Capítulo 32
Yunho sirvió un poco de café
recién hecho y se dirigió de vuelta a la cocina de la pastelería de Jaejoong.
Sugar Dancer no abriría hasta dentro de otra hora. Jaejoong tenía su iPod
sonando, su culo meciéndose en los pantalones vaqueros apretados mientras
estiraba y cortaba la masa.
Era tan condenadamente sexy
que su polla se hinchó, pero Yunho lo ignoró. Jaejoong estaba trabajando. En
cambio, colocó el café dentro del alcance de Jaejoong y se instaló frente a su
ordenador portátil en el otro extremo de su mesa de trabajo.
Una vez que Jaejoong deslizó
los pasteles en el horno, Yunho dijo en voz baja:
—Toma la unidad flash y ven
aquí.
Se lavó las manos y agarró la
memoria del pequeño escritorio apoyado contra la pared.
—La fotografía es fuerte.
—Dijiste eso ayer por la
noche. —Entonces Jaejoong no había querido mostrársela. Tiró de Jaejoong entre
sus piernas y estudió sus ojos. Acariciando con sus pulgares sus caderas, trató
de entender su vacilación—. El único momento en que pierdo el control de mi
mismo es cuando te tengo solo y desnudo.
Los ojos de Jaejoong se
agitaron.
—Es que...
—¿Te preocupa que pierda la
paciencia y vaya tras Ryu Jin o el tipo de la foto?
—Un poco, pero es más que eso.
—Está bien, cuéntame. —Yunho
casi podía sentir su lucha. Había dejado pasar esto anoche porque sus ojos se
estaban cayendo por la fatiga. No le hacía falta ser un genio para saber que él
le había hecho tanto daño que no había dormido bien la noche anterior. Pero
ahora necesitaban enfrentarse a lo que le molestaba porque Yunho iba a ver la
imagen. No podía protegerlo si no conocía la amenaza.
—Cuando fui a tu casa después
de la visita de tu madre, estabas en el gimnasio haciendo tu rutina de Tae Kwon
Do. —Sus ojos brillaban con un oscuro muy vivo—. Estabas increíble, tan
hermoso. Nunca te había visto así.
Frunció el ceño tratando de
seguir su argumento. Sabía que Yunho hacía artes marciales, así que ¿por qué
iba molestarle verlo haciendo eso?
—¿Hermoso? —Una extraña
elección de palabras.
—Increíblemente poderoso. —
Jaejoong se retorció las manos—. Nunca había visto toda tu fuerza así. Estás
tan lejos de mi liga que no sé por qué aceptaste trabajar conmigo.
Mierda. Ahora
lo entendía. Pensaba que su foto tan malherido iba a cambiar su punto
de vista de Jaejoong.
Tomando sus manos, entrelazó
sus dedos y le dijo la verdad.
—Eso es lo que siento yo
cuando te veo hacer tus ejercicios de yoga. Te pones los auriculares y te
deslizas hacia la zona donde están tú y tu cuerpo ejercitando con la música.
Cada vez que mantienes el equilibrio sobre una pierna, mi corazón se acelera.
Tengo miedo por ti. Es una batalla quedarme donde estoy y no ir a sujetarte.
Pero al mismo tiempo, estoy fascinado por tu valentía y tenacidad. No vas a
dejar que la pierna te derrote. He visto a combatientes resistentes como el
acero ser derrotados por sus lesiones. Pero no tú.
Sus dedos se apretaron
alrededor de Yunho y el pulso en su garganta se agitó.
—¿Eso es lo que ves?
—Tú eres un superviviente. Mi
precioso sobreviviente. Una foto no va a cambiar eso.
Un rubor expulsó la tensión en
su rostro. Jaejoong se inclinó y le besó.
Yunho inhaló su aroma cálido y
dulce. Dios, nunca tendría suficiente de Jaejoong. Una vez que Jaejoong rompió
el beso, le dijo otra verdad.
—Tú me has visto y has sentido
toda mi fuerza cuando estoy empujando duro y profundo dentro de ti. No me
contengo contigo cuando estamos juntos. No podría aunque quisiera. — Jaejoong lo
desarmaba cada maldita vez.
