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Nada mas que una noche: Capitulo 21

Capítulo 21

YA era lunes. Jaejoong no quería abandonar su casa, pero era consciente de que si no se medicaba, la fiebre iba a seguir subiendo. Se enfermaba demasiado seguido para ser verano, pensó. Sin dudas las necesidades económicas, el trabajo constante y la tristeza por Yunho lo estaban consumiendo más rápido de lo esperado.
Se abrigó más de la cuenta para la época del año en la que se encontraban, recogió el último trabajo que había terminado y salió de su casa rumbo a la de su clienta.
Se secó la nariz con el pañuelo. Como no fue suficiente, sopló, y aun así no pudo respirar con normalidad. Tocó el timbre. La mujer abrió la puerta con gesto adusto. Se hacía evidente que la visita de Jaejoong le molestaba.
—Disculpe —le dijo Jaejoong esforzándose por hablar sin interrumpirse por la falta de aire y el dolor de garganta—. Quedó en pasar a buscar su prenda el sábado y como no vino…
—Iré más tarde —replicó la mujer.
—Es que no puedo esperar hasta más tarde —contestó Jaejoong —. Disculpe, pero por hacer este trabajo que usted me pidió para el sábado dejé de hacer otros, y si no cobro, no puedo comprar una medicación. ¿Será posible que le entregue mi trabajo a cambio del dinero?
La mujer resopló, recogió la bolsa de mal modo y se metió en la casa. Jaejoong suspiró y se abrazó para darse calor. No hacía frío, pero a él le parecía que estaban en pleno invierno. Tiritaba y apenas podía mantenerse en pie.
La clienta tardó eternos minutos en volver a salir, como si Jaejoong fuera la molestia, como si la estuviera ofendiendo con acercarle la prenda reparada y reclamarle el dinero como si ella no fuera a pagar.
Jaejoong se sentía avergonzado de tener que exponer su situación para cobrar, parecía mendigar en lugar de estar trabajando. Cuando Changmin vivía con él, mendigaba a quien fuera necesario para llenarle la panza, ofrecerle agua, luz y gas, pero ahora que estaba solo podía dejar de hacerlo. De no ser porque estaba enfermo y porque si no se curaba no podía seguir trabajando, no habría pedido nada. Tampoco estaba de ánimo para hacerlo, solo quería echarse en la cama y llorar.
Con los veinte pesos que acababa de cobrar entre las manos, caminó rumbo a la farmacia que estaba cerca de su casa. Transitaba por una calle del barrio hasta que un automóvil se detuvo a su lado y se abrió una puerta. No hizo tiempo a mirar de qué se trataba el asunto que un par de brazos fuertes lo tomó de la cintura, lo alzó en el aire y lo introdujo en el coche.
Jaejoong pensó enseguida en los sujetos que presionaban a Lee. Era el día que el marido de su madre había dispuesto como límite y estaba seguro de que, para sacárselos de encima, el muy cobarde les habría dicho que él les pagaría. Quizás hasta les había hablado de su novio rico y de todas las fantasías que él tejía en su mente respecto de ese asunto.
El novio rico que no lo amaba.
Solo eso le faltaba, que un par de mafiosos lo secuestrara y pretendiera sacarle lo poco que tenía, es decir, los veinte pesos que acababa de cobrar.
Lo subieron a un vehículo negro de vidrios polarizados. Aunque sentía miedo, no lo demostraba. Podía intentar una defensa, pero no le vio sentido a hacerlo. Se sentía tan mal que no le restaban fuerzas y además era mejor parecer entregado que hacerse el valiente porque quizás así lo dejarían en paz pronto. Esperaba le cubrieran el rostro para impedirle ver al narcotraficante, sin embargo eso no ocurrió. Las puertas del BMW de asientos de cuero se trabaron y Jaejoong dudó si mirar o no al sujeto que presentía a su izquierda. Finalmente, la ansiedad por saber fue más fuerte que el miedo y giró la cabeza.
Se trataba de un tipo vestido con un traje tan exclusivo como los de Yunho. Aunque tenía apariencia joven, su cabello era entrecano y en su rostro despuntaban algunas líneas de expresión. Supo que era judío. Muy extraño, para ser un mafioso.
—No tengo más que estos veinte pesos que pensaba usar para comprarme un remedio para las anginas —dijo Jaejoong con pesar. Se le notaba en la voz que estaba enfermo, que ya no aguantaba más. Alzó el billete y se lo enseñó—. Todo lo que Lee le haya dicho es mentira. No tengo un novio rico ni puedo pagar sus deudas. Lamento que se haya tomado tantas molestias conmigo.
Choi Siwon alzó sus pobladas cejas entrecanas y se cruzó de brazos. Su chofer ya hacía andar el automóvil. Estiró un brazo y golpeó la ventana de madera que los separaba.
— Para primero en una farmacia —dijo cuando esta se abrió.

