Capítulo 3
El
inmenso salón de baile estaba lleno de faldas con volantes y guantes blancos de
diversos tamaños. Estaban de moda los vestidos de seda y terciopelo, de canesú
corto y muy ajustado, con el polisón en la cintura. Aunque con el vestido de
seda azul que le dejaba los hombros al descubierto, los guantes de cabritilla y
los pendientes de diamantes de su abuela encajaba a la perfección en aquel
ambiente, Jaejoong miró a la multitud y sintió un escalofrío.
El
calor y el ruido se acumulaban en su interior, poniéndolo al borde de la
locura, y la cabeza le daba vueltas después de haber bailado con el vizconde.
Tras recapacitar, llegó a la conclusión de que sencillamente no podía tenerlo
en la lista de pretendientes. Los sádicos pensamientos de aquel hombre habían
entrado en su cabeza espontáneamente y lo habían dejado temblando.
Observó
las caras de la multitud con nerviosismo, pero no encontró la de su hermano. Se
estaba poniendo cada vez más nervioso, razón por la cual los pensamientos de
los que lo rodeaban estaban a punto de aplastarlo. En nombre de Dios, ¿dónde se
había metido?
En el nombre de Dios, ¿dónde se ha metido San Woo?
Una copa de oporto; eso es lo que necesito.
¿Lloverá mañana?
¡Zorral! ¡Ya le enseñaré yo!
Cansado. Muerto de cansancio.
Jaejoong
fue a taparse los oídos con las manos, pero se detuvo a medio camino. No podría
acallar las voces aunque se los tapara. La cabeza le daba vueltas; necesitaba
aire.
—Jaejoong,
querido, ¿qué haces aquí solo? —El reproche de su tía no habría podido llegar en
mejor momento. Jaejoong necesitaba recuperar el equilibrio y Lady Yoon Joon era
una distracción limpia.
—Changmin
está a punto de volver, tía —dijo. Lady Yoon Joon no sonrió, antes bien juntó
las cejas con preocupación. Con sus pómulos salientes, su larga y aristocrática
nariz y su bien conservada figura, su tía parecía una mujer temible; pero Jaejoong
no estaba preocupado. Lady Yoon Joon no solía tener malos pensamientos y se
había ocupado de su hermano y de él desde la muerte de sus padres. Claro que
tampoco los había recogido exactamente, pero Jaejoong no podía culpar a su tía
por ese motivo. Sabía que Lady Yoon Joon era una mujer reservada a la que le gustaba
vivir sola y que no sentía un afecto especial por los niños. Así que aunque lo
normal era que sólo vieran a su tía unas cuantas veces al año, la mujer quería
tener una influencia positiva en ella.
—A
pesar de todo, no es adecuado que un joven soltero como tú esté solo. Hace que parezcas
el papel floreado de la pared, y aunque yo sé que no lo eres, sobre todo
después de haberte visto bailar con cinco hombres en la última hora, otros
podrían pensarlo.
Jaejoong
sabía que era preferible darle la razón a protestar, porque de lo contrario, su
tía era capaz de convertir aquello en otra conversación sobre el comportamiento
de las chicas y los chicos como el que al tener características distintas a los
hombres ordinarios tomaban el rol de mujeres vistiéndose como una.
—Claro,
tía. Tendré más cuidado la próxima vez.
—Bien,
bien. —Lady Yoon Joon elevó la voz hasta adoptar un tono agudo y muy de señora—.
Siempre fuiste un buen chico.
Jaejoong
apenas pudo contener la risa mientras su tía recorría el salón con los ojos.
Sabía perfectamente que la anciana señora lo consideraba un caso desesperado y
que había sufrido varias «indisposiciones» por culpa de lo que había dado en
denominar «la mala disposición de Jaejoong a amar la sociedad que lo amaba».
—
¡Ah, está usted aquí, Lady Ye Jin!
Jaejoong
se volvió hacia la señora a la que su tía se dirigía con tanta formalidad.
—Príncipe
Kim, me gustaría presentarte a Lady Ye Jin.
Jaejoong
había conseguido acallar los pensamientos de las personas que la rodeaban hasta
convertirlos en un murmullo ininteligible, pero los pensamientos de la hermosa
Lady Ye Jin eran
tan claros como el cielo de verano.
¡Pues sí, muy impresionante! No es ni la mitad de
hermoso de lo que dice la gente. Por ejemplo, su nariz es demasiado pequeña, y
sus ojos, de un color demasiado oscuro para lo que pide la moda. Sin esos
preciosos pendientes, no sería nada en absoluto.
