Capítulo 24
JAEJOONG respondió
el teléfono que había podido pagar gracias al trabajo de las camisas con un
grisín en la boca. Había llamado al tal Seung y este lo esperaba para la
entrevista de trabajo en una hora. Estaba entusiasmado y nervioso.
— ¿Jaejoong?
—dijo la voz del otro lado. Sonaba angustiada, presa del llanto, y consiguió
alarmarlo.
— ¿Mamá?
—S… sí —titubeó
primero, por la entrevista y por la sorpresa—. ¡Sí! —agregó después. Jaejoong
estaba asustado: jamás su madre había tenido una actitud semejante—. ¿Qué necesitas?
—Necesito que
vengas.
— ¿Ahora?
Estaba saliendo a un encuentro muy importante. ¿Pasó algo con Changmin?
—No —replicó su
madre compungida y también algo temerosa—. Cuando vengas, golpea cinco veces de
forma pausada para saber que eres tú.
Jaejoong tembló.
Tenía miedo de que los que reclamaban el dinero a Lee hubieran invadido su casa
y asustado a su familia. ¿Y si su madre lo hacía ir porque ellos estaban
adentro y lo ofrecían a él como carnada, porque era el único que, insistían,
podía pagar? ¿Era su madre capaz de tanto?
Si esa no era
la razón de su urgencia, quizás se hallase asustada porque la habían amenazado
y de verdad estuviese buscando su ayuda. Jaejoong no había pedido el préstamo porque
quería ver qué pasaba con la entrevista de trabajo y con la confección de
camisas para la marca importante, pero en ese momento en que oía a su madre tan
angustiada por primera vez en la vida, se arrepintió de no haberlo hecho. Con
el préstamo, la deuda ya habría sido saldada y nada de eso estaría pasando.
Tendría que suspender la entrevista.
—Está bien,
mamá. Paso por tu casa en un momento — consintió.
Después de
cortar, llamó a Seung y se disculpó porque no podría asistir a la cita. Tenía
miedo de que ya no lo quisieran para el trabajo, de que lo consideraran irresponsable,
pero a Seung no pareció importarle. Casi parecía esperar que Jaejoong suspendiera
el encuentro. Lo que él no sabía era que la gente importante solía suspender
citas y hacerse desear por los empleadores y que Yunho ya había allanado ese
terreno. Jaejoong no se consideraba alguien importante y desconocía esa
tradición. El asunto lo benefició sin querer, como lo beneficiaban tantos otros
en ese último tiempo, aunque él los creyera producto de su mala suerte.
Jaejoong llegó
a casa de su madre y respetó el código de los golpes a la puerta por seguridad.
Aun a pesar de eso, la voz de Young preguntó quién era con tono desagradable y
Jaejoong se apresuró a identificarse.
La mujer abrió
apurada. Jaejoong supo enseguida lo que había pasado porque no hacía falta nada
más que mirar el rostro y los brazos de su madre para notarlo. Tenía la mejilla
roja e hinchada, moretones en los brazos y debajo del ojo izquierdo.
—Sabes que no
ocurre muy seguido… —trató de justificarse Young aún antes de que Jaejoong dijera
«hola».
—Pero ocurre, y
no debería —la corrigió el hijo—. ¿Hasta cuándo, mamá? ¿Hasta cuándo piensas
soportar esto?
Young bajó la
mirada.
—Hasta ahora.
Jaejoong le
alzó el rostro sosteniéndole la barbilla. Estudió el golpe más notorio e
insultó a Lee entre dientes.
— ¿Por qué te
hizo esto? —interrogó pensando en los maleantes que lo perseguían—. Quería que
le dieras dinero, ¿no?
Young negó en
silencio.
—Estaba enojado
—explicó—. Tu novio… —se interrumpió. Jaejoong soltó el aire que llevaba en los
pulmones.
— ¡Pero por qué
no me creen que ya no tengo novio! — exclamó—. De hecho creo que jamás lo tuve.
Jamás lo tuve en realidad, no —reflexionó con tristeza. Si Yunho no lo amaba, Yunho
no había sido suyo.
—Entonces
explícame por qué dice Karam que es un dios en la Tierra, que amenazó a Lee
como todo un valiente, que lo arrojó contra la pared con tanta fuerza que Lee
apenas parecía una plumita y todas esas cosas — soltó Young—. ¡No hizo más que
hablarme de tu Yunho en una hora!
