida, más variable, y los instructores se rehusaban a mostrarla más de dos veces al día. No había conversación más allá de los conteos del tiempo, tampoco se permitían preguntas. Encima de todo, el pianista de la compañía solo elegía tocar la música de acompañamiento en velocidad acelerada, nunca ralentizando para hacer el proceso de aprender más sencillo.
Había cientos de chicos rivalizando por un lugar en la compañía, y de lo que reuní de conversaciones aquí y allá, la mayoría ya eran profesionales.
Pero no dejé que eso me disuadiera.
Cuando las agotadoras prácticas terminaban, tomaba la oportunidad de encontrar un nuevo lugar en la ciudad para bailar solo: Una terraza con vistas, una tienda histórica abandonada en la parte más alta del lado este, o frente a la ventana de la librería.
A pesar de mi inmediato amor por esta ciudad, no era suficiente para distraerme de mi corazón roto. No era suficiente para distraerme del hecho de que hoy, el día de la audición oficial, iba tarde.
Sudando, salí del metro y corrí por la no prestando atención a mis pulmones ardientes.
Sigue adelante… Sigue adelante…
Un hombre a mi izquierda salió de un taxi e inmediatamente entré. Le dije la dirección.
—Está justo al final de la calle. —El conductor me miró por el retrovisor, confundido.
—¿Por favor? Ya voy tarde.
Se encogió de hombros y se alejó mientras intentaba establecer mi respiración.
Sin querer desperdiciar el tiempo, saqué mi ropa negra de mi bolsa y me lo puse sobre los muslos. Mientras nos acercábamos al bordillo, lancé un billete de diez dólares al conductor y salí del auto.
Apresurándome dentro del edificio, me dirigí directamente al teatro, aliviado al ver que uno de los directores seguía afuera.
—¿Sí? —Me miró de arriba abajo mientras me acercaba—. ¿Puedo ayudarlo con algo?
—Estoy aquí para las audiciones.
—¿Para las audiciones de las nueve en punto? —Miró su reloj—. Son las nueve y cuarto.
—Lo siento llamé hace una hora y dije…
—¿Su primer taxi se descompuso? ¿Era usted?
Asentí.
Me estudió otros segundos, frunciendo los labios. Luego abrió la puerta.
—Puede cambiarse a sus blancos en los vestidores. Apresúrese.
La puerta se cerró detrás de mí antes de que pudiera preguntar a qué se refería con “(mis) blancos,” pero mientras mis ojos estudiaban el escenario, me di cuenta de que cada bailarín se encontraba vestido de blanco.
Mierda…
Mis mejillas se calentaron mientras buscaba mi atuendo. No tenía ropa blanca en mi bolsa. Estaba en casa.
Acercándome al escenario, planté mi bolsa en una silla e intenté ignorar el pavor que se construía en el interior de mi pecho. Solo necesitaba enfocarme en darlo todo durante esta rutina. Eso era todo.
Encontré un lugar vacío en el escenario y estiré los brazos, notando las risas y murmullos que eran lanzados en mi dirección.
Impávido, sonreí a todos los que hacían contacto visual y seguí mi rutina.
—¿Puedo tener su atención, por favor? —La voz de un hombre llegó a través del altavoz—. ¿Pueden dejar todos de estirarse y caminar hasta el borde del escenario, por favor?
Bajé mi bolsa y seguí a la multitud, encontrando un lugar al final.
El hombre que se dirigía a nosotros era un hombre alto de cabello gris con gafas delgadas, y era la definición de la palabra “leyenda”: Su nombre era Amold G. Ashcroft, y le seguí a él y su coreografía durante años. Era uno de los especialistas más buscados del mundo, pero cuando cayó en las clasificaciones, fue solo ante su rival: Paul Petrova.
—Estamos felices de ver un gran tumulto para esta sesión de audiciones —dijo—. Como saben, debido a una serie de desafortunados eventos, estamos renovando todo nuestro personal. Dicho eso, vamos a mantener la actual agenda de producción como está, lo que significa que estaremos llenando los roles de los bailarines principales, solistas y miembros del cuerpo dentro de los siguientes catorce días.
—Los ensayos van a ser largos y duros, de cuatro a diez, media noche de ser necesario, y no habrá espacio para excusas o…—Me miró de arriba abajo, frunciendo el ceño ante mi atuendo—. Errores.
—Esta es la primera de seis rondas. Serán informados de su estado una vez que la música termine, y si son enviados a casa, por favor, no duden en intentarlo de nuevo el próximo año. Veo un montón de fracasos del verano pasado, así que espero que hayan aprendido algo entre entonces y ahora…  Para esta ronda, haremos una parte de la rutina Balachine en grupos de ocho. Pueden estirar unos minutos, luego comenzaremos.