Yunho no dejaba de pensar en Jaejoong. Aunque un cliente había llegado con una buena propuesta a primera hora de la mañana, él no había prestado demasiada atención. Era consciente de que Jaejoong tenía todo el derecho del mundo de dejarlo si él no podía decirle que lo amaba. ¡Tenía razón, por Dios, pero deseaba retenerlo a su lado así, en el silencio, sin que Jaejoong esperara nada a cambio! ¿Por qué los hombres como Jaejoong no podían vivir sin que su pareja les dijera que los amaba? ¿Por qué él no podía decirlo?
A mucha gente le era fácil fingir, se decían «te amo» como «llueve» o «hace frío», aunque eso no les despertara un solo sentimiento. Qué sencillo hubiera sido poder hacer lo mismo con Jaejoong, pero él no era capaz. Las palabras no abandonaban su boca si no echaban raíces en su alma. Además, Jaejoong se habría dado cuenta de que mentía y de todos modos lo habría abandonado, porque Jaejoong tampoco era de esas tantas personas capaces de fingir toda la vida por conformismo. ¿Acaso lo era él? No, con Jaejoong no.
Podía dejar pasar un tiempo y luego intentar volver con Jaejoong. Sí, eso sería apropiado para que los dos ordenaran sus emociones.
Mientras él se debatía entre desarrollar ese interesante proyecto que acababan de ofrecerle y sus alborotados sentimientos, Bin abrió la puerta de la oficina sin golpear y avanzó hasta su escritorio. Yunho alzó la cabeza de inmediato. Su secretaria lucía preocupada al momento de asentar un sobre de papel madera sobre su escritorio.
—Responde la línea uno y abre ese sobre —indicó.
Yunho no estaba de ánimo para hablar con clientes demandantes ni para soportar resultados de inspecciones.
—Ahora no puedo —respondió falto de ánimo—. ¿Es muy urgente?
—Te hablan sobre el proyecto, desde ya sabes dónde —respondió la mujer—. Responde su llamado antes de ver eso —señaló el sobre—. Y permanece tranquilo, estas cosas pasan.
Bin salió por donde había entrado antes de que Yunho respondiera el llamado.
—Los japoneses se bajaron del proyecto, Yunho — indicó la voz del otro lado de la línea—. ¿Ya viste el sobre? —por el silencio, dedujo que no—. Ábrelo. Y no desesperes.
— ¿Me viste alguna vez desesperado? —replicó Yunho con cierta gracia.
—Supongo que esta será la primera vez.
Dentro del sobre halló una revista de diseño en la que su asistente en Japón había señalado una página con un marcador. Yunho abrió donde se especificaba y leyó el título de la nota con discreta inquietud.
«Una empresa que resiste a todo», leyó. El copete rezaba: «Constructora Choi lanzará al mercado un nuevo y revolucionario sistema constructivo».
—Hijo de puta —masculló Yunho —. No quiero pensar que es el mío.
—Se nos adelantó, Yunho —exclamó la voz en el teléfono—. Y los japoneses ya no quieren invertir en algo que les traerá pérdidas.
Yunho no se dejó avasallar por la información. A pesar del creciente odio que experimentaba por Choi, serenó sus ánimos y suspiró.
—Está bien —replicó—. Ya se me ocurrirá algo. Tú sigue como veníamos hasta ahora, no detengas nada.
Incluso antes de cortar la comunicación, Yunho sintió que su teléfono celular vibraba en su saco. Pocas personas tenían acceso a ese número: Yoochun, Bin, Heechul y Jaejoong. Pensando que era Jaejoong, lo extrajo del bolsillo y miró la pantalla. Número restringido. Podía ser Jaejoong desde un teléfono público o desde uno prestado. Atendió sin dudarlo.
—Para este momento ya deben haberte llegado las buenas noticias —dijo la reconocible voz de Choi Siwon del otro lado de la línea—. Quiero que sepas que como tú jodiste a mi hijo y a mi esposo, del mismo modo yo jodo tus negocios y a tu novio. Si todavía tienes dudas, puedes venir al Hyatt. Estaré entrando con él en… —miró su reloj pulsera— quince minutos.
Yunho se quedó helado, con las palabras atragantadas. Antes de ser tu esposo era el mío, pensó en relación con Heechul, tú me lo quitaste primero, ahora asume las consecuencias. Pero en lugar de eso, si tenía que elegir una sola cosa para hacerle saber a su enemigo antes de que el llamado acabase, era que no se atreviera a meterse con Jaejoong. Eso fue lo que le salió del corazón.
—Si pones un solo dedo encima a Jaejoong…
Choi cortó. No le dio tiempo siquiera a entender qué era ese misterioso «setenta y cuatro» que le pareció escuchar detrás de la voz del hombre cuando le hablaba.

