CAPÍTULO 02
JAEJOONG INTENTABA salir del trance
en el que se hallaba. Su sueño tan profundo no le permitía abrir los ojos, pero
luchaba para ello. Algo no iba bien. Sentía que lo estaban observando. Que
alguien lo llamaba, que lo incitaba a que saliera de la cama.
Yunho intentaba despertarlo con su
mente. Intentaba meterse en su sueño y sacarlo de allí. Debía convencerlo,
atraerlo hasta él, pero no era fácil entrar en su cabeza.
Jaejoong sintió una amenaza, una
punzada en el corazón. Debía despertarse. ¿Por qué no podía hacerlo? Sacó
fuerzas de la flaqueza e intentó levantar los párpados. Imágenes borrosas de su
habitación aparecían ante él como sombras fantasmales. Empezó a ser consciente
del sonido de la lluvia, del viento que acariciaba su rostro. ¿Viento? Intentó
abrir más los ojos y dirigió su mirada a la ventana. Estaba abierta.
Intentó aclarar su vista y un sudor
frío se concentró en sus manos. ¿Qué hacía la ventana abierta? Antes de
dormirse estaba cerrada. Se sentía aturdido.
Hacía años que no se despertaba en
la noche. Su sueño duraba desde que se acostaba hasta que sonaba el
despertador. Nunca se había desvelado.
Se incorporó y tocó el parqué de la
habitación con los pies. Lo palpó buscando sus zapatillas de conejo, miró su
reloj y le dio al botón de alumbrar para ver la hora. No hacía más de veinte
minutos que había caído rendido en la cama. Abrió los ojos, despierto del todo
finalmente.
Se levantó y entonces vio algo que
lo dejó petrificado. Había un hombre oculto en las sombras de la habitación. Un
hombre con las piernas y los brazos abiertos vigilaba como un animal que va en
busca de su presa. Y a sus pies, Brave, su amado perro, estaba tumbado de
espaldas con las patas para arriba, durmiendo plácidamente. Estaba durmiendo,
¿no? Asustado volvió a mirar al hombre. Ese tipo chorreaba de pies a cabeza. El
corazón de Jaejoong palpitaba alocadamente en su pecho y su respiración se
descompasó.
El hombre dio un paso hasta que la
luz que se colaba por la ventana lo alumbró. Aquel hombre, vestido
completamente de negro, que se había colado en su habitación estaba rodeado por
el aura más poderosa que había sentido en su vida.
¿Qué hacía él hablando de auras?
¿Qué sabía él de eso? Sacudió ligeramente la cabeza, esperando que la imagen
viril desapareciese de enfrente de él, esperando en vano que fuese un sueño.
Sin embargo, hacía años que no soñaba, desde su diabetes.
Más nervioso todavía, comprobó que
él se le acercaba.
Era enorme, ese cuerpo lo ocupaba
todo, comía su espacio vital de un modo escandaloso. Lo miró a la cara. Por el
amor de Dios, era lo más hermoso que había visto en su vida. Los mechones de su
cabello goteaban agua y resbalaban por su cara, siguiendo cada uno de sus
estilizados rasgos.
Su cara... Jesús. Esa cara era pura
sensualidad. Una promesa que escondía una dulce virilidad en su expresión,
aunque nunca imaginó que los adjetivos dulce y viril pudiesen conjuntar. Los ojos
cafés más increíbles del mundo, la nariz perfecta, los labios gruesos.
Un calor inesperado empezó a
recorrer su estómago.
Tragó saliva. Yunho lo miró de
arriba abajo. Había respondido a él. A su llamado. Lo tenía enfrente, con su
tez pálida, los mechones de su pelo caían sobre su cara. Su pecho se alzaba
agitadamente como si hubiese corrido un maratón. Su delicioso pecho, blanco y
firme. Mmm... Qué ganas tenía de morderlo y succionarlo. Lo miró fijamente a
los ojos. Era dulce y aunque le doliera admitirlo, precioso. Con excitación
miró su boca.
Jaejoong se humedeció los labios
sabiendo que él estaba mirándole la boca. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué no
salía corriendo de la habitación y gritaba para que lo ayudaran? Había un
hombre, un dios pagano de la belleza. Estaba a solas con él en su dormitorio...
¿Por qué no podía moverse?
Intentó dar órdenes a sus
extremidades, pero éstas no lo obedecían. ¿Cómo había entrado y burlado todos
los sistemas de seguridad que el paranoico de su padre había puesto en torno a
la casa?
Yunho siguió su lengua y rugió por
dentro. Era dulce, sí. Y atrevido también.
—Ven —le dijo Yunho con la mirada
fija en su boca.
Jaejoong se quedó estático en su
lugar. ¿Qué pasaría si se movía? Tenía la sensación de que ese extraño de
atractivo demoledor, podría hacer lo que quisiera con él. Bueno, con él y con
quien le diera la gana.
Yunho volvió a darle un empujón
mental. ¿Por qué no respondía él? Seguramente había sido Min Ki. Min Ki le
había enseñado a protegerse de ellos. Lo había instruido a erigir barreras
mentales para que las ondas no pudieran llegar a Jaejoong. Mientras pensaba
eso, un músculo se tensó en su barbilla.
Jaejoong logró dar un paso atrás.
Empezaba a temblar.
—Ven —repitió Yunho.
Su voz era melosa y cautivadora.
Pero no podía ir. Yunho era un extraño, y aunque era capaz de ver la excitación
en sus increíbles ojos, excitación por él, había algo vengativo en su mirada y
aquello lo asustó, aunque Jaejoong era consciente también de su propia
excitación. Qué descabellado era sentirse excitado por un hombre que no conocía
y que además parecía no tener buenas intenciones. Qué diablos... Es que además
se había colado en su casa.
—No —susurró cubriéndose
inconscientemente el cuello. — ¿Quién eres? Sal de mí...
En un abrir y cerrar de ojos, Yunho
se abalanzó sobre él, lo agarró de los hombros y lo aprisionó contra la pared.
El golpe fue duro y Jaejoong gimió de dolor. Le dolía la espalda, pero eso era
lo de menos... ¿Iba a hacerle daño de verdad? ¿Lo iba a matar?
— ¿Qué es lo que quieres? —preguntó Jaejoong
con voz temblorosa.
Yunho lo agarró del pelo y con un
tirón violento lo obligó a echar la cabeza hacia atrás. Jaejoong gritó. Un
fuerte dolor le subía por el cuello. Seguramente le había dado un tirón
muscular. Era un salvaje y Jaejoong estaba a solas con él.
—Chist...—susurró Yunho a un
centímetro de su boca sin soltarle el pelo.
Qué bonito era. Y qué malo. Inclinó
la cabeza hacia su cuello. Inspiró hondo mientras sentía las convulsiones de
los temblores de Jaejoong. Sí. Olía su miedo y su pánico.
Las manos de Jaejoong intentaron
empujarlo.
—No me toques —dijo Yunho bajando la
mirada a sus manos y apartándolas de un manotazo. Volvió a tirarle del pelo. Jaejoong
le golpeó el pecho con fuerza.
—Suéltame, hijo de puta. Brave,
Brave, despierta —gritó esperando que su huskie lo socorriera. Por fin
reaccionaba. Sintió que las lágrimas se le acumulaban en la garganta.
—Cállate —pegó todo su cuerpo al de Jaejoong
y con una sola mano le tomó de las muñecas y las pegó a la pared por encima de
su cabeza. — ¿Tienes miedo? —le preguntó mirándole fijamente a los ojos. —No
puedes gritar, no puedes pedir ayuda. Nadie vendrá a ayudarte, puto, así que no
pierdas el tiempo.
¿Puto? ¿Puto?
— ¿Has matado a mi perro? —preguntó Jaejoong
ahogando un sollozo.
—Tu perrito está dormido —inhaló su
perfume de nuevo, rozando con su nariz la vena carótida que corría bajo la piel
de su cuello, siendo consciente de cada una de las partes de su esbelto cuerpo.
¿Por qué le daba explicaciones? Sintió como su pene se ponía más duro que una
roca. Presionó su ingle a la de Jaejoong.
— ¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí?
—lo miró desafiante, mientras intentaba apartar ese roce íntimo de él. Quería
alejarse de la hoguera humana que parecía el cuerpo del hombre.
Caramba. El chico tenía agallas
pensó Yunho. Había que bajarle los humos.
— ¿Qué quiero de ti? Déjame
pensar... —con la mano libre le acarició la garganta, la clavícula y el pecho.
Jaejoong apretó los labios y sintió
como los ojos se le humedecían. Apartó la cara para tomar aire y para impedir
que él lo viera llorar. ¿Cómo podía pasarle eso a él? Yunho se sintió
victorioso ante su vulnerabilidad.
