Capítulo 29
Una
furiosa tensión roía los músculos del cuello de Jaejoong Kim mientras conducía
por las calles, dirigiéndose a una confrontación.
Yunho Jung no era un asesino.
No iba a dejar que su madre o su culpa lo convirtieran en uno. Ya había
cometido un error al pensar que Yunho vendría a hablar con él. En su lugar,
había enviado un mensaje de texto.
Vas a
mantener el equipo de seguridad hasta que esto termine. No es negociable.
Le dolía el pecho. Ya era
bastante malo que su madre hubiera entrado en Sugar Dancer, dejando caer la
bomba a cerca de Yunho, el objetivo de venganza contra el asesino de su
hermana. Ah Hyun Jung era una mujer horrible y una peor madre. Yunho no le
había mentido sobre eso.
Su enorme casa se alzaba
mientras estacionaba en el camino de entrada y las puertas de seguridad se
cerraron detrás de él. Jaejoong tomó una profunda respiración, tratando de
poner bajo control su ansiedad. ¿Por qué no había venido a hablar con él?
¿Creía que Jaejoong iba a abandonarlo cuando las cosas se pusieran difíciles?
El silencio duele. Se armó de valor, se negó a retirarse y esconderse.
Después de aparcar el auto,
irrumpió en la casa de Yunho, entró sin llamar y giró a la izquierda a la sala
familiar.
Young Jae lo miró desde su
silla. El hombre parecía más viejo y más delgado desde que lo había visto la
noche anterior. Más dolor desgarró a Jaejoong. En cuestión de semanas había
llegado a amar a Young Jae y lo estaba perdiendo más cada día. Se estaba
destruyendo Yunho junto con su obsesión de venganza.
Pero al tratar de ayudar a Yunho,
Jaejoong estaba seguro de una cosa: tenía un aliado en Young Jae y eso le dio
fuerzas.
—¿Dónde está?
Poco a poco, Young Jae se puso
en pie. Jaejoong se apresuró a tomar su brazo.
—¿Mal día? —Su rostro era una
máscara gris. El dolor debía ser horrible—. Encontraré a Yunho, sigue
descansando.
—Tengo que moverme un poco. Yunho
está en su estudio.
Ajustó el ritmo de sus pasos
al de los pies de Young Jae arrastrándose, aguantando tanto de su peso como
podía sin que su pierna se le doblara.
Se abrieron paso a través de
la cocina y el garaje. Cada paso parecía ser una lucha para Young Jae y
finalmente Jaejoong le preguntó:
—¿Has tomado los medicamentos
para el dolor?
—Más tarde. —Lo llevó al
garaje.
La tensión de su voz le
preocupaba.
—Vamos a volver a la casa.
Necesitas morfina —pero eso a veces le causaba problemas estomacales— ¿O estás
con náuseas?
Hizo una pausa y lo miró.
—Estoy bien, pero Yunho no lo
está. Nunca lo está después de tratar con su madre.
—¿Te contó que Ah Hyun vino a la
tienda? ¿Y lo que dijo? —Por supuesto que lo hizo. Young Jae era la única
persona de confianza para Yunho.
Mientras que Jaejoong había
querido ser alguien de confianza también se alegraba de que tuviera a Young Jae.
—¿Sabes lo que está planeando?
Young Jae asintió.
—No he sido capaz de
convencerlo de no matar a Foster. —Sus palabras eran tan pesadas como su
mirada—. Tengo esperanzas de que puedas llegar a él. Y que lo ames lo
suficiente para no darte por vencido con él.
Jaejoong contuvo el aliento. No
era una cuestión de amor, sino de los sentimientos de Yunho hacia él. Sus
emociones se agitaron y se revolvieron en ansiedad. ¿Y si no podía conseguir
llegar a Yunho?
Antes de que pudiera decir
nada más Young Jae comenzó a caminar de nuevo, pasando los autos perfectamente
alineados hasta que llegó a otra puerta. La abrió, revelando una habitación
enorme con techos altos. Jaejoong no había estado aquí antes. Espejos cubrían
dos paredes y la tercera mostraba armas de artes marciales. El último equipo
tenía pesos y una bolsa pesada, el centro de la pista estaba cubierto con esteras
azules. Pero nada de eso importaba una vez que su mirada se topó con Yunho.
Vestía pantalones cortos y una capa de sudor. Transfigurada, trató de seguir su
velocidad a medida que avanzaba.
—Está haciendo secuencias de
nivel maestro de Tae Kwon Do —dijo Young Jae.
