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Bajo el rojo sangre de la Luna: Capitulo 13

Capítulo 13


Jaejoong tenía mucha práctica en escabullirse de casa desde la época en que vivían en el campo y había participado en cabalgadas secretas a la luz de la luna. Por esa razón, las dos plantas que había desde la ventana de su dormitorio hasta el suelo no eran un obstáculo importante, aunque el vestido que llevaba lo hacía algo más incómodo que en el campo, donde se ponía los pantalones y la camisa de su hermano.
Aunque sólo había una caminata de quince minutos hasta la casa de Yunho, Jaejoong sabía que llegar allí sin ser visto podía resultar problemático. Sólo tenía que ser rápido y no apartarse de la franja oscura de las aceras.
Jaejoong aterrizó en el suelo sin perder el equilibrio. Luego se caló la capucha de la capa para ocultar el rostro y echó a correr hacia la puerta, echando un rápido vistazo a ambos lados de la calle. En la calle desierta no se movía ni una hoja. Perfecto.
Jaejoong se recogió la falda con las manos y echó a correr. No sabía por qué contenía la respiración, pero resultó no ser muy buena idea, pues cuando se encontró ante la puerta de Yunho, estaba totalmente sin aliento.
La puerta estaba, por supuesto, cerrada con llave.
¡Maldita sea! ¿Y ahora qué? Si al menos aquel condenado hombre se hubiera molestado en leer su nota… La respuesta que había recibido apenas quince minutos antes era indignante. Había sido escrita por el secretario de Yunho. Jaejoong recordaba con claridad cada palabra, ya que había leído la nota una y otra vez, sin creérselo.

Shim Jaejoong,
El príncipe Jung se encuentra indispuesto en estos momentos y no podrá atender la petición de vuestra nota inmediatamente. Quedad con la seguridad de que vuestro mensaje no ha sido leído por mí ni por ningún otro habitante de esta casa.
Respetuosamente,
El secretario del príncipe Jung.

¡Bueno! Si Jung Yunho creía que iba a librarse de él tan fácilmente, ya podía ir pensando en otra cosa. Lo había hecho olvidarse de sí mismo en el baile y aún no sabía por qué se había callado, pero le haría hablar de otros lectores de mentes aunque fuera lo último que hiciera. Jaejoong estaba furioso mientras miraba a su alrededor en busca de inspiración. La oscura mansión parecía una premonición y los muros y las puertas impenetrables. Pero no; si había aprendido algo en todos los libros sobre guerras que había leído unos años antes, era que no había ninguna estructura, y menos una casa urbana, que fuera impenetrable.
Mientras cruzaba la verja y pasaba al otro lado del muro, lo iluminó un rayo de luna como si fuera un reflector.
Dirigió una mirada irritada al cielo y retrocedió rápidamente.
—Es el auténtico error de la luna, se acerca a la tierra más de lo deseado y vuelve locos a los hombres.
La cita de Otelo salió de sus labios y se desplazó por el aire frío que lo rodeaba.
¿Qué hacer? ¿Qué podía hacer?
Entonces vio un gran árbol al doblar la esquina y casi se puso a aplaudir de júbilo.
—Perfecto, perfecto, perfecto.
Una gruesa rama se apoyaba en el muro y la luna no iluminaba aquel lugar en particular.
Echando un vistazo a su alrededor, Jaejoong se subió el vestido hasta la cintura, dejando las piernas expuestas al frío, y trepó al árbol. Tras estar a punto de caerse y sufrir unos rasguños en las manos, consiguió llegar al muro y saltar al otro lado.
¿Y ahora qué?, se dijo mientras se esforzaba por contener la risa.
Desde luego, en adelante tendría que dominar su impetuosidad. ¿Qué retorcida idea lo había llevado a aterrizar en la finca de Yunho a medianoche? Sí, estaba enfadado; y sí, tenía muchas explicaciones que dar, pero ¿acaso no podía haber esperado unas horas?
Todos los años pasados casi en soledad, rodeado únicamente por la familia y el personal de servicio, que también eran familia, habían conducido de alguna manera a aquel resultado. Había perdido la noción de cómo debía comportarse, como su tía no dejaba de insinuarle.
Para ser sinceros, a él no le importaba mucho el comportamiento, pero a su tía sí. A veces deseaba haber sido más convencional, aunque sólo fuera por Lady Yoon Joon, por el esfuerzo que había puesto la mujer en su educación.
Pero ¿en qué estaba pensando? Quedarse al lado del muro discutiendo consigo mismo era probablemente la cosa más ridícula que podía hacer en esos momentos, si exceptuamos el hecho de encontrarse allí.
Moviéndose ágilmente desde las sombras del muro hasta lo que parecía ser la entrada de la cocina, Jaejoong se cubrió la boca con la mano para que no le diera un ataque de risa.
Entonces se le ocurrió que tratar de entrar por la puerta principal a aquella hora intempestiva era impensable. Qué poco había meditado aquello.
Mientras miraba la puerta de la cocina se le ocurrió una idea, y dio gracias a su buena estrella porque Changmin le hubiera comprado aquel estúpido libro cuando cumplió los trece años. Cosas que podrían salvarte la vida era un libro lleno de burdas ilustraciones de cosas que probablemente nunca habría aprendido a hacer. Pegar un vaso a una puerta y el oído al vaso para oír mejor lo que se dice al otro lado… nudos que no se deshacen por si alguien necesita escapar en ropa interior por una ventana… y por supuesto su capítulo favorito: «Sesenta y cuatro maneras de utilizar una horquilla».
Jaejoong se quitó una horquilla del pelo y procedió a introducirla en la cerradura de la puerta trasera. Nunca había utilizado aquel truco y siempre había pensado que su uso sería en cierto modo turbio, pero si estaba en lo cierto al creer que a menudo tendríamos que avergonzarnos hasta de nuestras mejores acciones si el mundo pudiera ver los motivos que las impulsan, lo opuesto también podía ser verdad.
Sí, estaba forzando la puerta de una casa ajena, pero era por una buena causa, y no se sentiría avergonzado de sus acciones si le daban la oportunidad de explicar sus motivos. Al menos así lo creía… ¿Era la curiosidad un motivo honorable? ¡Tenía que dejar de pensar tanto!
El débil crujido que se oyó al abrirse la puerta pareció recorrer toda la casa y volver. Jaejoong contuvo la respiración, esperando que nadie lo hubiera oído. No quería ser visto hasta que encontrara a Yunho y le dijera lo que tenía que decirle.
A los pocos segundos, Jaejoong empujó la puerta y entró en la oscura cocina.
La estancia, como el resto de la casa, era enorme. Pensó que debía de ser muy solitario vivir en una casa tan grande. Claro que él no sabía con seguridad si Yunho vivía solo. ¿Estaría casado? La idea no se le había ocurrido hasta entonces y cayó como un peso muerto sobre él, obligándolo a detenerse.
No podía estar casado. ¿O sí?
—Contrólate —se reprendió en voz baja.
Recordó que no sabía si en la casa de Yunho habría alguien más que tuviera la habilidad de leer mentes, así que construyó una espesa barrera para que nadie pudiera escuchar sus pensamientos. Ese era el motivo de que estuviera allí. Para descubrir si había más personas en el mundo como Yunho y él.
Sintió un nudo de excitación en el estómago al pensar en las posibilidades. Jaejoong hizo acopio de todo su valor, salió de la cocina y accedió a un ancho pasillo. La oscuridad era opresiva y lo ponía nervioso.
Había varias puertas a derecha e izquierda, pero sólo en la más lejana se veía luz por la ranura inferior.
Había llegado el momento, era hora de enfrentarse a Yunho y descubrir toda la verdad.
Jaejoong avanzó a toda velocidad hacia la puerta iluminada y levantó la mano para empujarla.
Una voz interior lo detuvo antes de alcanzar el pomo. Se quedó quieto, vacilante y confuso, y se agachó para mirar por el ojo de la cerradura.
No fue capaz de contener la exclamación que escapó de sus labios.

