Capítulo 29
JAEJOONG tenía
tres días para resolver la mayor cantidad de trámites que pudiera y para terminar
el trabajo de las camisas, por eso concurrió a hacerse el pasaporte el mismo
día que había decidido viajar. Para que se lo tramitaran como exprés, tuvo que
pagar la mitad de lo que habían recaudado entre todos los que lo habían ayudado
a reunir dinero para el viaje. Supo que no le alcanzaría para el pasaje de
avión porque tenía que tomar un vuelo directo y salía más caro que los que
hacían escalas. Así podía llegar en tres horas, en cambio si tomaba uno con
escalas, le demandaría entre seis y ocho. Si salía antes, no llegaría a tiempo
el pasaporte. Todo era una complicación, pero confiaba en que iría
resolviéndolas poco a poco.
Necesitaba más
dinero, así que probó suerte en una casa de empeños. Para ello recogió todas
las prendas que tenía confeccionadas, las que le quedaban de cuando las había exhibido
en Ensueños y algunas
propias que ya no usaba, y las llevó a la dirección correspondiente. Allí le
dijeron de muy mala gana que ellos no aceptaban ropa a cambio de darle el
préstamo.
Entonces
regresó a casa y se aproximó al televisor.
—Lo siento
tanto — le hablaba—. Te prometo que te voy a rescatar pronto.
—Estás loco,
¿sabías? — Lo increpó su hermano, mascando chicle de brazos cruzados, con la
cadera apoyada en la pared—. Le hablas a un televisor — Jaejoong lo miró por
sobre el hombro, sin ocultar su molestia. Que su hermano se atreviera a
impedirle despedirse de su querido aparato, el que había comprado en una tienda
de usados cuando se había mudado, le anudó el corazón. Estaba tan nervioso que
lloraba por cualquier cosa. Karam descruzó los brazos y avanzó hacia él —. No
me extraña que con un novio así de loco, a mi lindo cuñadito también le falten un
par de jugadores. Por lo menos dos debe tener en el banco de suplentes.
Iba a hacerse
del televisor, pero Jaejoong lo detuvo, incapaz de reír con la broma. Tenía los
ojos húmedos.
—Quiero darte
las gracias, Karam —dijo—. Yo nunca pensé que tú fueras a…
— ¿A ayudarte?
—completó el hermano. Jaejoong se encogió de hombros sin atreverse a dar
respuesta. Karam rió—. Es que yo también quiero viajar en el crucero de tu novio,
y para eso tengo que hacer que se sigan viendo — bromeó para no responder con
la verdad. Tampoco era mentira que quisiera ganarse el viaje, pero no era la
razón que lo movía a hacer todo lo que estaba haciendo.
Jaejoong rió y
permitió que él lo ayudara a cargar la radio y el televisor. No obtuvieron
mucho con ambos empeños, pero eso y el dinero reunido antes alcanzaría para el
pasaje y para que a Jaejoong le quedara un resto por las dudas.
Karam lo
acompañó también a la agencia de turismo. Jaejoong explicó que necesitaba un
pasaje directo y que tenía que ser para el sábado, siempre que le permitiera
llegar al puerto a las tres de la tarde. Pensaba que con tres horas entre su
llegada y la partida del barco sería suficiente para dirigirse al puerto,
completar los trámites y abordar. Necesitaba la mayor cantidad posible de horas
para dar tiempo a que le llegara el pasaporte. De las visas tendría que
olvidarse porque no le alcanzaba el dinero, el tiempo ni la información
disponible para conseguirlas. Lo que más le importaba era llegar a su destino.
Tras introducir
los datos en la computadora, la empleada le anunció que disponía de un vuelo
para el sábado a las doce del mediodía, era el que partía permitiéndole llegar
a horario y otorgándole a su vez mayor cantidad de tiempo para recibir el
pasaporte. Jaejoong accedió a reservar un espacio en ese vuelo. Para ello dijo su
nombre y apellido.
—Ah, no —se
retractó la mujer de pronto. Alzaba sus cejas marrones—. Disculpe, no sé por
qué primero me apareció una cosa y ahora otra —tocaba el monitor—. Ese vuelo
está completo. Todos los pasajes para ese día están agotados.
El alma de Jaejoong
se estremeció. ¿Y ahora qué haría? Si no estaba en casa hasta último momento,
no recibiría el pasaporte. ¿Cómo viajaría sin él? No podría salir del país, con
suerte lo dejarían pasar a buscar a Yunho en el barco, porque si llegaban a
solicitarle la documentación para permitirle abordar, estaba perdido. Habría
llegado a su destino para nada.
Tendría que
renunciar, como a tantas cosas en la vida, solo que esta era la más importante
que jamás había resignado. De pronto la mujer volvió a enarcar las cejas.
—Ah —pronunció
ese sonido muy rápido—. Pero usted ya tiene una reservación en ese vuelo.
Jaejoong frunció
el ceño. De pronto el corazón le latió de nuevo.
—Imposible
—replicó—. Yo no reservé nada. — Karam le pegó en la pierna para que se
callara. ¡Su hermano no podía ser más tonto de tan honesto que era! La empleada
de la agencia rió. Se escuchó el ruido del globo de chicle reventar en los
labios de Karam.
—Al parecer
estaba pensando en viajar mucho —dijo la señora—, porque de hecho tiene una
reserva en la primera clase de cada vuelo de todas las aerolíneas desde hace
una semana hasta el sábado.
Jaejoong casi se
resbaló del asiento.
— ¿Qué?
—balbuceó al borde de un desmayo. Karam se inclinó hacia adelante.
— ¿Puede
imprimirle el pasaje o un comprobante, algo? —pidió muy rápido, con los ojos
avispados. De no haber sido por Karam, Jaejoong habría salido del negocio sin
poder articular palabra, no se habría dado cuenta de pedir el comprobante de su
pasaje.