—Vaya —con descaro le agarró de la
camiseta y la desgarró hasta dejar su pecho desnudo. —Esta ropa de puta no es
muy buena. Se rompe con facilidad —tiró de la camiseta con una sonrisa cínica.
—La única puta que se pone ese tipo
de ropa es tu madre — Jaejoong intentó forcejear con él. Quería liberar sus
muñecas pero lo agarraba tan fuerte que no dudaba que iba a aplastarle los
huesos, o como mínimo, a dejarle moratones.
Yunho lo miró de arriba abajo y
sonrió con malicia. Incluso semidesnudo, tenía atrevimiento y orgullo.
—Alguien debe enseñarte algunos
modales, Jaejoong. Pero no te preocupes, yo te enseñaré a someterte.
Jaejoong palideció al escucharle
decir su nombre.
— ¿Cómo sabes quién soy? ¿Quieres
dinero? ¿Quieres...?
—Tú no me puedes ofrecer nada —le
dijo él al oído. —No quiero nada de ti.
Jaejoong comprendió que todo aquello
ya había sido premeditado. Su padre era un hombre millonario y poderoso, podía
ser víctima de algo tan horrible como aquello. Secuestro, extorsión,
manipulación, robo...
— ¿Y mi pa... padre? —preguntó esta
vez sin poder detener las lágrimas.
—Lo tenemos abajo. No llores —dijo
fingiendo pena por Jaejoong. —Pobrecito...
Volvió a embestirlo con la ingle. Un
calor fulminante recorría todo su cuerpo, y Yunho recorrió con la mirada el de Jaejoong,
de la cabeza a los pies.
Jaejoong sentía que su mirada lo
abrasaba. Se sentía acorralado, agraviado, asustado... Pero esos ojos que lo
miraban dejaban una marca de fuego sobre su piel. ¿Qué le estaba haciendo? Jaejoong
forcejeó y colocó una pierna entre las de él, para luego ascender la rodilla en
un golpe seco y duro.
Yunho aulló y cayó de rodillas
poniendo las dos manos sobre su entrepierna. Jaejoong corrió a cuatro patas
para socorrer a Brave mientras las lágrimas caían por sus mejillas sin ningún
control. Parecía que su perrito estaba muerto, le preocupaba que no se
despertase.
—Brave, bonito —le susurró
abrazándolo contra su pecho. Necesitaba el calor de su amigo para sentirse
fuerte. —Bonito, abre los ojos para mí. No me dejes...
Yunho se alzó tras de Jaejoong y lo
vio mecerse para delante y para atrás con su perro en brazos. Podría haber
huido, pero prefirió escoltar a Brave. Eliminó los pensamientos de su mente,
ésos que podían hacerle creer que Jaejoong podía demostrar lealtad y sumisión a
un simple huskie siberiano. Yunho rugió como un animal salvaje y dejó que los
colmillos tomaran su forma depredadora.
—Jaejoong.
Jaejoong dejó de mecerse. Tenía
miedo, mucho miedo por lo que le pudiera hacer. No entendía nada. No sabía si
era un simple ladrón o alguien que llevaba espiándolos durante mucho tiempo
para preparar un golpe. ¿Y si era simplemente un psicópata violador? Pero no
podía ser sólo eso. Lo miraba con odio y resentimiento, como si Jaejoong le
hubiera hecho algo horrible. Pero eso era imposible. Nunca se había llevado mal
con nadie, ni había hecho daño a nadie.
Sintió como una mano fuerte se
cernía sobre su cabeza y cerraba el puño sobre su cabello. Volvió a tirar de Jaejoong
hasta alzarlo. Jaejoong intentó clavarle las uñas en las muñecas, pero el
monstruo no respondía al dolor.
Lo lanzó de nuevo contra la pared,
esta vez con más fuerza. Jaejoong se quedó sin respiración por el impacto y
luchaba por conseguir que una bocanada de aire entrara a sus pulmones.
Yunho lo tomó de la barbilla antes
de que cayera al suelo, y lo obligó a que lo mirara, aunque Jaejoong luchaba
con fuerzas para evitarlo.
—Mírame —le exigió con aquella voz seductora.
Jaejoong sintió un calor súbito que
lo invitaba a obedecer. Aquella voz era sexy, seductora. Seguro que si le pedía
que tocara la flauta mientras pintaba un cuadro con los pies, Jaejoong lo haría
a ciegas. Temblando obedeció y deseó al instante no haberlo hecho nunca.
Su rostro no había cambiado mucho,
pero a su boca le habían salido unos colmillos más puntiagudos y largos que los
de Brave, y su mirada, había dejado de ser bonita y cruel, para convertirse en
una mueca llena de oscuridad y pecado. Era la boca de un depredador. Pero, aun
así, no dejaba de parecerle hermoso.
¿Qué demonios estaba pasando? ¿Qué
era él?
—Ya sabes lo que soy —contestó Yunho
casi leyéndole la mente. —Tú y tu padre nos dan caza, así que no te hagas el
inocente.
Jaejoong no podía cerrar los ojos.
Tenía que ver aquel espectáculo para cerciorarse de que era real.
—No sé de qué me estás hablando
—susurró Jaejoong con los ojos anegados de lágrimas.
— ¿Así que no sólo eres cómplice de
asesinato, sino que también eres un mentiroso?
—No sé de qué me estás hablando
—volvió a gritarle a un suspiro de su cara. Observó bien sus dientes y sus ojos.
—No creo en los va... vampiros. Y seas lo que seas, psicópata asqueroso, no sé
qué quieres de mí. Y si qui... quisieras algo, no obtendrías nada trata...
tratándome así.
¿Se estaba encarando con él? Yunho volvió
a cogerle las muñecas y a sostenerlas contra la pared, sobre su cabeza.
—Me da igual cuanto te resistas. Al
final voy a ser tan duro contigo que serás tú quien pidas clemencia. Lo revelarás
todo —su voz cortaba como una espada. —ustedes han matado y perseguido sin
tregua a los míos. Los someten a todo tipo de experimentos, los rajan, los mantienen
con vida para luego torturarlos y ver cómo responden a sus ataques.
—Creo que te... te confundes de
persona —las rodillas se le doblaban, los dientes le castañeteaban y estaba a
punto de desmayarse. —Mira, porque no te vas y hacemos co... como si nada de
esto hubiese pasado... Yo no... no... di... diré nada.
—Puto cobarde —le dijo con asco. —Te
diré lo que voy a hacer contigo. Primero, vamos a subirte al coche que hay
abajo esperando. Te llevaremos con un avión privado. Ahí te llevaré a una sala
con cristales en todos lados— echó un vistazo a su dulce pecho y a sus rosados pezones.
Dios, sí que estaba bien formado. Sin poder evitarlo, le abrió las piernas con
las suyas y se colocó entre ellas. Presionó su erección entre las piernas de Jaejoong,
levantándolo un centímetro del suelo mientras que con la mano libre, empezó a
sobar un pezón. Era tan suave...
—No... Por... Por favor... Para
—sollozó intentando cerrar las piernas.
Yunho lo miró a la cara. Sentía el
calor de su entrepierna como una invitación. Quería desgarrarle el short y
hacer con su cuerpo cosas prohibidas en algunos estados. Jaejoong estaba
sonrojado, las mejillas las tenía húmedas de llorar, y un leve sudor cubría su
cuello haciéndolo brillar. Brillaba para Yunho. Su mirada quitaba el aire, aun
teniendo los ojos llenos de lágrimas. Y aquella boca...
El animal que llevaba dentro estaba
a punto de saltar a devorarlo en todos los aspectos. Pero debía de esperar.
Todavía no.
Con el dedo índice y el pulgar,
agarró el otro pezón y lo frotó esta vez con más delicadeza. Hacía un momento le
había agarrado con violencia, y ahora estaba haciendo que se excitara.
—Mírate, Jaejoong —le susurró
lamiendo el lóbulo de su oído.
Jaejoong respiraba
entrecortadamente. ¿Era eso una especie de caricia?
—Escúchame —prosiguió mientras le
acariciaba el pezón, intentando calmar su ansia por, para qué iba a negarlo,
poseerlo ahí mismo. —Te encerraré conmigo en esa habitación de cristales. Tu
padre estará mirando. Los míos estarán mirando. Te ataré a la cama, te
desnudaré y jugaré contigo de las maneras más inverosímiles que hayas imaginado
jamás, hasta que cantes todo lo que sabes. Y lo más vergonzoso será que tu
padre estará presente para ver como su tierno hijo, se corre conmigo tantas
veces como yo quiera y verá cómo lo traiciona sintiendo placer con alguien como
yo. Algo que odian.
