Capítulo 13
Jaejoong tenía mucha práctica en escabullirse de casa desde la época
en que vivían en el campo y había participado en cabalgadas secretas a la luz
de la luna. Por esa razón, las dos plantas que había desde la ventana de su
dormitorio hasta el suelo no eran un obstáculo importante, aunque el vestido
que llevaba lo hacía algo más incómodo que en el campo, donde se ponía los pantalones
y la camisa de su hermano.
Aunque
sólo había una caminata de quince minutos hasta la casa de Yunho, Jaejoong
sabía que llegar allí sin ser visto podía resultar problemático. Sólo tenía que
ser rápido y no apartarse de la franja oscura de las aceras.
Jaejoong
aterrizó en el suelo sin perder el equilibrio. Luego se caló la capucha de la
capa para ocultar el rostro y echó a correr hacia la puerta, echando un rápido
vistazo a ambos lados de la calle. En la calle desierta no se movía ni una
hoja. Perfecto.
Jaejoong
se recogió la falda con las manos y echó a correr. No sabía por qué contenía la
respiración, pero resultó no ser muy buena idea, pues cuando se encontró ante
la puerta de Yunho, estaba totalmente sin aliento.
La
puerta estaba, por supuesto, cerrada con llave.
¡Maldita
sea! ¿Y ahora qué? Si al menos aquel condenado hombre se hubiera molestado en leer
su nota… La respuesta que había recibido apenas quince minutos antes era
indignante. Había sido escrita por el secretario de Yunho. Jaejoong recordaba
con claridad cada palabra, ya que había leído la nota una y otra vez, sin
creérselo.
Shim Jaejoong,
El príncipe Jung se encuentra indispuesto en estos
momentos y no podrá atender la petición de vuestra nota inmediatamente. Quedad
con la seguridad de que vuestro mensaje no ha sido leído por mí ni por ningún
otro habitante de esta casa.
Respetuosamente,
El secretario del príncipe Jung.
¡Bueno!
Si Jung Yunho creía que iba a librarse de él tan fácilmente, ya podía ir pensando
en otra cosa. Lo había hecho olvidarse de sí mismo en el baile y aún no sabía
por qué se había callado, pero le haría hablar de otros lectores de mentes
aunque fuera lo último que hiciera. Jaejoong estaba furioso mientras miraba a
su alrededor en busca de inspiración. La oscura mansión parecía una premonición
y los muros y las puertas impenetrables. Pero no; si había aprendido algo en
todos los libros sobre guerras que había leído unos años antes, era que no había
ninguna estructura, y menos una casa urbana, que fuera impenetrable.
Mientras
cruzaba la verja y pasaba al otro lado del muro, lo iluminó un rayo de luna
como si fuera un reflector.
Dirigió
una mirada irritada al cielo y retrocedió rápidamente.
—Es
el auténtico error de la luna, se acerca a la tierra más de lo deseado y vuelve
locos a los hombres.
La
cita de Otelo salió de sus labios y se desplazó por el aire frío que lo
rodeaba.
¿Qué
hacer? ¿Qué podía hacer?
Entonces
vio un gran árbol al doblar la esquina y casi se puso a aplaudir de júbilo.
—Perfecto,
perfecto, perfecto.
Una
gruesa rama se apoyaba en el muro y la luna no iluminaba aquel lugar en
particular.
Echando
un vistazo a su alrededor, Jaejoong se subió el vestido hasta la cintura,
dejando las piernas expuestas al frío, y trepó al árbol. Tras estar a punto de
caerse y sufrir unos rasguños en las manos, consiguió llegar al muro y saltar
al otro lado.
¿Y
ahora qué?, se dijo mientras se esforzaba por contener la risa.
Desde
luego, en adelante tendría que dominar su impetuosidad. ¿Qué retorcida idea lo había
llevado a aterrizar en la finca de Yunho a medianoche? Sí, estaba enfadado; y
sí, tenía muchas explicaciones que dar, pero ¿acaso no podía haber esperado
unas horas?
Todos
los años pasados casi en soledad, rodeado únicamente por la familia y el
personal de servicio, que también eran familia, habían conducido de alguna
manera a aquel resultado. Había perdido la noción de cómo debía comportarse,
como su tía no dejaba de insinuarle.
Para
ser sinceros, a él no le importaba mucho el comportamiento, pero a su tía sí. A
veces deseaba haber sido más convencional, aunque sólo fuera por Lady Yoon Joon,
por el esfuerzo que había puesto la mujer en su educación.
Pero
¿en qué estaba pensando? Quedarse al lado del muro discutiendo consigo mismo
era probablemente la cosa más ridícula que podía hacer en esos momentos, si
exceptuamos el hecho de encontrarse allí.
Moviéndose
ágilmente desde las sombras del muro hasta lo que parecía ser la entrada de la cocina,
Jaejoong se cubrió la boca con la mano para que no le diera un ataque de risa.
Entonces
se le ocurrió que tratar de entrar por la puerta principal a aquella hora intempestiva
era impensable. Qué poco había meditado aquello.
Mientras
miraba la puerta de la cocina se le ocurrió una idea, y dio gracias a su buena estrella
porque Changmin le hubiera comprado aquel estúpido libro cuando cumplió los
trece años. Cosas que podrían salvarte la
vida era un libro lleno de burdas
ilustraciones de cosas que probablemente nunca habría aprendido a hacer. Pegar
un vaso a una puerta y el oído al vaso para oír mejor lo que se dice al otro
lado… nudos que no se deshacen por si alguien necesita escapar en ropa interior
por una ventana… y por supuesto su capítulo favorito: «Sesenta y cuatro maneras
de utilizar una horquilla».
Jaejoong
se quitó una horquilla del pelo y procedió a introducirla en la cerradura de la
puerta trasera. Nunca había utilizado aquel truco y siempre había pensado que
su uso sería en cierto modo turbio, pero si estaba en lo cierto al creer que a
menudo tendríamos que avergonzarnos hasta de nuestras mejores acciones si el
mundo pudiera ver los motivos que las impulsan, lo opuesto también podía ser
verdad.
Sí,
estaba forzando la puerta de una casa ajena, pero era por una buena causa, y no
se sentiría avergonzado de sus acciones si le daban la oportunidad de explicar
sus motivos. Al menos así lo creía… ¿Era la curiosidad un motivo honorable?
¡Tenía que dejar de pensar tanto!
El
débil crujido que se oyó al abrirse la puerta pareció recorrer toda la casa y
volver. Jaejoong contuvo la respiración, esperando que nadie lo hubiera oído.
No quería ser visto hasta que encontrara a Yunho y le dijera lo que tenía que
decirle.
A
los pocos segundos, Jaejoong empujó la puerta y entró en la oscura cocina.
La
estancia, como el resto de la casa, era enorme. Pensó que debía de ser muy
solitario vivir en una casa tan grande. Claro que él no sabía con seguridad si Yunho vivía solo. ¿Estaría casado? La idea
no se le había ocurrido hasta entonces y cayó como un peso muerto sobre él, obligándolo
a detenerse.
No
podía estar casado. ¿O sí?
—Contrólate
—se reprendió en voz baja.
Recordó
que no sabía si en la casa de Yunho habría alguien más que tuviera la habilidad
de leer mentes, así que construyó una espesa barrera para que nadie pudiera
escuchar sus pensamientos. Ese era el motivo de que estuviera allí. Para
descubrir si había más personas en el mundo como Yunho y él.
Sintió
un nudo de excitación en el estómago al pensar en las posibilidades. Jaejoong hizo
acopio de todo su valor, salió de la cocina y accedió a un ancho pasillo. La
oscuridad era opresiva y lo ponía nervioso.
Había
varias puertas a derecha e izquierda, pero sólo en la más lejana se veía luz
por la ranura inferior.