Le ondeó la mano al hombre que tomaba asiento en el piano, y luego se giró y les dedicó un gesto de pulgares arriba a las tres personas que se hallaban en los asientos de los jueces. Sonriendo, subió las escaleras del escenario y saludó algunos rostros familiares.
Caminé hacia él y toqué su hombro.
—¿Sí? —Se giró.
—Eh… —Me marchité ante su intensa mirada.
—Buenos días, señor Ashcroft. Mi nombre es Jaejoong Kim y yo…
Llegaste tarde. —Me interrumpió—. También eres el único artista que no usa el blanco obligatorio.
—Sí, bueno… —balbuceé—. Es la razón por la que quería hablar con usted.
—¿Oh?
—Quiero saber si me permitiría ir a casa y cambiarme.
—¿Y por qué permitiría eso, señor Kim?
—Para que pueda hacer la audición con el grupo de la tarde y ser juzgado de forma justa. Solo creo que ya he…
—Alto. —Presionó una pluma contra mis labios—. Señores, ¿me prestan su atención?
Un silencio inmediato cayó en el teatro.
—Quiero que conozcan a Jaejoong Kim. —Sonrió— me acaba de informar de que debido al hecho de que llegó tarde y decidió utilizar el atuendo incorrecto para su audición de hoy, eso es una posibilidad de que se le juzgue injustamente.
El bailarín de enfrente cruzó los brazos.
—Ahora —dijo—. Ya que el mundo del ballet es justo y siempre ha sido sobre abastecer las necesidades de los no preparados, ¿hay alguien que tenga un problema si le permito al señor Kim ir a casa, cambiarse y regresar a las audiciones de las seis?
Cada bailarín en el escenario levantó la mano en el aire.
—Eso pensé. —Su tono fue frío—. Si cree que un color incorrecto va a afectar a lo bien que actúa, debería irse ahora.
Tragué, deseando poder desaparecer.
—Puede bailar en el primer grupo. —Sacudió la cabeza hacia mí y se alejó.
Indiferente ante las suaves risas de los otros chicos, regresé a mi punto inicial en el escenario y estiré una vez más. Intenté bloquear todo lo que fue mal esta mañana y pretendí que me encontraba en Daegu de nuevo, bailando para uno de los mejores directores del mundo.
—¿Señor Kim? —Una mujer dijo mi nombre, sacándome de mis pensamientos.
—¿Sí?
—¿Va a tomar su lugar en el centro del escenario con todas los demás, o necesita más tiempo para encontrarlo?
Sonreí a la mesa de jueces y entré en la línea.
La mujer señaló al pianista y tocó la escala SI bemol antes de comenzar la pieza. Mientras sus dedos forzaban las notas, mis brazos se elevaron sobre mi cabeza y lentamente giré sobre los dedos de mis pies, haciendo una mueca cuando la punta de mi zapatilla derecha se rompió.
Ignoré el dolor y seguí la rutina. Terriblemente.
Cada vez que intentaba un salto, caía sin balance y me deslizaba un octavo más de la cuenta detrás de todos los demás. Mis vueltas eran raras, desesperadamente veloces, y mi trabajo de punta era tan agitado que choqué con el chico que había a mi lado.
Avergonzado, murmuré una disculpa y me giré, pero perdí el balance y caí del escenario. Con la cabeza por delante.
Ignoré el fuerte ataque de risas de los bailarines de la audiencia y me levanté, intentando regresar a la rutina.
—¡Alto! —bramó el señor Ashcroft desde el lateral del escenario, haciendo terminar las notas.
Caminó frente a nuestra línea y se paró directamente delante de mí.
—Acabo de mirar su archivo, señor Kim. —No parecía impresionado—. ¿Estudió recientemente con el señor Petrova?
Asentí.
—Use sus palabras, por favor.
—Sí. —Me aclaré la garganta—. Sí, lo hice.
—¿Y realmente escribió una carta de recomendación a su favor?
—Sí, señor.
Me miró con total incredulidad. Sorpresa.
—¿Espera que crea eso cuando baila así de rígido? ¿Cuándo se retrasa en cada uno de todos los pasos?
—Sí. — Mi voz era un susurro.  
—Bueno. Al menos puede decir siempre que estudió con uno de los más grandes coreógrafos de todos los tiempos. Puede dejar mi teatro ahora.
Mi corazón se hundió.
¿Qué?
—No creo que sea bueno para nuestra compañía. Le enviaremos un correo electrónico esta tarde con un link para obtener descuento en entradas para los espectáculos de la temporada.
Una lágrima cayó por mi mejilla; como si pudiera ver que acababa de romperme el corazón, palmeó mi hombro.
—Puedo decir que ha estado entrenando —dijo—. Muy bien. Y puedo ver que tiene potencial, pero no estamos interesados en el potencial aquí. Para el resto de ustedes, ¡felicidades! Se ganaron un espacio en la siguiente ronda de audiciones. Ahora, por favor, vacíen el escenario para que nuestro siguiente grupo de bailarines pueda actuar.
