Capítulo 10
DURMIÓ apenas
cuatro horas, cubierto solo por el acolchado que todavía no había utilizado
para confeccionar nada. Por la mañana arribaron a la ciudad, que la sorprendió
por su belleza arquitectónica. Los altos edificios tenían casi todos balcones
que imitaban las olas del mar, del color turquesa de las aguas que formaban el océano.
Jaejoong no
conocía el mar. Verlo en toda su inmensidad y escuchar el sonido de las olas
romper contra la arena le aceleró el pulso, lo llevó a abrir los brazos y
cerrar los ojos como había visto en una película, y a reír como si fuera un
niño en una cinta de Disney.
Era
maravilloso. El mar, su eternidad, lo que le susurraba al oído.
Cuando abrió
los ojos después de un momento que de tan sencillo era sublime, se encontró con
el infierno. El hombre que andaba con Yunho se paseaba por la playa con un
traje de baño rojo como el fuego mientras conversaba con un amigo.
Ahora que podía
observarlo mejor, Jaejoong notó que su piel ostentaba un tostado que prometía
ser duradero, posiblemente adquirido en las playas todo el año. Era un hombre
bello, mucho más generoso que él en piernas y nalgas, de cuerpo escultural y
temperamento de roble.
Estaba seguro
de que, al menos, tenía la edad de Yunho, y de que no era su amiguito de turno.
No tenía pinta de serlo. Era poderoso y soberbio, tenía el aspecto de esos hombres
que siempre procuran complacerse a sí mismos antes que a otros, nada de lo que Yunho
podía buscar en un amante ocasional. O era su amigo, o era su novio. Esa idea
le estrujó el estómago y le hizo pensar que jamás podría competir con él.
Nunca.
A la mañana
siguiente, arribaron en un lugar paradisíaco donde Jaejoong pudo ver que el
hombre de rojo había cambiado de modelo de traje de baño, pero no de color. Él,
con su modesto traje de baño dorado prestado, se bañó en el mar y disfrutó del
día entre sesiones de agua salada y caminatas por la isla.
Antes de partir
buscó un teléfono y llamó a Changmin. Todo estaba bien, lo cual lo dejó
tranquilo para abordar y diseñar una nueva prenda.
Esta vez echó
mano del paño del cortinado que le quedaba y de dos accesorios que conservaban
las toallas del baño enrolladas. Eran unas arandelas doradas que imitaban un
dibujo romano.
El producto que
obtuvo después de pasar varias horas frente a la máquina de coser fue un
conjunto magnífico con un pantalón largo hasta la rodilla, blanco inmaculado.
Se ajustaba al cuerpo, los breteles se ataban al cuello y estaban decorados con
los apliques dorados de las toallas. Había confeccionado unas prendas con aire
romano.
Se preguntó a
dónde ir. Ya conocía buena parte del barco, por eso se dijo que pasaría un rato
en un sitio divertido y adecuado para su ropa. Entonces concurrió a la discoteca.
Se entraba por
una puerta de vidrios opacos que abría un tripulante del barco. Jaejoong le dio
las buenas noches y entró humedeciéndose los labios.
¡Qué
belleza!, pensó. Avanzó hasta la pista de baile y se quedó estancado
allí, desde donde podía admirar el sitio completo, porque todavía casi no había
gente. Todo estaba decorado en color azul y turquesa. Unas líneas irregulares de
luz cruzaban el techo, resultaba evidente que evocaban el mar. Los asientos
celestes iluminados, sofás en rincones escondidos, barras de vidrio también con
forma de ondas. El piso se hallaba surcado por líneas de color que brillaban con
distinta intensidad. Estaba oscuro, pero el juego de luces permitía ver cuando
los ojos se acostumbraban al ambiente, y a Jaejoong le pareció una de las
discotecas más hermosas que jamás había visitado. Sin dudas Yunho había invertido
mucho de su tiempo en pensar ese lugar.
No esperaba
encontrarlo ahí. No pensaba encontrarlo en ninguna parte después de la
recepción en el salón, en realidad, porque no había vuelto a verlo desde
entonces. Sin embargo, allí estaba él, hundido en un sillón besándose con un
pelinegro. Se preguntó si acaso podía ser tan descarado como para engañar a su
novio en sus narices, y concluyó en que no, de modo que el hombre de rojo debía
de ser su amigo.