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Yunho tenía la mano sobre el frágil hombro de Won Hong y se lo apretaba para tranquilizarlo. El adulto intuía la sed y la aprensión del muchacho. Ser examinado ante los cuatro jefes de los clanes tenía que ser duro para alguien tan joven.
Las voces de los vampiros que habían llegado aquella noche de cerca y de lejos llenaban cada resquicio del estudio. Los jefes de los clanes no solían reunirse. Normalmente, una ceremonia para celebrar una mayoría de edad no requería la presencia de todos; era suficiente con la asistencia de un representante de cada clan. A pesar de todo, habían ido los jefes, no sólo para ser testigos de la ceremonia, sino también para honrar la muerte de la madre de Won Hong, y otros habían acudido para verles a ellos.
Yunho se había enterado de que la madre de Won Hong estaba entre los miembros del Clan del Norte que habían sido enviados unas semanas atrás para localizar y aprehender a Seong Min. Ella, como el resto del grupo de vampiros, había sido encontrada muerta en el bosque. Sus honras fúnebres se habían celebrado con la presencia de todos los miembros de su clan, como dictaba la ley, pero ahora era llorada de nuevo y su hijo homenajeado.
—Pronto terminará —dijo Yunho en voz baja, sabiendo que el muchacho era todo oídos.
—Me alegro —dijo Won Hong mientras su estómago protestaba. Miró a la multitud que se había reunido en la habitación, ahora calurosa, y vio a su padre. Quería que se sintiera orgulloso de él. Won Hong dio media vuelta y miró a Yunho.
— ¿Estarás conmigo durante toda la ceremonia?
Yunho negó con la cabeza.
—He de dejarte durante un rato, pero no importa, Won Hong. Ahora eres un muchacho, pero dentro de unos minutos serás un hombre, y un hombre no teme nada.
Won Hong tragó saliva y asintió con la cabeza. No decepcionaría al príncipe Jung, no tendría miedo.
—Yunho, ¿comenzamos? —preguntó Yoochun desde el centro de la habitación. Yunho asintió y los vampiros que le rodeaban retrocedieron hasta formar un círculo alrededor de tres hombres, una mujer y un muchacho que iba a dejar de serlo.
—En honor de la mayoría de edad de Won Hong se han reunido los jefes de los cuatro clanes. El príncipe Jung Yunho, jefe del Clan Oriental; el Gran Visir Soo Young, jefe del Clan del Sur; la condesa Dan, jefa del Clan Occidental. Todos han venido a honrar a Won Hong y a su difunta madre —dijo Yoochun en medio del silencio que había caído sobre la asamblea de vampiros.
Yoochun asió a Won Hong por los brazos y situó al muchacho de cara a él y a los otros jefes. Muchos asistentes lo miraban con compasión al recordar el dolor de los primeros aguijonazos de la sed.
—Las leyes de los clanes de vampiros son claras. Fueron establecidas para la supervivencia de nuestra raza. ¿Las conoces? —preguntó Yoochun a Won Hong como si ya fuera un adulto.
—Sí —respondió el muchacho con la voz un tanto trémula.
—Tenemos una política distinta de los humanos. Ellos tienen sus países y nosotros nuestros clanes, pero a diferencia de sus naciones, nosotros vivimos en armonía. Los clanes existen para fortalecer el poder de la ley. En todos los demás aspectos, somos uno. ¿Lo entiendes?
—Sí —dijo Won Hong, con más fuerza que antes.
Yoochun hizo un gesto de aprobación y Yunho y Lord San Woo se situaron a ambos lados de Won Hong.
—Tú, Lord San Won, padre de Won Hong, te has ofrecido como guía. ¿Consientes en cumplir tu deber tutelar hasta el momento en que los jefes lo declaren adulto? — preguntó Dan con mirada fija y escrutadora.
—Consiento.
— ¿Entiendes que te haces responsable de Won Hong y que por tanto sufrirás los castigos que él merezca?
—Lo entiendo.
—Y tú, príncipe Jung Yunho, jefe del Clan Oriental, te has ofrecido como segundo. ¿Consientes en cumplir tu deber tutelar en caso de que San Woo no pudiera? — preguntó Dan, escrutando la expresión de Yunho con tanta intensidad como había hecho con Lord San Woo, sin que su amistad con el príncipe se interpusiera entre ella y su deber.
—Consiento —respondió Yunho sin vacilar.
—Que todos los asistentes sean testigos. En todas las transgresiones que cometa Won Hong, su guía será el responsable hasta el momento en que el joven vampiro sea declarado adulto.
—Somos testigos —exclamaron todos a una, con voz que resonó con claridad entre las cuatro paredes, y dando un paso al frente.
Dan asintió con la cabeza y Lord San Woo retrocedió hasta el círculo de observadores mientras Yunho volvía a su lugar entre los otros jefes.
—Y ahora te serán mostrados los dos lados de la ley, joven Won Hong —dijo Soo Young. Hacía solo una hora que había llegado del Imperio otomano, acompañado por varios miembros de su clan. Sus ropas de vistosos colores y el aparato militar los diferenciaba de los otros clanes, aunque estaban mezclados con todos los demás, codo con codo con el resto de los vampiros.
—Si respetas las leyes, las leyes te protegerán. Cuidarán de ti. — Soo Young miró a Dan, que dio un paso adelante.
Era una mujer que había matado a más hombres de los que podía recordar. En sus quinientos años y pico había sido pinche de cocina, pastora, esposa, reina y emperatriz. Había librado batallas y cantado en salones. Era un miembro respetado de la aristocracia en el siglo actual, pero en aquel momento era una vampiro: la jefa del Clan Occidental y guardiana de la ley.
Se adelantó y su largo cabello castaño le acarició los brazos cuando estrechó a Won Hong contra sí. El muchacho había estado tenso antes de rendirse a su cálido abrazo. Entonces ella lo levantó en brazos, como si fuera un niño, y lo cubrió con su capa.
Yoochun se acercó a ellos y alargó los brazos. Dan le entregó al niño-hombre sin pronunciar palabra.
Won Hong no hizo ningún ruido cuando lo pasaron a Yunho y luego a Soo Young, que lo sostuvo un momento antes de dejarlo otra vez con los pies en el suelo.
Los abrazos habían sido simbólicos, eso lo sabía Won Hong, pero le habían confortado. Sentir la fuerza de los brazos de sus jefes y saber que eran capaces de protegerle de todo daño era una sensación agradable.
—Si no respetas las leyes, los guardianes de la ley te perseguirán. Infringir nuestras leyes significa poner en peligro a todos y cada uno de los miembros de nuestra raza. No habrá compasión ni excepción. La pena está establecida. — Soo Young dejó de hablar el tiempo suficiente para señalar a dos vampiros, que se acercaron con un fardo de ropa.
—Hay dos crímenes por los que perderás la vida: asesinar un vampiro y beber sangre humana. Por estos crímenes serás perseguido y la vida de la que has abusado te será quitada. — Tras pronunciar la última palabra, Soo Young miró a Yunho; éste respondió situándose detrás de Won Hong, que miraba el fardo que Dan tenía en las manos sin poder apartar los ojos.
Dan se adelantó y movió el fardo de ropa hasta que apareció la cabeza de una recién nacida. La niña estaba dormida, felizmente inconsciente de lo que estaba ocurriendo.
Won Hong gimió cuando Dan puso a la niña a unos centímetros de su nariz y luego la retiró.
El olor a sangre era más fuerte en humanos recién nacidos y Won Hong, que había estado sin beber durante quince días, cerró los ojos con fuerza para contener las quejas del estómago.
Se hizo el silencio mientras los vampiros observaban a Won Hong forcejeando con los instintos de su cuerpo.
Won Hong apretó los puños; los colmillos le crecían contra su voluntad. Las agudas puntas llegaron hasta el labio inferior incitándole, suplicándole que tomara lo que tenía delante.
—Abre los ojos —ordenó Dan ásperamente.
Won Hong obedeció sin ganas. Tenía las pupilas dilatadas, la vista agudizada hasta el punto de que podía ver las venas latiendo bajo la piel de la niña. ¿Qué más da si le doy un mordisco? Uno muy pequeño no le haría ningún daño.
La niña despertó, quizá al sentir los pensamientos de Won Hong, y su llanto le produjo escalofríos. Miró al bebé con las lágrimas bañándole las mejillas y se odió a sí mismo por sus pensamientos. ¿Cómo podía haber pensado incluso en la posibilidad de hacer daño a una niña indefensa?
Won Hong no se dio cuenta de que había estado temblando hasta que el temblor comenzó a desaparecer. Estaba avergonzado de sí mismo y sentía más culpa de la que había sentido en toda su corta vida.
Alargó los brazos y levantó la vista hacia Dan.
— ¿Puedo cogerla?
Dan le sonrió y puso al bebé en sus brazos.
Won Hong se asustó al notar una mano en el hombro, y entonces recordó la presencia de Yunho.
—Sigues aquí para asegurarte de que no le hago daño, ¿verdad?
Yunho no respondió e indicó por señas que retiraran a la criatura, a los mismos vampiros que la habían llevado.
—Lo has hecho bien, Won Hong —dijo Yoochun —. Hemos llegado al final de la ceremonia. Has visto un lado de la ley y ahora has de ver el otro.
James se adelantó, pero Won Hong lanzó una mirada a Yunho. El muchacho sabía lo que venía a continuación, su padre se lo había advertido varias veces, pero ahora que había llegado el momento estaba más asustado de lo que quería admitir.
— ¿Won Hong?
Won Hong miró a Yoochun, que estaba tras él.
—Excelencia, quiero decir, jefe… yo… podría… —Se calló, asustado y vacilante, mirando a su jefe, luego a Yunho, luego a su jefe.
— ¿Quieres que Yunho lleve a cabo la última parte de la ceremonia?
Won Hong tragó saliva y asintió con la cabeza.
Yunho no esperaba aquella petición, pero no dio muestras de sorpresa. Obedeciendo la indicación de Yoochun, despejó su mente y rodeó a Won Hong hasta quedar frente a él. Debido a que existían muy pocos niños vampiro, no había participado en muchas iniciaciones y nunca había representado el papel que le habían adjudicado en ésta. Aunque lo que estaba a punto de ocurrir no se ajustaba del todo a sus convicciones, había que hacerlo. El muchacho tenía que entender que no había compasión para quienes quebrantaran las normas.
Yunho se quedó inmóvil un momento para que Won Hong tuviera tiempo de respirar hondo y luego atenazó al muchacho por el cuello.
Won Hong sabía lo que iba a suceder, pero no podía evitar que su corazón latiera a toda prisa mientras lo levantaban del suelo.
Pataleó en el aire cuando la presión en el cuello se le volvió incómoda, pero el movimiento sólo sirvió para empeorar su situación.
¡No puedo respirar! ¡Me va a partir el cuello! Pensaba sin orden ni concierto y se resistió con todas sus fuerzas, pero Yunho lo tenía tan bien agarrado que era imposible soltarse.
No te muevas, Christopher, no voy a hacerte daño.
Won Hong abrió los párpados que había cerrado sin darse cuenta y miró los ojos grises que tenía delante. Tardó un momento en asimilar el mensaje del príncipe, y cuando lo hizo, dejó de forcejear.
Le dolía el cuello, pero sospechaba que era más porque había pataleado que por otra cosa.
En cualquier caso, pensó que la mirada de aprobación que recibió hacía que el dolor mereciera la pena. Cerró los ojos. El príncipe tenía razón. Ahora era un hombre y, aunque sintiera miedo, no iba a dejar que se notara.
Al calmarse, sus manos se relajaron y su cuerpo quedó laxo. Se encontraba bien, todo estaba bien. Era un vampiro. Era un hombre. Podía respirar. El dolor era mínimo. Conseguiría superar la iniciación, lo conseguiría.
Cuando abrió los ojos, vio la mirada del príncipe fija en la suya y reconoció su orgullo. Yunho estaba orgulloso de él. Todo iría bien en su mundo.
Yunho dejó a Won Hong en el suelo y dio un paso atrás. Siguió un silencio total cuando los jefes se levantaron, leyendo las mentes de los demás.
—Won Hong, el vampiro —dijo Yoochun con orgullo.
—Won Hong, vampiro —repitió el resto de la asamblea.
—Por nuestro clan, por nuestra raza, por los Elegidos. —El brindis señaló el final de la ceremonia. Cuando todos los asistentes hubieron felicitado a Won Hong personalmente, tomándose su tiempo para memorizar su rostro, los invitados comenzaron a salir de la casa.
—Gracias por venir —dijo Yunho mirando a Dan y a Soo Young.
—De nada —dijo Dan, sonriendo—. Somos nosotros los que hemos de darte las gracias. ¿Cómo va la investigación?
Yunho miró a Yoochun, que se había situado a su lado. Habían acordado no mencionar al asesino para no causar una alarma innecesaria. Si las cosas se les iban de las manos, Dan e Soo Young serían los primeros en ser informados, pero por el momento no había razón para involucrarles cuando ellos también tenían mucho que hacer en sus propios territorios.
—Seong Min sigue en la ciudad y no va a irse. En contra de lo que creíamos, no ha huido. Está sediento de guerra.
—Bien —dijo Soo Young con satisfacción—. Contra ti, no tiene posibilidad alguna, amigo mío.
Dan puso la mano en el brazo de Yunho y lo miró a los ojos.
Yunho había visto muy pocas veces a Dan después de la noche en que Seol murió, pero nunca se había preocupado por ella. Las mujeres de su raza parecían sobrellevar la depresión mejor que los hombres, e Dan era la mujer vampiro más fuerte que conocía.
—Tiempo.
Tiempo. Yunho sabía a qué se refería Dan, aunque él se había rendido ya hacía mucho a aquella gran fuerza. Ningún tiempo había caldeado el frío que había entrado en sus huesos en una época lejana. A pesar de todo, aceptó el sentimiento que ella le transmitió en silencio. Como jefa del Clan Occidental, Dan entendía el deber. Como mujer que nunca había perdido el contacto con sus emociones, comprendía el sufrimiento. Puede que fuera demasiado optimista, pero comprendía…
—Entonces nos vamos —dijo Dan, señalando a Yoochun con su elegante dedo—. ¿Estás totalmente seguro, mon cher, de que no vas a dejar que Junsu venga a mí y sea mío?
Yoochun la besó y luego se encogió de hombros.
—Lo siento, ma petite, pero mi amado me está esperando en casa con nuestro hijo en el vientre.
— ¡Non! —exclamó Dan con júbilo. La transformación de la mujer fuerte en muchacha feliz fue notablemente veloz—. ¡Tendremos que celebrarlo, Yoochun! ¡Una gran fiesta! ¡Ooh la-lá, el hijo del jefe del Clan del Norte está en camino! Será una gran celebración. ¡Grande! ¡Oh, pero tengo que hablar con Junsu enseguida, para hacer los preparativos!
—Sí, sí, Dan —dijo Soo Young, tirándole de la mano y lanzando a Yunho y Yoochun una mirada nerviosa—. Si quieres que te lleve en mi barco, será mejor que pongas esa belleza en movimiento. Y no te portes mal en el barco, Dan, o te encerraré bajo llave en mi harén, te doy mi palabra.
Dan elevó los ojos al techo y salió de la habitación con Soo Young cimbreando sensualmente las caderas.
—A ti, mon amie, te aviso que mantengas a las muchachas de tu harén lejos, muy lejos de mí. Si decidiera hacerte mi amante, no permitiría que tuvieras un montón de mocosas danzando alrededor y molestándome…
Yoochun no pudo por menos de cabecear mientras se alejaba la voz de Dan.
— ¿Siempre ha sido así? No lo recuerdo.
—Definitivamente, sí —respondió Yunho —. Seol y ella solían organizar los escándalos que se convierten en legendarios. Creo que era una costumbre en ellas.
Los ojos castaños de Yoochun reflejaban sorpresa cuando el último de los vampiros salió de la habitación. Era la primera vez que oía a Yunho hablar de Seol en un siglo, pero antes de que pudiera comentarlo, Lady Heechul irrumpió en la habitación.
—Perdóname, príncipe, pero me temo que tenemos un pequeño problema.
El instinto de Yunho se agudizó al oler el peligro. Sus oídos recogieron los ruidos de los vampiros que estaban abandonando la finca. Uno, dos, tres… cuatro caballos tirando de un coche por el camino que llevaba a la puerta, un perro callejero aullando en la lejanía… Se volvió para concentrar su atención en la parte trasera de la casa. Algunos cacharros se movían en los ganchos de madera de los que colgaban, el suelo crujió y… ¿alguien corría?
— ¿Dónde está Siwon? —preguntó a Heechul, que se mordió el labio con preocupación.
—Dijo que había oído ruidos y fue a investigar. Todavía no ha vuelto.
Yoochun volvió la cabeza en el mismo ángulo que Yunho y escuchó lo que el vampiro más joven no podía oír.
—Ya vuelve.
Yunho entornó los ojos tratando de reprimir la mala corazonada. Siwon estaba volviendo, desde luego, sus pasos eran inconfundibles, pero no caminaba solo.
—Príncipe.
Tres pares de ojos se fijaron en la adusta expresión de Siwon antes de mirar a su cautivo.
—Lo encontré huyendo por la cocina —dijo Siwon con voz calma, aunque le desconcertó la variedad de grados de sorpresa y horror que descubrió en los rostros de su público.
—Traté de leer su mente y ver… — Siwon no terminó la frase. Su falta de habilidad para leer la mente de Jaejoong le había resultado frustrante en extremo—. No coopera, y me temo que ha visto demasiado.

