Capítulo 21
YA era lunes. Jaejoong
no quería abandonar su casa, pero era consciente de que si no se medicaba, la
fiebre iba a seguir subiendo. Se enfermaba demasiado seguido para ser verano,
pensó. Sin dudas las necesidades económicas, el trabajo constante y la tristeza
por Yunho lo estaban consumiendo más rápido de lo esperado.
Se abrigó más
de la cuenta para la época del año en la que se encontraban, recogió el último
trabajo que había terminado y salió de su casa rumbo a la de su clienta.
Se secó la
nariz con el pañuelo. Como no fue suficiente, sopló, y aun así no pudo respirar
con normalidad. Tocó el timbre. La mujer abrió la puerta con gesto adusto. Se
hacía evidente que la visita de Jaejoong le molestaba.
—Disculpe —le
dijo Jaejoong esforzándose por hablar sin interrumpirse por la falta de aire y
el dolor de garganta—. Quedó en pasar a buscar su prenda el sábado y como no vino…
—Iré más tarde
—replicó la mujer.
—Es que no
puedo esperar hasta más tarde —contestó Jaejoong —. Disculpe, pero por hacer
este trabajo que usted me pidió para el sábado dejé de hacer otros, y si no
cobro, no puedo comprar una medicación. ¿Será posible que le entregue mi
trabajo a cambio del dinero?
La mujer
resopló, recogió la bolsa de mal modo y se metió en la casa. Jaejoong suspiró y
se abrazó para darse calor. No hacía frío, pero a él le parecía que estaban en pleno
invierno. Tiritaba y apenas podía mantenerse en pie.
La clienta
tardó eternos minutos en volver a salir, como si Jaejoong fuera la molestia,
como si la estuviera ofendiendo con acercarle la prenda reparada y reclamarle el
dinero como si ella no fuera a pagar.
Jaejoong se
sentía avergonzado de tener que exponer su situación para cobrar, parecía
mendigar en lugar de estar trabajando. Cuando Changmin vivía con él, mendigaba
a quien fuera necesario para llenarle la panza, ofrecerle agua, luz y gas, pero
ahora que estaba solo podía dejar de hacerlo. De no ser porque estaba enfermo y
porque si no se curaba no podía seguir trabajando, no habría pedido nada.
Tampoco estaba de ánimo para hacerlo, solo quería echarse en la cama y llorar.
Con los veinte
pesos que acababa de cobrar entre las manos, caminó rumbo a la farmacia que
estaba cerca de su casa. Transitaba por una calle del barrio hasta que un automóvil
se detuvo a su lado y se abrió una puerta. No hizo tiempo a mirar de qué se
trataba el asunto que un par de brazos fuertes lo tomó de la cintura, lo alzó
en el aire y lo introdujo en el coche.
Jaejoong pensó
enseguida en los sujetos que presionaban a Lee. Era el día que el marido de su
madre había dispuesto como límite y estaba seguro de que, para sacárselos de
encima, el muy cobarde les habría dicho que él les pagaría. Quizás hasta les
había hablado de su novio rico y de todas las fantasías que él tejía en su
mente respecto de ese asunto.
El novio rico
que no lo amaba.
Solo eso le faltaba,
que un par de mafiosos lo secuestrara y pretendiera sacarle lo poco que tenía,
es decir, los veinte pesos que acababa de cobrar.
Lo subieron a
un vehículo negro de vidrios polarizados. Aunque sentía miedo, no lo
demostraba. Podía intentar una defensa, pero no le vio sentido a hacerlo. Se
sentía tan mal que no le restaban fuerzas y además era mejor parecer entregado
que hacerse el valiente porque quizás así lo dejarían en paz pronto. Esperaba
le cubrieran el rostro para impedirle ver al narcotraficante, sin embargo eso
no ocurrió. Las puertas del BMW de asientos de cuero se trabaron y Jaejoong dudó
si mirar o no al sujeto que presentía a su izquierda. Finalmente, la ansiedad
por saber fue más fuerte que el miedo y giró la cabeza.
Se trataba de
un tipo vestido con un traje tan exclusivo como los de Yunho. Aunque tenía
apariencia joven, su cabello era entrecano y en su rostro despuntaban algunas líneas
de expresión. Supo que era judío. Muy extraño, para ser
un mafioso.
—No tengo más
que estos veinte pesos que pensaba usar para comprarme un remedio para las
anginas —dijo Jaejoong con pesar. Se le notaba en la voz que estaba enfermo,
que ya no aguantaba más. Alzó el billete y se lo enseñó—. Todo lo que Lee le
haya dicho es mentira. No tengo un novio rico ni puedo pagar sus deudas.
Lamento que se haya tomado tantas molestias conmigo.
Choi Siwon alzó
sus pobladas cejas entrecanas y se cruzó de brazos. Su chofer ya hacía andar el
automóvil. Estiró un brazo y golpeó la ventana de madera que los separaba.
— Para primero en
una farmacia —dijo cuando esta se abrió.
Yunho no dejaba
de pensar en Jaejoong. Aunque un cliente había llegado con una buena propuesta
a primera hora de la mañana, él no había prestado demasiada atención. Era consciente
de que Jaejoong tenía todo el derecho del mundo de dejarlo si él no podía
decirle que lo amaba. ¡Tenía razón, por Dios, pero deseaba retenerlo a su lado
así, en el silencio, sin que Jaejoong esperara nada a cambio! ¿Por qué los
hombres como Jaejoong no podían vivir sin que su pareja les dijera que los
amaba? ¿Por qué él no podía decirlo?
A mucha gente
le era fácil fingir, se decían «te amo» como «llueve» o «hace frío», aunque eso
no les despertara un solo sentimiento. Qué sencillo hubiera sido poder hacer lo
mismo con Jaejoong, pero él no era capaz. Las palabras no abandonaban su boca
si no echaban raíces en su alma. Además, Jaejoong se habría dado cuenta de que
mentía y de todos modos lo habría abandonado, porque Jaejoong tampoco era de
esas tantas personas capaces de fingir toda la vida por conformismo. ¿Acaso lo
era él? No, con Jaejoong no.
Podía dejar pasar
un tiempo y luego intentar volver con Jaejoong. Sí, eso sería apropiado para
que los dos ordenaran sus emociones.
Mientras él se
debatía entre desarrollar ese interesante proyecto que acababan de ofrecerle y sus alborotados sentimientos, Bin abrió la puerta de
la oficina sin golpear y avanzó hasta su escritorio. Yunho alzó la cabeza de
inmediato. Su secretaria lucía preocupada al momento de asentar un sobre de
papel madera sobre su escritorio.