Jaejoong se
quedó de pie en medio de la pista de baile semivacía, retorciéndose las manos
delante de la cadera como un niño curioso. Él llevaba puesto el saco negro de un
traje desabrochado, por eso se avistaba su camisa blanca, también desprendida en
la parte superior. Se veía tan atractivo y la música electrónica combinaba con
él a la perfección.
La cálida voz
de Susana, que entonaba la canción Shivers para
Armin van Buuren, calló y cedió espacio al tintineo que presagiaba un
estallido, un momento detenido en el tiempo.
El amante
ocasional de Yunho le besaba el cuello, sentado en la mesa ratona, en medio de
sus piernas masculinas abiertas. Él mantuvo los ojos cerrados hasta que de
pronto los abrió como si despertara de un sueño, como si hubiera sido llamado a
hacerlo.
La música
estalló. El corazón de Jaejoong estalló. El alma de Yunho sufrió la sacudida.
Jaejoong no
dejaba de mirarlo envuelto en esa tela blanca que la luz negra hacía
resplandecer entre la gente, cual escultura de un dios romano. Le arrancó el
aliento. Lo dejó vulnerable y al descubierto.
No esperaba
verlo en ese lugar, no lo había encontrado hasta ahora y había llegado a
olvidar que podría cruzarse con él. Involuntariamente se avergonzó. Le pareció odioso
que Jaejoong viera lo que él fingía. No se lo merecía.
Un golpe
zarandeó a Jaejoong y lo obligó a distraer su atención hacia quien se lo había
llevado por delante.
—Lo siento —se
disculpó el muchacho con acento extranjero. Saltaba al ritmo de la música. Jaejoong
sonrió en gesto de asentimiento.
Cuando volvió a
mirar, Yunho había regresado a lo suyo.
No tenía
sentido continuar hipnotizado por su presencia en aquel sitio tan grande y
lleno de recovecos. Podía alejarse de donde él estuviera al alcance de su vista
y tratar de disfrutar la noche ignorando su presencia. Por eso se dirigió a una
de las barras y se sentó en una silla alta desde la cual no asistiera al triste
espectáculo que él daba besándose y acariciándose con un pasajero.
Se estableció
en el asiento en el que pasó unos minutos hasta que el barman se le acercó. Le
tendió una copa llena de un líquido azul que combinaba con el decorado a la perfección.
—Yo no ordené
nada —se apresuró a reponer Jaejoong, temiendo que lo cargaran a una cuenta que
le resultaría imposible pagar.
—El señor Jung invita
—aclaró el barman indicando con el dedo índice el sitio donde Yunho todavía
permanecía sentado.
Jaejoong creyó
que no vería a Yunho desde allí, pero al parecer todo estaba tan bien planeado
que todavía en ese recoveco tenía acceso al sitio donde él se encontraba sentado,
porque desde cualquier parte se podía ver todo. No supo qué hacer. Movido por
su amabilidad de siempre, lo miró y le agradeció con un leve movimiento de la
cabeza y una sonrisa tímida. El respondió de la misma manera, con un brazo
sobre el hombro del pelinegro, que lo miraba embelesado.
A pesar de haber
dado las gracias como toda un cortesano, pensó en no llevarse el sorbete a los
labios. Podía rechazar la invitación de ese modo sutil, todavía estaba a tiempo
de rescatar su dignidad mancillada, pero no fue capaz de hacerlo, así que bebió
un trago.
Se sorprendió
al descubrir que se trataba de la bebida que le había gustado cuando había ido
con Yunho al bar. Eso le hizo temblar las manos. ¿Podía él recordarlo? ¿Se
acordaría de los gustos de todos sus amantes?
— ¿Solo?
Jaejoong giró
la cabeza y pestañeó varias veces antes de dar crédito a lo que veía. Un hombre
poco más grande que Yunho lo miraba con ojos amables y humor simpático.
—Solo —replicó
con sinceridad.
— ¿Y no le
gustaría a un hombre solo bailar con otro solitario?
