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Nada mas que una noche: Capitulo 25

Capítulo 25


A pesar de la conversación que había mantenido con Jaejoong y de la paz que ese jovencito le había transmitido, Bin no podía quedarse tranquila. Así y todo, disimulaba su creciente preocupación delante de Yunho y se mostraba seria y distante. Solo hablaban de asuntos de trabajo y cuando él trataba de hablarle de su distanciamiento, con todo el dolor del alma Bin le preguntaba si se le ofrecía algo más, él claudicaba en su intento de comunicarse con ella, y acababan separándose de nuevo.
Yunho creía haber superado el hecho de que su padre se olvidara de llamarlo cada tres de marzo para su cumpleaños cuando él todavía esperaba su llamado, lo cual sucedió hasta sus veinte años. Sin embargo, ahora que cumplía treinta y cuatro y estaba distanciado de Bin, lo recordó. Por otra parte pensaba que la mujer no soportaría ignorar esa fecha y entonces tendría oportunidad de reconciliarse con ella, pero fue llegar a la oficina y darse cuenta de que esta vez, Bin no lo perdonaría.
Después de una noche de viernes muy agitada, ese sábado Yunho bajó del ascensor y se encontró con que Bin ya estaba sentada a su escritorio. El no solía trabajar en la oficina los fines de semana, pero como tenían varios asuntos atrasados, habían acordado hacerlo. En otras oportunidades, ella había ido a su casa, le había preparado un desayuno especial, lo había acompañado y luego hasta se había molestado en sorprenderlo con un pastel en el trabajo. Siempre de chocolate y mouse, como a él le gustaba. Nada de eso se concretó ese día.
Él pasó por delante de su escritorio, todavía pensando que podía obtener algo más que un saludo, lo cual tampoco sucedió.
—Hola, Bin —intentó. Ella no levantó la vista de sus papeles.
—Hola —respondió por mera educación.
Bin hubiera deseado saltar de la silla, abrazar a Yunho y llenarlo de besos mientras le entonaba el feliz cumpleaños, pero resistió estoicamente los embates de sus sentimientos. Quería que Heechul fuera el único que quizás, si sus demás actividades vacías se lo permitían, deseara un feliz cumpleaños a Yunho, y que entonces él se diera cuenta de si ese único saludo era el que necesitaba.
Decepcionado por la actitud de Bin pero incapaz de dar el brazo a torcer, Yunho encendió el primer cigarrillo a las nueve de la mañana. Consuelo de tontos. Necesitaba relajarse para poder pensar con claridad y resistir a todas las obligaciones. Casi no dormía porque tenía insomnio, fumaba más de veinte cigarrillos por día y no abandonaba la noche. Si no podía dormir, como no quería pensar, terminaba en el bar.
Para las diez y media, llevaba fumados cinco cigarrillos, había discutido con un sindicalista y tenía más ganas de estar en el bar que de trabajar. En la oficina no dejaba de pensar en que era su cumpleaños y Bin ni siquiera lo había saludado, en que Heechul no hacía más que salir de compras y en que Jaejoong lo mantenía inquieto. ¿Por qué todavía tenía que acordarse de él? ¿Por qué no podía desecharlo y focalizarse en sus objetivos? ¿Pero cuáles eran esos objetivos en realidad, si todo lo que hacía era recordarlo?
Tenía calor, pero no se sacaba el saco. Se dio cuenta incluso de que algunas gotas de sudor le recorrían la frente y de que le estaba costando respirar, sin embargo, no abría la ventana. No porque no quisiera, sino porque no se daba cuenta de que tenía los sentidos embotados. No lo supo hasta que su oficina dio vueltas a su alrededor al punto de que le pareció que podía vomitar.
Todo ese malestar tenía que pasar. Tenía que pasar, sí. No era más que el recuerdo de las noches de insomnio.
Pero empeoró.
Después de que le doliera el cuello, una especie de electricidad se extendió por su brazo izquierdo. Estiró la mano rápido, dobló los dedos varias veces pensando que se trataba de un calambre, pero tampoco sirvió. Pensó que había apretado el puño demasiado fuerte, que jamás le había dolido nada, que el aire se negaba a entrar en sus pulmones, que el dolor se hacía insoportable. Y entonces lo sintió: el peso de una inmensa grúa en su pecho, como un tornillo que le provocaba una opresión y le impedía moverse o respirar.
No, eso no era nada conocido, no podía ser normal. Sintió miedo, un terror como jamás había experimentado, y la desesperación de morir sin haber encontrado esa luz que le había sido prometida. Había sido su culpa. Sí, todo era su culpa.
Se estaba dando por vencido. Él nunca hacía eso, peleaba hasta el final sin importar nada; las cosas jamás debían dejarse a la mitad y siempre era mejor saber hasta dónde se podía llegar, cuál era el final del túnel, y no la incertidumbre.
Con fuerzas brotadas de esos pensamientos, consiguió hacer llegar la mano al intercomunicador y presionar el botón que lo conectaba con su secretaria. Bin recibió el llamado.
— ¿Sí? —preguntó. Esperaba la orden que le daría su jefe, pero no obtuvo respuesta—. ¿Yunho? —insistió. Quizás él se había equivocado de botón. Pero ¿por qué no hablaba? ¿Por qué no cortaba la comunicación?—. ¿Yunho?
Se levantó de la silla y casi corrió hasta la oficina, presintiendo algo. Intuición de madre, quizás. Cuando abrió la puerta y lo vio tendido sobre el escritorio, rodeado del extraño silencio que invadía la oficina, supo que no estaba dormido, ni llorando, mucho menos haciéndole una broma.

