Capítulo 22
A pesar de que
la parte más grave del episodio disminuyó el martes por la noche, la búsqueda
de respuestas no cedió. Yunho todavía se preguntaba en qué había fallado, cómo había
podido dejarse engañar por un hombre otra vez. Primero Heechul, ahora Jaejoong.
Ninguno valía la pena. Sin embargo, aunque intentara dejar de sentir, pensaba
todo el tiempo en Jaejoong, en lo buen actor que había sido, en lo estúpido que
había sido él.
Jaejoong era
mucho peor que Heechul, pensaba Yunho, porque al menos su ex esposo no ocultaba
su verdadera personalidad. Se mostraba tal cual era, no le importaba ir de una
cama a la otra y no fingía que era bueno y cándido. Era simplemente un puto.
Ese pensamiento
le heló la sangre. Heechul era su esposo, él le había prometido amarlo para
siempre y se estaba dejando engañar por un mentiroso como Jaejoong. ¡Y él, que
la había creído una víctima de su egocentrismo y resentimiento!
No se podía
confiar en las personas. La gente era perversa y se valía de las debilidades de
los otros para prevalecer, por eso había que mostrarse siempre firme, siempre
soberbio y feliz. Como Kyung y Heechul, que conocían sus puntos débiles para
humillarlo, ahora Jaejoong tenía el mismo poder, y él se arrepentía de haber
sido tan tonto de otorgárselo. Era su culpa, su entera culpa, pero aun así no
alcanzaba a explicarse cómo o por qué él lo había traicionado. Solo se tenía a
sí mismo.
Su madre le
había aconsejado que no pidiera tantas explicaciones a la vida, pero en este
caso… en este caso las necesitaba.
Se refugió en
el trabajo. Confirmó su participación en la construcción del parque de
diversiones sobre hielo y esa chispa encendió un instante de olvido en él,
aunque duró lo que un suspiro. Todos se daban cuenta de que Yunho andaba en
otro mundo: estaba triste, se le notaba en la cara y en la liviandad de sus movimientos.
Casi parecía que había muerto alguien.
* * *
El miércoles
por la mañana, Jaejoong gastó los veinte pesos que le habían quedado de las
medicinas que pagó Choi Siwon en hilo y puntilla para un trabajo. Por la tarde
visitó la feria de ropa para ver si habían vendido sus blusas, pero la noticia
fue negativa. Entonces recorrió algunos locales más, en los que hasta se
negaron a recibirlo.
¿Cómo iba a
progresar alguien si ni siquiera le daban una brecha de dónde renacer? Si Yunho
había sido repartidor de pizza y ahora era un gran constructor, debía existir
una manera. Quizás se tratara de que Yunho apuntaba alto sin importarle cuánto
le costase llegar a la cima. En cambio él volaba bajo, jamás se había propuesto
alcanzar la cumbre de la montaña, porque su resignación por la base del cerro
siempre prevalecía.
Jaejoong descubrió
que estaba pensando de nuevo en Yunho y se maldijo por hacerlo. Él no lo había
molestado más, tal como Jaejoong le había exigido. Posiblemente ya hubiera
visto las pruebas de que andaba con Choi y lo odiase por eso, además de porque
él había acabado con su orgullo de ser Yunho que siempre dejaba a los hombres.
En venganza por eso y para demostrarse que Yunho seguía teniendo el poder,
estaba seguro de que se había ido de putos. Ahí quedaba todo lo fiel que Yunho
podía ser.
Pero aun a
pesar de todas esas cuestiones, a veces se arrepentía de haberlo dejado. Jaejoong
suspiró, relegando aquel sentimiento. No
podía vivir sin amor y no era justo que Yunho viviera sin amar. Que volviera a
los putos o a su ex esposo, pensaba. Si en realidad lo amaba, dejarlo ir era lo
mejor que podía hacer por él.
Se ocupaba de
agrandar la cintura de un pantalón. Volvió a pincharse el dedo, como le sucedía
desde que pasaba el tiempo pensando en Yunho, y se lo llevó a la boca. El sabor
de la sangre le recordó la noche en que él había ido a buscarlo, y casi se le
escapó una lágrima. No tenía que llorar, se dijo. Había tomado la decisión
correcta. ¿Hasta cuándo iba a condenar a Yunho a vivir en su fantasía de princesa
de cuento de hadas?
Se dispuso a
seguir cosiendo, pero el teléfono interrumpió su tarea.
— ¿Con Kim
Jaejoong? —Preguntó una voz—. ¿Usted dejó un curriculum como taller de costura
hace más o menos un año? —Jaejoong tragó con fuerza. Se había puesto nervioso.
—S… sí
—balbuceó.
Por aquel
entonces trabajaba con Junsu, ahora tendría que hacerlo solo, pero solo Dios
sabía que lo intentaría porque necesitaba un trabajo más estable. Las fábricas
que enviaban material a los talleres de costura no lo eran, la cantidad de
trabajo que tuviera dependía de la época del año y de lo que hicieran los demás
talleres. Cuando buscaban a alguien nuevo generalmente era para un trabajo
temporario porque los de siempre no daban abasto con la producción que necesitaban,
pero aun así era una gran oportunidad. Si veían lo bien que él trabajaba, si
era puntual en la entrega y prolijo, esto es, que no tenían que devolverle nada
porque quedaran inconformes con la confección, podía convertirse en un taller
real, en uno de los que la marca prefiriera.
—Queremos que
haga una muestra de trabajo. ¿Podrá enviar a alguien a recogerla y entregarla
para mañana? Se le abonarían las diez camisas que haga.