Jaejoong negó con la cabeza.
—Me estás haciendo amarte
demasiado.
—Estoy ahí mismo contigo chico
repostero. Ahora muéstrame la foto antes de que decida violar todos los códigos
de sanidad y te folle encima de esta mesa. — Yunho golpeó una mano sobre la
parte superior de acero inoxidable—. Parece lo suficientemente resistente como
para soportarnos en plena tarea.
Jaejoong se estremeció y se
volvió en sus brazos para cargar la memoria flash en su ordenador portátil.
Yunho se inclinó hacia su
oído.
—¿No quieres saber si estaba
bromeando?
Jaejoong miró hacia atrás.
—Mi empleada y el personal de
seguridad estarán aquí pronto.
—¿Y? Puedes tirarles un par de
magdalenas por la puerta y decirles que esperen.
Jaejoong puso los ojos en
blanco, se volvió e hizo clic en el título de la fotografía. La imagen se
materializó en la pantalla.
Sus pulmones se quedaron sin
aire.
—Jesucristo.
Había pensado que estaba
listo. Pensó que podía manejarlo.
Estaba tan jodidamente equivocado.
Jaejoong estaba en la cama del
hospital, con la cara hinchada y amoratada de azul intenso y púrpura. Sangre
seca en su cabello enmarañado. Su brazo estaba en un yeso, su pierna en
tracción. La rabia desgarró sus entrañas como un reguero de pólvora. Su sangre
bombeaba con violencia.
Lo que le habían hecho. Con un
bate.
Sus dedos intensificaron su
agarre sobre sus caderas.
—Céntrate en el hombre de pie
junto a la puerta.
Yunho obligó a sus manos a
relajarse antes de que lo lastimara mientras estudiaba al hombre. Altura media
y bien musculado. En la foto parecía tener alrededor de treinta años y eso fue
hace seis años. Usaba pantalones vaqueros y una camiseta, se cernía en la puerta,
mirando a Jaejoong con ojos severos. Ninguna simpatía suavizaba su expresión.
—¿Lo conoces?
Yunho dejó escapar el aliento.
—No. —Estiró el brazo
alrededor de Jaejoong y guardó la imagen en su disco duro—. Pero voy a
averiguar su identidad.
—¿Cómo?
Yunho lo miró.
—Tengo investigadores
contratados. Son los que me buscan los antecedentes de los empleados, los
clientes, los enemigos. Recortaré la imagen para que no aparezcas en ella, se
la enviaré a ellos y veremos qué aparece. Tu nombre no se involucrará.
—Supongo que eso podría
funcionar.
—Confía en mí. —Cerró el
archivo para trabajar en él más tarde, manteniendo su respiración constante,
tratando de protegerlo de la furia que hervía en su estómago y su pecho.
—Tu cicatriz está blanca.
Mierda.
—No sé por qué me molesto en
tratar de ocultarte mis sentimientos. —Jaejoong lo veía, lo conocía. Algunas
personas nunca penetraban en su cara de póquer, pero Jaejoong lo hacía. Porque
a Jaejoong le importaba lo suficiente como para mirar más profundamente. Ese
pensamiento disparó un profundo terror en el que no quería pensar. Jaejoong podía
ver mucho de Yunho un día y al igual que su madre, podría llegar a odiarlo y
temerlo. Pero Jaejoong no era su madre. Jaejoong nunca abandonaría a su hijo.
Ni siquiera dejaría a Young Jae, se había arriesgado a que Yunho lo rechazara y
humillara por venir a su casa y pasar el rato con Young Jae.
Con un suspiro, envolvió sus
brazos alrededor de Jaejoong y lo atrajo contra su pecho.
—Esto ayuda. Sentirte cálido y
seguro. —Era suyo. Nadie iba a hacerle daño de nuevo.
No ese cabrón de la imagen, no
Ryu Jin el Imbécil y no Foster.
La puerta de la pastelería se
abrió. Yunho puso a Jaejoong a un lado y se levantó.