* * *

El aire del Centro Médico se cortaba con cuchillos. Bin caminaba de un extremo al otro del pasillo, iba y venía desde la puerta de la sala de emergencias hasta la que comunicaba con una sala de espera inútil. Ella no podía sentarse a esperar. Ni bien vio aparecer un médico, corrió hacia él.
—Por favor, dígame que está bien —suplicó con los nervios de punta, los ojos húmedos y la respiración agitada.
—Fue un pre-infarto.
Bin se llevó ambas manos a la boca, luego las dejó caer bruscamente para interrumpir. No se dio cuenta de que, por supuesto, el médico no iba a dejar la frase solo en ese anuncio.
— ¡Pero es demasiado joven! —exclamó.
—No hay edad para estas cosas, señora —replicó el hombre—. Quédese tranquila. Estamos tratando de estabilizarlo y de evaluar el alcance de los daños.
Bin sabía por conocimiento popular que era más difícil que un hombre joven resistiera un pre-infarto o un infarto que un anciano, y si todavía estaban tratando de estabilizarlo, eso quería decir que el peligro no había pasado.
El médico siguió su camino. El miedo recorrió cada centímetro del cuerpo de la mujer. Bin tragó con fuerza y se preguntó qué debía hacer. Sin dudarlo se encaminó al teléfono público y marcó un número.
—Hola —respondió la voz a los gritos. Bin intentó hablar, pero se hacía imposible. Jaejoong también se dio cuenta—. No oigo —dijo—. Espere que bajo el volumen de la música, por favor.
Bin sintió que Jaejoong se alejaba. La música acabó y él regresó al teléfono.
—Ahora sí —dijo—. Hable.
—Jaejoong, soy yo, Bin.
— ¡Ah, hola, Bin! — La recibió el muchacho, siempre amable, dándole la bienvenida—. ¿Cómo estás?
Bin no podía responder a esa pregunta.
—Jaejoong, escúchame…
La voz de Bin logró alarmar a Jaejoong, lo hizo fruncir el ceño y tomar una inspiración profunda.
— ¿Algo está mal? —inquirió con voz temblorosa.
—Es Yunho.
— ¿Qué pasa con Yunho?
—Está en el Centro Médico que conoces.
Jaejoong sintió que su mundo se desmoronaba, casi cayó al piso de miedo porque supo por la voz de Bin que Yunho no estaba en un centro médico por un dedo magullado, ni él habría ido por algo tan simple. Yunho nunca se enfermaba.
— ¿Chocó? —arriesgó lo primero que se le vino a la mente. Lo había visto conducir y sabía que cuando manejaba iba rápido, hacía maniobras temerarias y parecía atender varios asuntos a la vez, con lo cual podía haberse accidentado.
Bin se esforzó por sonar tranquila, pero aun así no pudo esconder su temor.
—Tuvo un pre-infarto.
Jaejoong abandonó todo cuanto estaba haciendo y, tal como estaba, se largó a correr por las calles húmedas. La lluvia lo atrapó cuando bajó del colectivo.
Llegó al Centro Médico empapado y temblando de nervios. El cabello le caía pesado y algunos mechones negros se le adherían al rostro compungido. Tenía la remera blanca pegada al pecho, los pantalones deportivos pesados y los tenis emitían un splash splash estremecedor. Se aferró al mostrador de la recepción para no caerse redondo al piso de la preocupación.
—Busco a Jung Yunho —alcanzó a explicar.
— ¿Es un paciente internado? —le preguntaron en respuesta.
—No sé, pero fue una emergencia.
El muchacho ingresó los datos a la computadora. Los instantes que tardó en brindar alguna información se hicieron eternos para Jaejoong, que estiraba la cabeza en un vano intento por interpretar algo de lo que se reproducía en el monitor.
—Está en la sala de estabilización —le comunicaron al fin.
— ¿Y dónde es eso? —preguntó él.
—No puede pasar, tiene que esperar aquí —le ordenó el muchacho en respuesta a su pedido.
—Pero eso no puede ser, su… su madre está con él — dijo sin pensar en quién era Bin en realidad—. Tengo que saber algo más.
—Disculpe, pero deberá esperar aquí —insistió él.
— ¡No voy a esperar! —Replicó Jaejoong, que a la vez pensó en utilizar la única arma disponible—. Llame al doctor Kim, es el director de este lugar —dijo—. Y es mi abuelo. Estoy seguro de que él me permitirá pasar.
—Joven…
— ¿Qué? ¿También se niega a llamar a mi abuelo? — El chico miró a su compañero. Este asintió con la cabeza, entonces tomó el teléfono.
—Tome asiento, por favor —pidió a Jaejoong. Aunque él quería escuchar qué decía el joven, obedeció.
Mientras el chico se comunicaba con el director de la clínica, Bin apareció. Vio a Jaejoong sentado en una de las sillas de la sala de espera, chorreando agua y con el cabello corrido por las mejillas, y el corazón se le encogió. Ese muchacho sí que amaba a Yunho. ¡Él de verdad lo quería!
—Jaejoong —dijo una vez que llegó a su lado. Jaejoong se puso de pie de inmediato, hasta ese momento había estado tan metido en sus pensamientos que no había notado la presencia de Bin.
— ¿Ya te dijeron algo más?
—Consiguieron estabilizarlo.
El anuncio de Bin serenó un poco a Jaejoong, aunque no se llevó su temor.
— ¡Pero tiene apenas treinta y tres años! — exclamó, incapaz de creer que un hombre tan joven pudiera estar sufriendo un pre-infarto.
—Treinta y cuatro —repuso Bin cabizbaja. Se sentía terrible por no haber hecho nada por Yunho ese día, por haberlo ignorado. Jaejoong frunció el ceño, entonces se vio obligado a hacer una aclaración—. Hoy es su cumpleaños.
En ese momento, el doctor Kim Hwan se aproximó a ellos después de que su empleado de recepción señalara en dirección al hombre que lo buscaba.
—Aquel joven dice ser su nieto —le había explicado.