—Sí, claro
—respondió la vendedora amablemente.
—Sepa disculpar
—le dijo Karam —. Mi hermano no tiene ni la menor idea de quién es su novio
—sonreía a la vez que mascaba el chicle.
En cualquier
otra oportunidad, Jaejoong lo habría regañado con la mirada por hacerlo quedar
mal frente a la gente, pero no lo hizo. No podía moverse, se había quedado con
los ojos fijos en el borde del escritorio y las manos laxas sobre las piernas.
Todo era para
él. Ya no había dudas, Yunho estaba haciendo lo imposible para recuperarlo,
incluso enfrentarse a sus dioses enemigos. Eso lo hizo temblar. Lo dejó mudo,
quieto, emocionado hasta las lágrimas. Un mortal que se creía tan omnipotente
como para desafiar el mismísimo destino no podía ser otro loco pagado de sí
mismo más que Yunho. De no haber sido por Karam, no se habría llevado el pasaje
ni se habría levantado del asiento de la agencia. Del mismo modo silencioso y
abstraído del mundo caminó hasta su casa, escoltado por su hermano, que lo
tomaba del brazo.
—Cambia la cara
—le ordenó Karam —. En lugar de que vas a encontrarte con el amor de tu vida
parece que hubiera muerto alguien.
Es que había
muerto alguien, pensó Jaejoong. El Yunho que había conocido. Tenía miedo,
estaba nervioso, todo iba tan rápido que le parecía una locura. Rápido como se
movía el antiguo y el nuevo Yunho.
Llamó a Seung y
se excusó de nuevo por no poder cumplir más rápido con lo programado; le pidió
disculpas más veces de las que le hubiera parecido apropiado pedir en cualquier
otra ocasión. Él lo comprendió, solo que le hizo la advertencia de que no podía
esperar más de un mes porque quería lanzar esa colección para el verano
siguiente.
Jaejoong trabajó
sin descanso para terminar las camisas y aun con ayuda de Junsu no pudo
adelantar todo lo que necesitaba. Fue entonces cuando apareció Young y también
se puso a trabajar. Era buena cosiendo, descubrió Jaejoong. Quizás sí tenía
algo de su madre, después de todo, y era esa capacidad. Hasta pensó en
ofrecerle trabajo si crecía como taller de costura.
Karam también
se puso manos a la obra. Él no era nada bueno con la máquina, pero sirvió para
pegar botones.
—No sé cómo les
voy a pagar esto —decía Jaejoong mientras planchaba y acomodaba las camisas que
llevaría a la marca al día siguiente.
—Somos nosotros
los que estamos en deuda contigo — replicó Karam. Young se había quedado
callada.
Tanto
trabajaron que el día del viaje llegó pronto. Jaejoong armó un bolso sencillo,
con pocas prendas y elementos de higiene. Pensaba que podría llevárselo consigo
para evitar una posible pérdida.
Si algo lo
tenía nervioso era que el pasaporte no llegaba. A las diez y media de la mañana,
decidió ir por él.
En la oficina
le dijeron que no estaba listo, que había sido procesado como una solicitud
normal.
—Señora —volvió
a explicar Jaejoong —. Yo pagué por un trámite exprés. Fíjese en este papelito
que ustedes mismos me dieron —mostraba al borde del llanto.
—A ver —se
entrometió Karam —. Busque, por favor. Solo busque. Quizás ahí le dice que lo
procesaron como un trámite normal pero igual se hizo exprés, como debía ser.
—Si aquí dice
que se tramitó como normal, deberá esperar los treinta días que tarda en llegar
a su casa — replicó la mujer, inflexible.
—Haga lo que
dice mi hermano —rogó Jaejoong —. Por favor.
Karam hizo de
su boca un inmenso círculo. Se quitó las gafas para el sol solo porque sin
ellas podría ver mejor a su víctima, que andaba de traje entre los empleados, controlando.
— ¡Iujuuu, Joon!
— clamó alzando un brazo, con un tono de voz fingido. Jaejoong lo miró con el
ceño arrugado igual que el hombre, que corrió hacia él.
—Por favor,
aquí no —suplicó—. ¡Silencio!
Karam le sonrió.
Se conocían. No hacía falta precisar de dónde.
—Yo me callo
con gusto, pero ¿podrías hacernos un favorcito?
En menos de
media hora, Jaejoong tuvo su pasaporte en la mano. Había estado guardado en un
armario erróneo.
Aunque la cosa
se ponía fea, después se arreglaba. Casi parecía que dos fuerzas se oponían en
un plano que él no podía controlar, dirimiendo si le correspondía o no llegar hasta
Yunho.
El primo de Junsu, los esperaba afuera para llevarlos al
aeropuerto, solo que su viejo Mustang no quería arrancar.
— ¡Parece
mentira! — Exclamó dando una patada a la cubierta—. ¡Cada vez que tenemos que
hacer algo importante esta chatarra nos deja a pata! —se quejó. Tal como había
sucedido para el casamiento de Junsu.
Jaejoong lo
sabía: todo le salía mal, y todavía faltaba más. Justo ese tenía que ser un día
de mala suerte.
Nervioso y
triste como estaba, se resignó a su destino.
—Esto no tiene
ningún sentido, Karam —dijo cabizbajo —. Faltan menos de ocho horas para la
partida del Paradise y yo todavía estoy aquí, varado.
Junsu, que
también estaba allí, se le aproximó.
—Déjate de tonterías
y tomemos un colectivo — propuso.
—El aeropuerto
es trasmano y no llegaríamos a tiempo.
—Tomate un taxi
con el dinero del pasaje — sugirió Karam —. Después de todo, no tuviste que
gastarlo. Nosotros te acompañamos y nos volvemos en tren o en colectivo.
