Capítulo 23
ERAN apenas las tres de la tarde y Jaejoong ya volvía a casa después de entregar sus trabajos. Había comprendido que la gente era una gran montaña que jamás iba a él, que era la parte del dicho que decía «Mahoma», sobre todo cuando se trataba de retirar un trabajo y pagarlo, así que Mahoma iba a la montaña.
Regresó a su edificio con cincuenta pesos y la alegría de que, al día siguiente, la marca de camisas le daría un modelo para confeccionar uno de cada talle en cinco días. Se dio cuenta de que lo estaban tomando como confeccionador de modelos de prueba para luego, tal vez, darle la producción. Estaba feliz: quizás las cosas al fin se encaminaran y pudiera decir que había cambiado su suerte.
La sensación duró poco tiempo. Ni bien entró a casa, se encontró con Lee, que jugaba con su navaja sentado a la mesa. Primero dio un salto del susto, pero enseguida se repuso y no pensó ni por un instante en acobardarse.
— ¿Cómo…? —se interrumpió. Iba a preguntarle cómo había entrado, pero descubrió que poco le importaba eso. Solo que él se retirase—. Vete ya mismo —ordenó sin cerrar la puerta—. Y la próxima vez que te encuentre invadiendo mi propiedad privada, llamo a la policía. Sabes que lo hago.
Lee se puso de pie, fingía que iba a irse, pero al quedar junto a Jaejoong cerró la puerta de una patada y le inmovilizó las manos dejándolo entre la pared y su inmenso cuerpo. Se sentía muy distinto al de Yunho, pensó Jaejoong, y al hacerlo odiosos recuerdos se agolparon en su mente. No era la primera vez que Lee lo cubría con ese horrible pecho y ese gastado olor a alcohol. Sintió que podía matarlo, pero se contuvo muy bien de no hacer movimientos.
— ¿Me preparaste el dinero? —Preguntó él colocándole la navaja cerca de la cara—. ¿Se lo pediste a tu noviecito rico?
Jaejoong respiraba con agitación, pero no se mostraba temeroso.
—Ya te dije que no salgo más con Yunho —expresó con dolor en la voz—. Y si lo hiciera, tampoco permitiría que él pagara tus deudas. Tampoco lo haré yo, así que puedes irte por donde llegaste.
—Antes te mato.
—Es decisión tuya si querés irte dejando un cadáver que te condene a veinte años de cárcel —espetó él, inflexible—. No tengo dinero y si lo tuviera, ni pienses que te lo daría. Es hora de que te hagas cargo de tus errores.
Lee comprendió que con amenazas de muerte no obtendría nada de Jaejoong. Jaejoong había descubierto que él era un cobarde cuando era un adolescente, no podía pretender que ahora pensara lo contrario. Se estaba quedando sin armas en su favor, carecía de poder, y eso lo hizo sentir desesperado.
Bajó la navaja despacio, con el rostro rígido y las manos blandas.
—Si no les pago, me matan —confesó—. También a Changmin. — Jaejoong suspiró. Todavía le daba asco sentir el cuerpo de Lee tan cerca del suyo, pero la honestidad que él de pronto demostraba lo ablandó un poco. Habían amenazado a Changmin y odiaba a Lee por hacer peligrar la vida de su hermano, pero él acababa de sincerarse y supo que tenía que demostrarle que así era mejor, que con la verdad se conseguían las cosas y no con amenazas o maltratos.
Tragó con fuerza a la vez que meditaba qué hacer. Jamás pensaría en Yunho como fuente de dinero, solo sabía que él no disponía de la cantidad que necesitaba Lee. Ni siquiera se acercaba a esa suma.
—Yo no tengo ese dinero, Lee —confesó con voz ahogada. Hubiera deseado tenerlo para demostrarle que, si le pedía las cosas de buena manera y con la verdad, él lo ayudaba, pero lo cierto era que no podía hacerlo—. Ni siquiera pagué la cuenta del teléfono, con lo que me hace falta para trabajar, y me suspendieron la línea.
El alzó los ojos hacia Jaejoong. Parecía decepcionado, nervioso.
— ¡Pideselo a tu novio rico! —bramó.
—Te estoy diciendo que ya no veo a Yunho —insistió Jaejoong.
—Dime entonces por qué todavía tienes su fotografía contigo junto al teléfono —señaló en dirección al sitio al que se refería con la navaja.
Jaejoong pasó la vista por la imagen de manera fugaz, vencido por el dolor que le producía recordar aquella época, pensar que él conservaba la imagen de Yunho como Yunho conservaba la de su ex esposo.
Tragó con fuerza y bajó la mirada.
—Eso es cosa mía —masculló.
— ¡Quiero el dinero! —exclamó él. Algo en su mirada había cambiado, en su voz, en sus movimientos. Las drogas comenzaban a hacer su efecto y se hacía evidente que muy pronto Lee no respondería por sus actos.
—Por favor, Lee —le rogó él, que estaba comprimido por el peso del cuerpo del hombre y la pared —. Aléjate un poco. Busquemos una solución que no requiera a nadie más que a nosotros dos.
—Yo tengo la solución —replicó él violentamente—. Yo te voy a dar la solución.
Volvió a alzar la navaja, pero su intención ya no era matarlo, no por el momento. Jaejoong lo supo cuando una mano del hombre se deslizó por su pierna, sobre el vaquero, rumbo al cierre de los pantalones.
Entonces reaccionó. Los atroces recuerdos del intento de abuso que Lee había cometido en su contra en su adolescencia fueron más fuertes que su cordura y lo hicieron responder al nuevo ataque. Por aquel entonces no estaba capacitado para defenderse, pero sí lo estaba ahora, y jamás le permitiría volver a tocarlo.
Alzó la rodilla impulsándose hacia adelante gracias a la pared. Su rótula impactó en la ingle de Lee y lo obligó a echarse atrás tomándose los testículos con las manos. Entonces volvió a atacar. Le golpeó los oídos con la palma de las manos y luego atacó la garganta de su agresor con el antebrazo. El paso siguiente era arrojarlo al piso utilizando la fuerza del cuerpo del oponente, pero esa parte le salió mal. No era lo mismo practicar defensa personal con compañeros de clase que con un atacante verdadero, y que la rutina se desarmara le hizo perder el equilibrio.