Siwon alzó su número con el celular todavía en la otra mano y se acercó a la empleada de la farmacia, sorteando el tumulto de gente que se agolpaba frente al mostrador.
Antes de subir otra vez al coche, preguntó al chofer si Jaejoong había traído problemas, pero este le dijo que no, que él no había intentado romper las puertas trabadas o golpear las ventanillas para que alguien lo ayudara desde el exterior. Parecía tomarse las cosas con una calma que asustaba. Al parecer ya se había dado cuenta de que él no era peligroso y de que no venían a cobrarle ninguna deuda, como había dejado notar al principio.
Siwon no pudo con su genio y sintió lástima. Pensó que el novio de un hijo de puta como Jung Yunho viviría en un palacete y que sería tan o más perverso que su propio esposo, pero a cambio se había encontrado con un modisto que habitaba un barrio humilde y peligroso, tanto como para que se pensara que lo estaban secuestrando unos mafiosos.
En el interior del auto, Jaejoong esperaba.
—Usted no viene por Lee, ¿cierto? —interrogó al verlo ocupar su asiento.
—En absoluto —replicó Siwon amablemente—. No tengo idea de quién es Lee, ni siquiera lo conozco.
—No se preocupe —respondió Jaejoong —, no se pierde nada. — Siwon rió. La actitud relajada del hombre consiguió ablandar un poco más a Jaejoong, que ya se había serenado cuando su secuestrador bajó a la farmacia para comprarle las medicinas en persona y encima no aceptó sus veinte pesos a cambio.
Siwon sintió lastima de arruinar la relación de Jung con ese muchachito. No por ese pedazo de ególatra desalmado» sino por él. Aunque, por otra parte estaba seguro de que le hacía un favor. Cualquiera que estaba cerca de Jung era víctima de su egocentrismo. Eso lo impulsó a seguir adelante y no llevarlo al hospital o a su casa.
— ¿A dónde nos dirigimos? —interrogó Jaejoong a continuación.
—A un hotel —Siwon percibió la alarma en el muchacho porque encogió las piernas, por eso se apresuró a reponer—. No se preocupe, soy casado.
Jaejoong enarcó las cejas.
—No creo que esa sea una garantía de nada —replicó.
—Para mí sí.
— ¿Y qué le hace pensar que voy a entrar a un hotel con usted? —preguntó Jaejoong con toda razón. Siwon suspiró. Se lo notaba abatido, triste, melancólico.
—Que su novio lo engaña con mi esposo, quizás — respondió.
Jaejoong bajó la mirada. Yunho no lo engañaba, no, él le había dicho que le era sexualmente fiel hasta la muerte mientras permanecieran juntos. Hacía apenas unas horas que lo había dejado, ¿podía acaso haberse acostado con un hombre casado y que su esposo se diera cuenta y armara toda esa trastada para él en tan poco tiempo? Era imposible. Yunho tenía que haberse acostado con ese hombre mucho antes de que él lo dejara, quizás antes de ser su novio. Pero si había dejado de ver al hombre de ese que ahora le parecía un pobre hombre destrozado por el amor no correspondido que sentía por su esposo, ¿qué sentido tendría que el marido tratara de darle una lección llevándose a su novio a un hotel?
Jaejoong sintió asco por Yunho y pena por ese sujeto que pretendía asociarse a él por despecho y por desesperación. Lo primero que pensó fue en negarse a la oferta porque a pesar de todo, amaba a ese déspota que había sido su novio y no quería hacerle daño, ni siquiera en su orgullo machista, pero dudó. Dudó porque quería deshacerse de él cuanto antes, arrancarlo de su corazón y darle una lección por todas las vidas que con su accionar Yunho había arruinado, como la de ese sujeto que se presentaba ante él ahora.
— ¿Con quién tengo el gusto? —preguntó alzando una ceja. El hombre extendió una mano.
—Oh, lo lamento, qué descortés que soy —se disculpó —. Choi Siwon.
Jaejoong sonrió y estrechó la mano que él le ofrecía.
—Kim Jaejoong —se presentó.
—Sí… lo sé —dijo él—. No puedo creer que teniendo a su lado a un hombre como usted el idiota de Jung todavía insistiera en acostarse con el mío —Siwon percibió el dolor que sus palabras provocaban en Jaejoong, por eso calló —. Discúlpeme de nuevo, joven Kim —expresó respetuoso—, pero él no merece su amor ni su pena.
— ¿Y su esposo sí merece la suya?—replicó Jaejoong.
Siwon suspiro.
—Tampoco.
—Entonces comprenderá que nada se puede hacer contra los sentimientos —repuso él con serena resignación—. Uno lucha y lucha pero ahí están, nos carcomen el alma y el cerebro.
Siwon asintió.
— ¿Qué dice, joven Kim? —Indagó una vez que el coche se había detenido en la puerta del hotel—. ¿Acepta que pasemos unas dos horas conversando en un cuarto de hotel? No tenemos que hablar de esta situación, podemos conversar acerca de la vida, de lo que nos guste.
Jaejoong suspiró, indeciso. Pensaba que Yunho se sentiría herido si sabía que él se había internado en un hotel con otro hombre, lo cual sin dudas ocurriría. De lo contrario, ¿para qué querría ese sujeto entrar con él al hotel y pasar allí dos horas, lo que pudiera durar una aventura? Era consciente de que Yunho pasaría a verlo como a un trepador, como a los demás amantes que había tenido, y que eso destrozaría su imagen. ¿Qué importancia tenia?, pensó. Yunho no lo amaba y si lo veía entrar a un hotel con otro hombre solo sufriría en su orgullo, no en sus sentimientos. Aun así, no resultaba suficiente. No quería herir a Yunho ni en su orgullo ni en ninguna otra forma posible, de modo que haría lo que el tal Choi le pedía solo por una razón valedera.
—Y dígame, señor Choi. ¿Cree que esto podrá retener a su esposo a su lado? Porque si lo hace solo por vengarse de Yunho…
—No —replicó él antes de que Jaejoong pudiera terminar la idea que expresaba. Bajó la mirada para confesar lo demás —. Si le dijera que aun con lo perverso que él es yo lo amo… usted… ¿me creería?
¿Cómo no creerle, si a él le ocurría lo mismo? El sentirse identificado con ese hombre lo impulsó a tomarle la mano.
—Entonces lo hacemos —consintió.
Yunho merecía una lección, pensó Jaejoong. No podía andar por la vida de la gente destrozando matrimonios como si fueran piezas de ajedrez. Sabía que elegía bien a sus amantes y según las palabras del tal Choi Siwon, su esposo era merecedor de un patán como Jung, sin embargo, había un hombre detrás, un hombre que sufría por el engaño de su esposo tanto como él por el desamor de Yunho.

Yunho vio a los ocupantes del vehículo porque la luz del sol los traslucía a través del vidrio polarizado. Apretó el volante tratando de sofocar el dolor que lo iba ahogando y esperó. Podía no ser Jaejoong, podía ser un hombre parecido, porque Jaejoong jamás lo engañaría con su peor enemigo.
Los vio descender del auto. Siwon rodeó la cintura de quien lo acompañaba. No cabía duda: era él, con su negro cabello meciéndose con el viento, con las delicadas prendas que confeccionaba rozando la mano de otro hombre, el peor con el que podía haberlo engañado.
¿Cómo era posible que todos los hombres que le importaban acabaran engañándolo con Choi Siwon? ¿Por qué él no merecía más que traición y desprecio? No valía la pena comportarse bien con los hombres porque todos eran iguales. Todos eran como Heechul y Jaejoong.
Reparó en la bolsa de la farmacia, en las figuras que de espaldas se escurrían por la entrada del Hyatt. Se quedó allí, agazapado en su coche, hasta pasados al menos diez minutos de que entraran al hotel.
Quería asegurarse de que no se trataba de una entrada y salida ficticia, aunque lo dudaba. ¿Por qué podía Jaejoong hacer algo como eso? Jaejoong lo había engañado sin pudor y sin lástima, tal como había hecho Heechul. Ahora comprendía por qué la distancia repentina, por qué la ausencia de explicaciones, y comprendió que lo hubiera matado para que no lo abandonase, que moriría al no ser capaz de matarlo.