¡Claro! ¿Cómo
no se le había ocurrido antes? Todavía había esperanzas, todavía quedaban armas
para luchar. Y las cosas volvían a resolverse en un abrir y cerrar de ojos.
Jaejoong corrió
a hacer lo que su hermano le había sugerido, pero fue Karam el que consiguió
detener un coche, porque a Jaejoong todos lo pasaban por alto. ¿Quién no iba a
parar con lo atractivo que era su hermano y con la forma en que se vestía? Los
tres subieron junto con el bolso y pidieron al taxista llegar al aeropuerto lo
más rápido posible. El primo de Junsu los saludó agitando la mano junto a su
Mustang.
Con todo,
llegaron a las once y media. Jaejoong corrió para presentarse en partidas,
donde aprobaron su pasaje, pero no su bolso.
—Eso tiene que
despacharlo —le dijeron.
— ¡No! —
Reclamó él y abrazó con más fuerza su pequeño tesoro—. El bolso viene conmigo o
ninguno viaja.
—En ese caso,
ninguno sube al avión —contestó el empleado.
—Vale, Jaejoong,
deja que lo lleven —sugirió Junsu.
—No puede
ocurrir la misma desgracia dos veces, ¿no? —acotó Karam, que ya estaba al tanto
del cuento de la pérdida de la valija y los vestidos hechos de cortinas.
—A mí sí
—respondió Jaejoong.
—Pero esta vez
no… —intentó convencerlo Karam —. Toma. Te presto la cartera. Pon aquí los
papeles, el dinero, las cosas básicas, bah.
Apresurado, Karam
vació la cartera, lleno de gran misterio, en las manos de Junsu, que iba
guardando todo en los bolsillos. De ella cayó un labial, varios billetes arrugados,
un paquete de pañuelos descartables, toallitas higiénicas para bebé — ¿toallitas
higiénicas para bebé?, se preguntó Jaejoong con el ceño fruncido—, la cédula de
identidad, monedas, una tirita de chicles, un alfiler de gancho, pastillas
anticonceptivas y tres preservativos. Uno aterrizó sobre los pies de Jaejoong.
Los tres se agacharon para recogerlo al mismo tiempo, pero Karam se hizo con la
presa.
Con la misma
velocidad, pasaron los documentos, el dinero y otras cosas de Jaejoong a la
cartera de Karam, y con el ánimo de su hermano y su mejor amigo, Jaejoong accedió
a despachar el bolso. Lo hizo con recelo, abrazó el objeto el mayor tiempo
posible y lo dejó en la cinta como velándolo.
Una vez que el
bultito rojo desapareció de su vista, se dedicó a abrazar a Karam y a Junsu y a
escuchar los consejos de último momento que le brindaron.
—Mucho cuidado en
esa ciudad que casi no conoces — dijo Junsu.
—Tomate un taxi
hasta el puerto —acotó Karam.
—No te
preocupes por nada, disfruta el viaje, las tensiones, el reencuentro —soñó su
amigo. Él le tomaba una mano y Karam la otra.
—Quédate con
los chicles —agregó Karam poniéndole la tirita verde en la mano—. Dicen que en
los aviones se tapan los oídos y es bueno masticar y tragar saliva para paliarlo.
Y lo más importante: tráeme algo lindo de recuerdo.
Jaejoong solo
asentía con la cabeza y ahora también se aferraba a la tira de chicles como
hacía un rato al bolso.
— ¡Vamos, anda!
— Exclamó Junsu —. ¡Nos vemos!
—Nos vemos
—respondió Jaejoong, todavía aturdido por la velocidad que llevaba todo y por
lo poco que había dormido en esos tres días.
— ¡Adiós! —lo
saludó Karam, sonriente, viéndolo alejarse.
Pasó el control
de seguridad. Lo atraparon en migraciones.
— ¿Joven Kim?
—le preguntó un militar. Jaejoong enarcó las cejas.
—S… sí…
—asintió con miedo.
—Nos va a tener
que acompañar.
Lo sentaron en
un cuartito y le hicieron todo tipo de preguntas.
— ¿Por qué
había reservado todos esos vuelos?
— ¿Por qué
insistía en llevar la maleta con usted en el avión?
— ¿Por qué su
pasaporte no tiene más de tres días?
—No lo tome a
mal, joven Kim. Lo hacemos para proteger su propia seguridad y la de los
pasajeros.
Jaejoong miraba
alternadamente a cada hombre, pálido y confundido. Allí hacía tanto frío que
temblaba. Quizás eran los nervios, no se daba cuenta, porque los demás parecían
bastante acalorados.
Tendría que
haber llamado a Yunho hacía tres días y dejarse de joder. No hacerle caso a Karam
y aunque su reconciliación fuera la más ordinaria del mundo, no arriesgarse a
que jamás existiera. Debió haberlo pensado antes, dado su cúmulo de mala
suerte.
—Tengo que
abordar ese avión —dijo—. Me espera un crucero y…
— ¿Se va a un
crucero? —se entrometió otro, señalándolo con el dedo.
Jaejoong sabía
que estaba desaliñado y eso le jugaba en contra para que le creyeran. No se
había puesto más que un jean y una remera, el maquillaje debía habérsele
corrido por el sudor y las lágrimas retenidas, y con el ajetreo del pasaporte y
el taxi debía tener el pelo como una escoba, pero tampoco era esa justificación
para que se pensaran que él era una especie de terrorista.
—Nos
preguntamos con qué ingresos pudo usted haber reservado un pasaje en la primera
clase de todos los aviones de toda la semana.
—Yo no lo hice
—replicó Jaejoong, pero no acabó de hablar que un sujeto de traje entró al
cuarto trayendo su bolsito rojo.