—Responde la
línea uno y abre ese sobre —indicó.
Yunho no estaba
de ánimo para hablar con clientes demandantes ni para soportar resultados de
inspecciones.
—Ahora no puedo
—respondió falto de ánimo—. ¿Es muy urgente?
—Te hablan sobre el proyecto, desde ya sabes dónde —respondió la mujer—. Responde su llamado antes de ver eso
—señaló el sobre—. Y permanece tranquilo, estas cosas pasan.
Bin salió por
donde había entrado antes de que Yunho respondiera el llamado.
—Los japoneses
se bajaron del proyecto, Yunho — indicó la voz del otro lado de la línea—. ¿Ya
viste el sobre? —por el silencio, dedujo que no—. Ábrelo. Y no desesperes.
— ¿Me viste
alguna vez desesperado? —replicó Yunho con cierta gracia.
—Supongo que
esta será la primera vez.
Dentro del
sobre halló una revista de diseño en la que su asistente en Japón había
señalado una página con un marcador. Yunho abrió donde se especificaba y leyó
el título de la nota con discreta inquietud.
«Una empresa
que resiste a todo», leyó. El copete rezaba: «Constructora Choi lanzará al
mercado un nuevo y revolucionario sistema constructivo».
—Hijo de puta
—masculló Yunho —. No quiero pensar que es el mío.
—Se nos
adelantó, Yunho —exclamó la voz en el teléfono—. Y los japoneses ya no quieren
invertir en algo que les traerá pérdidas.
Yunho no se
dejó avasallar por la información. A pesar del creciente odio que experimentaba
por Choi, serenó sus ánimos y suspiró.
—Está bien —replicó—. Ya se me ocurrirá algo. Tú sigue como veníamos hasta ahora,
no detengas nada.
Incluso antes
de cortar la comunicación, Yunho sintió que su teléfono celular vibraba en su
saco. Pocas personas tenían acceso a ese número: Yoochun, Bin, Heechul y Jaejoong.
Pensando que era Jaejoong, lo extrajo del bolsillo y miró la pantalla. Número
restringido. Podía ser Jaejoong desde un teléfono público o desde uno prestado.
Atendió sin dudarlo.
—Para este
momento ya deben haberte llegado las buenas noticias —dijo la reconocible voz
de Choi Siwon del otro lado de la línea—. Quiero que sepas que como tú jodiste
a mi hijo y a mi esposo, del mismo modo yo jodo tus negocios y a tu novio. Si
todavía tienes dudas, puedes venir al Hyatt. Estaré entrando con él en… —miró
su reloj pulsera— quince minutos.
Yunho se quedó
helado, con las palabras atragantadas. Antes de
ser tu esposo era el mío, pensó en relación con Heechul, tú me lo quitaste
primero, ahora asume las consecuencias. Pero en lugar
de eso, si tenía que elegir una sola cosa para hacerle saber a su enemigo antes
de que el llamado acabase, era que no se atreviera a meterse con Jaejoong. Eso
fue lo que le salió del corazón.
—Si pones un
solo dedo encima a Jaejoong…
Choi cortó. No
le dio tiempo siquiera a entender qué era ese misterioso «setenta y cuatro» que
le pareció escuchar detrás de la voz del hombre cuando le hablaba.
Siwon alzó su
número con el celular todavía en la otra mano y se acercó a la empleada de la
farmacia, sorteando el tumulto de gente que se agolpaba frente al mostrador.
Antes de subir
otra vez al coche, preguntó al chofer si Jaejoong había traído problemas, pero
este le dijo que no, que él no había intentado romper las puertas trabadas o golpear
las ventanillas para que alguien lo ayudara desde el exterior. Parecía tomarse
las cosas con una calma que asustaba. Al parecer ya se había dado cuenta de que
él no era peligroso y de que no venían a cobrarle ninguna deuda, como había
dejado notar al principio.
Siwon no pudo
con su genio y sintió lástima. Pensó que el novio de un hijo de puta como Jung
Yunho viviría en un palacete y que sería tan o más perverso que su propio esposo,
pero a cambio se había encontrado con un modisto que habitaba un barrio humilde
y peligroso, tanto como para que se pensara que lo estaban secuestrando unos
mafiosos.
En el interior
del auto, Jaejoong esperaba.
—Usted no viene
por Lee, ¿cierto? —interrogó al verlo ocupar su asiento.
—En absoluto
—replicó Siwon amablemente—. No tengo idea de quién es Lee, ni siquiera lo
conozco.
—No se preocupe
—respondió Jaejoong —, no se pierde nada. — Siwon rió. La actitud relajada del
hombre consiguió ablandar un poco más a Jaejoong, que ya se había serenado cuando
su secuestrador bajó a la farmacia para comprarle las medicinas en persona y
encima no aceptó sus veinte pesos a cambio.
Siwon sintió
lastima de arruinar la relación de Jung con ese muchachito. No por ese pedazo
de ególatra desalmado» sino por él. Aunque, por otra parte estaba seguro de que
le hacía un favor. Cualquiera que estaba cerca de Jung era víctima de su
egocentrismo. Eso lo impulsó a seguir adelante y no llevarlo al hospital o a su
casa.
— ¿A dónde nos
dirigimos? —interrogó Jaejoong a continuación.
—A un hotel —Siwon
percibió la alarma en el muchacho porque encogió las piernas, por eso se
apresuró a reponer—. No se preocupe, soy casado.
Jaejoong enarcó
las cejas.
—No creo que
esa sea una garantía de nada —replicó.
—Para mí sí.
— ¿Y qué le
hace pensar que voy a entrar a un hotel con usted? —preguntó Jaejoong con toda
razón. Siwon suspiró. Se lo notaba abatido, triste, melancólico.
—Que su novio
lo engaña con mi esposo, quizás — respondió.
Jaejoong bajó
la mirada. Yunho no lo engañaba, no, él le había dicho que le era sexualmente
fiel hasta la muerte mientras permanecieran juntos. Hacía apenas unas horas que
lo había dejado, ¿podía acaso haberse acostado con un hombre casado y que su
esposo se diera cuenta y armara toda esa trastada para él en tan poco tiempo?
Era imposible. Yunho tenía que haberse acostado con ese hombre mucho antes de
que él lo dejara, quizás antes de ser su novio. Pero si había dejado de ver al
hombre de ese que ahora le parecía un pobre hombre destrozado por el amor no correspondido
que sentía por su esposo, ¿qué sentido tendría que el marido tratara de darle
una lección llevándose a su novio a un hotel?