—¡Buenos días!
—Es Ana. —Jaejoong enarcó las
cejas con diversión y luego gritó—: En la cocina.
—Hay periodistas afuera y... Yunho
está dentro. —Ana levantó el ordenador entre sus manos—. Y aquí yo que trabajé
casi toda la noche y llegué temprano para animarte.
Yunho frunció el ceño,
atrapado en la idea de los paparazzi molestando a Jaejoong.
—No había periodistas cuando
llegamos aquí.
—Acaban de llegar. De
AfterBurn.
Una furia helada congeló sus
venas. Odiaba ese programa.
—Ese video de ti rescatando a Jaejoong
de la prensa tiene más de ochocientos mil visitantes. Quieren más de eso.
Jaejoong le puso la mano en el
brazo.
—No se lo des Yunho. Ignóralos.
—Mirando a Ana, preguntó—: ¿Cómo sabes el número de visitas que tiene el video?
—He estado investigando para
mi proyecto, que... —le dedicó una enorme sonrisa— …está listo.
Los dedos de Jaejoong se
hundieron en el brazo de Yunho.
—¿En serio? ¿Puedo verlo?
—Ahora mismo. —Ana preparó su
equipo en la mesa.
Yunho se movió detrás de Jaejoong
mientras él se sentaba en un taburete junto a Ana. Podía sentir la tensión y la
emoción contraer sus hombros y espalda.
—Tengo el video de la
biografía más largo preparado para reproducirlo en primer lugar. —Ana miró a Jaejoong—.
Júrame que no me besaras ni nombrarás a tu primogénito en mi honor una vez que
veas esto. Porque eso sería vergonzoso. —Sus ojos brillaban detrás de sus
gafas—. Sobre todo si tu primogénito es un niño.
—De acuerdo, pero me reservo
el derecho de nombrar a cualquier reptil que tenga con tu nombre.
—Cantarás una melodía
diferente una vez que veas esto.
Jaejoong arqueó una ceja.
—¿Será para hoy? ¿O el próximo
año?
Ana rebotó en su asiento.
—Tienes suerte de que esté tan
emocionada o te haría esperar. —Apretó el botón de reproducir.
La diversión de Yunho ante las
bromas de los chicos cambió a una concentración total sobre la pantalla. Una
música fluía suavemente mientras Jaejoong aparecía a la vista sentado en una de
las mesas en el frente de su pastelería.
—Hay personas que piensan
que la mejor parte de mí murió la noche en que unos matones con un bate de
béisbol me rompieron los huesos.
Yunho estaba enganchado allí. Jaejoong
llevaba el delantal de Sugar Dancer sobre unos pantalones negros y una camisa.
La iluminación capturaba las mechas rosas en el cabello. Le encantaba ese toque
de desafío en él. Pero eran sus ojos mirando directamente a la cámara con una
autenticidad asombrosa lo que le hacía contener la respiración a la espera de
ver qué diría a continuación.
Después de un solo latido, Jaejoong
se puso de pie en el video y caminó con su leve pero distintiva cojera hacia
las vitrinas que mostraban una gran variedad de pasteles, bizcochos, magdalenas
y galletas. Se volvió hacia la cámara, un hombre imperfecto enmarcado por todas
esas perfectas creaciones dulces.
—Pero creo que la mejor
parte de mí se despertó en el hospital y me di cuenta de que ésta es mi vida.
La única que voy a conseguir. Y voy a vivirla a mi manera.
Una breve pausa mientras la
música crecía en el fondo y la cámara se centraba en su rostro.
—Mi nombre es
Jaejoong Kim. Esta es la historia de cómo reconstruí mi destrozada vida y creé
la Pastelería Sugar Dancer.
Yunho se mantuvo paralizado
mientras las tomas cambiaban, mostrando una de Jaejoong en el hospital. Hizo
una mueca ante la breve pero eficaz imagen a pesar de que la había visto solo
unos pocos minutos antes. Había dos fotos más rápidas de su lucha por caminar con
muletas y luego con un bastón, una prueba clara de su progreso. El resto de las
fotos o clips de vídeo eran de Jaejoong con sus postres y sus clientes, todos
llenos de sonrisas. En esas tomas, la pasión y la alegría de Jaejoong brillaba.