—Encontramos su
equipaje —anunció.
Jaejoong miró
su reloj pulsera. El vuelo partía en cinco minutos.
—Voy a perder
el avión —dijo—, y de verdad tengo que estar a más tardar a las cinco de la tarde.
Uno de los
tipos de traje se cruzó de brazos.
— ¿Y por qué
tanto apuro? —preguntó, especulativo.
Jaejoong no lo
podía creer. Quería gritar, quería golpear a alguien, pero a cambio estaba laxo
y pálido en la silla. Resignación. Eso era lo que siempre había tenido respecto
de todo, y tendría que aplicarlo también en esto. Había visto los mensajes de Yunho
gracias a su hermano, que había hecho una buena recopilación de casi todos.
Había llorado y reído con lo que Yunho le había escrito, pero por sobre todas
las cosas se había dado cuenta de que sí tenían que estar juntos. Ahora
pensaba, en cambio, que no había ángel alguno que pudiera contra su infortunio,
y que quizás el destino los quisiera separados.
Miró el reloj:
las doce. Bajó la cabeza, resignado. Había perdido el vuelo.
—Aquí no hay
nada más que ropa, toallitas, desodorante… —enumeró el que, ahora Jaejoong lo
notaba, había revisado su bolso. Y no tenía reparos en desnudar su intimidad,
lo ponía en evidencia enfrente de todos.
—Bueno, al
parecer va a llegar al crucero —agregó otro. Jaejoong pensó que se estaba
burlando de él, pero lo peor fue descubrir que lo decía en serio.
Cuando lo
liberaron, eran las doce y media. El próximo vuelo salía a las dos, con suerte
podría llegar a las cinco. Cargaron su bolso con las maletas del otro avión y
lo hicieron esperar hasta que le permitieron abordar.
Jaejoong miraba
hacia todas partes. Solo le faltaba que otra cosa más se interpusiera en su
camino. De todos modos no iba entusiasmado, no avanzaba por el pasillo largo y
cerrado con el corazón emocionado, sino cansado y taciturno. Casi no había
dormido ni comido en tres días, había suspendido otra vez la gran oportunidad
de su vida en el terreno económico, y todo por seguir una ilusión que se diluía
con cada segundo que corría en el reloj.
El viaje en
avión no presentó mayores complicaciones, excepto que los oídos se le taparon y
acabó poniéndose en la boca tres chicles de los que le había dado Karam. Luego llegaron
las turbulencias. Por momentos el avión se agitaba como una coctelera y en
otros se deslizaba por el cielo como agua por un tobogán. Durante los
movimientos, Jaejoong se aferraba con fuerza al apoyabrazos y pensaba que odiaba
con el alma volar, que no quería hacerlo nunca más. Casi parecía al borde de
desmayarse, pero no. Resistía todo hasta que la máquina se suspendía serena en
el cielo de la tarde y entonces la experiencia ya no le parecía tan odiosa.
Llevaba la
carterita de Karam con el dinero y los documentos. Ni siquiera tenía otros
menesteres personales, ¿qué era eso? Se sentía extraño, desolado, como si en
lugar de irse a otro país estuviera yendo a hacer un mandado al almacén de la
esquina.
Por suerte el
viaje no se extendió más de esas tres horas. En el Aeropuerto Internacional, Jaejoong
corrió a la cinta de equipaje y esperó. Y esperó, y esperó, y esperó, pero,
como no podía ser de otra manera, su querido bolsito rojo jamás apareció.
Miró su reloj
pulsera. No tenía tiempo de tratar de entenderse con una empleada que hablaba en
otro idioma para terminar firmando un formulario de reclamo sin promesa de
hallar lo que buscaba. No valía la pena perder el tiempo con eso cuando eran
las cinco y media de la tarde.
De modo que,
como acostumbraba hacer en la vida, resignó el bolso rojo en función de no
resignar a Yunho. Si Jaejoong no se presentaba, él sentiría que lo había
despreciado, que lo rechazaba, y él no podía permitirse eso. Era tan tarde que
él seguramente ya pensaba que no aparecería.
Pasó bien por migraciones
y por la aduana, no llevaba nada que revisar ni equipaje que declarar, pero
debió completar un formulario y eso también le llevó tiempo.
— ¿Y ahora qué?
—se preguntó en voz alta mientras corría hacia la salida, aferrado a la cartera
como si en ella se le fuera la vida.
No podía ser
que ya no pasara nada. Esperaba lo siguiente, sabía que vendría, y en lugar de
resignar, comenzó a prepararse para el próximo infortunio.
El gentío se
agolpaba con maletas, carritos, sombreros estrambóticos y caras de feliz
cumpleaños mientras Jaejoong sabía que su rostro no debía reflejar más que
agotamiento físico extremo y una innecesaria sensación de levedad.
Afuera, los
taxis partían uno tras otro llevando a los pasajeros. Hizo señas con las manos
y hasta con una pierna, pero, como era de esperar, ninguno lo recogía a él. De pronto,
de la nada, uno al que él ni siquiera había visto se detuvo a su lado y le
abrió la puerta. Jaejoong sonrió. Un dios que sin dudas no era el suyo acababa
de colocarle un taxi a su servicio, pero en cuanto adelantó un pie, otro se interpuso
y pretendió arrebatarle el tesoro tan preciado. Jaejoong entrecerró los ojos.
—Ni lo sueñes
—masculló. Y arrancó al rubio descarado que ya se subía al auto.
— ¡Loco! — Gritó
el hombre en perfecto lenguaje que entendió, cuando quedó parado en medio de la
gente, viendo el coche arrancar—. ¡Desquiciado!