Jaejoong no podía creer lo que le
decía. ¿Cantar el qué? ¿Lo iba a poseer en público?
—Eres un monstruo —lo miró a la cara
sin amilanarse. —Mátame ahora. Mátame, por favor —le suplicó acongojado.
Lejos de parecer un chico tonto y
acobardado, Jaejoong estaba demostrando mucho coraje en una situación límite
como esa. Yunho hizo negaciones con la cabeza.
—No —contestó sin dejar de
manosearlo. —Tienes que pagar Jaejoong. ¿Muestran clemencia ante los míos
cuando están indefensos en sus salas de operaciones? —lo despreció con la
mirada. —No.
—Esto tiene que ser un error —dijo
débilmente. Esa mano lo estaba marcando a fuego. —Deja de tocarme así —gritó
furioso.
Yunho levantó una ceja desafiándolo.
Abrió la boca. ¿Qué iba a hacer?
Le contestó inmediatamente cuando
posó la boca sobre el pezón derecho.
Jaejoong se sacudió. Se sintió
humillado y avergonzado por lo que le estaba haciendo. Pero sintió más
vergüenza cuando un calor húmedo y palpitante se concentró en su entrepierna.
Contrariado, se derrumbó y se echó a llorar sin control. La lengua de Yunho jugueteaba
con su areola rosa y endurecida por las caricias. La lamía en círculos y la
succionaba como si fuese un bebé. Soplaba el pezón y lo enfriaba, para luego
volver a llevárselo a la boca con la misma ansia.
Yunho sabía que el chico estaba al
límite. Sentía su miedo. Jaejoong creía que lo iba a morder y a desgarrar el pezón.
Cesó su tortura cuando descubrió lo cerca que estaba de hacerle eso. Sabía tan
bien que estaba a punto de clavarle los colmillos... Alejó la boca del pezón y
volvió a erigirse.
Le sacaba algunos centímetros. Jaejoong
ya no quiso volver a mirarlo. Ni quería, ni podía.
—Ya habrá tiempo para esto... Tu
cuerpo responde a mis atenciones —lo dijo sintiéndose ganador. —Y no, no voy a
desfigurarte. Jaejoong se tensó al oír de su boca sus propios pensamientos.
—Aunque te lo merezcas —continuó él.
— ¿Qué eres? —preguntó con un hilo
de voz y con la mirada clavada en el suelo.
—Según tú, algo que no merece vivir.
— Ése era otro de sus pensamientos.
—Lo creo, y me das razones para
ello. Eres un monstruo que... que abusa de los mas débiles —dijo con desprecio.
—Un ser sin alma ni corazón que disfruta doblegando con sus coacciones a los
demás. Y si los tuyos son así, si e... sa es su naturaleza, entonces... es...
espero que sigan torturándolos có... cómo dices que les ha... hacen.
Aquello fue lo último que esperaba
oír de Jaejoong que parecía asustado de Yunho, de Jaejoong que era un asesino.
Una vena empezó a palpitarle en la
sien. Un músculo de la barbilla, se movía sin control. Frunció el entrecejo y
apretó más sus muñecas hasta que oyó un chasquido.
Jaejoong inclinó la cabeza hacia
atrás y chilló hasta que se le acabó el aire. Juraría que le había roto la
muñeca. Los hombros de Jaejoong se sacudían en espasmos repetitivos. Intentó no
llorar fuertemente. No quería darle nada de lo que él se alimentara. Se mordió
el labio con fuerza para intentar olvidar el dolor de la muñeca derecha que
todavía tenía sujeta junto con la izquierda.
— ¿Crees que estoy jugando, Jaejoong?
¿Crees que disfruto de esto? Al contrario de ustedes, yo no. ¿Me oyes? —lo
zarandeó.
Los dioses bien sabían que no era
así. Despreciaba tratar así a alguien, pero Jaejoong estaba jugando con él. La
ira lo consumía y la sed de venganza parecía actuar por Yunho. Nunca antes
había hecho daño a alguien más débil. Ni siquiera ahora estaba seguro de
haberlo hecho a propósito. No le había querido romper la muñeca así. Tenía que
controlar más su fuerza con él. Jaejoong era más frágil que él. Pero oír de su
boca cómo hablaba de los vanirios lo descontroló.
—No voy a matarte. Te encadenaré a
mí por la eternidad. Yo también pagaré por mis pecados, también me castigaré
por lo que te haré —susurró de nuevo volviendo a alzarle la barbilla con la
misma fiereza. — ¿No crees? Te convertiré en uno de los nuestros y nunca nos
libraremos el uno del otro. Serás mi puto para la eternidad. Para siempre
—recalcó con odio.
Jaejoong sintió cómo se le encogía
el estómago.
—No quiero ser como tú —replicó. —Me
mataré antes de que eso ocurra o encontraré el modo de matarte a ti. Nunca,
antes muerto —repitió moviendo de un lado al otro la cabeza. —No sé qué es lo
que te he hecho para que me trates así, pero te juro que estás equivocado —le
dijo intentando parecer digno. —Me castigarás sin conocerme, sin razón. Yo soy
inocente.
— ¿Inocente?—arqueó las cejas
mirándolo de arriba abajo con una mirada libidinosa. —Eso seré yo quien lo
compruebe.
De un tirón lo apartó de la pared y
lo instó a que caminara delante de él. Jaejoong se tropezó y con la mano derecha
se apoyó en el marco de la puerta para no caerse. Un dolor lo atravesó desde la
punta de los dedos hasta el hombro y su frente se llenó de perlas de sudor.
Nunca antes había sudado tanto en su vida. La debilidad le llegó a las piernas
y luego el suelo se movió.
Yunho lo agarró de la cintura antes
de que cayera en mala posición.
¿Qué hacía? ¿Por qué tenía en cuenta
cómo iba a caerse? Como si las manos le quemasen lo volvió a empujar hacia
delante.
—Camina —le ordenó.
Jaejoong reprimió una arcada y se
paró en seco ante las escaleras.
—No te diré nada hasta que no me des
algo con lo que taparme.
¿Estaba loco? ¿Por qué le había
dicho eso? Así Yunho iba a creer realmente que tenía algo que ver con esa
locura que Yunho le había contado... Pero ¿es que acaso ese monstruo iba a
creer en él? No.
Esperó su réplica. Silencio.
— ¿Puedes leer mi mente? —le
preguntó ante su ausencia de respuesta por su condición. —Léemela y averigua si
te miento.
—No puedo entrar en tu mente. Tú
sabes bien por qué. Tu padre te enseñó a protegerte. Hasta ahora no he entrado
en tu cabeza, sólo he adivinado lo que pensabas. Tu mirada es muy expresiva
cuando estás asustado, así que deja de jugar a que no sabes de lo que hablo. No
eres inocente.
—Por favor —volvió a suplicarle
todavía sin girarse. Apretó el puño de la mano izquierda, la derecha empezaba a
hinchársele y la muñeca había adquirido un color morado tirando a negro. —Mi
padre no me enseñó nada.
—Mientes.
—No... yo... déjame cubrirme —rogó.
—No dejes que otros me vean. — Oh sí. Realmente era muy buen actor.
—Soy el menos indicado a quién
pedirle favores de ningún tipo, Jaejoong. Tú ya no te perteneces a ti mismo.
Ahora eres de los vanirios y te mirarán y te tocarán cuando yo lo diga. Eres mi
concubino. Prepárate para perder la dignidad — Jaejoong no podía ver que Yunho sonreía,
pero se irguió al sentir el regocijo que a Yunho le causaba el poder decirle esas
palabras. Volvió a empujarlo. —Ahora camina. Abajo te están esperando.
Su vida se había acabado. Estaba
indefenso, solo y medio desnudo. En manos de unos hombres que no eran humanos,
que parecían vampiros de ésos que Jaejoong creía posibles sólo en un mundo de
ficción.
Hacía menos de una hora, tenía un
futuro, una vida por delante. Y Jaejoong era su único dueño. Cincuenta minutos
antes, Jaejoong podía elegir con quién iba a hacer el amor, cuántos hijos iba a
tener, qué proyectos iba a realizar... Ahora, ese hombre se lo llevaba como un
esclavo.
Agachó la cabeza y arrastrando los
pies descalzos bajó las escaleras.
Descendía al infierno.
Al llegar al salón, Jaejoong vio el
cuerpo de Hyun Woo en el suelo. Abrió la boca para gritar, pero enseguida ahogó
el grito con la mano, mientras negaba con la cabeza. No podía estar pasando, no
podía ser.
Hyun Woo tenía los ojos entornados por
debajo de los párpados, la boca abierta y el cuello roto. Estaba muerto.