—Es
un honor conoceros, príncipe Kim. ¿O debería decir Shim? — Ye Jin
arqueó una ceja y observó con desdén al chico al que
consideraba un adversario—. ¿Verdad que marea tener una genealogía mestiza.
A
Jaejoong no le hacía falta leer la mente de aquella mujer para saber que
consideraba el «mestizaje» una degradación.
—Mi
padre era un príncipe japonés y mi madre una señora coreana. Es muy sencillo,
pero no es necesario que se preocupe por la confusión que tan fácilmente pueden
causar dos títulos, Lady Ye Jin; puede llamarme príncipe Kim. — Jaejoong sonrió
y asintió con la cabeza a la mujer, que se tambaleó al hacerle una reverencia.
¿Habrá querido ofenderme este puto?
Jaejoong
tensó los dedos al oír aquel pensamiento, pero ¿qué podía hacer? ¿Llamarle la atención
por algo que no había dicho, sino sólo pensado?
Se
tragó la frustración, como tantas otras veces a lo largo de su vida. Lo único
que podía hacer era desear que la señora se fuera cuanto antes. Maldita sea,
tenía que controlar sus emociones, dejar de ponerse nervioso… ¡era la única
forma en que dejaba de escuchar!
—
¿Jaejoong? —al oír la voz de Changmin, miró por encima del hombro de Lady Ye
Jin y vio los ojos de su hermano fijos en los suyos mientras se acercaba.
Lady
Ye Jin, que acababa de verlo, temblaba de emoción ante la inminente llegada del
príncipe Kim. La mujer no dejaba de sonreír estúpidamente, al igual que muchas
otras cuando Changmin andaba cerca. Asqueado, Jaejoong dejó de mirar a su
hermano y posó los ojos en la señora, para que él supiera cuál era la causa de
su dolor de cabeza.
Changmin
captó la indirecta y, aunque para cualquier otro la mirada que dirigió a la
mujer podría haber parecido simpática, Jaejoong sabía que no lo era. Sus
hombros tensos y su mandíbula rígida eran señales claras de cólera contenida.
Cuando
llegó al pequeño grupo, Changmin se dirigió a Lady Yoon Joon.
—Tía,
¿me harías el honor?
Frunciendo
el entrecejo por la incorrección de Changmin, Lady Yoon Joon hizo las presentaciones.
—Príncipe
Kim, te presento a Lady Ye Jin. Lady Ye Jin, el príncipe Kim Changmin.
Mientras
Changmin hacía una reverencia cortés, los pensamientos de Lady Ye Jin irrumpieron
en la cabeza de Jaejoong como balas de cañón.
Dios mío, es el hombre más interesante de todo el
salón. Esos ojos castaños pecaminosos y esa fuerte mandíbula… oh, y la
increíble forma de su cuerpo. Apuesto a que todas las mujeres lo desean. No me
importaría hacer lo que fuera para conseguirlo. Será mío.
Jaejoong no supo si sorprenderse o no de la naturaleza agresiva de
los pensamientos de aquella mujer, pero le pareció prudente advertir a su
hermano de sus intenciones. ¡No quería que aquella caprichosa señora lo
pusiera en una situación comprometida!
—Evita
los rincones oscuros y las salas vacías, ¿quieres, Changmin? —dijo Jaejoong en japonés, mientras aquella Lady Ye Jin lo
miraba con manifiesta hostilidad.
Su
hermano asintió con la cabeza y arrastró a Lady Ye Jin a la pista de baile sin
más preámbulos.
—Detesto
tener que decirlo, querido, pero hablar en una lengua que los demás no entienden
es de muy mala educación —lo reprendió amablemente Lady Yoon Joon.
—Te
pido perdón, tía. Es una costumbre muy arraigada que estoy tratando de vencer.
No quería ser mal educado.
—Eso
está muy bien, querido —dijo la dama, sonriendo y acariciando el guante de Jaejoong
—. ¡Oh! Acabo de ver a una buena amiga, pero me temo que dejarte solo está
fuera de toda cuestión. Todos los hombres que han estado circulando a nuestro
alrededor meditando la manera más inteligente de presentarse se abalanzarían
sobre ti. —Lady Yoon Joon se echó a reír, encantada de que su protegido tuviera
tanto éxito.
Jaejoong
se aferró a la posibilidad de pasar unos momentos a solas.
—Oh,
no te preocupes, tía. Estaba a punto de pedirte que me acompañaras al tocador. Pero
en lugar de acompañarme, puedes ir a ver a tu querida amiga. Te aseguro que no
tardaré nada.