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Desde el momento en que lo llevaron a rastras a la temible habitación, Jaejoong fue incapaz de traspasar el impasible rostro de Yunho. ¿Cómo podía estar tan tranquilo? Por el amor de Dios, era un vampiro. ¡Un vampiro!
Había tratado de comprender lo que había visto y oído mientras corría hacia el muro. Nada de todo aquello le parecía ni remotamente posible, nada.
Pero era real; todo era real. Había visto crecer los dientes de aquel muchacho, había visto ensombrecerse sus ojos mientras miraba a aquella pobre niña. Por Dios, se había quedado paralizado. Durante aquellos horribles segundos en los que había estado seguro de que iban a matar al recién nacido, no había sido capaz de pensar con claridad, ni siquiera para idear un plan de rescate. Había dejado la niña a su propia suerte mientras él temblaba de terror.
Jaejoong aún temblaba, lo bastante para sentirse mareado, lo bastante para no querer dejarse llevar por aquellos razonamientos. ¡No iba a ponerse histérico otra vez!
Había tardado sus buenos cinco minutos en recuperar el aliento tras el primer ataque de pánico, pero esta vez no tenía cinco minutos que malgastar. Si ellos pensaban que sabía… lo que fuera… la matarían sin compasión, estaba seguro.

Parece a punto de echar a correr. Será mejor que lo sujete bien, por si acaso.

— ¡No me toques! — Jaejoong se separó de Siwon de una zancada al oír sus pensamientos mentalmente. Maldita sea, los nervios lo habían hecho perder el bloqueo.
—Jaejoong, por favor, no entiendo cómo has llegado hasta aquí, pero coopera y todo irá bien —dijo Heechul adelantándose.
Jaejoong no se había dado cuenta de su presencia en la sala y dejó escapar un suspiro de gratitud.
—Oh, Heechul, creía que me estaba volviendo loco, de veras que sí. Estaba empezando a pensar… —algo en la expresión de Heechul lo obligó a interrumpir su desesperada diatriba. Unos momentos escuchando los pensamientos de sus amigos clarificaron el asunto hasta un grado no deseado.

No es posible que lo sepa. Aunque lo haya visto, su mente no le dejará creer que somos vampiros. Dios mío, que no lo sepa. Que no lo sepa.