Jaejoong no le
prestó mayor atención. Eran las cinco y cuarenta de la tarde y todavía le
faltaba un trayecto de al menos treinta minutos para llegar al Paradise.
Entre transporte y papeleo, arribaría tarde. Muy tarde. Pero no se permitió
pensar en eso.
* * *
—Señor —habló
el tripulante a espaldas de Yunho. Todavía con las manos en la baranda del
balcón, él se dio la vuelta.
Llevaba puesto
un traje color crema y una camisa blanca sin corbata. Con el rostro iluminado
por el sol veraniego y la mirada tan serena como el espíritu, escuchó un poco
abstraído lo que el tripulante tenía para decir.
—Ya es hora de
partir —anunció—. Los pasajeros están comenzando a inquietarse. ¿Zarpamos?
Yunho volvió a
mirar el muelle con los ojos entrecerrados.
—No —replicó
con extraordinaria seguridad—. Él vendrá, estoy seguro. Esperaremos.
* * *
El taxi no
avanzaba, se había quedado estancado en medio de una avenida. El taxista le dio
un par de explicaciones en otro idioma, pero Jaejoong entendió poco y nada. Por
la patente, se dio cuenta de que un automóvil de turistas coreanos se había
detenido un poco más adelante, entonces pidió al hombre que lo esperase y se
bajo del coche para acercarse al otro.
En cuanto
entabló diálogo con las personas del Fiat gris, Jaejoong les preguntó si sabían
a que se debía la tardanza y si el puerto se hallaba demasiado lejos. Le informaron
que estaban reparando la calle, por eso las demoras, y que el puerto estaba
relativamente cerca. Le indicaron cómo llegar gracias a un mapa que llevaban en
la guantera y él agradeció, deseándoles buenas vacaciones.
Regresó al
taxi, pagó su viaje con el poco dinero que había cambiado antes de salir y
agradeció al conductor, dispuesto a correr hasta su destino. Tantos años de
practicar deportes debían de servirle para algo.
Nada era tan
fácil. De pronto y sin que el sol desapareciera, cayeron grandes y pesadas
gotas de lluvia.
Solo eso le
faltaba, ser víctima del clima y mojarse hasta la médula. Pero en lugar de
llorar por su patética situación, Jaejoong rió. Rió con ganas; no tenía ropa de
repuesto, ni siquiera pasajes de regreso, y si no conseguía dar con Yunho, se
quedaría varado en un país desconocido, entre extraños, con gente que hablaba
en otro idioma y sin una sola persona que la rescatase. Sin embargo, ya no se
sentía triste, ni nervioso, ni tenía miedo.
¿Qué más daba?
¿Por qué tenía que resignarse siempre? ¿Por qué no podía hacer como Yunho y
llegar hasta las últimas consecuencias, hasta donde cayera rendido no por la
resignación, sino por la muerte, aunque se desangrara lentamente en el intento?
Podía renunciar a todo, menos a él.
Entonces
descubrió que la lluvia lavaba sus pensamientos, que lo único a lo que tenía
que resignarse era a su mala suerte, y a que la batalla entre dioses se desarrollara
en el cielo.
«No
son los eventos, sino como los tomes, lo que señala un buen o un mal día», le
había dicho Yunho. Eran unas de las primeras palabras que él le había dedicado
y Jaejoong alcanzaba a comprenderlas recién ahora.
Reír de su mala
suerte fue lo más hermoso que le pudo pasar entre tanta injusticia y lo impulsó
a seguir adelante.
Llegaría hasta
las últimas consecuencias. Hasta el final.
* * *
Arribó al
puerto hecho un trapo mojado y, como no podía ser de otra manera, ni bien puso
pie bajo techo, dejó de llover. Dentro del recinto, se dirigió al empleado de abordaje
y allí le explicó, agitado, sin aliento, que tenía una reserva en el Paradise,
pero que no disponía de los pasajes. Cuando Jaejoong le dijo su nombre, él ni
siquiera introdujo sus datos en la computadora. Respondió con la sonrisa amable
característica de los lugareños que se dirigiera a migraciones con el papel que
él le extendería.
— ¿Algún
equipaje que despachar? —preguntó con la misma sonrisa complaciente. Jaejoong se
la devolvió.
—No traigo
equipaje —respondió. El asintió en silencio y le indico con la mano la
dirección de migraciones.
Jaejoong se
preguntaba qué seguiría. Quizás algún terrorista famoso llevaba su nombre y lo
detenían por eso. O tal vez lo vieran tan desaliñado que creyeran que iba a tomar
un crucero por asalto. Nada de eso sucedió. Por milagro, todo parecía haberse
detenido, como si su dios vengativo se hubiera tomado un descanso o un ángel lo
hubiera amordazado. Se sentía como cuando le cubrían la boca a alguien para que
no pudiera hablar.
El trámite fue
muy rápido, pero aun así como tenía miedo de que el barco se alejara sin él,
corrió. Con tanta mala suerte que pisó mal, se torció un tobillo, cayó de boca al
piso y le dolió hasta el alma. La remera blanca, del color que para él y para Yunho
resultaría significativo, dando el toque final de desprolijidad a su imagen.
Golpeó el piso
con la mano, sentía bronca y ganas de destrozar algo, pero para no romperse un
hueso, lo cual era bastante probable dada la racha que traía, siguió caminando.
Como ascenso al
barco, solo quedaba la plataforma que no conducía al interior del buque, sino
más arriba, por eso era larga y empinada. Jaejoong se sintió aliviado de verla
y apuró el paso hasta que se detuvo paralizado. Se reencontraba con el hermoso
e inmenso crucero, pero solo con sus características físicas, porque ese no era
el Paradise.
El alma se le
cayó a los pies. ¿Cómo podían existir dos barcos gemelos? ¿Cómo podía un barco
idéntico al Paradise llamarse…?
