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Bajo el rojo sangre de la Luna: Capitulo 16

Capítulo 16


—Estoy prometido —dijo Jaejoong, cerrando los ojos cuando las palabras salieron de su boca por segunda vez. Yunho no había dicho nada aún, sólo lo miraba como si tratara de descubrir… lo que fuera. — ¿Yunho? —No podía soportar su silencio ni un minuto más, pero ¿qué esperaba que hiciera? Levantarse y decir que deshiciera el compromiso y que a cambio se casara con él.
¿Se casaría con él si se lo pidiera? ¿Era posible? Tenía que serlo, ya que Junsu le había hablado varias veces de sus anteriores maridos. Tenía que ser posible. Y Yunho era ya viejo, tenía más de quinientos años, así que podían envejecer juntos. A fin de cuentas, los vampiros sólo vivían seiscientos años.
Se le escapó una risa nerviosa mientras trataba de controlar sus pensamientos. Nada tenía importancia, nada. Si se lo pedía, se casaría con él. Sería su esposo sin pensarlo dos veces. Pero él no tenía aspecto de ir a hacerle ninguna petición.
Yunho se levantó lentamente y se alejó de él. Jaejoong quiso llamarlo, pedirle que lo entendiera. Quería que supiera que no había accedido a casarse con Hyun Joong por amor. No. Había accedido porque tenía que casarse. Sólo había un hombre al que él amara… pero el orgullo se interponía en su camino.
Se hizo el silencio; él le dio la espalda inmóvil hasta que el ruido de un carruaje acercándose lo puso en movimiento. No dijo nada al salir de la habitación.
Jaejoong no tenía miedo. Yunho nunca lo dejaría solo si el hombre o mujer que se acercaba fuera peligroso. No tenía miedo, pero estaba cansado.
— Lamento molestarlo, pero tenemos que irnos —Dijo Siwon, apareciendo en la puerta en el momento en que se recostaba sobre la almohada
— ¿Irnos? ¿Adonde, Siwon? ¿Qué está pasando?
Siwon adoptó una expresión de disculpa mientras mantenía la puerta abierta.
—No tengo permiso para decirlo, lo siento. Por favor, venga conmigo.
Mientras se le encendía el mal genio, Jaejoong se dio cuenta de que la ira era mejor compañera que el desengaño.

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— ¡Jaejoong, siento muchísimo lo que ha pasado! Tienes que estar muy asustado —dijo Heechul acercándose a Jaejoong con los brazos abiertos y la consternación pintada en el rostro. Jaejoong se levantó y abrazó a su amigo.
—El miedo no fue ni la mitad de malo que esta nefanda espera, Heechul. Estaría mucho mejor si alguien me explicara qué estoy haciendo aquí —dijo Jaejoong, señalando la habitación de invitados del duque, donde lo habían llevado tras su llegada a la residencia.
— ¿Nadie ha hablado contigo? —dijo Heechul con sorpresa, obedeciendo la indicación de Jaejoong y sentándose.
—No, ¿vas a explicarme tú lo que ocurre? —preguntó Jaejoong, contrariado. No había visto al duque, a Junsu ni a Yunho después de haber sido trasladado por Siwon, que también había desaparecido.
—Me temo que ha sido por algo inesperado —comenzó Heechul —, imagino que eso es lo que están discutiendo los ancianos abajo.
Jaejoong vio que Heechul se esforzaba por elegir las palabras y se puso tenso. ¿Qué podía haber peor que un vampiro asesino y loco en libertad?
—Ayer por la tarde murió una mujer vampiro —dijo Heechul finalmente.
—Lo siento Heechul. ¿La conocías? —dijo Jaejoong con simpatía, cubriendo la mano de su amigo con la suya.
—No, no se trata de eso, Jaejoong. Tenía cien años más que yo y había pasado casi toda su vida en Europa. Yo no la conocía apenas.
—Entonces ¿cuál es el problema?
—Bueno, la vampiro muerta era de este clan. Estaba en la ciudad murió y en estos momentos están trasladando su cuerpo para la ceremonia que habrá que celebrar. Los preparativos durarán toda la noche y parte de la mañana. Según la ley, todos los vampiros nacidos en el clan y en el territorio del clan deben asistir. — Heechul miró a Jaejoong como si esperara a que llegara a una conclusión. Pero como Jaejoong lo miraba sin comprender, Heechul siguió explicándose—. Todos hemos de asistir a la ceremonia, Jaejoong. Si el asesino decide venir a buscarte después de los problemas que le has causado, ninguno de nosotros podrá estar aquí para protegerte.
Jaejoong parpadeó varias veces cuando por fin comprendió el significado de aquellas palabras. ¿Iban a dejarlo sin protección?
—Entonces tendré que ir a algún sitio donde no pueda encontrarme —dijo lentamente.