— ¡Pero eras mi amigo! ¿Cómo puedes ser…? Estoy seguro de que no eres…  Jaejoong calló. Sus ojos se dilataron de dolor antes de llenarse de hielo. Así que nada era lo que parecía. Heechul, Yunho y los otros dos formaban una especie de organización.
Yunho lo había engañado, Heechul lo había engañado, y él… él había engañado a Changmin y a Lady Yoon Joon. ¿Acaso aquella farsa no tenía fin?
De repente quiso estar en casa. Hacía sólo unos días que había conocido a Yunho. Sólo unos días antes había sabido que pronto se encontraría sin fondos. Hasta unos días antes sólo había leído sobre vampiros en enciclopedias mitológicas.
Jaejoong miró a Yunho, que contemplaba el fuego del hogar, al otro lado de la habitación. Había bloqueado sus pensamientos, al igual que su amigo. Era horrible darse cuenta de lo mucho que había llegado a significar para él.
Un vampiro…
Dios mío, iba a morirse.
— ¿Jaejoong? —En la voz de Heechul vibró una nota de histeria al ver a su amigo desplomarse en el suelo. La rigidez que vio en los hombros de Jaejoong le impidió acercarse al joven.
— ¿Es un sueño? —Las palabras salieron de los labios de Jaejoong, pero parecían una afirmación más que una pregunta.
—No.
La voz de Yoochun hizo que Jaejoong levantara la cabeza; tenía la mirada inusualmente fija y el cuerpo tranquilo.
—No hay necesidad de leer los pensamientos. Ya he visto bastante. —Era casi irritante su pasiva aceptación. Iba a morir, eso era un hecho. Ahora que lo sabía, no tenía sentido tener miedo.
Yoochun se volvió hacia Yunho con rostro tan inexpresivo como el de sus amigos. En realidad, nunca había pasado nada parecido. Otros humanos habían tropezado con la verdad sobre su raza, pero ninguno era capaz de leer la mente. Resultaba fácil alterar sus recuerdos. Aquel joven no podía ser…
— ¿Qué hacemos?
Yunho miró a Jaejoong y sintió que la piel se separaba de su cuerpo. El aroma del joven llenaba sus pulmones, su histeria de unos momentos antes le había suscitado el ansia de protegerlo, de ir hasta él y abrazarlo. ¿Y con qué objeto?, pensó con malestar, ya que era de él de quien Jaejoong estaba asustado.
A pesar de todo, sus dedos se morían por tocarlo, por asegurarle que no permitiría que le ocurriera nada. Pero no estaba seguro de poder protegerlo. Alterar la memoria de un lector de mentes con la fuerza que Jaejoong tenía no serviría de nada, y ningún humano debía conocer la existencia de los vampiros. Esa era la ley.
Yunho sabía que tenía que dar una respuesta a la pregunta de Yoochun, pero aun así se  quedó paralizado viendo emerger al nuevo Jaejoong.
El olor a miedo pasó a ser un simple recuerdo mientras la expresión del joven se volvía helada ante sus propios ojos.
Jaejoong se puso en pie lento, orgullosamente y miró a todos los que lo rodeaban con ojos fríos, como si no viera otra cosa que basura.
—No podemos dejarlo ir —dijo Yoochun, estremeciéndose cuando las palabras que todos habían estado pensando resonaron en la habitación.
Jaejoong adelantó la barbilla y crispó los puños sobre su delicado vestido de muselina.
—Por supuesto que no —dijo Jaejoong en medio del silencio sepulcral—. Al fin y al cabo, «Hombre muerto no muerde». —Sonrió ante la ironía de aquella frase.
Yunho frunció la frente al ver la actitud de desafío que adoptaba el joven. Estaba enfadado. Con Jaejoong, consigo mismo, con el mundo… Su rabia era un ser vivo, y requirió toda su energía para seguir pareciendo tranquilo.
— ¿No hay otra solución, jefe? —Dijo Heechul, aunque su inquietud no consiguió romper el aire helado de Jaejoong —. Es cierto que si fuera humano tendría que ser sentenciado a… a muerte —pronunció esta palabra susurrándola—, si no podemos anular esa parte de su memoria, pero es obvio que la ley no es aplicable en este caso. Es un lector de mentes, muy potente, si lo que dice Siwon es cierto. Tendría tanto que perder como nosotros si fuera descubierto por lo que es.
Yunho sacudió la cabeza con tristeza, resignado al saber que sólo había un camino.
—Lo que él es, Lady Heechul, es humano.
Jaejoong miró al hombre alto que estaba al otro lado de la habitación y sintió el escozor de las lágrimas. ¿Qué había esperado de él? Él no lo conocía, sólo había hablado con él un par de veces, ¿por qué iba a importarle que viviera o muriese? ¿Qué estupidez le había hecho creer, aunque fuera por un momento, que Yunho lo salvaría?
Le dolía el corazón y, por primera vez, se dio cuenta de lo cerca que había estado de amar a aquel extraño que lo acababa de condenar con aquellas palabras pronunciadas en voz baja.
Puede que Jaejoong muriera esa noche, pero el príncipe Yunho ya estaba muerto. Para él, ya no existía.
Siwon vaciló un momento antes de unirse a la conversación.
— ¿No podríamos asegurarnos su silencio de alguna otra manera?
Yoochun le indicó por señas que continuara.
—Si un vampiro se responsabiliza de él, se le podría perdonar.
— ¿Responsabilizarse de él? —preguntó Yoochun con interés. Aunque apenas lo conocía, no quería que sufriera ningún daño.
—Sí —dijo Lady Heechul dando un paso adelante, mirando directamente a los ojos de Jaejoong —. Yo podría hacerme responsable de él, con tu permiso, jefe.
Siwon frunció el entrecejo.
—Si causara problemas, tú serías quién pagaría, Heechul, y no puedo permitir que lo hagas. Yo…
— ¿Que no puedes permitírmelo?
Heechul cortó en seco la airada réplica de Heechul.
—Es un hermoso gesto, Heechul. Pero me temo que no eres lo bastante fuerte para contener al muchacho, ni tú tampoco, Siwon.
—No entiendo —dijo Heechul. Miró a Jaejoong como si intentara ver algo que pudiera explicar el poder que los demás tanto temían.
Jaejoong, que se había quedado en silencio durante este diálogo, miró a Yoochun, que se paseaba inquieto por la habitación.
—Su mente es más poderosa que la tuya, Heechul. No sólo no podrías llevar a cabo tus deberes de guía si él no deseara cooperar, sino que podría jugar tranquilamente con tu mente. De hecho, me temo que su mente es más fuerte que la de la mayoría de los vampiros del clan, como Siwon ha podido comprobar por sí mismo.
Heechul cerró la boca y bajó los ojos al ver desperdiciada otra posibilidad de salvar la vida a su reciente amigo.
Jaejoong seguía callado, sin creer en ningún momento que pudiera hacer lo que el duque sugería. A pesar de todo, no intentó comentarlo, pues sabía con seguridad que no iban a creerle.
Menos mal que la sugerencia de Siwon no le había dado esperanzas. No quería volver a sentir miedo, y la resignación era la única forma de enfrentarse al miedo a la muerte.
A pesar de la indiferencia que sentía en aquel momento de su vida, no dejaba de apreciar lo que Heechul y Siwon habían intentado hacer por él. Aunque no entendía qué implicaban los deberes de guía, ni siquiera si podía aceptar la proposición, se daba cuenta de que su amigo había estado dispuesto a correr un gran riesgo por él.
Changmin. El nombre de su hermano cruzó su mente. Iba a sufrir mucho. Ojalá pudiera evitarle el dolor. ¿Y si le daba un ataque? Oh, Dios mío, no.
—Dejadme con él. —La voz profunda que había estado en silencio retumbó en la pequeña habitación.
Jaejoong cerró los ojos con fuerza, para no llorar. ¿Por qué le estaban haciendo esto? ¿Es que ninguno tenía alma? ¿No podían matarlo y terminar de una vez?
No podía ver a Yunho desde donde estaba, detrás de Heechul, pero sabía el aspecto que tendría su rostro. Inexpresivo, como siempre, salvo durante aquella décima de segundo en que había creído que estaba a punto de sonreír, el día anterior.
Los tres vampiros salieron arrastrando los pies, sin protestar. Se quedó a solas con Yunho. Todos sus instintos lo impulsaban a golpearle, a luchar hasta que él le arrancara el último aliento. Pero no podía. Tenía que suplicarle por su vida, suplicarle por la salvación de su hermano.