— ¡Eso es
imposible! —clamó Jaejoong hasta conteniendo la risa—. Yunho jamás haría una
cosa así.
— ¿Por qué
estás tan seguro?
—Porque lo sé.
Él no es así. Él se pasa la vida detrás de un escritorio dando órdenes, sacando
cuentas, trazando líneas en papeles. Yunho no amenaza gente, no se molesta en hacer
algo por alguien que ni siquiera le importa. Y, sobre todo, no pertenece a
nuestro mundo.
Young lo miraba
con las cejas enarcadas. Karam había aparecido con las botas hasta la rodilla, el
short y el corsé por la puerta del cuarto y se cruzaba de brazos apoyado en la
pared. Mascaba chicle con la boca abierta.
—Tu novio entró
como una tromba por esa misma puerta que acabas de atravesar tú —contó—, arrojó
a Lee contra esa pared —señaló— y le dijo que iba a pagar su deuda. Quizás tú
sepas de qué estaba hablando.
Jaejoong se
puso pálido. En el silencio, Karam hizo un globo de chicle y este reventó
haciendo saltar a todos, menos a él.
—Yunho le dijo
que… pagaría su… deuda —masculló Jaejoong. Nadie más que Yunho, Lee y él sabían
acerca de eso, Karam no inventaba.
—Y también le
dijo que si volvía a ponernos a cualquiera de nosotros en peligro, o que si
volvía a acercarse a ti, lo iba a mandar a matar.
— ¡Imposible! —Exclamó
Jaejoong —. ¡Ese no era Yunho! Debes haberte equivocado.
Karam entrecerró
los ojos. Odiaba que lo tomaran por estúpido, porque no tenía un solo pelo de
tonto.
—Yo creo que tú
no tienes ni idea de quién es tu Yunho —replicó orgulloso. Jaejoong se vio
derrotado por su hermano y por sus prontos interrogantes, por eso calló.
— ¿Cuál es el
punto de discutir eso ahora? —dijo—. No permitiré que pague ninguna deuda y
punto.
—Al parecer ya
es tarde para que hagas eso —contestó Karam muy rápido—. Por algo Lee vino muy
enojado, se sintió lo que es, un cobarde, y se la agarró con la única persona
que todavía le cede el poder. Es una mierda de hombre un hijo de puta. Ni mis…
—se interrumpió antes de decir un inapropiado «clientes»—. Ni mis amigos tratan
así a una mujer —lo arregló.
—Karam…
—balbuceo Young, cabizbaja.
— ¿Para qué me
llamaste mamá? —preguntó Jaejoong presintiendo que su madre se guardaba algo
más.
—No quiero que
vuelva a entrar a casa —dijo. Enseguida miró a su hijo de nuevo—. Hasta que se
reponga.
Jaejoong pensaba
por qué su madre no alejaba a Lee de su vida para siempre y no lo calló.
—No entiendo
cómo puedes querer a un hombre como ese —reclamó. Young fruncía el ceño,
pesarosa.
—Lee es un buen
hombre —aseguró—. Y sí, yo lo quiero, pero si estuviera recuperado, ya no
tendríamos que vivir así.
Jaejoong
asintió. Qué podía reclamar él a su madre, si también estaba enamorado de un
hombre indeseable, aunque en otros sentidos. Un tipo que iba de cama en cama,
que andaba con esposos de otros hombres, que rompía familias y que encima no
soltaba un sentimiento ni aunque estuvieran a punto de fusilarlo.
Pero pretendía
protegerlo de Lee….
No podía pensar
en eso ahora.
— ¿Qué quieres
que haga? —preguntó a su madre.
—Ahora se fue
de vuelta a tomar con sus amigos — contó Young —, pero cuando vuelva, no le
permitiré entrar a la casa. Karam me ayudó a poner su ropa en bolsas y pienso
echarlo. No me sentiría segura sin que estuvieras conmigo.
Jaejoong se
sintió conmovido. No podía creer que su madre al fin hubiera reaccionado
respecto de Lee, que le impusiera como requisito su recuperación si quería
volver a ver a su familia.
—Perdóname
—lloriqueó Young cabizbaja—. Si yo hubiera sabido que Lee era así, me hubiera
quedado sola con ustedes dos.
Jaejoong sabía
muy bien que Lee ya se había emborrachado varias veces antes de que Young decidiera
irse a vivir con él y pensaba que eso debería haberle servido a su madre como
muestra de su futuro, pero calló. No quería desperdiciar la posibilidad de que Young
hubiera abierto los ojos y finalmente estuviera decidida a poner fin a la
situación que habían sufrido tantos años.