La belleza y el poder lo
dejaron sin aliento. Yunho controla cada golpe, giro, patada y retroceso. En un
momento, hacía unas lentas y precisas acciones similares a las que plantea el
yoga y al siguiente, lanzaba un salto y patada tan alto como su cara.
Nunca había visto este lado de
Yunho. Era tan extraordinario que se sonrojó ante su recuerdo enseñándole
defensa personal. Demonios, a veces solo un sencillo paso hacía que su pierna
cediera y Jaejoong tropezara, mientras que Yunho parecía desafiar las leyes de
la física y la gravedad. ¿Por qué había accedido a perder su tiempo
enseñándole?
Debería irse. ¿Había venido
aquí para qué? ¿A gritarle porque a él no le había importado lo suficiente como
para hablar con él? Pero viéndolo ahora, estaba claro que estaba tan fuera de
su alcance, la humillación ante su propia estupidez rodó por su cara y pecho.
¿Cómo podía haber pensado que
quería una verdadera relación con él? ¿Del tipo de las que se apoyan el uno en
el otro? En cambio, lo había evitado e ignorado cuando él se convirtió en un
inconveniente.
Vete. Dada la
extrema concentración en la cara de Yunho, dudaba que supiera que él y Young
Jae se encontraban en la habitación.
Pero no podía obligarse a
apartar la vista. Al verlo ejecutar los movimientos con tanta fuerza compleja
que no podía nombrar, su último hilo de esperanza de que realmente pudiera amarlo
murió. Pero no iba a enfrentarse a Yunho sobre su supuesta relación. Tenía más
orgullo que eso, no importaba lo mucho que le doliera. No, estaba allí para
tratar de salvar a Yunho de cometer un error que lo arruinaría emocionalmente.
De alguna manera, tenía que hacerle ver que no era un asesino.
Jaejoong se volvió para mirar
a Young Jae, pero se había ido. Había estado tan absorto en Yunho, que no lo
había oído irse.
—Se fue hace un minuto.
Girándose, se agarró a la
pared para mantener el equilibrio.
—¿Sabías que estábamos aquí?
El pecho de Yunho subía y
bajaba y se pasó una mano por el cabello humedecido de sudor. Sus manos
hormigueaban por tocarlo, por trazar las líneas que reflejaban años y años de
severa dedicación. Siempre se había preguntado lo que lo llevó a entrenar tan
duro. Cambiando la mirada hacia el tatuaje reluciente bajo la nueva capa de
sudor, supo la respuesta, venganza para Mi Ja. Otra ola de dolor lo golpeó.
Cuando Yunho amaba, amaba profundamente y para siempre, como amó a su hermana
que había perdido a manos de un asesino.
—Siempre sé cuando estás cerca
de mí.
Oh no.
—No tienes derecho a decir
cosas como esas —una mezcla tóxica de furia y dolor lo encendió—. No viniste.
—Oh diablos, no quería decir eso. Pero Jaejoong se había sentado en su
panadería durante horas, pensando que Yunho aparecería. Que se preocupaba tanto
por él que iba a hacer algo. Cualquier cosa excepto enviar un mensaje de texto
de dos líneas.
Yunho dejó caer la mano, su
dura expresión suavizándose.
—Jaejoong…
—¡No! —Dios, esto dolía—. ¿Por
qué, Yunho? ¿Por qué mentirme? ¿Por qué me hiciste pensar que teníamos algo
real y duradero cuando pretendías destruirlo todo el tiempo? —Lágrimas de
humillación corrían por su rostro. Jaejoong estaba disgustado consigo mismo,
pero su boca escuchaba a su corazón no a su cerebro. Este no era el momento de
hablar con Yunho, no cuando él era un polvorín emocional. Se dio la vuelta,
llegó a la puerta y se fue.
Las enormes manos de Yunho
rodearon su cintura y lo atrajeron hacia su pecho.
—No llores nene. Por favor.
Su voz áspera al oído disparó
estremecimientos por el centro de su alma y un sollozo se escapó de su pecho.
Levantó sus piernas, bajó
hasta las esteras y lo sostuvo contra él.
—Nunca quise hacerte daño. No
podía dejarte ir —tomo una respiración entrecortada—. Sé que tengo que hacerlo
ahora. He estado entrenando durante horas tratando de permanecer lejos de ti.
No quería
dejarlo ir. Esas
palabras lo envolvieron tan fuerte como sus brazos. Jaejoong volvió la cara en
su pecho, su piel caliente y húmeda era una droga para sus sentidos
maltratados.