Jaejoong rió
con la invitación y hasta se sintió halagado por el hombre, pero no estaba de
ánimo para bailar.
—En realidad
estoy esperando que me saque a bailar otra persona —confesó amargamente. Ojalá Yunho
lo hubiera sacado a bailar, pero eso jamás sucedería.
El sujeto no se
inmutó. Se quedó sentado a su lado, conversaron un buen rato y Jaejoong llegó a
olvidar que Yunho compartía el mismo ambiente. Lo recordó cuando otros dos
caballeros vinieron por su amigo y el hombre tuvo que retirarse. Querían ir al
casino. Invitaron a Jaejoong, pero él prefirió dejar ese recorrido para otra
ocasión.
Entonces se
volvió hacia la pista de baile ahora recargada de bailarines y allí, del otro
lado, volvió a divisar a Yunho, ya no con el pelinegro, sino rodeado de los
japoneses. Parecía muy serio, nadie apostaría que hasta hacía un rato se había
estado manoseando con un extraño que había desaparecido como si nunca hubiera
existido.
Jaejoong suspiró.
A decir verdad, deseaba bailar y se arrepentía de no haber aceptado la
invitación del hombre que se había ido al casino. Pero deseaba bailar con Yunho.
— ¿Por qué
esperar? —balbuceó.
Había escuchado
a Junsu decir varias veces, cuando no tenía novio, que a él no le importaba
sacar a bailar a un hombre y que siempre era divertido notar la expresión de sorpresa
que les despertaba ver esa actitud en un hombre. Claro que, desde que él era
adolescente hasta ahora, los hombres habían cambiado mucho, y ahora sacar a
bailar a un hombre era algo muy común. Incluso Yunho estaría acostumbrado a
eso, pero tal vez no se esperara que fuese él quien se atreviera a hacerlo.
Quizás fue el
alcohol que había bebido, que aunque fuera poco siempre lo animaba a hacer
cosas que en todas sus facultades no se atrevería, o el impulso de sus propios sentimientos,
pero de repente se halló de pie, caminando con paso lento hacia los sillones
donde Yunho y sus conocidos conversaban.
Yunho no se
percató de la presencia de Jaejoong hasta que estuvo frente a él, con su luminosa
ropa blanca encandilando a todos. Giró la cabeza para mirarlo y en sus ojos
brilló por un instante la confusión. Quizás temía que él le hiciera una escena
frente a los japoneses, pero a Jaejoong ni se le había cruzado por la cabeza
algo como eso. No tenía nada que reclamar, porque Yunho no le había prometido
nada. Sin embargo, algo lo llevaba a él, una atracción que a pesar de saber
inconveniente, no podía evitar. La misma que a él lo había llevado a él.
— ¿Bailarías
conmigo? —preguntó extendiéndole la mano. Conservaba una sonrisa tímida en los
labios. Él jamás había sacado a bailar a nadie.
—Hola —alcanzó
a soltar él. Jaejoong amplió la curva en sus labios.
—Hola —replicó.
—Yo… no bailo.
Jaejoong se
puso serio y rojo de repente. Se sentía tan tonto, tan humillado de nuevo, que
le temblaron las piernas. Dejó caer la mano despacio. Él lo expulsaba. Otra
vez. ¿Cuándo se cansaría él de exponerse a sus rechazos?
—Comprendo
—dijo—. Disculpa la molestia.
Se volvió sobre
los talones tan rápido que temió por un momento coronar aquella escena con un
tropezón. Por suerte eso no ocurrió. Dio un paso adelante para alejarse lo más
rápido posible cuando la voz de Yunho lo detuvo.
— ¡Jaejoong!
—gritó él.
Recordaba su
nombre. ¡Se acordaba de él! Jaejoong se volvió de inmediato. Yunho se había
puesto de pie y se le acercaba para poder hablarle sin que los demás oyesen.
—De verdad estaría
encantado de bailar contigo — confesó—, pero yo no sé bailar.
Jaejoong no
tenía idea de si él le mentía —como había pensado en un primer momento—, si se
había sentido culpable por haberlo rechazado de modo tan brusco, o si en verdad
deseaba bailar con él.