Jaejoong sintió
asco por Yunho y pena por ese sujeto que pretendía asociarse a él por despecho
y por desesperación. Lo primero que pensó fue en negarse a la oferta porque a
pesar de todo, amaba a ese déspota que había sido su novio y no quería hacerle
daño, ni siquiera en su orgullo machista, pero dudó. Dudó porque quería deshacerse
de él cuanto antes, arrancarlo de su corazón y darle una lección por todas las
vidas que con su accionar Yunho había arruinado, como la de ese sujeto que se
presentaba ante él ahora.
— ¿Con quién
tengo el gusto? —preguntó alzando una ceja. El hombre extendió una mano.
—Oh, lo
lamento, qué descortés que soy —se disculpó —. Choi Siwon.
Jaejoong sonrió
y estrechó la mano que él le ofrecía.
—Kim Jaejoong —se
presentó.
—Sí… lo sé
—dijo él—. No puedo creer que teniendo a su lado a un hombre como usted el
idiota de Jung todavía insistiera en acostarse con el mío —Siwon percibió el dolor
que sus palabras provocaban en Jaejoong, por eso calló —. Discúlpeme de nuevo,
joven Kim —expresó respetuoso—, pero él no merece su amor ni su pena.
— ¿Y su esposo
sí merece la suya?—replicó Jaejoong.
Siwon suspiro.
—Tampoco.
—Entonces
comprenderá que nada se puede hacer contra los sentimientos —repuso él con
serena resignación—. Uno lucha y lucha pero ahí están, nos carcomen el alma y
el cerebro.
Siwon asintió.
— ¿Qué dice, joven
Kim? —Indagó una vez que el coche se había detenido en la puerta del hotel—.
¿Acepta que pasemos unas dos horas conversando en un cuarto de hotel? No
tenemos que hablar de esta situación, podemos conversar acerca de la vida, de
lo que nos guste.
Jaejoong
suspiró, indeciso. Pensaba que Yunho se sentiría herido si sabía que él se
había internado en un hotel con otro hombre, lo cual sin dudas ocurriría. De lo
contrario, ¿para qué querría ese sujeto entrar con él al hotel y pasar allí dos
horas, lo que pudiera durar una aventura? Era consciente de que Yunho pasaría a
verlo como a un trepador, como a los demás amantes que había tenido, y que eso
destrozaría su imagen. ¿Qué importancia tenia?, pensó. Yunho no lo amaba y si
lo veía entrar a un hotel con otro hombre solo sufriría en su orgullo, no en
sus sentimientos. Aun así, no resultaba suficiente. No quería herir a Yunho ni
en su orgullo ni en ninguna otra forma posible, de modo que haría lo que el tal
Choi le pedía solo por una razón valedera.
—Y dígame,
señor Choi. ¿Cree que esto podrá retener a su esposo a su lado? Porque si lo
hace solo por vengarse de Yunho…
—No —replicó él
antes de que Jaejoong pudiera terminar la idea que expresaba. Bajó la mirada
para confesar lo demás —. Si le dijera que aun con lo perverso que él es yo lo amo…
usted… ¿me creería?
¿Cómo no
creerle, si a él le ocurría lo mismo? El sentirse identificado con ese hombre
lo impulsó a tomarle la mano.
—Entonces lo
hacemos —consintió.
Yunho merecía
una lección, pensó Jaejoong. No podía andar por la vida de la gente destrozando
matrimonios como si fueran piezas de ajedrez. Sabía que elegía bien a sus
amantes y según las palabras del tal Choi Siwon, su esposo era merecedor de un
patán como Jung, sin embargo, había un hombre detrás, un hombre que sufría por
el engaño de su esposo tanto como él por el desamor de Yunho.
Yunho vio a los
ocupantes del vehículo porque la luz del sol los traslucía a través del vidrio
polarizado. Apretó el volante tratando de sofocar el dolor que lo iba ahogando
y esperó. Podía no ser Jaejoong, podía ser un hombre parecido, porque Jaejoong jamás
lo engañaría con su peor enemigo.
Los vio
descender del auto. Siwon rodeó la cintura de quien lo acompañaba. No cabía
duda: era él, con su negro cabello meciéndose con el viento, con las delicadas prendas
que confeccionaba rozando la mano de otro hombre, el peor con el que podía
haberlo engañado.
¿Cómo era
posible que todos los hombres que le importaban acabaran engañándolo con Choi
Siwon? ¿Por qué él no merecía más que traición y desprecio? No valía la pena
comportarse bien con los hombres porque todos eran iguales. Todos eran como
Heechul y Jaejoong.
Reparó en la
bolsa de la farmacia, en las figuras que de espaldas se escurrían por la
entrada del Hyatt. Se quedó allí, agazapado en su coche, hasta pasados al menos
diez minutos de que entraran al hotel.
Quería
asegurarse de que no se trataba de una entrada y salida ficticia, aunque lo
dudaba. ¿Por qué podía Jaejoong hacer algo como eso? Jaejoong lo había engañado
sin pudor y sin lástima, tal como había hecho Heechul. Ahora comprendía por qué
la distancia repentina, por qué la ausencia de explicaciones, y comprendió que
lo hubiera matado para que no lo abandonase, que moriría al no ser capaz de
matarlo.
En la
habitación del hotel la cama estaba hecha y jamás se desarmó. Jaejoong y Siwon se
sentaron a una mesa donde había fruta y champán, pero aunque el hombre sirvió ambas
copas, ninguno de los dos bebió. Pasaron un rato así, en silencio, hasta que
decidieron hablar al unísono. La coincidencia los hizo reír.
—Usted primero
—le dijo él.
—Le cedo el
honor —replicó Jaejoong con la misma amabilidad.
—Usted primero
—bromeó el hombre. Él asintió agradecido.
— ¿Cómo lo
descubrió? —preguntó entonces.
— ¿Qué cosa?
—Lo de su
esposo.
Siwon pareció
triste. Suspiro, miró el cielorraso echando la cabeza atrás y después volvió a
mirar a Jaejoong.
—No lo descubrí,
pero lo sé —contestó. Tenía los ojos cansados.
—No entiendo.
Si no lo descubrió, ¿qué le hace pensar que es el amante de Yunho?
Ahora ambos
lucían preocupados, taciturnos, asociados por una misma causa: el amor a un ser
indiferente a ellos.