Lee alzó la navaja sin un punto certero de ataque, solo por defenderse, y la hoja le cortó a Jaejoong la palma de la mano. El dolor no se hizo sentir enseguida, por lo cual pudo continuar con la defensa. Además, el estado psicológico en el que se encontraba no le permitía pensar en nada más que en sus recuerdos y en quien se los provocaba.
— ¡Era un niño! —Gritó desencajado, sin recordar que con ello desperdiciaba energías para su ataque—. ¡Era un niño, hijo de puta! ¡Enfermo! ¡No me vas a hacer lo mismo ahora! ¡Antes te mato!
No le importó que el atacante no hubiera caído. Lanzó un golpe de puño a la cara de Lee y otra patada a sus genitales. El hombre se dobló en dos y estiró los brazos hacia adelante, lo cual permitió a Jaejoong colocarse de espaldas, tomar la muñeca del hombre y hacerle soltar la navaja. Con el mismo movimiento logró pasar el brazo por sobre su hombro y doblárselo. No consiguió quebrarlo porque estaba nervioso y así perdía precisión, pero por el quejido que emitió Lee supo que le había dolido. Giró sobre los talones, le pegó con el puño en la nariz, le pateó el estómago y finalmente le dio tal golpe en la nuca con el antebrazo que Lee cayó tendido a sus pies, inconsciente.
Jaejoong dio un paso atrás aturdido, temblando como un papel al viento. Un sudor copioso le recorría el rostro pálido bañado en lágrimas.
—Lee… —balbuceó con la voz ahogada. No obtuvo respuesta. Se cubrió la cara con las manos.
¿Y si había muerto? ¿Qué pasaba si lo había matado? Un secreto terror se apoderó de él al punto que dio un grito, abrió la puerta y corrió por el pasillo con tanta mala suerte que casi tropezó en el intento de fuga. Se sostuvo de la pared para mantenerse en pie y siguió.
Bajó las escaleras sin mirar al frente, preso del miedo a ser culpable. Llegando a la planta baja chocó contra un cuerpo alto y fuerte que lo sostuvo de los brazos y acabó de rodillas con Jaejoong cuando se debilitó, amortiguando su caída con su resistencia.
— ¡Ayúdeme! —gritó Jaejoong desencajado—. ¡Ayúdeme, por favor!
Yunho se quedó helado. Jaejoong tenía una mancha de sangre en el rostro, pero no se lo veía herido. Entonces bajó la mirada en busca del sitio donde Jaejoong podía haber sido lastimado y se encontró con su mano. La alzó en el aire, observó el corte. La sangre bulló en sus venas.
—Hijo de puta —masculló furioso, con esa voz poderosa que a veces manaba de su garganta. Pensó enseguida en el padre del hermano de Jaejoong. ¿En quién más podía pensar?—. Lo voy a matar.
Jaejoong alzó la mirada. ¿Qué hacía Yunho ahí? ¿Cómo Jaejoong no se había dado cuenta de que era él quien lo sostenía por los brazos?
No tuvo tiempo de formular una hipótesis para esas preguntas porque Yunho se puso de pie y subió las escaleras de dos en dos, tan rápido que Jaejoong tuvo que correr para alcanzarlo. Al llegar a su piso, vio que desaparecía en el interior de su departamento.
— ¡No, Yunho! —le gritó él cuando llegó adentro—. ¡Ya lo maté yo! —estaba desesperado, tan asustado que parecía al borde de un ataque de nervios—. ¡Lo maté! — gritó—. ¡Maté a un hombre, al padre de mi hermano!
Yunho pateó la navaja y se arrodilló junto al supuesto cadáver que yacía boca abajo junto a la mesa del comedor. Lo giró sin delicadeza alguna y asentó dos dedos sobre una vena del cuello. Puso el oído sobre la nariz.
Los instantes que él tardó en hacer eso parecieron eternos, el tiempo se suspendió en aquellas acciones, hasta Jaejoong dejó de respirar.
Entonces vio que Yunho se puso de pie, meditó algo un breve segundo y luego lanzó una patada al cuerpo. Le dio en el vientre. Otra patada más en los testículos.
Yunho lo reconoció. Era el tipo que le había pedido dinero, ese al que le había dado cien pesos. De haber sabido a quién se enfrentaba, lo habría destrozado en aquel momento. Sentía tanto odio que si el maldito no estaba muerto, era capaz de matarlo él.
— ¡No hagas eso! —bramó Jaejoong, otra vez cubriéndose la cara.
Yunho pareció reaccionar y recordar que Jaejoong se hallaba allí, esperando noticias del muerto. Entonces se dio la vuelta y lo tomó por los brazos para sacudirlo.
—No está muerto, Jaejoong, tranquilo —le habló con voz tan tensa que casi no parecía él. Se hacía evidente que esperaba serenarlo, pero que por dentro estaba tan o más furioso que Jaejoong.
— ¡Lo maté! —insistió Jaejoong.
—Te digo que no está muerto —repitió Yunho con voz poderosa—. Te lo juro.
Las piernas de Jaejoong perdieron su fuerza y volvió a caer de rodillas, como en la escalera, donde se había encontrado con Yunho. Él se dejó caer a su lado y lo estrechó contra su pecho, buscando contenerlo. Aliviado porque Jaejoong estaba a salvo, lo besó en la cabeza.
—Hay que llamar a la policía —anunció. Casi al mismo tiempo hurgó en el bolsillo del saco, extrajo el teléfono celular y marcó el número sin soltar al hombre que lloraba, débil y temeroso, entre sus brazos.
Antes de que llegara la policía, Yunho llamó a Bin y le anunció que no creía regresar a la oficina esa tarde. En efecto, no lo hizo porque llevó a Jaejoong a la comisaría para declarar. Tras haber terminado, les indicaron que debían sentarse en un banco en un pasillo desolado y esperar la declaración de Lee.
