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La proposición


Capítulo 34

 Yunho metió las sábanas en la lavadora, la encendió y volvió a la habitación de Young Jae ahora que su temperamento se había calmado. Ignorando a Young Jae, que descansaba en el sillón, se concentró en Jaejoong.
—¿Por qué demonios no me llamaste? —Nop, no estaba calmado después de todo.
Jaejoong alisó la sabana ajustable sobre la cama de Young Jae y se estiró a por la de arriba, negándose a mirarle.
—Lo tenía bajo control.
—Dijo que estabas demasiado ocupado entrenando —comentó Young Jae.
¿Demasiado ocupado? ¿Para Young Jae o Jaejoong? Había estado en el gimnasio, no en mitad de una operación quirúrgica cerebral. Una rabia ardiente lo golpeó. Yunho le quitó la sábana de la mano.
—Y una mierda lo tenías bajo control. ¡Pudiste haberte hecho daño al mover a Young Jae! —Como si su día no se hubiera ido ya a la mierda mientras lidiaba con los medios en una conferencia de prensa, echaba un vistazo en el hospital mientras Kang Joon soportaba pruebas y evaluaciones y convocaba una reunión imperativa para que cada luchador y personal de apoyo para dejar brutalmente clara la postura de tolerancia cero de SLAM en tema de drogas para mejorar el rendimiento.
¿Y luego Yunho llegaba a casa para encontrarse con esta pesadilla? Después de que la enfermera Jane, hubiera acabado su jornada, Young Jae había empezado a vomitar. Yunho había entrado encontrándose a Jaejoong intentando mover a Young Jae fuera de la cama para limpiarlo. Sus músculos se contrajeron.
Jaejoong entrecerró los ojos y luego dio un tirón para recuperar la sabana y lanzarla sobre la cama.
—No estoy tullida.
—Estuviste en un maldito accidente de auto anoche. Y para tu información, cariño, una cojera significa que estás tullida. —Él oyó las palabras salir de su boca pero parecía no poder detenerlas. Ya nadie le gritaba excepto Young Jae o Jaejoong. Se sentía condenadamente bien poder devolver los gritos.
Jaejoong se giró sobre su pierna buena hasta que estuvo cara a cara con él. Inclinó su cabeza hacia atrás, sus ojos ardiendo con toda clase de cabreo en su cara amoratada.
—Para tu información, campeón, eres un capullo. —Salió rápidamente de la habitación, su culo balanceándose mientras cojeaba.
—Eso ha ido bien.
Yunho volvió la mirada hacia Young Jae. El antiguamente enorme luchador estaba consumido hasta ser un despojo cadavérico, su piel seca y teñida de un enfermizo color amarillo. El cáncer de Young Jae escarbaba nuevas arrugas y huecos en su rostro cada día y a Yunho lo mataba no poder hacer nada. Ni una maldita cosa. Young Jae tenía suficiente con lo que lidiar y no necesitaba ver cómo todo esto lo molestaba.
—¿Te estás riendo? Te has pasado la última hora vomitando tus entrañas sobre Jaejoong.
—Te gritó. Te llamó capullo. Diablos, sí, me estoy riendo. No me importa si vomito otra vez. Eso fue condenadamente divertido.
Yunho sacudió la cabeza, fue hacia el baño anexo y encendió la ducha. Volviendo, preguntó:
—¿De verdad dijo que yo estaba demasiado ocupado entrenando?
Young Jae se puso serio.
—Sí.
No le gustaba esta mierda. Para nada.
—Habría venido a casa si tú o Jaejoong hubierais llamado. —Se puso de cuclillas frente al hombre mayor—. Lo sabes. —Necesitaba que Young Jae supiera que él estaría aquí no importaba qué.
Young Jae asintió.
—Lo sé.
Yunho cerró sus manos en puños sobre sus muslos.
—Pero Jaejoong no. —Por supuesto que ella no lo sabía. Ella había venido a él después de que la zorra de su madre hubiera dejado caer la bomba y la había rechazado. No había mantenido la promesa que le había hecho: si ella se retraía, él iría tras ella.