Había
llegado el momento, era hora de enfrentarse a Yunho y descubrir toda la verdad.
Jaejoong
avanzó a toda velocidad hacia la puerta iluminada y levantó la mano para empujarla.
Una
voz interior lo detuvo antes de alcanzar el pomo. Se quedó quieto, vacilante y
confuso, y se agachó para mirar por el ojo de la cerradura.
No
fue capaz de contener la exclamación que escapó de sus labios.
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Yunho tenía la mano sobre el frágil hombro de Won Hong y se lo
apretaba para tranquilizarlo. El adulto intuía la sed y la aprensión del
muchacho. Ser examinado ante los cuatro jefes de los clanes tenía que ser duro
para alguien tan joven.
Las
voces de los vampiros que habían llegado aquella noche de cerca y de lejos
llenaban cada resquicio del estudio. Los jefes de los clanes no solían
reunirse. Normalmente, una ceremonia para celebrar una mayoría de edad no
requería la presencia de todos; era suficiente con la asistencia de un
representante de cada clan. A pesar de todo, habían ido los jefes, no sólo para
ser testigos de la ceremonia, sino también para honrar la muerte de la madre de
Won Hong, y otros habían acudido para verles a ellos.
Yunho
se había enterado de que la madre de Won Hong estaba entre los miembros del Clan
del Norte que habían sido enviados unas semanas atrás para localizar y
aprehender a Seong Min. Ella, como el resto del grupo de vampiros, había sido
encontrada muerta en el bosque. Sus honras fúnebres se habían celebrado con la
presencia de todos los miembros de su clan, como dictaba la ley, pero ahora era
llorada de nuevo y su hijo homenajeado.
—Pronto
terminará —dijo Yunho en voz baja, sabiendo que el muchacho era todo oídos.
—Me
alegro —dijo Won Hong mientras su estómago protestaba. Miró a la multitud que se
había reunido en la habitación, ahora calurosa, y vio a su padre. Quería que se
sintiera orgulloso de él. Won Hong dio media vuelta y miró a Yunho.
—
¿Estarás conmigo durante toda la ceremonia?
Yunho
negó con la cabeza.
—He
de dejarte durante un rato, pero no importa, Won Hong. Ahora eres un muchacho, pero
dentro de unos minutos serás un hombre, y un hombre no teme nada.
Won
Hong tragó saliva y asintió con la cabeza. No decepcionaría al príncipe Jung,
no tendría miedo.
—Yunho,
¿comenzamos? —preguntó Yoochun desde el centro de la habitación. Yunho asintió y los vampiros que le
rodeaban retrocedieron hasta formar un círculo alrededor de tres hombres, una
mujer y un muchacho que iba a dejar de serlo.
—En
honor de la mayoría de edad de Won Hong se han reunido los jefes de los cuatro clanes.
El príncipe Jung Yunho, jefe del Clan Oriental; el Gran Visir Soo Young, jefe
del Clan del Sur; la condesa Dan, jefa del Clan Occidental. Todos han venido a
honrar a Won Hong y a su difunta madre —dijo Yoochun en medio del silencio que
había caído sobre la asamblea de vampiros.
Yoochun
asió a Won Hong por los brazos y situó al muchacho de cara a él y a los otros
jefes. Muchos asistentes lo miraban con compasión al recordar el dolor de los
primeros aguijonazos de la sed.
—Las
leyes de los clanes de vampiros son claras. Fueron establecidas para la
supervivencia de nuestra raza. ¿Las conoces? —preguntó Yoochun a Won Hong como
si ya fuera un adulto.
—Sí
—respondió el muchacho con la voz un tanto trémula.
—Tenemos
una política distinta de los humanos. Ellos tienen sus países y nosotros nuestros
clanes, pero a diferencia de sus naciones, nosotros vivimos en armonía. Los
clanes existen para fortalecer el poder de la ley. En todos los demás aspectos,
somos uno. ¿Lo entiendes?
—Sí
—dijo Won Hong, con más fuerza que antes.
Yoochun
hizo un gesto de aprobación y Yunho y Lord San Woo se situaron a ambos lados de
Won Hong.
—Tú,
Lord San Won, padre de Won Hong, te has ofrecido como guía. ¿Consientes en
cumplir tu deber tutelar hasta el momento en que los jefes lo declaren adulto?
— preguntó Dan con mirada fija y escrutadora.
—Consiento.
—
¿Entiendes que te haces responsable de Won Hong y que por tanto sufrirás los castigos
que él merezca?
—Lo
entiendo.
—Y
tú, príncipe Jung Yunho, jefe del Clan Oriental, te has ofrecido como segundo.
¿Consientes en cumplir tu deber tutelar en caso de que San Woo no pudiera? — preguntó
Dan, escrutando la expresión de Yunho con tanta intensidad como había hecho con
Lord San Woo, sin que su amistad con el príncipe se interpusiera entre ella y
su deber.
—Consiento
—respondió Yunho sin vacilar.
—Que
todos los asistentes sean testigos. En todas las transgresiones que cometa Won
Hong, su guía será el responsable hasta el momento en que el joven vampiro sea declarado
adulto.
—Somos
testigos —exclamaron todos a una, con voz que resonó con claridad entre las cuatro
paredes, y dando un paso al frente.
Dan
asintió con la cabeza y Lord San Woo retrocedió hasta el círculo de
observadores mientras Yunho volvía a su lugar entre los otros jefes.
—Y
ahora te serán mostrados los dos lados de la ley, joven Won Hong —dijo Soo
Young. Hacía solo una hora que había llegado del Imperio otomano, acompañado
por varios miembros de su clan. Sus ropas de vistosos colores y el aparato
militar los diferenciaba de los otros clanes, aunque estaban mezclados con
todos los demás, codo con codo con el resto de los vampiros.
—Si
respetas las leyes, las leyes te protegerán. Cuidarán de ti. — Soo Young miró a
Dan, que dio un paso adelante.
Era
una mujer que había matado a más hombres de los que podía recordar. En sus quinientos
años y pico había sido pinche de cocina, pastora, esposa, reina y emperatriz.
Había librado batallas y cantado en salones. Era un miembro respetado de la
aristocracia en el siglo actual, pero en aquel momento era una vampiro: la jefa
del Clan Occidental y guardiana de la ley.
Se
adelantó y su largo cabello castaño le acarició los brazos cuando estrechó a Won
Hong contra sí. El muchacho había estado tenso antes de rendirse a su cálido
abrazo. Entonces ella lo levantó en brazos, como si fuera un niño, y lo cubrió
con su capa.
Yoochun
se acercó a ellos y alargó los brazos. Dan le entregó al niño-hombre sin pronunciar
palabra.
Won
Hong no hizo ningún ruido cuando lo pasaron a Yunho y luego a Soo Young, que lo
sostuvo un momento antes de dejarlo otra vez con los pies en el suelo.
Los
abrazos habían sido simbólicos, eso lo sabía Won Hong, pero le habían
confortado. Sentir la fuerza de los brazos de sus jefes y saber que eran
capaces de protegerle de todo daño era una sensación agradable.
—Si
no respetas las leyes, los guardianes de la ley te perseguirán. Infringir
nuestras leyes significa poner en peligro a todos y cada uno de los miembros de
nuestra raza. No habrá compasión ni excepción. La pena está establecida. — Soo
Young dejó de hablar el tiempo suficiente para señalar a dos vampiros, que se
acercaron con un fardo de ropa.
—Hay
dos crímenes por los que perderás la vida: asesinar un vampiro y beber sangre humana.
Por estos crímenes serás perseguido y la vida de la que has abusado te será
quitada. — Tras pronunciar la última palabra, Soo Young miró a Yunho; éste
respondió situándose detrás de Won Hong, que miraba el fardo que Dan tenía en
las manos sin poder apartar los ojos.