Yunho frunció el ceño al ver el
cadáver. ¿No habían dicho que sólo iban a tomar a Min Ki y a Jaejoong? Sólo a
ellos. No había necesidad de matar a nadie. — Ryu Jin —gruñó Yunho notablemente
irritado. Ryu Jin no contestó.
Yunho instó a Jaejoong a que
siguiera caminando. Jaejoong estaba bloqueado, casi en shock. Se tapaba el
pecho con los antebrazos, intentando abrazarse a sí mismo, mientras los
temblores y el sudor frío lo sacudían.
—Ryu Jin — Yunho volvió a llamarlo
mientras observaba al chico, que no podía controlar los espasmos.
Al llegar al salón, Ryu Jin tenía
cogido a Min Ki del cuello. Lo había alzado y estaba bebiendo sangre de su
cuello desgarrado.
Jaejoong cerró los ojos con fuerza
intentando recuperar el control de su respiración. Estaba hiperventilando.
El cuerpo de su padre colgaba sin
vida de las manos de ese hombre. La sangre chorreaba desde su cuello, manchando
su camisa blanca, sus pantalones y sus zapatos. Los pies todavía sufrían
algunos tics involuntarios y de la punta de la suela, el líquido rojo goteaba
hasta formar un gran charco en el suelo.
—Ryu Jin, no —gritó Yunho corriendo
hacia él.
Ryu Jin dejó caer el cuerpo sin vida
del padre de Jaejoong haciendo que su cabeza golpeara fuertemente sobre el
parqué. Luego, el vanirio inclinó la cabeza hacia atrás, apretó los puños y
rugió como lo haría propiamente un león.
Jaejoong quiso taparse los oídos
pero, si se los tapaba, dejaría descubierto su pecho. Le daba igual. Habían
matado a Hyun Woo, a su padre y su perro Brave yacía inconsciente en su
habitación. ¿Qué más le daba que le fuesen a ver el pecho? Aun así, no lo
descubrió. Con el rostro aun más pálido y la mirada ausente, se dejó caer de
rodillas al suelo.
Yunho observó cómo se rendía, y se
debatió entre ir a por Jaejoong y ayudarlo a levantarse o coger a Ryu Jin y
zarandearlo.
—Los chicos ya vienen hacia aquí, Yunho
—la mirada hambrienta de Ryu Jin repasó a Jaejoong de pies a cabeza. Con el
antebrazo se limpió la sangre que caía por las comisuras de su boca. —Fíjate,
qué bueno está el muy...
Yunho lo agarró del cuello de la
camiseta y lo alzó zarandeándolo.
— ¿Te has vuelto loco, Ryu Jin? —le
enseñó los dientes. — ¿Por qué lo has matado?
—Ahora sí que he vengado a mi
hermano.
—No has vengado a nadie si no nos
sirve para coaccionar a los demás. ¿Crees que nos llevarán hasta los capos si
lo has matado? ¿Qué crees que temerán perder ahora? ¿Eh? —lo zarandeaba con
rabia. —Estúpido. Te has cargado a su mejor científico.
—Aún lo tenemos a él —replicó él
agarrándole de las muñecas y fijando sus ojos en Jaejoong.
Cuando Jaejoong sintió que ese
asesino lo miraba, se levantó de repente y se arrinconó en una de las esquinas
del salón.
—Lo has echado a perder todo
—susurró Yunho dejándolo en el suelo.
—No te preocupes, Yunho. Jaejoong nos
llevará a todos los demás —añadió Ryu Jin.
Dos hombres más, vestidos de negro
aparecieron en el salón. Jaejoong miró a los cuatro seres que había en el salón.
Sus espaldas doblaban las de él. Eran increíblemente fuertes y corpulentos.
Uno de los que había entrado miró a Jaejoong,
que estaba contra la pared y haciendo negaciones con la cabeza.
—Empezaron la fiesta sin avisarnos
—dijo con un acento sensual. Lo miró de arriba abajo ignorando el cuerpo de Min
Ki. —Ñam, ñam...
Jaejoong se abrazó con más fuerza.
—Yunho —dijo el otro. — ¿Quién se ha
comido a Min Ki?
—Fui yo —dijo Ryu Jin señalándose a
sí mismo. —Ustedes no entienden lo que yo siento. Este perro mató a mi hermano,
mi-her-ma-no —marcó con énfasis. —Cuando lo he tenido enfrente, no... no he
podido controlarme —dio una patada al cuerpo muerto del suelo.
—Seong Hun también era mi mejor
amigo —le cortó Yunho. —Te has comportado de un modo indisciplinado, Ryu Jin.
Has desobedecido las órdenes. Jong Hyun, Yoochun —miró a los dos. — ¿Está todo
listo?
Jong Hyun, asintió mientras pasaba
por el lado de Yunho y se dirigía a Jaejoong. Éste intentó recular, pero tras Jaejoong
sólo estaba la fría y dura pared.
—Los coches están en la cabina del
guardia —dijo Jong Hyun mientras le miraba las manos que cubrían su pecho.
Estaba a un palmo de Jaejoong. —Los aviones están esperándonos. Y tú —le miró a
la cara— no deberías cubrirte si no quieres que nos enfademos —le susurró a un
suspiro de su cara.
Ryu Jin se alejó de Yunho y con
pasos rápidos se dirigió hacia donde estaba Jaejoong.
—Jong Hyun —le dijo Ryu Jin poniéndole
el brazo por encima a su compañero. — ¿Lo probamos?
Jaejoong se dejó caer al suelo
mientras su espalda resbalaba por la pared. Quería morirse.
— ¿A la vez? —preguntó Ryu Jin ahogando
una risa. — ¿Crees que podrá acogernos a los dos?
—No sé tú —dijo Jong Hyun alzando
una ceja, —pero yo la tengo enorme.
—Entonces, tú por delante y yo por
detrás —chasqueó la lengua con desdén. —Yo la tengo más grande que tú.
—Hijos de puta... —susurró Jaejoong
alzando la mirada hacia ellos. Los ojos humedecidos. —No sé quién era tu
hermano, pero si era como tú —le dijo a Ryu Jin, —espero que antes de
descuartizarlo le desgarraran el culo con una estaca.
Jong Hyun silbó y arqueó las cejas.
—Guau, vaya lengua.
Ryu Jin miró el gesto divertido de
su amigo y luego miró a Jaejoong.
Lo agarró de la muñeca rota y lo
levantó. Jaejoong vio las estrellas, estuvo a punto de perder el conocimiento.
Lo dejó contra la pared y le lanzó un puñetazo en la cara. Lo vio todo negro.
Sintió un regusto a hierro en la boca, y un dolor frío y abrasador a la vez en
el pómulo. Las manos violentas de Ryu Jin lo arrojaron de cara a la pared, pegó
sus muñecas a su espalda y le separaron las piernas mientras él se apretaba a
su cuerpo.
—Entonces, tú me dirás si le gustó a
mi hermano o no cuando yo te meta mi estaca en el tuyo.
—Suéltalo.
La voz de Yunho se oyó en toda la
mansión. Ryu Jin se giró para mirarlo por encima de su hombro. Jaejoong no
dejaba de sollozar, y de temblar como un animal indefenso. Eso es lo que era Jaejoong,
un animalito indefenso en manos de cuatro lobos hambrientos.
— ¿Por qué? —preguntó Ryu Jin mientras
apretaba su cuerpo a sus nalgas.
—Si no lo sueltas, tú y yo tendremos
un serio altercado —le advirtió con el rostro lleno de rabia. —Al ser los más
cercanos a Seong Hun, acordamos con el clan que decidiríamos cómo llevar a cabo
nuestra venganza. ¿No es cierto? —rugió Yunho, amenazador.
Ryu Jin miró la nuca de Jaejoong y luego
miró a Yunho. Finalmente asintió con la cabeza.
—Bien, Ryu Jin. Tú te has encargado
de su padre sin compartirlo ni conmigo ni con nadie. Jong Hyun y Yoochun están
aquí para atestiguarlo. ¿No es así? — Los dos asintieron.
—Entonces creo que es mi derecho
disfrutar de Jaejoong yo solo —prosiguió Yunho. —Conmigo y para mí. No tengo
por qué compartirlo contigo, y si le tocas un sólo pelo más, te aseguro que te
retaré a muerte. A ti, o a quien sea —miró a Yoochun y Jong Hyun. — ¿Queda
claro?
Jaejoong se sobresaltó al oír la
determinación glacial con la que Yunho intentaba protegerlo de ellos. Ryu Jin
lo soltó y dejó que sus colmillos retrocedieran.
—Queda claro, Yunho.
— ¿Queda claro? —gritó mirando a los
otros dos.