Jaejoong asintió.
Quiso ocultar su entusiasmo, pero le fue imposible. Dijo que ya enviaría a
alguien a buscar los materiales y que llevaría de regreso las prendas al día siguiente.
Le indicaron por quién preguntar y él salió corriendo. ¿A quién iba a enviar,
si su taller de costura era unipersonal?
Regresó a casa
con la esperanza depositada en las diez camisas femeninas que debía
confeccionar como muestra para el día siguiente, ordenadas por una de las
marcas más importantes del país.
Permaneció en
la mesa del comedor cortando las telas hasta que sintió hambre. Se le ocurrió
mirar el reloj de pared y descubrió que eran las diez y media de la noche y no
había comprado nada para comer. Fue a la heladera, sobre la cual tenía su
latita con algunos billetes que había comenzado a guardar para pagar el
alquiler, pero al contar el dinero descubrió que no le alcanzaba para nada. Sin
negocios abiertos a esa hora donde poder comprar aunque fuera una golosina y
mucho menos poder pedir comida afuera, revolvió las alacenas. Entre latas de
tomates y una botella de aceite con los que no podría hacer mucho, encontró una
caja de cereales abierta que había vencido el día anterior. Había quedado allí
de cuando Changmin vivía con él, pero desde que estaba solo se las arreglaba
con cualquier cosa. A veces se saltaba una comida, pero por correr a buscar las
camisas tampoco había almorzado y sentía hambre. Se las arreglaría con el
cereal.
Mientras comía
uno que otro cereal azucarado, recortaba y armaba las camisas. A las once de la
noche, resonaron fuertes golpes a la puerta. Jaejoong alzó la cabeza hacia el
reloj y de inmediato sintió un destello de luz en su interior que se opacó por
un intenso temor. Primero pensó en Yunho, pero aunque ese horario se había
convertido en algo significativo para ellos, él no golpeaba de forma tan violenta.
Lee se había atrasado en ir a buscar el dinero, Jaejoong había llegado a pensar
que quizás hasta estuviese muerto, y aunque le apenaba porque era un ser humano
que merecía una oportunidad como todos, no podía negar que muchos de los
problemas de su familia se hubieran resuelto si él desaparecía de sus vidas.
Con miedo y con
precaución se acercó a la puerta, donde resonaban nuevos golpes. Tal como se
había prometido, esta vez Lee no lo encontraría desprevenido, por eso se
preparó mentalmente para la defensa.
— ¿Quién es?
—preguntó.
No pudo
reaccionar. Un golpe sobrehumano abrió la puerta de un sacudón, arrojándolo
hacia atrás. Se dio cuenta de que había cerrado los ojos porque de pronto los
abrió y todo lo que vio fue la puerta cerrada como fondo del rostro feroz de Yunho.
Al parecer él lo había tomado por la cintura para que no se cayera por la
fuerza del golpe y la velocidad del movimiento con que lo arrastró hasta
dejarlo contra la pared. Como cuando hacían el amor, había amortiguado el golpe
con su antebrazo para no lastimarlo.
Parecía que iba
a matarlo y Jaejoong no se defendió, pero a cambio él habló con un tono de voz
tan rígido que casi parecía otro hombre.
—Te pregunté si
había algo para decirme, Jaejoong, y no lo hiciste —le espetó tan cerca de su
rostro que podían respirarse, tan cerca de sus labios que apenas se atrevía a mirarlos.
Hablaba con esa voz fuerte, poderosa y ronca que a veces escapaba de su alma
enardecida.
—Yunho —intentó
hablar él, pero Yunho no se lo permitió. Terminó de acorralarlo entre la pared
y su pesado cuerpo y lo apretó contra su pecho, como si deseara introducirlo en
su interior para que no se escapara, para que no se fuera de su vida como antes
su cabello se escurría por sus dedos.
— ¿Por qué
pretendías dejarme como él, sin decirme que me engañabas a la cara? —Reclamó
con voz ahogada—. ¿Acaso es eso lo que yo provoco en ustedes, engaño y silencio?
¿Eso es lo que merezco?
Jaejoong no
tenía idea de qué le hablaba Yunho. Posiblemente hubiera recibido las pruebas
de Choi. Sí, tenía que ser eso lo que lo traía tan irreflexivo, pero no llegaba
a comprender lo del otro hombre.
—Yunho, no
estás escuchando —intentó, pero otra vez él lo interrumpió.
—No, tú me vas
a escuchar a mí. Eres un cobarde y un mentiroso. Jamás lo hubiera pensado de ti.
—Escúchame, por
favor —suplicó él con ojos angustiados. Nunca había visto a un Yunho
desencajado, tan herido. ¿Tanto valía su orgullo? ¿Tanto valía su hombría?
— ¡No! —gritó
él en respuesta. El poder innato de su voz hizo temblar a Jaejoong —. Y si te
lo preguntas, sí, estoy herido.
— ¡En tu
orgullo! —replicó Jaejoong en un grito de enfado.
— ¡En mis
sentimientos! —le recriminó Yunho.
—No puede herir
tus sentimientos alguien a quien no amas. Solo hiere tu orgullo, pero eres tan
soberbio que ya ni siquiera notas la diferencia.
Yunho ignoró
todo eso. Lo ignoró porque no iba a responder lo que él quería.
— ¿Por qué con
él? —Preguntó a cambio en susurros—. ¿Por qué si es viejo y desleal y se roba
los hombres de otros? ¡Quizás hasta le vendiste mi proyecto!