—No puedes hacer esto. —No
podía dejarle hacer eso. El horror de las palabras de su madre cuando entró en
la panadería estaba permanentemente marcado en su cerebro:
Yunho me puso
un objetivo en la espalda por testificar en contra de ese animal que mató a mi
bebé. Le dije que no lo hiciera. Él ya había hecho suficiente. La policía me
miraba como si estuviera descuidando mis hijos cuando estaba tratando de darles
una vida mejor.
Ah Hyun decía que Yunho tenía
que arreglar esto. Jaejoong le había preguntado qué es exactamente lo que se
suponía que Yunho tenía que hacer para arreglarlo, pero Jaejoong no estaba
completamente preparado para la respuesta.
—Matar a Lee
Foster. Entonces estaré a salvo y el mundo sabrá la verdad.
Yunho tiró suavemente de su
cabello, llevándolo de vuelta al presente. Sus ojos estaban tristes y turbados.
—Tengo que hacerlo.
Yunho creía eso. Jaejoong
podía verlo en sus ojos torturados.
—Esto es por lo que has
entrenado. Durante todos estos años.
—Sí.
Se había entrenado para matar
y sin embargo, acunaba a Jaejoong tiernamente en su regazo.
—¿Cuándo planeas matarlo?
¿Cómo? —Creía que lo sabía, después de haber deducido por algunas de las cosas
que su madre le había dicho. Pero quería oírlo de Yunho.
Yunho apoyó su frente contra
la de Jaejoong.
—Te diré lo que quieres saber
después de la ducha. Estoy sudando encima de ti.
—No me importa. —Se aferró más
fuerte a Yunho, un terrible presentimiento robándole el aliento. Si lo soltaba,
lo perdería.
—Tocarte solo está haciendo
esto más difícil. —Levantó la cabeza. En el espacio de un instante sus ojos se
vaciaron hasta ser de un plano color marrón.
Yunho se puso de pie y luego lo
deslizó hasta ponerlo de pie.
—Vamos a hablar porque tienes
que entender por qué debes mantener tu seguridad hasta que Foster esté muerto.
Escalofríos estallaron sobre
su piel. Alargó la mano para tocarlo y recuperar la conexión que había tenido
hace tan solo unos segundos.
—No lo puedes matar. Eso es
asesinato. —¿No lo entendía?
Dio un paso atrás, lejos de su
toque.
—He entrenado mucho y duro
para estar absolutamente seguro de que puedo matarlo. Y lo haré. —Se dio la
vuelta y salió.
* * * *
Después de la ducha, Yunho se
dirigió a la terraza. Jaejoong se sentaba en una silla de lona, su pierna buena
apoyada contra la barandilla y empujando la silla hacia atrás y hacia adelante.
El sol estaba cayendo sobre el océano, lanzando una luz suave sobre él. ¿Cómo
era posible que pudiera usar los pantalones vaqueros y la camiseta con la que
había trabajado todo el día y todavía verse más hermoso que los hombres con
trajes de noche?
Sabía la respuesta, porque Jaejoong
era real y honesto.
Todo en Yunho dolía por
recogerlo y llevarlo a su habitación, donde se podían escapar de todo lo demás
y solo estar juntos.
Sin su amigo muriéndose. Sin
un asesino en libertad. Sin la zorra de su madre acechando a su chico. Sin los
recuerdos de Mi Ja violada y asesinada. Y ningunas de las mierdas con las que Jaejoong
tenía que lidiar.
—¿Cómo pensabas que
continuaría esto, Yunho? Tenías que saber que me enteraría de tu plan, tarde o
temprano.
Su voz suave lo arrancó de sus
pensamientos. Tenía que hacerlo. Después de tirar la otra silla cerca de Jaejoong,
se sentó.
—Nunca pensé que me
importarías tanto. O que a ti te importaría yo. —No el dinero o el poder. Él.
Se pasó la mano por el cabello húmedo—. Esto no tenía que suceder. No se
suponía que sucedería.
—¿Y luego?
Ese era su chico. Jaejoong no
dejaba que evitara la pregunta.
—Después de la primera noche
que pasaste aquí, en mi cama, cuando todo se fue a la mierda a la mañana
siguiente, sabía que estaba en problemas contigo. Estabas tocando lugares en mí
que nadie más tocó nunca. Más tarde, esa mañana en tu apartamento, me dije a mi
mismo que tenía que irme y dejarte en paz. Sabía que iba a hacerte daño. No
tengo una excusa —dejó caer la mano—. No podía renunciar a ti. Sabía que todo
iba a irse al infierno. Te dije que arruinaría esto.
—Confiaba en ti. Te he contado
lo que no le he dicho a nadie más. Te di parte de mí que no le di a nadie más.
