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La proposición


Capítulo 35

Martes por la tarde, Jaejoong se detuvo en la puerta de la habitación privada en el hospital.
—¿Kang Joon?
—Jaejoong. —El joven se veía pálido, un poco magullado y muy cansado en la cama. Él silenció la TV—. ¿Está Yunho contigo?
La esperanza y el miedo hicieron su voz desigual. ¿Acaso dudaba que Yunho estuviera allí?
—Me encontrará aquí. ¿Está bien si espero contigo?
—Por supuesto.
Jaejoong entro a la habitación.
Su mirada se amplió.
—Ah mierda, tu cara.
Sonaba tan herido, Jaejoong trató de bromear y hacer que se sintiera mejor.
—Deberías ver al otro tipo. Está en el hospital.
—Probablemente se lo merecía. —Él apartó la mirada hacia la ventana.
Este chico cargaba demasiada culpa.
—Lo que te mereces es que tus amigos, las personas que se preocupan por ti, estén aquí para ti ahora. —Esta era la razón de por qué Jaejoong había cerrado su tienda temprano para venir a visitarlo. Yunho le había dicho que Kang Joon estaba teniendo un mal rato. El cardiólogo estaba preocupado por su depresión.
Jaejoong entendía todo demasiado bien. Pero Jaejoong había tenido un sistema de apoyo con el que podía contar. Claro, que había tenido problemas con Ryu Jin, pero su familia había exigido la mejor atención para él. Sabía que se iba a la casa de sus padres.  
Hasta donde sabía, Kang Joon no tenía familia alrededor. Yunho había dicho que lo habían encontrado a los dieciséis años.
—Young Jae quería venir a verte hoy. Le hablamos de ello, que involucró promesas de helados de cereza y yo horneándole todo lo que quiera demandar, pero finalmente accedió a esperar a verte cuando llegues a casa en un día o dos.
—¿Crees que Yunho me deje volver a la casa de huéspedes? ¿Hasta que se me ocurra algo? —Echando la cabeza hacia atrás contra las almohadas, agregó—: no sé cómo voy a pagar todos los gastos médicos.
El peso de la preocupación del chico era tan espeso, que Jaejoong casi se estranguló.
—Oh Kang Joon.
—Vendrás a casa. —Yunho lo interrumpió cuando entró en la habitación. Se detuvo a su lado, su presencia persiguiendo algunos de los temores persistentes de Kang Joon—. Tienes seguro médico como mi chofer. Todo está cubierto.
Jaejoong sabía más que eso. Habría algunas cuentas, pero sospechaba que Kang Joon nunca las vería.
Yunho apoyó una mano en el bíceps de Kang Joon.
—Ni se te ocurra pensar en volver a la lucha subterránea. Siwon y yo te encontraremos y te prometo que no te va a gustar cuando lo hagamos.
Jaejoong se tensó ante el tono áspero de Yunho. ¿Había amenazado a Kang Joon?
—Pero mis posibilidades en UFC han terminado. No puedo obtener el alta médica con una enfermedad cardíaca. No tengo nada más.
Jaejoong miró a Yunho. La cicatriz en su boca se blanqueó.
—La cagaste. —Se pasó la mano por la cara—. Lo que no entiendo es por qué. Eres bueno, no necesitabas esa mierda.
Kang Joon miró a Jaejoong, luego a la TV silenciada en la pared.
Esta era su señal para darles un poco de intimidad. Le dolía el corazón por Kang Joon. Quería abrazarlo y decirle que todo iba a estar bien, pero no era tan fácil. Sin embargo, ¿Yunho tenía que ser tan duro? Luchando con el impulso de pedirle a Yunho que fuera más agradable, Jaejoong dijo:  
—Tengo que ir a hacer una llamada telefónica. Vendré a verte de nuevo un poco más tarde.
Se dirigió hacia la puerta cuando oyó que Kang Joon dijo:
—Yo quería ser como tú. Me diste esta oportunidad y no quería fallar. —Su voz se quebró.
Jaejoong se apoyó en la pared exterior de la habitación y cerró los ojos. Sabía lo que era intentar tan duro estar a la altura de lo que creías que alguien quería de ti. Había intentado con sus padres, especialmente su madre. Y con Ryu Jin también. Sabía que eso no funcionaba, que llevaba a tomar malas decisiones y por Kang Joon, que estaba tomando esteroides. Por favor, Yunho, entiende que te adora el chico. Te necesita.