—Clarísimo —respondieron intimidados.
—Quiero mi venganza tanto como tú, Ryu
Jin —le dijo más calmado. —Pero hay cosas que no las apruebo, como por ejemplo
tu conducta de hoy. Cuando lleguemos, tendremos una charla para recordarte cual
es el código de conducta. Jaejoong va a ser mío. No quiero que lo usen y me lo
devuelvan en mal estado. Hoy no lo tocaran.
Yunho miró la bonita curva de la
espalda de Jaejoong y sonrió de lado.
— ¿Y mañana? —preguntó Jong Hyun.
— ¿Quién sabe? Depende de cómo se
comporte en la cama. — Jaejoong deseó matarlo.
Ryu Jin lo miraba fijamente sin
contestarle.
—Ahora dejen todo limpio y sin
pruebas. Nosotros los esperamos en los coches.
Obedecieron sin rechistar. A la
velocidad del viento, y desplegando un abanico de poderes increíbles, limpiaron
el parqué, reconstruyeron los objetos rotos y enterraron los cuerpos en la
tierra.
Yunho miró al chico que tenía
enfrente. Seguía pegado de cara a la pared. No osaba moverse ni abrir los ojos.
Caminó hacia Jaejoong y colocó una mano fuerte y posesiva sobre su hombro
obligándolo a darse la vuelta.
Jaejoong se sacudió haciéndole
entender que no quería que lo tocase, pero Yunho lo agarró con las manos y
violentamente lo giró hacia él.
—Ahora escúchame bi... —dejó de
hablar cuando vio lo que el bruto de Ryu Jin le había hecho en la cara.
Palideció todavía más cuando olió la sangre que salía del corte de su pómulo
morado. Tarta de queso y fresas recién hecha. — ¿Tú? —dijo horrorizado.
Jaejoong se cubrió el pecho de nuevo
y le giró la cara. Yunho tenía hambre. Hambre de verdad: sexual y física. Jaejoong
era el pastel.
—Me da igual lo que me hagas,
pero... ¿Qué harás con Brave? —le preguntó Jaejoong sin poder controlar el
temblor de su voz.
Le afectaba más lo que le pasaba a
su perro que lo que le habían hecho a su padre. ¿Por qué? ¿Sería efecto del
shock?
Yunho sólo veía sus labios moverse.
No oía su voz. Labios sensuales, algo enrojecidos por el golpe y la sangre.
— ¿Lo vas a matar también? —lo miró
más tranquilo al ver que su rostro volvía a tener una boca hermosa sin
colmillos y unos ojos dulces y peligrosos.
¿También? ¿A quién había matado él?
Había sido Ryu Jin, no él. Le enfureció que lo acusara injustamente.
—Te dije que estaba dormido. Se
despertará cuando yo se lo ordene. Ahora, no.
— ¿No me dejas despedirme de él?
—sentía la garganta ardiendo y escocida de la sal de las lágrimas.
Yunho sintió algo parecido a la
ternura por Jaejoong. Pero desapareció al instante.
—No, no te dejo —lo tomó del brazo y
lo llevó a trompicones fuera de la casa.
La lluvia torrencial caía. La noche
estaba oscura y el cielo se iluminaba por los relámpagos. Jaejoong tiritaba del
frío, aunque agradeció la sensación de frescor del agua, porque lo desbloqueó.
Dos Porsches Cayenne negros, con los cristales tintados, esperaban en la cabina
de seguridad. Estaban vacíos. A dos metros de la cabina había otro cuerpo en el
suelo. Era Suk. Tenía los ojos cerrados y un corte sangrante en la frente.
¿Inconsciente?
—No está muerto —le dijo Yunho. Se
agachó y le puso la mano sobre la cabeza para susurrarle algo. —Cuando
despiertes, sabrás que Min Ki y Jaejoong han tenido que viajar precipitadamente
por asuntos de negocios. No sabrás cuándo volverán. Todo seguirá con
normalidad. Nunca me viste. Tropezaste y te diste un golpe en la cabeza.
Jaejoong desencajó la mandíbula.
Estaba sorprendido. ¿Podía hacer eso? ¿Podía mandar algo a alguien con aquel
timbre de voz?
Yunho abrió la puerta del coche y lo
obligó a entrar. Los asientos de piel beige se estaban empapando. Yunho no
entró todavía. Abrió la puerta del maletero y sacó una bolsa precintada con
algo rojo y esponjoso dentro.
Finalmente entró en el coche.
—Toma —le lanzó la bolsa que acabó
golpeándole en la herida del pómulo.
Jaejoong gimió de dolor, pero se
sorprendió al descubrir una toalla. No se lo iba a agradecer, pero había sido
una sorpresa. Seguramente se la tiró para que no se mojara la piel de los
asientos. Con una mano intentó abrirla, la otra ya no le respondía. Sentía las
manos entumecidas.
— ¿No te enseñaron a abrir bolsas, puto?
Jaejoong se envaró.
—La abriría si pudiese utilizar las
dos manos. Pero me has roto la muñeca, estoy con el pecho descubierto, tengo
frío y se me está hinchando la cara —añadió con sarcasmo. —No, creo que no me
enseñaron a abrir bolsas en estas condiciones, monstruo.
Yunho refunfuñó. Le quitó la bolsa
de la mano con muy mal humor, la abrió y volvió a tirarle la toalla a la cara.
Con lentitud y unos movimientos muy sigilosos, Jaejoong agarró la toalla con
tanta fuerza que los nudillos de su mano buena perdieron el color. El arrancó
el coche mirándolo de reojo. Lo había cabreado y eso le encantaba. Jaejoong abrió
la ventana y tiró la toalla a la calle con un grito de furia.
— ¿Qué crees que estás haciendo? —le
preguntó él asombrado.
—No quiero nada de ti. Prefiero
coger una pulmonía o morir de frío a aceptar algo de un asesino como tú —le
señaló con el dedo. Yunho lo miró impasible.
— ¿Quieres que hablemos de asesinos?
Aún no he empezado contigo, Jaejoong. No me provoques —le dijo con una voz
suave pero fría.
—Pues más vale que cuando empieces,
termines conmigo —sugirió con los ojos rojos e irritados. —Porque removeré
cielo y tierra para ir por ti y destruirte. Asegúrate de dejarme bien desvalido,
asegúrate... Porque por pocas fuerzas que me queden, te buscaré y te mataré. Lo
juro —estaba temblando no sólo de frío, sino de la rabia que sentía en aquel
momento.
Yunho admiró su valentía. Estaba
débil, magullado, herido en su orgullo y, sin embargo, todavía peleaba. Si no
fuese quien era, puede que...
—Monstruo. ¿Se llaman vanirios,
verdad? —lo miró de arriba abajo conteniendo la ira que la carcomía. — Se merecen
todo lo que les hagan.
¿Es que no le tenía miedo? ¿No había
tenido suficiente con todo lo que le estaban haciendo? ¿Por qué no le temía?
—No me das miedo —añadió con asco y
desprecio.
Ni pensarlo. Si había alguien que
debía temerle, esa persona era Jaejoong. Sonrió con malicia.
—Veo que crees que lo que nos hacen está
bien —comentó alargando de nuevo los colmillos. —Bien. No te cubras, puto —le
ordenó.
—Vete a la mierda.
—Te he dado la toalla y la has
rechazado. Ahora no te cubras.
Seguía abrazándose el pecho sin
apartarle la mirada y con los labios temblorosos. Yunho frenó en seco y paró a
un lado de la carretera. Cogió la palanca de posición del asiento de Jaejoong y
lo echó para atrás, dejándolo estirado. Se desabrochó el cinturón de seguridad
y de un salto se colocó encima de él.
—Han matado a mujeres y niños —le
susurró volviéndolo a agarrar del pelo y forzándolo a levantar la cara hacia él.
—Violaron a las mujeres, le extrajeron los órganos, incluso los fetos a
aquellas que estaban embarazadas. A los niños, los apartaron de sus padres y
les forzaron a que vean cómo los mutilan. Experimentan con ellos para ver cómo
reaccionan sus pieles al sol y luego hacen el proceso una y otra vez para ver y
estudiar sus rápidas recuperaciones. Matan y torturan —le tiró del mechón. —Te
mereces todo lo que yo te haga a partir de ahora.
¿Quién era capaz de hacer algo así?
Se preguntaba Jaejoong mientras miraba fijamente sus ojos. ¿De verdad había
gente tan salvaje? ¿Pero qué pintaban él y su padre en todo aquello?
—Pero... pe... pero, yo no... no
tengo nada que ver co... con eso —le susurró implorando un voto de confianza. —Tie...
tienes que creerme, Yunho.