Abrió la boca,
los ojos se le llenaron de lágrimas.
Jaejoong. El
crucero se llamaba Jaejoong. Lo
decían las letras negras que manchaban su inmaculada blancura.
Se largó a
llorar. Temblaba y se cubría la boca con las manos para no gritar. Eso no era
cierto, no podía ser real. Tantos sentimientos al descubierto lo dejaron
indefenso.
Avanzó hasta el
pie de la plataforma ascendente, donde volvió a quedarse paralizado. Conducía a
una cima que era un balcón terraza decorado con guirnaldas y flores blancas. De
pie, con las manos en la baranda y una sonrisa perezosa en los labios, estaba Yunho.
Tan apuesto que lo dejó sin aliento, tan sereno que parecía nunca haber dudado
de que él iría a su encuentro.
El cielo, de un
vivido azul, se cernía sobre él y lo hacía parte de una pintura, la de un héroe
mitológico. De hecho Yunho no había llegado en avión hasta allí, sino en ese
mismo barco, todo para cumplir su promesa de ser el Eneas que rescatara a Jaejoong
del Lacio. La guerra de la que Eneas provenía, ya la había peleado, y había
durado muchos años.
Parecía que
jamás hubiera llovido. El sol lo iluminaba por completo, brillaba como una
inmensa bola de fuego suspendido sobre su cabeza y no se cubrió porque él se moviera
hacia un costado, donde la baranda estaba abierta para permitir el acceso al
balcón, con intención de esperarlo.
Yunho no podía
sentirse más satisfecho, más amado. Después de luchar y desangrarse, allí
estaba la cima, una que jamás podría resultarle indiferente. Sentía que el alma
se elevaba, volaba lejos del pasado y se abría al futuro. El corazón le latía
como nunca antes lo había percibido. Había mucho más que ambicionar, pero el
logro que tenía ante sus ojos llenaría su vida para siempre. Solo faltaba que Jaejoong
también ascendiera al cielo.
Jaejoong sentía
que el pecho le iba a estallar. No podía ser más feliz. No podía sentirse más
afortunado. Avanzó un paso y para dar el otro se tambaleó a causa del dolor en
su tobillo. Al ver a Jaejoong, una ternura inusitada invadió el interior de
Yunho, que sonrió ante la imagen. Jaejoong estaba empapado, con la remera
blanca sucia, el cabello enmarañado y, además, renqueaba. La imaginación del Yunho
no alcanzaba a precisar las vicisitudes por las que Jaejoong habría pasado solo
para reencontrarse con él en el barco.
No podía ser
más feliz. No podía amar más.
Quería
protegerlo, cuidarlo, hacerle olvidar todo lo malo y jamás permitir que algo lo
hiciera llorar de nuevo, ni siquiera él. Por eso abrió los brazos para
recibirlo sin poder borrar la sonrisa de su rostro la mirada ilusionada.
En medio de la
empinada plataforma, Jaejoong creyó que caería redondo al piso. No le restaban
fuerzas, sin embargo escalaba, no perdía de vista su objetivo bañado de sol y avanzaba
aunque le temblaran las piernas y el pie le impidiera caminar con soltura. Cada
vez faltaba menos, el camino se acortaba y finalmente, después de haber
alargado los últimos pasos, llegó a la cima.
Yunho lo atrapó
entre los brazos, lo pegó a su pecho y lo apretó con fuerza, Jaejoong se echó a
llorar, incapaz de retener las lágrimas, que eran la muestra de la explosión de
emociones que experimentaba. Entre esos brazos no se sentía agotado, ni
temeroso, ni solo. Todo cansancio había desaparecido dando paso a una energía
desconocida.
Yunho cerró los
ojos, preso de la intensidad del amor que sentía, de la mezcla de sentimientos
que se agitaban en su interior como luciérnagas y le humedecían la mirada.
—Sabía que
vendrías —le dijo con alivio.
—Perdón por
llegar tarde —se disculpo él, todavía contra su pecho. — Mis hados no me
permitían el avance.
Yunho abrió los
ojos y dejó escapar la risa.
—No te
preocupes — lo consoló—. Mi diosa es mucho más fuerte y puede contra todos.
Jaejoong entendió
que Yunho se refería a su madre y se hubiera dejado vencer otra vez por el
llanto de no haber sido porque escuchó que la pasarela se movía, Se despegó de Yunho
con urgencia. Alzó los ojos húmedos hacia él, que no le liberaba la cintura.
—No puedo abandonar
el puerto —anunció con pesar. En la mirada de Yunho había tanto amor y tanta
ternura que Jaejoong se sintió capaz de echarse a llorar de nuevo.
— ¿Por qué no?
—pregunto él, sin preocupación alguna.
—No tengo
visas, no me dio el tiempo para eso — contestó Jaejoong con la voz ahogada.
Apenas tengo esto…
Alzo la mano
temblorosa y mostró a Yunho el pasaporte, el documento de identidad y otros
registros que correspondían a migraciones y a la maleta que habían perdido en
el aeropuerto. Todos esos papeles estaban arrugados, y la palma de la mano
raspada por la caída cuando se le había doblado el tobillo.
Yunho bajó la
mirada, estudió rápidamente lo que Jaejoong le mostraba y volvió a él con
serenidad.
—Perdón —se
disculpó—. No podía ayudarte con eso —se refería a las visas; trámites que
debían realizarse personalmente y que, de haber podido, también habría arreglado
por él, solo para facilitarle la llegada—. De todos modos, no tienes que
preocuparte —continuó—. No en todos los lugares a los que vamos piden que
presentes una visa.
—Ah… — replicó Jaejoong,
sorprendido. Miró sus papeles en la mano todavía extendida y luego volvió a mirarlo
a él—. ¿Y tú sí tienes todos los permisos en regla? — indagó. Parecía asombrado,
incapaz de creer que Yunho lo sostenía todavía entre sus brazos.