En la habitación del hotel la cama estaba hecha y jamás se desarmó. Jaejoong y Siwon se sentaron a una mesa donde había fruta y champán, pero aunque el hombre sirvió ambas copas, ninguno de los dos bebió. Pasaron un rato así, en silencio, hasta que decidieron hablar al unísono. La coincidencia los hizo reír.
—Usted primero —le dijo él.
—Le cedo el honor —replicó Jaejoong con la misma amabilidad.
—Usted primero —bromeó el hombre. Él asintió agradecido.
— ¿Cómo lo descubrió? —preguntó entonces.
— ¿Qué cosa?
—Lo de su esposo.
Siwon pareció triste. Suspiro, miró el cielorraso echando la cabeza atrás y después volvió a mirar a Jaejoong.
—No lo descubrí, pero lo sé —contestó. Tenía los ojos cansados.
—No entiendo. Si no lo descubrió, ¿qué le hace pensar que es el amante de Yunho?
Ahora ambos lucían preocupados, taciturnos, asociados por una misma causa: el amor a un ser indiferente a ellos.
—Si se lo dijera, Jaejoong, moriría —replicó él—. Usted está enamorado de Jung, se nota en su mirada cuando algo hace referencia a él.
Jaejoong disintió.
—Que esté enamorado no significa que no tenga bien en claro quién es Yunho —replicó. Siwon enarcó las cejas.
— ¿Y quién es Yunho? —indagó.
—Un hombre atado a su pasado —explicó él con sinceridad—. Conserva fotografías de su ex esposo en su departamento, eso debería dejarlo tranquilo respecto del suyo. Yunho no tiene ojos para nadie más que su ex esposo — bajó la mirada—. Por su ex él no tiene corazón siquiera para mí.
Jaejoong no tenía idea de la destrucción moral que sus palabras producían en el hombre, que no pensaba decirle que el ex esposo de Yunho al que él se refería no era más que su propio esposo. Nada de ese dolor se evidenció en sus facciones contraídas.
— ¿Y quién es Yunho para usted? —interrogó Jaejoong a continuación.
—Un idiota —replicó él devolviéndole la honestidad —. No puedo entender cómo teniendo a un hombre como usted insiste con el mío, que es malo y egoísta; perverso como pocos.
—Le agradezco la cortesía —respondió Jaejoong con una sonrisa—. Permítame decirle que su esposo también es un idiota. Desperdiciar el amor de un hombre como usted…
—Heechul es lo más lejano a un idiota —repuso él.
—No, además de idiota es… —Jaejoong se interrumpió. No quería herir a Siwon todavía más. Decirle que su hombre era un puto habría sido lo mismo que decir que Yunho era un pervertido.
— ¿Qué es? —interrogó el hombre, pero Jaejoong no se atrevió a responder.
—Olvídelo, señor Choi —pidió—. Ahora dígame eso que iba a decirme cuando me cedió el turno de habla.
Siwon sonrió con pesar.
—Iba a ofrecerle un vaso de agua para que pueda tomar los remedios. Espero haber comprado lo que corresponde para la fiebre y para las anginas.
Jaejoong le devolvió la sonrisa.
—Se lo agradezco.
Las dos horas se extendieron porque se sentaron uno a cada lado de la cama, encendieron el televisor y vieron juntos Cumbres borrascosas en su versión de 1939. Coincidieron en que ambos eran expertos conocedores de esa película y gracias a ello pudieron discutir escenas y hacer comentarios respecto de la trama sin rozarse un cabello y casi sin siquiera arrugar el cobertor.
Acabada la sesión de cine, Siwon llevó a Jaejoong hasta su casa y lo despidió en el interior del auto.
— ¡Cómo Jung puede no amar a un ángel como tú! —exclamó el hombre tomándole las manos.
—Del mismo modo que usted no podría —replicó él con pesar—, porque ama a otro. No se preocupe, señor Choi, estoy seguro de que su esposo comprobará que Yunho apenas tiene corazón para su ex esposo y regresará a sus brazos. Se lo garantizo.
Siwon suspiró. De cumplirse lo que Jaejoong presagiaba, ambos perderían a sus personas amadas, pero no se lo dijo por piedad o por temor.
Se despidieron y Jaejoong entró a su departamento. Por suerte no había rastros de Lee. Repuesto momentáneamente gracias a la medicación que Choi Siwon le había comprado, se sentó delante de la máquina de coser y siguió trabajando para intentar cobrar algo más que los veinte pesos que tenía. Mientras daba puntadas recordaba el encuentro que habían mantenido. Se sentía orgulloso de lo adulto que había sido respecto del dolor de jamás tener a Yunho y de su solidaridad con aquel hombre que tan bien lo había tratado. Casi tanto como lo trataba el que Jaejoong amaría hasta que sus fuerzas se lo permitiesen.