Jaejoong suspiró. Se miró la mano que le había vendado la paramédico de la ambulancia y pensó en lo que acababan de pasar. Tenía a Yunho a su lado, no sabía explicar por qué él había ido a su edificio y tampoco se atrevía a preguntárselo. No se olvidaba de cómo habían acabado la última vez que se habían visto.
Se sobresaltó cuando él se movió. Fue para colocarle el saco de su traje sobre los hombros. En ese momento Jaejoong se dio cuenta de que había estado temblando.
Yunho no sabía si Jaejoong tiritaba de frío o de nervios, pero hizo lo que creyó conveniente para prevenirlo de esas sensaciones que lo aquejaban. Hubiera querido abrazarlo, pero no se atrevió. Presentía que Jaejoong no temblaba de frío, porque allí hacía calor, sino preso de lo que había sucedido.
— ¿Te duele? —le preguntó respecto de la mano. Sonaba preocupado y no podía dejar de estarlo. Lo que lo había escuchado relatar a la policía acerca de Lee, el modo en que este lo había amenazado y cómo Jaejoong se había defendido lo habían dejado asombrado.
—Un poco —reconoció Jaejoong sin ánimos de sonar débil o quejumbroso.
Yunho se puso de pie y pretendió alejarse, pero él lo detuvo.
— ¿A dónde vas? —le preguntó.
—A pedirles algún analgésico para el dolor — respondió él.
—No, está bien —se apresuró a indicar Jaejoong —. Gracias.
— ¿Estás seguro?
Jaejoong asintió y Yunho volvió a tomar asiento. Entonces se produjo un breve silencio que resultó incómodo para los dos. Yunho lo rompió con una pregunta.
— ¿Por qué no me lo dijiste?
Jaejoong, que hasta ese momento estudiaba la pared, lo miró.
— ¿El asunto de Lee? —preguntó. Yunho asintió en silencio—. Porque no. No tenía por qué involucrarte.
Yunho no dio respuesta. Él tampoco sabía explicar por qué hubiera preferido que Jaejoong lo involucrara y no que lo hiciera a un lado.
— ¿Piensas que si pagáramos su deuda aprendería la lección? —interrogó. Jaejoong lo miró con sus ojos negros muy abiertos; había algo que no entendía.
— ¿«Pagáramos»? —repitió.
—Sí —asintió él—. Ya sabes, darle el dinero y que salde su deuda para que tu hermano no corra peligro. ¿Crees que Lee aprendería y no volvería a meterse con gente tan pesada?
Jaejoong inspiró profundo antes de volver a hablar. Los pensamientos se agolpaban en su mente sin una dirección precisa.
—Primero, no creo que pagar la deuda solucione algo a largo plazo, Lee jamás aprende. Segundo, no entiendo por qué te refieres a pagarla en plural. En caso de que alguien pague la deuda de Lee, lo haré yo.
Yunho no quería ser duro con Jaejoong, pero comprendió que debía serlo si deseaba resolver ese problema.
— ¿Con qué? —preguntó. Jaejoong lo miró como si acabara de acusarlo de un crimen.
— ¿Perdón?
—No creo que esos tipos se tomen tantas molestias por cien pesos roñosos, yo creo que Lee les debe mucho más —replicó Yunho —. Si no me equivoco, dijiste mil. Mi pregunta es de dónde los vas a sacar.
Jaejoong suspiró. Dejó de mirarlo.
—Un préstamo —dijo a modo reflexivo. Era la idea que se le había ocurrido cuando Lee lo tenía aprisionado contra la pared.
— ¿Y sucumbir a los intereses abusivos que suelen cobrar? —se entrometió Yunho —. ¿Por qué no te hago yo el préstamo, sin intereses?
Jaejoong le dedicó una sonrisa falta de gracia.
—Primero, porque eso me ataría a ti —explicó—. Segundo, porque no quiero tu caridad. Aprecio tu preocupación, pero no tienes que hacer nada por mí. Me las arreglaré solo, como lo hice siempre.
Yunho pensó enseguida en Choi Siwon. Quizás Jaejoong estuviera pensando en pedirle a él el dinero, después de todo, era su amante.
¿A quién quería engañar? Jaejoong tenía menos probabilidades de haberlo engañado con Choi que él de ser perfecto en la seguridad e higiene de sus obras. Entonces, ¿qué hacía entrando a un hotel con su enemigo?
— ¿Me vas a explicar por qué entraste a un hotel con Choi Siwon? —preguntó con tono pétreo. Jaejoong se sorprendió por el abrupto cambio de conversación, sobre todo porque se hacía imposible seguir el hilo de los pensamientos de Yunho.
—Intenté hacerlo, pero no me dejaste, ¿te acuerdas? — respondió él sin intenciones de venganza.
— ¿Necesitabas que hiciera silencio para hablar?
—Necesitaba que estuvieras dispuesto a escuchar.
Yunho miró hacia otra parte. Él no era un hombre celoso, ¡oh, no! Primero Hyun Joong, después Siwon… ¿quién más sería víctima de sus odiosos pensamientos?
—No pasó absolutamente nada en esa habitación, Yunho —continuó él al notar la repentina ausencia mental del hombre.
—Entonces entraste a una habitación con él — Yunho sentía que le ardían los ojos y las mejillas. Un calor súbito le recorría el cuerpo.
—Por supuesto —indicó Jaejoong a continuación—. ¿A qué se va a un hotel? Teníamos que entrar.
—Y te acostaste con él — Yunho fulminaba la pared con la mirada.
—No, eso no. Bueno, sí, pero no.
Ahora lo fulminaba a él.
—No se le paró —lanzó con los dientes apretados.
— ¡Yunho! — Lo regañó Jaejoong con un grito ahogado—. ¿Cómo puedes pensar que dormiría con Choi Siwon?
—No digo que hayan dormido precisamente… — replicó él, irónico.
— ¡Lo que sea! Primero nos sentamos a la mesa y él sirvió dos copas de champán, pero ni siquiera la probamos.
Yunho volvió a mirar la pared.
—Claro, debía estar muy apurado por llevarte a la cama antes de que se le pasara el efecto del Viagra.