Su
tía accedió, aunque seguía teniendo dudas.
—Muy
bien, querido, pero no te quedes mucho rato. No es apropiado que estés sin acompañante
ni siquiera por poco tiempo.
—No
te preocupes, tía. Enseguida vuelvo.
En
cuanto Lady Yoon Joon dio media vuelta, Jaejoong se dirigió hacia una planta de
gran tamaño que había visto antes. Lo único que quería era esconderse detrás de
aquellas grandes hojas. ¡Señor, qué pensamiento tan ridículo!
Moviéndose
a toda la velocidad que el decoro le permitía, que no era mucha, atravesó el salón
de baile.
Los
rostros que lo rodeaban se iban difuminando, así como sus conversaciones, pero
sus pensamientos eran tan increíblemente claros que los oídos podían estallarle
en cualquier momento. Trató de concentrarse en algo, cualquier cosa, para
ahogar las voces, pero estaba demasiado cansado.
Miró
a su alrededor, esquivando las miradas de admiración, hasta que se fijó en un
hombre que estaba al lado de su planta. Se habría reído de sí mismo por pensar
que la planta era de su propiedad si no hubiera estado demasiado ocupado
mirando.
El
hombre era un imán. Sobresalía casi veinte centímetros por encima de los que le
rodeaban y, vestido con un formal traje negro, llamó la atención de Jaejoong como
ningún hombre hasta entonces. Las voces que lo rodeaban se apagaron, pero no se
dio cuenta. Sólo lo veía a él.
Jaejoong
vio que varias mujeres miraban en la misma dirección, unas sin disimular su interés,
otras con un asomo de temor. Entendió la reacción de estas últimas, pues él
también notaba su energía a distancia. Aquel hombre no pertenecía a aquel
brillante salón donde los bailarines se movían al son de los tediosos pasos de
la cuadrilla y las matronas buscaban ávidamente algún que otro rumor. ¿Quién
sería?
Con
unos ojos de color café oscuro en un rostro anguloso y el cabello del color de
sus ojos, parecía peligroso, como un vengador cumpliendo una misión. ¿De dónde
procedería esta idea?
Jaejoong
tardó un rato en darse cuenta de que estaba al alcance del objeto de su admiración.
¿Cómo podía haberse despistado tanto? Suerte que él no lo había visto, o quizá
mala suerte. Resultaba desconcertante comprender que deseaba que él notara su
presencia.
Había
conocido a muchos hombres atractivos, pero ninguno le había hecho sentirse así,
tan desorientado y confundido. Debía de encontrarse bastante peor de lo que
había creído al principio si un simple rostro lo afectaba de aquella manera.
Tratando
de no pensar mucho en aquel hecho, Jaejoong llegó a la planta y se colocó
detrás rápidamente. Respiró hondo varias veces para que su corazón se calmara y
notó que disminuía la frecuencia de sus latidos. Tras contemplar las grandes
hojas verdes durante cinco minutos largos, los nervios de Jaejoong se calmaron.
—Es
un buen sitio. Debería habérseme ocurrido a mí. —Al oír aquella voz profunda
con un ligero timbre de desenfado, se ruborizó hasta las orejas y cerró los
ojos con profunda turbación.
—No
me importaría que se ausentara; al menos así podría fingir que no tengo razones
para sentirme tan avergonzado como me siento.
El
extraño no hizo caso de su petición y se echó a reír.
—La
gente habla de ti susurrando en los salones, pero nadie me había advertido de vuestro
sentido del humor.
Jaejoong
abrió los ojos de súbito y se volvió para ver quién lo había descubierto. Al
ver sus ojos le corrieron por la columna extrañas sensaciones. Eran castaños y
sonreían con buen humor. No eran de un café acerado y lo desconcertó haber
esperado que lo fueran.
—Mis
más sinceras disculpas, he perdido los modales. Lord Hyun Joong, a vuestro servicio.
Con
su estatura, su mandíbula cuadrada, su expresión bondadosa y sus hermosas
manos, Lord Hyun Joong podría haber sido el hombre más atractivo que Jaejoong había
visto en su vida… si no hubiera sido por su hombre misterioso.
¡Su
hombre misterioso, sí! Debía de estar quedándose sordo. Más irritado consigo
mismo que con el hombre que estaba a su lado, le dijo:
—Mi
sentido del humor está intacto, Lord Hyun Joong, aunque me atrevería a decir
que la perspectiva de ser objeto de rumores en los salones no me resulta en
absoluto divertida. Además, no consigo entender cómo me habéis reconocido y me
habéis señalado como objetivo de tales conversaciones cuando todavía no le he
dicho mi nombre.