—Me temo que eso tampoco es posible. El príncipe consiguió protegerte de nuestra ley prometiendo a los otros jefes que estarías bajo su constante vigilancia —dijo Heechul con compunción.
— ¡Pero no estoy bajo su constante vigilancia!
—Eso es cierto, pero cuando no puede estar contigo, estás con alguno de nosotros. Él te confía a nosotros, Jaejoong. Pero si escaparas o causaras problemas, el príncipe sería el responsable.
Jaejoong no podía creer que no hubiera sabido todo aquello hasta ese momento. Si hubiera huido, Yunho habría pagado las consecuencias. ¿Por qué había acatado aquellas condiciones? ¿Por qué?
—Entonces, ¿no puedo irme?
—Para que pudieras irte, tendría que acompañarte el príncipe y…
—No puede —terminó Jaejoong con sequedad. Heechul se puso en pie, más tranquilo.
—Es sólo una racha de mala suerte, pero no tienes por qué preocuparte, Jaejoong.
Jaejoong miró a Heechul y sonrió con ironía.
—Claro. Ya te encargas de tú de gastar la alfombra.
Heechul se detuvo inmediatamente.
—No, hago eso porque soy un estúpido. Con sinceridad, Jaejoong, todo irá bien. El príncipe no permitirá que te pase nada. No permitiremos que te pase nada.
Jaejoong se preguntó qué diría Heechul si los ancianos decidían que fuera encerrado bajo llave y abandonado a sus propios recursos.
— ¿Jaejoong? —dijo Junsu entrando en la habitación. La sonrisa que lucía hizo que Jaejoong se sintiera un poco mejor—. Ah, estás aquí, y Heechul, bien; eres de lo más oportuno.
Jaejoong había decidido no hacer más preguntas, ya que sólo generaban más confusión, así que se mordió la lengua y dejó hablar a Heechul.
— ¿Qué se ha decidido? —preguntó, pero Junsu no le hizo caso y depositó en manos de Jaejoong la capa oscura que llevaba puesta.
—Bien querido, tengo que pedirte que te quedes muy quieto y que no tengas miedo. No va a pasarte nada, ni a ti ni a nadie.
— ¿Va a venir él? —preguntó Heechul con incredulidad.
Jaejoong miró la capa que tenía en las manos con los ojos muy abiertos. ¡Iba a asistir a una ceremonia de vampiros! Tras haber sido testigo de una, la idea no era muy agradable.
—Pero sólo a los vampiros se les permite asistir a la ceremonia… está prohibido… — continuó Heechul lleno de confusión—. ¿Cómo van a convencer a los demás de que se lo permitan?
Junsu indicó a Heechul por señas que bajara la voz mientras cerraba la puerta con llave.
—No está prohibido expresamente. Yunho y Yoochun han estado estudiando el Libro de la Ley durante la última hora. No hay nada que estipule que sólo los vampiros pueden asistir a la ceremonia, aunque es natural suponerlo, ya que los humanos nunca han de conocer nuestra existencia.
Heechul captó la idea.
—Y como Jaejoong tiene un guía y por tanto conoce nuestra existencia, puede asistir a la ceremonia.
—Exactamente —dijo Junsu —. Pero los demás no pueden saberlo. Yoochun teme que pueda traer complicaciones y, sencillamente, no hay tiempo para explicar a todos los asistentes los detalles de la situación en que nos encontramos.
Jaejoong, que había oído en silencio la conversación, fue incapaz de seguir callado.
—Entonces sugieres que finja ser uno… ¿uno de vosotros?
Junsu lo miró con simpatía.
—No tienes nada que temer, Jaejoong. Te daré instrucciones sobre todo lo que tendrás que hacer. La mayor parte del tiempo sólo tendrás que escuchar, eso es todo.
Jaejoong miró el semblante sonriente de Junsu y el consternado de Heechul. Habría dado lo que fuera por leer sus mentes.

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Jaejoong se arrebujó en la capa cuando otra ráfaga de viento sopló entre los árboles, amenazando con levantarlo y poner al descubierto su desnudez. Cuando Junsu le dijo que tenía que quitarse la ropa, se había mostrado reacio a hacerlo; después de todo, no recordaba haber estado desnudo delante de nadie… nunca.
¡No estoy desnudo!, se dijo, sujetando con más fuerza la tela negra.
No le servía de consuelo que los cien vampiros que había a su alrededor, también desnudos bajo la respectiva capa, no parecieran preocuparse por el viento ni por la tierra fría que pisaban sus pies descalzos. Estaban totalmente concentrados en el cadáver que yacía en el centro del semicírculo que el jefe del clan les había ordenado formar.
—Un paso adelante, lector, y háblanos de su vida —dijo el duque. Sus palabras volaron por encima de sus cabezas y se perdieron en el bosque.
