Capítulo 9
Jaejoong apoyó los dedos en las teclas del piano un momento antes de
levantar la mano para asegurarse de que no se había despeinado después de su
vigorosa interpretación. Las manos le temblaban mientras se arreglaba con
firmeza varias horquillas.
La
noche anterior, al adormecerse, le había desaparecido la preocupación que
sentía, junto con la consciencia. Por la mañana se encontraba mucho más
relajado y bajo control.
Había
decidido no pensar más en su hombre misterioso. Si volvía a encontrarse con él,
le interrogaría, pero si no, no iba a volverse loco tratando de encontrar a un
hombre que ni siquiera sabía cómo se llamaba en una ciudad tan grande. La salud
de Changmin era mucho más importante para él que ninguna otra cosa, y eso
significaba que no podía desperdiciar energía en algo que no fuera buscar
marido. Y tenía que encontrar uno rápidamente.
Jaejoong
se sintió mejor tras tomar la decisión de centrarse, se puso en pie y se
dirigió al vestíbulo, donde vio una preciosa rosa de color melocotón al otro
lado de la ventana.
Recordaba
muy poco de su madre, pero uno de sus recuerdos era que las rosas de color melocotón
eran sus favoritas. Sin pensarlo dos veces, se desvió de la dirección que
llevaba y se dirigió a la cocina a buscar unas tijeras.
La
rosa quedaría preciosa sobre la madera oscura de la mesa del comedor.
—
¿Es que no puedo librarme de ti?
Jaejoong
se quedó paralizado en el preciso momento en que se inclinaba a cortar la rosa.
La suave brisa agitó la falda de su vestido y su cuerpo se tensó. Conocía aquella
voz, aunque hasta aquel momento sólo la había oído en su mente. No podía ser
él…
—
¿No me haces caso? —El tono divertido de la voz lo obligó a respirar lentamente.
Dios mío, seguía inclinado sobre la rosa y la espalda se le estaba poniendo
rígida por momentos. ¿Por qué hacía el tonto de aquella manera?
—Difícilmente.
Te habrás dado cuenta de que he estado ocupado. —La voz le salió algo temblorosa
mientras cortaba la flor y se erguía. Pensó en un millón de cosas cuando lo
miró directamente al rostro. Era tan… primario. No había otra manera de
describir la energía salvaje de aquel hombre. Sus ojos se apartaron de Jaejoong
apenas un momento para mirar hacia la casa.
—Eres
el hermano de Changmin, Jaejoong. Soy Yunho.
Era
una reacción poco habitual que entrañaba un claro desprecio por el decoro.
Jaejoong no contestó, no supo qué decir. Se ponía muy nervioso delante de él. Yunho
era como él y él temía que volviera a desaparecer sin darle la oportunidad de
formularle las preguntas que habían vagado por su mente desde que podía
recordar.
—
¿Cómo has conocido a mi hermano? —preguntó al cabo de un momento. Era una pregunta
legítima, aunque en realidad no le importaba conocer la respuesta. Estaba
frente a él y parecía tan tranquilo… ¿Cómo podía estar tan tranquilo si sufría
de la misma aflicción que él?
Yunho
respondió a su pregunta con otra.
—
¿Tu hermano puede leer las mentes?
—No
—respondió Jaejoong, sintiéndose más raro cada vez. Su presencia allí, su conversación…
parecía un sueño. El hombre se movió como si se estuviera preparando para irse.
¿Quién era Yunho? ¿Oiría las voces sólo cuando estaba nervioso o excitado?
¿Desde cuándo las oía? ¿Mejoraría aquella facultad? ¿Empeoraría? Antes de saber
qué pregunta, entre los miles que le bullían en la cabeza, le formularía en
primer lugar, habló él.
—
¿Eres el único de tu familia con ese don?
—
¿La maldición? Sí.
—No
es precisamente una maldición.
Jaejoong
estaba a punto de hacer un comentario igual de indiferente, pero entonces cayó
en la cuenta de que no había oído ni un simple pensamiento. Durante todo el
tiempo en que se había sentido como si tuviera el corazón en la boca no había
oído nada, como tampoco había oído nada en el teatro después de que Yunho
terminó de hablarle… al menos ningún pensamiento de él.