—En
cuestiones de inteligencia y de sentido del humor, supongo que debería andar
con pies de plomo. —Cuando Lord Hyun Joong vio que Jaejoong arqueaba una ceja,
volvió a reír—. ¿Le ha costado mucho dominar ese gesto? No hay mucha gente capaz
de realizarlo manteniendo el rostro serio.
Jaejoong
sonrió; la risa de aquel hombre era muy contagiosa.
—Mucho
mejor así, ¿verdad?
—Sí,
desde luego. Es agradable sonreír cuando no es obligatorio.
—Y
en asuntos tan poco entretenidos encontramos poca diversión y demasiadas
sonrisas —dijo él, señalando con la cabeza a los bailarines del salón.
Al
ver su expresión, Jaejoong lo consideró un espíritu afín.
—
¿Qué estáis haciendo aquí, Lord Hyun Joong?
—Hyun
Joong, por favor, ya que tengo intención de llamarlo Jaejoong.
Jaejoong
se echó a reír y se cubrió la boca con la mano para que no los descubrieran.
—
¿Y qué estás haciendo aquí, Hyun Joong, y cómo demonios sabes quién soy?
Hyun
Joong se encogió de hombros con despreocupación.
—No
has preguntado qué dicen de ti en los salones. Es imposible que haya otra
persona con ese cabello negro y esos ojos turbulentos, y ninguna me había
dejado sin aliento hasta ahora. Y como posees estas tres cualidades, no me cabe
la menor duda de quién eres.
—Eres
un libertino —decretó Jaejoong.
—A
duras penas, pero ahora he de abandonar este refugio seguro y enfrentarme a la multitud,
si no mi tío nos encontrará juntos y no dejará de darme la lata hasta que nos
hayamos casado.
Jaejoong
se echó a reír otra vez y le permitió cogerle la mano.
—Entonces
será mejor que te marches o mi tía se unirá a tu tío y entonces ya te será imposible
escapar.
Hyun
Joong se puso serio al depositar un beso sobre el delgado tejido que cubría la
palma de Jaejoong, dando a Jaejoong la impresión de ser un hombre totalmente diferente.
—No
estoy seguro de que deseara escapar. Hasta nuestro próximo encuentro, Jaejoong.
Jaejoong
mantuvo la mano inerte junto al costado. La desconfianza le brotó de las
entrañas mientras lo veía alejarse. Encantador, divertido, poco ortodoxo pero
amable en conjunto, Lord Hyun Joong parecía perfecto. Las cosas raramente eran
lo que parecían.
Sin
alterarse, se reprendió por haberse dejado llevar. Acababa de conocer a un
marido en potencia. Ahora lo único que tenía que hacer era asegurarse de que
Hyun Joong era rico, lo que por el aspecto de su vestimenta impecable parecía
seguro, y se convertiría en una sólida posibilidad.
Era
una pena que el asunto fuese tan calculado y frío, pero no tenía elección. ¿De
qué otro modo podía casarse alguien en cinco cortos meses?
La
idea del matrimonio lo puso nervioso y antes de que se diera cuenta, el momento
de paz se había desvanecido para ser reemplazado por los pensamientos hastiados
de los que la rodeaban. Cálmate
y las voces desaparecerán; sólo tienes que calmarte, se dijo una y otra vez.
—Tengo
que salir de aquí —murmuró, apartándose de la planta. Su tía aún estaría hablando
con su amiga, ignorante de los preciosos momentos que Jaejoong había robado
para sí, pero Changmin estaría buscándolo.
Al
verlo a escasa distancia, redujo el ritmo de sus pasos. ¡Peligro!, gritó
su mente. Sigue andando y no mires en
su dirección.
¡Otro callejón sin salida! Maldita sea, tenemos
que encontrarlo antes de que vuelva a matar.
Vaciló
cuando sintió entrar aquellas palabras en su mente. ¿Antes de que vuelva a
matar?
¿Quién
estaba pensando aquello?
¿Quién eres?
Dio
un respingo al oír en su cabeza aquella voz brusca, casi airada. Un escalofrío
le recorrió la columna mientras se volvía para mirar cara a cara a su hombre
misterioso.
Él
lo miraba con fijeza, contemplando con sus duros ojos cada pulgada de su rostro
ruborizado. Su poder era casi tangible.
Jaejoong
se quedó paralizado, incapaz de dar un paso. No era posible. No podía haberle hablado
a él. Mentalmente. De manera deliberada.