Jaejoong vio que un hombre bajo de largo cabello rubio y nariz ganchuda se situaba delante del cadáver y miraba a los congregados. Cambió de postura para poder verlo mejor y se mordió el labio del dolor que sintió. Miró rápidamente a derecha e izquierda para ver si alguien había notado su estupidez.
Las ortigas y ramas secas desparramadas por la tierra no parecían molestar a los vampiros, pero a él se le clavaban en la suave piel de todos los modos posibles.
Volviendo su atención al hombrecillo que en aquel momento sujetaba un cuaderno negro en la mano derecha, Jaejoong oyó que los congregados respiraban profundamente al mismo tiempo. ¿Qué tenía aquel cuaderno para llamar la atención de todos?
Jaejoong no tuvo que esperar mucho para saberlo. El hombre comenzó a leer.
—Nací en Polonia en 1384 y me pusieron el nombre de la reina Jadwiga. En 1422 adopté el nombre de Eleanor Cobham y fui la primera amante y después la segunda esposa del duque de Gloucester, regente de Inglaterra, tío de Enrique VI.
Jaejoong tardó un momento en darse cuenta de que lo que oía era un relato de la vida de la mujer vampiro que había muerto. El año de 1384 le parecía una fecha tan irreal, tan distante… ¿Cómo había vivido aquella mujer tantos años y con qué nombres?
—En 1441 fui acusada de brujería y encarcelada; desde allí me fui a Francia. Me casé con un granjero llamado Jean Lordeaux y estuve con él durante treinta y tres años.
Jaejoong recordó entonces que Yunho tenía más de quinientos años. ¿Qué había hecho durante todo ese tiempo? ¿Dónde había nacido y cuál era su verdadero nombre? ¿Sería Yunho un nombre adoptado recientemente?
Las preguntas cruzaban su mente a velocidad de relámpago, y se llevó la mano a la frente. Tenía que dejar de pensar. Se suponía que aquella era la parte fácil de la ceremonia. La parte en la que lo único que tenía que hacer era mantenerse en silencio y escuchar.
—En 1735 volví a Francia y adopté el nombre de Jeanne-Antoinette Poisson y en 1741 me casé con Charles-Guillaume Le Normant d'Étiolles. Cuatro años después, fui amante de Luis XV de Francia y permanecí a su lado hasta 1764, año en que me fui a Alemania.
Jaejoong dilató los ojos al recordar un libro de historia en el que se mencionaba a Jeanne- Antoinette Poisson. La mujer era más conocida como Madame de Pompadour y la acusaban de haber causado la guerra de los Siete Años.
Jaejoong contó mentalmente hasta diez para frenar el galope de su corazón. ¿Podían ver su agitación interior?, se preguntó. ¿Cambiaría el color de su aura como muchos libros de medicina oriental sugerían?
Buscó a Yunho con la mirada y lo vio en el centro del círculo, escuchando impasible la narración de la vida de Jadwiga. ¿Podría saber lo que sentía fijándose en su aura?
Jaejoong cayó en la cuenta de que no quería saberlo. Aunque fuera así, no tenía ningunas ganas de saberlo.
Un movimiento atrajo su mirada hacia el cadáver de Jadwiga. El hombre que había leído el cuaderno negro se había situado de nuevo en el semicírculo y dos vampiros se acercaron al centro con unos cuencos llenos de líquido.
Jaejoong los vio echar el líquido sobre el cadáver, uno moviéndose desde los pies hacia la cintura y el otro desde la cabeza hacia abajo.
Cuando los cuencos estuvieron vacíos, los hombres se acercaron a la cabeza de la muerta y Jaejoong respiró hondo. Le habían hablado de aquella parte de la ceremonia para que no lo pillara desprevenido.
Los afilados bordes de los cuchillos que los hombres empuñaban brillaron al caer sobre la cabeza de Jadwiga.
No cierres los ojos, no cierres los ojos, pensó Jaejoong desesperadamente cuando el deseo de dar media vuelta se le hizo casi insoportable. Se concentró en el rostro de uno de los vampiros que se inclinaba sobre Jadwiga. Parecía tener unos treinta años, aunque sabía que podía tener doscientos. Doscientos años. ¿Qué haría él con tanto tiempo?
Cuando el hombre se incorporó, Jaejoong miró sus manos por casualidad. Aún llevaba la daga en la mano izquierda, aunque ahora estaba manchada, y en la derecha llevaba los dientes de Jadwiga.
Jaejoong se sintió desfallecer. Observó al vampiro hasta que guardó los dientes en una bolsa de terciopelo.
¿Por qué harían algo semejante? Jaejoong no había tenido tiempo de hacer preguntas, pero ahora sentía la necesidad de saber. Tenía que entender; quizá así no se sentiría tan mareado.