—Disculpen. ¿Me buscaban? —preguntó una vez junto a Jaejoong y a Bin. Su mirada estudiaba al muchacho, que acababa de llevarse una sorpresa. Jaejoong se había olvidado por completo de que había dicho ser el nieto de ese hombre y ahora tendría que responder ante su error.
—Disculpe, fui yo —explicó Jaejoong —. Pero ya no es necesario, le agradezco su pronta respuesta. Él fruncía el ceño.
— ¿Nos conocemos? —preguntó—. ¡Oh, sí! —Repuso enseguida—, Nos conocimos en la inauguración de este lugar, ¿cómo olvidarlo? Es el novio de nuestro ingeniero.
—Sí —asumió Jaejoong sin ánimos de explicar al médico los pormenores de su relación con Yunho—. Nos vimos en la inauguración —agregó.
—No me digan que el señor Jung ha requerido de nuestros servicios.
—Está en la sala de estabilización. Sufrió un pre-infarto —explicó Bin, atrapada por la posibilidad de que el mismo director del Centro Médico se hiciera cargo de Yunho. Fue lo que el hombre ofreció.
— ¡Dios santo! Me ocuparé yo mismo de él. — La conversación se interrumpió cuando una voz se interpuso, ignorando todas las otras.
— ¿Qué pasa aquí? — Heechul reclamaba. No preguntaba, no se preocupaba: exigía—. Llegué a la oficina y una empleada me dijo que se habían llevado a Yunho en una ambulancia y no sé cuántas cosas más. ¡Es un nenito, siempre llamando la atención! ¿Qué le pasó ahora?
— ¿Y quién es este simpático señor? —ironizó el doctor. Heechul, altanero, se dignó a mirarlo.
—El esposo.
Jaejoong bajó la mirada. No solo sentía que le enterraban un puñal, y sino que, además, temblaba de ira. Ahora que podía estudiar al tal Heechul de cerca, notaba la gruesa capa de maquillaje que recubría su rostro, lo avejentada que tenía la cara operada, cuánto se esforzaba porque su cuerpo pareciera firme, y supo que todo eso no era más que una máscara. Ese hombre solo tenía un cuerpo, no tenía alma. Era un envase vacío.
Se preguntó cómo podía entrar despotricando en contra de Yunho como si se lo hubieran llevado en una ambulancia porque tenía una uña rota, y casi se sintió capaz de darle unos cuantos golpes, como Había hecho con Lee. Añoraba un saco de box.
—Pero cómo… —balbuceó el doctor Kim, sin entender una palabra. Jung Yunho tenía esposo y novio. Bueno, podía ser, aunque el que tenía pinta de esposo era el que vestía de blanco y de amante el que vestía de rojo, no al revés.
—Tuvo un pre-infarto —replicó Bin. Se notaba en su tono de voz y en su mirada que acusaba abiertamente a Heechul del mal que Yunho había padecido, pero este ni se dio por aludido.
— ¿Y cómo no me llamaste? —le espetó—. ¡Enterarme por una empleada mientras él ya está aquí! —señaló a Jaejoong sin volverse, como si el costurerito no valiera siquiera una mirada—. ¿Tú lo llamaste?
—Sí —respondió la secretaria.
— ¿Y qué te hizo pensar que él era necesario?
—Jaejoong… —comenzó a responder Bin, pero su frase fue truncada por el médico, que había enterrado los ojos negros en Jaejoong.
—Jaejoong… —masculló—. ¿De verdad eres tú?
Jaejoong todavía no se había atrevido a alzar la cabeza.
—Sí, soy yo —replicó.
— ¡Por Dios santo, cuánto creciste! —Exclamó el doctor—. ¡Cómo dudar de que eres tú! Si eres… eres su fiel retrato.
Nadie más que el médico y Jaejoong entendieron que se refería a su padre.
—No pertenecemos a esta conversación, Bin — intervino Heechul sin escrúpulos—. Indícame dónde puedo hallar a Yunho, a ver si se deja de jueguitos y me puedo ir a mi casa.
— ¿Quién mierda te crees que eres? —comenzó Jaejoong, que ya se iba encima de Heechul  con los puños apretados a los costados del cuerpo, incapaz de contenerse, pero el médico interrumpió esa acción.
—Establezcamos prioridades —dijo. Buscaba romper con la pelea que intuía venir—. Primero visitaré al señor Jung y después quiero hablar contigo, Jaejoong. Así que, por favor, no te vayas.
El doctor Kim se encaminó al pasillo y Heechul lo siguió, pero antes de avanzar más allá de Bin, se detuvo y la miró.
—Tú también puedes irte —le ordenó—. Tampoco eres necesaria aquí.
Jaejoong tenía la boca abierta, no podía cerrarla. Bin se estableció a su lado para ver, como él, el odioso cuerpo de Heechul alejarse detrás del doctor Kim.
— ¿Ves lo que te digo? — Le habló al oído—. Es una harpía. Lo odio. ¡Lo odio!
—Solo me molesta que maltrate a Yunho —dijo Jaejoong con resignación—. Por lo demás, tiene razón.
Bin lo miró sin poder creer lo que escuchaba.
— ¿En qué tiene razón? —preguntó.
—Yo no tengo nada que hacer aquí — Jaejoong pensaba que tenía que asumir esa verdad indiscutible.
— ¿Y vas a darle el gusto? Yo no pienso irme.
—Porque tú eres como una madre para Yunho. ¿En cambio yo que soy?
— ¿Qué dices? Yunho te adora.
—Anda, Bin — la instó Jaejoong, temiendo lo que ese hombre pudiera hacer a Yunho teniéndolo solo para él. Él no estaba en condiciones de soportar sus embates—. Yo espero aquí. Ya viste que el médico es un familiar lejano que no había visto por años y me pidió que lo espere.
— ¿Estás seguro? —Bin dudaba.
—Sí —sonrió Jaejoong —. Mantenme informado.
Bin se alejó. Ni bien Jaejoong la vio atravesar la puerta que conducía al pasillo por el que antes se habían internado Kim Hwan padre y Heechul, no esperó. Regresó a casa.
Heechul odiaba los problemas, odiaba perder el tiempo en un hospital. No se había pre-infartado Choi Siwon, que tenía veintiséis años más que Yunho, y venía a hacerlo él.
Lo primero que inquirió Heechul fue si ese inconveniente en su corazón le produciría algún tipo de disfunción sexual. Lo preguntó sin reparos, sin tapujos, pero al menos lo hizo a espaldas de Yunho.