—Tu padre era
tan diferente… —continuó Young con un nudo en la garganta. Karam escuchaba sin
alarmarse, en la misma posición que había adoptado al salir del cuarto. Podía
pasar horas como una estatua. Jaejoong, en cambio, no podía creer lo que oía. Young
sonrió con melancolía—. Él me trataba bien y me enseñó tantas cosas… Cuando lo conocí,
lo admiré desde el primer momento.
Los ojos de Jaejoong
se llenaron de lágrimas.
—Nunca me habías
dicho todas esas cosas —susurró emocionado. Su madre se encogió de hombros.
— ¿Qué sentido
hubiera tenido? —lloraba—. ¿Para qué te lo iba a decir, para que lo extrañaras
tanto como yo? Cuando me lo quitaron, pensé que mi vida se había terminado.
—Pero te fuiste
—le recordó Jaejoong —. No tardaste en salir de noche, en…
—Era joven
—replicó Young —. Sabes que me casé con tu padre a los diecinueve años, y
cuando tenía tu edad, ya estaba viuda. Sentí que mi vida se había terminado. Lo
amaba tanto… Todas mis ilusiones murieron ese día en que supe que me lo habían
arrebatado, tan joven, tan fuerte, tan hermoso…
Jaejoong se
cubrió la boca con las manos. Su corazón no alcanzaba a experimentar tantas
emociones.
—Mamá…
—balbuceó. Young continuó hablando acongojada.
—Pasé mucho
tiempo triste, ni siquiera te miraba porque tus ojos me recordaban los suyos
—contó—. Imagínate lo que se siente perder a la persona que más amás en el
mundo, con ella se van tu vida, tus ilusiones, tu juventud.
Los labios de Jaejoong
temblaron. Yunho no era suyo y lo sabía, pero solo pensar que pudiera morir lo
aterraba. No. Hasta ese momento jamás había comprendido a su madre, ni ella se
había hecho comprender.
—Pero después
mi madre, mi hermana y mis amigas me obligaron a salir adelante —siguió
diciendo la mujer—. Estabas tú, yo era joven y debía darte un padre. Lo malo fue
que, después de tu padre, siempre me enamoré de las personas equivocadas —Young
sonrió. Parecía necesitada de recordar—. Le gustaba coleccionar cosas —dijo pensando
en Jun Hwan—. Tenía muchos, muchos libros, amaba la lectura. Siempre leíamos
juntos… Leíamos la Eneida,
por eso cuando naciste quisimos que te llamaras Jaejoong. Fue el primer libro
que leí en mi vida. ¡Qué diferente habría sido todo si no me lo hubieran matado!
Karam no se
sentía celoso de las noticias que se estaba ganando su hermano, aunque él jamás
pudiera tenerlas. Su padre había sido un amor fugaz de Young y ni siquiera sabía
quién era. O al menos eso decía ella.
—Lo voy a
extrañar hasta mi último día —acabó diciendo Young, presa del llanto.
Jaejoong se
inclinó hacia ella y la estrechó entre los brazos. Young respondió a su
contacto.
—Lo siento,
mamá —se disculpó Jaejoong enseguida, al tiempo que se secaba las lágrimas que
le rodaban por las mejillas con la mano—. Si hubiera sabido todo esto antes…
Karam jamás
lloraba y no quería hacerlo, por eso miró hacia otra parte que no fueran su
hermano y su madre y pensó en algo que no fuera aquella escena, pero los tres
estaban conmovidos.
El ambiente se
rompió cuando se movió el picaporte y, como Young había puesto llave, la puerta
no se abrió. Los tres miraron la cerradura, la madre con miedo, los dos hijos con
valor. Casi parecían dos guerreros: uno de patalon azul y el otro de short
negro que apenas le tapaba la cola.
— ¿Le vas a
decir que se vaya, Jaejoong? —preguntó la madre refiriéndose a Lee. Jaejoong se
dio la vuelta.
—No —dijo—. Lo
vas a hacer tú. Nadie más puede ponerle fin a esto — Young asintió en silencio,
sabía que Jaejoong tenía razón—. Todo va a salir bien, mamá —intentó
tranquilizarla el hijo—. Karam y yo estaremos en la habitación, pendientes de
todo.
—Entretengan a Changmin
—pidió Young, de repente preocupada antes por su hijo que por ella misma—.