Recorrió de nuevo el semicírculo con los ojos y vio a Yunho. Estaba mirándolo fijamente, y tuvo que obligarse a permanecer en su sitio mientras todo su instinto lo empujaba a correr hacia él. Lo único que quería era estar entre sus brazos y dejar que lo protegiera: de Seong Min, de cualquier vampiro que quisiera hacerle daño, de los humanos… del mundo. No sabía cómo había llegado a depender tanto de él, pero a su lado se sentía seguro, en paz.
Una mujer morena salió del círculo y se situó frente al cadáver mientras otras dos se adelantaban con antorchas. A Jaejoong se le puso la piel de gallina cuando la mujer abrió la boca y se puso a cantar. Su voz era evocadora y hermosa, y la canción, aunque sin palabras, hablaba con más claridad del dolor, el anhelo y la eternidad que ninguna otra que hubiera oído nunca.
Uno a uno, los vampiros se alejaron del cadáver y se internaron en los bosques. Jaejoong los siguió de inmediato, pero no antes de verlos arrojar las antorchas sobre el cuerpo de Jadwiga.
Caminó lentamente, pensando en el cuerpo que ardía tras él, con la mirada fija en la luna. Parecía más grande que nunca y teñía los bosques de sombras de color rojo… rojo sangre.
Al poco rato, Heechul y Junsu aparecieron a su lado.
— ¿Y tus pies? —preguntó Junsu en voz baja, mirando a los vampiros que se dispersaban en todas direcciones, la mayoría camino de su casa.
Jaejoong había estado demasiado ocupado pensando en el olor a piel quemada para darse cuenta de nada más.
—He estado demasiado preocupado para pensar en ellos —susurró, haciéndolos sonreír.
—Lo estás haciendo muy bien, Jaejoong, me siento orgulloso de ti —dijo Heechul un cuarto de hora más tarde. Estaban cerca de un sendero en el que los esperaba un carruaje para llevarlos a la residencia del duque.
—Estamos orgullosos de ti —repitió Junsu —. Recuerda que ya ha terminado la primera parte.
Jaejoong asintió con la cabeza y los tres guardaron silencio hasta que subieron al carruaje.
Junsu miró a Heechul y rompió el silencio que había caído sobre ellos.
—Hay algo que no habíamos mencionado, Jaejoong. No queríamos que temieras la llegada de ese momento, así que pensamos que era más prudente contártelo lo más tarde posible —dijo, agitándose en el asiento y poniéndose la mano sobre el vientre—. La ceremonia fúnebre es una celebración de vida y pasión. Es el momento en el que recordamos por qué vale la pena vivir.
A Jaejoong no se le ocurría de qué manera podía ayudar el hecho de mutilar un cadáver y luego quemarlo, pero no dijo nada.
Como si le leyera la mente, Junsu le sonrió y dijo:
—Le quitaron los dientes porque deben mantenerse en la cámara de la historia, junto con nuestros libros. Se hace para que recordemos que una vez estuvo viva. Sin embargo, hay que quemar su cuerpo para que se mezcle con la tierra y así ningún humano pueda dar con ella, nunca.
Heechul dirigió a Junsu una mirada de advertencia, que a Jaejoong no le pareció buena señal. Fuera cual fuese el secreto, no podía ser bueno. Estuvo tentado de leer sus mentes para descubrir qué pasaba, pero no se sintió capaz. No podía entrometerse de esa manera; no se lo perdonarían.
—La mayoría del clan se ha dirigido a otras casas; sólo unos pocos escogidos se han quedado para completar la segunda parte de la ceremonia en la casa del jefe. Los dos parientes más cercanos de Jadwiga dirigirán el acto; será una celebración de las pasiones. Habrá música, arte y…
Junsu calló de repente cuando un vampiro abrió la puerta del carruaje, que se había detenido. Jaejoong quería saber qué iba a decir Junsu, pero era demasiado tarde. Los tres bajaron del carruaje y entraron en la mansión.
—Heechul —susurró Jaejoong mientras seguían a unos vampiros a los que no había visto nunca hacia el recibidor que había al final del pasillo. Buscó con la mirada a Yoochun, Siwon, y Yunho, que sabía que estarían presentes.
—No te preocupes —dijo Heechul en voz baja cuando entraban en la habitación.
A Jaejoong se le ocurrieron varios comentarios sarcásticos, pero se los guardó cuando vio lo que habían hecho en la habitación.
En el centro había diez sillas puestas en círculo con un gran candelabro detrás de cada una. El resto del salón estaba vacío, incluso habían retirado todos los tapices y cuadros. Sólo quedaban las gruesas cortinas de terciopelo, corridas para cubrir los grandes ventanales de la pared. Donde no llegaba la luz de los candelabros sólo reinaba la oscuridad.
El mismo vampiro que había leído el cuaderno negro le indicó un asiento entre dos hombres a los que no conocía. Jaejoong se sentó; su aprensión aumentaba con cada respiración.