—De ninguna manera —le explicó el médico—. Absolutamente nada. Si todo sale como esperamos, podrá hacer vida normal. Eso sí: lejos del cigarrillo y, de ser posible, del alcohol.
Qué demonios le importaba a él. Si Yunho iba a seguir haciéndole el amor tan bien como lo hacía hasta ese momento, un cigarrillo y un par de copas no podían hacerle daño.
Al día siguiente, Jaejoong no salió de casa esperando el llamado de Bin, que no ocurrió hasta esa tarde.
—Te fuiste —le reclamó la mujer—. ¿Por qué?
—Ya te lo dije, Bin — Jaejoong sonaba agotado, no había dormido en toda la noche por temor—. Dime cómo está Yunho.
—Como si nada hubiera pasado —largó la mujer.
Jaejoong sintió que se desmoronaba. Había pasado tantas horas de tensión, pensando en él sin poder estar a su lado, que el alivio lo dejaba ahora débil y tembloroso.
—Los médicos dicen que salió del episodio prácticamente ileso y que podrá hacer vida normal pronto, pero el doctor Kim todavía quiere controlarlo, por eso no lo deja ir a casa todavía. Eso sí: le hicieron una amenaza colectiva respecto del cigarrillo, la noche y el alcohol.
Jaejoong se había puesto a llorar. El miedo que había atravesado todas esas horas lo había dejado sensible, todavía pensando en que Yunho podía irse y él se moriría si él le llegaba a faltar.
— ¡Ese maldito! —exclamó Bin ante el silencio de Jaejoong —. Si pudiera dar a Yunho una caja de cigarrillos en plena habitación de la clínica, se la daría.
—No quiero saber de ellos, Bin —pidió Jaejoong con pesar—. Me duele mucho, por favor… no me digas nada. Solo quiero saber sobre la salud de Yunho, nada más. Yo deseo que él sea feliz, tan feliz que ni siquiera se acuerde de mí. Nunca más.
Por piedad, Bin evitó decirle que Heechul no podía hacer feliz a nadie. Si Jaejoong no quería oír nada acerca de ese hombre, tendría que respetar su decisión. Entonces le dio su número de teléfono personal y le pidió que por cualquier necesidad no dudara en llamarla. Jaejoong se lo agradeció.
Por la noche, no pudo cenar. Hacía más de veinticuatro horas que no probaba bocado y tampoco sentía que pudiera hacerlo en algunas horas más. Había acordado con Seung que haría algunas muestras de trabajo para enseñarle sus ideas, pero tampoco podía concentrarse en ellas. Necesitaba ver a Yunho, aunque fuera una última vez, por eso acudió al Centro Médico, a donde llegó cerca de las once. El recepcionista de internación le informó que el horario de visita había terminado a las siete. Ante esa respuesta, Jaejoong, que se había hecho un experto usurpador de identidades, le dijo que era el relevo de quien lo había acompañado hasta ese momento y que venía a cuidarlo toda la noche.
—Su esposo… —indagó. Le había dolido tanto decir eso que casi estuvo a punto de salir corriendo y olvidarse del rol que se había propuesto desempeñar—. ¿Se encuentra con él?
Quería saber si Heechul estaba en el cuarto, porque en ese caso no podría ver a Yunho.
—Me avisó que salía un momento —replicó el guardia —. Él tiene el pase, pero está bien, puede pasar y que luego se lo entregue arriba cuando vuelva a subir, pero no podrán permanecer los dos en el cuarto.
Era perfecto, justo lo que necesitaba. Se iría antes de que Heechul volviera.
—Entendido.
El hombre le dijo el número de habitación y Jaejoong subió de dos en dos las escaleras, para hacer más rápido.
Antes de avanzar espió el pasillo desde la sala de espera del sector de cardiología, en caso de que Heechul hubiera subido sin que el guardia se hubiera dado cuenta. Estaba vacío. Avanzó hasta la habitación correspondiente y abrió un poco más la puerta, que estaba entornada. Yunho dormía, y al verlo, ya no resistió el impulso de entrar.
Se escurrió como una sombra hasta la silla que había junto a la cama y se dejó caer allí. Colocó los brazos sobre el colchón y escondió el rostro entre ellos, incapaz de evitar el llanto.
—Oh, cuánto lo siento, Yunho… —susurró, consciente de que él no podía escucharlo.
¿Pero qué estaba haciendo? Él no había muerto, estaba más vivo que nunca y en cuanto saliera de allí seguro desearía dejar de perder el tiempo y recuperar su vida junto a su esposo. Entonces para Jaejoong, Yunho moriría en ese cuarto, en ese preciso instante.
Alzó la cabeza y se lo quedó mirando. Se veía tan atractivo y joven cuando dormía, tan capaz de amar, porque en esos momentos parecía que su inocencia nunca se había perdido, que su alma seguía habitando su cuerpo hermoso.
—Un día te vas a despertar a su lado —vaticinó con una sonrisa de tristeza y de amor en los labios—. Serás muy, muy anciano, y pensarás viéndolo yacer en tu cama: «Aquel chiquillo de nombre extraño… ¡cuánto me amaba!».
Ese era el fin, esa era su despedida. Hasta que un haz de luz artificial lo cegó y lo hizo alejarse de Yunho como si con solo estar sentado a su lado pecara. Giró la cabeza y se encontró con Heechul destilando ira por los ojos.
Jaejoong corrió hacia la puerta, no le quedaba más opción que acercarse al demonio para salir del cuarto. Heechul se apartó para darle paso, ¡claro que deseaba que Jaejoong se retirase! El costurerito lo pasó por al lado pretendiendo ocultar sus lágrimas. ¡Quién se creía para aparecer por ahí! ¡Quién se creía para llorar por Yunho!
— ¡Hey, chiquito! —lo llamó. Jaejoong se detuvo en seco. ¿Qué debía hacer? Sin dudas lo más apropiado era irse, agachar la cabeza y marcharse como lo haría cualquiera que en la vida de Yunho no fuese nadie, como él, pero se volvió —. ¿Qué te piensas que estás haciendo?