Dan
se adelantó y movió el fardo de ropa hasta que apareció la cabeza de una recién
nacida. La niña estaba dormida, felizmente inconsciente de lo que estaba
ocurriendo.
Won
Hong gimió cuando Dan puso a la niña a unos centímetros de su nariz y luego la retiró.
El
olor a sangre era más fuerte en humanos recién nacidos y Won Hong, que había
estado sin beber durante quince días, cerró los ojos con fuerza para contener
las quejas del estómago.
Se
hizo el silencio mientras los vampiros observaban a Won Hong forcejeando con
los instintos de su cuerpo.
Won
Hong apretó los puños; los colmillos le crecían contra su voluntad. Las agudas puntas
llegaron hasta el labio inferior incitándole, suplicándole que tomara lo que
tenía delante.
—Abre
los ojos —ordenó Dan ásperamente.
Won
Hong obedeció sin ganas. Tenía las pupilas dilatadas, la vista agudizada hasta
el punto de que podía ver las venas latiendo bajo la piel de la niña. ¿Qué más
da si le doy un mordisco? Uno muy pequeño no le haría ningún daño.
La
niña despertó, quizá al sentir los pensamientos de Won Hong, y su llanto le
produjo escalofríos. Miró al bebé con las lágrimas bañándole las mejillas y se
odió a sí mismo por sus pensamientos. ¿Cómo podía haber pensado incluso en la
posibilidad de hacer daño a una niña indefensa?
Won
Hong no se dio cuenta de que había estado temblando hasta que el temblor
comenzó a desaparecer. Estaba avergonzado de sí mismo y sentía más culpa de la
que había sentido en toda su corta vida.
Alargó
los brazos y levantó la vista hacia Dan.
—
¿Puedo cogerla?
Dan
le sonrió y puso al bebé en sus brazos.
Won
Hong se asustó al notar una mano en el hombro, y entonces recordó la presencia
de Yunho.
—Sigues
aquí para asegurarte de que no le hago daño, ¿verdad?
Yunho no respondió e indicó por señas que
retiraran a la criatura, a los mismos vampiros que la habían llevado.
—Lo
has hecho bien, Won Hong —dijo Yoochun —. Hemos llegado al final de la
ceremonia. Has visto un lado de la ley y ahora has de ver el otro.
James
se adelantó, pero Won Hong lanzó una mirada a Yunho. El muchacho sabía lo que
venía a continuación, su padre se lo había advertido varias veces, pero ahora
que había llegado el momento estaba más asustado de lo que quería admitir.
—
¿Won Hong?
Won
Hong miró a Yoochun, que estaba tras él.
—Excelencia,
quiero decir, jefe… yo… podría… —Se calló, asustado y vacilante, mirando a su
jefe, luego a Yunho, luego a su jefe.
—
¿Quieres que Yunho lleve a cabo la última parte de la ceremonia?
Won
Hong tragó saliva y asintió con la cabeza.
Yunho
no esperaba aquella petición, pero no dio muestras de sorpresa. Obedeciendo la indicación
de Yoochun, despejó su mente y rodeó a Won Hong hasta quedar frente a él.
Debido a que existían muy pocos niños vampiro, no había participado en muchas
iniciaciones y nunca había representado el papel que le habían adjudicado en
ésta. Aunque lo que estaba a punto de ocurrir no se ajustaba del todo a sus convicciones,
había que hacerlo. El muchacho tenía que entender que no había compasión para
quienes quebrantaran las normas.
Yunho
se quedó inmóvil un momento para que Won Hong tuviera tiempo de respirar hondo
y luego atenazó al muchacho por el cuello.
Won
Hong sabía lo que iba a suceder, pero no podía evitar que su corazón latiera a
toda prisa mientras lo levantaban del suelo.
Pataleó
en el aire cuando la presión en el cuello se le volvió incómoda, pero el
movimiento sólo sirvió para empeorar su situación.
¡No puedo respirar! ¡Me va a partir el cuello! Pensaba sin orden ni concierto y se resistió con todas
sus fuerzas, pero Yunho lo
tenía tan bien agarrado que era imposible soltarse.
No te muevas, Christopher, no voy a hacerte daño.
Won Hong abrió los párpados que había cerrado sin darse cuenta y
miró los ojos grises que tenía delante. Tardó un momento en asimilar el mensaje
del príncipe, y cuando lo hizo, dejó de forcejear.
Le
dolía el cuello, pero sospechaba que era más porque había pataleado que por
otra cosa.
En
cualquier caso, pensó que la mirada de aprobación que recibió hacía que el
dolor mereciera la pena. Cerró los ojos. El príncipe tenía razón. Ahora era un
hombre y, aunque sintiera miedo, no iba a dejar que se notara.
Al
calmarse, sus manos se relajaron y su cuerpo quedó laxo. Se encontraba bien,
todo estaba bien. Era un vampiro. Era un hombre. Podía respirar. El dolor era
mínimo. Conseguiría superar la iniciación, lo conseguiría.
Cuando
abrió los ojos, vio la mirada del príncipe fija en la suya y reconoció su
orgullo. Yunho estaba orgulloso de él. Todo iría bien en su mundo.
Yunho
dejó a Won Hong en el suelo y dio un paso atrás. Siguió un silencio total cuando
los jefes se levantaron, leyendo las mentes de los demás.
—Won
Hong, el vampiro —dijo Yoochun con orgullo.
—Won
Hong, vampiro —repitió el resto de la asamblea.
—Por
nuestro clan, por nuestra raza, por los Elegidos. —El brindis señaló el final
de la ceremonia. Cuando todos los asistentes hubieron felicitado a Won Hong
personalmente, tomándose su tiempo para memorizar su rostro, los invitados
comenzaron a salir de la casa.
—Gracias
por venir —dijo Yunho mirando a Dan y a Soo Young.
—De
nada —dijo Dan, sonriendo—. Somos nosotros los que hemos de darte las gracias.
¿Cómo va la investigación?
Yunho
miró a Yoochun, que se había situado a su lado. Habían acordado no mencionar al
asesino para no causar una alarma innecesaria. Si las cosas se les iban de las
manos, Dan e Soo Young serían los primeros en ser informados, pero por el
momento no había razón para involucrarles cuando ellos también tenían mucho que
hacer en sus propios territorios.
—Seong
Min sigue en la ciudad y no va a irse. En contra de lo que creíamos, no ha
huido. Está sediento de guerra.
—Bien
—dijo Soo Young con satisfacción—. Contra ti, no tiene posibilidad alguna,
amigo mío.
Dan
puso la mano en el brazo de Yunho y lo miró a los ojos.
Yunho había visto muy pocas veces a Dan
después de la noche en que Seol murió, pero nunca se había preocupado por ella.
Las mujeres de su raza parecían sobrellevar la depresión mejor que los hombres,
e Dan era la mujer vampiro más fuerte que conocía.
—Tiempo.
Tiempo. Yunho
sabía a qué se refería Dan, aunque él se había rendido ya hacía mucho a aquella
gran fuerza. Ningún tiempo había caldeado el frío que había entrado en sus
huesos en una época lejana. A pesar de todo, aceptó el sentimiento que ella le
transmitió en silencio. Como jefa del Clan Occidental, Dan entendía el deber.
Como mujer que nunca había perdido el contacto con sus emociones, comprendía el
sufrimiento. Puede que fuera demasiado optimista, pero comprendía…
—Entonces
nos vamos —dijo Dan, señalando a Yoochun con su elegante dedo—. ¿Estás totalmente
seguro, mon cher, de que no vas a dejar que Junsu venga a mí y sea mío?
Yoochun
la besó y luego se encogió de hombros.
—Lo
siento, ma petite, pero mi amado me está esperando en casa con nuestro hijo
en el vientre.
