Epilogo
Seis meses después.
Jaejoong debería estar agotado,
pero estaba en las nubes. Su jornada de abrir las puertas del Sugar Dance de
San Francisco había sido un éxito enorme.
Los periodistas lo habían
cubierto, los críticos gastronómicos habían ido, los blogueros habían llenado
sus mesas y tantos clientes potenciales habían entrado y salido que era todo
una confusión de puro entusiasmo. Mientras la limusina se deslizaba por entre
las calles oscuras, se encontró a si mismo balbuceando.