En lugar de eso, la había evitado, convencido de que debía dejarla marchar.
Pero Jaejoong no lo veía así. Ella lo veía como si hubiera sido dejada de lado cuando se puso en su camino.
—Luego viniste aquí rugiendo y diciéndole que no puede manejar las cosas. ¿Eso te suena familiar? ¿Cómo quizás la forma en que sus padres la tratan como si fuera demasiado estúpida para tomar sus propias decisiones?
Se balanceó sobre sus talones.
—Eso no es lo que quería decir. —Se pasó una mano a través del cabello. ¿Había herido sus sentimientos? Pero ella no se había retraído hacía sí misma. El recuerdo le hizo sonreír—. Se plantó en mi cara y me gritó. Está bien. —Era cuando se retraía cuando sabía que ella sufría demasiado y se apagaba emocionalmente.
Young Jae se relajó ante eso.
—Se defendió muy bien contigo. —Consiguió sonreír débilmente—. Tiene razón, eres un capullo.
Necesitaba ayudar a Young Jae a que se aseara, luego encontraría a su repostera. Levantando una ceja al otro hombre, dijo:
—Al menos yo no huelo a vómito. —Ayudó a Young Jae a incorporarse y lo metió en la ducha.
Una hora después, Yunho se dirigía hacia las escaleras cuando vio que las luces de la terraza estaban encendidas y los paneles correderos de cristal abiertos. Saliendo al exterior, esperaba encontrar a Jaejoong sentada en una de las sillas.
Nop.
Un rayo de preocupación serpenteó dentro de él.
—¿Jaejoong? —Ella no lo abandonaría, ¿verdad? ¿La había malinterpretado esta noche? Había estado seguro de que se iría a dar una ducha y le daría algo de intimidad a Young Jae mientras Yunho lo ayudaba. Pasó a zancadas junto al jacuzzi cuando la vio bajo la luz de la luna.
Bajando los escalones, con una toalla desplegada en la arena, Jaejoong tenía su iPod encendido y hacía equilibrios sobre su pierna mala, levantando un brazo hacia el cielo y usando la otra para sujetar su tobillo por detrás. Se inclinaba hacia delante, llevando su brazo hacia abajo y el tobillo hacia arriba en una de sus posturas de yoga.
El corazón de Yunho se encogió. Jaejoong vestía sus diminutos pantalones cortos de dormir y un top con tiras finas, revelando la absoluta belleza de sus líneas.
Incluso su pierna derecha, que no podía estirar completamente, lo embelesaba. Mantuvo su postura durante el tiempo de unos pocos latidos antes de cambiar a una versión modificada con su pierna mala.
Requirió todo su autocontrol resistir la urgencia de bajar de un salto los escalones y sujetarla para que no se cayera.
No lo hizo. Por todos sus gritos de antes, Jaejoong conocía sus límites. Pero maldición. Enmarcada por la luz de la luna sobre la arena, el océano moviéndose detrás, estaba imponente. Yunho se recolocó la polla en los pantalones mientras ella abandonaba con elegancia esa pose y fluía hacia otra.
Como una bailarina. Tan condenadamente bella que hacía que ansiara tocarla, sostenerla.
Follarla.
Estaba demasiado dolorida. Se estaba moviendo con más cuidado del habitual con su yoga. Yunho bajó los escalones y se puso en su línea de visión.
Ella dejó su postura, su expresión recelosa.
Con cuidado, Yunho tiró de sus auriculares para quitárselos.
—Eres tan condenadamente bella, Gatita.
Ella entrecerró los ojos.
—¿Para ser una tullida?
Envolvió su nuca con su mano, tirando de ella hacia su cuerpo, mostrándole lo que le hacía.
—Una terca y muy sexy tullida vistiendo unos shorts que me están provocando una enorme erección.
Jaejoong elevó las cejas.
—Todas tus erecciones son enormes.
—Me alegro que pienses así.
—Sigues siendo un capullo.
Adoraba que ella no retrocediera ante él.