— ¡Non! —exclamó
Dan con júbilo. La transformación de la mujer fuerte en muchacha feliz fue
notablemente veloz—. ¡Tendremos que celebrarlo, Yoochun! ¡Una gran fiesta! ¡Ooh
la-lá, el hijo del jefe del Clan del Norte está en camino! Será una gran
celebración. ¡Grande! ¡Oh, pero tengo que hablar con Junsu enseguida, para
hacer los preparativos!
—Sí,
sí, Dan —dijo Soo Young, tirándole de la mano y lanzando a Yunho y Yoochun una mirada
nerviosa—. Si quieres que te lleve en mi barco, será mejor que pongas esa
belleza en movimiento. Y no te portes mal en el barco, Dan, o te encerraré bajo
llave en mi harén, te doy mi palabra.
Dan
elevó los ojos al techo y salió de la habitación con Soo Young cimbreando
sensualmente las caderas.
—A
ti, mon amie, te aviso que mantengas a las muchachas de tu harén lejos,
muy lejos de mí. Si decidiera hacerte mi amante, no permitiría que tuvieras un
montón de mocosas danzando alrededor y molestándome…
Yoochun
no pudo por menos de cabecear mientras se alejaba la voz de Dan.
—
¿Siempre ha sido así? No lo recuerdo.
—Definitivamente,
sí —respondió Yunho —. Seol y ella solían organizar los escándalos que se
convierten en legendarios. Creo que era una costumbre en ellas.
Los
ojos castaños de Yoochun reflejaban sorpresa cuando el último de los vampiros
salió de la habitación. Era la primera vez que oía a Yunho hablar de Seol en un
siglo, pero antes de que pudiera comentarlo, Lady Heechul irrumpió en la
habitación.
—Perdóname,
príncipe, pero me temo que tenemos un pequeño problema.
El
instinto de Yunho se agudizó al oler el peligro. Sus oídos recogieron los
ruidos de los vampiros que estaban abandonando la finca. Uno, dos, tres… cuatro
caballos tirando de un coche por el camino que llevaba a la puerta, un perro
callejero aullando en la lejanía… Se volvió para concentrar su atención en la
parte trasera de la casa. Algunos cacharros se movían en los ganchos de madera
de los que colgaban, el suelo crujió y… ¿alguien corría?
—
¿Dónde está Siwon? —preguntó a Heechul, que se mordió el labio con
preocupación.
—Dijo
que había oído ruidos y fue a investigar. Todavía no ha vuelto.
Yoochun
volvió la cabeza en el mismo ángulo que Yunho y escuchó lo que el vampiro más joven
no podía oír.
—Ya
vuelve.
Yunho
entornó los ojos tratando de reprimir la mala corazonada. Siwon estaba
volviendo, desde luego, sus pasos eran inconfundibles, pero no caminaba solo.
—Príncipe.
Tres
pares de ojos se fijaron en la adusta expresión de Siwon antes de mirar a su
cautivo.
—Lo
encontré huyendo por la cocina —dijo Siwon con voz calma, aunque le desconcertó
la variedad de grados de sorpresa y horror que descubrió en los rostros de su
público.
—Traté
de leer su mente y ver… — Siwon no terminó la frase. Su falta de habilidad para
leer la mente de Jaejoong le había resultado frustrante en extremo—. No
coopera, y me temo que ha visto demasiado.
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Desde
el momento en que lo llevaron a rastras a la temible habitación, Jaejoong fue
incapaz de traspasar el impasible rostro de Yunho. ¿Cómo podía estar tan
tranquilo? Por el amor de Dios, era un vampiro. ¡Un vampiro!
Había
tratado de comprender lo que había visto y oído mientras corría hacia el muro.
Nada de todo aquello le parecía ni remotamente posible, nada.
Pero
era real; todo era real. Había visto crecer los dientes de aquel muchacho,
había visto ensombrecerse sus ojos mientras miraba a aquella pobre niña. Por
Dios, se había quedado paralizado. Durante aquellos horribles segundos en los
que había estado seguro de que iban a matar al recién nacido, no había sido
capaz de pensar con claridad, ni siquiera para idear un plan de rescate. Había
dejado la niña a su propia suerte mientras él temblaba de terror.
Jaejoong
aún temblaba, lo bastante para sentirse mareado, lo bastante para no querer dejarse
llevar por aquellos razonamientos. ¡No iba a ponerse histérico otra vez!
Había
tardado sus buenos cinco minutos en recuperar el aliento tras el primer ataque
de pánico, pero esta vez no tenía cinco minutos que malgastar. Si ellos
pensaban que sabía… lo que fuera… la matarían sin compasión, estaba seguro.
Parece a punto de echar a correr. Será mejor que
lo sujete bien, por si acaso.
—
¡No me toques! — Jaejoong se separó de Siwon de una zancada al oír sus
pensamientos mentalmente. Maldita sea, los nervios lo habían hecho perder el
bloqueo.
—Jaejoong,
por favor, no entiendo cómo has llegado hasta aquí, pero coopera y todo irá bien
—dijo Heechul adelantándose.
Jaejoong
no se había dado cuenta de su presencia en la sala y dejó escapar un suspiro de
gratitud.
—Oh,
Heechul, creía que me estaba volviendo loco, de veras que sí. Estaba empezando
a pensar… —algo en la expresión de Heechul lo obligó a interrumpir su
desesperada diatriba. Unos momentos escuchando los pensamientos de sus amigos
clarificaron el asunto hasta un grado no deseado.
No es posible que lo sepa. Aunque lo haya visto,
su mente no le dejará creer que somos vampiros. Dios mío, que no lo sepa. Que
no lo sepa.
—
¡Pero eras mi amigo! ¿Cómo puedes ser…? Estoy seguro de que no eres… Jaejoong calló. Sus ojos se dilataron de dolor
antes de llenarse de hielo. Así que nada era lo que parecía. Heechul, Yunho y
los otros dos formaban una especie de organización.
Yunho
lo había engañado, Heechul lo había engañado, y él… él había engañado a Changmin
y a Lady Yoon Joon. ¿Acaso aquella farsa no tenía fin?
De
repente quiso estar en casa. Hacía sólo unos días que había conocido a Yunho.
Sólo unos días antes había sabido que pronto se encontraría sin fondos. Hasta
unos días antes sólo había leído sobre vampiros en enciclopedias mitológicas.
Jaejoong
miró a Yunho, que contemplaba el fuego del hogar, al otro lado de la habitación.
Había bloqueado sus pensamientos, al igual que su amigo. Era horrible darse
cuenta de lo mucho que había llegado a significar para él.
Un
vampiro…
Dios
mío, iba a morirse.
—
¿Jaejoong? —En la voz de Heechul vibró una nota de histeria al ver a su amigo desplomarse
en el suelo. La rigidez que vio en los hombros de Jaejoong le impidió acercarse
al joven.
—
¿Es un sueño? —Las palabras salieron de los labios de Jaejoong, pero parecían
una afirmación más que una pregunta.
—No.
La
voz de Yoochun hizo que Jaejoong levantara la cabeza; tenía la mirada
inusualmente fija y el cuerpo tranquilo.
—No
hay necesidad de leer los pensamientos. Ya he visto bastante. —Era casi
irritante su pasiva aceptación. Iba a morir, eso era un hecho. Ahora que lo
sabía, no tenía sentido tener miedo.
Yoochun
se volvió hacia Yunho con rostro tan inexpresivo como el de sus amigos. En realidad,
nunca había pasado nada parecido. Otros humanos habían tropezado con la verdad sobre
su raza, pero ninguno era capaz de leer la mente. Resultaba fácil alterar sus
recuerdos. Aquel joven no podía ser…
—
¿Qué hacemos?
Yunho
miró a Jaejoong y sintió que la piel se separaba de su cuerpo. El aroma del joven
llenaba sus pulmones, su histeria de unos momentos antes le había suscitado el
ansia de protegerlo, de ir hasta él y abrazarlo. ¿Y con qué objeto?, pensó con
malestar, ya que era de él de quien Jaejoong estaba asustado.