Un ruidoso aplauso surgió de los aspirantes de la audiencia, y sentí que veía mi vida partirse frente a mis ojos. Herido, seguí a los bailarines a las escaleras laterales, inseguro de qué hacer a continuación.
Agarrando mi bolsa, evité las miradas patéticas de las aspirantes y negué con la cabeza.
—Eso solo es para demostrarles —dijo el señor Ashcroft a los otros miembros del jurado, riendo—, que incluso Petrova elige trapos a veces.
Me giré.
Enfadado, recorrí los escalones hacia el escenario y tomé asiento en la línea blanca. Me desabroché mi zapatilla derecha y preparé otra, doblándola hacia atrás y hacia adelante hasta que se sintió bien.
—Puede cambiarse los zapatos en el baño, señor Kim —me reprendió el señor Ashcroft—. El escenario es para artistas reales. O ¿Petrova no le enseñó eso?
—Necesito otra oportunidad —dije—. Solo porque no hice bien la pieza Balanchine, no me hace un mal bailarín.
—Por supuesto que no, querido —se burló de mí—. Eso te hace un bailarín fracasado, que actualmente usa mi escenario y chupa tiempo de audiciones de esos que tal vez puedan entrar de verdad en mi compañía.
Caminé hacia el pianista.
Tchaikovsky, El Lago de los Cisnes. Segundo acto, escena catorce. ¿Conoce esa pieza?
—Eh—Parecía confundido.
—¿La conoce o no?  
—Sí, pero…—Señaló a otro juez, que ahora se hallaba parado de brazos cruzados.
—¿Podría tocarla, por favor? —Rogué con los ojos—. Solo son tres minutos.
Dejó salir un suspiro y se enderezó, rasgueando las teclas del piano. Sin cuenta regresiva, tocó las primeras notas del concierto y los suaves sonidos hicieron eco en las paredes del teatro.
—Señor Kim, está desperdiciando el tiempo de todos—El rostro del señor Ashcroft se puso rojo mientras me colocaba en primera posición.
Podía escucharlo suspirar y chasquear, podía escuchar a los otros aspirantes murmurando, pero mientras giraba por el escenario y pasaba de un arabesque a un grand jete, sus charlas pararon.
Las notas se hicieron más largas, oscuras, mientras la canción progresaba, me aseguré de que cada movimiento de mis manos fuera suave y grácil. Mientras giraba por el escenario y completaba una serie de piruetas perfectas, pude ver al señor Ashcroft frotarse la barbilla.
Antes de saberlo, me encontraba en un trance y bailaba debajo de las luces, y una estrella llenaba el cielo.
Seguí bailando después de la última nota, moviéndome en el último estribillo que la mayoría de los pianistas ignoraban, y terminé inclinándome hacia adelante sobre mi pierna izquierda, sosteniendo la derecha en el aire detrás de mí.
Los jueces me miraron. Sus rostros sin expresión.
—¿Terminó, señor Kim? —preguntó el señor Arshcroft.
—Sí.
—Bien. Ahora lárguese de mi escenario.
Me puse derecho y me mordí el labio para evitar quebrarme frente a ellos.
—Muchas gracias por la oportunidad. —Agarré mi bolsa y salí del escenario, corriendo por el pasillo hasta el exterior del edificio.
Me detuve frente a un bote de basura y me incliné, esperando el inevitable vómito.
En el fondo sabía que era un buen bailarín, que acababa de bailar con el corazón, y honestamente sentía que merecía una segunda oportunidad.
La idea de fracasar nunca cruzó mi mente cuando me inscribí en esta audición, y la opción de regresar a Daegu era demasiado dolorosa de afrontar.  
Palpitante y entre lágrimas, sopesé mis opciones: 1) Ir a casa y volver a unirme al programa de baile del señor Petrova. 2) Regresar dentro y decirle al jurado que eran todos unos jodidos idiotas, o…
—¿Señor Kim? —Alguien palmeó mi hombro.
Me giré, encontrándome cara a cara con un estoico señor Ashcroft.
—¿Sí? —Me sequé la cara con la manga y me forcé a sonreír.
—Lo que acaba de hacer en el escenario fue grosero, no profesional, y horrible. Fue la peor cosa que he visto hacer a un futuro bailarín y no lo aprecié para nada dicho eso, llegue a tiempo para la segunda ronda la próxima semana.
Mi mandíbula cayó y no tuve oportunidad de gritar o decir gracias.
Se había ido.
Saqué mi teléfono, ansioso por contarle a alguien que logré llegar a la segunda ronda, pero no tenía nadie a quien llamar.
Todo lo que tenía eran mensajes enojados de mis padres, toneladas de llamadas perdidas, y sabía lo suficiente como para no buscarlos ahora. Realmente no les importaba un bledo.
Busqué el número de Petrova esperando haberlo guardado, pero un correo electrónico de Yunho apareció en mi pantalla.