Yunho estaba sentado delante de él mientras que Heechul, Siwon, Yoochun y Junsu estaban dispersos a ambos lados.
Cuando las diez sillas estuvieron ocupadas, cuatro vampiros que quedaron de pie cerraron las puertas y el ruido vibró en la cabeza de Jaejoong como el toque de difuntos.
Jaejoong.
La voz de Yunho entró en su cabeza y, sobresaltado, se dio cuenta de que había dejado caer el bloqueo. Al parecer le ocurría cada vez que estaba consternado. En lugar de enfadarse, se preguntó por qué no se había desbloqueado antes. Cómo había echado de menos la voz de Yunho.
¿Sí?, respondió rápidamente.
Pase lo que pase, no tengas miedo. No dejaré que te pase nada. ¿Me crees?
En los pensamientos de Yunho había una urgencia que decía que, pasara lo que pasase, estaba a punto de comenzar.
Te creo.
Se dio cuenta de que Yunho había vuelto a bloquearse y él hizo lo mismo mientras escuchaba a los dos vampiros que habían comenzado a cantar con voz suave y melódica. También era una canción sin letra, pero con una gran cantidad de sentimiento en las notas, que recorrieron la habitación de un extremo a otro.
El hombrecillo que había leído el cuaderno negro se puso en el centro del círculo con un cáliz profusamente decorado en las manos. Jaejoong vio que se dirigía a Yoochun y le ofrecía la copa. El duque bebió y el vampiro se movió dos sillas a la izquierda y volvió a ofrecer la copa.
Jaejoong tardó un momento en darse cuenta de lo que aquello significaba, pero al hacerlo sintió que lo invadía el pánico. No podía beber sangre, sencillamente no podía. Seguro que se atragantaría, entonces lo descubrirían y lo matarían, y Yunho no podría hacer nada para evitarlo.
A punto de llorar, observó al hombre rubio moviéndose dentro del círculo. Cuando el vampiro que estaba a su izquierda bebió de la copa, Jaejoong contuvo el aliento, temeroso de lo que pudiera hacer cuando le acercaran la copa a los labios. ¿Le darían arcadas nada más olerla?
Cuando el hombre de la copa se acercó, abrió la boca, listo para protestar, pero la cerró rápidamente al ver qué pasaba de largo. Entonces se dio cuenta de que el hombre se había saltado algunas sillas y sólo había ofrecido la copa a algunos miembros de la reunión.
Jaejoong no sabía qué razón había para que el ritual fuera así, pero nunca se había sentido tan agradecido… exceptuando el día en que Yunho le había dado el regalo más precioso de su vida. Lo miró, preguntándose cómo podía desearlo tanto, incluso en aquellos momentos. El vampiro de la copa le tapó la vista temporalmente y Jaejoong observó a Yunho beber de la copa con los ojos cerrados. Cuando los abrió, tuvo que morderse la lengua: los ojos que una vez fueron cafés, ahora eran rojos.
Jaejoong supo que si miraba a su alrededor, vería que todos los vampiros tendrían los mismos ojos rojos, así que no lo hizo. Necesitaba mantener la mente despejada y semejante visión no haría sino amedrentarlo.
El último vampiro masculino bebió de la copa y la música pasó a un aire más lento, menos triste… más sensual. Jaejoong se preguntaba qué pasaría a continuación y si estarían cerca del final de la ceremonia. Esperaba que sí, porque no sabía cuánto más podrían aguantar sus pobres nervios.
Jaejoong intuyó que lo miraban fijamente y vio que Heechul trataba de decirle algo. Arqueando las cejas ligeramente, Jaejoong intentó indicarle que no entendía. Heechul siguió mirándolo, y luego se llevó las manos al cierre de la capa.
El tiempo se detuvo cuando Jaejoong vio que su amigo soltaba el corchete que cerraba su capa y la dejaba resbalar por sus hombros, dejando al descubierto su cuerpo desnudo.
Jaejoong miró a todas partes con los ojos muy abiertos y vio que Junsu hacía lo mismo. Jaejoong se quedó mirando una pequeña marca que tenía sobre el ombligo hasta que cayó en la cuenta de que él tenía que imitarlos.
¡Ay, Dios mío, ay, Dios mío!
Miró a Yunho y vio que sus ojos habían recuperado su aspecto normal, aunque no lo estaba mirando. ¡No podía vacilar si no quería que lo descubrieran!
No pienses. No pienses. Levantó las manos para desabrocharse la capa.
Es mejor que beber sangre, se decía una y otra vez mientras apartaba el tejido, podrían haberme hecho beber sangre.
Jaejoong depositó la capa lentamente sobre el respaldo de la silla y notó que se le ponía el vello de punta. Ningún hombre lo había visto desnudo y ahora la veían siete al mismo tiempo.