— ¿Qué? —Ahora
sí estaba completamente perdido en las insinuaciones del hombre—. ¡Estás
fabulando!
— ¿Que estoy
fabulando? —le preguntó él acercándose peligrosamente a su boca. Los ojos se le
habían transformado en dos hoyos profundos por los que se vislumbraba el alma
turbada y sola—. ¿No me vas a preguntar cómo supe que me engañabas?
—Si escucharas,
sabrías por qué no lo hago —replicó él, aunque cada palabra de Yunho lo hacía
echarse un paso más atrás de decirle la verdad. ¿Tenía sentido sanarle el orgullo
herido? No, que aprendiera la lección de que no todo respondía a sus caprichos.
—No hay nada
más que hablar, Jaejoong, ya estás muerto para mí. — Yunho se volvió hacia la
puerta. Se iba. Jaejoong pensó que debía
dejarlo ir y, de ser por las palabras que él había articulado, lo habría hecho,
pero sus ojos se lo impidieron. Lo tomó del brazo intentando retenerlo. Él se volvió
violentamente. — ¡No me toques! —bramó. La sensación que le había producido la
actitud de Jaejoong al pretender retenerlo había sido tan intensa que temía no
poder controlarla, por eso volvió a arrinconarlo contra la pared, y él se dejó arrinconar—.
¡Me mentiste! —recriminó.
—Eres orgulloso
y engreído —comenzó él. Yunho lo interrumpió.
— ¡Y tú un
cualquiera! ¡Hasta te dejas comprar las medicinas! ¿Qué más te compró Choi
Siwon? ¿Así es como te paga? ¡Pidele más, Jaejoong! ¡Tú vales mucho más que unas
medicinas y un rato en un hotel de lujo!
Eso no se lo
iba a permitir. Jaejoong sabía muy bien la diferencia entre ser un cualquiera,
como eran los amantes de ese que lo acusaba, y ser un prostituto, como era su
hermano. Sabía la diferencia entre ser estúpido y estar desesperado. ¡Y por
Dios que sabía la diferencia entre ser honesto y ser desvergonzado!
—Te crees que
soy como tus amiguitos —murmuró para sí con enfado, mirando los zapatos
brillosos y caros de Yunho. De lo contrario, tenía que darle una bofetada.
— ¡Me
traicionaste! —lo acusó él.
Jaejoong elevó
la mirada. En sus pestañas tiritaban las lágrimas. Le temblaban las piernas y
una palidez mortal se había apoderado de su rostro. A pesar de todo, alzó un
dedo con entereza y replicó:
—Pasé la mañana
intentando vender una prenda y cené cereal vencido. No creo que sepas lo que es
la dignidad, pero antes de traicionarte, preferiría estar muerto.
Fueron las
únicas palabras que de verdad Yunho se permitió escuchar. Entonces una catarata
de sentimientos se apoderó de su interior estreñido y congelado: piedad, cariño,
confusión. Habría deseado ser tan fuerte como para vencer sus barreras y
estrechar a Jaejoong entre los brazos, pedirle perdón por lo idiota que había
sido e ignorar las pruebas que lo condenaban, rezando para que él lo perdonase.
Hubiera deseado no ser tan estúpido como para negarse a amarlo.
¿Por qué a
Jaejoong lo castigaba por su engaño, si a Heechul había tratado de contentarlo
en todos sus caprichos? ¿Por qué a Jaejoong lo enfrentaba como si esperase
cambiarle los pensamientos y las acciones de una sacudida? Como con los niños,
quería que solo besarlo y abrazarlo sirviera para que Jaejoong lo amara
incondicionalmente, para que le perdonase todos sus errores y no lo dejara
solo, que no lo abandonase.
Jaejoong se
había quedado flojo entre sus brazos, que lo sostenían entre la pared y su pecho.
Yunho respiraba con agitación sobre la frente de Jaejoong, ambos en silencio, hasta
que le asestó algo parecido a un beso en ese sector donde su aire se mezclaba
con el aroma del exquisito cabello negro. Quizás solo lo rozó con los labios,
pero se sintió como un beso. Lo había sido.
—Perdóname, soy
un bruto —masculló en voz muy baja. Quería hablar más, pero no podía hacerlo,
tenía un nudo en la garganta. ¿Por qué nunca hablaba en el momento indicado,
por qué no podía soltar todas las cosas que sentía? Alzó una mano, pero apenas
le rozó el cabello, no se atrevió a tocarlo—. Por favor, dime que no te
lastimé, jamás me lo perdonaría —se arrepintió de habérselo pedido. No sabía si
lo había herido físicamente, pero no le cabía duda de que lo hacía en su espíritu—.
Discúlpame — agregó antes de alejarse hacia la salida.
Yunho lo soltó
de manera tan repentina que Jaejoong no tuvo tiempo de restablecerse. Le
temblaron las piernas y se tomó de la pared para no caer. Ni bien Yunho
desapareció del otro lado de la abertura, Jaejoong estalló en llanto.
Permaneció
sentado en el piso, abrazado a las rodillas largo rato, hasta que golpearon a
la puerta. Estaba harto de que en ese edificio entrara y saliera gente como si
fuera la vía pública, pero si ni siquiera había timbre, ¿cómo no iban a entrar?
— ¿Quién es?
—preguntó, falto de todo ánimo.
—Su pedido.
A Jaejoong le
sonó sospechoso. Él no había ordenado nada y todavía tenía miedo de que Lee
pasara a cobrar la deuda que él no tenía.
—Yo no ordené
nada —replicó de mal modo.