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Yunho miró a Jaejoong, inmóvil frente a él y con los ojos fijos en la alfombra que había bajo sus pies.
¿Por qué no se movía? Ninguna persona que hubiera conocido él se había enfrentado a la muerte con tanta calma. Claro que Jaejoong era diferente de todos los que había conocido.
La luz del fuego que tenía detrás proyectaba su sombra de tal manera que llegaba hasta Jaejoong. Se dio cuenta de que quería tocarlo. Protegerlo de todo, incluso de sí mismo.
¡Qué engorro! ¡Aquel hombre era un maldito problema!
—Ningún humano ha de saber de nuestra existencia.
Jaejoong levantó el rostro y le clavó la mirada. Yunho vio exactamente lo que había esperado ver en la profundidad de aquellos lagos negros: ira.
— ¿Disfrutas torturándome? —Las mordaces palabras de Jaejoong le recorrieron la piel y enfriaron el ardor que hervía en sus venas.
—No parece que te esté torturando nadie.
Yunho no pudo ocultar su sorpresa cuando Jaejoong dio un paso hacia él.
— ¡Mátame ya y que el diablo te confunda! ¡Acaba de una vez!—Se detuvo y estiró la mano para guardar el equilibrio y no caerse; entonces se dio cuenta Yunho de lo equivocado que estaba.
— ¡Maldita sea! —murmuró, salvando el espacio que había entre ellos y sujetándolo por los brazos. Sondeó con la mirada los ojos de Jaejoong, como si quisiera hacerlo entender.
—No voy a matarte. ¿Lo entiendes, Jaejoong? Nadie te hará daño. Estás a salvo.
Jaejoong no respondió. Su mirada estaba helada y su cuerpo tembloroso. Estaba aturdido. ¿Por qué aquel hombre prolongaba su desdicha? ¿Por qué no le había dicho que iba a protegerlo?
Yunho lo rodeó con los brazos y la levantó en vilo mientras llamaba a Yoochun.
— ¿Yunho?
Meciendo suavemente a Jaejoong, Yunho hizo una mueca en dirección a su amigo.
—Sírvele un vaso de ese whisky que han traído los de las tierras altas.
Yoochun obedeció sin preguntar nada y Yunho siguió meciéndolo suavemente.
—Está conmocionado —dijo Yoochun, mientras entregaba a Yunho el vaso de líquido dorado.
Levantó la cabeza de Jaejoong para ayudarlo a beber, pero el joven no cooperó. Había cerrado los ojos en el momento de apoyar la cabeza en el pecho de Yunho. Al menos su respiración se ha tranquilizado, pensó Yunho.
— ¿Cuál es tu plan? —preguntó Yoochun, señalando con la cabeza el cuerpo que llevaba en brazos.
Yunho dejó el vaso sobre una mesita de cerezo y se sentó en el sillón que había al lado del fuego. Había estado en aquella misma postura sólo unas horas antes, pero ahora tenía que lidiar con un hombre en las rodillas.
—No lo sé exactamente, pero no podemos hacerle daño, Yoochun.
Yoochun, que ya lo había meditado antes, se sentó frente a Yunho.
—A mí tampoco me gustaría que resultara dañado, pero la ley es muy clara.
—Sí. Sobre ciertas cosas. La ley dice que ningún humano puede conocer nuestra existencia. Por tanto podemos interpretarla para que nunca tengamos que hacer daño a un inocente que tropieza con nosotros. No podemos manipular su memoria para que olvide, y ahí está la clave. Él no es un humano corriente; no encaja en la definición.
—Yunho, aun así puede ser peligroso. No me gustaría empeorar las cosas con antelación, pero ¿has pensado que muy bien podría estar aliado con el asesino?
Yunho entornó los párpados y miró a su amigo.
— ¿Crees que esto es una comedia, Yoochun? Él no sabía nada de nosotros. Por lo que yo sé, ni siquiera sabía que existieran otros lectores de mentes.
El duque Yoochun se puso en pie, contrariado.
— ¡Maldita sea, tienes razón! Parece que no puedo pensar con claridad.
Yunho comprendía aquella sensación. Él tampoco pensaba con claridad y tal vez por eso dijo:
—Yo me responsabilizaré de él.
— ¿Qué? —dijo Yoochun, deteniéndose para mirarle.
—Se quedará aquí y será responsabilidad mía hasta que Seong Min sea capturado y hayamos encontrado al asesino. Después tendremos tiempo de barajar otras alternativas.
Tras este fallo se hizo el silencio, aunque no duró mucho. El fuego chisporroteó, crujió la madera que tenía bajo los pies y el latido del corazón de Jaejoong llenó sus oídos. Yunho supo con total seguridad que la paz acababa de salir de su vida.