—Si se lo
dijera, Jaejoong, moriría —replicó él—. Usted está enamorado de Jung, se nota
en su mirada cuando algo hace referencia a él.
Jaejoong disintió.
—Que esté
enamorado no significa que no tenga bien en claro quién es Yunho —replicó. Siwon
enarcó las cejas.
— ¿Y quién es Yunho?
—indagó.
—Un hombre
atado a su pasado —explicó él con sinceridad—. Conserva fotografías de su ex
esposo en su departamento, eso debería dejarlo tranquilo respecto del suyo. Yunho
no tiene ojos para nadie más que su ex esposo — bajó la mirada—. Por su ex él
no tiene corazón siquiera para mí.
Jaejoong no
tenía idea de la destrucción moral que sus palabras producían en el hombre, que
no pensaba decirle que el ex esposo de Yunho al que él se refería no era más
que su propio esposo. Nada de ese dolor se evidenció en sus facciones
contraídas.
— ¿Y quién es Yunho
para usted? —interrogó Jaejoong a continuación.
—Un idiota
—replicó él devolviéndole la honestidad —. No puedo entender cómo teniendo a un
hombre como usted insiste con el mío, que es malo y egoísta; perverso como pocos.
—Le agradezco
la cortesía —respondió Jaejoong con una sonrisa—. Permítame decirle que su
esposo también es un idiota. Desperdiciar el amor de un hombre como usted…
—Heechul es lo
más lejano a un idiota —repuso él.
—No, además de
idiota es… —Jaejoong se interrumpió. No quería herir a Siwon todavía más.
Decirle que su hombre era un puto habría sido lo mismo que decir que Yunho era
un pervertido.
— ¿Qué es?
—interrogó el hombre, pero Jaejoong no se atrevió a responder.
—Olvídelo,
señor Choi —pidió—. Ahora dígame eso que iba a decirme cuando me cedió el turno
de habla.
Siwon sonrió
con pesar.
—Iba a ofrecerle
un vaso de agua para que pueda tomar los remedios. Espero haber comprado lo que
corresponde para la fiebre y para las anginas.
Jaejoong le
devolvió la sonrisa.
—Se lo
agradezco.
Las dos horas
se extendieron porque se sentaron uno a cada lado de la cama, encendieron el
televisor y vieron juntos Cumbres borrascosas en su versión de 1939. Coincidieron
en que ambos eran expertos conocedores de esa película y gracias a ello
pudieron discutir escenas y hacer comentarios respecto de la trama sin rozarse un
cabello y casi sin siquiera arrugar el cobertor.
Acabada la
sesión de cine, Siwon llevó a Jaejoong hasta su casa y lo despidió en el
interior del auto.
— ¡Cómo Jung puede
no amar a un ángel como tú! —exclamó el hombre tomándole las manos.
—Del mismo modo
que usted no podría —replicó él con pesar—, porque ama a otro. No se preocupe,
señor Choi, estoy seguro de que su esposo comprobará que Yunho apenas tiene
corazón para su ex esposo y regresará a sus brazos. Se lo garantizo.
Siwon suspiró.
De cumplirse lo que Jaejoong presagiaba, ambos perderían a sus personas amadas,
pero no se lo dijo por piedad o por temor.
Se despidieron
y Jaejoong entró a su departamento. Por suerte no había rastros de Lee.
Repuesto momentáneamente gracias a la medicación que Choi Siwon le había
comprado, se sentó delante de la máquina de coser y siguió trabajando para
intentar cobrar algo más que los veinte pesos que tenía. Mientras daba puntadas
recordaba el encuentro que habían mantenido. Se sentía orgulloso de lo adulto
que había sido respecto del dolor de jamás tener a Yunho y de su solidaridad
con aquel hombre que tan bien lo había tratado. Casi tanto como lo trataba el
que Jaejoong amaría hasta que sus fuerzas se lo permitiesen.
* * *
Yunho trabajó
encerrado en su oficina hasta tarde. Parecía una máquina imparable y Bin
pensaba que se debía al disgusto que se había llevado con su proyecto secreto.
Era un lunes abrumador en el que se había dado cuenta de que su confianza había
sido traicionada por segunda vez en su vida. Choi también le había robado su
proyecto, pero de un enemigo era lo esperado, incluso podía esperarlo de
Heechul, en cambio de Jaejoong…
Trató de
concentrarse en el proyecto, que le otorgaría
mayor riqueza y renombre. Era un buen salto para su compañía y para su
apellido. Desconectó el teléfono y pidió a Bin que no
lo interrumpiera por nada del mundo. Trazó dibujos a mano alzada probando si
sus ideas eran lo suficientemente buenas como para aceptar el proyecto, pero
nada lo conformaba. Cuando acabó dándose por vencido, lo rodeaba un cúmulo de
papeles abollados alrededor de su silla. Anochecía y ni siquiera se había
molestado en cerrar las cortinas del ventanal. Un ventanal más grande que el
que su padre tenía detrás cuando él lo visitaba en su oficina, por el que se
podía ver media ciudad.
Jaejoong… Jaejoong
lo había traicionado de un modo mucho más cruel que Heechul. Lo había estafado,
porque cuando Heechul se había ido con Choi, este solo era su competencia, en
cambio ahora era su enemigo. Preso de ese rencor, corrió al bar.
Aunque pasó
varios semáforos en rojo, como si su vida no valiera nada, el camino se le hizo
interminable. Tenía entre manos las graves pérdidas económicas producidas por
el robo de su invento y quizás Jaejoong había colaborado también con eso. Sin
embargo, ese problema le importaba muy poco frente al vacío espiritual que
volvía a abrirse en su interior al saber que Jaejoong era el amante de quien le
había robado a su esposo, que todo había terminado, y que cada vez que confiaba
el alma a alguien acababa herido.
En el bar
eligió un rincón oscuro y oculto de miradas indiscretas, pero desde donde la
música sonaba a volumen muy alto y podía ver el salón y la puerta de entrada.
— ¡Señor Jung!
—Exclamó el camarero acercándole un menú—. Tanto tiempo.
—No hace falta
—lo rechazó él—. Empiezo con un whisky doble.
Tal como
anunció, Yunho comenzó con un whisky doble, pero conforme fueron pasando las
horas, una variada cantidad de tragos desfiló por sus manos y por su boca. Escudriñó
largo rato a los hombres del salón. Algunos lo miraban, otros se hacían los
interesantes, pero ninguno lo conformaba. A las dos de la madrugada, hizo un
llamado telefónico.
— ¡Señor Jung!
—Replicó la voz en el teléfono—. Tanto tiempo sin saber de usted.