—Queda anotado, pero soy tu capullo. Si me necesitas, levantas el maldito teléfono y me llamas. —Lo dijo así para ella, directo. Sin juegos. A Jaejoong no le gustaba sentirse manipulada y él no podía culparla por ello.
Ella inclinó la barbilla hacia arriba, la luz de la luna exhibiendo los moratones en el lateral de su cara.
—¿Has oído tu teléfono pitando?
—No.
—Entonces no te necesito. Vete.
Ella lo volvía loco, atrapado entre la risa y una necesidad tan profunda que apenas podía respirar. Yunho se inclinó hacia abajo, rozando con su boca sobre su oreja.
—Solo el hecho de que estás dolorida evita que te arranque esos shorts y te folle tan fuerte como para oír el pitido en tus oídos. —Retirándose, la miró a los ojos—. Cuando estés curada, te demostraré exactamente cuánto me necesitas. —Cuidadosamente le colocó de nuevo los auriculares y se dirigió a su despacho donde podría trabajar y mantener un ojo sobre Jaejoong.
* * * *
—Sabe quién es Jaejoong.
Yunho cambió el teléfono de mano. Esta conversación acerca de Lee Foster suscitaba el terror que había estado creciendo en él desde que ese vídeo en el que rescataba a Jaejoong de los reporteros se volviera viral. Se levantó de su escritorio y caminó hacia las puertas francesas. Jaejoong estiraba sus brazos hacia arriba, inclinándose ligeramente hacia atrás, menos del arco que era habitual en ella. Tenía que dolerle la zona amoratada bajo sus costillas.
Ella era suya. No podía perderla.
—Sí —dijo su investigador, forzando a que la atención de Yunho volviera a la conversación—. No ha dicho nada, pero vio ese vídeo de ustedes repetidamente.
Joder. Foster estaba centrando su objetivo en Jaejoong. Yunho tenía unos pocos tipos siguiendo los talones a Foster y manteniendo un ojo sobre él en el gimnasio donde estaba entrenando para la pelea.
—Quiero la grabación del entrenamiento de hoy.
—Ya ha sido enviada.
Yunho arrastró su mirada desde Jaejoong, retornándola hacia su escritorio y descargó el archivo en su portátil.
—¿Ha estado cerca de Sugar Dancer? ¿Algo como eso?
—No. La mayor parte del tiempo ha estado entrenando o viendo vídeos de tus peleas y demostraciones de beneficencia, cualquier cosa en la que pueda poner sus manos encima.
—Vigílalo de cerca. Que no se acerque a Jaejoong. —Ya que Ah Hyun estaba en Florida, su madre estaba a salvo. Foster no podría pasar a través de su protección de todos modos. Yunho empezó a desconectar.
—Ha ido a otro lugar.
Los vellos de su nuca se erizaron.
—¿A dónde?
—La tumba de Mi Ja.
La rabia abrasó su alma. ¿Fue a su tumba a revivir la violación y el asesinato? Mi Ja no conseguiría la paz hasta que ese hijo de puta estuviera muerto.
Yunho cortó la llamada y llevó el vídeo del entrenamiento de ese día a la gran pantalla montada sobre la pared. Reclinándose en el sillón, forzó el hielo en sus venas. Todos sus remordimientos, rabia, dolor, eran una distracción que podía hacer que lo matasen. En lugar de eso, analizó fríamente el poder que Foster había desarrollado en prisión. Era un luchador formidable, iba a por la victoria rápida, pero no tenía la resistencia para una pelea de verdad.
Yunho sí. Jugaría con este cabrón hasta que...
Un jadeo lo sorprendió.
Jaejoong estaba de pie en las puertas francesas, su rostro amoratado con los ojos abiertos de par en par mientras miraba fijamente a Foster entrenando con un compañero en la pantalla.
—Ese no eres tú.
—No. —Detuvo el vídeo. Ella odiaba la lucha, había dicho que no quería ver ninguna de sus peleas anteriores. Pero tenía que ver esto para saber qué es lo que tenía que buscar. Yunho estiró su mano hacia ella—. Ven aquí.