Al final del video, Jaejoong
lo resumió.
—El baile era
la pasión de mi abuela y me enseñó a bailar desde el momento en que empecé a
caminar. Mientras estaba en el hospital, la recuerdo sosteniendo mi mano y
murmurando una y otra vez: “Vas a bailar otra vez Jaejoongie. Sentirás la
música.”
La sonrisa de Jaejoong fluyó
hacia algo tan poderosamente conmovedor, que Yunho no podía respirar.
—Ella estaba
en lo cierto. Todos los días aquí en Sugar Dancer, siento la música mientras
que hago lo que amo, hornear creaciones especiales para compartir con personas
que celebran sus mejores momentos: bodas, cumpleaños, graduaciones, etc. Llego
a compartir su alegría. Algunas personas bailan con sus piernas, yo bailo con
el azúcar.
El vídeo se apagó y terminó.
Todo lo que Yunho oía era el zumbido del ordenador portátil y el latido en sus
oídos.
—¿Estaba en lo cierto? Te dije
que confiaras en mí. —Ana miró a Jaejoong.
Jaejoong suspiró, sus hombros
expandiéndose contra su caja torácica. El momento se mantuvo tenso.
Ana rebotó en su silla con
creciente agitación.
—Lo odias.
—Todo lo que voy a decir... —Jaejoong
parecía tener problemas para apartar la mirada de la pantalla. Finalmente,
ladeó la cabeza hacia Ana— ...es que espero que mi primer hijo no sea un niño.
Porque eso sería totalmente vergonzoso.
El rostro de la joven se quedó
en blanco, a continuación, se transformó en risa.
—Me has asustado.
—Es justo, porque creo que
puedes haber dejado al descubierto un pedazo de mi alma en ese video. No estoy
seguro de que esté lista para eso, incluso aunque creo que quedó genial.
Yunho se inclinó hacia abajo,
envolviendo sus brazos alrededor de Jaejoong sujetándolo contra él.
—Si ese video llegara a mi
escritorio, te tendría en el teléfono tratando de firmar antes de que la música
terminara. Tú no estás expuesto, Jaejoong. Eres real y eres dueño de lo que
eres, un hombre muy talentoso, guapo, sexy e imperfecto al que le encanta
cocinar.
Su sonrisa se abrió camino a
través de la duda en su rostro, irradiando su felicidad.
Durante años se había
escondido, tanto detrás de las cicatrices como en su pastelería. Pero en ese
video, se revelaba como un hombre fuerte con vulnerabilidades.
—Me estremeció. —Se dirigió a
Ana—. Excelente trabajo. Has captado las luchas y los triunfos de Jaejoong y lo
mostraste como el rostro de Sugar Dancer: el hombre que baila con azúcar en
lugar de sus piernas. —Volviendo la mirada hacia Jaejoong, dijo—: Esa última
frase atraerá a la gente para ver lo que puedes hacer con el azúcar.
Ana se sonrojó, sus ojos chispeando
detrás de sus gafas.
—Gracias.
—Jaejoong dice que tienes un
plan de marketing para él.
—Lo tengo. Completo con líneas
de negocio. El avance promocional también es bueno. —Lo preparó y apretó el
botón play.
Este comercial duraba menos de
sesenta segundos, llegando a los puntos altos de Sugar Dancer y Jaejoong. Ritmo
rápido y potente, era bueno.
Jaejoong sonrió.
—Me gusta.
Yunho no pudo contener su
creciente excitación.
—Funciona, pero ese video de
la biografía es oro. Creo que deberíamos mirar por encima el plan de Ana, luego
le darás el visto bueno para enviar los paquetes a los programas de cocina. Mi
única petición es que lleves al equipo de seguridad contigo en todo momento.
—La seguridad de Jaejoong venía primero, pero sabía lo mucho que él quería que
Sugar Dancer creciera como una franquicia.