Asunto: Tu Renuncia.

Estuve tentado de abrirlo, pero mi corazón no me dejaría hacerlo. Él era la principal razón de que volara hasta aquí, no lo necesitaba entrometiéndose en mi nueva vida.

Borré su mensaje y decidí que no iba a pensar más en él. Todo lo que importaba ahora era el ballet. 

4 comentarios:

  1. ese señor fue muy malo con Jae pero si le dieron la oportunidad de seguir y el ara todo bien y el yunho a fregarse un rato y a desesperarse por no saber de Jae haber si esto lo termina de convencer de que necesita a Jae a su lado para siempre y que lo ama con locura
    Gracias

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  2. CASI TODOS LOS PROFESORES DE BALLET SON ASI PERO ESO TE HACE SENTIR LO MUCHO Q VALES POR Q SU TE REPRENDEN ES POR Q TE TOMAN EN CUENTA. LO MALO SERIA Q NI SE DIERAN CUENTA Q EXISTES.ES POR ESO Q JAE LLEGO A LA SEGUNDA POR Q REALMENTE ES UN UEN BAILARIN Y SE Q VA A TRIUNFAR Y YUNHO Q SE J....UN RATO HASTA Q JAE LO PERDONE O SE PERDONE EL MISMO POR JUZGAR A TODOS POR IGUAL

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  3. Que bueno por Jae a pesar de que comenzo mal pero se levanto sin importe la opinion de los demas.Ya paso a la 2da ronda.
    Que habia en el msj de Yunho????

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  4. Que fea humillacion sufrio Jaejoong pero gracias a Dios le dieron una segunda oportunidad ojala que no se deje llevar por los sentimientos que tiene por Yunho y lo haga sufrir para que el se de cuenta de lo que ha perdido gracias por este capitulo esperare el siguiente con ansias

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