Yunho tampoco
tenía idea de lo que estaba haciendo. Si lo sacaban a bailar, decía que no y los
hombres se volvían a veces haciéndole una mueca graciosa de enfado o como si nada
hubiera ocurrido. Jaejoong era distinto. A Jaejoong su rechazo sincero le había
dolido.
Pero él no se
le acercaba por culpa. Ni siquiera sabía por qué lo hacía, pero no estaba
mintiendo.
—Está bien
—replicó él, cauteloso—. No tienes que darme explicaciones.
—Enséñame.
Jaejoong se
quedó congelado. No entendía nada.
—No quiero tu
lástima, Yunho —farfulló—. Prefiero un rechazo sincero que una mentira piadosa.
En serio.
—Enséñame
—repitió él, muy sereno.
Jaejoong percibió
que Yunho no mentía. Gozaba de la música, pero no se atrevía a moverse al ritmo
de ella. Incluso, como prueba irrefutable de que era sincero, fue él quien esta
vez le tendió la mano. Jaejoong la miró humedeciéndose los labios.
—Está bien
—concedió antes de tomarla.
El contacto
volvió a ser abrumador; silencioso, pero intenso. Las manos unidas no pasaban
desapercibidas para ninguno de los dos.
—Tú dirás
—indicó Yunho, siempre de buen humor. Jaejoong sonrió. Él le contagiaba su
excelente estado de ánimo.
—Te gusta esta
música, ¿cierto? —preguntó.
—Mucho
—respondió él.
—Se nota. Eso
es bueno. La base del baile es que al bailarín le guste la música, porque eso
hace que la sienta. Si lo disfrutas, los pasos salen solos.
—Suena muy
fácil, hacerlo es lo difícil —bromeó Yunho —. Lo cierto es que me da bastante
vergüenza bailar.
Jaejoong frunció
el ceño. ¿Vergüenza? Si Yunho no sentía vergüenza de nada.
— ¿Vergüenza,
tú? —se le escapó.
—A veces pienso
que es un poco tonto.
— ¿Bailar? —él
asintió—. ¡Oh, pero qué lindo es ser tonto! —exclamó él—. ¡Mira cuán tonto soy!
Y a
continuación dio algunos saltos al ritmo de Sweet dreams, La
Bouche. Después alzó los brazos y dio una vuelta dejando escapar un grito que,
entre el sonido estridente de la música y las personas que allí se encontraban,
pasó desapercibido. Yunho soltó una risa tan sincera que le iluminó la cara.
— ¿Me veo tonto?
—lo interrogó Jaejoong.
—Te ves
maravilloso —replicó él. Lo admiraba.
—Mira, tienes
que hacer así.
Para mostrarle
el paso, que de todos modos no era demasiado complicado, Jaejoong se tomó de
los hombros de Yunho, y él lo tomó de la cintura. Por un momento olvidó las sensaciones
que él le transmitía y quedó tan cerca de su cuerpo que estas volvieron a
acosarlo. El aroma de la piel masculina lo envolvió hasta hacerle perder la
razón. Por eso tembló entre sus brazos y lo miró con los ojos centelleantes.
Lo extrañaba,
lo quería. Y se lo demostró con la mirada. Yunho pensó que tenía que romper esa
cercanía con urgencia. Entonces lo soltó y comenzó a bailar. Pretendía hacer
que él se olvidara del contacto que habían mantenido, y de hecho lo consiguió.
El motivo fue que, cuando quería, bailaba muy bien, casi parecía haber bailado música
electrónica toda la vida y estar reprimiendo el ochenta por cien de todos los
movimientos que podía llegar a hacer.
Jaejoong se
cruzó de brazos y dejó escapar una risita.
—Bailabas esta
música cuando eras adolescente, ¿no? —arriesgó, intuitivo. Yunho se sintió
descubierto, por eso se detuvo.
—Aprendo rápido
—se excusó.
— ¿Tan rápido?
—él fruncía el ceño.
—Así es cuando
uno tiene buenos maestros —bromeó, quieto. Jaejoong rió.
— ¡Creí que la
eminencia eras tú! —respondió—. Solo que deberías asistir a clase más seguido.