—Pero... —Los hombros de Jaejoong
se desinflaron lo suficiente para que Yunho comprendiera su preocupación.
Yunho le puso la mano debajo
de la barbilla.
—Nuevo plan. Si te llaman para
ir a un programa, iré contigo a las grabaciones como tu seguridad. Juntos
podemos lidiar con tus ataques de pánico. Y Ana puede venir como tu directora
de publicidad y ayudante de cocina.
Jaejoong se levantó y se paró
frente a Yunho.
—No vas a tirar de ningún hilo
para meterme en un programa, ¿verdad?
Por un cegador segundo de
tentación, Yunho quiso hacerlo y obligarlo a estar en deuda con él. Si Yunho
tuviera su futuro en sus manos, ¿podría mantener su amor?
¿Incluso después de que él
matara?
Pero el hombre que amaba tenía
muchas ganas de hacer esto por su cuenta con el equipo que estaba construyendo.
—Tú y tu equipo... —asintió
con la cabeza hacia Ana— ...tienen esto cubierto.
Su radiante sonrisa iluminó su
interior.
* * * *
El domingo por la tarde, Yunho
se apoyó contra la nevera industrial en la cocina de Sugar Dancer, observando
mientras Jaejoong le mostraba a Tae Yang como dibujar una calavera en la
galleta del chico. Cinco niños y Kang Joon lo miraban con interés, absortos
mientras Kylie fruncía el ceño un poco.
—Las calaveras son feas. Yo
quiero flores en la mía.
Jaejoong la miró.
—¿Sí? ¿Qué tal un poni con
flores en la melena?
El estridente grito de placer
de Kylie hizo que Yunho hiciera una mueca de dolor.
—Maldita sea.
—Prueba con cuatro o cinco niñas
invadiendo mi casa o fuera en la piscina. Mis oídos sangran. —Siwon mordió una
magdalena—. Estas son realmente buenas.
—Deben serlo, ya te has comido
una media docena. —Trató de mantener el orgullo fuera de su voz.
—Te vi engullendo esas
magdalenas de limón.
—Estaba siendo educado.
—Habría dado un puñetazo a quien le tocara esos increíbles cupcakes. A Yunho le
encantaba esa cosa cremosa de limón que tenían en el centro. Jaejoong lo
llamaba cuajada de limón.
Siwon resopló.
—Sí, eres todo buenos modales
y todo eso.
Haciendo caso omiso de eso,
señaló con la cabeza en dirección a su chofer y luchador en formación,
inclinado sobre una galleta con aspecto de concentración.
—Kang Joon se está divirtiendo
tanto como los niños.
—Deberíamos tomar una foto y
mostrársela a los otros combatientes.
—Subirla a YouTube.
—Y ponerla en la página web de
SLAM.
Yunho se rió a pesar de que
nunca lo harían. Kang Joon había sido uno de sus chicos desde que lo habían
encontrado a los dieciséis años. Había llevado mucho tiempo ganarse su
confianza. La mierda por la que ese chico había pasado... sí, verlo reír y
decorar las galletas era condenadamente bueno.
—Francamente, me alegro de
verle participando. Ha estado un poco retraído alrededor de los chicos.
Yunho había notado eso
también, pero atribuyó algo de eso a la enfermedad de Young Jae. Que estaba
drenándolos a todos ellos.
—¿Cómo va su formación?
Siwon tiró el envoltorio a la
basura.
—Perfecta. Trabaja tan duro
como cualquiera de los otros. Todavía deja que su temperamento se lleve lo
mejor de él en combate, pero está trabajando en ello.
El autocontrol y la cabeza
clara eran claves para ganar una pelea. A los veintiún años, Kang Joon tenía
que dominar eso.
—Encontrémonos mañana después
de llevar a Jaejoong a trabajar. Voy a entrenar con Kang Joon. —Yunho había
acordado trabajar con él cuando el tiempo lo permitiera, pero entre su
formación propia, el trabajo, Young Jae y Jaejoong, nunca había tiempo. Eso
tenía que cambiar.