* * *

Yunho trabajó encerrado en su oficina hasta tarde. Parecía una máquina imparable y Bin pensaba que se debía al disgusto que se había llevado con su proyecto secreto. Era un lunes abrumador en el que se había dado cuenta de que su confianza había sido traicionada por segunda vez en su vida. Choi también le había robado su proyecto, pero de un enemigo era lo esperado, incluso podía esperarlo de Heechul, en cambio de Jaejoong…
Trató de concentrarse en el proyecto, que le otorgaría mayor riqueza y renombre. Era un buen salto para su compañía y para su apellido. Desconectó el teléfono y pidió a Bin que no lo interrumpiera por nada del mundo. Trazó dibujos a mano alzada probando si sus ideas eran lo suficientemente buenas como para aceptar el proyecto, pero nada lo conformaba. Cuando acabó dándose por vencido, lo rodeaba un cúmulo de papeles abollados alrededor de su silla. Anochecía y ni siquiera se había molestado en cerrar las cortinas del ventanal. Un ventanal más grande que el que su padre tenía detrás cuando él lo visitaba en su oficina, por el que se podía ver media ciudad.
Jaejoong… Jaejoong lo había traicionado de un modo mucho más cruel que Heechul. Lo había estafado, porque cuando Heechul se había ido con Choi, este solo era su competencia, en cambio ahora era su enemigo. Preso de ese rencor, corrió al bar.
Aunque pasó varios semáforos en rojo, como si su vida no valiera nada, el camino se le hizo interminable. Tenía entre manos las graves pérdidas económicas producidas por el robo de su invento y quizás Jaejoong había colaborado también con eso. Sin embargo, ese problema le importaba muy poco frente al vacío espiritual que volvía a abrirse en su interior al saber que Jaejoong era el amante de quien le había robado a su esposo, que todo había terminado, y que cada vez que confiaba el alma a alguien acababa herido.
En el bar eligió un rincón oscuro y oculto de miradas indiscretas, pero desde donde la música sonaba a volumen muy alto y podía ver el salón y la puerta de entrada.
— ¡Señor Jung! —Exclamó el camarero acercándole un menú—. Tanto tiempo.
—No hace falta —lo rechazó él—. Empiezo con un whisky doble.
Tal como anunció, Yunho comenzó con un whisky doble, pero conforme fueron pasando las horas, una variada cantidad de tragos desfiló por sus manos y por su boca. Escudriñó largo rato a los hombres del salón. Algunos lo miraban, otros se hacían los interesantes, pero ninguno lo conformaba. A las dos de la madrugada, hizo un llamado telefónico.
— ¡Señor Jung! —Replicó la voz en el teléfono—. Tanto tiempo sin saber de usted.
—Quiero que me envíes un hombre al bar —la voz de Yunho sonaba distorsionada por el dolor y la bebida que había consumido, más de lo que podía soportar—. Pero escúchame bien —ordenó—. Tiene que ser pelinegro, preferentemente lo quiero de ojos negros. No, tiene que tener los ojos negros. Delgado y blanco. Muy blanco. También vestido de blanco.
—Sí, creo que puedo cumplir con eso —indicó el regente del prostíbulo de categoría al que Yunho llamaba cada tanto.
—Lo quiero dulce e inocente —siguió diciendo Yunho —. Delicado, cándido y joven.
—Un ángel —bromeó el otro.
—Un puto —repuso él con el tono áspero de los desengañados. No había ángeles entre los hombres. No había hombres después de Jaejoong.
Cortó. Como su mente continuaba pensando en Jaejoong, y el dolor, en lugar de desaparecer, se hacía cada vez más fuerte, pidió otros dos tragos hasta que el mareo y las náuseas lo dejaron con la frente apoyada en una mano y el codo sobre la rodilla. Pasó un rato así, internado en su propio mundo, hasta que presintió algo. Entonces se irguió despacio, como se movía desde que estaba ebrio, y en ese instante un estridente color rojo lo cegó. Su mirada se encontró con Heechul, que le sonreía de piernas cruzadas, sentado en la mesa ratona.
—Sabía que te encontraría en este bar —dijo con gesto triunfal.
— ¿Qué haces aquí? —le preguntó él con voz áspera.
—Ah, vine a reconstruir mi tabique nasal —replicó él con desdén—. ¿O te refieres al bar?
—Ya dijiste qué venías a hacer al bar.
— ¿Y qué dije, Yunho? —interrogó él cual maestro de escuela seduciéndolo.
—Que viniste a buscarme —arriesgó él. Heechul negó con el dedo a la vez que chasqueaba la lengua y movía la cabeza en gesto negativo.
—Que supiera que te encontraría aquí no quiere decir que haya venido por ti —se le rió en la cara—. ¡Ay, Yunho! Cambiaste, sí, por un momento creí que mucho, pero en el fondo eres el mismo de siempre —se acercó a su boca —. Un niño. Pero me gustas. ¡Dios, me gustas mucho!
Aturdido como estaba, Yunho apretó las mejillas de Heechul entre los dedos hasta arrugarle la boca y le asestó un beso sobre los dientes. Inundó la cavidad de Heechul  con su lengua húmeda de alcohol y de lágrimas que no dejaba caer, que le oprimían el pecho como dagas, pero siempre a escondidas. Heechul respondió al beso con pasión y desenfreno. Así le gustaba Yunho, mucho más que antes. Así era como a Heechul le divertía.
De pronto Yunho lo soltó. Giró la cabeza bruscamente y vomitó. Heechul hizo una mueca de asco, pero no se movió de la mesa ratona que le servía como asiento. Un pelinegro vestido con un pantalón blanco y una remera roja se les acercó.
— ¿Señor J? —preguntó. Yunho alzó la cabeza y estudió al prostituto con desencanto.
—Dije que lo quería vestido de blanco —espetó.
—Tengo la ropa interior al tono —indicó el muchacho con voz libidinosa. Heechul soltó una sonora carcajada que sobrepasó el nivel de la música, que en ese momento estallaba al ritmo de Insomnia.
Yunho comprobó que ni siquiera con dinero podía comprar una belleza pura y digna como la de Jaejoong. Observó que el muchacho se sentaba a su lado en el sillón, y de haber podido se habría alejado de él como de un fantasma.
—Así que vamos a hacer un trío —comentó el chico viendo a Heechul —. Eso no me lo avisaron.
— ¿Cómo crees? —se burló el otro con el tono más despectivo que encontró a su alcance. ¡Venir a confundirlo con otro prostituto!
—Besame —ordenó Yunho. El joven, obediente, le hizo el gusto. Para eso lo habían contratado. Una vez que se separaron, se pasó las manos por los labios.
—Qué gusto raro —masculló—. ¿Qué es?
—Un nuevo licor —respondió Yunho sin hacer referencia al vómito. Heechul soltó otra carcajada. Con esa maldad, inusual en él, Yunho le pareció mucho más atractivo que nunca.
Media hora después, él tuvo al pelinegro en el cuarto del hotel y solo se preocupó por arrojarlo sobre la cama. Resultaba evidente que había bebido de más, pero el chico, acostumbrado a su labor, permaneció en su lugar. Yunho se quitó el saco del traje y lo arrojó sobre una silla. Después se estableció sobre el cuerpo delgado y pálido del prostituto, tan distinto del que había perdido. Comenzó por besarle el cuello y mientras hacía eso le presionó con fuerza un pezón. El chico emitió un suave quejido. El aflojó la mano. Podía controlar su odio, se dijo. Tenía que hacerlo, el joven no era culpable de nada.
Todo se descontroló cuando el chico le introdujo los dedos dentro del pantalón y pretendió manipular sus genitales. Que quisiera masturbarlo rompió con la fantasía que Yunho pretendía crear en su mente turbada, entonces lo odió. No era cándido ni inexperto, era un puto. Él había dicho la palabra al teléfono, pero claramente había pedido todo lo contrario. ¿Qué pretendía que le enviaran de un centro de consortes?
Se apartó de él violentamente.
— ¿Qué haces? —lo regañó—. Dije que te quería inexperto.
—Puedo ser lo que quieras —intentó conformarlo él, pero Yunho no se dejó engañar.
—No —dijo—. Esa actitud también es de puto — masculló y se puso de pie tambaleándose. El chico rió—. ¿De qué te ríes? —le gritó él—. ¡Contesta! —el chico lució confundido. Frunció el ceño, temeroso. A Yunho no le importó, tampoco se había dado cuenta del efecto que causaba en el muchacho—. ¿Qué eres, el más barato?
Ofendido, el chico se puso de pie y recogió su ropa. El cliente se había puesto violento y temía que la cosa se complicara.
—Estás loco —le espetó con ira contenida.
— ¿Y tú? —Le preguntó él dejándose caer sentado sobre la orilla de la cama—. ¿Te gusta hacerlo con cualquiera? ¿Te crees bonito por eso? ¿Te crees hombre?
— ¡Soy un hombre, hijo de puta! —bramó él colocándose torpemente los pantalones. Yunho soltó una carcajada de esas que siempre se le escapaban a Heechul.
—Tú eres un puto —replicó con voz poderosa—. Puto. Y no vales nada. Te usan y te desechan como a un preservativo. ¿Te gusta sentirte eso, una basura?
—Vete a la mierda —lo insultó él antes de salir por la puerta lo más rápido que pudo.
Yunho lo vio desaparecer, vio la puerta cerrarse con un golpe seco y los recuerdos volver. No había modo de arrancarlos de su mente, no existía medio para desterrarlos de su corazón.
Se miró las manos sudorosas. Temblaban al igual que sus labios; los ojos enrojecidos, cansados de contener el llanto. Tragó con fuerza el nudo que se le había formado en la garganta y descubrió que le costaba respirar.
—Perdón —susurró sabiéndose un monstruo, aunque era consciente de que el prostituto ya no lo oía—. Perdóname, por favor… Tú no tienes la culpa.
Con buena suerte consiguió llegar a la recepción del hotel y hablar al recepcionista.
—Encuentre a alguien que me lleve a casa, por favor — pidió.
Entró a su departamento a los tumbos. Al pasar junto a la barra del living, recogió la botella de vodka y se internó en su habitación.