Sería muy duro para él si escuchara algo.
—Quedate
tranquila por eso —prometió Jaejoong mientras su hermano, que parecía
misteriosamente dispuesto a hacerle caso, abría la puerta de la habitación.
Cuando Jaejoong
entró al cuarto, Changmin abrió los brazos.
— ¡Jae!
—exclamó. Al parecer se había olvidado de cómo habían terminado la última vez
que se habían visto. Así funcionaba la mente de los niños, desechaban lo malo y
atesoraban lo bueno. Jaejoong hubiera deseado poder hacer lo mismo con los
últimos encuentros que había mantenido con Yunho.
Los gritos de Lee
no se hicieron esperar. Young, en cambio, no gritaba. Apenas alcanzaba a oírse
que le pedía que se fuera, que se llevara sus cosas y regresara cuando estuviera
recuperado.
—Esta es tu
familia y te queremos —decía ella—, pero no así. ¡Así no!
Esa casa había
sido comprada con el dinero que el seguro de vida pagó por la muerte de Hwan,
el padre de Jaejoong. A Lee no le correspondía nada y nada se iba a llevar más
que sus pocas cosas.
Cuando se oyó
un golpe, Jaejoong fue el primero en salir, pero Karam no se quedó atrás.
Mientras la primera enfrentó a Lee, el otro se aproximó a su madre para revisarle
el nuevo golpe. Lee alzó el puño hacia Jaejoong, pero no se atrevió a dejarlo
caer. Jaejoong lo enfrentaba con las manos en la cadera, Jaejoong lo había
molido a palos.
— ¡A mí no me
golpeas! — Le recriminó a la cara—. Haces lo que dice mi madre o llamo a la
policía. O mejor llamo a Yunho para que te haga matar, como te prometió. Busca
ayuda, Lee —ordenó después—. Si quieres volver a esta casa, vas a tener que hacerlo
sano.
Lee bajó el
brazo con el que amenazaba a Jaejoong, de mal grado recogió la bolsa de
residuos con sus escasas prendas de vestir, se dio la vuelta y se marchó. Young
lloraba, abrazada por Karam. Jaejoong se volvió.
—Cambiaremos la
cerradura —determinó.
* * *
Bin conservaba
la distancia que había impuesto entre Yunho y ella a rajatablas. Solo iba a
trabajar a la oficina y le dirigía la palabra únicamente en lo que refería a
los negocios.
Yunho tenía el
coraje de hacerse el ofendido y practicar con Bin la misma indiferencia que
ella fingía con él. Su departamento era un alboroto, en una semana se había transformado
en un desorden descomunal que apenas pudo acomodar un poco la empleada
doméstica que le enviaron de una agencia a la que se vio obligado a llamar. Él
se había prometido que jamás contrataría una, pero de no haberlo hecho, la
mugre lo habría tapado. A decir verdad, era bastante desordenado, siempre lo
había sido, y no quería mucamas porque se acordaba de su madre y de su tonta ideología
de que era injusto que algunos nacieran para servir y otros para mandar.
Se maldecía por
ser tan estúpidamente profundo. Para él era importante que las cosas fueran
hechas con amor: el desayuno, el acondicionamiento de la ropa, la limpieza. Pensaba,
como un tonto, que el amor que se depositaba en las acciones se llevaba en el
alma al beber el chocolate matutino, ponerse la ropa, aspirar el aroma de una
casa limpia. Ahora el chocolate lo preparaba una máquina, la ropa la
acondicionaba un lavadero y la casa la limpiaba una mucama muy bien pagada que
no quería tener. Y aunque deseaba conformarse con todas esas cosas, no podía
evitar que le faltara algo.
Bin ocultaba su
preocupación a Yunho, pero la sentía en el alma. Buscaba la manera de que él
reaccionara respecto de Heechul, que lo desechara de una vez como había hecho
con tantos amantes a lo largo de esos años. No quería pensar que él era tan
idiota como para entregarse a una promesa que había hecho y que ya no tenía
ningún valor, porque había dejado de sentirla.
Fue una tarde
que, buscando esa luz que iluminara la vida de su hijo postizo, llamó a Jaejoong.
— ¡Bin! — La
recibió Jaejoong con sorpresa y alegría—. ¡Qué bueno oír tu voz!
Bin no sonaba
igual de feliz que Jaejoong, aunque estuviera contenta de volver a hablar con
él. El muchachito siempre lograba transmitirle algo de paz.