Yunho tensó la espalda cuando lo oyó
pronunciar su nombre por primera vez. Le soltó el pelo y colocó una mano a cada
lado de su cabeza. Lo miró detenidamente. Estaba acorralado, doblegado, herido
por él y los suyos. Sus magulladas manos reposaban tensas sobre su torso con los
brazos doblados. Habían matado a su padre. Y Jaejoong quería luchar por su
libertad, por su vida. Pero no podía engañarlo. Jaejoong era el que firmaba y
daba el beneplácito a los transportes para que movieran de un lado al otro la
mercancía, los instrumentos y las medicinas. Era el hijo de Min Ki y se suponía
que entre ellos había confianza como para trabajar juntos en algo así. No era
ninguna ignorante.
—Déjame entrar en tu mente y
entonces, sólo entonces, pueda que te crea —le desafió.
— ¿Qué... qué debo hacer para que
entres? —preguntó inseguro.
—Relájate.
Jaejoong echó un vistazo a la
posición de sus cuerpos. Sí, claro, relajarse. Así de fácil.
—Me estás aplastando... a... así no
puedo...
—Cállate —gritó. Ellos no podían
tener aquella conversación cordial, Jaejoong era su enemigo. —Haz el favor de
cerrar los ojos —utilizó su tono melódico para atraerlo e inducirlo a la
relajación.
Jaejoong cerró los ojos gustoso y
empezó a abrir las piernas. No, por Dios. ¿Qué estaba haciendo? Esa voz... Yunho
apretó los dientes ante la invitación.
Miró como sus piernas blancas y
esbeltas se abrían. Se encajó entre ellas hasta que tocó y aplastó su sexo con
el de Jaejoong. Encajaban a la perfección. De estar desnudos, ya lo habría
hecho suyo. Se concentró en Jaejoong. Intentó acceder a su mente, a sus
recuerdos. No había ningún muro pero se topaba cada dos por tres con una niebla
espesa y blanca. No era que no pudiese entrar. Si entraba, Yunho se perdería en
esa confusión. Jaejoong no lo iba a dejar, no lo iba a permitir.
— ¿Intentas confundirme? ¿Quieres
que me pierda? —le preguntó Yunho con un gruñido.
— ¿Perderte? ¿Confundirte?
—Basta... No me engañarás más. Me
pones obstáculos. No quieres que descubra la verdad.
Jaejoong cerró los ojos con fuerza,
tragó saliva e inclinó la cara a un lado, enseñándole la yugular. Yunho dictaba
sentencia.
—Si no me crees, será mejor que
acabes con esto. Yo... no lo soportaré mucho más. Venga, muérdeme —dijo
ofreciéndose.
—Te haría un favor si hiciese eso, puto.
Ya estaba otra vez ese insulto
afilado. Por un momento, al llamarlo por su nombre, había visto algo de
comprensión en su mirada, como si Yunho quisiera creerlo, pero debería haber
sido un espejismo. Ahora volvía a ser el monstruo. Un monstruo encajado entre
sus piernas como ningún hombre lo había estado antes con Jaejoong.
—Por favor... Yunho—lo iba a
intentar de nuevo. —Tiene que haber un modo de que podamos...
—Primero, yo no soy Yunho para ti
—lo cortó alterado. —Me llamarás amo a partir de ahora —su tono era frío e
impersonal. —Segundo, te dije que no me tocaras —cogió la mano de Jaejoong que
había colocado sobre su durísimo pectoral para apartarlo y la alzó de nuevo
sobre su cabeza. Luego cogió la mano derecha, la lisiada, y con delicadeza la
colocó sobre la izquierda. Agarró ambas muñecas con una mano. —Tercero —miró su
boca, —no hablarás más hasta que yo te dé permiso. Se acabó, no te creo, ni te
creeré. No quieres que lea tu mente, pero hay muchos modos de entrar en la
mente de alguien.
— ¿Me vas a torturar? —lo miró
angustiado.
—Más de uno querría eso, puto —contestó
afirmando con la cabeza. —Verás que donde te voy a llevar, no serás muy bien
recibido. Pero, no. No voy a pegarte.
— ¿Entonces...?
—Ya lo verás.
— ¿Qué eres? —preguntó con la
barbilla temblando.
—Desde que empezaron la cacería, no se
han molestado en preguntárnoslo. ¿Qué te importa ahora?
—Me importa porque quiero saber qué
son mis enemigos. ¿Son vampiros, verdad? Debo de estar volviéndome loco...
—susurró al darse cuenta de lo que había dicho en voz alta. — ¿Qué me vas a
hacer? —Si era o no era un vampiro, no lo sabía, pero por Dios que era igualito
que esos seres atractivos y con colmillos que salían en las películas
inspiradas en los libros.
Yunho bajó la mirada a su precioso
pecho desnudo y Jaejoong volvió a hiperventilar. Aquella intimidad con Yunho era
más de lo que podía soportar. Yunho volvió a tocarlo con su mano libre y lo
miró a los ojos.
—Te voy a soltar las muñecas. Si
intentas tocarme, te prometo que te morderé. Te haré daño.
— ¿No me contestas? —la voz algo
afónica. ¿O era ronca?
—También te haré daño si vuelves a
abrir la boca otra vez.
Jaejoong alzó la barbilla en un
gesto de orgullo, aunque sabía que debía resignarse. Poco a poco, Yunho soltó
sus muñecas, mientras con la yema de los dedos reseguía con una caricia sus
brazos, sus axilas suaves, su cuello, su clavícula y, al final, su otro pezón,
frío y húmedo de la lluvia. Jaejoong se movió inquieto bajo su cuerpo
aguantando con todo el aplomo que pudo aquella revisión a la que Yunho lo
sometía. Yunho siguió acariciándole hasta ver como se le ponía el
pezón erecto, entonces lo cubrió y lo empezó a masajear. Sus manos grandes lo
estaban abrasando con su calor. Jaejoong movió las manos sobre el respaldo de
la silla. Quería agarrarlo de su melena y apartarlo de él. Pero no podía
tocarlo. Se cogió desesperado al reposacabezas del asiento.
Yunho liberó uno de sus pezones y lo
observó hambriento mientras inclinaba la cabeza para llevárselo a la boca. Jaejoong
reprimió un pequeño chillido. Su boca, húmeda y caliente, se movía sin piedad
sobre la carne blanda de Jaejoong. Su lengua torturaba el pezón hasta tenerlo
hinchado y erecto. Apresó el montículo rosa entre los dientes, tiró de el
mientras le daba pequeños toques sutiles y dulces con la lengua. Jaejoong apretó
la mandíbula, mientras intentaba controlar el temblor de sus piernas. Sentía
toda la virilidad de Yunho contra él. Sentía su calor corporal a través de los
jeans negros que Yunho llevaba. Y Jaejoong sólo llevaba ese ridículo short
blanco y fino con lo que podía sentirlo todo. Todo.
Yunho dejó a sus extasiados pezones para
colocarse a la altura de sus ojos. Lo miraba fijamente. Jaejoong estaba sudando
y tenía todavía churretones de sangre que descendían desde la cara hasta su
cuello. Los labios semi-abiertos y algo hinchados por la brutalidad de Ryu Jin.
Olía tan bien. Era un bocado sabroso y especial para Yunho. Ese era su olor
favorito, su sabor preferido. ¿Por qué Jaejoong tenía que ser el que oliera
así? A humedad, a fresas y a tarta dulce... Deslizó las manos por su estrecha
cintura y por los huesos marcados de sus caderas. Siguió acariciándole la plana
barriguita y dejó las manos abiertas sobre ella. Colocó los pulgares por debajo
del short y se limitó a ponerlo nervioso haciendo caricias circulares por la
zona de su anatomía donde casi empezaban los rizos de su intimidad.
El observó sus expresiones. Sí,
estaba tenso y asustado. Pero no asustado de él, sino de lo que creía que podía
hacerle y, además, lo creía acertadamente. Puede que no esperara a llegar para
follárselo. Y Jaejoong lo sabía era imposible no saber lo que iba a hacer con él.
Su erección era tan grande que iba a agujerear el pantalón. Jaejoong no era
virgen. Su novio lo visitaba cada noche, así que sabía lo que podía pasar. Lo
que Yunho se moría de ganas de hacerle.
Con ese cuerpo pequeño (comparado
con el suyo), sometido debajo de él, tierno, suave y hermoso... ¿Cómo sería
estar dentro de Jaejoong? Sacó los pulgares de su short, y deslizó sus manos
hasta las nalgas de Jaejoong. Las apretó, las tanteó, las masajeó y le sonrió.
—Vaya, vaya. Estás muy en forma,
¿eh? —le apretó las nalgas con deseo.