—Responde a Jaejoong. Él fue el
que lo convenció de participar en la decoración de las galletas.
Una posesión caliente se
envolvió alrededor de su pecho. A sus amigos les gustaba Jaejoong y de alguna
manera Jaejoong sabía perfectamente como formar parte de ellos.
Al igual que ofrecerse para
que los niños vinieran hoy, después de que su pastelería cerrara, a decorar
unas galletas para llevar a casa. Yunho no podía apartar los ojos de Jaejoong con
su sonrisa fácil e instrucciones amables. Le encantaba compartir su pastelería
con estos niños.
Ningún otro hombre con el que
hubiera hecho el arreglo de ser acompañantes mostró alguna vez algún interés en
los niños. Eran inadaptados. La mayoría de las mujeres u hombres mucho habían
donado dinero al programa De Luchadores a Mentores y lo hacían para llamar la
atención de Yunho.
El dinero era fácil cuando lo
tenías. ¿Pero el tiempo y el interés? ¿Preocuparte de verdad lo suficiente como
para compartir tus pasiones con niños en desventaja? Eso era real y no tenía
precio.
Se frotó el pecho mientras grietas
de miedo penetraban ese calor. Yunho no quería perder a Jaejoong, pero no sabía
cómo mantenerlo. Las cosas habían sido más simples, cuando solo tenía hombres
como acompañantes, no esta relación emocional que los dejaba a ambos
vulnerables. Empujándose fuera de la nevera, le dio una palmada en el hombro a Siwon.
—Te comiste sus cupcakes,
puedes ayudar a lavar los platos. Vamos.
Jaejoong le sonrió mientras
formaba rápidamente cajas cuadradas con la pila de cartones sobre la mesa.
—¿Qué pasa?
Yunho le limpió una mancha de
glaseado de la mejilla.
—Ya has hecho bastante.
Siéntate y diviértete. Nosotros limpiaremos.
Jaejoong arqueó las cejas.
—Casi todo es glaseado de
crema de mantequilla, que es grasiento. Es difícil de lavar.
Yunho frunció ceño.
—¿Estás cuestionando mi
capacidad como lavaplatos? Tengo experiencia, ya lo sabes. —Era lavaplatos la
primera vez que vio a Jaejoong en la fiesta de sus dulces dieciséis. Ese chico
había invocado un complejo hervidero de emociones en Yunho, mientras que el
hombre delante de Yunho ahora era su dueño completamente.
Escepticismo enmascaraba su
rostro.
—Tienes un personal invisible
que limpia tu casa y te llena el refrigerador.
—Trabajé como lavaplatos en
algunos de los mejores hoteles y en el club de campo. Prepárate para ser
sorprendido. —Puso sus manos en su cintura y lo levantó sobre un taburete junto
a Kylie—. Siéntate aquí y observa. —Necesitaba descansar su pierna, pero no era
tan tonto como para decírselo frente a un grupo de personas. En su lugar, empleó
un arma secreta—. Kylie, vigila a Jaejoong y asegúrate de que no trata de
ayudar. Él hizo todo esto por nosotros, por lo que es justo que limpiemos,
¿verdad?
Kylie lo consideró y asintió
solemnemente, con los ojos enormes y serios.
—Haced un buen trabajo por Jaejoong.
Yunho no pudo evitar sonreír.
—Por supuesto. —Se volvió
hacia los chicos—. Llevad los platos al fregadero, chicos. Vamos a demostrar a
los chicos lo que podemos hacer.
* * * *
Jaejoong estiró su pierna
dolorida en la parte posterior de la limusina. Los chicos se habían sentado a
ver una película que se reproducía en las dos pantallas, mientras Kylie le
enseñaba a Jaejoong el bar.
—Estos son mis cajas de zumo
favoritas. Me gusta la cereza.
—Papá dijo que solo puedes
tomar agua. Ya tomaste suficientes chucherías hoy.
Kylie le hizo una mueca a su
hermano.
—Solo estaba enseñándoselo a Jaejoong.
—Volvió a meter el zumo en la nevera.
Ben miró a su hermana pequeña.