— ¿Estás
ocupado? —preguntó, taciturna.
—No —contó Jaejoong
—. Acabo de llegar de una entrevista de trabajo —dijo—. ¡Estoy tan feliz!
¡Quieren que trabaje como diseñador! Yunho me pasó el dato; de aceptar
trabajaría para Seung, ¿lo conoces?
—Sí.
Bin estaba
triste, silenciosa.
— ¿Qué te pasa,
Bin? —Indagó Jaejoong —. ¿Estás bien?
—La verdad es
que no —respondió la mujer sin ánimo de nada, y consiguió así preocupar a Jaejoong.
— ¿Qué pasa?
—dijo mientras acercaba una silla hasta el teléfono con el pie, luego se dejó
caer en ella.
—Es Yunho.
— ¿Qué pasa con
Yunho?
—Me tiene muy
preocupada.
— ¿Está bien?
¿Le pasa algo?
—Tú eres el
único que puede ayudarlo.
Jaejoong se
llevó una mano al pecho, con los ojos muy abiertos.
— ¿Yo?
—replicó.
—Solo tú puedes
rescatarlo, Jaejoong.
La urgencia y
la desesperación con la que hablaba Bin consiguieron alarmar todavía más a Jaejoong.
Así y todo, no tenía idea de lo que la mujer diría.
— ¿De qué
podría rescatar yo a Yunho? —preguntó.
—De Heechul.
—Su amante —Jaejoong
recordaba que Choi Siwon había nombrado a un tal Heechul, lo había definido
como su esposo.
— ¿Amante? —Replicó
Bin—. ¿Qué amante? ¡Su ex esposo!
—El de Choi
Siwon —respondió Jaejoong, muy convencido de lo que decía.
—El de Yunho.
Jaejoong entreabrió
los labios, fruncía el ceño y ya no respiraba. No podía ser cierto, debía de
haber dos Heechul, después de todo no era el nombre más extraño del mundo, no
se llamaban «Jaejoong».
—Entiendo
—dijo—. Los dos se llaman Heechul.
— ¿Quiénes dos?
—Bin tampoco entendía una palabra.
—El de Yunho y
el de Choi —repuso Jaejoong. Bin negó con la cabeza.
—Jaejoong, no
entiendo nada —dijo—. Heechul es uno solo, y se casó con los dos.
— ¿Qué dices? —Se
sobresaltó Jaejoong —. ¿Es bígamo?
—Jaejoong… —una
sensación de alarma invadió el interior de Bin. Quizás Yunho había sido tan
estúpido que ni siquiera le había dicho a su novio que alguna vez había estado
casado—. ¿Yunho no te había dicho que era divorciado?
—S… sí…
—balbuceó Jaejoong. Eso serenó a la mujer. Al parecer su hijo no era tan
idiota, después de todo.
—No sé qué te
habrá contado Yunho, pero mejor comienzo desde el principio —resolvió—. Yunho no
siempre fue el que conociste.
—Sí, eso ya lo
sé —la interrumpió Jaejoong un momento. Había soltado la cartera al lado de la
silla.
—Yunho era un
jovencito estudioso, responsable, tímido.
— ¿Tímido Yunho?
—se rió él.
—Más de lo que
podrías imaginar —replicó Bin muy seria. No se molestó porque Jaejoong no le
creyera de entrada lo que le contaba; no era para menos, después de lo que
aparentaba Yunho—. Había sufrido mucho por el divorcio de sus padres, incluso
había padecido antes de que, gracias a Dios, Wang Kyung los abandonara a él y a
Hye, su madre. Kyung fue siempre su pesadilla, su sombra opresora.
Jaejoong tembló.
Apretaba tanto el tubo del teléfono que parecía a punto de quebrarlo en dos.
Comenzaba a comprender… Cuando se sabían ciertas cosas, todo se hacía tan
claro.
«Arquitecto. Mi
padre era arquitecto», le había dicho el con la voz apagada,
con la mirada oscura, cuando él le hacía preguntas sin tener idea de lo que
estas agitaban en su interior.
—Yunho era tan
sensible que… —comenzó Bin—. Aún lo es —repuso con amargura en la voz. Jaejoong
tragó con fuerza un nudo de dolor—. Es tan sensible que siempre ha sufrido
demasiado. Si ahora lo ves de esta manera, imagínate lo que era cuando apenas
comenzaba a ser un muchacho. No sabía esconder sus emociones, no sabía manejar
sus sentimientos. Y en medio de todo ese maremoto, apareció él: Heechul, el
hijo de su profesor más admirado. ¡Si vieras cómo lo amaba, Jaejoong! Había
depositado todas sus ilusiones en esa relación.