Todo el valor y la fuerza perdidos volvieron de pronto al cuerpo de Jaejoong. Desanduvo los pocos pasos que la habían alejado del hombre y lo estudió con asco y con lástima. ¿Cómo Yunho podía estar enamorado de ese ser vacío e inescrupuloso? Si antes le había parecido un hombre sublime, altanero e imponente, ahora no le parecía más que un egoísta malcriado.
Meneó la cabeza con resignación y se volvió. No le encontró sentido a gastar una sola palabra en alguien tan frívolo y estúpido.
— ¡No te atrevas a darme la espalda, mocosito! —bramó el otro con esplendor.
Jaejoong se detuvo de nuevo. ¿Irse? ¿Irse sin decirle nada? ¡¿Por qué?!
En apenas tres pasos volvió a estar frente al pelirrojo.
— ¿Qué quieres preguntar? —le soltó a la cara.
—No voy a preguntarte nada —replicó el otro, pretendiendo sonar amenazante—. Te voy a advertir. No te interpongas en mi camino — Jaejoong se le rió en la cara. De verdad, sin fingimientos. Y Heechul no pudo soportarlo. ¡Él era el que se reía! ¡Él se reía de Yunho, no un costurero de él!—. ¿De qué te reís, estúpido?
—De que me tienes miedo —respondió Jaejoong gozándolo.
Esa respuesta fue la peor que Heechul podría haber escuchado. ¿Miedo él? ¿Miedo de un costurero? Soltó una de sus falsas y estruendosas carcajadas, esas que utilizaba para atraer la atención de sus amistades.
—Escúchame bien, trepador —quiso seguir hablando.
— ¿Trepador yo? — Jaejoong no se molestaba en dejar de sonreír.
— ¡Eres un completo ingenuo si piensas que Yunho puede estar verdaderamente interesado en ti! —pretendió herir a Jaejoong —. Te faltan años y experiencia, nene. Él te dejó, ¿lo puedes entender? ¿O eres tan ignorante que no puedes entender eso?
Jaejoong enarcó las cejas. Se mordía los labios para no reírsele en la cara.
— ¿Qué Yunho me dejó? — Ya no pudo aguantar la risa—. ¡Si yo lo dejé a él!
La furia se esparció por Heechul como una serpiente que lo iba envenenando. ¡Nadie más que él había dejado a Yunho, por eso él lo amaba! Se adelantó un paso y se pegó al cuerpo de su oponente, que era unos cuantos centímetros más bajo que él.
—No te metas en mi camino, costurerito, porque te las vas a ver conmigo. ¿Escuchaste? —amenazó. Jaejoong fruncía el ceño, divertido. ¡Se sentía milagroso! No tenía miedo, no se sentía inferior a Heechul, ni siquiera le provocaba dolor, solo pena. Una pena inmensa por él.
—Eres patético —se le escapó. El otro montaba más y más en cólera. No entendía cómo era posible que ese chiquillo no estuviera temblando de miedo.
— ¿Qué te atreves a decirme? —clamó.
—Que eres un tonto — Jaejoong de verdad pensaba que Heechul lo era. ¡Desperdiciar el amor puro de Yunho!
—Seré un tonto, pero él es mío. Y tú… —lo señaló con el dedo, lo miró de la cabeza a los pies—. Tú no eres más que un pobre costurero que tarde o temprano se dará cuenta de que no tiene un ápice de posibilidad con Yunho. Yunho jamás se interesaría por un hombre como tú.
—No, claro —asintió Jaejoong, lleno de paz—. Porque a Yunho le gustan los putos —sonrió para agregar con un tono musical—: Como tú.
Acabada la contienda por su parte, se dio la vuelta y transitó el pasillo sin atender los reclamos que hacía el  otro, sin prestarle el más mínimo de atención. Sus oídos se habían cerrado a aquellas palabras vacías y se sentía tan bien en tanto tiempo que la sonrisa no se le borró de la cara hasta que llegó a casa y llamó por teléfono a Bin.
—Y entonces me dijo que yo no tenía ni una sola probabilidad con Yunho —contó. Hacía quince minutos que hablaba de Heechul, se había olvidado por completo de que había exigido a Bin que no lo hicieran nunca más.
— ¿Y qué le respondiste? —Bin estaba más que interesada en el asunto que Jaejoong le contaba con tanto entusiasmo. Por eso le resultaba imposible disimular su asombro y curiosidad.
—Le dije que eso era algo obvio, porque a Yunho le gustan los putos.
— ¡Oh, mi Dios, Jaejoong! —exclamó la mujer, boquiabierta—. ¡Estuviste genial! ¿Y qué te respondió?
—Ah, no sé —se encogió de hombros Jaejoong, indiferente—. Me alejé tan muerto de risa que no escuché nada más —suspiró—. Ay, Bin, creo que tienes razón. Yunho no puede estar enamorado de esa cosa —la expresión dio risa a la mujer.
—Te lo dije, Jaejoong, te lo dije.
—El problema es que me niego a que Yunho sea un trofeo de guerra —agregó Jaejoong muy serio —. Además, él solo está interesado en uno de los bandos, y ese no soy yo.
Después la conversación se trasladó a una deuda que Yunho había pagado por él y que Jaejoong deseaba retribuirle. Evitó aclarar a Bin de qué se trataba el asunto completo, y, muy en su sitio, la mujer tampoco preguntó.
—Va a ser mejor que te olvides de eso —sugirió a Jaejoong —. Yunho jamás permitiría que le devuelvas dinero de una deuda que él quiso pagarte.
Jaejoong no estaba dispuesto a resignarse y pensó en hacerle llegar el dinero en cuanto pudiera, del modo que fuese. Sin embargo, desistió poco después, pensando que sería mejor dejar las cosas como estaban. Después de todo, él ya no tendría que pagarle más deudas, porque jamás volverían a verse y no quería darle motivos para hacerlo, por ejemplo, devolviéndole el dinero que Yunho ya había invertido en él. Después de todo, estaba acostumbrado a la resignación. Pocas veces en la vida había obtenido lo que deseaba. Era mejor hacer borrón y cuenta nueva.