A
pesar de todo, sus dedos se morían por tocarlo, por asegurarle que no
permitiría que le ocurriera nada. Pero no estaba seguro de poder protegerlo.
Alterar la memoria de un lector de mentes con la fuerza que Jaejoong tenía no
serviría de nada, y ningún humano debía conocer la existencia de los vampiros.
Esa era la ley.
Yunho
sabía que tenía que dar una respuesta a la pregunta de Yoochun, pero aun así se quedó paralizado viendo emerger al nuevo
Jaejoong.
El
olor a miedo pasó a ser un simple recuerdo mientras la expresión del joven se
volvía helada ante sus propios ojos.
Jaejoong
se puso en pie lento, orgullosamente y miró a todos los que lo rodeaban con
ojos fríos, como si no viera otra cosa que basura.
—No
podemos dejarlo ir —dijo Yoochun, estremeciéndose cuando las palabras que todos
habían estado pensando resonaron en la habitación.
Jaejoong
adelantó la barbilla y crispó los puños sobre su delicado vestido de muselina.
—Por
supuesto que no —dijo Jaejoong en medio del silencio sepulcral—. Al fin y al
cabo, «Hombre muerto no muerde». —Sonrió ante la ironía de aquella frase.
Yunho
frunció la frente al ver la actitud de desafío que adoptaba el joven. Estaba enfadado.
Con Jaejoong, consigo mismo, con el mundo… Su rabia era un ser vivo, y requirió
toda su energía para seguir pareciendo tranquilo.
—
¿No hay otra solución, jefe? —Dijo Heechul, aunque su inquietud no consiguió
romper el aire helado de Jaejoong —. Es cierto que si fuera humano tendría que
ser sentenciado a… a muerte —pronunció esta palabra susurrándola—, si no
podemos anular esa parte de su memoria, pero es obvio que la ley no es
aplicable en este caso. Es un lector de mentes, muy potente, si lo que dice Siwon
es cierto. Tendría tanto que perder como nosotros si fuera descubierto por lo
que es.
Yunho
sacudió la cabeza con tristeza, resignado al saber que sólo había un camino.
—Lo
que él es, Lady Heechul, es humano.
Jaejoong
miró al hombre alto que estaba al otro lado de la habitación y sintió el
escozor de las lágrimas. ¿Qué había esperado de él? Él no lo conocía, sólo
había hablado con él un par de veces, ¿por qué iba a importarle que viviera o
muriese? ¿Qué estupidez le había hecho creer, aunque fuera por un momento, que Yunho
lo salvaría?
Le
dolía el corazón y, por primera vez, se dio cuenta de lo cerca que había estado
de amar a aquel extraño que lo acababa de condenar con aquellas palabras
pronunciadas en voz baja.
Puede
que Jaejoong muriera esa noche, pero el príncipe Yunho ya estaba muerto. Para él,
ya no existía.
Siwon
vaciló un momento antes de unirse a la conversación.
—
¿No podríamos asegurarnos su silencio de alguna otra manera?
Yoochun
le indicó por señas que continuara.
—Si
un vampiro se responsabiliza de él, se le podría perdonar.
—
¿Responsabilizarse de él? —preguntó Yoochun con interés. Aunque apenas lo
conocía, no quería que sufriera ningún daño.
—Sí
—dijo Lady Heechul dando un paso adelante, mirando directamente a los ojos de Jaejoong
—. Yo podría hacerme responsable de él, con tu permiso, jefe.
Siwon
frunció el entrecejo.
—Si
causara problemas, tú serías quién pagaría, Heechul, y no puedo permitir que lo
hagas. Yo…
—
¿Que no puedes permitírmelo?
Heechul
cortó en seco la airada réplica de Heechul.
—Es
un hermoso gesto, Heechul. Pero me temo que no eres lo bastante fuerte para contener
al muchacho, ni tú tampoco, Siwon.
—No
entiendo —dijo Heechul. Miró a Jaejoong como si intentara ver algo que pudiera explicar
el poder que los demás tanto temían.
Jaejoong,
que se había quedado en silencio durante este diálogo, miró a Yoochun, que se paseaba
inquieto por la habitación.
—Su
mente es más poderosa que la tuya, Heechul. No sólo no podrías llevar a cabo
tus deberes de guía si él no deseara cooperar, sino que podría jugar
tranquilamente con tu mente. De hecho, me temo que su mente es más fuerte que
la de la mayoría de los vampiros del clan, como Siwon ha podido comprobar por
sí mismo.
Heechul
cerró la boca y bajó los ojos al ver desperdiciada otra posibilidad de salvar
la vida a su reciente amigo.
Jaejoong
seguía callado, sin creer en ningún momento que pudiera hacer lo que el duque sugería.
A pesar de todo, no intentó comentarlo, pues sabía con seguridad que no iban a
creerle.
Menos
mal que la sugerencia de Siwon no le había dado esperanzas. No quería volver a
sentir miedo, y la resignación era la única forma de enfrentarse al miedo a la
muerte.
A
pesar de la indiferencia que sentía en aquel momento de su vida, no dejaba de
apreciar lo que Heechul y Siwon habían intentado hacer por él. Aunque no
entendía qué implicaban los deberes de guía, ni siquiera si podía aceptar la
proposición, se daba cuenta de que su amigo había estado dispuesto a correr un
gran riesgo por él.
Changmin.
El nombre de su hermano cruzó su mente. Iba a sufrir mucho. Ojalá pudiera
evitarle el dolor. ¿Y si le daba un ataque? Oh, Dios mío, no.
—Dejadme
con él. —La voz profunda que había estado en silencio retumbó en la pequeña
habitación.
Jaejoong
cerró los ojos con fuerza, para no llorar. ¿Por qué le estaban haciendo esto?
¿Es que ninguno tenía alma? ¿No podían matarlo y terminar de una vez?
No
podía ver a Yunho desde donde estaba, detrás de Heechul, pero sabía el aspecto
que tendría su rostro. Inexpresivo, como siempre, salvo durante aquella décima
de segundo en que había creído que estaba a punto de sonreír, el día anterior.
Los
tres vampiros salieron arrastrando los pies, sin protestar. Se quedó a solas
con Yunho. Todos sus instintos lo impulsaban a golpearle, a luchar hasta que él
le arrancara el último aliento. Pero no podía. Tenía que suplicarle por su
vida, suplicarle por la salvación de su hermano.
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Yunho miró a Jaejoong, inmóvil frente a él y con los ojos fijos
en la alfombra que había bajo sus pies.
¿Por
qué no se movía? Ninguna persona que hubiera conocido él se había enfrentado a
la muerte con tanta calma. Claro que Jaejoong era diferente de todos los que
había conocido.
La
luz del fuego que tenía detrás proyectaba su sombra de tal manera que llegaba
hasta Jaejoong. Se dio cuenta de que quería tocarlo. Protegerlo de todo,
incluso de sí mismo.
¡Qué
engorro! ¡Aquel hombre era un maldito problema!
—Ningún
humano ha de saber de nuestra existencia.
Jaejoong
levantó el rostro y le clavó la mirada. Yunho vio exactamente lo que había esperado
ver en la profundidad de aquellos lagos negros: ira.
—
¿Disfrutas torturándome? —Las mordaces palabras de Jaejoong le recorrieron la
piel y enfriaron el ardor que hervía en sus venas.
—No
parece que te esté torturando nadie.
Yunho
no pudo ocultar su sorpresa cuando Jaejoong dio un paso hacia él.
—
¡Mátame ya y que el diablo te confunda! ¡Acaba de una vez!—Se detuvo y estiró
la mano para guardar el equilibrio y no caerse; entonces se dio cuenta Yunho de
lo equivocado que estaba.