—Tienes que salirte con la
tuya en todo. Hiciste que Jaejoong viniera en la limusina.
—No lo hice.
—Si lo hiciste.
—No lo hice.
Jaejoong comenzó a ver por qué
Siwon no había querido dejarlo solo con los niños. Bueno, no estaba solo, Kang
Joon estaba conduciendo con el separador de compartimentos bajado, manteniendo
un ojo en todo. Yunho y Siwon los seguían detrás en su auto. Kylie había
suplicado a Jaejoong para que fuera con ella y Jaejoong no supo decir que no.
Tratando de cambiar de tema, le preguntó:
—Ben, ¿os habéis divertido en
el partido de béisbol de hoy?
Los ojos del chico se
iluminaron.
—¡Sip! Yunho nos llevó a
conocer a algunos de los jugadores antes del partido. Llevábamos estas gorras y
algunos de los chicos los autografiaron. —Se quitó la gorra y se la tendió.
Jaejoong lo tomó, estudiando
cada autógrafo.
—Oh, genial, tienes firmas de…
El auto se desvió a la
izquierda. Jaejoong alzó su mano, sujetándose al asiento para evitar golpear a
Ben.
Kang Joon debía de haber
maniobrado para esquivar algo en el camino. Abrió la boca cuando fueron
sacudidos por otro discordante cambio de dirección.
—¡Jaejoong! —gritó Kylie,
lanzándose hacia él.
El vehículo se sacudió
violentamente. El corazón de Jaejoong se atascó en su garganta. Su pulso se
parecía a una corriente nuclear.
—¡Kang Joon!
No hubo respuesta.
—¡Kang Joon no se mueve!
—Robert, un chico mayor, se arrodilló en el asiento hacia la parte delantera
del auto. Su rostro estaba pálido de terror.
Mierda. Esto era
malo. El miedo lo recorrió, intentando colapsar sus pulmones, cuando el auto
zigzagueó. Se iban a estrellar.
Unos sollozos cortaron su
miedo. Kylie miraba fijamente a Jaejoong, gruesas lágrimas rodaban por su
rostro.
—Quiero a mi papá.
El miedo de la niña puso a Jaejoong
en acción. Agarró a Kylie, empujándola al suelo.
—Todo el mundo abajo. Agarraos
fuerte y cubríos la cabeza.
Los niños se apresuraron hacia
abajo.
El chillido de los frenos
atravesó el interior normalmente silencioso. Pero la limusina no estaba
aminorando. Jaejoong se lanzó al frente para buscar a través de la ventana de
privacidad abierta. Volaban hacia una intersección. Los chillidos de frenos
eran de otros autos para evitarlos.
Apartó la mirada hacia Kang
Joon.
—Oh, Dios. —Estaba desplomado
contra el cinturón de seguridad, inconsciente o muerto.
¡Haz algo!
Trepa a través de la ventana, alcanza la parte delantera. Detén el auto. Jaejoong se
agarró a los bordes para pasar cuando levantó la vista.
Demasiado tarde, se dirigían
en diagonal hacia una pared de bloques. Desesperado, Jaejoong agarró el hombro
de Kang Joon, sacudiéndolo fuerte.
—¡Kang Joon!
El hombre se dejó caer más
profundamente en el cinturón de seguridad, y el auto comenzó a desacelerar. Su
pie se deslizó fuera del acelerador, pero no lo desvió lo suficiente para
evitar la pared por completo. ¡No había tiempo!
Jaejoong se retorció y se
lanzó al suelo, cubriendo la mayor cantidad de niños como pudo.
Segundos después, horribles
sonidos de crujidos y roces explotó en la cabina. Chirridos metálicos y gritos
llenos de dolor repercutieron en su cabeza mientras rebotaban impotentes por
todas partes entre los asientos. La mejilla derecha de Jaejoong se estrelló
contra algo, mareándolo.
Luego se hizo un espeluznante
silencio, excepto por los niños sollozando y su propia respiración
entrecortada.
Estaba vivo, pero ¿y los niños?
¿Kang Joon? ¿Qué demonios había pasado?
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