Notó que la vergüenza se arrastraba por su pecho, pero consiguió tenerla a raya. Entendía que las otras mujeres y hombres no estuvieran en absoluto molestos y que, entre vampiros, lo que estaba ocurriendo no fuera vergonzoso.
Jaejoong escogió un punto más allá de Yunho y se quedó mirando al vacío, tratando de aclararse las ideas y de distanciarse de su desnudez. No se permitiría pensar en otra cosa que no fuera la música.
El vampiro del cáliz regresó al centro del círculo, esta vez con un cuenco adornado y un pincel. Se acercó a Junsu, introdujo el pincel en el cuenco y lo levantó para dibujar una línea en su frente.
Cuando le llegó el turno, Jaejoong se concentró en no sentir nada, salvo la sangre cálida en su frente.
Al poco rato, la ronda había terminado y todas las mujeres y hombres estaban pintados. La música cambió de nuevo, conservando su ritmo sensual mientras el hombre salía del círculo. Luego se hizo un silencio total y Junsu se levantó, mostrando su hermoso cuerpo embarazado. Se movió por la habitación, sin inmutarse porque todos los ojos estuvieran puestos en él, y se detuvo al llegar a la silla del duque. Se arrodilló y esperó a que Yoochun se inclinara y pusiera su frente sobre la suya, sobre la raya pintada. La pintura, que ya había empezado a secarse, dejó una señal idéntica en la piel de Yoochun, que ayudó a su esposo a ponerse en pie y lo sacó de la habitación.
A continuación se levantó la mujer que había estado sentada a la izquierda de Junsu. Tenía unas largas trenzas que le caían hasta debajo de los hombros. Era una diosa; todas sus curvas y líneas eran perfectas. Jaejoong la vio vacilar un momento antes de dirigirse hacia Yunho.
No, pensó Jaejoong, muerto de miedo al pensar que él también tendría que levantarse y arrodillarse ante un vampiro. Si esa mujer se llevaba a Yunho de la habitación, se quedaría solo. No podría… ¡Yunho no podía dejarlo allí!
Cuando la mujer pasó de largo ante Yunho y se arrodilló frente al vampiro que había a su lado, Jaejoong respiró de alivio.
Heechul fue el siguiente; sus rizos rojos flotaron tras él cuando se dirigió hacia Siwon y se arrodilló. Jaejoong vio que su amigo le hacía un gesto con la cabeza al salir del cuarto y supo que era su turno.
Se levantó con piernas temblorosas y ordenó a su cuerpo que se moviera. Ojos masculinos y femeninos lo observaron mientras se dirigía hacia Yunho. Sólo él mantenía la mirada apartada de su cuerpo, sentado rígidamente en su silla.
Jaejoong respiraba despacio al andar. Quería saber qué estaba pensando; quería mover el cabello que le caía sobre la espalda para cubrirse los pechos. Quería saber si Yunho lo encontraba deseable. Quería que no hubiera nadie más.
Al final, ninguna de sus plegarias obtuvo respuesta, salvo la referente a cruzar el círculo y arrodillarse ante Yunho sin incidentes. Cuando Yunho se inclinó y le rodeó la cara con las manos, cerró los ojos y le dejó elevarle la cabeza para que sus frentes se rozaran.
Imágenes de ojos rojos y dientes afilados llenaron su cabeza, pero las exorcizó. Yunho era el hombre que le había salvado la vida, y se la estaba salvando de nuevo en aquel preciso momento.
Lo ayudó a levantarse del suelo y mantuvo su mano apretada. Sus miradas se encontraron cuando Jaejoong oyó que se ponía en pie otra mujer. ¡Lo había conseguido! No lo descubrirían.
Siguió a Yunho fuera de la habitación. No hablaron hasta entrar en la habitación de invitados que le habían asignado.
Sin pensar que la habitación estaba a oscuras, corrió al armario, sacó su camisón y se lo puso en un abrir y cerrar de ojos. Yunho se acercó a la ventana sin mirarlo ni una sola vez.
Todo le cayó encima de súbito, el asesino, los ojos rojos, la sangre… apoyando la espalda en la pared, resbaló hasta el suelo y se abrazó las rodillas con fuerza. Por sus mejillas corrieron lágrimas silenciosas, deslizándose desde los párpados cerrados.
Yunho no dijo nada. Se acercó a él y lo cogió en brazos para llevarlo a la gran cama que ocupaba el otro extremo de la habitación. Jaejoong le rodeó el cuello con los brazos y se sujetó mientras Yunho se sentaba en la cama.
—Ya ha terminado —susurró suavemente, acariciándole el pelo, la espalda y los brazos. Jaejoong le abrazó con más fuerza. Necesitaba su calor, le necesitaba a él.
Respiró profundamente y empezó a calmarse. Todo iba bien. Estaba con Yunho. Yunho no permitiría que le hicieran daño.
