Capítulo 2
En algún momento durante el quinto grado, vi un asesinato/misterio en la
televisión. El detective, con quien tenía un enamoramiento ridículo, era
llamado Follagyn Beville. Un Jack el Destripador moderno tenía como objetivo prostitutas.
Follagyn lo estaba cazando. Estaba interrogando a una prostituta de aspecto
especialmente andrajoso, con el cabello rubio fibroso que estaba manchado negro
en las raíces. Estaba acurrucada en un sofá color amarillo mostaza, sus labios
chupando con avidez un cigarrillo. ¡Vaya,
qué gran actriz! recuerdo que pensé. Ella
debería como, ganar un Emmy por ser tan patética. Sostenía un vaso bajo en
su mano, y tomaba rápidos sorbitos de whisky. Observé sus movimientos, con
hambre por el drama, memorizando todo lo que hacía. Más tarde esa noche llené
un vaso con hielo y Pepsi. Me tomé mi trago de nuevo en el alféizar y llevé un
cigarrillo imaginario a mis labios.
—Nadie me escucha —dije en voz baja de modo que mi aliento helara el vaso—.
Este mundo... es frío. —Tomé un sorbo de Pepsi, asegurándome de que hacía
repiquetear el hielo.
Una década y media más
tarde y todavía tengo mi sentido de lo dramático. El día después de mi pleito
con Yunho, un huracán arrasó la ciudad y me salvó de tener que hacerme pasar por enfermo en el
trabajo. Estoy en la cama, con mi cuerpo acurrucado posesivamente alrededor de
una botella de vodka.
Alrededor del mediodía,
ruedo de la cama y arrastro los pies hasta el baño. Todavía hay electricidad a
pesar del huracán de categoría tres que está sacudiendo mis ventanas. Aprovecho
la oportunidad de darme un baño de tina. Cuando me siento en el agua humeante, reproduzco todo el asunto
en mi mente por millonésima vez. Todo termina con, él me olvidó.
Mi pug, Pickles, se
instala en mi alfombra de baño y me mira con cuidado. Ella es tan fea, sonrío.
— Yunho, Yunho, Yunho
—lo digo para ver si todavía suena igual.
Él solía tener el
extraño hábito de revertir nombres de las personas cuando los oía por primera
vez. Yo era Aivilo y él era Belac. Pensé que era ridículo, pero eventualmente
me encontré haciendo la misma cosa. Se convirtió en un código secreto que
utilizábamos cuando chismeábamos.
Y ahora él no me
recuerda. ¿Cómo podías olvidar a alguien que amabas, aunque le hiciera trizas
el corazón? Vierto un poco de vodka en mi agua del baño. ¿Ahora cómo iba
siquiera a sacarlo de mi cabeza? Podría convertir mi trabajo a tiempo completo
el estar deprimido. Eso es lo que hacían los cantantes de música country.
Podría ser un cantante de música country. Entono un par de versos de “Achey
Breaky Heart” y tomo otro trago.