* * *

Además de prohibirle fumar y beber más de la cuenta, los médicos le indicaron rehabilitación y le recomendaron que se tomara unas vacaciones, pero Yunho se negó y pidió que en el trabajo nadie hiciera referencia alguna a lo sucedido. El primer día que volvió a la oficina, sus empleados le hicieron un convite de bienvenida en el que él se mostró, como nunca antes, avergonzado. Lo cierto era que se creía tan fuerte que la vergüenza la sentía por haber estado enfermo y porque nunca le había gustado ser el centro de atención en nada que le rindiera algún tipo de reconocimiento. No quería que se hiciera referencia a su accidente, pretendía que todos hicieran de cuenta que eso nunca había sucedido.
Sin embargo, cuando escapó del gentío, cerró la puerta de su oficina y se sentó solo al escritorio, no pudo dejar de pensar en que, en efecto, esa mañana podría haber asistido a un banquete también, pero desde el cielo. Un convite porque él había muerto y todos acompañaban a sus seres queridos, que no eran más que dos. Tres, se corrigió. Bin, Yoochun y… ¿Heechul? No podía tener en cuenta a Jaejoong, él ya no era parte de su vida.
¿A quién quería engañar? No pensaba en nadie más que en Jaejoong y se pasaba el tiempo tratando de enterrar su recuerdo, repitiéndose que esa historia era una más del montón que tenía en su pasado y que debía encontrar el rumbo. Cuánto más ahora que no estaba muerto.
Pasó alrededor de media hora en silencio, quieto, con las manos sobre el escritorio y la espalda pegada al respaldo del alto asiento de cuero. No se daba cuenta de que los minutos corrían en el reloj a menor velocidad de la que vagaban sus pensamientos.
Reconoció que había llegado a un punto de su vida en el que parecía tenerlo todo: éxito laboral, una segunda madre excepcional, un socio que valía oro. ¿Cómo no se había dado cuenta antes de todas esas cosas que eran suyas? Además, la coronación de esas magníficas circunstancias era que había recuperado a su novio de la adolescencia, su primera relación en serio, su ex esposo…
—Mierda.
Yunho se tomó la cabeza entre las manos. No podía siquiera pensar «el hombre que amo» cuando se acordaba de Heechul.
Suspiró y volvió a echarse hacia atrás. Ahora las manos pendían flojas sobre sus piernas. ¿Qué estaba haciendo de su vida? ¿Qué curso tomaría ahora que había nacido de nuevo?
«Lo quiero», se repitió. «Quiero tener a Heechul, es lo que añoré todos estos años, lo que esperaba, poder quitárselo a Choi como él me lo quitó primero». Tragó con fuerza, volvió a suspirar.
Estaba embobado ahí, en el asiento, sin poder concentrarse en nada más que en sí mismo.
Todo eso sonaba a paraíso, pero aun así no conseguía encontrar estabilidad, no hallaba la calma. Todavía no había goce ni espíritu en lo que hacía, todo era una rutina, una costumbre, una necesidad de llenar el vacío que aún sentía en el alma.
Apretó los ojos para no pensar, no quería hacerlo. Apretó los ojos y los recuerdos, se concentró en el presente y en lo que el destino le ofrecía, y así logró armar algo parecido a una vida. Lo entusiasmaba más el proyecto a realizar que el matrimonio con Heechul, pero él representaba lo que siempre había deseado recuperar. El pasado.
Se resignó a que él nunca iba a experimentar más que presiones e indiferencia respecto de todo. Si algunas cosas habían encendido su corazón de hielo en la adultez eran el proyecto del puente, alguna que otra construcción cuando ya era un ingeniero reconocido, Bin y las memorias de su madre. Pero nada igualaba la sonrisa de Jaejoong.
Jaejoong…
Sonrió. Sonrió con su recuerdo y se apresuró a alejarlo para no extrañar. No tenía posibilidades con él, tenía que dejarlo ir.
Él nunca tendría una vida que de verdad le pareciera excitante, viviría de apariencias, porque así había nacido. Kyung tampoco la tenía, estaba seguro de ello. Pero otros si podían tenerla, aquellos que se atrevían a ser. Yoochun, por ejemplo. Su socio estaba casado y hacía años que no podía irse de vacaciones con su esposa porque siempre ocurría algo que lo retenía, Yunho se sintió culpable por eso: como él no tenía una vida, los demás también relegaban la suya. Se prometió que eso ya no sucedería e hizo algunos planes. No para él, sino para su socio. Yoochun se merecía un descanso.
                                             