—
¡Maldita sea! —murmuró, salvando el espacio que había entre ellos y sujetándolo
por los brazos. Sondeó con la mirada los ojos de Jaejoong, como si quisiera
hacerlo entender.
—No
voy a matarte. ¿Lo entiendes, Jaejoong? Nadie te hará daño. Estás a salvo.
Jaejoong
no respondió. Su mirada estaba helada y su cuerpo tembloroso. Estaba aturdido. ¿Por
qué aquel hombre prolongaba su desdicha? ¿Por qué no le había dicho que iba a
protegerlo?
Yunho
lo rodeó con los brazos y la levantó en vilo mientras llamaba a Yoochun.
—
¿Yunho?
Meciendo
suavemente a Jaejoong, Yunho hizo una mueca en dirección a su amigo.
—Sírvele
un vaso de ese whisky que han traído los de las tierras altas.
Yoochun
obedeció sin preguntar nada y Yunho siguió meciéndolo suavemente.
—Está
conmocionado —dijo Yoochun, mientras entregaba a Yunho el vaso de líquido dorado.
Levantó
la cabeza de Jaejoong para ayudarlo a beber, pero el joven no cooperó. Había cerrado
los ojos en el momento de apoyar la cabeza en el pecho de Yunho. Al menos su respiración
se ha tranquilizado, pensó Yunho.
—
¿Cuál es tu plan? —preguntó Yoochun, señalando con la cabeza el cuerpo que
llevaba en brazos.
Yunho
dejó el vaso sobre una mesita de cerezo y se sentó en el sillón que había al
lado del fuego. Había estado en aquella misma postura sólo unas horas antes, pero
ahora tenía que lidiar con un hombre en las rodillas.
—No
lo sé exactamente, pero no podemos hacerle daño, Yoochun.
Yoochun,
que ya lo había meditado antes, se sentó frente a Yunho.
—A
mí tampoco me gustaría que resultara dañado, pero la ley es muy clara.
—Sí.
Sobre ciertas cosas. La ley dice que ningún humano puede conocer nuestra
existencia. Por tanto podemos interpretarla para que nunca tengamos que hacer
daño a un inocente que tropieza con nosotros. No podemos manipular su memoria
para que olvide, y ahí está la clave. Él no es un humano corriente; no encaja
en la definición.
—Yunho,
aun así puede ser peligroso. No me gustaría empeorar las cosas con antelación,
pero ¿has pensado que muy bien podría estar aliado con el asesino?
Yunho
entornó los párpados y miró a su amigo.
—
¿Crees que esto es una comedia, Yoochun? Él no sabía nada de nosotros. Por lo
que yo sé, ni siquiera sabía que existieran otros lectores de mentes.
El
duque Yoochun se puso en pie, contrariado.
—
¡Maldita sea, tienes razón! Parece que no puedo pensar con claridad.
Yunho
comprendía aquella sensación. Él tampoco pensaba con claridad y tal vez por eso
dijo:
—Yo
me responsabilizaré de él.
—
¿Qué? —dijo Yoochun, deteniéndose para mirarle.
—Se
quedará aquí y será responsabilidad mía hasta que Seong Min sea capturado y
hayamos encontrado al asesino. Después tendremos tiempo de barajar otras
alternativas.
Tras
este fallo se hizo el silencio, aunque no duró mucho. El fuego chisporroteó,
crujió la madera que tenía bajo los pies y el latido del corazón de Jaejoong llenó
sus oídos. Yunho supo con total seguridad que la paz acababa de salir de su
vida.
----------------
Jaejoong despertó ante las insistentes llamadas que oía en la puerta
de su dormitorio. Dio un gruñido mientras se daba la vuelta en la gran cama,
apretándose las mantas con firmeza.
Al
no oír sonido alguno durante varios segundos, enterró la cabeza en las
almohadas de plumas, convencido de que los golpes habían sido un simple sueño.
Pero
sus esperanzas se volatilizaron cuando oyó que se abría la puerta.
—No
me despiertes por favor.
Unos
fuertes pasos le hicieron fruncir el entrecejo. ¡Definitivamente, su doncella
pisaba con más delicadeza!
—Changmin,
si la casa no está ardiendo, no quiero levantarme.
—No
hay fuego, no, pero de todas formas has de levantarte.
Jaejoong
abrió los ojos enterrados en una almohada que en aquel momento se dio cuenta de
que no era suya. Aquella voz.
Los
recuerdos irrumpieron en su mente con dolorosa fuerza y lo obligaron a saltar
al suelo por el otro lado de la cama.
—Puedes
bajar las manos, Jaejoong. No voy a hacerte daño.
Vio
que Yunho parecía sincero y cansado. Que estuviera vivo después de una noche entera
era una forma de confirmarlo, a menos que…
Se
llevó las manos al cuello en busca de marcas.
—No
seas ridículo. Estás ileso y seguirás así. Te dije que no había razones para
que me temieras.
—
¡Yo no te tengo miedo! —Dijo Jaejoong, irguiendo la espalda y subiéndose la
hombrera del camisón, que le había resbalado por el hombro—. ¿Qué? Cuándo…
—Calló para no sucumbir a la histeria.
Vampiros. La
palabra resonó en su cabeza y otra vez estuvo a punto de echarse a reír histéricamente.
Menuda broma. No podían ser vampiros, pero lo eran. ¡Lo eran! Y él estaba en un
dormitorio ajeno, Dios sabía dónde… y con un camisón. ¡Ay, Dios!
Yunho
se sentó en el borde de la cama exhalando un suspiro.
—Es
un cuarto de invitados de mi casa. Heechul te trajo el camisón y te ayudó a ponértelo.
Estás bajo mi protección y nadie te hará daño. ¿Alguna pregunta?
Jaejoong
se exprimió el cerebro en busca de alguna. Tenía tantas que no se le ocurría
por cuál empezar. ¿Cómo es posible que seas un
vampiro? ¿A cuántas personas has matado? ¿Por qué no vas a matarme?
—
¿Qué va a ser de mí? —dijo, sin querer sentarse, aunque él la había invitado a ello
por señas.
—Ningún
humano ha de conocer nuestra existencia. Normalmente eso no supone un problema,
ya que podemos hacer que nos olviden si en alguna ocasión nos descubren accidentalmente.
Jaejoong
no pudo evitar interrumpirle.
—Borráis
sus recuerdos.
Yunho
asintió con la cabeza.
—No
es exactamente borrar. Sólo podemos introducir sugerencias en sus mentes que
les hagan creer que no han visto nada, o en algunos casos que han visto otra
cosa.
A
Jaejoong no le costó creer que algo así era posible. Conocía mejor que la
mayoría cómo funcionaba una mente humana. Era bastante fácil si se sabía leer
pensamientos e introducirlos en mentes ajenas.
—No
podemos hacerte olvidar, Jaejoong, por la sencilla razón de que tu mente es demasiado
fuerte. Así que tendrás que quedarte aquí hasta que decidamos qué hacer
contigo.
—
¿Aquí? — Jaejoong repitió la palabra con aire estúpido. ¿Qué quería decir con
«aquí»?
—Sí,
en mi casa. Por razones en las que no voy a entrar ahora, no puedo quedarme vigilándote
durante el día, así que pasarás las horas diurnas con el esposo de Yoochun,
Junsu.
Jaejoong
apenas oyó la frase completa. Era un prisionero. Su prisionero.
—Es
imposible que me quede aquí. Imposible. Mi reputación quedará por los suelos…
no habrá boda y Changmin… ¡Changmin!
¡Su
hermano estaría buscándolo frenéticamente en aquel preciso momento! Si se ponía
demasiado nervioso…
Dio
la vuelta a la cama al momento; el peligro que corría su hermano le hizo
olvidar el temor que Yunho le inspiraba.
—Por
favor, no puedo quedarme aquí. Tengo que ir con mi hermano.