Yunho soltó
otra risa.
— ¡Ah, bueno!
¿Quién te mantiene tan bien informado?
—No puedo
decírtelo.
—Oh, sí, claro
que puedes. Decímelo.
—Mmm… está bien
— Jaejoong consideró que no había nada de malo en contarle que se había
encontrado con uno de sus alumnos—. Creo que se llamaba Hyun Joong. Hyun Joong,
sí.
Yunho lucía de
buen humor, atractivo y juvenil, siempre acelerado; tenía una personalidad
arrolladora. Entrecerró los ojos, pensativo. Fue un gesto que dejó a Jaejoong sin
cordura y sin pudor.
Le dolió el
corazón de tanto amor que albergaba dentro. Sentimientos que debía guardar
porque Yunho no quería que se los dieran. Y aun sabiendo todo eso, no puedo
resistirse a sus impulsos.
Dio un paso
adelante, se puso en puntas de pie y lo besó. Cuando los labios de él se
asentaron sobre los suyos, todo el cuerpo de Yunho se convirtió en roca. Si no
lo hacía, acabaría destrozado, lo sabía, y jamás lo permitiría. Necesitaba que
el beso acabara, pero no quería.
A él también le
dolió el corazón pensando que era un egoísta por sentirse a gusto con el beso.
¿Qué podía dar a un hombre como Jaejoong, si no era dolor y amargura?
Por suerte o
por desgracia, Jaejoong pareció darse cuenta de lo que hacía muy pronto porque
se despegó y se esforzó por apartarse. Egoísta como era, Yunho se lo impidió
tomándolo de la cintura.
—Perdón —masculló
él, rojo de vergüenza.
—No hay
problema —respondió él, que pretendía tomarse el beso robado con la naturalidad
que siempre fingía.
La reacción de Jaejoong
había sido juvenil e impulsiva, la de un hombre enamorado. Y eso destrozó sus
planes.
No quería que Jaejoong
se sintiera mal por lo que acababa de hacer. De hecho quería que se olvidara de
él porque era lo más conveniente, sin embargo no conseguía relegarlo de una
buena vez. Si él se le acercaba, ahí estaba él dando respuesta. La cosa se le
estaba yendo de las manos como se le iba de las manos el cuerpo de Jaejoong,
que dio un prudente paso atrás para alejársele.
Entre tanto, Heechul
entró al salón y buscó a Yunho en los sillones.
Al ver a dos de
los japoneses, se les acercó.
—Señores. ¿Y Yunho?
—preguntó.
—Bailando
—respondió uno. Heechul rió con superioridad. Él conocía todo de Yunho. Todo.
—Eso no puede
ser —discutió, convencidísimo—. Yunho no baila.
— ¿No es aquel
el señor Jung? —dijo el otro japonés, señalando la pista.
Heechul se dio
la vuelta como en cámara lenta. La imagen se le clavó en la boca del estómago
como una flecha. ¿Quién era ese chiquillo al que Yunho miraba a los ojos con
tanta insistencia? ¿Qué pretendía obtener?
Yunho no
apartaba los ojos de Jaejoong, y Jaejoong se daba cuenta de que él lo
estudiaba, de que las palabras se agolpaban en su cerebro, pero no se atrevía a
decir nada.
—Habla —pidió—.
¿Qué pasa?
—No fui honesto
contigo —acabó por decir Yunho —. Y estoy arrepentido. Tú… no lo merecías.
Jaejoong sintió
que el aire lo abandonaba. Una electricidad recorrió su columna y las preguntas
se esparcieron por su mente como un huracán. Yunho era tan complejo, tan
extraño. En un momento reía como el hombre más feliz del mundo y al otro lo
miraba con esos ojos cálidos de niño. Un instante lo abandonaba solo en un cuarto
de hotel y al otro le pedía disculpas.
—No hablemos de
eso —decidió proponer y sonrió en busca de alivianar la carga del hombre. Se
hacía evidente que llevaba una—. Empecemos de nuevo. Soy Kim Jaejoong —dijo con un tono de voz sutil—. ¿Tú eres…?
—Yunho.