Ese día, todos notaron distinto a Yunho. No corría, casi no hablaba, no fumó un solo cigarrillo.
Yunho no toma idea de que hacer con su vida, pero a cambio sabía muy bien qué hacer con la de Yoochun, Visitó su oficina esa misma tarde.
— ¡Yunho! —exclamó el hombre, que sacaba la cabeza del computador, solo para atenderlo a él—. ¿Estás bien?
Al parecer no habían entendido que no quería que se hiciera referencia a lo que había pasado, pensó Yunho, pero la razón de la pregunta de Yoochun no era que pensara todo el tiempo en el pre-infarto, Yoochun pensaba en que jamás había visto un Yunho tan sereno como ese.
Muy bien repitió el haciéndose de una silla para sentarse.
—Estaba modificando el techo del salón para que… ¿cómo se llama?
Yunho parecía un poco ausente.
— ¿Quién?
—El chico nuevo que está en la computadora número tres.
— Brian.
— ¡Ese mismo, Brian! —Retomó Yoochun su anuncio—. Para que Brian lo pase en Autocad.
— ¿Qué cosa? —preguntó Yunho enseguida. Yoochun alzó las cejas.
— ¿Distraído tú? —bromeó—. ¿Pero se te arruinó el cerebro o el corazón?
Yunho no pudo evitar reír. Cuando iban a la primaria, Yoochun había sido una porquería. Lo cargaba, lo molestaba, había llegado a dejarle moretones en las rodillas al hacerle una traba mientras corría por un pasillo de la escuela. Yunho ya no se acordaba de eso, porque si bien él era el nerd y su compañero el canchero del colegio, los dos eran excelentes profesionales ahora, eran realmente buenos en lo que hacían, y se llevaban excelente.
—Es que no vine para que habláramos de trabajo — explicó. Siempre que se veía con Yoochun terminaban hablando de proyectos y de la compañía—. Vine a darte algo.
— ¿Mi despido? —volvió a burlarse el hombre.
Yunho solo sonrió mientras hurgaba en el bolsillo interno del saco y extraía de allí dos boletos blancos.
—Quiero que tú esposa y tú se vayan de viaje por su aniversario.
Yoochun enarcó las cejas, sorprendido.
— ¡Oh, no, Yunho! —exclamó—. No pienso dejarte solo ahora, después de…
— ¿Qué te dije? —lo advirtió Yunho apuntándolo con un dedo. Yoochun tragó con fuerza.
—Sé que no quieres que se haga referencia alguna a tu salud, pero es imposible no pensar en eso —confesó—. No puedo dejarte solo cuando más me necesitas.
—Te equivocas —replicó Yunho—. Estuviste ahí cuando yo más te necesitaba y si no fuera por ti, hoy yo no estaría aquí. ¿Te olvidas quién firmó el proyecto de ese puente?
— ¡Ah, por favor! —exclamó el otro—. Los dos sabemos que no moví un dedo hasta que vi la carta que nos habían mandado. Todo lo hiciste tú.
—Pero tú firmaste, Yoochun, confiaste en mí más de lo que yo confiaba en mí mismo —confesó Yunho tan serio que abrumaba con esa mirada profunda, sincera, abierta. Yoochun no lo podía creer—. Eso no lo hizo otra persona, lo hiciste tú. Ni siquiera lo habría hecho mi padre.
Yoochun se quedó un momento en silencio.
—Te lo agradezco —dijo—. Gracias, Yunho.
—Yo debo darte las gracias —se puso de pie y dejó los pasajes del Paradise sobre el escritorio. Decidió quitar algo de dramatismo a la situación, por eso sonrió—. A ver si aprovechan el viaje y me dan un ahijadito.
Yoochun rió.
Yunho había encaminado la vida matrimonial de Yoochun, ahora tenía que encaminar la suya. Citó a Heechul en el resto-bar al que solían acudir y lo esperó.
Heechul entró radiante como siempre, saludando gente a diestra y siniestra. Gente, gente y más gente, hasta que llegó a él y se sentó en el sillón. No fue suficiente. Agitó la mano para saludar a otra persona más que no era Yunho.
— ¡Holaaa! —canturreó hacia su amigo.
—Heechul —masculló él. La voz serena, la mirada profunda. Heechul le dedicó apenas un instante de su atención antes de volverse hacia las mesas de nuevo.
— ¿Qué?
—Estoy aquí.
— ¡Ah, Yunho! —se quejó Heechul, al fin viendo hacia él —. ¿Por qué siempre estás tan serio? —dijo apretándole la barbilla. Yunho apartó la cara con suavidad.
—Quiero hablarte y tú no haces más que saludar gente —explicó.
—Recién me siento, Yunho —argumentó él—. Pide al camarero una botella del mejor champán que tengan.
Yunho obedeció. Bebieron una copa mientras Heechul criticaba a una de las mujeres que había saludado.
—Acaba de entrar ella —le anunció Yunho, irónico —. ¿No piensas saludarla también?
Heechul, como de costumbre, no entendió el sarcasmo. Yunho antes pensaba que se hacía el tonto, ahora se daba cuenta de que jamás había comprendido en realidad lo que era una ironía porque no se hacía el tonto: lo era.
— ¿Estás loco? —se ofendió—. ¿No viste lo gorda que se puso? Si la saludo, los demás van a pensar que yo me puedo poner igual.
Yunho no creía esa respuesta. Pero Heechul siempre las había dado, ¿por qué recién ahora le sonaban tan… estúpidas?
— ¿Qué importa lo que piense la gente? —replicó.
— ¿Que qué importa? —repitió él, como si no hubiera entendido la pregunta.
— ¿Por qué podría importarte?
—Porque nadie interesante se me acercaría con ella al lado mío por eso —protestó Heechul de mal humor. En realidad le estaba costando interpretar y seguir a Yunho. Estaba acostumbrado a conducir la conversación—. ¿Qué opinas de mi nueva nariz? —preguntó acariciándose el tabique nasal. Intentaría recuperar las riendas de la conversación. A Yunho le sonó a un deja vú.
—Ya me lo preguntaste antes y te dije que no noto la diferencia —respondió indiferente.
— ¿Y si me hiciera una cirugía en las nalgas? — Heechul se mordió el labio inferior y acarició, sugestivo, la parte de su trasero que el pegado conjunto rojo dejaba ver. —. ¿Qué dirías?
Yunho suspiró. El aire viciado del lugar ya no se sentía ameno como antes.
—Que están muy bien como son —dijo—. Aunque hubiera sido mejor que te las dejaras como eran al natural.
— ¿No me regalarías eso, Yunnito? —preguntó él con tono falsamente ingenuo, ignorando la aseveración de Yunho.
—Sabes que te obsequiaría todo lo que quieras — respondió él—. El dinero no es lo importante.
—Esa es la parte que más me gusta de ti —contestó él, omitiendo el asunto del dinero y su importancia. Le acarició a él la punta de la nariz—. Que me amas.
Yunho no respondió. Bebió de un solo trago el resto de champán de su copa y recargó fuerzas para lo que seguía.
—Heechul.
—Mmm…
—Sería apropiado que volvieras a vivir conmigo.
— ¡Ahí está mi amiga! —gritó él, fuera de contexto, y comenzó a agitar la mano a la mujer con una enorme sonrisa en gesto de saludo.
Yunho observó su rostro refulgente de maquillaje, su sonrisa de plástico, su cabello de Barbie, y sintió hastío. Esa era la actitud petulante de un hombre que se creía una diva y en cambio era… era un pobre iluso.
—Te estoy hablando, Heechul —dijo en un susurro que la música no consiguió apagar.
—Ella se hizo los pómulos —continuaba diciendo el pelirrojo respecto de la otra, preocupado todavía por las cirugías estéticas.
—Heechul.
—Mmm… Servime más champán —agitó la copa en el aire sin mirarlo. Yunho no se movió. Continuaba hablando con ese tono de voz pausado y sereno, entrecerrando los ojos como un apostador frente a las cartas.
— ¿Vas a volver conmigo?
—Claro, Yunnito! —rió él—. Pronto me habré mudado a tu casa.
—Quiero tener hijos —agregó él. Sabía que eso molestaría a Heechul.
Lo decía a propósito, para estudiar su reacción, para saber hasta dónde podía llegar. Pero si tenía que decir la verdad, no lo sentía, al menos no con él. No quería hijos de Heechul, Dios lo librara de atarse de alguna forma a ese hombre o de traer vida al mundo gracias a ese vientre. Hasta le resultaba ridículo imaginar que algo tan importante los uniera.
— ¡Ah, Yunho! —exclamó él, sonriente—. ¡Ya tenías que arruinarlo todo!
— ¿Por qué? —Preguntó él entrecerrando los ojos—. ¿Por qué lo arruinaría?
—Porque eso ya no va a ser posible, me opere para no tenerlos — Yunho se quedó callado, no emitió gesto alguno, no sintió nada. La confesión de Heechul lo dejó indiferente. ¿Por qué no sentía dolor, por qué no se amargaba? Porque no quería hijos de él. Porque no le importaba. Su expresión no cambió—. No iba a deformarme, Yunho — continuó diciendo Heechul, como si él le hubiera pedido alguna explicación—. ¡Eso ni lo sueñes! —volvió a rozarle la punta de la nariz con la uña—. Diviértete, tontito — aconsejó.
Heechul metió las manos en el bolsillo del saco de Yunho y extrajo los cigarrillos que él todavía compraba. Sacó uno del paquete, se lo metió en la boca, lo encendió y dio una pitada. Miraba ausente el tumulto del otro lado del humo que escapaba por sus labios.
—Sí… —murmuró—. Pronto me mudaré a tu casa…