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Jaejoong despertó ante las insistentes llamadas que oía en la puerta de su dormitorio. Dio un gruñido mientras se daba la vuelta en la gran cama, apretándose las mantas con firmeza.
Al no oír sonido alguno durante varios segundos, enterró la cabeza en las almohadas de plumas, convencido de que los golpes habían sido un simple sueño.
Pero sus esperanzas se volatilizaron cuando oyó que se abría la puerta.
—No me despiertes por favor.
Unos fuertes pasos le hicieron fruncir el entrecejo. ¡Definitivamente, su doncella pisaba con más delicadeza!
—Changmin, si la casa no está ardiendo, no quiero levantarme.
—No hay fuego, no, pero de todas formas has de levantarte.
Jaejoong abrió los ojos enterrados en una almohada que en aquel momento se dio cuenta de que no era suya. Aquella voz.
Los recuerdos irrumpieron en su mente con dolorosa fuerza y lo obligaron a saltar al suelo por el otro lado de la cama.
—Puedes bajar las manos, Jaejoong. No voy a hacerte daño.
Vio que Yunho parecía sincero y cansado. Que estuviera vivo después de una noche entera era una forma de confirmarlo, a menos que…
Se llevó las manos al cuello en busca de marcas.
—No seas ridículo. Estás ileso y seguirás así. Te dije que no había razones para que me temieras.
— ¡Yo no te tengo miedo! —Dijo Jaejoong, irguiendo la espalda y subiéndose la hombrera del camisón, que le había resbalado por el hombro—. ¿Qué? Cuándo… —Calló para no sucumbir a la histeria.
Vampiros. La palabra resonó en su cabeza y otra vez estuvo a punto de echarse a reír histéricamente. Menuda broma. No podían ser vampiros, pero lo eran. ¡Lo eran! Y él estaba en un dormitorio ajeno, Dios sabía dónde… y con un camisón. ¡Ay, Dios!
Yunho se sentó en el borde de la cama exhalando un suspiro.
—Es un cuarto de invitados de mi casa. Heechul te trajo el camisón y te ayudó a ponértelo. Estás bajo mi protección y nadie te hará daño. ¿Alguna pregunta?
Jaejoong se exprimió el cerebro en busca de alguna. Tenía tantas que no se le ocurría por cuál empezar. ¿Cómo es posible que seas un vampiro? ¿A cuántas personas has matado? ¿Por qué no vas a matarme?
— ¿Qué va a ser de mí? —dijo, sin querer sentarse, aunque él la había invitado a ello por señas.
—Ningún humano ha de conocer nuestra existencia. Normalmente eso no supone un problema, ya que podemos hacer que nos olviden si en alguna ocasión nos descubren accidentalmente.
Jaejoong no pudo evitar interrumpirle.
—Borráis sus recuerdos.
Yunho asintió con la cabeza.
—No es exactamente borrar. Sólo podemos introducir sugerencias en sus mentes que les hagan creer que no han visto nada, o en algunos casos que han visto otra cosa.
A Jaejoong no le costó creer que algo así era posible. Conocía mejor que la mayoría cómo funcionaba una mente humana. Era bastante fácil si se sabía leer pensamientos e introducirlos en mentes ajenas.
—No podemos hacerte olvidar, Jaejoong, por la sencilla razón de que tu mente es demasiado fuerte. Así que tendrás que quedarte aquí hasta que decidamos qué hacer contigo.
— ¿Aquí? — Jaejoong repitió la palabra con aire estúpido. ¿Qué quería decir con «aquí»?
—Sí, en mi casa. Por razones en las que no voy a entrar ahora, no puedo quedarme vigilándote durante el día, así que pasarás las horas diurnas con el esposo de Yoochun, Junsu.
Jaejoong apenas oyó la frase completa. Era un prisionero. Su prisionero.
—Es imposible que me quede aquí. Imposible. Mi reputación quedará por los suelos… no habrá boda y Changmin… ¡Changmin!
¡Su hermano estaría buscándolo frenéticamente en aquel preciso momento! Si se ponía demasiado nervioso…
Dio la vuelta a la cama al momento; el peligro que corría su hermano le hizo olvidar el temor que Yunho le inspiraba.
—Por favor, no puedo quedarme aquí. Tengo que ir con mi hermano.
—Jaejoong, no hay necesidad…
— ¡No, no lo entiendes! —Se arrodilló ante él y le cogió la mano—. Por favor, Yunho, por favor. Tengo que ir con Changmin. ¡Si se preocupa por mí, puede que le dé un ataque y se muera!
Yunho lo levantó, se puso en pie y le cogió la cara con las manos.
—Mírame. Escucha. Sé lo del corazón de tu hermano. Está bien. De hecho, en estos momentos está en el club con varios amigos, totalmente convencido de que él y tú habéis desayunado juntos.
Jaejoong tardó un momento en calmarse.
— ¿Cómo lo has sabido?
Yunho le acarició la mejilla con el pulgar, para tranquilizarlo.
—Percibí su debilidad cuando nos conocimos.
Al desvanecerse el temor por su hermano, Jaejoong fue incómodamente consciente de las manos de Yunho. Dio un paso atrás y apartó los ojos de la intensa mirada del hombre. Le parecía extraño darle las gracias cuando toda aquella situación era culpa de él, pero le estaba agradecido.
Dejando caer las manos en los costados, Yunho se dirigió a la librería que había al otro extremo de la habitación.
—Changmin no sabrá nunca que no pasas las noches en tu propia casa. Lo verás a menudo, sin duda, en las funciones a las que asistirás con Junsu. Ahora tengo que marcharme. —Se volvió con un grueso volumen en las manos y lo dejó en la cama, a su lado.
—Me parece recordar que eres un ávido lector. Así podrás entretenerte hasta el baile de esta noche, en el que conocerás a Junsu.
Jaejoong, sintiendo que había recuperado el control, miró el libro encuadernado en piel y luego al hombre.
— ¿Qué es?
—Siwon estará aquí en mi ausencia. Os conocisteis brevemente ayer, cuando huías por la cocina.
Había pasado por alto su pregunta, pero a Jaejoong no le importó. Los recuerdos de la noche anterior lo obligaron a mirar hacia la ventana. Quizá cuando se fuera podría saltar por la ventana y huir. Pero ¿hasta dónde podría llegar? Por el amor de Dios, eran vampiros. Si los desobedecía, probablemente lo matarían sin pensarlo dos veces.
Quizá si cogía a su hermano y a su tía y se metían en un barco rumbo a alguna lejana parte del mundo…
—Jaejoong. —Su nombre sonó como una amenaza y se volvió rápidamente.
— ¿Sí?
—No cometas ninguna tontería. Si te portas bien, ni tú ni los tuyos sufriréis daño alguno.
Jaejoong trató de no parecer desgraciado al oír aquello. Sabía que Yunho no le había leído la mente, sólo había supuesto lo que pensaba; y era una suposición muy acertada.
Fastidiado al descubrir que era muy previsible, respondió con calma.
—Por supuesto que no la cometeré. Muchas gracias por la advertencia —dijo, sonriendo dulcemente y viendo con cierta satisfacción que Yunho entornaba los ojos.
—Pórtate bien. —Con estas palabras, Yunho salió de la habitación y lo dejó solo.
—Sábanas —murmuró, poniéndose en acción. Si Yunho creía que se iba a quedar sentado a esperar que cambiaran de idea respecto a dejarlo vivir, se iba a llevar una buena sorpresa.
Con intención de retirar las sábanas, Jaejoong apartó las mantas. Un fuerte golpe hizo que se fijara en el libro, que había aterrizado a sus pies.
Muerto de curiosidad, se sentó en el suelo, aunque sabía que no debía hacerlo. El libro era más pesado de lo que creía, y mucho más viejo.
Pasó las páginas con delicadeza y dio con una inscripción: Un vampiro vive sin ser conocido, con su dolorosa sed. Vive, pero no deja huellas, así debe ser. Un día saldrá de la oscuridad, no más sed. Los Elegidos traerán la luz.
Aquellas sencillas frases le hicieron sentir escalofríos. Volvió la página.
I. El castigo por beber sangre humana es la muerte.
II. No se puede hacer daño a los humanos. No se les debe infligir dolor físico y sólo cuando la propia vida corre peligro, puede matarse a un humano sin sufrir castigo.
III. Los humanos no deben conocer la existencia de la raza de los vampiros.
Jaejoong pasó varias páginas; le resultaba difícil concentrarse en lo que estaba leyendo.
XII. En caso de muerte de un vampiro, se celebrará una ceremonia fúnebre. Todos los miembros del clan en el que nació el vampiro deben estar presentes, así como todos los vampiros residentes en el territorio del clan.
XIII. La ceremonia fúnebre comenzará con una lectura sobre la muerte del vampiro…
El aire se llenó de motas de polvo cuando Jaejoong cerró el libro suspirando. ¡Ese bastardo! Tanto si Yunho lo conocía mejor que la mayoría de la gente como si había sido un golpe de suerte, el hombre se las había arreglado para encontrar un método infalible de mantenerlo en aquella habitación.