Jaejoong soltó una carcajada.
— ¡No lo puedo creer! —exclamó—. Ya ni siquiera tomo como un insulto que seas tan engreído.
— ¿Engreído yo? —respondió él volviendo a mirarlo—. ¿En esto?
—Yunho. Con Siwon vimos Cumbres borrascosas y resultó que los dos sabíamos bastante del tema, entonces pasamos conversando más de dos horas.
A Yunho le revolvió el estómago que Jaejoong lo llamara «Siwon».
— ¿Dos horas conversando de una estúpida película? — no sabía si dar crédito a lo que oía.
—Y del libro —aclaró Jaejoong —. A ver, dime, ¿quién lo escribió? —lo puso a prueba.
— ¿Es también un libro?
— ¿Cuál de las hermanas Bronté? —intentó orientarlo él, pero no hubo caso.
— ¿Encima había más de una?
Jaejoong rió pero enseguida volvió a ponerse serio, casi parecía un maestro a punto de dar un sermón a un niño con mala conducta.
—Mira, Yunho, creo que deberías dejar de ser un hipócrita y reconocer tus propios errores —dijo amargamente—. No culpes a Siwon por lo que tú mismo provocaste.
Yunho lo miraba con el ceño fruncido, sus bellos ojos entrecerrados.
— ¿Lo que yo provoqué? —repitió destacando el pronombre.
—Si te acuestas con hombres casados, tienes que aprender a vivir con las consecuencias.
Ninguno supo a cuál de los dos dolieron más esas palabras porque el celular de Yunho interrumpió la conversación. Él sacó el teléfono del bolsillo y miró la pantalla. Era Heechul. No quería responder, pero se obligó a hacerlo porque las palabras de Jaejoong lo habían dejado molesto, lastimado, aunque no lo demostrara en una sola fibra de su cuerpo.
—Hola.
Jaejoong se sorprendió de que esa fuera la voz de Yunho. ¿A quién atendía con un tono tan duro?
—Estoy en la comisaría. No importa por qué.
Hablaba muy poco, con la voz gélida.
—Sí, puedo darte la dirección, pero no quiero que vengas —se hizo una pausa—. Sé que si te la doy vas a venir.
¿Qué más daba?, pensó después. Que Jaejoong conociera la joyita que Choi Siwon tenía como esposo.
—Está bien.
Acabó por dar la dirección y cortó sin siquiera saludar. Jaejoong sabía que Yunho no trataba así a sus amantes. A él, que había sido uno, lo había tratado con suavidad, presentía que hacía lo mismo con los otros porque así se percibía en el aire.
Yunho se arrepintió de inmediato. ¿Qué ganaba con acercar a Heechul y a Jaejoong? Solo hacer más vulnerable al segundo frente al primero. Entonces marcó un número.
—No vengas —dijo otra vez sin saludar—. Ya me voy.
Cortó. Jaejoong no emitía palabra, miraba hacia otra parte, pero se hacía evidente que Yunho no estaba de ánimo para que lo persiguieran y que, además, mentía, porque no sabían cuánto tiempo más tendrían que pasar ahí. ¿Qué pretendía él, enfrentarlo a él con su amante de turno como Jaejoong lo había enfrentado a él con el supuesto amante suyo? Era obvio que Yunho no le había creído una palabra y se pensaba que él era el amante de Choi. Yunho vivía en ese mundo, pensaba que todas las personas eran como él y que…
—Te creo — Yunho dijo eso e interrumpió todo pensamiento de Jaejoong, que lo miró con los ojos muy abiertos, sorprendido por esas palabras que escapaban de su boca—. Tienes el corazón tan grande que eres capaz de ayudar a Choi a recuperar a su… esposo —indicó él —. Aunque eso signifique traicionarme a mí.
Yunho se refería a que, ayudando a Choi a conservar a Heechul, Jaejoong estaba obrando en su contra, porque primero Heechul había sido su esposo y porque eso le daría las de ganar al otro. Ni siquiera le interesaba hablar del asunto de su proyecto secreto, porque en su interior jamás había sospechado de Jaejoong, aunque le hubiera dicho lo contrario a la cara.
Jaejoong iba a pedirle una explicación, pero en ese momento un policía se les acercó y les anunció que podían retirarse. Yunho se puso de pie primero, pregunto qué sucedería con Lee y le informaron que pasaría unas horas más en la comisaria. Estaba seguro de que querían sacarle información sobre el tipo al que le debía dinero. No emitió palabra al respecto y avanzo hacia la salida.
En la puerta del edificio, se detuvo para dejar pasar a Jaejoong. En lugar de hacerlo, Jaejoong se lo quedó mirando, intrigado por la conversación truncada que acababan de mantener.
Yunho se quedó prendado del negro de sus ojos, le parecía que en ellos se extendía un campo que lo conducía a un lugar incierto, al futuro soñado.
Jaejoong supo que él estaba a punto de hablar. Iba a invitarlo a tomar un chocolate o algo, porque entreabrió los labios y no precisamente para colocar un cigarrillo entre ellos. Sin embargo no pudo hacerlo porque alguien interrumpió sus cavilaciones.
—Yunho.
Yunho giró la cabeza con brusquedad. Se quedó perplejo, se había olvidado por completo de que Heechul podía aparecer en cualquier momento.
—Estaba cerca y vine a buscarte —explicó Heechul ante su asombro.
Los ojos de Yunho se tornaron fríos, displicentes. Jaejoong se dio cuenta y temió aquella mirada. El cuerpo de Heechul padeció un sacudón. No había rastro alguno de veneración o sentimientos en el hombre que hasta no hacía mucho tiempo estaba loco por él, y eso solo podía deberse a una razón.
Heechul miró enseguida a esa razón, que era el costurerito en quien había reparado desde que cruzaba la calle en dirección a la comisaría. Notó que el dolor atravesaba las pupilas negras del chico, y se aprovechó de eso para salir triunfante del silencioso altercado que se le presentaba.
Se tomó del brazo de Yunho y fingió una sonrisa que igual dejó al descubierto el descontento que se esforzaba por ocultar. El costurerito llevaba el saco de su marido sobre los hombros y eso terminó de enfadarlo.