—Jesús, hijo. —La voz de Yunho fluía a través de la puerta abierta—. No lo entiendes. No me fallaste. Estoy aquí por ti no importa lo que hagas. —Hubo una pausa luego continuó Yunho—. Te fallaste a ti mismo con una decisión estúpida. Ahora no te dejaré fuera de mi vista hasta que consigamos atravesar esto y averigüemos lo que quieres hacer con tu futuro. Una vez que estés bien, puedes volver a ser mi chofer hasta que decidas.
Una corriente de amor cálido para Yunho llenó sus venas y relajó sus músculos. Empujando la pared, se dirigió a la sala de espera. Pasó una hilera de ascensores y echó un vistazo a un par de personas esperando.
Una corriente de espigas heladas se deslizó a lo largo de su lado derecho. Súbito, temor caliente fijado atravesando su pecho. Líneas onduladas afilaron su visión. Su frecuencia cardíaca se disparó hasta que sintió cada punto del pulso en su cuerpo.
Dos personas a su derecha. Una mujer en los matorrales.
Y él. El hombre de la fotografía. El hombre que había sostenido a Ryu Jin y le dijo: Consecuencias, Dr. Lim.
¿Era posible o Jaejoong se imaginó lo que vio? Al frente había una sala de espera con sillas de madera con marcos típicos y cojines de color borgoña. Podría mantenerse derecho ir y sentarse en una de esas sillas. Diciéndose a sí mismo que estaba teniendo un ataque de pánico. Que no era real, que estaba molesto por Kang Joon. Demonios, tal vez era una reacción tardía del accidente de auto.
Podía correr. Ocultarse.
O podría enfrentarse a su pasado. Descubrir la verdad.  
A pesar de que todos estos pensamientos corrían por su mente, Jaejoong volvió la cabeza.
Allí, enmarcado en la puerta abierta del ascensor frente a él, estaba ese hombre. Más alto que Jaejoong, tal vez uno ochenta, su larga cara cortada por una barba de chivo oscura y sus ojos...
Como el chocolate congelado que si lo mordías con mucha fuerza, te destrozaría los dientes.
No podía respirar, no podía tomar aire. Líneas onduladas persiguieron atravesando su visión. Casi podía ver ese bate viniendo hacia él.
¡No, por favor, por favor! Su propia voz gritando en su cabeza. Jaejoong había gritado, suplicado, tan confundido y aterrorizado.
Parpadeó ante el flashback, centrándose en el ascensor y el hombre clavando la vista en Jaejoong. Las puertas del ascensor comenzaron a deslizarse cerrándose.
Él se movió, su mano capturando las puertas, impidiendo su cierre.
¿Venía por él?
—No. —Su voz lo sobresaltó, rompiendo el miedo sosteniendo a su rehén. No entres en pánico, Jaejoong. Vive. Las palabras de Yunho de la otra noche las llevó a la práctica. Yunho estaba allí, al final del pasillo.
Llega a Yunho.
Jaejoong se dio la vuelta y trató de correr, pero su pierna casi se torció. Se agarró a la pared, cogió el equilibrio y siguió su camino.
Apresurándose. Desesperado. No mires atrás.
¿Lo estaba siguiendo?
* * * *
—Su nombre es Finn. Solo lo vi un par de veces. Obtuve su información de contacto de un chico en el gimnasio.
Yunho mantuvo su voz tranquila. Responder sus preguntas era bastante estresante para Kang Joon.
—¿Uno de mis luchadores? —¿A qué profundidad habían penetrado los esteroides su organización?
—No. Solo un tipo trabajando fuera. Hablamos un par de veces y me contó sobre Finn quien vende esteroides que pueden superar las pruebas. Me dio un número de teléfono. Un teléfono con una grabación.
—Necesitaré ese número. ¿Qué hace este Finn…? —Yunho cortó ante el sonido de arrastre y jadeante tras él. Se dio la vuelta. Todo lo que vio fue la cara muy pálida de Jaejoong antes de que Jaejoong tropezara en sus brazos. Yunho lo atrapó automáticamente.
Cristo, estaba temblando. Nadie lo seguía a la habitación, así que ¿qué demonios?
—¿Qué pasa con Jaejoong?