Jaejoong se
humedeció los labios. No quería oír lo que ya sabía, que Yunho amaba con locura
a otra persona. Yunho era ese niño inestable, de emociones fluctuantes, que era
a la vez capaz de hacer las locuras más grandes por amor, las que los adultos
no se atreverían a hacer. No quería saber todo lo que había hecho por Heechul,
no quería pensar que esa harpía lo había herido.
—Sé que te
duele, Jaejoong —siguió diciendo Bin presintiendo las emociones de Jaejoong por
su silencio—, pero tienes que escuchar. Heechul jugó un tiempo a ser el novio de
Yunho. Él lo hacía todo por Heechul, hasta trabajó para Kyung, su padre, con el
daño que eso le causaba. Todo por ganar algo de dinero para él. Hye y yo éramos
empleadas domésticas, Yunho no tenía un centavo para pagarle los gustos a ese
descarado, y Heechul no supo valorar todo lo que él hacía para satisfacerlo. Es
más, cuando lo dejó le dijo que él era muy poca cosa para él.
—Pobre Yunho…
—reflexionó Jaejoong en voz alta. No había querido decir eso, pero le había
salido del alma.
—Kyung lo humilló
hasta el hartazgo —continuó Bin —. Sé que si Yunho sabe que te estoy contando
esto se va a enfurecer conmigo, así que por favor consérvalo en secreto.
—Bin…
— ¿Sí?
—No quiero que
me cuentes cosas que él no me diría —pidió Jaejoong entristecido—. Si Yunho quiere
seguir siendo para mí el amante descarado, simpático y febril que muestra a
todo el mundo, lo aceptaré antes que saber quién es en realidad por otra boca.
Será mejor que dejemos de lado esta conversación.
—Jaejoong… —Bin
casi suplicaba—. No hacía falta que Yunho te dijera todas estas cosas porque él
había vuelto a ser él mismo mientras estaba contigo. No hacían falta palabras.
Jaejoong apenas
alcanzó a tomar un poco de aire. Las aseveraciones de Bin lo dejaron débil y
tembloroso. Yunho no había sido él mismo con él, no lo era con nadie. ¿Por qué esa
mujer le estaba diciendo eso?
—Reía y
conversaba. ¡Bailaba contigo, Jaejoong! — Clamó Bin con entusiasmo—. Había
dejado de hacerlo por culpa de las demandas de Heechul. Pero eso sucedió cuando
fue su esposo. Lo presionó tanto con todo que Yunho acabó destruido. Fumaba, no
dormía, no vivía por conformarlo.
—Creo que me
perdí de algo… —la interrumpió Jaejoong.
—Sí, claro, desordené
la información —explicó Bin.
—Me dijiste que
Heechul fue su novio y que lo había dejado.
—Así fue
—asintió la mujer—. Al poco tiempo Hye descubrió que estaba enferma y… falleció
—la voz se le tornó sombría—. ¡Yunho sufrió tanto por eso!, su madre lo era
todo para él, la persona que más amaba en el mundo.
«Ese nene tiene
la suerte de tener un hermano que le dé un cachetazo por amor, y el día de
mañana te recordará como yo recuerdo a mi mamá: como la persona que lo hizo todo
por amor a mí», le había dicho él.
«Sueño con la
sonrisa de mi mamá cuando me alcanzaba una taza de chocolate bien caliente a mi
cuarto mientras yo estudiaba. Esa sonrisa consigue templarme en los momentos
más fríos, más oscuros», le había contado.
¡Yunho sí se
había abierto con él, aun antes de proclamarlo su novio!
Jaejoong comenzó
a llorar sin poder ocultar el llanto.
—Lo siento, Jaejoong
—se disculpó Bin en el mismo estado—. No quiero hacerte daño, pero necesitas
saber todo esto. Fue después de la muerte de su madre cuando Yunho comenzó a
cambiar. De pronto tenía fe en sí mismo, o eso aparentaba, conquistaba a todos
con su buen humor, su aspecto físico, su charlatanería. Si algo no pudo dejar
de ser, es inteligente. ¡Es una luz para todo! Pero se finge frívolo,
superficial, despreocupado. Soy testigo de que, si triunfa en los negocios, es
porque realmente trabaja. Nadie tan estúpido puede crecer tanto. Lo cierto es
que su primer logro como ingeniero te lo debe haber contado a medias, pero al
menos te lo habrá insinuado.