La herida sangraba a través de
su voz plana y le dio una patada justo en sus pelotas.
—Lo sé. —Eso es lo que lo
convertía en el peor de los imbéciles—. Yo he hecho lo mismo contigo.
—Te creo, pero todavía no
confiabas en mí con la verdad. En cambio tuve que averiguarlo a través de tu
madre.
Remordimientos por
decepcionarlo y por dejar que su madre se acercara a Jaejoong chocaban con
admiración. Su asustado niño repostero se transformó en un magnifico hombre feroz,
capaz de manejar a una mujer como Ah Hyun. Flexionó los dedos para controlar
las ganas de tirar de él hacia su regazo. Pero había perdido el derecho a
tocarlo, sostenerlo y quedarse con él.
—Hice que Ah Hyun fuera
desalojada de la suite del ático del Hotel Opulence en la ciudad y que volara
de regreso a Florida. No te va a molestar otra vez.
—¿Tu madre realmente está tan
asustada de Lee Foster?
Yunho asintió.
—Foster se acercó a Ah Hyun
antes del juicio. Le dijo que no me dejara declarar o que la haría rogar antes
de matarla.
Sus cejas se juntaron en
confusión.
—¿Por qué no hizo algo la policía?
¿Cómo le explicas a un hombre
nacido en la riqueza lo que es vivir en las alcantarillas? No quería que Jaejoong
conociera esa parte de él, pero le debía la verdad.
—En realidad, a nadie le
importaba. Nosotros no éramos nada, solo basura extremadamente pobre. Ah Hyun puso
a sus hijos en el sistema de acogida para follarse a un hombre. Yo había sido
arrestado por meterme en peleas. Y Mi Ja era solo una niña abandonada.
Rabia impotente quemó a fuego
lento profundamente en sus músculos, el combustible que lo mantenía sin descanso.
Nunca más volvería a ser ese chico que nadie veía. Había hecho que lo vieran y
pronto iba a vengar a Mi Ja como se merecía.
—Creo que la mitad creyeron
las mentiras de Foster, que Mi Ja era una puta. Solo tenía dieciséis años desde
hacía unas horas y murió con sangre en las piernas de ser violada. Ese animal
la mató estrangulándola y luego la llamó puta. —Yunho no podía detener las
palabras que salían disparadas de su boca. Jaejoong le hacía esto. Jaejoong le
daba ganas de compartir su viejo y enconado dolor e ira.
Jaejoong le puso la mano en el
brazo.
—Mi Ja no era una puta. Era
una niña que merecía estar a salvo y crecer.
Su simple caricia, entró por
la gruesa miseria nublando su pecho. Cubrió su mano con la suya. Solo Jaejoong
le consolaría después de que él le hubiera hecho daño.
—Si Foster mató a Mi Ja
estrangulándola, ¿era un luchador?
No se sorprendió de lo rápido
que conectaba los puntos.
—Luchador amateur en los
clubes clandestinos. Lo descubrí después. Foster creía que iba a hacerlo a lo
grande. —La mano de Jaejoong en torno suyo era un salvavidas manteniendo a raya
el pasado. Quería mantenerlo allí para siempre, mantener a Jaejoong para
siempre. No podía.
Termínalo ya. Ya lo había
lastimado lo suficiente.
—Esto es lo que necesitas
saber. Foster la tiene tomada conmigo porque mi testimonio lo metió en la
cárcel. Entrenó duro en prisión y ahora que está fuera quiere destruirme como
yo lo destruí a él
Puso su boca en una línea de
preocupación.
—¿Y tu madre? Me dijiste que
la amenazó. ¿No irá tras ella?
—No. Está demasiado bien
cuidada. —Había hostigado a Foster en la cárcel por más de una década. Yunho
tenía un par de guardias de su lado allí.
Echándose hacia atrás, Jaejoong
se quedó mirando hacia el océano.
—¿Estás pensando en hacer esto
en el evento de SLAM, Profesionales contra Amateurs? —Su voz sonaba resignada.
—Sí. Foster ha sido elegido
como amateur.
—Pero tú dijiste que no
lucharías esa noche. Entonces, ¿qué es lo que él piensa que está sucediendo?
Yunho lo estudió. Odiaba la
distancia que crecía entre ellos. Esta era uno de las cosas en las que lisa y
llanamente le había mentido y eso solo iba ampliar aún más el abismo.
—Voy a pelear. Le pediré a Siwon
que se haga a un lado y lo reemplazaré.
Suplicándole suavizó sus
rasgos.