—Jaejoong,
no hay necesidad…
—
¡No, no lo entiendes! —Se arrodilló ante él y le cogió la mano—. Por favor, Yunho,
por favor. Tengo que ir con Changmin. ¡Si se preocupa por mí, puede que le dé
un ataque y se muera!
Yunho
lo levantó, se puso en pie y le cogió la cara con las manos.
—Mírame.
Escucha. Sé lo del corazón de tu hermano. Está bien. De hecho, en estos momentos
está en el club con varios amigos, totalmente convencido de que él y tú habéis desayunado
juntos.
Jaejoong
tardó un momento en calmarse.
—
¿Cómo lo has sabido?
Yunho
le acarició la mejilla con el pulgar, para tranquilizarlo.
—Percibí
su debilidad cuando nos conocimos.
Al
desvanecerse el temor por su hermano, Jaejoong fue incómodamente consciente de
las manos de Yunho. Dio un paso atrás y apartó los ojos de la intensa mirada
del hombre. Le parecía extraño darle las gracias cuando toda aquella situación
era culpa de él, pero le estaba agradecido.
Dejando
caer las manos en los costados, Yunho se dirigió a la librería que había al
otro extremo de la habitación.
—Changmin
no sabrá nunca que no pasas las noches en tu propia casa. Lo verás a menudo,
sin duda, en las funciones a las que asistirás con Junsu. Ahora tengo que marcharme. —Se
volvió con un grueso volumen en las manos y lo dejó en la cama, a su lado.
—Me
parece recordar que eres un ávido lector. Así podrás entretenerte hasta el
baile de esta noche, en el que conocerás a Junsu.
Jaejoong,
sintiendo que había recuperado el control, miró el libro encuadernado en piel y
luego al hombre.
—
¿Qué es?
—Siwon
estará aquí en mi ausencia. Os conocisteis brevemente ayer, cuando huías por la
cocina.
Había
pasado por alto su pregunta, pero a Jaejoong no le importó. Los recuerdos de la
noche anterior lo obligaron a mirar hacia la ventana. Quizá cuando se fuera
podría saltar por la ventana y huir. Pero ¿hasta dónde podría llegar? Por el
amor de Dios, eran vampiros. Si los desobedecía, probablemente lo matarían sin
pensarlo dos veces.
Quizá
si cogía a su hermano y a su tía y se metían en un barco rumbo a alguna lejana
parte del mundo…
—Jaejoong.
—Su nombre sonó como una amenaza y se volvió rápidamente.
—
¿Sí?
—No
cometas ninguna tontería. Si te portas bien, ni tú ni los tuyos sufriréis daño
alguno.
Jaejoong
trató de no parecer desgraciado al oír aquello. Sabía que Yunho no le había leído
la mente, sólo había supuesto lo que pensaba; y era una suposición muy
acertada.
Fastidiado
al descubrir que era muy previsible, respondió con calma.
—Por
supuesto que no la cometeré. Muchas gracias por la advertencia —dijo, sonriendo
dulcemente y viendo con cierta satisfacción que Yunho entornaba los ojos.
—Pórtate
bien. —Con estas palabras, Yunho salió de la habitación y lo dejó solo.
—Sábanas
—murmuró, poniéndose en acción. Si Yunho creía que se iba a quedar sentado a
esperar que cambiaran de idea respecto a dejarlo vivir, se iba a llevar una
buena sorpresa.
Con
intención de retirar las sábanas, Jaejoong apartó las mantas. Un fuerte golpe
hizo que se fijara en el libro, que había aterrizado a sus pies.
Muerto
de curiosidad, se sentó en el suelo, aunque sabía que no debía hacerlo. El
libro era más pesado de lo que creía, y mucho más viejo.
Pasó
las páginas con delicadeza y dio con una inscripción: Un vampiro vive sin ser conocido,
con su dolorosa sed. Vive, pero no deja huellas, así debe ser. Un día saldrá de
la oscuridad, no más sed. Los Elegidos traerán la luz.
Aquellas
sencillas frases le hicieron sentir escalofríos. Volvió la página.
I.
El castigo por beber sangre humana es la muerte.
II.
No se puede hacer daño a los humanos. No se les debe infligir dolor físico y
sólo cuando la propia vida corre peligro, puede matarse a un humano sin sufrir
castigo.
III.
Los humanos no deben conocer la existencia de la raza de los vampiros.
Jaejoong
pasó varias páginas; le resultaba difícil concentrarse en lo que estaba
leyendo.
XII.
En caso de muerte de un vampiro, se celebrará una ceremonia fúnebre. Todos los miembros
del clan en el que nació el vampiro deben estar presentes, así como todos los
vampiros residentes en el territorio del clan.
XIII.
La ceremonia fúnebre comenzará con una lectura sobre la muerte del vampiro…
El
aire se llenó de motas de polvo cuando Jaejoong cerró el libro suspirando. ¡Ese
bastardo! Tanto si Yunho lo conocía mejor que la mayoría de la gente como si
había sido un golpe de suerte, el hombre se las había arreglado para encontrar
un método infalible de mantenerlo en aquella habitación.
Abrió
el libro de nuevo. Las leyes que dictaban si él era prisionero o debía morir
estaban en su propio regazo, y Jaejoong no podía evitar leerlas.
Había
llegado a la página veintiocho cuando oyó música.
¿Habría
vuelto Yunho? Tenía muchas preguntas que hacerle. Muchas cosas no tenían sentido.
Los vampiros que seguían esas normas no podían ser los bebedores de sangre ni
las sombras asesinas sobre los que había leído durante toda su vida.
Tenía
que hablar con él. Secuestrador o no, era inevitable.
Cogió
una sábana, se envolvió en ella y salió de la habitación. El pasillo era largo
y luminoso. Era inquietante haber esperado algo oscuro y húmedo.
—La
pesadilla de una imaginación calenturienta —murmuró para sí descendiendo por la
escalera. Al ver el salón, le temblaron los dedos, pero se mordió el labio y
siguió la música por un corredor empapelado de color burdeos. Las notas eran
más nítidas ante una puerta de madera oscura que en el resto de la casa.
Podía
hacerlo, pensó frenéticamente. Podía enfrentarse a él. Sólo era Yunho… el hombre
que le había enseñado a bloquear los pensamientos. El hombre que lo había
besado en el museo…
—
¡Esto no me ayuda!
Se
quedó escuchando con la mano en el pomo. La puerta resonaba con las vacilantes
notas del piano y entonces lo supo.
Un
escalofrío le recorrió el cuerpo y bajó la mano. No era él. Sabía sin sombra de
duda que Jung Yunho no haría nada vacilando.
Imaginaba
que si él quería tocar el piano y no sabía hacerlo, golpearía las teclas hasta
que la mera fuerza de su voluntad produjera música.
Entonces,
¿quién estaba al piano? La curiosidad que la había mantenido en la habitación
del piso de arriba lo empujó ahora adelante.
Jaejoong
se sorprendió al ver a Heechul sentado al piano, con el entrecejo fruncido para
concentrarse mientras intentaba leer la pieza, relativamente fácil, de Mozart.
Aunque
su primera reacción fue saludar a su amigo, se quedó en silencio, observando.
Heechul era un vampiro, al igual que los demás, pero parecía muy… normal. Como
había tenido la oportunidad de conocerlo mejor en los últimos días, sabía que
aquel amigo tenía objetivos, sueños, gustos y manías que no eran diferentes de
los humanos.
Guardándose
sus observaciones por el momento, habló por encima de la música.
—El
piano no es tu fuerte, ¿verdad?
La
música se detuvo bruscamente y Heechul se volvió con el rostro iluminado por
una sonrisa de alivio que pilló a Jaejoong desprevenido, y más cuando se
levantó y echó a correr hacia él para abrazarlo.