—En la pizzería
se me advirtió que usted diría eso —respondió la voz del otro lado de la
puerta—, pero es suya.
El solo
escuchar algo referente a la pizzeria le sirvió a Jaejoong para saber de dónde
venía todo aquello. Abrió la puerta y se encontró con un repartidor muy joven
que le dedicó una sonrisa. Así que alguna vez, Yunho se había parecido a ese chico.
Repartía las pizzas.
— ¿Cuánto se le
debe? —preguntó él.
—Nada —contestó
el muchacho—. Ya está pagada.
Jaejoong se
debatió entre aceptar la pizza o rechazarla. Según Yunho, que Choi Siwon le
hubiera comprado sus medicinas para las anginas era un modo de pagarle por ser
su amante. Siguiendo esa hipótesis, aceptar la pizza sería tomar la paga que Yunho
le daba, lo cual ya había hecho con los pasajes del Paradise. Con razón a Yunho
no le costaba trabajo pensar que él se vendía por unas medicinas. Eso decían
las palabras, pero también estaban sus ojos, y en ellos la pizza era un modo de
protegerlo, de cuidarlo, y no una paga. Rechazarla podría volver a herirlo, si es
que alguna vez lo había hecho, así que la aceptó.
Agradeció, se
despidió del muchacho y cerró la puerta. Jaejoong no sabía qué pensar, si Yunho
lo odiaba, como había demostrado, o al menos lo quería; si había hecho bien en dejarlo
o si siempre lo añoraría. Resultaba evidente que Yunho no iba a volver. Ese era
el final.
* * *
Yunho hizo un
nuevo intento por volver a gozar del sexo con un prostituto, que era lo más
fácil de conseguir y desechar, pero no se atrevió a llamar al sitio de siempre
y desconfiaba de otros. Se había comportado tan mal con ese pobre chico que le
habían mandado, que merecía convertirse en un cliente indeseado.
Fue al bar,
pero la verdad era que tenía cara de velatorio y en cuanto empezó a ver figuras
conocidas, prefirió volver al auto. No tenía sentido forzar las cosas, debía
regresar a casa y llorar si quería llorar romper si quería romper. Fingir una
personalidad se le estaba haciendo cada vez más difícil.
Con el pasar de
los días, sin embargo, pudo componer algo de su personaje y volvió a ser el que
todos conocían: vanidoso, seguro de sí mismo, siempre de buen humor, un conquistador
infalible. En un tiempo, los números para bloquear volvieron a aparecer. El
viernes uno, el lunes tres.
Aun así, nada
lo conformaba. Si antes se había contentado con esa vida, era porque sentía que
en ella se escondía algún propósito, que era demostrar al mundo y demostrarse a
sí mismo que era igual que Kyung, o que él también podía ser Heechul. Quizás
que podía ser lo que él esperaba, o que podía hacer lo que a él le hacían,
aunque no lo había conseguido con nadie más que con Jaejoong. No le daba el
alma para conquistar buenos hombres y abandonarlos, por eso se la pasaba con
putos y prostitutos, que bien sabía eran dos cosas distintas. Las primeras eran
la mayoría de las veces ricos o aspirantes a ricos, en cambio los segundos por
lo general no tenían otra opción. Podían ser padres, hijos, hermanos cariñosos
que vendían su cuerpo y por eso los trataba mejor que a los otros, aunque no le
daba la maldad para tratar mal a nadie. Todos se iban contentos de su cama
porque era generoso, gentil y experto.
Tenía que hacer
algo de su vida, algo distinto, algo que aparentara volver a llenarla. ¿Qué
podía ser eso que le hacía falta? Pensó en Jaejoong, pensó en otro salto
laboral muy grande, pensó en Choi Siwon. Si podía arrebatarle a Heechul,
quizás… quizás se sintiera realizado.
Tomó su
teléfono celular y marcó un número.
—Yunho —le
respondieron del otro lado. El hombre había leído su nombre en la pantalla de
su teléfono.
—Te espero en
nuestro resto-bar a las diez.
Sonaba sereno,
especulativo, casi parecía a punto de cerrar un negocio. Con la misma parquedad
se puso el saco y salió de la oficina.
No miró el
reloj e igual supo que ya habían pasado las diez, sin embargo, todavía estaba
solo. Había bebido apenas un whisky sin hielo y observaba el entorno con los
ojos entrecerrados. Hacía mucho tiempo que no iba a ese lugar, quedaba cerca
del bar al que asistía con frecuencia, pero no eran lo mismo. En este todo olía
a Heechul, en cambio en el otro todo olía a él.
Primero sintió
un perfume muy fuerte y luego un cosquilleo en la nuca. Enseguida un par de
manos le cubrió los ojos. Las pulseras de oro que pendían de las muñecas, pero
sabía por el aroma y por el tacto que se trataba de Heechul.
— ¿Quién soy?
—preguntó la voz desde su espalda.
Yunho tomó las
manos que le cubrían los ojos, esos dedos llenos de anillos dorados, y las
apartó de su cara. Heechul rió y se sentó en el sofá, a su lado. El conjunto
rojo que llevaba puesto era escotado. Casi parecía un bailarin de tango antes
que un esposo, pero ese era él y al menos no lo ocultaba como Jaejoong.
— ¡Qué lástima!
—exclamó el hombre con divertimento. Yunho permanecía muy serio, tanto como
cuando había sido su esposo y su novio, como cuando lo había conocido en la
universidad. Peor. Con Heechul ya no era ingenuo ni inexperto ni cariñoso.
— ¿Qué cosa?
—preguntó él sin perder la calma.