— ¿No nos vas a presentar? —reclamó a Yunho. También pretendía fingir que el asunto le importaba muy poco, pero se notaba a simple vista que eso no era cierto.
Jaejoong sentía que podía echarse a llorar en cualquier momento, pero resistía y lo ocultaba. Yunho había vuelto con su ex esposo, el de las fotos que conservaba en su departamento, el del barco, y eso lo destrozaba por dentro. Sabía que lo había perdido.
Por un momento se arrepintió de haberlo dejado. Si Jaejoong hubiera soportado en silencio y se hubiera conformado con su cariño, quizás él no habría vuelto a buscar a su esposo. Pero enseguida pensó que no podía engañarse más. Tarde o temprano, Yunho habría vuelto con su esposo, y si de ese modo era feliz, Jaejoong tenía que aceptarlo, porque solo así se amaba de verdad. Tal vez algún día otro hombre se cruzara por su vida y fuera Jaejoong el que permaneciera en silencio cuando ese otro le dijera que lo amaba. Recién entonces podría comprender en carne propia lo que significaba sentirse como Yunho.
A pesar de que Heechul era el que hablaba, Yunho no lo miró. Sus ojos estaban enterrados en Jaejoong, como si todavía quisiera invitarlo a alguna parte o hacer de cuenta que nadie interrumpía su conversación.
—Él es mi ex esposo —dijo para darle el gusto al que le apretaba el brazo como si de ese modo buscara evitar que él se le escabullera. El cuerpo de Yunho no se iba, pero su alma vagaba muy lejos de Heechul, solo que él no lo reconocía.
Heechul apretaba las manos alrededor del brazo de Yunho porque sentía odio y resentimiento. Él lo había presentado ante el costurerito como su ex esposo, siendo que antes siempre lo llamaba «mi esposo», incluso cuando ya estaban divorciados. Por otra parte, no lo había nombrado al otro, y Heechul sabía muy bien que se debía a que lo estaba protegiendo de él. La ventaja era que el costurerito desconocía esas intenciones, se notaba en que todo lo que Yunho decía le parecía a Jaejoong una daga que se le enterraba en el pecho.
Heechul sabía que estaba perdiendo a Yunho y no tenía idea de qué debía hacer para retenerlo.
Jaejoong, al ver que Yunho ni siquiera deseaba que su ex esposo supiera que él era su amigo, tal como él lo había proclamado en el barco, comprendió que estaba de más en ese encuentro y se despidió.
—Me voy —dijo extendiéndole el saco que Yunho tomó sin apuro—. Gracias por todo, Yunho. Estoy en deuda contigo.
Yunho se adelantó un paso para que Jaejoong no se fuese, aunque Heechul seguía sujetándolo. El apretón fue insignificante como intento de que él no se moviera.
—Deja que te lleve hasta tu casa —pidió. Jaejoong no entendía nada, en un momento lo omitía en la presentación y al otro le ofrecía llevarlo hasta su casa aún en contra de la mirada que en ese momento le lanzaba su celoso esposo. Jaejoong se esforzó por sonar tan amable y distante como Yunho, aunque el tono rígido de la voz de Yunho fuera imposible de imitar.
—Voy a estar bien, no te preocupes —replicó.
—Él no se preocupa, querido —repuso su esposo con aires de superioridad—, solo trata de ser cortés —luego miró a Yunho—. Vamos, querido —pidió—. Le dije al chofer que se llevara el coche.
Yunho no se había dignado a mirarlo en toda la conversación. Se quedó callado, viendo cómo Jaejoong se sorprendía por la respuesta de Heechul e intentaba ocultarlo en una sonrisa rígida. Se notaba en sus pupilas que estallaría de dolor en cualquier momento, y Yunho se sintió morir.
Jaejoong se volvió y comenzó a caminar rumbo a su casa. Yunho habría plantado a Heechul por seguir a Jaejoong, se habría olvidado del mundo por llevarlo hasta su departamento, acostarlo en su cama, desnudarlo, besarle los labios mientras le susurraba que… que lo amaba no, que le haría el amor. Quería anunciarle lo que iba a pasar para… para que se sonrojara y le demostrara que lo amaba tanto como él necesitaba que lo hiciera.
—Vamos, Yunho —insistió Heechul. Yunho no había escuchado que el hombre ya le había pedido lo mismo hacía un momento.
Como siempre: cuando quería hablar, se quedaba callado; cuando quería correr, se quedaba quieto.
Se dio la vuelta y fue hasta el auto sin mediar palabra con Heechul. Ni siquiera por cortesía esperó a que él caminara adelante o a la par de él. Yunho hacía lo que quería y eso a Heechul lo mataba.
Sentado en el auto, puso el motor en marcha, pero no movió el vehículo de lugar.
— ¡Pobre muchacho! —Comentó Heechul sin medir su odio—. Tiene menos clase que tus prostitutos.
Pero con pesar se dio cuenta de que Yunho no le prestaba el más mínimo de atención, ni siquiera lo había escuchado. Se había quedado mirando el cuerpo de Jaejoong hacerse pequeño y luego desaparecer en el espejo retrovisor.
* * *
Las noches en la comisaría siempre eran duras. Lee había dormido en una celda cuando el engreído de Jaejoong lo había denunciado por drogadicto, y había pasado otra porque el princesito lo había molido a palos. No tenía idea de cómo iba a pagar su deuda ni de cómo iba a salvarse de las balas, y tampoco se preocupó. Prefería mirar televisión del otro lado de la mesa al que se encontraba Karam, con el control remoto reparado en la mano y los pies alzados a una silla. Young había salido a hacer los mandados con Changmin. Lee se adormecía sobre la mesa hasta que resonaron unos golpes a la puerta.
Allí vivían delincuentes, pero como no se robaban entre ellos, se podía confiar en la gente. Esa fue la razón por la cual Lee abrió la puerta sin preguntar quién la golpeaba. Grave error.