Recorrió
el rostro de Jaejoong con la mirada como si tratara de ver a través de su piel.
—He
de ser sincero; estaba muerto de preocupación por ti, Jaejoong. Estaba casi seguro
de que te encontraría llorando con un ataque de histeria o negándote a salir de
la cama.
Jaejoong
sonrió irónicamente.
—Has
de saber que esto último lo he estado considerando durante un largo rato.
Heechul
se echó a reír y luego se puso serio.
—No
estarás enfadado conmigo, ¿verdad?
Jaejoong
se encogió de hombros mientras lo llevaba hacia el asiento de la ventana.
—Admito
que al principio sí. Pero es difícil seguir enfadado con un hombre que arriesgó
su vida para salvar la mía.
Heechul
adoptó una expresión suplicante al sentarse.
—He
pasado toda la noche pensando en lo que ocurrió anoche, como estoy seguro que
han hecho todos los que estuvieron presentes, y he llegado a la conclusión de
que podrías pensar que te traicioné por no contarte lo que yo era. — Heechul miraba
por la ventana al pequeño patio mientras buscaba las palabras exactas—. Tienes
que entender que nosotros… los vampiros, no tenemos libertad para explicar a
los humanos qué somos.
—Eso
he aprendido —dijo Jaejoong con cierta amargura.
Heechul
lo miró frunciendo el entrecejo.
—Lo
que ocurrió ayer fue un acontecimiento horrible para ti, sí, pero hay buenas
razones para nuestro secretismo y nuestras estrictas leyes. ¿Crees que tu raza
no haría nada y nos permitiría vivir libremente si supieran de nuestra
existencia?
La
primera reacción de Jaejoong fue decir que sí, pero no habló. ¿Serían ellos,
los humanos, tolerantes con una raza totalmente diferente cuando aún había
miembros de su propia raza esclavizados por tener diferente nacionalidad, o color
de piel, o por creer en una religión diferente?
—Tenemos
aspecto humano, actuamos como humanos y al mismo tiempo tenemos una fuerza
superior, mejor vista, oído, agilidad… nos tacharían de depredadores que vamos
detrás de la sangre humana.
Jaejoong
percibió la ira y la tristeza de su amigo. ¿Realmente sus leyes eran por una
causa justa?
—El
ellos de que hablas es mi raza. Somos muchos los que merecemos
tu confianza.
Heechul
sonrió con tristeza.
—Los
vampiros son tan malos jueces del carácter como los humanos. Algunos depositarían
inevitablemente su confianza en gente que no es de fiar, y entonces ¿qué
sucedería? Sólo se necesita una persona para divulgar la noticia de nuestra
existencia, y entonces vendrían a buscarnos con horcas y estacas, como han
hecho en el pasado.
Jaejoong
admitió que lo que decía Heechul era verdad. Para la raza de los vampiros, el secreto
era un imperativo de supervivencia. Aunque no excusaba el hecho de que hubieran
querido matarla a ella.
Pero
no la habían matado, ¿no? Por el contrario, habían buscado la manera de sortear
sus leyes. ¡Le dolía la cabeza!
—Un
momento —dijo Jaejoong levantándose y mirando por la ventana con los ojos abiertos
como platos—. Es de día, ¿cómo puedes entrar y salir a la luz del sol?
Heechul
asió la mano de Jaejoong y lo obligó a sentarse de nuevo.
—Es
posible que sea porque no tengo ningún problema con la luz del sol.
Jaejoong
no dijo nada, esperando que se explicara. Heechul se aclaró la garganta.
—Bueno,
supongo que debería explicártelo, aunque no me gustaría destruir todos tus prejuicios…
—
¡Heechul! —protestó Jaejoong.
Heechul
se echó a reír.
—Bien,
es así. Hace varios cientos de años, cuando los jefes se dieron cuenta de que
la única manera de coexistir pacíficamente con los humanos era mantenerlos,
quiero decir manteneros, quiero decir, tú sabes lo que quiero decir…
—
¡Sí, sí, no voy a ofenderme! —lo apremió Jaejoong.
—Bien,
era mantenerlos en la ignorancia de nuestra presencia. Como eliminar la idea de
vampiro de todas las mentes humanas era prácticamente imposible, decidieron
fomentar la rumorología.
—
¿Así que los jefes difundieron rumores sobre vampiros? —preguntó Jaejoong
confundido.
—Sí
—respondió Heechul —, y pronto fue del conocimiento público que los vampiros no
podían pasear a la luz del día ni tocar cruces. Todo el mundo sabe que ellos, o
sea, nosotros, dormimos en ataúdes y nos convertimos en murciélagos.
A
Jaejoong se le iluminaron los ojos cuando empezó a comprender.
—Lo
hicieron así para que los humanos creyeran que los vampiros eran criaturas
míticas, de esa forma el vecino que va a trabajar de día nunca podría ser un
vampiro.
Heechul
asintió con la cabeza y Jaejoong se sintió impresionado por la solución tan
sencilla que los jefes habían ideado.
—Entonces,
¿es verdad que aborrecéis los ajos?
Heechul
entornó los párpados y se echó a reír.
—Es
verdad, no soporto que el aliento me huela a ajo.
—Yo
tampoco —dijo Jaejoong con una mueca—. Aunque me encantan. Hacen soportables
los platos más inapetentes, cuando no sabrosos.
—A
mí nada me parece inapetente —dijo Heechul.
Jaejoong
soltó un bufido muy poco femenino y preguntó:
—
¿Y cómo consigues que te guste todo?
—Es
muy fácil —dijo Heechul, encogiéndose de hombros—. Espero a tener hambre para comer.
Jaejoong
agachó la cabeza para tratar de entender si su amigo hablaba en serio.
—
¿Y cómo contribuye eso a que la comida sepa mejor?
—«La
mejor salsa del mundo es el hambre» —citó Heechul.
—La
mejor salsa… un momento, conozco esa cita. ¡Es del Don Quijote de
Cervantes!
Heechul lo miró contrariado mientras se ponía en pie.
—Heechul,
¿vas a asistir al baile de esta noche?
—Sí.
—Bien
—dijo Jaejoong —. Te necesitaré a mi lado. Me parece que me asusta un poco conocer
a Junsu.
Heechul
dejó de examinar una pintura cercana para mirar a su amigo.
—No
tienes por qué preocuparte, Jaejoong. Junsu es un ser fabuloso. No deberías ni
siquiera pensarlo… limítate a vivir tu vida de la misma forma en que lo has
hecho siempre y mira el resto como una inconveniencia temporal. Estoy seguro de
que los jefes pronto encontrarán la forma de salir de este embrollo.
Jaejoong deseó tener tanta fe como él.
waaaaaaa sabia q yunho no podia dejar q lastimaran a JJ *-*
ResponderEliminarahora vivira con el *¬* ojala no se ponga de cabeza dura y trate de escapar e.e asdadsa gracias x la actu !!
Ahh Yunho Yunho q lindo se portó ^^
ResponderEliminarJae esta de lo más normal eso es bueno ...
Seguiré leyendo
Yunho protegera a Jae tan lindo ^_^
ResponderEliminarOh mi Dios los descubrió !!! Y en una escena impactante ( acercarle un bebé a un vampiro >_> ?) gracias a Dios YH metió las manos al fuego por él *^*
ResponderEliminarY HC, q lindo de su parte querer protegerlo a pesar que acaban de conocerse >.<
Ahora a ver que aprende JJ a través de ese libro ^^
Jae ya se enteró de todo y Yunho lo protege para que no le pase nada. muy interesante. gracias
ResponderEliminarMe gustaría que JaeJoong tuviera antecedentes de familia de vampiros, y por eso ese don de comunicarse telepáticamente. Haber cuál será la solución para Jae, yo opino que lo casen con Yunho, jajaja.
ResponderEliminarGracias!!!