—Que no estés
ebrio —respondió Heechul, ligero de palabras. Luego se inclinó hacia adelante
para hablarle en susurros, con toda intención de mostrarle más de su pecho
desnudo debajo de la tela roja —. Te pones mucho más interesante cuando estás
borracho.
— ¡Heechul!
—exclamó una voz femenina que correspondía a un cuerpo que ya se les acercaba—.
Hola, Yunho —continuó diciendo la mujer, aunque no le prestó a él mayor
atención que una mirada fugaz. Después la rubia se sentó sobre la mesa ratona y
comenzó a hablar con su amigo pelirrojo. Mantenían una conversación liviana.
Yunho hurgó en
un bolsillo y extrajo un cigarrillo. La última vez que había fumado como un
condenado había sido la noche que Jaejoong lo había engañado con Choi. Choi… se
las pagaría.
Fumó hasta que
la amiga de Heechul se alejó, entonces apagó el cigarrillo y le habló a él de
mal talante.
— ¿Tienes que
atraerlas? —se quejó—. ¿Todavía faltan muchas más?
Heechul lo miró
como si él le estuviera planteando que mañana se acababa el mundo.
— ¿Qué te pasa,
Yunho? —Le espetó con el ceño y la boca fruncidos—. Si querías estar solo, no
me hubieras invitado.
—Pensé que iba
a estar contigo, no con tu séquito de amigos —respondió él para sorpresa de Heechul.
Lo trataba mal.
¡Yunho le hablaba como a un cualquiera! Dudaba hiciera lo mismo con sus
amiguitos. Tenía que ponerle los puntos pronto.
Se irguió en el
asiento y se acarició el tabique nasal insinuándosele.
— ¿Te gusta mi
nariz? —preguntó, divertido. Yunho se encogió de hombros. Si tenía que decir la
verdad, no notaba diferencia alguna con la que había tenido. No tenía por qué mentir.
—Es la misma de
siempre —respondió.
— ¡Yunho! —Se
ofendió él, siempre en broma—. ¡Me costó dos mil dólares!
— ¿A ti o a Siwon?
—espetó él con los ojos entrecerrados.
Putísimo Choi
Siwon. Heechul rió a carcajadas y se le echó encima como un puto.
— ¡Ay, mi amante
celoso! —bromeó antes de besarle a Yunho la punta de la nariz tan bonita—. Me
gusta, me gusta que me celes, que me desees. ¿Me deseas, Yunho?
Heechul meneó
los hombros. Yunho se humedeció los labios.
—Me gusta esta
canción —dijo. Se refería a Mysterious times,
entonada con la suave voz de Tina Cousins, que sonaba a todo volumen.
— ¿No me
invitas con nada? —preguntó Heechul con desdén. No se tomó a mal la ausencia de
respuesta de Yunho respecto de si lo deseaba. Estaba con él y no solo sabía que
lo deseaba, sino además que lo amaba, que Yunho nunca dejaría de ser suyo.
—Pide lo que
quieras —respondió Yunho sin ganas de distraer su atención en Heechul, prefería
escuchar la música. Podía pagarle una bebida, si él quería.
Heechul se
quedó con la boca abierta en una enorme O. A Yunho se le cruzó por la mente la
idea de que con esa expresión se parecía a una muñeca amante de goma, razón por
la que se le formaron dos hoyuelos sobre las comisuras de los labios, señal de
que evitaba la risa.
— ¿Para esto me
llamaste? —reclamó Heechul serio, pero enseguida recuperó el tono chabacano—.
Me parece que estás de mal humor y eso solo se quita de una manera… — se le
insinuó no solo con palabras, sino también con el cuerpo, porque lo pegó tanto
al de él que casi parecían uno —. ¿Te quito el mal humor, Yunho? —ofreció.
Yunho lo miraba
con sus ojos castaños entrecerrados. De pronto vio los de Heechul, y en ellos,
su pasado. El cuerpo de su esposo había cambiado, quién sabe en cuántas camas había
dormido, pero no por eso dejaba de ser ese hombre que él había poseído cuando
todavía era casi un adolescente. Aun así, no podía sentir amor. Yunho no
experimentaba más que indiferencia, y eso se sentía angustioso. Pensó que con
él volvería a sentir algo. Pensó que con Heechul volvería a sentirse, por lo
menos, encaminado en algo, aunque fuera al odio. Se había equivocado.
Alzó una mano
hacia el empolvado rostro y se acercó a los labios pintados un poco de rojo.
Casi parecía devorar al hombre con la mirada, pero lo que él buscaba no era a
Heechul, sino su pasado, por eso hurgaba en esos ojos vacíos. Nada quedaba en
él de ese muchacho al que Heechul lograba acelerarle el corazón, nada de él se
lo ablandaba, no se despertaba una sola fibra de su cuerpo.
A pesar de eso,
lo besó. Lo besó apretándole la boca con furia desmedida. La lengua se movió en
el interior de Heechul con violencia, sin cuidado ni mucho menos amor. Trataba
mejor a los putos. Trataba mejor a los hombres del prostíbulo. Trataba mejor a
su auto.
Heechul merecía
ese trato, que era el mismo que él se daba a sí mismo, porque ahora los dos
correspondían al mismo mundo de frialdad y desencanto en el que Yunho había
sumido su vida desde que Heechul lo había dejado.