Yunho se le echó encima como una fiera y lo estrujó contra la pared. Antes de hablar miró hacia el costado, donde Karam todavía estaba sentado con los pies sobre la silla, pero con la mirada marrón clavada en los dos hombres. La boca entreabierta, el chicle suspendido sobre su lengua.
—No te muevas —ordenó. El chico se encogió de hombros, indiferente.
—Ni lo pensé.
Por Karam podían matar a Lee que le hacían un favor. Lo que en cambio le había acelerado el pulso era ver en persona al novio o ex novio de su hermano, lo que fuere. Era mucho más atractivo, fuerte y poderoso de lo que se veía en las revistas, y además no tenia reparos en echarse encima de un tipo grandote y morrudo como Lee. Es más, lo había dejado contra la pared como si fuera una pluma. Resultaba evidente que Lee era puro tamaño, pero no tenía nada de coraje y muy poca fuerza. La bebida y las drogas se la habrían consumido toda.
Los ojos de Yunho brillaban de tan oscuros y castaños cuando volvió a mirar al moreno. Quería matarlo, lo habría asesinado con sus propias manos para vengar lo terrible que había sido ese hombre con Jaejoong, pero supo que hacer eso no sería más que condenarse a sí mismo y salvar a su oponente de la vida miserable que llevaba. A él solo le interesaba proteger lo más preciado.
— ¿Ya pagaste tu deuda? —le preguntó con rudeza. Cuando hablaba así, la voz se le volvía ronca y poderosa, y conseguía hacer temblar a todo el mundo. El hombre agitó la cabeza en gesto negativo—. Yo la pago —anunció Yunho a continuación. Lee esbozó una sonrisa, ¡ese tipo sí que era una bendición! Cada vez que aparecía era para resolverle un problema. Sin embargo, la sonrisa se le borró del rostro ni bien Yunho le apretó la garganta con el antebrazo y volvió a hablar con tono y gesto amenazador—. No te rías —le ordenó—. No te pienso dar el dinero a ti. Y más te vale mantener a esa gente fuera de la vida de Jaejoong, porque si vuelves a ponerlo en riesgo a él o a cualquiera de su familia que nada tiene que ver con tus asuntos, yo mismo me encargo de que esos tipos te vuelen la cabeza, lo voy a arreglar con ellos. No quiero que te acerques a Jaejoong nunca más. Te le acercas, y te fusilan. Ahora dime dónde puedo encontrarlos.
Karam estaba absorto en lo que veía, pero no se atrevía a moverse ni quería hacerlo, porque así habría arruinado un momento sublime para él, como lo era ese. Sentía que algo había cambiado en su interior: no todas las personas eran tan distintas a él, quizás el novio de su hermano se le pareciera más de lo que hubiera imaginado. Sintió que al fin había encontrado un espejo en el cual su verdadero ser se reflejaba.
Lee escupió una dirección y Yunho lo soltó con tanta brutalidad que el otro se tambaleó tras la partida. Karam vio salir a Yunho de la casa dejando la puerta abierta y sonrío. Sonrió de verdad, sin mueca sensual ni fingimiento. Amaba a ese hombre.
* * *
Jaejoong trataba de seguir con su trabajo. Tenía que hacer las camisas para la marca de ropa porque eso podía señalar su inicio como taller de costura y aportarle un ingreso un poco más amplio y seguro que los clientes particulares. Como la mano lastimada retrasaba su trabajo, pidió ayuda a Junsu, que acudió ni bien se liberó de sus tareas.
—No estas como siempre, Jae —comentó el morocho mientras recortaba un molde. — ¿Qué te pasa?
—Nada —respondió Jaejoong, ocupado en la máquina de coser.
—Anda, dime que te pasa, ¿no confías en mí?
—Claro que confío en ti, Junsi, es que no quiero hablar de nada.
Unos golpes a la puerta interrumpieron la conversación. Jaejoong, que había quedado temeroso de que los traficantes lo buscaran tras lo acontecido con Lee, pensó que podía tratarse de ellos y tembló involuntariamente. Junsu se dio cuenta.
— ¿Qué pasa, Jaejoong? — preguntó asustado.
Al parecer quien se hallaba del otro lado de la puerta también pensó en el miedo que Jaejoong podía sentir, por eso habló.
—Jaejoong, soy yo, Yunho. ¿Estás allí?
— ¡Ah, entiendo! —Rió Junsu. — ¿Tendré que dejarlos solos? —bromeó.
Jaejoong no le había contado todavía que había roto con Yunho. Junsu estaba muy ocupado con su nueva vida de hombre casado y se veían poco. Miro a su amigo con desencanto.
—No digas nada, Junsi, por favor — pidió al tiempo que se ponía de pie para dirigirse a la puerta. Aunque el otro no entendió el motivo del pedido, acepto.
Jaejoong abrió con el rostro contrito. La expresión de Yunho no era muy distinta.
— ¿Cómo estas? —preguntó. Jaejoong no había abierto la puerta del todo, como si no deseara que el viera el interior de su departamento. Lo mantenía a distancia.
—B… bien—. Tampoco había contado a Junsu lo acontecido el día anterior, le había dicho que el corte de la mano se lo había hecho con un plato en la cocina, le pareció lo mejor para preservar la seguridad de su amigo. Rogaba a Yunho no se lo escapara nada que lo pusiera en evidencia.
— ¿Cómo estás de la mano?—continuó preguntando él.
—Bien —respondió él. Yunho asintió.
—Con todo ayer me olvidé de la razón por la cual había venido —explicó con sencillez—. Uno de los responsables de una marca que conociste en una fiesta, tiene una oferta de trabajo para ti — Jaejoong entreabrió los labios, sorprendido—. Le dije que lo llamarías si te interesaba recibir alguna.
Extendió hacia él el papel que había escrito en su oficina el día anterior y Jaejoong lo recogió. Estaba confundido y desconfiaba.
—Si tuviste algo que ver con esta oferta… —comenzó.
—Te juro que no —lo interrumpió él—. Cuando te llevé a la fiesta sí quise presentarte a todas esas personas, pero a él lo conquistaste por tu cuenta.