Yunho miró a Kang Joon. Maldición, el chico no necesitaba estrés adicional.
—Ataque de pánico. Todo está bien. —Levantando a Jaejoong de sus pies, se dejó caer en una silla con Jaejoong en su regazo. Yunho deslizó su mano debajo de su camisa para extender los dedos por encima de su húmeda sudorosa espalda.
Jaejoong no se asustaba tan fácilmente como antes. La preocupación comía su columna. Algo había sucedido.
—Mírame.
Jaejoong inclinó la cabeza erguida. Sus pupilas estaban dilatadas y los ojos nadaban de ansiedad.
—Bien, ahora respira. Te tengo. —La necesidad de revisar las salas para ver lo que lo asustaba luchaba con su compulsión de calmarlo y consolarlo.
—Él. Lo vi.
Su voz raspó y el pulso en su garganta saltó esporádicamente. Se acurrucó apretado contra Yunho, más asustado de lo que lo había visto.
—¿Quién?
—El hombre de la fotografía.
Fuego explotó en sus entrañas.  
—¿Dónde? —¿Ese hijo de puta que lastimó a Jaejoong había estado en este hospital? ¿Cerca de Jaejoong? Furia asesina rugió en su cabeza. Lo levantó de la silla y llego a la puerta en dos zancadas con Jaejoong aferrado en sus brazos. Deslizó a Jaejoong a sus pies mientras exploraba por el hombre que lo había aterrorizado.
—Se fue. Estaba en el ascensor. —Sus dedos se clavaron en su brazo—. No me dejes. Por favor.
Su súplica desesperada cortó su necesidad hirviente de matar. Se arrastró en un suspiro y se volvió hacia Jaejoong.
—No voy a dejarte, nene. Si Kang Joon no estuviera enfermo, entonces él te protegería y yo estaría sobre ese hijo de puta. —Lo estrechó en sus brazos, sosteniéndolo contra él—. Pero no voy a dejarte sin protección. Sabes eso.
Su corazón golpeó contra sus costillas, aunque su temblor se desaceleró y se apoyó en Yunho. Se había dirigido a él. Derecho a él. Se había lanzado a sus brazos, a sabiendas de que estaría para atraparlo. Sostenerlo. Protegerlo.
Amarlo.
Dios, lo amaba. Yunho nunca se había sentido tan poderoso o completo. Ni siquiera cuando había ganado campeonatos. No hasta ahora.
Jaejoong, su hermoso sobreviviente trabajando tan duro para ser fuerte, confiaba en él lo suficiente como para apoyarse en él cuando lo necesitaba. Dejarle ser fuerte para Jaejoong hasta que pudiera manejar la situación. Y Jaejoong se ocuparía de eso, siempre lo hacía. Pero Jaejoong le dio esto, la oportunidad de ser su fuerza durante unos minutos mientras se recuperaba.
Yunho se pegaría un tiro en las bolas antes de decepcionarlo.
El tipo que vio se había ido, por lo que lo llevó a la habitación para ver a Kang Joon mirándolo con asombro. Kang Joon había llevado a Yunho por ahí con algunas acompañantes. No podía perderse que si bien Yunho había mantenido a los otros a distancia, había movido a Jaejoong derecho a su vida. Así que ¿por qué tenía esa mirada de asombro en su rostro?
—¿Qué?
—¿Lo harías? —preguntó Kang Joon—. ¿Todavía?
Yunho escondió a Jaejoong a su lado, sacó su teléfono y desplazó sus contactos, manteniendo un ojo en la puerta por si acaso.
—¿Hacer qué?
—¿Confiar en mí para proteger a Jaejoong?
Obligó a sus ojos a la cama. Kang Joon había cometido un error, sí, pero eso no cambia quién era el hombre.
—¿Lo protegerías?
Su mirada era solemne.
—Con mi vida.
—Entonces sí. —Hizo la llamada—. Liza, contacta a Jack en Investigaciones McVey. El hombre de la foto que envié a Jack el sábado fue visto en el hospital hace unos minutos. Quiero que busque y examine el video de seguridad de la cámara. —Colgando, cambió a Jaejoong—. ¿Me puedes decir lo que pasó, lo que el hombre estaba haciendo? ¿O necesitas un par de minutos?
Sus pupilas estaban volviendo a la normalidad.