Jaejoong se volvió a él, más recuperado.
—Yo… —Le fallaron las palabras y las emociones lo vencieron una vez más. No sabía por dónde empezar, no tenía ni idea de qué decir.
Yunho le acarició el cabello.
—Estás cansado, deberías descansar.
Jaejoong sabía que lo que necesitaba no era dormir. Esa noche lo necesitaba a él, más de lo que nunca había necesitado a nadie.
—Quizá sea una tontería, pero ya no tengo miedo —dijo Jaejoong suavemente.
—No tienes que tener miedo si estoy cerca, Jaejoong. Ya te lo he dicho antes.
Se quedó pensativo y le tocó el tejido que le cubría el pecho.
— ¿Y si te hubieran elegido antes? —Habría tenido que arrodillarse ante un extraño. Un vampiro desconocido que esperaría que saliera con él, ¿y luego qué?
Yunho no dijo nada.
— ¿Dónde están todas esas parejas que han salido de la habitación?
Yunho lo miró fijamente y luego volvió a mirar hacia la ventana.
—Están reafirmando la vida.
Jaejoong lo sabía, aunque no había querido admitirlo.
— ¿Me habrías dejado allí si te hubiera elegido otra mujer u hombre?
Yunho no lo miró, pero Jaejoong notó que la tensión se apoderaba de su cuerpo.
—Eso no habría sido posible.
— ¿Y eso por qué? La vampiro no parecía muy decidida —dijo Jaejoong, demasiado agotado para poner la cabeza en lo que estaba diciendo.
—Nadie iba a tocarte. Sabían que eras mío.
Suyo. Debía de haberles mentido para mantenerlo a salvo, aunque lo que Yunho no sabía es que no era una mentira tan grande como tal vez creyera.
—Tienes que romper el compromiso.
Jaejoong lo miró, pero Yunho miraba a otro lado. Era la primera vez que mencionaba el compromiso. ¿Qué estaba diciendo? No era posible… no podía ser. Era lo que había querido que él le dijera, ¿no? Quizá no había mentido al decir a los demás que él era suyo.
— ¿Ellos creen que estamos «reafirmando la vida»? —preguntó.
Por toda respuesta, Yunho asintió con la cabeza.
— ¿Es parte de la ceremonia?
Yunho volvió a asentir, esta vez más despacio.
Jaejoong se mordió el labio, pensando en lo que diría a continuación. No tenía sentido negar que deseaba a aquel hombre. Deseaba sentirse entre sus brazos, estrechado contra él, quería sus labios sobre los suyos como antes… quería que él lo hiciera para no tener que pensar en nada. Ni en el asesino, ni en la ceremonia, no quería pensar en nada más que en él y en las sensaciones que le producía. Quería que lo hiciera para que no le quedara más remedio que estar con él.
—Estás desafiando tus leyes.
Yunho lo miró. La luz de la luna se filtraba por la ventana iluminando su rostro y Jaejoong vio sorpresa en su expresión.
— ¿Qué dices?
Jaejoong no sabía lo que sentía, quizá fuera el miedo que había experimentado en el bosque, o la tensión en la habitación de abajo, pero de repente encontró dentro de sí un valor que no sabía que poseía.
—La ley dice que has de asistir a la ceremonia, y todavía no has terminado la última parte.
Yunho seguía mirándolo con expresión intensa y seria.
—No me detendré. —Aquellas rudas palabras provocaron un hormigueo de excitación en Jaejoong. Jaejoong no quería que se detuviese esta vez. No quería que se detuviese nunca.
Se reclinó, mirándolo a los ojos.
Te deseo.
Jaejoong se desabrochó los botones del camisón mientras le enviaba el pensamiento. Centímetro a centímetro, abrió el tejido para dejar al descubierto su suave piel.
Quiero que me beses como la última vez.
Jaejoong deslizó la mano por su cuerpo, separando la tela del camisón y poniendo ante Yunho una tentadora visión de su pecho.
Quiero que me toques como la última vez.
Utilizando las dos manos, se bajó el camisón por los hombros y los brazos hasta que cayó alrededor de la cintura.
Yunho observaba en silencio mientras Jaejoong esperaba ante él, en su gloriosa desnudez.
Acuéstate.
Jaejoong obedeció la orden y se puso a su lado, sobre las sábanas de raso. Cerró los ojos, esperando sus palabras.
Eres muy hermoso.
Eran pensamientos claros. Jaejoong se estremeció cuando Yunho se arrodilló entre sus piernas y se las acarició; sus fuertes dedos le rodearon la cintura y lo atrajeron hacia sí.
El beso fue largo, profundo, y acabó jadeando en busca de aire.
—Yunho —fue a decir, pero Yunho lo detuvo, lo obligó a tenderse y se puso encima antes de que pudiera recuperar el aliento.