—
¿Por qué no puedo oír tus pensamientos?
Jaejoong
le dirigió una mirada confusa.
—Porque
no te dejo yo.
—No
me dejas… ¿qué quiere decir?
—He
bloqueado mi mente.
Jaejoong
pasó por alto el hecho de que le estuviera hablando como si fuera un niño un poco
corto de entendederas. Estaba demasiado ocupado tratando de calmar los latidos
de su corazón.
—
¿Puedes bloquear tu mente para que no entren los pensamientos de otros? —dijo
Jaejoong, e inmediatamente se arrepintió de la pregunta. No quería enterarse de
que era una hazaña imposible.
Saber
que tendría que vivir con cientos de voces dentro de su cabeza durante toda su
vida era peor que vivir con ellas con la esperanza de que algún día encontraría
la forma de impedirles el paso.
—No
me estarás diciendo que no sabes bloquear pensamientos —dijo Yunho con incredulidad;
al no recibir respuesta, entornó los ojos—. Nadie podría soportar tanta
tensión.
Jaejoong
respiró hondo y trató de parecer sereno. ¿Eso significaba que él sabía cómo hacerlo?
¿Podría enseñarle?
—Enséñame,
por favor. —Era lo más importante que había suplicado en su vida. No importaba
nada más. No se le ocurrió preguntarle por qué estaba allí, delante de su casa.
No le importaba cómo había conocido a su hermano. Sólo le importaba una cosa.
Si podía aprender a hacerlo… si pudiera acallar las voces, Dios mío, si al
menos…
Jaejoong
observaba a Yunho y vio aparecer y desaparecer una expresión de sorpresa en sus
facciones.
—
¿Qué me darás a cambio?
Jaejoong
no vaciló.
—Lo
que sea.
Yunho
asintió con la cabeza y meditó un momento antes de hablar suavemente.
—Voy
a entrar en tu mente y a recuperar un recuerdo de tu infancia. Trata de
detenerme.
Jaejoong
abrió los ojos como platos al sentir que el hombre entraba en su mente. Era
como si le apretaran la frente con la mano. Pensó entonces que los demás no podían
tener esa misma sensación cuando él les leía la mente, pues si lo supieran…
mirarían alrededor o al menos se quejarían de dolor de cabeza. Y Changmin, por
ejemplo, habría aprendido a reconocer cuándo le estaba leyendo la mente.
En
su cabeza apareció bruscamente la imagen de su padre cogiéndole la mano y
guiándolo hacia las cuadras. Yunho también lo estaba viendo, lo sabía, estaba
viendo su pasado, sus recuerdos.
De
repente, Jaejoong se sintió incómodo. No quería que un extraño tuviera acceso a
sus recuerdos y a sus sentimientos. Quería que saliera, pero no sabía cómo
obligarle.
Piensa en un muro. Constrúyelo alrededor de tu
mente.
La
voz de Yunho era tan clara como el día, quizá porque estaba muy cerca. Cuando
lo miró se dio cuenta de que eran totalmente visibles desde la calle y que
daban una extraña imagen para cualquiera que pasara por allí. Estaban los dos
de pie, mirándose, sin moverse, sin tocarse y sin hablar.
Pero
ahora tenía que olvidarse de todo eso y concentrarse en lo que Yunho le decía.
Pensó
en muros, de ladrillo y de piedra, pero no resultó. Yunho siguió profundizando
y se vio en la habitación de Changmin cuando su hermano tenía seis años y ella pocos más, y lo abrazaba
mientras lloraba.
¡No!
No quería que siguiera dentro de su cabeza ni un minuto más. ¡Dime cómo! ¡No puedo
bloquearte!
Elige un lugar. Un lugar seguro. Imagina que estás
allí y luego construye el muro.
Jaejoong se imaginó en los bosques. Los pájaros volaban, había
flores por todas partes, todo era hermoso y sereno. Se concentró en los árboles
y al poco rato el espacio que había entre ellos empezó a llenarse de ladrillos.