—Quiero que me
envíes un hombre al bar —la voz de Yunho sonaba distorsionada por el dolor y la
bebida que había consumido, más de lo que podía soportar—. Pero escúchame bien
—ordenó—. Tiene que ser pelinegro, preferentemente lo quiero de ojos negros.
No, tiene que tener los ojos negros. Delgado y blanco. Muy blanco. También
vestido de blanco.
—Sí, creo que
puedo cumplir con eso —indicó el regente del prostíbulo de categoría al que Yunho
llamaba cada tanto.
—Lo quiero
dulce e inocente —siguió diciendo Yunho —. Delicado, cándido y joven.
—Un ángel
—bromeó el otro.
—Un puto
—repuso él con el tono áspero de los desengañados. No había ángeles entre los hombres.
No había hombres después de Jaejoong.
Cortó. Como su
mente continuaba pensando en Jaejoong, y el dolor, en lugar de desaparecer, se
hacía cada vez más fuerte, pidió otros dos tragos hasta que el mareo y las náuseas
lo dejaron con la frente apoyada en una mano y el codo sobre la rodilla. Pasó un
rato así, internado en su propio mundo, hasta que presintió algo. Entonces se
irguió despacio, como se movía desde que estaba ebrio, y en ese instante un
estridente color rojo lo cegó. Su mirada se encontró con Heechul, que le
sonreía de piernas cruzadas, sentado en la mesa ratona.
—Sabía que te
encontraría en este bar —dijo con gesto triunfal.
— ¿Qué haces aquí?
—le preguntó él con voz áspera.
—Ah, vine a
reconstruir mi tabique nasal —replicó él con desdén—. ¿O te refieres al bar?
—Ya dijiste qué
venías a hacer al bar.
— ¿Y qué dije, Yunho?
—interrogó él cual maestro de escuela seduciéndolo.
—Que viniste a
buscarme —arriesgó él. Heechul negó con el dedo a la vez que chasqueaba la
lengua y movía la cabeza en gesto negativo.
—Que supiera
que te encontraría aquí no quiere decir que haya venido por ti —se le rió en la
cara—. ¡Ay, Yunho! Cambiaste, sí, por un momento creí que mucho, pero en el
fondo eres el mismo de siempre —se acercó a su boca —. Un niño. Pero me gustas.
¡Dios, me gustas mucho!
Aturdido como
estaba, Yunho apretó las mejillas de Heechul entre los dedos hasta arrugarle la
boca y le asestó un beso sobre los dientes. Inundó la cavidad de Heechul con su lengua húmeda de alcohol y de lágrimas
que no dejaba caer, que le oprimían el pecho como dagas, pero siempre a escondidas.
Heechul respondió al beso con pasión y desenfreno. Así le gustaba Yunho, mucho
más que antes. Así era como a Heechul le divertía.
De pronto Yunho lo
soltó. Giró la cabeza bruscamente y vomitó. Heechul hizo una mueca de asco,
pero no se movió de la mesa ratona que le servía como asiento. Un pelinegro vestido
con un pantalón blanco y una remera roja se les acercó.
— ¿Señor J?
—preguntó. Yunho alzó la cabeza y estudió al prostituto con desencanto.
—Dije que lo
quería vestido de blanco —espetó.
—Tengo la ropa interior al
tono —indicó el muchacho con voz libidinosa. Heechul soltó una sonora carcajada
que sobrepasó el nivel de la música, que en ese momento estallaba al ritmo de Insomnia.
Yunho comprobó
que ni siquiera con dinero podía comprar una belleza pura y digna como la de Jaejoong.
Observó que el muchacho se sentaba a su lado en el sillón, y de haber podido se
habría alejado de él como de un fantasma.
—Así que vamos
a hacer un trío —comentó el chico viendo a Heechul —. Eso no me lo avisaron.
— ¿Cómo crees?
—se burló el otro con el tono más despectivo que encontró a su alcance. ¡Venir
a confundirlo con otro prostituto!
—Besame —ordenó
Yunho. El joven, obediente, le hizo el gusto. Para eso lo habían contratado.
Una vez que se separaron, se pasó las manos por los labios.
—Qué gusto raro
—masculló—. ¿Qué es?
—Un nuevo licor
—respondió Yunho sin hacer referencia al vómito. Heechul soltó otra carcajada.
Con esa maldad, inusual en él, Yunho le pareció mucho más atractivo que nunca.
Media hora
después, él tuvo al pelinegro en el cuarto del hotel y solo se preocupó por
arrojarlo sobre la cama. Resultaba evidente que había bebido de más, pero el
chico, acostumbrado a su labor, permaneció en su lugar. Yunho se quitó el saco
del traje y lo arrojó sobre una silla. Después se estableció sobre el cuerpo
delgado y pálido del prostituto, tan distinto del que había perdido. Comenzó
por besarle el cuello y mientras hacía eso le presionó con fuerza un pezón. El
chico emitió un suave quejido. El aflojó la mano. Podía controlar su odio, se
dijo. Tenía que hacerlo, el joven no era culpable de nada.
Todo se
descontroló cuando el chico le introdujo los dedos dentro del pantalón y
pretendió manipular sus genitales. Que quisiera masturbarlo rompió con la fantasía
que Yunho pretendía crear en su mente turbada, entonces lo odió. No era cándido
ni inexperto, era un puto. Él había dicho la palabra al teléfono, pero
claramente había pedido todo lo contrario. ¿Qué pretendía que le enviaran de un
centro de consortes?
Se apartó de él
violentamente.
— ¿Qué haces?
—lo regañó—. Dije que te quería inexperto.
—Puedo ser lo
que quieras —intentó conformarlo él, pero Yunho no se dejó engañar.
—No —dijo—. Esa
actitud también es de puto — masculló y se puso de pie tambaleándose. El chico
rió—. ¿De qué te ríes? —le gritó él—. ¡Contesta! —el chico lució confundido.
Frunció el ceño, temeroso. A Yunho no le importó, tampoco se había dado cuenta
del efecto que causaba en el muchacho—. ¿Qué eres, el más barato?
Ofendido, el
chico se puso de pie y recogió su ropa. El cliente se había puesto violento y
temía que la cosa se complicara.
—Estás loco —le
espetó con ira contenida.
— ¿Y tú? —Le
preguntó él dejándose caer sentado sobre la orilla de la cama—. ¿Te gusta
hacerlo con cualquiera? ¿Te crees bonito por eso? ¿Te crees hombre?