Aquello era humillante. Yunho estaba
vestido hasta las cejas. Jaejoong estaba, sólo con unas ropa interior,
vulnerable y expuesto a cualquier cosa.
Aun así, había algo en Yunho, no
sabía el qué, que no hacía que estuviera completamente asustado. Podía ver las
diferencias entre Yunho y el animal de Ryu Jin. Yunho podía ser cruel y brutal,
pero parecía tener un fondo del que el asesino de su padre carecía. Lo estaba
tocando casi con reverencia, mirándolo con deseo sí, pero estaba convencido de
que no lo trataría mal, de que no le pegaría ni le haría daño porque sí.
Yunho empezó a presionar su erección
contra Jaejoong. A frotarla acompasadamente en círculos sobre su intimidad. Las
fricciones eran cada vez más fuertes y poderosas, y Jaejoong sintió como un
calor húmedo y palpitante se concentraba en su entrepierna. Sin perder el
ritmo, el vanirio dirigió la boca a su cuello. Jaejoong se estremeció pensando
que iba a morderlo, pero sorprendentemente Yunho sólo lamió la sangre que había
en aquella zona. Un lametón largo, como un rasposo satén, para luego cerrar la
boca a la altura de la yugular y succionarla, sólo rozando con los colmillos, no
hincándolos.
Jaejoong cerró los ojos al sentir
aquel contacto lleno de calor. Jaejoong era sabroso, adictivo como ninguno otro
que hubiese probado. Cuando limpió su cuello con la lengua y la boca, deslizó
los labios por su barbilla casi en una caricia y luego ascendió hasta la
mejilla. Jaejoong se quejó. El pómulo le dolía horrores.
—Detente.
Yunho se apretó más contra Jaejoong y
le susurró al oído:
—Te he dicho que no hablaras, puto.
—Deja de insultarme.
Yunho colocó su gran mano sobre su
boca, pero Jaejoong sacudía la cabeza para librarse. Unas enormes lágrimas
cayeron por la comisura de sus ojos, resbalaron por su sien y desaparecieron
por su pelo, que ahora parecía un abanico negro extendido sobre el asiento del
coche.
Yunho se sintió avergonzado por ser
él quién provocara las lágrimas. Pero, Jaejoong no era un bueno, ni una buena
persona, era un asesino, o como mínimo cómplice de asesinato. ¿Había alguna
diferencia?
Yunho friccionó con más fuerza su
entrepierna. Se frotaba sin compasión. Mientras no cesaba en sus movimientos,
acercó su boca a la herida de la mejilla y la lamió, entornando los ojos del
placer sabroso de su sangre. No podía leer nada de Jaejoong, porque la sangre
se había mezclado con el agua de la lluvia y, además, no la bebía en cantidades,
cómo debería hacerlo para conseguir sus propósitos. Aun así, era sabrosa hasta
límites que nunca podría haberse imaginado.
Jaejoong sintió una quemazón en la
cara. ¿Lo estaba lamiendo?
—La saliva es curativa y
cicatrizante —le dijo él rozando su sien con sus labios.
A continuación, él deslizó la boca
hasta la mano que tenía apoyada en la boca de Jaejoong. Con la mirada le
advirtió de lo que pasaría si volvía a hablar.
A Jaejoong se le empezó a nublar la
vista. Su cuerpo estaba en tensión y sentía que incluso su propia piel quemaba.
Yunho no dejaba de moverse, de apretarlo y friccionarse con él, y Jaejoong... Jaejoong
empezaba a sentir que iba a volverse loco. Un placer palpitante, un cosquilleo,
los músculos de su entrepierna empezaban a moverse espasmódicamente... No, qué
vergüenza... No podía correrse con Yunho. No, con él no. No así. No. Pero su
cuerpo ya no le obedecía. Ahora Yunho era su dueño. Y sonrió al ver la lucha
interna de Jaejoong en sus ojos, en el modo de apretar la mandíbula, desesperada.
Estaba a punto de caramelo.
Apartó la mano de su boca y deslizó
la lengua por la comisura de sus labios, lamiéndolo como si fuera un gato. Un
gato salvaje. Lamió el labio inferior y luego el superior. Jaejoong ya casi no
tenía fuerzas para seguir frunciendo los labios. No iba a permitir que lo
besara. Necesitaba tomar aire, bocanadas de aire. Entre abrió la boca y empezó
a respirar sin ritmo como si le fuera la vida en ello.
Yunho gruñó de placer y volvió a
deslizar las manos por su cintura, pasando por las caderas, hasta coger las
nalgas con brutalidad. Las alzó contra él, y empezó a moverse más duro y rápido
que antes. A Jaejoong se le escapó un sonido gutural. No, por Dios. No, por
favor.
Yunho tenía la boca abierta y los
colmillos desarrollados. Quería hincárselos mientras Jaejoong llegaba al
orgasmo. Sería la primera vez que pudiera entrar en su cabeza y bajarle las
barreras. Tenía los ojos fijos en su boca, y Jaejoong apartó la cabeza y la
ocultó en uno de sus propios brazos, ofreciéndole inconscientemente el cuello.
Seguía con las manos sobre el reposacabezas del asiento.
Yunho rugió al ver cómo la piel
palpitaba en esa zona, en su miembro, y lo abrió más con sus piernas para
apretarlo y friccionarse de arriba abajo contra Jaejoong. Más rápido, más
fuerte, más... Jaejoong cerró los ojos con fuerza. No.
Y de repente, un estallido de
placer. Fuegos artificiales. Espasmos corporales. Una sensación líquida entre
sus piernas y el mundo que se acababa. Se estaba corriendo con Yunho y Yunho lo
sabía. Se estremecía violentamente en sus brazos. En los brazos del monstruo.
No había podido controlar su inexperto cuerpo. Lo había intentado pero Yunho
salió vencedor. Lo había provocado, estimulándolo hasta el clímax.
Yunho soltó sus nalgas a regañadientes
y colocó las manos sobre la butaca, a cada lado de su cara. Murmuró algo
indescifrable. Ambos respiraban entrecortadamente.
Yunho todavía tenía los incisivos
largos. Cuando Jaejoong lo miró, pudo ver lo orgulloso que se sentía de
avergonzarlo así. Era el ganador y Jaejoong el derrotado.
—Así me gusta —lo miró con
determinación y algo más que Jaejoong no supo descifrar. —Que obedezcas a tu
amo en todo.
¿Era orgullo? ¿Estaba orgulloso de Jaejoong?
No, no podía ser. Oh, por favor. Sólo faltaba eso para acabar de pisotearle el
amor propio. Yunho echó un vistazo a su pecho, su cuello y sus mejillas.
Estaban teñidas de rojo. Rojo pasión o rojo vergüenza. Le daba igual.
—Si te pudieras ver... Ahora sí que
pareces un puto de verdad.
Jaejoong le prometió con la mirada
que lo mataría si pudiese. Volvió a esconder la cara en su brazo y se echó a
llorar como un loco desquiciado. Yunho intentó comprender la situación en la
que se encontraba. Obviamente, tenía que sentirse derrotado. Se lo merecía.
Bajó la mirada para verse aplastado
contra su sexo. Todavía estaba duro como una roca, Yunho no había tenido
ninguna liberación. Se levantó un poco apoyándose sobre sus brazos y vio como
el pelo púbico oscuro de Jaejoong se transparentaba a través del short blanco
mojado. Agarró el short y tiró de él. No podía aguantar más. Tenía que hundirse
en Jaejoong.
—No. Te lo ruego —gritó Jaejoong cogiéndole
la muñeca con la mano buena.
Yunho tensaba el short con sus
dedos. Ambos sabían que si le daba un tirón más, se desgarraría y lo dejaría
como Yunho quería verlo.
— ¿No, qué? —levantó una ceja
divertido.
Aunque en realidad no había nada de
divertido en lo que estaba pasando. Jaejoong no creyó jamás que pudiera odiar a
alguien como odiaba a Yunho en ese momento. Él esperaba oír las palabras
mágicas. Bien. Jaejoong tragó saliva y sintió el sabor de la dignidad. Amargo.
Muy, muy amargo.
—No, por favor... amo.
Yunho levantó la barbilla, tomó aire
por la nariz, levantando el pecho con el movimiento, y cogió a su vez la barbilla
de Jaejoong para alzarlo hacia él.
—Vas aprendiendo. Nos llevaremos
bien.
Colocó bien su asiento y de un salto
se encaramó a la zona del piloto. Jaejoong que seguía temblando, lo miró de
reojo sin tenerlas todas con Jaejoong. Al menos ya no lo tenía encima. No
estaba seguro de relajarse todavía. ¿Relajarse? Nunca más podría hacerlo en su
vida, porque ya no tenía en quién confiar. No en el mundo de Yunho.