Sus
miradas se encontraron un momento antes de que él apartara la vista y siguiera
mirando a su alrededor. Jaejoong se sintió más solo que nunca. Como si durante
el instante en que el hombre había formado parte de su mundo él se hubiera
sentido completo; ahora… ahora ya no se sentía así.
Se
había confundido, eso era todo. El hombre no le había hablado a propósito.
Claro que no, era un tonto por haberlo pensado. En cuanto a los extraños
pensamientos, debía de haber entendido mal. Ya le había pasado otras veces. Jaejoong
siguió andando y sonrió a una amistad trabada hacía poco mientras le venían a
la mente las conjeturas de Shakespeare.
—Nuestras
dudas son traidoras y nos hacen perder el bien que a menudo podríamos conseguir
si no tuviéramos miedo a intentarlo —susurró débilmente.
¿Y
si Shakespeare tenía razón? ¿Y si había más personas como él? ¿Y si no se había
equivocado?
No,
imposible. Sólo estaba confundido; en aquel baile había demasiada gente.
Siempre se sentía desorientado entre la multitud. Tenso y desorientado; tenía
que irse.
Cuando
terminó la cuadrilla, la orquesta comenzó a tocar el primer vals de la velada.
Las parejas envueltas en elegancia y perfumes se acercaron a la pista de baile
y, finalizando la conversación, se pusieron a dar vueltas sobre el pulido
suelo. Jaejoong vio a una mujer de brillante
cabello rojo que pasaba con un petimetre pegado a sus talones. Captó sus
pensamientos.
¿Me seguirá por todo el salón?
¡Caracoles! Tiene los pies más pequeños que he
visto en mi vida.
La
comicidad de aquellos pensamientos representó un alivio. La pareja hizo reír a Jaejoong,
que se cubrió la boca con el guante, y la tensión lo abandonó. ¡Señor, aquello
era totalmente nuevo! La mayoría de sus conocidos miraban el pecho de la mujer,
las caderas o incluso la cintura, pero nunca había oído a un hombre hacer un
comentario semejante, ni siquiera mentalmente.
Has debido de vivir escondido si nunca has oído
hablar del fetichismo de los pies.
Jaejoong
contuvo la respiración al oír nuevamente aquella voz dentro de su cabeza. Profunda
y ronca, le dio tal susto que casi lo dejó sin sentido. ¡Alguien le hablaba
mentalmente!
Los
dedos se le entumecieron mientras miraba a su alrededor, a las docenas de
rostros que lo rodeaban.
Esto esta muy emocionante!!!!! Encontrarse de esa manera, hablarse a través de la mente, uff estoy muy emocionada! Aunque imagino que debe ser un caos total el escuchar todo lo que los demás piensan, pero bueno que genial que así conocerá a Yunho. Ya no puedo esperar para el sig cap. :)
ResponderEliminarwaaaa al fin alfin y que manera de encontrarse *-*
ResponderEliminarpobre JJ el dolor de cabeza q debe darle el oir todas esas voces D:
asdadsa esta muy intersante !!
gracias x compartirlo :3
Aigooo que fue eso??
ResponderEliminarlos pensamientos de yunho los escucha jae
otoke este fic tiene buena trama XD
lo seguire
jae yo creo que es yunho
ResponderEliminardios esto se pone buenoooooo
a cada capitulo
Es Yunhoooooooooooo? creo que si, de todas maneras debe ser Yunho.
ResponderEliminarAhora Jae conocerá lo que es un hombre verdadero jajajajaaj...
Que ansias locas por saber que pasara, continuare leyendo.
La historia se pone interesante a cada momento.-
Dios dios ...cada vez más interesante..
ResponderEliminarHyun joong .. Es prospectó de marido perfecto?.. No Jae... Tu solo mira a Yunho..
El que le habla mentalmente tiene que ser Yunho no puede ser nadie más(? ...
Se pone interesante. Que le este hablando por ese medio wow. Ya quiero que se encuentren ^_^
ResponderEliminarKyaaaa se van a conocer *^* !!!
ResponderEliminarEspero q lo de Hyun. Joong no sea gran cosa ._.
kyaaaaa.... hablando mentalmente :3 Si, porque debe ser Yunho el que le hablo :D kyaaaa ya se van a conocer.... Esta historia me pone muy ansiosa por mas *O*
ResponderEliminarmi Dios, se hablan telepáticamente.... tan interesante... quiero saber más. gracias por el capítulo
ResponderEliminarSe comunicaron telemáticamente, que emoción, es tu hombre Jae, eres el elegido.
ResponderEliminarPor otra parte que estresante ha de ser oír todas las barbaridades de todos esos.
Gracias!!!