Bin lo presentía. Le bastó abrir la puerta del departamento de Yunho para sentir el olor a encierro que impregnaba la casa y el calor del verano anclado en las paredes. El sol se filtraba  por las ventanas cerradas, por eso todo estaba en penumbras. El olor y la temperatura se hacían insoportables, crecían a medida que avanzaba hacia el cuarto.
Tal como había pensado, allí estaba Yunho, tendido en la cama. El aire acondicionado no estaba encendido, sin embargo se había cubierto con las sábanas, la frazada y el cobertor de invierno hasta pasar la cabeza, como un cadáver en el infierno. El calor resultaba agobiante, él lo producía. Bin se sentó a su lado, sabía que estaba despierto.
— ¿Estás enfermo? —preguntó, aunque conocía la respuesta. Él nunca se enfermaba—. ¿Por qué no fuiste a trabajar? Plantaste a un cliente. Gracias a Dios el viejo te adora y esperaría por ti hasta el fin del mundo —no obtenía respuesta—. Yunho —intentó descubrirle el rostro, pero él sujetaba con fuerza su escondite—. ¿Estás enfermo? Háblame, por favor.
Bin fingió que se había cansado de tironear de las frazadas y aflojó la tensión. Al percibir que Yunho había hecho lo mismo del otro lado, jaló con fuerza y lo descubrió bañado en lágrimas, acurrucado como un niño, tembloroso y destruido. Al verlo así el corazón se le anudó, la pena le estrujó la garganta.
— ¿Qué pasa, hijito? —le preguntó con infinita ternura al tiempo que le acariciaba el cabello corto. Yunho lloraba hundido en un mundo de pesares, en su verdadero mundo, tal como una vez lo había visto llorar por su madre—. Dime lo que te pasa, por favor —suplicó.
—Vete, Bin —respondió él. Casi no parecía su voz.
—No, no me pienso ir hasta que me digas qué te tiene así hoy.
—Quiero estar como siempre —pidió él—. Solo.
— ¿Te sientes solo? —interrogó ella—. Sé que no soy mucho, pero estoy aquí, contigo.
—No me quieren, Bin —se quejó él—. Ni siquiera él me quiere.
— ¿Él? ¿Heechul? —Por la inmovilidad de Yunho, Bin supo de inmediato que el problema no era ese hombre, entonces arriesgó—: ¿Jaejoong?
Yunho no fue consciente de que se largó a llorar todavía con mayor vigor. Extendió un brazo hacia el costado de la cama y pretendió asir la botella de vodka que había dejado allí, pero Bin se lo impidió.
—Te quiere, Yunho —afirmó—. Yo sé que te quiere —él insistía para tomar la botella—. ¡Deja eso, por favor!
Yunho apartó a la mujer con suavidad pero con determinación y se sentó en el borde de la cama. Estaba en calzoncillos, hasta parecía temblar de frío cuando allí hacía un calor de mil demonios. Se cubrió el rostro con las manos.
— ¡Él me robó otra vez! —Gritó antes de volver a hablar en susurros—. No puedo contra él como no puedo contra nadie. Ellos lo prefieren, ellos me rechazan.
— ¿De qué estás hablando, mi cielo?
— ¡De Choi!
Bin soltó una risa suave y amarga.
— ¡Ah, Yunho! —exclamó—. Dudo mucho que Jaejoong pueda engañarte con Choi como lo hizo Heechul. ¿De dónde sacaste eso?
—Los vi… —masculló él—. Los vi con mis propios ojos. — Bin enarcó las cejas.
—Sería un tonto si hiciera algo así.
—Es mi culpa —aseguró él.
— ¿Tu culpa? —Repitió la mujer—. ¿Por qué podría ser tu culpa?
— ¡Porque soy un mediocre, por eso! —afirmó—. Porque no soy nada, porque no sé dar amor…
— ¿Qué dices? —lo regañó ella con una mano sobre su hombro. Sentía tanto dolor por Yunho que podía echarse a llorar también—. Nunca vi a alguien amar tanto como a ti.
—Soy un mediocre, Bin —repitió él tratando de respirar —. Mediocre para estudiar, mediocre para trabajar, mediocre para vivir…
—Estás loco, ¿lo sabías? —le espetó la mujer, enérgica —. ¿No ves todo lo que conseguiste, todo lo que es tuyo?
Yunho se pasó el transpirado dorso de la mano por la nariz y volvió a dejarla caer sobre su pierna como una parte muerta de su cuerpo.
—No tengo nada… —lloró—. Yo no soy nadie…
—Eso no es verdad —lo corrigió Bin—. Y todo lo hiciste con tus propias manos, con tu inteligencia y tu fuerza de espíritu.
—No soy nada —se lamentó él—. No sé hacer nada bien.
—Eso no es cierto —insistió ella—. Todos estamos tan orgullosos de ti…
Yunho alzó una ceja casi sin fuerzas, sin esperanzas.
— ¿Y quiénes son todos? —ironizó al tiempo que levantaba la cabeza. Su mirada causó escalofríos a Bin. Él tenía los iris castaños oscuros por el llanto, el rostro mojado de sudor y agua que resbalaba de sus hermosos ojos, se deslizaba por sus mejillas y acababa en el vacío—. ¿Tú? ¿Mi mamá? ¡Mi mamá! —Exclamó al tiempo que volvía a esconder el rostro entre las manos—. ¡Quiero a mi mamá, Bin! ¡Quiero a mi mamá conmigo! ¡Lo que daría por poder abrazarla! ¿Por qué me dejó solo? ¿Por qué le hice tanto daño?