Solo eso, un
nombre muy corto que casi parecía de otra lengua. Apenas un nombre, como si así
él representara su yo escondido o deseara ser otra persona.
Yunho parecía
hipnotizado por Jaejoong o por lo que él obraba en él. Hasta que un destello
rojo lo arrancó de la ensoñación y lo hizo girar la cabeza.
— ¡Oh, hola, Yunho!
—Exclamó Jaejoong, ajeno a los pensamientos del hombre—. ¿Qué puedo hacer por
ti?
Yunho volvió a
mirarlo con intensidad abrumadora, tan veloz como el sonido.
—Me tengo que
ir —dijo de repente. Sus ojos se tornaron fríos, su voz superficial—. Que te
diviertas.
Después de
decir eso, lo abandonó como lo había soltado en el bar y en el hotel. Como si
jamás lo hubiera tocado, como si deseara que él no existiese. Jaejoong lo vio
volver con sus conocidos y creyendo que comprendía mejor la situación, se
alejó.
— ¿Terminaste
la escenita romántica con ese chiquilino? —preguntó Heechul con sorna cuando Yunho
se acercó a los japoneses, que se hallaban de pie en la misma ronda de
conversación que él.
Él lo tomó del
brazo sin condescendencia. Se lo apretó hasta casi dejarle una marca y le habló
al oído.
— ¿Y tú
terminaste con Choi Siwon?
Heechul dejó
escapar una de sus risas histéricas y se soltó del apretón que Yunho, consciente
de que podía hacerle daño, ya había aflojado.
—Fue encantador
que te acostaras con su hijo por despecho. Nunca nadie había hecho algo así por
mí.
Yunho apretó
los dientes antes de mascullar:
—Nadie lo hizo,
y mucho menos yo.
Y se encaminó a
la puerta.
Oh! Este asunto se pone muy interesante.
ResponderEliminarEsperare con ansias el sig capitulo!!!
maldito hombre de rojo yo si que te odio jeje, muy bueno el fic, espero que sigan quedandose mis comentarios
ResponderEliminarcreo que jaejoong la regó...debió irse con el hombre que lo invitaba...
ResponderEliminaryo creo que yunho no sirve para nada...esta defectuoso...y desafortunadamente ete hombre parece sangano cerca de el..
en fin veremos que pasa.
gracias por otro capitulo...
me largo es hora de dormir. te cuidas bay.
kdjkd la verdad que Yunho me esta colmando mi inmensa paciencia, que mania de dejar botado a Jae y menos por ese pelirrojo que al parecer le ha hecho mucho daño. De una vez es hora que Jae le de su merecido a Yunho por ser tan tonto.
ResponderEliminarLos capitulos cada vez mas interesantes unnie.
Pucha JJ tiene que dejar de creer en YH es que en serio no pudo creer q aún siga confiando en él..
ResponderEliminarLo q se traigan heechul y Yunho lastimara a Jae?? Esq no soportaría verlo sufrir más
-corre a leer el próximo cap-
Cada vez esta esto más interesante y con ansia de saber que tiene que ver en realidad Heechul con Yunho y Siwon. Espero que no hagan sufrir más a Jaejoong y que su suerte se mejoré y mucho. Gracias.
ResponderEliminarcuando yunho le rechazo la invitación para bailar a jaejoong mi corazón se estrujo </3 ToT fue horribleee.. como se habrá sentido jae :(
ResponderEliminarhechul me da cólera y por que yunho le saca en cara su relación con siwon a el no le debería de importar ??(`ー´)
Pinche YH me caes como el hígado !!! Iban bien y tenías que arruinar,o ó!!?
ResponderEliminarPor qué siempre JJ tiene que ser el que lo busque? Joder, que sea YH !!!
Heechul me caes mal!
Lo hace porque sabe la clase de arpía que se volvería Chul si se entera de ti!!! No lo dejes Jae!!! Tiene que darse cuenta el sonso de Yunho que ya se enamoró!!! -porque eres tan lento Yunho- *^*
ResponderEliminarOtra vez me dan unas ganas de golpear a Yunho, porque es tan tonto y se aleja así de Jae cuando aparece el otro... grr Jae debe de alejarse y hacer que Yun lo busque.
ResponderEliminar