—No tienes que matarlo. Ah
Hyun está segura, has dicho que no puede llegar a ella — Jaejoong le apretó el
brazo—. El asesinato no traerá a Mi Ja de vuelta. La violencia no siempre es la
respuesta.
Sería tan fácil abandonar a su
hermana, olvidarse de ella como todos los demás lo hicieron.
Entonces sería exactamente
igual que Ah Hyun y eso no iba a suceder. No podría vivir consigo mismo si
elegía a Jaejoong sobre Mi Ja.
—Es la única respuesta que me
queda.
—No lo es —aferrándole la
mano, se inclinó hacia delante—. A veces tienes que dejarlo ir.
Yunho estrechó su mirada en él.
—¿Cómo hizo tu familia? —La
fiera y ardiente rabia contra sus padres casi lo ahogó—. ¿Eso es lo que debo
esforzarme en ser? Esos hombres te golpearon con un bate de béisbol, dejándote
lisiado, con dolor y luchando con los ataques de pánico. Pero tu familia
perfectamente civilizada no levantó un maldito dedo para encontrar a esos
bastardos.
Jaejoong retiró la mano.
—¿Qué se supone que debían
hacer? ¿En qué habría ayudado encontrarlos y matarlos? Todavía estaría lisiado.
Una ira sin filtrar corrió a
través de Yunho, pero se obligó a calmarse. Inclinándose hacia delante, lo miró
a los ojos.
—Por lo menos sabrías que les
importaba. Sabrías que alguien te amó lo suficiente como para hacer algo. En su
lugar, te empujaron a un lado para abrazar a tu ex, el hijo de puta que hizo
que te lastimaran, para empezar. —Yunho negó con la cabeza. Esto era lo que iba
a venir en el final—. Yo no soy ellos. No dejo que lo que es mío sea lastimado
sin hacer algo al respecto.
—No eres un asesino.
El revestimiento de convicción
desesperada de sus palabras lo llevó a ponerse en pie hasta que se cernía sobre
Jaejoong.
—Mato por lo que es mío. Cada
maldita vez.
—¿Incluso si me pierdes?
Apenas podía oír su susurro
sobre las olas que subían y bajaban detrás de Yunho. Sería mejor si no hubiera
oído la pregunta, pero lo hizo y le debía una respuesta.
—Sí.
Jaejoong palideció, el dolor
creciendo en sus ojos y descargando el color de su piel.
Incapaz de ver lo que estaba
haciéndole, tenía que terminar ahora.
—Vete a casa. Tu familia tenía
razón en una cosa. No soy lo suficientemente bueno para ti.
Yunho se obligó a no tocarlo.
Nunca lo había merecido. Jaejoong lo dejaría eventualmente de todos modos. Todo
el mundo lo hacía. Mejor para Jaejoong irse ahora.
Jaejoong se quedó con la boca
apretada mientras probaba su pierna derecha. Levantó la mirada hacia Yunho.
Apretó los puños para no
arrastrarlo a sus brazos. Cada célula de su cuerpo gritaba por sentirlo contra
sí.
Sus impresionantes ojos
cargados con profunda tristeza.
—Tú no eres diferente. Tú
también me estás empujando a un lado.
Cristo. Yunho luchó
para resistir el impulso ardiente de ir tras él.
—Jaejoong —su nombre le fue
arrancado.
Jaejoong se detuvo, pero no se
volvió. Su espalda recta y los hombros tensos le dijeron que estaba esperando
otro golpe verbal.
—Me importas lo suficiente
como para estar absolutamente seguro de que Lee Foster nunca te pondrá una mano
encima. —No podía dejarlo ir sin que Jaejoong lo supiera. Lo amaba. Se odiaba a
sí mismo, sí, pero lo amaba con cada aliento que tenía.
Se quedó inmóvil durante
latidos agonizantes, solo sus dedos retorciéndose.
Ambos sabían que su
preocupación no cambiaba nada.
Yunho era violento, capaz y
estaba dispuesto a matar.
Jaejoong era un hermoso
superviviente que había conservado un corazón tierno. No podía vivir con un
hombre que asesinara.
No podía vivir consigo mismo
si dejaba a Foster seguir respirando.
Ellos habían terminado.
Finalmente, Jaejoong se fue.
Yunho no tenía nada, excepto
hacer aquello para lo que había pasado la última década entrenándose.
Vengarse y asegurarse de que el
hombre que amaba estuviera a salvo.
NOOOOOO PORKHAAAAAAA Dios Yunho date cuentaaaaaa , vas a perder a Jaejoong. Los muertos no vuelven y te vas a sentir shit cuando hayas cumplido tu venganza. Y la madre de Yunho es una hija de ((&($((¶@669(
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