Bin lo estrechó entre los brazos como al hijo que jamás había tenido. Lo besó en la cabeza y lo protegió con su amor hasta que sintió que podía hablar sin estallar en llanto.
—No digas que le hiciste daño —reclamó llena de dolor. A ella también le costaba recordar a su amiga sin sufrir su falta—. Fuiste la felicidad de su vida y mereces encontrar la tuya, porque eres hermoso. No sabes lo bien que tu madre me hablaba de ti. Te amaba y por eso sé que sanará tu alma desde dondequiera que esté. Fuiste un hijo excepcional y tienes el corazón más grande y sensible que yo jamás haya visto.
Hacía mucho tiempo que Bin no lo encontraba tan deprimido. Aunque solía tener altibajos anímicos y episodios de llanto, la última vez que lo había visto en tanto desconsuelo había sido cuando su madre había muerto. Porque cuando Yunho sufría, se acordaba de todas sus penas juntas.
A eso de las dos de la tarde logró convencerlo de que dejara la cama y se sentara a la mesa de la cocina. Le preparó un sándwich, pero él no probó bocado. Le partía el alma verlo allí sentado, con la mirada enrojecida y extraviada en la mesa, el bello rostro cubierto de una tristeza profunda e inagotable.
—Ni siquiera él me quiere —comentó en susurros. Bin, de pie con la cola apoyada en la orilla de la mesada y los brazos cruzados delante del pecho, supo que ahora Yunho pensaba en Kyung.
—Te quiere, Yunho —replicó—. A su manera, pero te quiere.
— ¡Qué manera de querer! —ironizó él. Después la miró—. ¿Será que yo también solo sé querer así?
—Tú no eres como él —intentó convencerlo la mujer —. En relación con Kyung, tienes que pensar que no todos tienen la misma capacidad de querer.
—No es casualidad que nadie tenga esa capacidad para quererme a mí.
—Yo te amo, Yunho —respondió Bin, casi molesta por la negación de Yunho—. Yoochun te quiere, tus alumnos te admiran, todos te quieren. Tu madre te amó.
Él alzó un dedo y dejó de mirarla.
—No es lo mismo admirar que querer, ni querer que amar —repuso antes de humedecerse los labios enrojecidos—. Es mi propio padre y no me quiere.
— ¿Y porque él supuestamente no te quiere nadie puede hacerlo?
—Yo no tengo la capacidad de hacerme querer.
— ¡Ah, Yunho! —reclamó ella con ímpetu y se acercó a la mesa, donde apoyó ambas manos para hablarle cara a cara
—. ¿Piensas que yo no te quiero?
—No.
— ¿Entonces?
Yunho tragó con fuerza. La miró. Los ojos cargados de largas y gruesas pestañas volvieron a llenársele de lágrimas.
—Pienso que algún día también me vas a faltar tú — dijo—. Y entonces me quedaré todavía más solo.
El corazón de Bin volvió a estrujarse, le humedeció los ojos y la impulsó a abrazarlo. Él se prendió a la cadera de la mujer para ocultar su rostro mojado.
—Siempre habrá alguien para quererte, Yunho, siempre —le prometió Bin.
—Si yo no puedo amar, ¿cómo alguien puede amarme a mí? Solo mi madre y tú… ni siquiera yo mismo me quiero.
—No digas eso, Yunnie, yo no soy lo único que tienes. Tienes una vida, ¿te olvidas? Tienes amigos, clientes, hombres… —Yunho dejó escapar un sonido parecido a una risa de burla. Bin comprendió lo que él pensaba enseguida—. Ya lo sé, sé que ninguno es el que quieres, pero no siempre en la vida obtenemos lo que deseamos.
—Yo no obtengo nada.
—Creo que no valoras todo lo que has conseguido, que es más de lo que cualquiera se atrevería a soñar.
— ¡No lo quiero!
Bin ya lo sabía. Nada de todo lo que Yunho tenía lo llenaba por completo, ninguna de esas cosas podía sanar un corazón que venía sufriendo y padeciendo desde que era muy chiquito. Por eso no pudo responderle más que dándole un beso en la cabeza y con más caricias.
— ¿Qué hice mal, Bin? —le preguntó él—. ¿En qué me convertí?
—Este es un mundo cruel y mucha de la gente que lo habita es perversa, Yunho. Tú no hiciste nada malo, absolutamente nada. Y eres bueno y hermoso.
Nadie apostaría jamás que Yunho había pasado el martes en su casa, con la sensación de que había muerto en vida y con su secretaria como única compañía. Como alguien lo había visto en el bar, todos pensaron que su noche de juerga le había costado el martes y él se esforzó porque ese pensamiento se reprodujese. Nadie apostaría nunca que Yunho, el gracioso, el desenfadado y exitoso empresario, entraba a veces en esos estados depresivos de los que le demandaba bastante tiempo salir. Solo Bin conocía esa verdad y las que se ensañaban con él cuando el ruido se debilitaba y el silencio lo abatía.
¿Quién soy?, se preguntó antes de quedarse dormido.
Nadie.