Abrió el libro de nuevo. Las leyes que dictaban si él era prisionero o debía morir estaban en su propio regazo, y Jaejoong no podía evitar leerlas.
Había llegado a la página veintiocho cuando oyó música.
¿Habría vuelto Yunho? Tenía muchas preguntas que hacerle. Muchas cosas no tenían sentido. Los vampiros que seguían esas normas no podían ser los bebedores de sangre ni las sombras asesinas sobre los que había leído durante toda su vida.
Tenía que hablar con él. Secuestrador o no, era inevitable.
Cogió una sábana, se envolvió en ella y salió de la habitación. El pasillo era largo y luminoso. Era inquietante haber esperado algo oscuro y húmedo.
—La pesadilla de una imaginación calenturienta —murmuró para sí descendiendo por la escalera. Al ver el salón, le temblaron los dedos, pero se mordió el labio y siguió la música por un corredor empapelado de color burdeos. Las notas eran más nítidas ante una puerta de madera oscura que en el resto de la casa.
Podía hacerlo, pensó frenéticamente. Podía enfrentarse a él. Sólo era Yunho… el hombre que le había enseñado a bloquear los pensamientos. El hombre que lo había besado en el museo…
— ¡Esto no me ayuda!
Se quedó escuchando con la mano en el pomo. La puerta resonaba con las vacilantes notas del piano y entonces lo supo.
Un escalofrío le recorrió el cuerpo y bajó la mano. No era él. Sabía sin sombra de duda que Jung Yunho no haría nada vacilando.
Imaginaba que si él quería tocar el piano y no sabía hacerlo, golpearía las teclas hasta que la mera fuerza de su voluntad produjera música.
Entonces, ¿quién estaba al piano? La curiosidad que la había mantenido en la habitación del piso de arriba lo empujó ahora adelante.
Jaejoong se sorprendió al ver a Heechul sentado al piano, con el entrecejo fruncido para concentrarse mientras intentaba leer la pieza, relativamente fácil, de Mozart.
Aunque su primera reacción fue saludar a su amigo, se quedó en silencio, observando. Heechul era un vampiro, al igual que los demás, pero parecía muy… normal. Como había tenido la oportunidad de conocerlo mejor en los últimos días, sabía que aquel amigo tenía objetivos, sueños, gustos y manías que no eran diferentes de los humanos.
Guardándose sus observaciones por el momento, habló por encima de la música.
—El piano no es tu fuerte, ¿verdad?
La música se detuvo bruscamente y Heechul se volvió con el rostro iluminado por una sonrisa de alivio que pilló a Jaejoong desprevenido, y más cuando se levantó y echó a correr hacia él para abrazarlo.
Recorrió el rostro de Jaejoong con la mirada como si tratara de ver a través de su piel.
—He de ser sincero; estaba muerto de preocupación por ti, Jaejoong. Estaba casi seguro de que te encontraría llorando con un ataque de histeria o negándote a salir de la cama.
Jaejoong sonrió irónicamente.
—Has de saber que esto último lo he estado considerando durante un largo rato.
Heechul se echó a reír y luego se puso serio.
—No estarás enfadado conmigo, ¿verdad?
Jaejoong se encogió de hombros mientras lo llevaba hacia el asiento de la ventana.
—Admito que al principio sí. Pero es difícil seguir enfadado con un hombre que arriesgó su vida para salvar la mía.
Heechul adoptó una expresión suplicante al sentarse.
—He pasado toda la noche pensando en lo que ocurrió anoche, como estoy seguro que han hecho todos los que estuvieron presentes, y he llegado a la conclusión de que podrías pensar que te traicioné por no contarte lo que yo era. — Heechul miraba por la ventana al pequeño patio mientras buscaba las palabras exactas—. Tienes que entender que nosotros… los vampiros, no tenemos libertad para explicar a los humanos qué somos.
—Eso he aprendido —dijo Jaejoong con cierta amargura.
Heechul lo miró frunciendo el entrecejo.
—Lo que ocurrió ayer fue un acontecimiento horrible para ti, sí, pero hay buenas razones para nuestro secretismo y nuestras estrictas leyes. ¿Crees que tu raza no haría nada y nos permitiría vivir libremente si supieran de nuestra existencia?
La primera reacción de Jaejoong fue decir que sí, pero no habló. ¿Serían ellos, los humanos, tolerantes con una raza totalmente diferente cuando aún había miembros de su propia raza esclavizados por tener diferente nacionalidad, o color de piel, o por creer en una religión diferente?
—Tenemos aspecto humano, actuamos como humanos y al mismo tiempo tenemos una fuerza superior, mejor vista, oído, agilidad… nos tacharían de depredadores que vamos detrás de la sangre humana.
Jaejoong percibió la ira y la tristeza de su amigo. ¿Realmente sus leyes eran por una causa justa?
—El ellos de que hablas es mi raza. Somos muchos los que merecemos tu confianza.
Heechul sonrió con tristeza.
—Los vampiros son tan malos jueces del carácter como los humanos. Algunos depositarían inevitablemente su confianza en gente que no es de fiar, y entonces ¿qué sucedería? Sólo se necesita una persona para divulgar la noticia de nuestra existencia, y entonces vendrían a buscarnos con horcas y estacas, como han hecho en el pasado.
Jaejoong admitió que lo que decía Heechul era verdad. Para la raza de los vampiros, el secreto era un imperativo de supervivencia. Aunque no excusaba el hecho de que hubieran querido matarla a ella.
Pero no la habían matado, ¿no? Por el contrario, habían buscado la manera de sortear sus leyes. ¡Le dolía la cabeza!
—Un momento —dijo Jaejoong levantándose y mirando por la ventana con los ojos abiertos como platos—. Es de día, ¿cómo puedes entrar y salir a la luz del sol?
Heechul asió la mano de Jaejoong y lo obligó a sentarse de nuevo.
—Es posible que sea porque no tengo ningún problema con la luz del sol.
Jaejoong no dijo nada, esperando que se explicara. Heechul se aclaró la garganta.
—Bueno, supongo que debería explicártelo, aunque no me gustaría destruir todos tus prejuicios…
— ¡Heechul! —protestó Jaejoong.
Heechul se echó a reír.
—Bien, es así. Hace varios cientos de años, cuando los jefes se dieron cuenta de que la única manera de coexistir pacíficamente con los humanos era mantenerlos, quiero decir manteneros, quiero decir, tú sabes lo que quiero decir…
— ¡Sí, sí, no voy a ofenderme! —lo apremió Jaejoong.
—Bien, era mantenerlos en la ignorancia de nuestra presencia. Como eliminar la idea de vampiro de todas las mentes humanas era prácticamente imposible, decidieron fomentar la rumorología.
— ¿Así que los jefes difundieron rumores sobre vampiros? —preguntó Jaejoong confundido.
—Sí —respondió Heechul —, y pronto fue del conocimiento público que los vampiros no podían pasear a la luz del día ni tocar cruces. Todo el mundo sabe que ellos, o sea, nosotros, dormimos en ataúdes y nos convertimos en murciélagos.
A Jaejoong se le iluminaron los ojos cuando empezó a comprender.
—Lo hicieron así para que los humanos creyeran que los vampiros eran criaturas míticas, de esa forma el vecino que va a trabajar de día nunca podría ser un vampiro.
Heechul asintió con la cabeza y Jaejoong se sintió impresionado por la solución tan sencilla que los jefes habían ideado.
—Entonces, ¿es verdad que aborrecéis los ajos?
Heechul entornó los párpados y se echó a reír.
—Es verdad, no soporto que el aliento me huela a ajo.
—Yo tampoco —dijo Jaejoong con una mueca—. Aunque me encantan. Hacen soportables los platos más inapetentes, cuando no sabrosos.
—A mí nada me parece inapetente —dijo Heechul.
Jaejoong soltó un bufido muy poco femenino y preguntó:
— ¿Y cómo consigues que te guste todo?
—Es muy fácil —dijo Heechul, encogiéndose de hombros—. Espero a tener hambre para comer.
Jaejoong agachó la cabeza para tratar de entender si su amigo hablaba en serio.
— ¿Y cómo contribuye eso a que la comida sepa mejor?
—«La mejor salsa del mundo es el hambre» —citó Heechul.
—La mejor salsa… un momento, conozco esa cita. ¡Es del Don Quijote de Cervantes!
Heechul lo miró contrariado mientras se ponía en pie.
—Heechul, ¿vas a asistir al baile de esta noche?
—Sí.
—Bien —dijo Jaejoong —. Te necesitaré a mi lado. Me parece que me asusta un poco conocer a Junsu.
Heechul dejó de examinar una pintura cercana para mirar a su amigo.
—No tienes por qué preocuparte, Jaejoong. Junsu es un ser fabuloso. No deberías ni siquiera pensarlo… limítate a vivir tu vida de la misma forma en que lo has hecho siempre y mira el resto como una inconveniencia temporal. Estoy seguro de que los jefes pronto encontrarán la forma de salir de este embrollo.
Jaejoong deseó tener tanta fe como él.