Cada
hueco que se llenaba hacía que se sintiera más poderoso, con más control. Los ladrillos
llenaban los huecos, subiendo hacia las copas de los árboles cada vez más
deprisa. Pronto estuvo totalmente rodeado y metido en un pozo, sin temor y
controlando.
Abrió
los ojos y miró a Yunho, que le devolvió la mirada con una extraña luz en los ojos.
Lo había expulsado de su mente y el saberlo le dio sensación de triunfo.
—
¿Jaejoong? —dijo Changmin desde la puerta, preocupado hasta que vio a Yunho.
—
¡Yunho! Me preguntaba por qué tardabas tanto. Veo que ya has conocido a mi hermano.
—Sí,
he tenido ese placer —dijo Yunho sin dejar de mirar fijamente a Jaejoong. Y entonces
él se dio cuenta. No podía oír sus pensamientos, pero tampoco los de Changmin.
Se le aceleró el pulso y los nervios se apoderaron de él, ¡pero seguía sin oír
los pensamientos de Changmin!
Nada.
No oía nada, y el dulce silencio que cayó sobre él le llenó los ojos de
lágrimas.
Paz,
Jaejoong sintió auténtica paz por primera vez en su vida. Oliver Wendell Holmes
nunca entendería lo significativas que acababan de volverse sus palabras para
ella:
—«Y
el silencio, como una cataplasma, viene a curar los impactos del ruido»
—susurró en voz baja para no ser oído y aun así las palabras vibraron por toda
su piel, produciéndole un estremecimiento. La sensación era demasiado grandiosa
para reprimirla, demasiado sobrecogedora, demasiado maravillosa. Por sus
mejillas corrieron lágrimas silenciosas que le cayeron sobre el vestido,
originando pequeñas salpicaduras que resonaron en el silencio que lo rodeaba.
Changmin
vio sus lágrimas y se acercó a él de inmediato.
—Jaejoong,
¿qué te ocurre? —Preguntó, desconcertado y vacilante al ver el rostro de su hermano
bañado en lágrimas—. ¿Jae?
Jaejoong
era incapaz de hablar. ¿Cómo podía explicar la grandeza del regalo que le habían
dado? Era como ver por primera vez, como respirar por primera vez.
Gracias. Gracias. Gracias.
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Yunho vio las lágrimas de Jaejoong y sintió un nudo en el
estómago al ver el abrazo de los hermanos. Había vivido muchos años y sólo un
puñado de veces había visto aquella ternura y aquel amor desmedido. El
resentimiento se le mezcló con el desasosiego al darse cuenta de que quería
formar parte de aquella escena. Quería lo que ellos tenían.
En
el momento en que Yunho decidió marcharse en silencio, Jaejoong se soltó de los
brazos de su hermano y se secó las lágrimas con movimientos rápidos.
—Siento
muchísimo haberos arrastrado a todo este teatro —dijo, volviéndose hacia la puerta—.
Caballeros, os deseo muy buenas tardes.
Yunho
vio a su brujo moreno desaparecer en la casa y se preguntó qué diantres había pasado
en los últimos minutos. Por fin había conocido al hombre que había rondado sus
sueños y se había dado cuenta de que era un alma torturada. Según todos los
indicios, Jaejoong tendría que haberse vuelto loco, y que no lo estuviera le
demostraba que su mente era muy poderosa.
La
verdad era que saber que no podría entrar en la mente de Jaejoong aunque
quisiera le hacía sentir respeto y temor. No había conocido un solo vampiro que
pudiera oponerse a su voluntad y ahora aquel hombre podía mantenerlo fuera
aunque él quisiera entrar. Era una idea inquietante. Y fastidiosa… pero la
gratitud que había visto en su rostro ablandaba su corazón.
Un
tenso silencio siguió a la marcha de Jaejoong y al poco rato unas notas
interpretadas al piano llenaron la habitación.
—No
tengo ni idea de lo que ha ocurrido —dijo Changmin.