Ella dejó caer su toalla sobre la mesa de conferencias mientras cruzaba la habitación y deslizaba su mano sobre la de él. El hielo de sus venas se derritió con su contacto y su confianza para venir hacia él. Tiró de ella hacia su regazo para mantenerla caliente ahora que había terminado sus estiramientos.
—Necesito que mires al hombre de la derecha.
—¿Quién es?
Yunho nunca había querido que esta fea parte de su vida tocara a Jaejoong. Presionando su pecho contra la espalda de ella, bajó la mirada hacia el lado sin moretones de su cara.
—Lee Foster.
Ella se puso rígida.
—El hombre que asesinó a Mi Ja.
—Sí. Este es el vídeo de su entrenamiento de hoy. Tengo a gente vigilándolo y además tú tienes guardaespaldas, así que no debería llegar nunca cerca de ti. Pero quiero que estés preparada.
Ella estaba callada, estudiando la imagen congelada.
—No es tan alto como tú.
—Medía 183 cm. y pesaba 104 kilos en su último chequeo. Sus ojos son azules, cabello rubio oscuro aunque habitualmente lo lleva rapado y tiene una cicatriz de una quemadura en el dorso de su mano izquierda de un accidente en prisión. Ningún tatuaje.
Jaejoong se giró en su regazo.
—¿Haces esto cada día? ¿Ver vídeos de él entrenando?
El oscuro y desgarrador miedo retornó, pero Yunho no podría mentirle.
—Sí. Él está viendo vídeos de mis peleas, de todo lo que puede conseguir.
Su rostro palideció.
Yunho estiró el brazo por detrás de ella y apagó el vídeo y el ordenador. Dobló sus brazos alrededor de ella, desesperado por sentirla contra él.
—Tenía que enseñártelo. Mi Ja no sabía cómo protegerse, pero tú sí. —Se estremeció ante la idea de que ella pudiera ser atacada—. Él no esperaría que tú pelearas por defenderte. Esa es tu ventaja: haz lo que sea necesario por escapar. Sin pánico Jaejoong. Sobrevives.
No te mueras. No me abandones. Él la necesitaba.
* * * *
Ella miró por encima de su hombro a su rígido perfil.
—¿Me enseñaste esto sabiendo cómo me siento acerca de tu plan? ¿Que no quiero que hagas esto?
—Sí. —Él descansó su barbilla sobre su hombro—. Ya fuiste atacada por sorpresa una vez por culpa del Capullo y en lo que sea que estaba metido. Tienes el derecho a saberlo para que puedas protegerte si él llega hasta ti, cosa que no hará.
—Ver eso... —señaló hacia la pantalla— …lo hace tan real. —El estómago de Jaejoong se contrajo por la idea de Yunho luchando contra Foster. Matándolo. Tenía que demostrar a Yunho que él no era un asesino. ¿Pero cómo?—. Tú no eres él. No eres un asesino.
Un viejo dolor apareció en sus ojos.
—Tengo que serlo. Mis investigadores lo siguieron hasta su tumba. —Todo el cuerpo de Yunho se puso rígido y sus nudillos se quedaron blancos mientras agarraba el borde de su escritorio—. Incluso muerta, Mi Ja no puede escapar de ser atormentada por Foster.
Ese bastardo. Jaejoong lo odiaba por el dolor en el que estaba sumiendo a Yunho. En ese instante, Jaejoong quería a Foster muerto, solo que no quería que Yunho lo hiciese y se destruyera a sí mismo. Dándose la vuelta, se puso a horcajadas sobre su regazo y envolvió sus brazos a su alrededor.
—Ya no puede lastimar a Mi Ja. Está fuera de su alcance, pero no fuera de tu corazón. Ella sabe que la amas. —Jaejoong presionó su cara contra la piel caliente de su pecho. Su corazón aporreaba contra su mejilla.
Él liberó el agarre sobre su escritorio. Envolviendo sus hombros con un grueso brazo, retiró la horquilla de su cabello y pasó sus dedos a través de él peinándolo.
—Cuando te lanzas a mis brazos así, no quiero dejarte marchar jamás. Quiero ser el hombre que tú crees que soy.