Jaejoong temblaba intentando oír su siguiente movimiento.
Sus manos estaban allí de nuevo, en su cabello, apartándoselo del cuello. Le besó la nuca y Jaejoong se estremeció.
Yunho, por favor…
Bajó los dedos por su columna vertebral, acariciándole la espalda, terminando de quitarle el camisón y dándole la vuelta en sus brazos.
Estaba desnudo. Lo notó cuando su sensible pecho rozo su fuerte torso. Era tan enérgico, tan fuerte y tan duro… Antes de poder mirarlo a conciencia, lo estaba besando de nuevo y se tendía sobre él.
Sus labios eran tan poderosos que lo dejaron sin aliento y sin fuerzas para pensar.
No puedo esperar, Jaejoong. Separa las piernas. Ábrelas.
Jaejoong acató sus órdenes sin pensar, sintiendo un nudo en el estómago al notar todo su peso encima de él. Volvió a ponerse nervioso.
—Mírame.
Tardó un momento en darse cuenta de que Yunho había hablado en voz alta, y lo miró a la cara. No sabía qué estaba pensando, ni siquiera lo podía imaginar y sintió vergüenza.
—Ábreme tu mente, Jaejoong.
— ¿Qué? —preguntó, algo confuso.
—Entra en la mía —dijo él, suavizando su expresión al ver que Jaejoong comprendía por fin.
Jaejoong salió de su bloqueo y se dejó arrastrar. Entró en la mente de Yunho y él en la suya, y sus pensamientos se fundieron.
Al sentir su deseo, lo abandonaron los nervios y le rodeó la espalda con los brazos. Era como si sintiera las sensaciones de los dos, confundidas totalmente y a la vez totalmente maravillosas.
No te contengas más.
No quiero que tengas miedo.
¿No puedes ver que no tengo miedo?
Te deseo mucho.
Ven.
Lo penetró lentamente. Jaejoong se mordió el labio al sentirse invadido por mil sensaciones. Yunho le hacía daño al abrazarlo con fuerza y darle la vuelta para ajustarlo a su tamaño, pero también sentía una pura explosión de placer al sentirse penetrado.
¡Yunho!.
Yunho no pudo menos de seguir profundizando y, al darse cuenta del dolor de Jaejoong, supo que casi había llegado al fondo.
Jaejoong bajó las manos hasta su cintura y lo atrajo hacia sí, y él se perdió.
El movimiento rítmico que había ido adquiriendo velocidad puso a Jaejoong al borde del aullido. No podía detener la presión que se estaba acumulando dentro de su cuerpo.
Yunho rugió al sentirlo explotar debajo de él. El placer lo puso frenético y Jaejoong gritó de nuevo cuando las sensaciones lo inundaron por dentro.
Cuando a Jaejoong se le normalizó el ritmo cardíaco, Yunho se movió y se puso a su lado, dejando su brazo alrededor del cuello de Jaejoong joven.
— ¿Yunho? —La voz sonó aletargada incluso en sus oídos y se dio cuenta de lo cansado que estaba.
— ¿Mmmm?
—Gracias.
Yunho se removió y lo estrechó con más fuerza.
— ¿Jaejoong?
— ¿Mmmm?
—Ven conmigo a casa.
—Necesitaré un abrigo más caliente.
Jaejoong creyó oírle reír cuando se quedó dormido.

7 comentarios:

  1. al finnnn !! xDD
    aww que lindo yunho *-*
    ya no pudo resistir adasd ojala q rompa el compromiso
    con hyun T-T asdasd gracias x la actu :3

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  2. Awww me gusto me gusto todo el capi
    desde la ceremonia en la primera parte
    hasta la ultima jojojk
    y mas lo de reafirmar la vida XD

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  3. Asi debe ser, ellos deben estar siempre juntos, sin nadie que los moleste jajajaj.
    No esperaba que Jae se lo pidiera pero todos sabemos que Jae ama a Yunho como Yunho ama a Jae.
    Estoy impaciente por saber como continua...

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  4. Jaejoong tienes que romper el compromiso...
    Se pertenecen el uno al otro...
    Jaejoong me pareció muy pícaro pidiéndole a Yunho q termine la ceremonia ... Tan lindo ^^

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  5. Porfin porfinnnn! !!!^_^ este capitulo lo fue todo enserio gracias ^_^

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  6. Ahhhh valió grillo el compromiso, lo hicieron *^* !!!
    JJ, ya encontrarte a tu futuro esposo xD y muy viejo además jajajaj xD
    A la rayos, ya me imagino el miedo que debió sentir JJ al estar en esa ceremonia >.<

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  7. Ya no pudo contener Jae su deseo por Yunho y le pidió que lo hiciera suyo, que emocionante capitulo de principio a fin.

    Gracias!!!

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