— ¡Soy un
hombre, hijo de puta! —bramó él colocándose torpemente los pantalones. Yunho soltó
una carcajada de esas que siempre se le escapaban a Heechul.
—Tú eres un puto
—replicó con voz poderosa—. Puto. Y no vales nada. Te usan y te desechan como a
un preservativo. ¿Te gusta sentirte eso, una basura?
—Vete a la
mierda —lo insultó él antes de salir por la puerta lo más rápido que pudo.
Yunho lo vio
desaparecer, vio la puerta cerrarse con un golpe seco y los recuerdos volver.
No había modo de arrancarlos de su mente, no existía medio para desterrarlos de
su corazón.
Se miró las
manos sudorosas. Temblaban al igual que sus labios; los ojos enrojecidos,
cansados de contener el llanto. Tragó con fuerza el nudo que se le había
formado en la garganta y descubrió que le costaba respirar.
—Perdón
—susurró sabiéndose un monstruo, aunque era consciente de que el prostituto ya
no lo oía—. Perdóname, por favor… Tú no tienes la culpa.
Con buena
suerte consiguió llegar a la recepción del hotel y hablar al recepcionista.
—Encuentre a
alguien que me lleve a casa, por favor — pidió.
Entró a su
departamento a los tumbos. Al pasar junto a la barra del living, recogió la
botella de vodka y se internó en su habitación.
Bin lo
presentía. Le bastó abrir la puerta del departamento de Yunho para sentir el
olor a encierro que impregnaba la casa y el calor del verano anclado en las
paredes. El sol se filtraba por las
ventanas cerradas, por eso todo estaba en penumbras. El olor y la temperatura
se hacían insoportables, crecían a medida que avanzaba hacia el cuarto.
Tal como había
pensado, allí estaba Yunho, tendido en la cama. El aire acondicionado no estaba
encendido, sin embargo se había cubierto con las sábanas, la frazada y el cobertor
de invierno hasta pasar la cabeza, como un cadáver en el infierno. El calor
resultaba agobiante, él lo producía. Bin se sentó a su lado, sabía que estaba
despierto.
— ¿Estás
enfermo? —preguntó, aunque conocía la respuesta. Él nunca se enfermaba—. ¿Por
qué no fuiste a trabajar? Plantaste a un cliente. Gracias a Dios el viejo te
adora y esperaría por ti hasta el fin del mundo —no obtenía respuesta—. Yunho
—intentó descubrirle el rostro, pero él sujetaba con fuerza su escondite—.
¿Estás enfermo? Háblame, por favor.
Bin fingió que
se había cansado de tironear de las frazadas y aflojó la tensión. Al percibir
que Yunho había hecho lo mismo del otro lado, jaló con fuerza y lo descubrió
bañado en lágrimas, acurrucado como un niño, tembloroso y destruido. Al verlo
así el corazón se le anudó, la pena le estrujó la garganta.
— ¿Qué pasa,
hijito? —le preguntó con infinita ternura al tiempo que le acariciaba el
cabello corto. Yunho lloraba hundido en un mundo de pesares, en su verdadero
mundo, tal como una vez lo había visto llorar por su madre—. Dime lo que te
pasa, por favor —suplicó.
—Vete, Bin
—respondió él. Casi no parecía su voz.
—No, no me
pienso ir hasta que me digas qué te tiene así hoy.
—Quiero estar
como siempre —pidió él—. Solo.
— ¿Te sientes
solo? —interrogó ella—. Sé que no soy mucho, pero estoy aquí, contigo.
—No me quieren,
Bin —se quejó él—. Ni siquiera él me quiere.
— ¿Él? ¿Heechul?
—Por la inmovilidad de Yunho, Bin supo de inmediato que el problema no era ese
hombre, entonces arriesgó—: ¿Jaejoong?
Yunho no fue
consciente de que se largó a llorar todavía con mayor vigor. Extendió un brazo
hacia el costado de la cama y pretendió asir la botella de vodka que había
dejado allí, pero Bin se lo impidió.
—Te quiere, Yunho
—afirmó—. Yo sé que te quiere —él insistía para tomar la botella—. ¡Deja eso,
por favor!
Yunho apartó a
la mujer con suavidad pero con determinación y se sentó en el borde de la cama.
Estaba en calzoncillos, hasta parecía temblar de frío cuando allí hacía un
calor de mil demonios. Se cubrió el rostro con las manos.
— ¡Él me robó
otra vez! —Gritó antes de volver a hablar en susurros—. No puedo contra él como
no puedo contra nadie. Ellos lo prefieren, ellos me rechazan.
— ¿De qué estás
hablando, mi cielo?
— ¡De Choi!
Bin soltó una
risa suave y amarga.
— ¡Ah, Yunho!
—exclamó—. Dudo mucho que Jaejoong pueda engañarte con Choi como lo hizo Heechul.
¿De dónde sacaste eso?
—Los vi…
—masculló él—. Los vi con mis propios ojos. — Bin enarcó las cejas.
—Sería un tonto
si hiciera algo así.
—Es mi culpa
—aseguró él.
— ¿Tu culpa? —Repitió
la mujer—. ¿Por qué podría ser tu culpa?
— ¡Porque soy
un mediocre, por eso! —afirmó—. Porque no soy nada, porque no sé dar amor…
— ¿Qué dices?
—lo regañó ella con una mano sobre su hombro. Sentía tanto dolor por Yunho que
podía echarse a llorar también—. Nunca vi a alguien amar tanto como a ti.
—Soy un
mediocre, Bin —repitió él tratando de respirar —. Mediocre para estudiar,
mediocre para trabajar, mediocre para vivir…
—Estás loco,
¿lo sabías? —le espetó la mujer, enérgica —. ¿No ves todo lo que conseguiste,
todo lo que es tuyo?
Yunho se pasó
el transpirado dorso de la mano por la nariz y volvió a dejarla caer sobre su
pierna como una parte muerta de su cuerpo.
—No tengo nada…
—lloró—. Yo no soy nadie…
—Eso no es
verdad —lo corrigió Bin—. Y todo lo hiciste con tus propias manos, con tu
inteligencia y tu fuerza de espíritu.
—No soy nada
—se lamentó él—. No sé hacer nada bien.
—Eso no es
cierto —insistió ella—. Todos estamos tan orgullosos de ti…
Yunho alzó una
ceja casi sin fuerzas, sin esperanzas.