Con el mismo
desenfreno, acabaron en la habitación del hotel, donde hicieron el amor. Yunho
había adquirido una experiencia extraordinaria; si se la habían dado todos los amantes
que había tenido, Heechul les estaba agradecido. Solo había uno que le
preocupaba, uno al que todavía quería aplastar como a una mosca, y ese era el
costurerito. Presentía que Yunho lo recordaba, no había sido para él como los
otros, aunque tampoco llegaba a significar tanto como él. Por eso dedujo que lo
mejor para conseguir ese objetivo era recuperarlo. Sí, se quedaría con Yunho y
el costurerito los vería felices y juntos en todas las revistas.
Sonrió con ese
pensamiento. Yunho, aunque acababan de mantener relaciones y lo tenía todavía
desnudo a su lado, en la cama del hotel, no le prestaba la más mínima atención.
Ni siquiera lo abrazaba. Tampoco le había dicho que lo amaba cuando se había
derramado en el preservativo, como cada vez que se veían después del divorcio.
El trataba de fingirse desaprensivo, pero cuando tocaba el cielo con las manos,
acababa por confesar. Esta vez no confesó, pero el sentimiento estaba ahí,
intacto. Tenía que estarlo, pensaba Heechul. Él se ocuparía de que el hielo en
que se había convertido su Yunho volviera a derretirse.
Pasaron el
domingo juntos. Tuvieron sexo y fueron de compras. Por la noche Yunho lo llevó
hasta su casa en el auto, esperanzado en que Choi Siwon los viera por la
ventana o que al menos el custodio de su barrio privado le informara que él
había sido quien llevara a su esposo.
No hizo falta.
En efecto, Siwon observó a Heechul descender del automóvil de Jung Yunho con
actitud felina, incluso besarlo en los labios antes de bajarse, y pensó que ese
tipo sí que era un estúpido.
Podía ser muy
atractivo, joven y fuerte como lo describía Heechul, pero era un pendejo.
¡Haber tenido a un hombre como Jaejoong y pretender todavía a la harpía que lo
había abandonado!
Heechul entró a
la habitación marital rato después, pero Siwon no le dijo nada. Reclamó sus
derechos de esposo, a lo que él respondió con menos deseo que de costumbre, que
desde hacía un buen tiempo siempre era poco.
El lunes por la
mañana, cerca de mediodía, Bin se paralizó con la figura que descendió del
ascensor en la oficina.
— ¿Está Yunho?
—interrogó Heechul sin siquiera saludar. Percibía que Bin lo miraba como si del
cubículo metálico se hubiera escapado el mismísimo demonio, pero no le importó.
Cuanto más lo odiara esa vieja estúpida sería mejor. Heechul vivía de eso,
vivía de actuar con indiferencia frente a los otros.
Bin se moría
por decirle que Yunho no estaba y que lo dejara en paz, pero sabía que Hye no
lo hubiera hecho porque respetaba la intimidad de su hijo, y por eso tampoco lo
hizo ella. Lo pensó: ¡lo único que faltaba para tornar los días de Yunho
todavía más amargos! ¡Heechul!
—Heechul —fue
todo lo que pudo balbucear, a secas y con los ojos entrecerrados.
Justo en ese
momento, la puerta de la oficina de Yunho se abrió. Del interior del cuarto
salían él y otro hombre al que le estrechó la mano.
—Bin —dijo
mientras tanto—. Reserva una cita para el señor para este miércoles.
Yunho reparó en
Heechul una vez que el sujeto ya se había encaminado al ascensor. No emitió
palabra, tan solo lo miró con las manos en los bolsillos, preguntándose quién
se creía él para invadir su piso de esa forma, pero guardó silencio. Se acordó
de pronto de que estaba interesado en recuperarlo.
—Te invito a
almorzar —dijo Heechul sin esperar que él hablara. Siempre hacía lo mismo, no
perdía la costumbre. Yunho, beneficiado por esa actitud, aceptó.
Después del
almuerzo, regresó a la oficina solo. Heechul recorrió comercios, se compró una
camisa roja y después regresó a su casa. Al llegar a casa, se encontró a Siwon sentado
en el borde de la cama, casi del mismo modo en que había visto por última vez a
Yunho cuando todavía era su marido.
— ¿De dónde vienes?
—preguntó el hombre.
— ¿De dónde
crees? — se burló Heechul alzando la bolsa que contenía la camisa, en cuyo
frente se veía el logotipo de la marca.
—No soy adivino
—replicó Siwon, agotado.
— ¿No sabes leer?
Estuve en el shopping —Heechul dejó caer la bolsa sobre el tocador para sacar
la prenda. Pretendía ignorar a su marido, quien a pesar de su desdén, no se dio
por vencido.
— ¿Y de dónde
más vienes? —preguntó. Heechul dejó lo que hacía, se cruzó de brazos y lo miró.
En sus ojos brillaban la soberbia y la burla.
—De almorzar
con Yunho.
Siwon lo
conocía. Sabía que no tenía escrúpulos, sin embargo cuando había sido su
amante, se había cuidado de Yunho, hasta había pretendido dejarlo sin que él lo
notara. En cambio ahora, con él, no tenía ningún reparo en decirle lo que
hacía, en hacerse llevar hasta su casa en el coche de su amante, que resultaba
ser su ex marido. ¿Tan estúpido lo consideraba él? ¿Tan poco hombre?
Quería golpearlo,
darle su merecido, pero hacer eso a su esposo, por más perverso que este fuese,
no era de hombre.
—Nos vamos a la
casa de Estados Unidos esta noche — anunció poniéndose de pie—. Arma tus
valijas.
—No puedo irme,
Siwon, todavía tengo dos visitas pendientes a mi cirujano —replicó él sin dar
importancia a la orden. Siwon pretendía salir del cuarto, pero se detuvo ante
las palabras de su esposo. ¡Todavía lo era, maldición! ¡Era su esposo!