—Sí —asintió Jaejoong,
casi sin voz—. Sí lo hizo.
—Lo obtuvo
incluso antes de graduarse. Yoochun lo ayudó con su firma, porque ya estaba
recibido. ¿Te das cuenta? Si en algo tiene razón la gente es en que es una
eminencia.
—Sí, yo también
lo pienso —acotó Jaejoong un poco más sereno. Sonreía.
—Entonces Heechul
tuvo la maldita idea de volver — siguió Bin. Su resentimiento hacia ese hombre
se hacía evidente en su voz—. Se sintió atraído por un guerrero, un ave fénix,
y todo ese poder que Yunho emanaba de pronto lo hechizó. Él, que soñaba con
formar una familia…
— ¿Yunho una
familia…? —susurró Jaejoong sin poder creer lo que escuchaba y repetía.
—…lo aceptó. Lo
aceptó porque al tenerlo con él pensaba que volvía al pasado, pero solo arruinó
su vida. Se casó con él, pero como era de esperarse, al poco tiempo Heechul se
aburrió y entonces se buscó amantes. Entre ellos apareció Choi Siwon.
— ¡Choi Siwon! —exclamó Jaejoong al tiempo que
saltaba de la silla.
«Tienes el
corazón tan grande que eres capaz de ayudar a Choi a recuperar a su… esposo.
Aunque eso signifique traicionarme a mí», le había
dicho Yunho. Jaejoong lo había acusado de acostarse con un hombre casado, de destrozar
una familia y él… él solo trataba de recuperar lo que había sido suyo, ese
odioso colorado que lo tomaba del brazo en el barco y a la salida de la
comisaría. Choi era el que había destrozado su familia imaginaría, y ni siquiera
había tenido el valor de decírselo a él en más de dos horas que habían pasado
juntos en el hotel. Choi y ese horrible hombre habían sido una ruina para Yunho,
después de que él hubiera superado otras.
Jaejoong estuvo
a punto de romper algo. ¡Lo odiaba! ¡Heechul había engañado a su Yunho, lo
había hecho sufrir! Lo habría matado.
—Yunho le dio
todo —siguió diciendo Bin—. Sé que quería tratar a su esposo como Kyung no
había hecho con su madre, que quería demostrarse a sí mismo que no era como él.
Pero Heechul no se lo permitió, por el contrario, fue el nuevo Kyung en la vida
de Yunho cuando él al fin se había deshecho del otro. Transformó las ilusiones
y principios de Yunho en debilidad, y cuando se aburrió de eso también,
entonces se fue con su amante. Se divorció de Yunho y se casó con Choi Siwon,
que hasta el momento no había sido más que una competencia laboral de Yunho,
como cualquier otra —Bin se tomó un momento para respirar—. Heechul es un demonio, por algo viste de rojo. Jaejoong
hubiera reído de aquella afirmación, pero no pudo soltar palabra. Sus
pensamientos iban y venían en todas direcciones. —Heechul destruye todo buen
hombre que se cruza en su camino —aseguró Bin.
—Yunho tampoco
es un cachorrito —espetó Jaejoong haciendo uso de su extraña convicción.
—No lo es
—afirmó Bin—. Está lejos de ser un cachorrito, gracias a Dios. Pero tú no
conoces toda la verdad, ni siquiera te la imaginas, y yo no sé si pueda decirla
en este momento. Todavía queda más que no conoces de él.
A Jaejoong no
le quedaba duda de que así era, pero el saber que en realidad él sí se había
abierto con él, aunque no hubiera podido interpretarlo, lo consoló.
—Creo que sí me
había dicho todas esas cosas después de todo —concluyó con voz pausada—, pero
lo hace de forma tan velada que se hace difícil llegar hasta el final.
—No me extraña
—asintió Bin—. En el fondo está aterrado de amar. Yunho no había vuelto a
confiar en ningún otro hombre, ni tampoco se había relacionado más con chicos como
tú.
— ¿Con chicos
como yo?
—Hombres dignos
de ser amados.
Jaejoong suspiró.
Sabía el rumbo que tomaba la conversación y no deseaba oírlo.