— ¿Y quiénes
son todos? —ironizó al tiempo que levantaba la cabeza. Su mirada causó
escalofríos a Bin. Él tenía los iris castaños oscuros por el llanto, el rostro
mojado de sudor y agua que resbalaba de sus hermosos ojos, se deslizaba por sus
mejillas y acababa en el vacío—. ¿Tú? ¿Mi mamá? ¡Mi mamá! —Exclamó al tiempo
que volvía a esconder el rostro entre las manos—. ¡Quiero a mi mamá, Bin!
¡Quiero a mi mamá conmigo! ¡Lo que daría por poder abrazarla! ¿Por qué me dejó
solo? ¿Por qué le hice tanto daño?
Bin lo estrechó
entre los brazos como al hijo que jamás había tenido. Lo besó en la cabeza y lo
protegió con su amor hasta que sintió que podía hablar sin estallar en llanto.
—No digas que
le hiciste daño —reclamó llena de dolor. A ella también le costaba recordar a
su amiga sin sufrir su falta—. Fuiste la felicidad de su vida y mereces encontrar
la tuya, porque eres hermoso. No sabes lo bien que tu madre me hablaba de ti.
Te amaba y por eso sé que sanará tu alma desde dondequiera que esté. Fuiste un
hijo excepcional y tienes el corazón más grande y sensible que yo jamás haya
visto.
Hacía mucho
tiempo que Bin no lo encontraba tan deprimido. Aunque solía tener altibajos
anímicos y episodios de llanto, la última vez que lo había visto en tanto desconsuelo
había sido cuando su madre había muerto. Porque cuando Yunho sufría, se
acordaba de todas sus penas juntas.
A eso de las
dos de la tarde logró convencerlo de que dejara la cama y se sentara a la mesa
de la cocina. Le preparó un sándwich, pero él no probó bocado. Le partía el alma
verlo allí sentado, con la mirada enrojecida y extraviada en la mesa, el bello
rostro cubierto de una tristeza profunda e inagotable.
—Ni siquiera él
me quiere —comentó en susurros. Bin, de pie con la cola apoyada en la orilla de
la mesada y los brazos cruzados delante del pecho, supo que ahora Yunho pensaba
en Kyung.
—Te quiere, Yunho
—replicó—. A su manera, pero te quiere.
— ¡Qué manera
de querer! —ironizó él. Después la miró—. ¿Será que yo también solo sé querer
así?
—Tú no eres
como él —intentó convencerlo la mujer —. En relación con Kyung, tienes que
pensar que no todos tienen la misma capacidad de querer.
—No es
casualidad que nadie tenga esa capacidad para quererme a mí.
—Yo te amo, Yunho
—respondió Bin, casi molesta por la negación de Yunho—. Yoochun te quiere, tus
alumnos te admiran, todos te quieren. Tu madre te amó.
Él alzó un dedo
y dejó de mirarla.
—No es lo mismo
admirar que querer, ni querer que amar —repuso antes de humedecerse los labios enrojecidos—.
Es mi propio padre y no me quiere.
— ¿Y porque él
supuestamente no te quiere nadie puede hacerlo?
—Yo no tengo la
capacidad de hacerme querer.
— ¡Ah, Yunho!
—reclamó ella con ímpetu y se acercó a la mesa, donde apoyó ambas manos para
hablarle cara a cara
—. ¿Piensas que
yo no te quiero?
—No.
— ¿Entonces?
Yunho tragó con
fuerza. La miró. Los ojos cargados de largas y gruesas pestañas volvieron a
llenársele de lágrimas.
—Pienso que
algún día también me vas a faltar tú — dijo—. Y entonces me quedaré todavía más
solo.
El corazón de Bin
volvió a estrujarse, le humedeció los ojos y la impulsó a abrazarlo. Él se
prendió a la cadera de la mujer para ocultar su rostro mojado.
—Siempre habrá
alguien para quererte, Yunho, siempre —le prometió Bin.
—Si yo no puedo
amar, ¿cómo alguien puede amarme a mí? Solo mi madre y tú… ni siquiera yo mismo
me quiero.
—No digas eso, Yunnie,
yo no soy lo único que tienes. Tienes una vida, ¿te olvidas? Tienes amigos,
clientes, hombres… —Yunho dejó escapar un sonido parecido a una risa de burla.
Bin comprendió lo que él pensaba enseguida—. Ya lo sé, sé que ninguno es el que
quieres, pero no siempre en la vida obtenemos lo que deseamos.
—Yo no obtengo
nada.
—Creo que no
valoras todo lo que has conseguido, que es más de lo que cualquiera se
atrevería a soñar.
— ¡No lo
quiero!
Bin ya lo
sabía. Nada de todo lo que Yunho tenía lo llenaba por completo, ninguna de esas
cosas podía sanar un corazón que venía sufriendo y padeciendo desde que era muy
chiquito. Por eso no pudo responderle más que dándole un beso en la cabeza y
con más caricias.
— ¿Qué hice
mal, Bin? —le preguntó él—. ¿En qué me convertí?
—Este es un
mundo cruel y mucha de la gente que lo habita es perversa, Yunho. Tú no hiciste
nada malo, absolutamente nada. Y eres bueno y hermoso.
Nadie apostaría
jamás que Yunho había pasado el martes en su casa, con la sensación de que
había muerto en vida y con su secretaria como única compañía. Como alguien lo había
visto en el bar, todos pensaron que su noche de juerga le había costado el
martes y él se esforzó porque ese pensamiento se reprodujese. Nadie apostaría
nunca que Yunho, el gracioso, el desenfadado y exitoso empresario, entraba a
veces en esos estados depresivos de los que le demandaba bastante tiempo salir.
Solo Bin conocía esa verdad y las que se ensañaban con él cuando el ruido se debilitaba
y el silencio lo abatía.
¿Quién
soy?, se preguntó antes de quedarse dormido.
Nadie.
Adelanto de capitulo
Con el mismo desenfreno,
acabaron en la habitación del hotel, donde hicieron el amor. Yunho había
adquirido una experiencia extraordinaria; si se la habían dado todos los amantes
que había tenido, Heechul les estaba agradecido. Solo había uno que le
preocupaba, uno al que todavía quería aplastar como a una mosca, y ese era el
costurerito. Presentía que Yunho lo recordaba, no había sido para él como los
otros, aunque tampoco llegaba a significar tanto como él. Por eso dedujo que lo
mejor para conseguir ese objetivo era recuperarlo. Sí, se quedaría con Yunho y
el costurerito los vería felices y juntos en todas las revistas.