—Yunho, te acabamos de adelantar
—dijo la voz de Yoochun que resonó por todo el coche. Era el comunicador de
última generación que habían instalado. — ¿No has podido esperar, eh, pillín?
Te lo has tenido que tirar, ¿verdad?
Yunho miró a Jaejoong que había
vuelto a ocultar su cara entre sus brazos y se había hecho un ovillo dándole la
espalda. Una espalda que se movía temblorosamente.
—Lo que hagamos él y yo no te
concierne.
—La tiene pequeña y es un marica...
Como todos ustedes... —gritó Jaejoong enrojecido y furioso. —Abusones de
mierda...—dijo esta vez con un hilo de voz y atragantándose.
Abrió la puerta del coche, se
deslizó por el asiento, cayó a cuatro patas en el asfalto y empezó a vomitar.
Tuvo que dejarse de apoyar en la muñeca rota, así que se quedó a tres patas
mientras tenía que oír como a través del manos libres los otros tres rompían a
carcajadas.
Yunho lo miró muy seriamente. Un
músculo de la mandíbula le temblaba sin control. Nadie lo avergonzaba así.
Nadie.
—Así que la tienes pequeña...
—añadió Yoochun ahogando la risa.
Yunho seguía sin contestar. Estaba
impasible. Su rostro como esculpido en granito. No apartaba la mirada de Jaejoong.
— ¿Han localizado al otro
guardaespaldas que había entre los pinares? —seguía mirándolo fijamente.
Mientras Jaejoong vomitaba, Yunho observaba como los músculos de su espalda se
tensaban y se movían sin descanso. —Lo tiré allí.
—Sí, era el hermano gemelo del que
se ha cargado Ryu Jin. Le hemos inducido la imagen mental de que su hermano se
había enamorado y que se iba a casar esa misma noche. Tenía una fractura en la
pierna. Recordará que se la hizo en un accidente de tránsito. Y también hemos
tratado con todo el servicio. Les ha quedado muy claro que mañana cuando se
despierten se acordarán que el joven Jaejoong y el señor Min Ki han tenido que
hacer un viaje relámpago por un asunto de negocios, y que cabe la posibilidad
de que pasen una larga temporada fuera para conseguir nuevos clientes. Por
supuesto, ellos deben seguir sus vidas con normalidad.
—Muy bien. ¿Qué hay del cuerpo de Min
Ki y de su guardaespaldas?
—Están ocultos bajo el suelo de su
propia casa. Todo controlado, Yunho. Ahora sólo queda saber si eres capaz de
domar a esa fierecilla que va contigo. No va bien para tu reputación de
rompecorazones que un chico te toree así.
—Tranquilo. Sólo está conmocionado
por lo que le he hecho.
Volvieron a sonar las carcajadas.
—Los veo en el avión.
Apagó el comunicador y salió del
coche con determinación y una mirada muy peligrosa. Parecía mentira que Jaejoong
tuviera tantas agallas estando como estaba.
Jaejoong había dejado de vomitar,
pero seguía apoyado sobre las rodillas y su mano izquierda. Respiraba
agitadamente, pálido y abatido.
Yunho lo agarró del pelo de nuevo y
lo levantó. Jaejoong pensó que si seguía haciéndole eso, lo dejaría calvo.
Abrió la puerta del copiloto y lo
metió dentro de un empujón.
Jaejoong siguió con los ojos a Yunho
hasta que él también entró en el coche.
—Cuando lleguemos, te demostraré lo
pequeña que la tengo de todas las maneras, puto —susurró entre dientes mientras
ponía la primera marcha para arrancar.
Jaejoong no supo qué responder. Sólo
sabía que estaba muy cansado y que le dolía todo el cuerpo. A lo único que se
podía amarrar para salir de aquella pesadilla, era al hecho de que ninguno de
ellos sabía que Jaejoong era diabético. Ése era su as en la manga. Con un poco
de suerte, al dejar de tener la vida habitual y controlada que hasta ahora
había tenido, si su cuerpo dejaba de recibir insulina, caería enfermo de un
modo o de otro. Sin atenciones moriría. Los riñones le fallarían, los vasos
sanguíneos de las piernas se bloquearían e iría perdiendo sensibilidad a las
heridas de cualquier tipo, puede que incluso tuvieran que cortarle las piernas.
Podría quedarse hasta ciego. Entonces así, ya no les serviría ni a ellos, ¿no?
Pensar en todo eso le estaba
revolviendo más el estómago, si era posible. Pero preferiría morir antes que
convertirse en el puto de nadie, y menos del monstruo que tenía al lado.
El mundo desapareció de su vista, y esperó a que llegara la oscuridad.
El mundo desapareció de su vista, y esperó a que llegara la oscuridad.
noooo aww yunho porqq !!
ResponderEliminarojala se de cuenta pronto de ke JJ no tienen nada q ver
con lo q le hacen a su raza ><
asdad esta muy interesante gracias x compartir *-*
espero el prox con ansias :3
Se pone muy rudo el asunto. Entiendo que por lo que le hicieron a sus amigos clamen venganza, pobre Jae, que ni vela en el entierro tenía.
ResponderEliminarOOO CUANDO YUNHO SE ENTERE QUE EL ES INOCENTE SE VA QUERER CORTAR LAS PELOTAS POR BAKA----
ResponderEliminarAuchh pobre jae, es verdad el sufre diabetes y yunho tratandolo asi
ResponderEliminarjaja aunque jae se paso con ese comentario keke que la tiene pequeña XD
kyaa quiero seguir leyendo haber como se desarrolla esta historia XD
Estupido yunho culpando a alguien y no tiene pruebas para ello, ahora jae loodia y encima, sta enfermo
ResponderEliminarHaber cmo resuelven este problema el tarado de yunho
pobre jae, yunho es muy cruel y lo trata muy mal sin saber si es o no culpable, si supiera q jae no es como su padre si no también es victima de su padre, jae esta sufriendo en manos de yunho a excepcion de un momento en el q yunho le dio el mayor placer q jj pudo imaginar
ResponderEliminaro,,,,o YH es muy malo ......este capi estuvo recontrasupermega archi interesanteeeeeeeee
ResponderEliminarpobre jae, no kiero que decida dejarse morir, de verdad que yunho en desgraciadoooo, que le pasa, por que trata a jae de esa manera,
ResponderEliminarespero que todo se aclare y jaejoong diga que es diabetico antes que sea demasiado tarde.
Que cruel fue Yunho con Jae peroel no sabe la verdad, cuando se entere se va a sentir muy mal. Solo epero que lo haga rapido para que nadie mas pueda dañar a Jae. seguire leyendo esta historia se pone cada vez mas interesante.
ResponderEliminarPobre Jae... Yunho es muy rudo y malo..
ResponderEliminarTantos años q los vigilan y no pudieron notar que Jae odia a su padre ... Yunho tonto se q luego te arrepentirás de haber sido así con Jae :-
no... yunho malo eso no se hace ToT
ResponderEliminartodo lo que tuvo que aguantar y soportar jaejoong que tristeza ToT
pero por que yunho no puede leer la mente jaejoong (?)
eso esta medio sospechoso uhmmm....
mi Dios, pobrecito Jae, cuánto dolor,
ResponderEliminary Yunho tan cegado de odio y venganza que no ve que Jae es inocente.
se arrepentirá cuando sepa la verdad.
me da tanta pena saber que Jae está todo lastimado y su muñeca quebrada.
gracias
YH, eres un hijo de la fregada!!! Como se te ocurre lastimar de ese modoa JJ y paracabarla de fregar dejar que el idiota de Ryu jineta también lo lastimara o.ó!!!
ResponderEliminarSi quiera le hubiera dejado despedirse de su perrito brave T-T ..... >_>
Jajajajaja "la tiene chiquita y es un marica" púa jajajajajaja x'D !!!!
Yunho es un bruto !! No puedo creer que Jae este pensando en dejarse morir me da tanta pena el no merece nada de lo que le esta sucediendo!! Es una victima tambien de su padre y ahora tambien de los enemigos de su padre
ResponderEliminarYunho te darás topes en el muro cuando sepas que Jae es otra víctima de su padre y ahora tuyo también y haber que haces?.
ResponderEliminarGracias!!!
Hola otra vez yo por acá lo volveré a leer ya que es uno de mi fic preferido.....gracias
ResponderEliminarPobre joongie...lo estan humillando tanto y él no tenía nada que ver :c
ResponderEliminarPobre JJ, tantas cosas y dolores que tiene que pasar. JJ tiene algo especial en el, pero espero que no lo lastimen tanto hasta que se den cuenta que es inocente.
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