—Estaba caminando más allá de los ascensores a la sala de espera. Eché un vistazo a las dos personas que estaban allí. Todo ocurrió tan rápido. Ya había dado la vuelta y di otro paso cuando empecé a entrar en pánico. Como si mi subconsciente comprendiera lo que vi antes de que mi cerebro lo captara.
Su discurso comenzó lento y vacilante, pero ahora estaba corriendo. Escuchó, dejando que le contara a su manera.
—Para cuando me volví a mirar, él estaba en el ascensor mirándome. Como si me reconociera. El ataque de pánico golpeó con fuerza, junto con flashbacks. No pude moverme hasta que vi que levantó una mano para detener las puertas de cerrarse. —Puso su mano sobre su pecho—. Escuché tus palabras en mi cabeza diciéndome que no entrara en pánico, para vivir. Tuve que llegar a ti.
Yunho cubrió su mano. Luchó por su voz.
—Exactamente lo que deberías haber hecho.
—Me crees.
No era una pregunta.
—Cada palabra. —Podría estar equivocado, el tipo podría haberse simplemente parecido al hombre que Jaejoong recordaba, pero no lo creía—. Desde que lo viste, sabemos que está aquí en la ciudad y mis investigadores lo encontraran. Tal vez tiene a alguien en el hospital que está visitando. Haré que lo vigilen. Déjame terminar con Kang Joon y nos pondremos en eso.
Jaejoong asintió, se inclinó para abrazarlo y luego trató de alejarse.
De ninguna manera. Yunho lo abrazó contra su costado con el brazo alrededor de su hombro, donde sabía que estaba a salvo. Centrándose en Kang Joon, dijo:
—¿Dónde estábamos?
—Finn.
—Cierto. —El que le vendió a Kang Joon los esteroides diseñados—. ¿Cómo luce Finn? —Necesitaba todos los detalles que el chico pudiera darle.
Kang Joon jugueteó con la cinta que sostenía el suero en el dorso de su mano.
—No pasa del metro ochenta. Llevaba una gorra de béisbol o gorro cuando lo vi. Ojos marrones oscuros. —Dejando la cinta, se acarició el mentón con barba de tres días—. Tenía una barba de chivo también.
Jaejoong se tensó.
—¿Una clase de círculo? —Apartándose de su hombro, dibujó un dedo por la barbilla y el labio superior—. ¿Corte cerca?
El cabello en el cuello de Yunho se erizó.
Kang Joon frunció el ceño.
—Sí, creo que así. ¿Por qué?
Jaejoong buscó en sus vaqueros y sacó su teléfono.
—Espera, lo tengo...
Yunho dejó caer su mano a su cadera, dándole espacio para desplazarse. Cuando tocó la pantalla, agrandando la foto, Yunho vio al hombre de su habitación en el hospital. El que había visto en el pasillo. Perilla en círculo exactamente como le había preguntado a Kang Joon. ¿Era posible? ¿Podría ese chico que había estado involucrado en el ataque a Jaejoong, que tenía alguna relación nefasta con Ryu Jin, ser su distribuidor de esteroides?
Lo miró a los ojos.
—Muéstrale.
Jaejoong, su mano firme como roca, se lo tendió.
Kang Joon se inclinó para estudiarla.
Un segundo pasó. Luego otro.
Por último, Kang Joon respondió:
—Ese es Finn.
Jaejoong dejó caer su mano y se volvió, sus ojos oscuros radiantes y un rubor se levantó sobre sus mejillas.
Yunho no podía apartar la mirada de Jaejoong. El hombre asustado que había sostenido hace instantes desapareció mientras la fuerza en Jaejoong apareció.
La energía eléctrica arqueó entre ellos, una fuerza poderosa que sostuvo a Yunho cautivo.
—¿Recuerdas cuando me preguntaste si yo era lo suficientemente bueno para hacer esteroides diseñados?
Lo que recordó estaba derramando su preocupación y la culpa hacía Jaejoong, diciéndole que no sabía que Kang Joon se estaba dopando. Y Jaejoong lo había consolado. El hombre había estado en un maldito accidente de auto solo unas horas antes, había estado con dolor y miseria, pero Jaejoong lo había consolado. En ese instante cuando la magnitud de lo mal que le había fallado a Kang Joon intentó ahogarlo, Jaejoong había sido su bote salvavidas.
—Dijiste que no.
—No. Pero Ryu Jin sí.

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