Fin de adelanto
Nota: Bajo el rojo sangre de la luna y Nada mas que una noche seran las unicas adaptaciones que seguire aqui, las demas que tengo en proceso seran publicadas en un blog privado, bueno eso es por las dudas que me comentaron...
primero que nada te agrdesco la invitacion a tu blog, muchisimas gracias.
ResponderEliminarsegundo, con respecto al capitulo me parecio muy triste por yunho, espero que no sufra demasiado y se aclaren las cosas. espero heechul no le haga nada malo a jaejoong .... bueno en general me encanta la historia.
atte:
yoomi
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarBueno este capitulo dejo ver la verdadera tristeza que lleva yunho dentro de si , y la inconformidad con respecto a su persona .. esa es la parte que me hizo comprender mejor a yunho .. pero el adelanto me dejo con una daga en el corazón y preguntándome porque yunho se acostó otra vez con heechul ? .. y sabiendo que eso lo hundirá mas ahh (suspiro) .. y con respecto a jae sinceramente no se si decir que hizo lo correcto en ir con siwon .. pero a mi opinión en el contexto creo que esta bien que se aleje de yunho por el momento ... pues si no este no veria realmente cuanto jae le afecta en su vida y aclarase las cosas entre el lugar que heechul ocupa y el lugar que jae ocupa en su vida ... espero que lo haga .... bueno por ultimo como siempre agradeciéndote mucho por dedicarnos ese tiempito para asi actualizar rápido .. y porfis espero una pronta actu (si se que soy impaciente .. pero lo siento es que esta historia me encanta >.<)
ResponderEliminarATTE : misa chan
OMO me encanto este cap!!!! sentí tanta pena por YH que hasta le envie maldicones a JJ por caer redondito ¬¬ ggrr y a Choi también q no se salva, aunq ellos no tienen la culpa, sino es del bastardo de Hechul aishhh, voy a estar al pendiente del sgte cap *----------------* ah gracias por actualizar <3
ResponderEliminarPD: cual es tu otro blog?? -se jala los pelos- aigo por si acaso te dejo mi mail tambien chibi.shivie@gmail.com , te lo agradecería un monton si tambien me invitassss :"3
LOVE YA~
una consulta, la invitación que enviaste solo puede ser usada una vez, después ya no se puede entrara mas a tu blog, la verdad es que no soy de entrar mucho así que como puedo hacer para entrara a tu blog........., por favor quiero leer tus historias gracias
ResponderEliminaryoomi71_90@hotmail.com
De verdad que este capitulo fue triste, leer que yunnie llora
ResponderEliminarjaejoong por que hiciste eso???
en finb espero que todo se arregle, pero estoy segura que heechul tomara ventaja de esta situacion!!!!
Esta adaptacion es muy buena xD
pobre Yunho pero se lo merecia, si tan solo confiara mas en Jaejoong y en que le iba a ser fiel, pero no, ni eso cree verdad, solo cree lo que ven sus ojos se que le esta yendo un tanto mal pero el mismo se lo busca
ResponderEliminarT_T otro capitulo que me hace llorar, pobre Yunho todo lo que le ha pasado solo hizo que se volviera como es, una persona que no sabe como decir y mostrar lo que siente por miedo a que lo dañen. Y esta vez si que me dieron ganas de decirle unas cuantas cosas a Jae por hacerle caso a Choi aun sabiendo que dañaria a Yunho, eso si que estuvo muy mal.
ResponderEliminarOjala que en los proximos capitulos las cosas mejoren...
Lloré..
ResponderEliminarPobre Yunho ...
La confianza en una relación es primordial y me dio coraje q Jae no confiara en la fidelidad de Yunho :(...
Solo espero q Yunho no cometa un error del que se podría arrepentir no otro más que puda dañar a Jae y a él mismo... :(..
pobre yunho...hasta que no se de cuenta que nunca amo a chul nunca podra ser feliz. ni con jae. ni con nadie.
ResponderEliminaryo lo unico que espero es que jae sea feliz. que se olvide de yunho y empiece a ser feliz por cuenta propia...
yunho definitivamente no le conviene es un hombre demasiado dañado que no quiere safarse de su pasado.
gracias por el capitulo
p.d. gracias por avisar y terminar esta adaptacion.
Hola. El problema según yo es que no se dicen las cosas como son, sinceramente, es la comunicación. Jae le hubiera dicho a Yunho sobre la extorsión y la verdadera realidad sobre su familia, el amor es confianza aunque duelan y avergüencen a veces. Y Yunho sobre que lo quiere y quita que lo amara más adelante, y Jae no hubiera hecho eso de irse con Siwon para que lo deje Yunho, que acaso no sabe como es Yunho, además nada más tenía una foto y la destruyo enfrente de el, con eso Jae le hubiera dado un voto de confianza sobre su relación, pero como son tantas cosas es lo malo. Antes odiaba y maldecía a Yunho, pero hoy sufro igual que el por lo que le pasa. Te pido por favor si me puedes invitar a tu blog privado. Gracias. laucamp@live.com.mx
ResponderEliminaryunnie esta sufriendo de nuevo T.T
ResponderEliminartodo por la culpa de siwon no se por que le tiene cóleraa yunho , si el fue quien le quito a heechul de yunho, por lo menos se porto bien con jaejoong
, ese jaejoong también se presto para el juego :(
la señora Bin se porto como una madre con yunho sin ella yunho estaría mucho peor :S yunho no estés triste :S
Mi niño!! Se me partió el corazón, pero por favor!! No hagas una tontería!!!
ResponderEliminarPobre Yunho, no me gusta verlo así ;-; Lo bueno es que Bin estaba ahí para consolarlo, pero él debió de ir a hablar con Jae y no quedarse con su orgullo... ahh debe de darse cuenta que lo ama y no sea tonto de cometer alguna tontería de la que se arrepienta después.
ResponderEliminarGracias por compartir.
PD: Yo soy nueva por aquí y esta es la tercera historia que voy leyendo en tu blog, me gustaría seguir leyendo tus demás adaptaciones y creaciones.
Muchas gracias x esta historia y tu esfuerzo x compartirla, también deseo leer pronto mas casp de "entre hermanos " me quedé con mucha curiosidad gracias
ResponderEliminarMuchas gracias x esta historia y tu esfuerzo x compartirla, también deseo leer pronto mas casp de "entre hermanos " me quedé con mucha curiosidad gracias
ResponderEliminarQue hermosa historia, ya la había leído no siempre comento quizás lo hice al final no me recuerdo pero quiero que sepas que me encanta tu blog y te admiro muchísimo por el tiempo y la dedicación ....gracias
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