Jaejoong tomó una honda bocanada de aire, sin poder creer la posibilidad que Yunho acababa de colocar entre sus manos.
— ¿Por qué no respondes el teléfono? —le preguntó él enseguida. Jaejoong no quiso decirle que no había podido pagarlo.
—Estoy sin línea —explicó muy breve.
— ¿Quieres que llame a reparaciones?
—No, está bien, ya lo hice.
Yunho asintió. Apretó los labios antes de hablar.
— ¿Todavía no aceptas que te regale un celular? — preguntó. Jaejoong suspiró. Si no se lo había aceptado antes, cuando jugaban a ser novios, ahora menos que nunca.
—No —replicó.
Yunho no quería irse, pero tampoco se atrevía a pedir a Jaejoong que lo dejara pasar. Comprendiendo que él no lo haría, le dijo adiós y desanduvo el camino hacia la escalera. En su corazón esperaba que Jaejoong lo llamase, pero a cambio solo escuchó cerrarse la puerta.
No podía culparlo. Él había vuelto con Heechul.
— ¿Esa es la manera en que se saludan y se hablan dos novios? —preguntó Junsu cruzado de brazos delante de la máquina de coser. Jaejoong bajó la mirada.
—Ya no somos novios —resumió con dolor.
— ¡Con que eso era lo que te pasaba y no pensabas decírmelo!
—Por favor, Junsu, no estoy listo para soportar que te ofendas.
— ¿Qué pasó? ¿Te engañó?
—No.
— ¿Entonces por qué te dejó?
—No me dejo, yo lo dejé. Ahora hablemos de otra cosa, por favor.
— ¿Que tú lo dejaste? ¡Porque te engañó!
—No. Yunho no me engañó. Ahora basta. Hablame de ti.
* * *
Bin se sentía desesperar cada vez que Heechul cruzaba la puerta del ascensor. Pensaba que Yunho había vuelto a ser el perrito de ese perverso hombre, que le daba todos los gustos y lo trataba como un sirviente al rey.
Arrogante, altanero y soberbio, Heechul pasaba por alto a Bin como a una estatua. Y Bin, aunque se moría por soltarle unas cuantas verdades a la cara, callaba por amor a Yunho. Si habló fue solo porque él la obligó a hacerlo con la novedad que le hizo saber cuando ella le alcanzó unos papeles.
—Quiero que hoy cenes en casa, Bin —le dijo al tiempo que estudiaba lo que ella acababa de entregarle.
— ¿Festejamos algo? —preguntó la mujer, risueña.
— Heechul viene a cenar hoy.
La sonrisa de Bin se borró como si le hubieran asestado una cachetada. Hasta ese momento, Heechul no había pisado el departamento de Yunho, ese que una noche había abandonado.
—Es hora de que ustedes dos se den una oportunidad — siguió él, todavía ocupado en hablar y en manipular las carpetas.
—No hay tregua, Yunho —replicó la secretaria. Él se sorprendió, porque alzó los ojos hacia ella y casi por milagro solo se concentró en lo que hablaban.
—Necesito que hagan las paces —explicó sucintamente, como si se tratara de las cláusulas de un contrato—. Dentro de poco pienso pedir a Heechul que vuelva a vivir conmigo y…
— ¿Qué? —Bin acababa de elevar la voz. Yunho era un estúpido. ¡Tan inteligente y tan idiota!
—Lo que escuchaste. Es mi esposo y voy a recuperarlo.
—No es tu esposo —le espetó Bin. A Yunho no pareció importarle.
—Por eso mismo, tiene que volver a serlo.
—No cuentes conmigo para eso —Bin sonaba en verdad enojada. Yunho nunca la había escuchado de esa manera.
— ¿Por qué dices eso?
—Porque no seré más el testigo silencioso de tu decadencia. Sabes que eres mi vida y que te amo, pero si quieres destruirte, vas a tener que hacerlo solo.
Yunho se quedó perplejo con la respuesta; callado por primera vez en mucho tiempo.
—No seas tan dura, por favor —pidió en voz muy baja.
—No esperes que yo vuelva a pisar tu casa mientras ese perverso tenga puesto un solo pie en ella —siguió Bin, ignorando su súplica.
— ¡Eso es injusto! —reclamó él respaldándose en el asiento.
— ¿Injusto?
—Me obligas a elegir entre él o tú.
—Claro que no te pido que elijas —lo corrigió Bin, ofuscada—. No te estoy ofreciendo ninguna opción. ¡Llévalo a vivir contigo! ¡Llévalo!
—A costa de que salgas de mi vida.
—Seguiré trabajando para ti, pero solo como tu secretaria. No quiero pisar tu casa mientras él la pise, nunca más.
—Eres mi segunda madre, no puedes hacerme esto — Yunho sonaba desanimado, y lo estaba, porque nada salía como lo había planeado.
—Ya no —replicó la mujer con los ojos húmedos. Yunho sintió que el pecho se le cerraba.
— ¿Qué dices? —balbuceó. No podía creer que Bin le dijera aquello, era impensado.
—Una buena madre jamás permitiría que su hijo se destroce la vida, y yo no tengo las agallas para impedirlo — replicó ella con pesar—. ¿Y Jaejoong? ¿Qué hay de él?
Yunho prefirió cerrar los oídos al nombre y congelar la palabra cuando él mismo la pronunciase.
—Jaejoong se fue —le recordó a su secretaria.
— ¡Tú lo dejaste ir!
—Heechul es mi esposo, tiene que serlo —defendió Yunho en un intento desesperado por convencerse él mismo de eso que decía.
— ¡No me vas a hacer creer esa mentira a mí! — Le gritó la mujer—. O me vas a hacer pensar que lo que dice la gente es verdad.
— ¿Y qué dice la gente? —replicó él entre dientes.
—Que eres un engreído orgulloso. ¿Qué quieres, Yunho? ¿Demostrarle a Choi que puedes recuperar a su amante, como una vez le demostraste a Kyung que podías ser mucho más que él? — Yunho tragó con fuerza.
—Estás hiriéndome, Bin —masculló. Lucía desorientado, no podía manejar el dolor, nunca había sabido hacerlo.