Adelanto de capitulo
Con el mismo desenfreno, acabaron en la habitación del hotel, donde hicieron el amor. Yunho había adquirido una experiencia extraordinaria; si se la habían dado todos los amantes que había tenido, Heechul les estaba agradecido. Solo había uno que le preocupaba, uno al que todavía quería aplastar como a una mosca, y ese era el costurerito. Presentía que Yunho lo recordaba, no había sido para él como los otros, aunque tampoco llegaba a significar tanto como él. Por eso dedujo que lo mejor para conseguir ese objetivo era recuperarlo. Sí, se quedaría con Yunho y el costurerito los vería felices y juntos en todas las revistas.
Fin de adelanto

Nota: Bajo el rojo sangre de la luna y Nada mas que una noche seran las unicas adaptaciones que seguire aqui, las demas que tengo en proceso seran publicadas en un blog privado, bueno eso es por las dudas que me comentaron...

17 comentarios:

  1. primero que nada te agrdesco la invitacion a tu blog, muchisimas gracias.
    segundo, con respecto al capitulo me parecio muy triste por yunho, espero que no sufra demasiado y se aclaren las cosas. espero heechul no le haga nada malo a jaejoong .... bueno en general me encanta la historia.
    atte:

    yoomi

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Bueno este capitulo dejo ver la verdadera tristeza que lleva yunho dentro de si , y la inconformidad con respecto a su persona .. esa es la parte que me hizo comprender mejor a yunho .. pero el adelanto me dejo con una daga en el corazón y preguntándome porque yunho se acostó otra vez con heechul ? .. y sabiendo que eso lo hundirá mas ahh (suspiro) .. y con respecto a jae sinceramente no se si decir que hizo lo correcto en ir con siwon .. pero a mi opinión en el contexto creo que esta bien que se aleje de yunho por el momento ... pues si no este no veria realmente cuanto jae le afecta en su vida y aclarase las cosas entre el lugar que heechul ocupa y el lugar que jae ocupa en su vida ... espero que lo haga .... bueno por ultimo como siempre agradeciéndote mucho por dedicarnos ese tiempito para asi actualizar rápido .. y porfis espero una pronta actu (si se que soy impaciente .. pero lo siento es que esta historia me encanta >.<)
    ATTE : misa chan

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  4. OMO me encanto este cap!!!! sentí tanta pena por YH que hasta le envie maldicones a JJ por caer redondito ¬¬ ggrr y a Choi también q no se salva, aunq ellos no tienen la culpa, sino es del bastardo de Hechul aishhh, voy a estar al pendiente del sgte cap *----------------* ah gracias por actualizar <3

    PD: cual es tu otro blog?? -se jala los pelos- aigo por si acaso te dejo mi mail tambien chibi.shivie@gmail.com , te lo agradecería un monton si tambien me invitassss :"3

    LOVE YA~

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  5. una consulta, la invitación que enviaste solo puede ser usada una vez, después ya no se puede entrara mas a tu blog, la verdad es que no soy de entrar mucho así que como puedo hacer para entrara a tu blog........., por favor quiero leer tus historias gracias

    yoomi71_90@hotmail.com

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  6. De verdad que este capitulo fue triste, leer que yunnie llora
    jaejoong por que hiciste eso???
    en finb espero que todo se arregle, pero estoy segura que heechul tomara ventaja de esta situacion!!!!
    Esta adaptacion es muy buena xD

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  7. pobre Yunho pero se lo merecia, si tan solo confiara mas en Jaejoong y en que le iba a ser fiel, pero no, ni eso cree verdad, solo cree lo que ven sus ojos se que le esta yendo un tanto mal pero el mismo se lo busca

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  8. T_T otro capitulo que me hace llorar, pobre Yunho todo lo que le ha pasado solo hizo que se volviera como es, una persona que no sabe como decir y mostrar lo que siente por miedo a que lo dañen. Y esta vez si que me dieron ganas de decirle unas cuantas cosas a Jae por hacerle caso a Choi aun sabiendo que dañaria a Yunho, eso si que estuvo muy mal.
    Ojala que en los proximos capitulos las cosas mejoren...

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  9. Lloré..
    Pobre Yunho ...
    La confianza en una relación es primordial y me dio coraje q Jae no confiara en la fidelidad de Yunho :(...
    Solo espero q Yunho no cometa un error del que se podría arrepentir no otro más que puda dañar a Jae y a él mismo... :(..

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  10. pobre yunho...hasta que no se de cuenta que nunca amo a chul nunca podra ser feliz. ni con jae. ni con nadie.

    yo lo unico que espero es que jae sea feliz. que se olvide de yunho y empiece a ser feliz por cuenta propia...

    yunho definitivamente no le conviene es un hombre demasiado dañado que no quiere safarse de su pasado.

    gracias por el capitulo


    p.d. gracias por avisar y terminar esta adaptacion.

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  11. Hola. El problema según yo es que no se dicen las cosas como son, sinceramente, es la comunicación. Jae le hubiera dicho a Yunho sobre la extorsión y la verdadera realidad sobre su familia, el amor es confianza aunque duelan y avergüencen a veces. Y Yunho sobre que lo quiere y quita que lo amara más adelante, y Jae no hubiera hecho eso de irse con Siwon para que lo deje Yunho, que acaso no sabe como es Yunho, además nada más tenía una foto y la destruyo enfrente de el, con eso Jae le hubiera dado un voto de confianza sobre su relación, pero como son tantas cosas es lo malo. Antes odiaba y maldecía a Yunho, pero hoy sufro igual que el por lo que le pasa. Te pido por favor si me puedes invitar a tu blog privado. Gracias. laucamp@live.com.mx

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  12. yunnie esta sufriendo de nuevo T.T
    todo por la culpa de siwon no se por que le tiene cóleraa yunho , si el fue quien le quito a heechul de yunho, por lo menos se porto bien con jaejoong
    , ese jaejoong también se presto para el juego :(
    la señora Bin se porto como una madre con yunho sin ella yunho estaría mucho peor :S yunho no estés triste :S

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  13. Mi niño!! Se me partió el corazón, pero por favor!! No hagas una tontería!!!

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  14. Pobre Yunho, no me gusta verlo así ;-; Lo bueno es que Bin estaba ahí para consolarlo, pero él debió de ir a hablar con Jae y no quedarse con su orgullo... ahh debe de darse cuenta que lo ama y no sea tonto de cometer alguna tontería de la que se arrepienta después.
    Gracias por compartir.

    PD: Yo soy nueva por aquí y esta es la tercera historia que voy leyendo en tu blog, me gustaría seguir leyendo tus demás adaptaciones y creaciones.

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  15. Muchas gracias x esta historia y tu esfuerzo x compartirla, también deseo leer pronto mas casp de "entre hermanos " me quedé con mucha curiosidad gracias

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  16. Muchas gracias x esta historia y tu esfuerzo x compartirla, también deseo leer pronto mas casp de "entre hermanos " me quedé con mucha curiosidad gracias

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  17. Que hermosa historia, ya la había leído no siempre comento quizás lo hice al final no me recuerdo pero quiero que sepas que me encanta tu blog y te admiro muchísimo por el tiempo y la dedicación ....gracias

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