—Realmente
aprecio lo que me dices, Bin, pero…
— ¡Te lo
suplico! — Lo interrumpió la mujer sin ocultar su desesperación—. Yunho necesita
a un ángel como tú.
—Pero ama al
demonio —se interpuso Jaejoong —, y no hay nada que podamos hacer al respecto.
—Te lo ruego, Jaejoong…
Si reaparecieras en su vida…
— ¿Y condenar
la mía al lado de un hombre que me hará el amor pensando en otro? —reclamó Jaejoong.
Le dolían el pecho y el alma al pronunciar esas palabras, pero no iba a engañarse
con eufemismos—. Lo siento, pero me quiero más que para acabar de ese modo.
—Ese es el
problema, que Yunho no se quiere ni un poquito —reflexionó Bin amargamente—.
Tiene la autoestima pisoteada, incluso diría que se odia. De lo contrario no
seguiría pretendiendo convencerse de que ama a esa harpía.
— ¡Es que lo
ama, Bin! —replicó Jaejoong ofuscado.
—Yunho está
encaprichado —aseguró la mujer—, eso no es amor.
—Pues mientras
esté enamorado, encaprichado o lo que sea con otro, por mí puede arder en su
propio infierno —sonó duro. Era dolor, no resentimiento—. Perdóname — agregó
enseguida para compensar lo anterior—. Entiendo tu preocupación, pero no hay
nada que yo pueda hacer. Quiero seguir en contacto contigo, podemos ser amigos,
pero no hablemos más de Yunho. Por favor.
Bin suspiró. No
era lo que ella esperaba, pero debió conformarse con eso. Comprendía a Jaejoong
y su determinación.
Adelanto de Capitulo 25
Se resignó a que él nunca iba a experimentar más que presiones e indiferencia respecto de todo. Si algunas cosas habían encendido su corazón de hielo en la adultez eran el proyecto del puente, alguna que otra construcción cuando ya era un ingeniero reconocido, Bin y las memorias de su madre. Pero nada igualaba la sonrisa de Jaejoong.
Jaejoong…
Sonrió. Sonrió con su recuerdo y se apresuró a alejarlo para no extrañar. No tenía posibilidades con él, tenía que dejarlo ir.
Fin de adelanto
Que triste, me da pena la situación del Yunjae, espero todo cambie pronto y puedan estar juntos aunque creo q para eso aun falta mucho, ayyyy Yunho debería ceder a sus verdaderos sentimientos, pero en fin me gusto mucho el capi gracias por la actua.
ResponderEliminarTT__TT sufro en ver la situación de estos dos, espero las cosas mejoren, que yunho se de cuenta que sucede con sus sentimientos, que ponga las cosas en claro y se de cuenta a quien realmente necesita en su vida, que Jae no se rinda ay, ellos merecen ya no sufrir mucho ;; ah gracias por la actualización y espero con ansías el siguiente capítulo.
ResponderEliminarJaejoong solo quiere verlo feliz aunque le mismo sufre, pasa por tanto solo por lograrlo que me duele, solo lo quiere feliz, solo eso pero no te rindas, ya se, no lo haces pero no se puede luchar contra el pasado de alguien cuando ese alguien quiere seguir en el, que triste
ResponderEliminarMe duele verlos sufrir pero una persona no puedes vivir con miedos y Jae solo quiere ver a YH feliz y dejar de sufrir...
ResponderEliminarYunho debe luchar por Jae y no dejarlo ir ... Debe demostrarle que lo ama y para eso tiene que dejar ir el pasado y aferrarse a un futuro con Jae
bravo jaejoong te felicito...
ResponderEliminarmejor aléjate de yunho...no te conviene..
me gustaría que jaejoong encuentre el amor en otro lado..
con yunho, nunca va hacer feliz.
gracias por el capitulo
Jae se respeta demasiado como para estar con alguien que cree no lo ama, y Yunho como no se siente querido entonces no le importa su vida por eso está con Heechul por vengarse aunque ya se dio cuenta que ama a Jae. Gracias.
ResponderEliminarque bueno que la mama de jaejoong haya recapacitado y haya echado de la casa a Lee ya era hora ojala no vuelva nunca..!! (`ー´)
ResponderEliminarjaejoong tiene que volver yunho pronto </3
T-T duele tanto verlo separados, Yunho debe recapacitar pronto. Es bueno saber que la madre de Jae abrió los ojos al fin, ahora es tiempo que ordene su vida y eduque bien a sus hijos.
ResponderEliminarGracias por compartir.