— ¿En verdad crees que aún amas a Heechul? ¿Crees poder amar a un hombre como ese después de haber conocido a Jaejoong?
—Parece que Jaejoong fuera tu hijo, no yo —concluyó él —. Basta —indicó después inclinándose hacia adelante—. No tolero esto.
—Porque no puedes tolerarte a ti mismo —le espetó la mujer sin pestañear—. ¡Date el gusto! ¡Conoce a Heechul una vez más!
Tras soltar esas palabras, Bin giró sobre los talones y salió de la oficina sin mirar atrás.
Adelanto de capitulo 24
«Tienes el corazón tan grande que eres capaz de ayudar a Choi a recuperar a su… esposo. Aunque eso signifique traicionarme a mí», le había dicho Yunho. Jaejoong lo había acusado de acostarse con un hombre casado, de destrozar una familia y él… él solo trataba de recuperar lo que había sido suyo, ese odioso colorado que lo tomaba del brazo en el barco y a la salida de la comisaría. Choi era el que había destrozado su familia imaginaría, y ni siquiera había tenido el valor de decírselo a él en más de dos horas que habían pasado juntos en el hotel. Choi y ese horrible hombre habían sido una ruina para Yunho, después de que él hubiera superado otras.
Jaejoong estuvo a punto de romper algo. ¡Lo odiaba! ¡Heechul había engañado a su Yunho, lo había hecho sufrir! Lo habría matado.
Fin de adelanto
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ResponderEliminarEste fic me tiene al borde del colapso, porque yunho es tan necio y se obliga a pensar de esa forma? no se da cuenta que a quien quiere ahora es a JJ, y el queriendo recuperar a heechul, NO! que bueno que Bin le dijo todo eso, ojala reaccione, ya no quiero verlos sufrir a ninguno de los 2 ni a él ni a JJ me parte el alma <3 T___T gracias por actualizar, espero con ansías el sig, capítulo.
ResponderEliminarwaaaaa unnie no sabes cuanto me emociona saber sobre esta historia ... bien pues ya era hora que alguien le dijera las cosas claras a yunho ... aunque este solo esta encaprichado por heechul y tiene miedo amar de verdad ,como sabe que lo haría con jae ... y esperaría que este le diga un par de cosas a heechul .. es que no me gusta que se quede callado y en el adelanto .. porque habrá explotado asi jae ?... que habrá pasado kiaaa ya quiero saber .. gracias unnie por seguir publicando .. saranghae <3
ResponderEliminarme encanta la historia y como la desarrollas, despues de lo de bin espero Yunho se de cuenta de las cosas y tome conciencia, espero que jae y el se reconcilien pronto, me quede intrigada con lo de Karam solo espero no de problemas en el futuro, me dejaste intrigada con el proximo cap, espero continues pronto....
ResponderEliminarwiiiiiiiiiiiiiiii pero que bonito estaaaaaa!! me encanta!! >.<!!!, aiishhh pero como detestooo a Hechul -como siempre lo digo- eto y con karam si q me sorprendio ojala no cause problemas después O.Ó, aigoooo pero que buena defensa JJ~~ y ojala q con las palabras de Bin YH por finnnn abra los ojosssss y se de cuenta q con tener a Hechul es sinonimo de "perdición" xDDD , omo con lo del adelantoo me has dejado con las ganasss de sabeer q cosa va hacer JJ al enterarse de q tipo son Siwon y Hechul D:< ahhhhhh gracias por actualizarrrrr~~
ResponderEliminarespero ansiosa la siguiente actualización *-----*
LOVE YA~
Porque Yunho hace esto???
ResponderEliminarComo odio cuando se hacen mas tonto eish
y jaejoong, bueno el no puede hacer nada ya que piensa que
yunho y heechul estan juntos y felices, pero aun asi
que vuelvaaaaaaaaaaan!!!
y que yunho ya no se haga el menso"!!!!!!
Yunho es tan terco que a veces lo quiero matar, pero luego me doy cuenta que es por el fantasma del pasado que lo persigue, espero comprenda, no se como no se quedo en este antes pero espero que este coment si se quede
ResponderEliminarAY a veces tengo unas ganas de ir y darle a Yunho un buen coscorron por tarado, ya es hora que pienses y se deje de tonterias, él ya no quiere a Heechul pero sigo de terco. Ahora el ya le a entregado su corazon a Jae pero lo va a perder si sigue asi de tonto.
ResponderEliminarWaw que ansias que por fin se resuelvan sus problemas.
Yunho Yunho q carajos pasa contigo....
ResponderEliminarHeechul no te trae nada bueno y estas dejando ir a Jae solo por una basura como heechul ... Ese hombre dios q coraje... Un ser tan despreciable y Yunho aún sigue ahí ...
Jae a veces quisiera q se olvide de el amor por Yunho pero una amor tan grande como el que siente Jae por Yunho no se olvida con facilidad :(
vaya por fin yunho hara algo util...casarse de nuevo con la araña esa....
ResponderEliminarya era hora de que por fin deje en paz a jae...
gracias por el capitulo.
Yunho no entiende, que diablos tiene en la cabeza, y ahora también Karam dice que lo ama, quizá otro problema para Jae. Gracias.
ResponderEliminaryunho eres un tonto ..!!!
ResponderEliminarhechul no te conviene el es un egoísta , un convenido no te quiere y tu a el tampoco no se por que te empeñas a volver con el (`ー´)
que se muera heechul igual que Lee ! (`ー´)
jaejoong se defendido con todo y le dio su merecido a Lee , bien hecho jae
Como amo a Bin *-* Que bueno que al fin le haya dado un alto a Yunho, el tiene que reaccionar y dejar atrás su pasado, debe de quitarse esa vida imaginaria que siempre se creo. Tiene que abrir los ojos y darse un oportunidad con Jae... Ahh me da ganas de darle unos buenos golpes a Heechul, se merece todo ese.
ResponderEliminarGracias por compartir.
abre los ojos por favor yunho,no te hagas esto por favor deja de lastimarte tu felicidad es jae,gracias Bin,ayuda a ese necio
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