Jaejoong lo conocía. ¿Verdad? También creyó que conocía a Ryu Jin. Lo había conocido durante años... y había estado equivocado. Muy equivocado. Una duda oscura y fea fermentaba en su pecho. Aun así Yunho, que había estado enfadado con Jaejoong antes, estaba masajeando su cuero cabelludo y pasando sus dedos a través de su cabello con caricias sensuales, hasta que quería gemir por las dulces cosquillas que eran más reconfortantes que sexuales. Lo sujetaba contra él alrededor de sus hombros, cuidadoso de sus costillas doloridas.
Sus dudas empezaron a fundirse.
Este era el hombre que había estado despierto observándolo por si tenía una conmoción la noche anterior, aplicando paquetes de hielo mientras dormía y acunándolo en la terraza cuando había estado despierto. Se había quedado dormido en sus brazos y no recordaba cuando lo había llevado de vuelta a la cama.
—Yo sé quién eres. —Jaejoong descansó la mano sobre su pecho. Tenía que creer que Yunho haría la elección correcta cuando se metiera en esa jaula con el asesino de su hermana o los destrozaría a ambos.
Yunho le pasó tiernamente el pulgar sobre su labio inferior.
—¿Un capullo?
—No todo el tiempo.
Su boca se curvó.
—Decía en serio lo que dije en la playa.
—¿La parte acerca de arrancarme mis shorts?
Yunho cerró los ojos, moviendo las caderas debajo de Jaejoong. La dura cresta de su polla deslizándose contra su entrada.
—Deja de distraerme. Nada de sexo mientras tengas dolor. —Cuando abrió sus párpados, las motas color ámbar de sus ojos ardían con la necesidad—. ¿Sabes cómo me sentí cuando entré y te vi intentando mover a Young Jae después de que estuvieras en un accidente de auto? Necesitabas a alguien que te cuidara, pero yo tenía que lidiar con los efectos colaterales del desastre de los esteroides y luego ir al gimnasio. Debería haber estado aquí.
—Te dije que fueras al gimnasio. —Yunho había llamado para comprobar cómo estaba y Jaejoong había oído el estrés en su voz. Necesitaba liberar la tensión. Y todo iba bien para Jaejoong y para Young Jae entonces—. Envié a Jane a casa. Young Jae y yo íbamos a ver películas en su dormitorio.
—Eso lo entiendo, Gatito. Pero quiero ser el tipo al que llames incluso si solo acabas de tener un mal día. Pudiste habértelas arreglado solo esta noche. La cuestión es que no tienes que hacerlo.
Sus palabras calaron dentro de Jaejoong y crecieron hasta llenar sus espacios vacíos. Yunho quería estar ahí para él.
—De acuerdo.
Yunho sonrió.
—Pero no dejes de responder a mis gritos. Me gusta.
—Eres raro. Cuando era niño no se me permitía gritar. Se suponía que debía ser civilizado.
Envolviendo con su mano alrededor de su nuca, tiró de Jaejoong hacia él.
—Lo que tenemos no es civilizado. Es crudo, real y honesto. Tú eres mi chico repostero que me pide que le azote el culo... Nosotros no nos contenemos el uno del otro. Jamás. —Sus ojos brillaban mientras su polla latía.
Ahogándose en su deseo, Jaejoong le clavó los dedos en los hombros.
—Tú te estás conteniendo ahora. Puedo sentir lo duro que estás. Podríamos ser cuidadosos.
Yunho enmarco su cara con las manos y tiernamente se frotó contra él.
—Esto no es contención. Es anticipación a desnudarte y follarte hasta que grites mi nombre. —Presionó, rozando con sus labios sobre los de Jaejoong —. Estaré ahí contigo, perdiendo el control mientras conduzco mi polla dentro de ti y grito que eres mío. —Se reclinó hacia atrás en su silla—. Eso es algo por lo que vale la pena esperar hasta que estés curado.
Un baño de amor y de un calor capaz de abrasar su alma, le quitó la respiración. Era demasiado, demasiado poderoso.
Podría destruirlos a ambos.

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