Yunho
vio que Changmin estaba avergonzado y comprendió que tenía problemas para encontrar
la manera de explicar su conducta.
—No
necesitas una excusa ni una explicación, Changmin. Admiro la devoción que
sientes por tu hermano.
—Bueno,
entonces está bien —dijo Changmin sonriendo y adoptando una expresión más relajada—. Vamos
a tomar un vodka, ¿eh?
—No
puedo quedarme mucho tiempo, pero tomaré un trago.
—Claro
que sí. Te he preparado la lista de los hombres que conozco que tienen
intereses en el comercio de joyas. No sé por qué, pero nunca habría imaginado
que te interesaban las joyas.
Yunho
no hizo ningún comentario mientras el joven lo conducía por la espaciosa casa. Cuando
estuvieron sentados en un acogedor estudio, Changmin inició una conversación,
pero Yunho se
dio cuenta de que no podía concentrarse. Sus oídos captaban los lejanos acordes
de una melodía que lo tenía firmemente maniatado.
—Así
afronta Jaejoong tristeza.
—
¿Qué? —dijo Yunho mirando a Changmin, que estaba sentado en el otro extremo del
sofá. A pesar de que a primera vista parecía un individuo frívolo, Yunho había
reconocido su inteligencia, aunque estaba claro que había subestimado su
perspicacia.
—La
música; es cautivadora, ¿verdad?
No
tenía sentido mentir. Estaba embelesado y empezaba a comprender que su
expresión lo ponía de manifiesto.
—Sí,
es hermosa. —Agitando el claro líquido del vaso, Yunho prosiguió—: ¿Te he hablado de Murat
Yavidoglu…?
Entablaron
una animada conversación sobre la administración del Imperio otomano hasta que
entró un sirviente con un papel doblado para Yunho.
—Un
mensajero os ha traído esta nota, señor. No ha esperado respuesta.
Yunho
recogió la misiva y el criado salió del estudio.
—Si
me disculpas —dijo Yunho, y fue a ponerse en pie, pero Changmin se lo impidió con la mano.
—No
te molestes en ir a otra habitación. Veo que la música ha cesado y voy a ir a
ver cómo está Jaejoong. Tómate tu tiempo —dijo Changmin, levantándose.
Yunho asintió con la cabeza y esperó a que Changmin
saliera para leer la nota.
awwwwwww q lindo me encanto el momento enq le estaba enseñando a bloquear sus pensamientos *-*
ResponderEliminarJJ lo cautivo x completo ♥
asdads q sera ese mensaje ?? -corre a seguir leyendo-
gracias x compartirlo :3
Awww este capi estuvo demasiado interesante XD
ResponderEliminarlo ame, lo ame, la parte en que Yunho se dio cuenta que queria formar parte de la escena de amor entre jaejoong y changmin XD y como lo ayudo a bloquear su mente, definitvamnete ese jaejoong debe ser muy poderoso, omo me muero por leer todo este fic, gracias por adaptarlo XD
Aww ame este capítulo... Yunho ayudo a Jae a poder bloquear los pensamientos...
ResponderEliminarQue lindo el momento que tuvieron el yunjae fue algo especial..
Lo q sea q sea Jae , humano o lo que sea, definitivamente tiene poder ^^
Jae pudo por fin hacer su propio bloqueo y todo gracias a yh ^_^ tan lindo el por ayudarlo para ser "humano"jae es muy fuerte ^_^
ResponderEliminarYa era hora de que se conocieran en persona *^*
ResponderEliminarAhhh pobre JJ, por fin podrá tener paz mental T-T pobrecito T-T y YH no tiene idea del regalo que le ha dado a JJ
Siii, la relación entre cm y JJ me encanta >\\<
ayyy ya se encontraron ,... qué hermoso Yunho enseñándole a protegerse. que bueno.. gracias
ResponderEliminarAl fin Jae descansará de su mente atormentada. Yunho reconoce que Jae es poderoso al no permitir que Yunho les su mente. Y bueno al fin los presentaron formalmente.
ResponderEliminarGracias!!!