Yunho no se interesó por saber qué era lo que se le había cruzado a Heechul por la mente en ese momento para decir que se mudaría a su casa. Tampoco por saber qué beneficios podría darle él que no le diera Choi Siwon. Juventud, sin dudas. Buen sexo. Todo de Heechul le resultaba indiferente.


Nota: gracias por sus comentarios hermosas, se que todo parece negro en esta historia, pero gracias a dios esta historia termina en YunJae por su puesto a pesar de todos los baches que están pasando, espero subir el sig. cap. pronto.

13 comentarios:

  1. oh dios oh dios yunho ya se dio cuenta mejor dicho ya acepto que se dio cuenta que heechul ahora no es nada para el ... siento que el próximo capitulo será una recapacitación de yunho .. eso espero que sea asi , a menos que pase algo y este vuelva a caer en las garras de heechul ah!!! noo!!! ... dios pero el consuelo que me diste al final del capitulo unnie es que termina yunjae ... pero la falta de interaccion entre ellos me esta volviendo loca u.u .. espero pronto poder verlos juntos gracias unnie por seguir publicando y porfis no te olvides de los otros fics que me tienen loca también por su actu ... en especial Under the moonlight: ...que me dejo en mal estado por el embarazo de jaee!!! y que no es de yunho!! ... bueno ahora si unnie me despido agradeciéndote nuevamente <3

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  2. Heechul, aqui me dan ganas de golpearlo, insensible, que bueno que Yunho se esta dando cuenta de como es, ya era hora, ay Jaejoong me parte el alma, es bueno ver que las cosas aunque poco a poco pero van mejorando para ellos, que se lo merecen, espero yunho no vuelva a caer y dejarse llevar por esos pensamientos equívocos que tiene, o que vuelva a ponerse mal! ;_; AHH, gracias por actualizar, amo con locura este fic es maravilloso, lo tiene todo lo juro ;;, y espero como siempre con ansías por la actualización <3 jeje saludos!

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  3. omo YH ya esta abriendo los ojos, solo q la "costumbre" aun no lo suelta ¬¬*, aiish pero q plasticoooooo! es HC como me enferma y como dice JJ q patético también y por fin JJ reto(??)HC *-----* , aiigo va ser mpreg nop???? :DDD kyaaaaaaaaaaa! <---sola se emociona-
    Ya quiero q el YJ pase todas las adversidades y se junten como debe ser >.<!!!!!

    GRACIAS por actualizarrrr!!!!

    LOVE YA~

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  4. Waaa, pero cuando aparece mas el yunjae
    muero ese Heechul me cae de la patada
    y yuno todo hipnotizado
    y jaejoong cada vez lo deja ir mas
    definitivamente tego que leerlo hasta el final

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  5. se puede entrar en el fic para matarlo?? por que si se puede yo lo hago con gusto
    como es posible que Yunho siga con una persona tan vil cruel y ruin como el, como!! que alguien me explique esa ley de la vida por que yo no la entiendo en lo mas minimo
    JJ por que!! eishh

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  6. Para variar Yunho al fin parece que va dandose cuenta que ese ser no es lo que el pensaba, por que el solo debe aceptar que ama a Jae y dejar por fin de engañarse y botar a patadas Heechul, sacarlo de una vez de su vida.
    Parece que la historia va mejorando poco a poco, ojala que tenga un hermoso final.

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  7. Cada vez heechul me parece una persona más despreciables
    Yunho tontito deja de sufrir y ya deja de recuperar a heechul porque el no es la familia que tu deseas...
    Ahh Jae Jae como debe sentirse pobresillo :/

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  8. yo creo y considero que yunho, debería de alejarse de chul

    debe darse a lo menos unos dos años para estar solo...no buscar refugio en nadie mucho menos en jaejoong...debe curarse solo no esperar que otros lo curen.

    jaejoong merecen que lo aman con un amor limpio. no como el de yunho, todo dañado y sin sentido.

    creo que yunho solo ve a jae como algo novedoso, no creo que lo ame...por eso le llama solo la atención.

    ojala y jaejoong no cometa el error de regresar con yunho, si este se lo pide.

    gracias por el capitulo

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  9. Ese Heechul toda una máscara de falsedad, lo bueno es que Yunho ya se esta dando cuenta de quien es en realidad. Gracias.

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  10. Yunho nene porq siques con heechul a solo le gusta aparentar no quiere a nadie ( me gusto la parte cuando jae le dice sus verdades a la cara .a yunho se gustan los putos - como tu jejeje q buena historia no la he leido continuamente por q estaba en un lagar dinde se me hacia dificli conectarme pero ya llegue a mi casita y hoy lo leo todo kekeke gracia por tener completo esta magnifico fic

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  11. yunho poco a poco esta que abre los ojos y se esta dando cuenta que clase de persona es heechul , vamos yunho déjalo de una vez por todas ..!!! no vale la pena , mas bien anda detrás de jaejoong y pídele perdón y regresen XD!

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  12. Al menos de a poco Yun se va a dando cuenta de la realidad de heechul, aun me estresa que le insista tanto. Con eso heechul solo se cree más. Jae debería de reaparecer frente a él para que de una vez reconozca sus sentimientos y deje a la diva esa.
    Gracias por compartir.

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  13. Pobre Heechul es digno de lastima,cuando despierte de su insana frivolidad se va a dar cuenta que perdió al hombre de su vida, Yunho ya sabe que su amor es solamente Jae no se por que no hace nada para volver a conquistarlo y mostrarle sus verdaderos sentimientos.

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