—Sí —respondió
él con sinceridad—. Pero eso no importa —agregó enseguida—. Llegaremos tan
lejos como podamos, pero siempre juntos. Me quedaré contigo en el último puerto
al que podamos acceder sin una visa.
— ¿Y después?
—preguntó él. Yunho sonrió.
—Y después
volvemos a empezar. Conseguimos las visas que necesites para la próxima vez,
porque habrá una próxima, y en esa oportunidad, llegaremos todavía más lejos.
Así hasta que volvamos a empezar muchas veces, cada una impulsándonos con más
fuerza, hasta que alcancemos las estrellas.
Jaejoong sonrió
embelesado, incapaz de creer lo que vivía. Le parecía un sueño y tenía miedo de
que no fuera real. Yunho lo notó, por eso bajó un poco la cabeza y se aproximó
al rostro de Jaejoong para respirarlo. No podía dejar de mirarlo, no podía
quedarse callado.
—Sabes que no
soy bueno para hablar de lo que siento —dijo Yunho.
—No importa —le
interrumpió él—. Lo has escrito todo y además, eres bueno con los actos. Mira
todo lo que hiciste —indicó despegando los brazos del cuerpo—. Eso es lo que
importa.
—Ahora que
quiero hablar, no me dejas. —bromeó él. Jaejoong soltó una risita entre
lágrimas—. Y es que contigo no me puedo quedar callado —siguió diciendo. Luego
su mirada, que ya era de por sí profunda, se transformó, dando paso a la más
abrumadora de las caricias sin tacto que él jamás había experimentado—. Jaejoong…
eres el futuro grandioso que me prometió mi madre — Jaejoong volvió a llorar.
Él besó sus lágrimas—. No quiero que llores, ni siquiera de felicidad. Quiero
que me perdones, quiero que me escuches que para mí eres la persona más
especial y hermosa del mundo. No imaginás lo que te extrañé, lo que me costó
esperar hasta hoy para que este día, el primero del resto de tu vida, sea
completamente distinto al de cualquier otro mortal — Jaejoong sonrió entre
lágrimas. Yunho le tomó el rostro entre las manos sin dejar de mirarlo con esos
ojos castaños que devoraban el universo—. Quiero que sepas que me encantan tus
ojos, tu madurez, tu dignidad. Que quiero pasar el resto de mis días contigo,
que no imagino hijos míos que no sean los tuyos. Pero todo eso no te basta. Y
tampoco es suficiente para mí.
—Lo es todo, Yunho…
—habló Jaejoong, ahogado de emoción.
—No, no lo es
—respondió él—. No es nada sin que a todo eso le agregue que te amo. Te amo, Jaejoong,
como jamás creí que sería capaz de amar.
Jaejoong tembló.
Pensó que con haberlo leído resultaba suficiente, pero en cuanto escuchó a Yunho
pronunciar esas palabras, supo que eso no era cierto. Oírlo de sus labios se sentía
como música, como un encantamiento. Saber que Yunho se entregaba a él en cuerpo
y alma, que le confiaba su interior y sus hondos sentimientos, lo dejó débil y
abrumado.
—Oh, Yunho…
—balbuceó. Ahora era Jaejoong el que no sabía pronunciar palabra—. Dilo otra
vez, por favor — pidió—. Una vez más.
—Muchas veces
más —repuso Yunho —. Te lo pienso decir a toda hora, todos los días. Te llamaré
por teléfono desde la oficina para decírtelo. Te lo dejaré escrito en mensajes
por toda la casa, te lo diré al despertar, al dormirme, al morir.
—Dilo ahora…
—pidió Jaejoong —. De nuevo.
Jaejoong había
cerrado los ojos. Como Yunho le apretó ligeramente la cara, Jaejoong los volvió
a abrir. Yunho quería que sus miradas se encontrasen para pronunciar esas
palabras.
—Te amo
—repitió—. Te amo, te amo, te amo…
Lo
dijo tantas veces que Jaejoong le dio un beso para callarlo. Después Yunho lo
alzó en vilo y la cargó hasta el cuarto para que no caminara dolorido. Un
tripulante se acercaba al balcón para cerrar la puerta: el Jaejoong zarpaba
de la costa.
Nota: De este fic o novela solo son treinta capítulos, es decir que solamente falta uno mas que seria el final de la historia.
me gusto muchisimo por fin estan juntos, en verdad se lo merecen, pero en serio la suerte odia a jae, como es posible que le hayan pasado tantas cosas par poder llegar a tiempo, por momentos crei q no llegaría a tiempo, ;( se acerca el final, quisiera que pudieses escribir acerca de la vida que llevaran despues que regresen del viaje..... gracias.
ResponderEliminardios aquí se demostró la mala suerte de jae ... contra la buena suerte de yunho ... y pues al final gano la diosa de yunho siii ... me gusto mucho este capitulo porque al final los dos ahora están juntos después de todas las adversidades que tuvieron que pasar .. por fin me siento satisfecha de ver a nuestra parejita unida como debe ser ... gracias por la nueva publicación
ResponderEliminarjeje olvide mi firma ---> misa-chan
EliminarPobre Jaejoong por poco y no se encuentra con Yunho, pero es que si le pusieron muchas complicaciones, que bueno que no se resigno XD y logro llegar hasta su destino que es Yunho XD
ResponderEliminarde verdad quiero llorar de felicidad por tanto que han pasado, pero ahora se les promete un futuro juntos :D de verdad quiero llorar T_T espero con ansias el final de esta novela, espero que lo actualices pronto y me preparare para llorar a mares de felicidad otoke! gracias por tu esfuerzo por traernos hasta acá este gran fic y onegai mandame una invitacion para tu foro privado, creo que soy adicta a tus historias XD entonces hasta luego y nos vemos en el capitulo final.
jaja que bruta mi correo es s_akura19@hotmail.com até logo
ResponderEliminarAwww!!! Es tan bonito todo este reencuentro, desde como Yunho hizo lo que hizo para que Jae lo perdonara, incluso la mala suerte de Jae y su forma de ver las cosas, decidido a resignarse a todo menos a no tener a Yunho, eso fue lindo, muy lindo. Es de esas veces que dcies: aww quiero un amor asi.