6 comentarios:

  1. waaaaaaa sabia q yunho no podia dejar q lastimaran a JJ *-*
    ahora vivira con el *¬* ojala no se ponga de cabeza dura y trate de escapar e.e asdadsa gracias x la actu !!

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  2. Ahh Yunho Yunho q lindo se portó ^^
    Jae esta de lo más normal eso es bueno ...
    Seguiré leyendo

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  3. Yunho protegera a Jae tan lindo ^_^

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  4. Oh mi Dios los descubrió !!! Y en una escena impactante ( acercarle un bebé a un vampiro >_> ?) gracias a Dios YH metió las manos al fuego por él *^*
    Y HC, q lindo de su parte querer protegerlo a pesar que acaban de conocerse >.<
    Ahora a ver que aprende JJ a través de ese libro ^^

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  5. Jae ya se enteró de todo y Yunho lo protege para que no le pase nada. muy interesante. gracias

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  6. Me gustaría que JaeJoong tuviera antecedentes de familia de vampiros, y por eso ese don de comunicarse telepáticamente. Haber cuál será la solución para Jae, yo opino que lo casen con Yunho, jajaja.

    Gracias!!!

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Thief: Capítulo 16

Capítulo 16 Presente   Dejo a Jaejoong en su oficina. En el camino hacia allí, apenas me dice dos palabras. Después de lo que acababa ...