— ¿Y cuántas a Jung
Yunho? —replicó con voz marchita.
—Las que
considere convenientes.
Siwon se volvió
hacia él como un toro furioso, pero no lo tocó.
— ¡Qué puto que
eres! —exclamó. Las palabras le dolieron más a él, un hombre adulto y
necesitado de afecto, que a Heechul.
—Y tú qué
estúpido —lanzó Heechul sin piedad al tiempo que se adelantaba un paso hacia
él—. Ya estás viejo, Siwon.
—Creí que
habías dejado a Yunho porque era un niño — le espetó él—, ahora me engañas a mí
porque soy un viejo. ¿Qué quieres, Heechul? ¿Qué buscas?
—Descubrí que
los niños son mucho más atractivos y poderosos que los ancianos —se burló él.
Hasta sonreía —. Además tú… tú ya ni siquiera me satisfaces —un dolor profundo
surcó la mirada de Choi Siwon. Luego vio a su esposo volverse hacia la cama y
recoger el control remoto del aire acondicionado—. Vete solo a Estados Unidos, Siwon
—dijo él indiferente—. Yo me quedo aquí.
—Como prefieras
—asintió él, y abandonó el cuarto.
***
—Yunho —dijo Bin
a su jefe por el intercomunicador—. Te llaman en línea uno.
Bin sabía muy
bien para qué llamaba la persona al teléfono porque este se lo había explicado,
y depositaba sus esperanzas en que el suceso sirviera para que Yunho se alejara
de Heechul. El respondió al llamado desde su oficina.
— ¡Yunho!
—exclamó el sujeto con aire alegre. Contrastaba con el de su interlocutor—. Te
molesto porque estuve tratando de comunicarme con tu novio, el diseñador, pero
no puedo dar con él. Quizás me dieron mal el número. Estoy interesado en una
idea que dijo al pasar, algo sobre unos pantalones que no viene al caso explicar,
y quería hacerle una oferta. ¿Sabes si ya está diseñando para alguna marca o si
es independiente?
Yunho enarcó
las cejas. No habían hecho falta dos ni tres encuentros para que Jaejoong comenzara
a recibir ofertas de trabajo, habían bastado con uno. Jaejoong,
repitió en su mente. Se apretó los párpados con los dedos, suspiró y tuvo que
admitir lo más triste.
—Ya no estoy
viéndome con el diseñador — reconoció con pesar.
— ¡Oh, cuánto
lo lamento! —dijo el otro solo por cortesía, pues Yunho sabía que le interesaba
resolver su propio problema, que en ese momento era ubicar a Jaejoong, y no la
situación sentimental de su interlocutor. Lo comprobó cuando el hombre siguió
hablando—. ¿Podrías confirmarme si este es su número?
Yunho no
necesitó buscar en la agenda para saber que ese era el teléfono de Jaejoong. Lo
que no entendía era por qué no podían ubicarlo ahí. Aunque no quería hacerlo,
se preocupó.
— ¿Podrías
darme su dirección, o ubicarlo por mí, por favor? —pidió —. De verdad es una
oferta que no creo le interese rechazar.
Yunho sabía
cuánto necesitaba Jaejoong un trabajo estable en el que no tuviera que ser
modisto, sino diseñador. Además, se había propuesto en el Paradise
ayudarlo
de todas las formas posibles, como a él lo habían ayudado Bin y Yoochun. Pedir
al hombre que fuera a casa de Jaejoong lo pondría en evidencia respecto de que
en realidad solo había trabajado como modisto y había intentado vender sus diseños
sin éxito.
Suspiró otra
vez. No quería enfrentarse a Jaejoong de nuevo, pero tampoco podía rechazar la
oferta, evitar darle la dirección y que él perdiera una oportunidad tan importante.
Tendría que dimitir.
—Sí, está bien
—dijo muy sereno, como nunca antes lo había percibido su interlocutor—. Yo le
voy a dar tu número. Si a él le interesa recibir ofertas, se pondrá en contacto
contigo —agregó para dar más importancia a Jaejoong.
Por experiencia
propia, Yunho sabía que era mejor hacerse desear que correr con desesperación a
un trabajo nuevo. Cuanto más importante parecía el candidato, más le ofrecían
para retenerlo y más se convencían de que no podían dejarlo escapar, y él
quería que a Jaejoong le ofrecieran todo.
El hombre agradeció
y cortó el llamado. Yunho pensó en transmitir la tarea a Bin, que ella llamara
a Jaejoong y le diera el número del hombre. Sin embargo, algo en su interior lo
llevó a ponerse de pie y recoger el saco del respaldo de la silla. Quería estar
cerca de Jaejoong, lo necesitaba. No iba a verlo, se dijo, tan solo le dejaría
una nota por debajo de la puerta y se contentaría con saber que él estaba o
había estado del otro lado. Pero si el hombre no había podido ubicarlo, ¿cómo
saber que él seguía allí? ¿Y si se había mudado? ¿Qué pasaría si el papel que
él dejaba jamás llegaba a sus manos?
Aun sabiéndose
infantil, lo escribió de todos modos. Un escueto «Seung tiene una oferta de
trabajo para ti. Llámalo al…», y el número de teléfono. Lo llevó consigo por si
era necesario y salió de la oficina.