ResponderEliminarLástima que esta bella historia haya llegado a su fin, pero fue una grandiosa adaptación. Muchas gracias por ello, y esperare por el cap final.
Amo esta historia, este reencuentro a pesar de todos los inconvenientes por los que atravesó jaejong es que en serio le paso de todo, pero lo importante es que logro llegar y ver yunho, y este confío en que jaejoong llegaría, las palabras que yunho le expresó, que por fin le haya mostrado sus sentimientos, que le haya dicho que lo amaba fue totalmente hermoso, valió la pena tanto esfuerzo por parte de ambos, después de todo lo que han atravesado a lo largo de esta historia era ya lo merecían, era lo justo, ser felices sin importar nada, sin un pasado imposible de superar, sin nadie interponiéndose siento tan solo ellos dos en un mundo nuevo que han construido T-T , el saber que solo falta un capítulo me hace querer llorar, he amado esta historia de sobremanera, pero ya hade llegar a su fin por muy a mi pesar y ya lo espero con ansías, gracias por compartirnos esta bella adaptación, por tu esfuerzo, dedicación y todo! :)
ResponderEliminarAwwwwwwwww mori de ternura y de angustia
ResponderEliminarPor un momento creei q nuestro Joongie no alcanzaria a yunho y lo dejaria el paradise, pese a su infortunio logro llegar y vaya que sorpresa yunho nombro aun barco con su nombre
Jaejoong!!y yo qiero subirme a ese barco
Fue hermoso yunho se volvio romantico bien lindo con el y awww le dijo que lo ama porfin se dio cuenta y se permiitio ser feliz y no al lado de el demonio rojo
Que bonito
X cierto d q foro hablas???
Yo qiero estar ahi si se trata de leer ><
ahhh que bien
ResponderEliminarse que tiene mala suerte mira lo que le pasa ya al final, pero bueno Yunho tiene razon depende de como lo tome, sii, al fin esta con Yunho al fin puede vivir con el como se debe
puede ser feliz, me encanta, me encanto tanto, amo el fic sii lo quiero conmigo juju, gracias
que bien, aunque lastimado y todo si llegaste con tu amor con ese que te ama, siiii
amo esto, amo que Yunho ya le pueda decir que lo ama, gracias de verdad
como amo la adaptacion comente en todos jeej, lo ame y amo expresar lo que siento, espero que si me envies invitacion porfis te lo agradeceria mucho
Kyaaaa que encantador fue ese reencuentro, realmente me conmovio fue tan especial, al fin Yunho pudo decirle que lo ama y Jae sentir que sus palabras son verdaderas.
ResponderEliminarPero haciendo un parentesis a esta hermosa escena innolvidable del Yunjae, dejame volver a decirlo: QUE MALA SUERTE TIENE JAE de verdad hasta parece que el detino la tiene con el que no lo deja respirar en paz en ningun momento. Pero ahi esta su Yunho para protegerlo y acompañarlo.
Ahora solo me falta un capitulo para terminar de leerlo, asi que rapido me voy a seguir leyendo unnie
Por un momento pensé que Jae no llegaba es q con la mala suerte que tiene este hombre dios...
ResponderEliminarPor suerte y todo salió bien ahh q lindo...
El barco se llama Jaejoong q detalloso
pobre jae mas salado no puede estar..
ResponderEliminarok. yunho ya entendí amas al precioso jaejoong
gracias por el capitulo
Al fin después de tantos inconvenientes para poder lograr llegar a su destino llego Jae con Yunho. Que bonita forma de decir que lo ama, espero que por fin le gane a la mala suerte de Jae la buena de Yunho. Gracias.
ResponderEliminarAhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh me encanta me gusta amo este fic que hermoso el amorr yunjae
ResponderEliminarMe encantaaaa...yh hacer todo eelo por la persona que amas ^_^ lindo enserio gracias por compartirlo
ResponderEliminarjaejoong y su mala suerte :( pobre todo lo que tuvo que pasar y soportar
ResponderEliminar, jaejoong eres muy perseverante *3*
pero a pesar de todo logro llegar y estar con su yunho TwT
waaa que lindo reencuentro... ya era hora ;)
Todo fue hermoso!!!! Los dioses se confabularon para está unión -unos a favor y otros en contra al parecer- xD Pero al fin están juntos. Lo qur me da alrgría y tristeza porqueamo esta historia y no quiero que acabe!!!
ResponderEliminarMuchas gracias por tu trabajo!! ♥
Aww que emocionante *-* Casi lloro ;-; Pobre Jae, todo lo que tuvo que pasar para llegar a Yunho, como puede ser que alguien tenga tanta mala suerte ahh pero como dice Yun, su diosa es mas fuerte *.* Fue un capitulo hermoso, al fin estan juntos y empezarán una maravillosa relación en paz ♡
ResponderEliminarGracias por compartir.
Me gusto muchisimo ya la lei dos veces y no me canso ,no soy muy buena con las palabras pero muchas gracias por este fic y gracias por compartir
ResponderEliminarMe gusto muchisimo ya la lei dos veces y no me canso ,no soy muy buena con las palabras pero muchas gracias por este fic y gracias por compartir
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