* * *
El tiro le
peinó el cabello pegado al cráneo. Ni bien se dio cuenta de lo que había
sucedido, Lee se agachó. Eso no lo privaba del calor de las balas si a sus
perseguidores se les ocurría dispararle de nuevo, pero al menos entendía lo que
venía a continuación. No sabía si era mejor estar al tanto de que querían
matarlo o no, porque eso lo hacía temblar, pero fue un alivio cuando, en lugar
de disparar, alguien lo tomó de la camisa y lo levantó de un tirón.
—Seguimos
esperando la paga —espetó el sujeto con tono peligroso.
—Ya mismo se
las llevo, estaba pasando a cobrar — mintió Lee.
— ¿Semanas
después del día acordado? —Replicó el hombre—. Ya te dimos demasiada soga.
—Si quieren
cobrar, me van a tener que dejar ir.
El que lo tenía
agarrado del cuello de la camisa miró al otro, que asintió con la cabeza y en
silencio. Entonces se volvió hacia Lee y masculló:
—Si mañana no
haces la entrega en la plaza, te vamos a dejar como un colador.
Lo soltaron. Lee
se cuadró de hombros, metió la mano en el bolsillo y respiró aliviado. Había
llevado la navaja.
Adelanto Capitulo 23
—Deja que te
lleve hasta tu casa —pidió. Jaejoong no entendía nada, en un momento lo omitía
en la presentación y al otro le ofrecía llevarlo hasta su casa aún en contra de
la mirada que en ese momento le lanzaba su celoso esposo. Jaejoong se esforzó
por sonar tan amable y distante como Yunho, aunque el tono rígido de la voz de Yunho
fuera imposible de imitar.
—Voy a estar
bien, no te preocupes —replicó.
—Él no se
preocupa, querido —repuso su esposo con aires de superioridad—, solo trata de
ser cortés —luego miró a Yunho—. Vamos, querido —pidió—. Le dije al chofer que
se llevara el coche.
Yunho no se había
dignado a mirarlo en toda la conversación. Se quedó callado, viendo cómo Jaejoong
se sorprendía por la respuesta de Heechul e intentaba ocultarlo en una sonrisa
rígida. Se notaba en sus pupilas que estallaría de dolor en cualquier momento,
y Yunho se sintió morir.
Fin adelanto
Nota: Referente a lo del blog privado mientras se tenga el correo abierto (que abras sesión y no la cierres) se puede entrar (claro tiene que ser el correo que me enviaste para la invitación), espero que sea de ayuda mi respuesta, yoomi. Me parece que si entras a la pagina y nos ha iniciado sesión te mostrara un mensaje de que para entrar al blog se necesita de una invitación, solo inicia sesión en tu correo y listo.
Graciassss por actualizarrr!!!!!!!!!!!!!! <3.<3 cada vez se pone mas interesante, Dios quiero que se qeden juntos pero ya! y sigo odiando a Hechul ¬¬* -ese ...-
ResponderEliminarEsperaro la continuación~~~
LOVE YA~
gracias por el dato del blog, con respecto al capitulo no me gusta la ctitud que estan tomando jae y yunho creo que jae debería de decirle la verdad a yunho, y él debería darse cuenta que está enamorado de jae, ahora no se que pasará con jae y yunho en el próximo cap. ... ay y me cae super mal heechul y lee, siwon debería dejar a Heechul, en fin espero puedas actualizar pronto see you.
ResponderEliminarAHHHH yunho tu y esa forma de pensar, ya no ama a heechul y debería darse cuenta que la persona que lo hace feliz es Jaejoong y este debería decirle la verdad y que no lo engaño con siwon, ah es tan complicado todo esto, ellos merecen estar juntos, pues ya que , espero puedas actualizar pronto, amo este fic, gracias ;)
ResponderEliminarOtoke?? un encuentro con heechul y yunho??
ResponderEliminary para colmo el padrastro de jaejoong
quiere incriminar a jae en todo su rollo
waa sii amo este fic, tiene de todo XD
noooo que pasa aquie, maldito maldito, y Jaejoons aun sufriendo y tu revolcandote son ese &%$& eishh malditos, en serio que buen fic, aun me despierta las mismas emociones el recordar cada capi, gracias
ResponderEliminarDios en serio Yunho y su forma de actuar me están matando de coraje ...
ResponderEliminarPorque tuvo q ser heechul porque no otro... Grr
Es más ni siquiera debió ser otro... Yunho en serio se esta pasando :/
Jae solo espero q no sufra más aunq eso lo dudo :(
me gustaria que siwon se divorcie de chul y le propusiera matrimonio a jae.
ResponderEliminarasi yunho y chul se revolcarian en propia porqueria de vida.
kiero que jae sea feliz. y con yunho no lo va hacer.
gracias por el capitulo
Yunho volvió a cometer el error de volverse a enredar con Heechul aunque sea por venganza, aunque lo bueno es que se dio cuenta que ya no siente lo mismo por el, y por Jae sufre cada día más. Además que estos hombres no tienen dignidad por mucho que amén a esa supuesta persona como lo hace Siwon. Gracias.
ResponderEliminaryunho por que...!! :( con heechul no..!
ResponderEliminarese hechul me da muchas cólera es un ofrecido (`ー´)
jaejoong tienes que decirle toda la verdad de una vez a yunho que no paso nada entre siwon y tu :(
ese lee ahora que tramara no debe ser nada bueno (`ー´) como no lo mataron..
Por que?!!! Yunho no puedes ser tan idiota y espero que eso de 'esposo' sea solo una suposición de Jae y no te hayas vuelto a casar con heechul ... aggg da unas ganas de golpear a Yunho -_-
ResponderEliminarGracias por compartir.