Capítulo 25
A pesar de la
conversación que había mantenido con Jaejoong y de la paz que ese jovencito le
había transmitido, Bin no podía quedarse tranquila. Así y todo, disimulaba su creciente
preocupación delante de Yunho y se mostraba seria y distante. Solo hablaban de
asuntos de trabajo y cuando él trataba de hablarle de su distanciamiento, con
todo el dolor del alma Bin le preguntaba si se le ofrecía algo más, él claudicaba
en su intento de comunicarse con ella, y acababan separándose de nuevo.
Yunho creía
haber superado el hecho de que su padre se olvidara de llamarlo cada tres de
marzo para su cumpleaños cuando él todavía esperaba su llamado, lo cual sucedió
hasta sus veinte años. Sin embargo, ahora que cumplía treinta y cuatro y estaba
distanciado de Bin, lo recordó. Por otra parte pensaba que la mujer no soportaría
ignorar esa fecha y entonces tendría oportunidad de reconciliarse con ella,
pero fue llegar a la oficina y darse cuenta de que esta vez, Bin no lo
perdonaría.
Después de una
noche de viernes muy agitada, ese sábado Yunho bajó del ascensor y se encontró
con que Bin ya estaba sentada a su escritorio. El no solía trabajar en la oficina
los fines de semana, pero como tenían varios asuntos atrasados, habían acordado
hacerlo. En otras oportunidades, ella había ido a su casa, le había preparado un
desayuno especial, lo había acompañado y luego hasta se había molestado en
sorprenderlo con un pastel en el trabajo. Siempre de chocolate y mouse, como a
él le gustaba. Nada de eso se concretó ese día.
Él pasó por
delante de su escritorio, todavía pensando que podía obtener algo más que un
saludo, lo cual tampoco sucedió.
—Hola, Bin
—intentó. Ella no levantó la vista de sus papeles.
—Hola
—respondió por mera educación.
Bin hubiera
deseado saltar de la silla, abrazar a Yunho y llenarlo de besos mientras le
entonaba el feliz cumpleaños, pero resistió estoicamente los embates de sus sentimientos.
Quería que Heechul fuera el único que quizás, si sus demás actividades vacías
se lo permitían, deseara un feliz cumpleaños a Yunho, y que entonces él se
diera cuenta de si ese único saludo era el que necesitaba.
Decepcionado
por la actitud de Bin pero incapaz de dar el brazo a torcer, Yunho encendió el
primer cigarrillo a las nueve de la mañana. Consuelo de tontos. Necesitaba relajarse
para poder pensar con claridad y resistir a todas las obligaciones. Casi no
dormía porque tenía insomnio, fumaba más de veinte cigarrillos por día y no
abandonaba la noche. Si no podía dormir, como no quería pensar, terminaba en el
bar.
Para las diez y
media, llevaba fumados cinco cigarrillos, había discutido con un sindicalista y
tenía más ganas de estar en el bar que de trabajar. En la oficina no dejaba de
pensar en que era su cumpleaños y Bin ni siquiera lo había saludado, en que Heechul
no hacía más que salir de compras y en que Jaejoong lo mantenía inquieto. ¿Por
qué todavía tenía que acordarse de él? ¿Por qué no podía desecharlo y
focalizarse en sus objetivos? ¿Pero cuáles eran esos objetivos en realidad, si
todo lo que hacía era recordarlo?
Tenía calor,
pero no se sacaba el saco. Se dio cuenta incluso de que algunas gotas de sudor
le recorrían la frente y de que le estaba costando respirar, sin embargo, no
abría la ventana. No porque no quisiera, sino porque no se daba cuenta de que
tenía los sentidos embotados. No lo supo hasta que su oficina dio vueltas a su
alrededor al punto de que le pareció que podía vomitar.
Todo ese
malestar tenía que pasar. Tenía que pasar, sí. No era más que el recuerdo de
las noches de insomnio.
Pero empeoró.
Después de que
le doliera el cuello, una especie de electricidad se extendió por su brazo
izquierdo. Estiró la mano rápido, dobló los dedos varias veces pensando que se trataba
de un calambre, pero tampoco sirvió. Pensó que había apretado el puño demasiado
fuerte, que jamás le había dolido nada, que el aire se negaba a entrar en sus
pulmones, que el dolor se hacía insoportable. Y entonces lo sintió: el peso de
una inmensa grúa en su pecho, como un tornillo que le provocaba una opresión y
le impedía moverse o respirar.
No, eso no era
nada conocido, no podía ser normal. Sintió miedo, un terror como jamás había
experimentado, y la desesperación de morir sin haber encontrado esa luz que le
había sido prometida. Había sido su culpa. Sí, todo era su culpa.
Se estaba dando
por vencido. Él nunca hacía eso, peleaba hasta el final sin importar nada; las
cosas jamás debían dejarse a la mitad y siempre era mejor saber hasta dónde se
podía llegar, cuál era el final del túnel, y no la incertidumbre.
Con fuerzas
brotadas de esos pensamientos, consiguió hacer llegar la mano al intercomunicador
y presionar el botón que lo conectaba con su secretaria. Bin recibió el llamado.
— ¿Sí?
—preguntó. Esperaba la orden que le daría su jefe, pero no obtuvo respuesta—. ¿Yunho?
—insistió. Quizás él se había equivocado de botón. Pero ¿por qué no hablaba? ¿Por
qué no cortaba la comunicación?—. ¿Yunho?
Se levantó de
la silla y casi corrió hasta la oficina, presintiendo algo. Intuición de madre,
quizás. Cuando abrió la puerta y lo vio tendido sobre el escritorio, rodeado
del extraño silencio que invadía la oficina, supo que no estaba dormido, ni
llorando, mucho menos haciéndole una broma.
* * *
El aire del
Centro Médico se cortaba con cuchillos. Bin caminaba de un extremo al otro del
pasillo, iba y venía desde la puerta de la sala de emergencias hasta la que comunicaba
con una sala de espera inútil. Ella no podía sentarse a esperar. Ni bien vio
aparecer un médico, corrió hacia él.
—Por favor,
dígame que está bien —suplicó con los nervios de punta, los ojos húmedos y la
respiración agitada.
—Fue un pre-infarto.
Bin se llevó
ambas manos a la boca, luego las dejó caer bruscamente para interrumpir. No se
dio cuenta de que, por supuesto, el médico no iba a dejar la frase solo en ese anuncio.
— ¡Pero es
demasiado joven! —exclamó.
—No hay edad
para estas cosas, señora —replicó el hombre—. Quédese tranquila. Estamos
tratando de estabilizarlo y de evaluar el alcance de los daños.
Bin sabía por
conocimiento popular que era más difícil que un hombre joven resistiera un
pre-infarto o un infarto que un anciano, y si todavía estaban tratando de estabilizarlo,
eso quería decir que el peligro no había pasado.
El médico
siguió su camino. El miedo recorrió cada centímetro del cuerpo de la mujer. Bin
tragó con fuerza y se preguntó qué debía hacer. Sin dudarlo se encaminó al teléfono
público y marcó un número.
—Hola —respondió
la voz a los gritos. Bin intentó hablar, pero se hacía imposible. Jaejoong también
se dio cuenta—. No oigo —dijo—. Espere que bajo el volumen de la música, por
favor.
Bin sintió que Jaejoong
se alejaba. La música acabó y él regresó al teléfono.
—Ahora sí
—dijo—. Hable.
—Jaejoong, soy
yo, Bin.
— ¡Ah, hola, Bin!
— La recibió el muchacho, siempre amable, dándole la bienvenida—. ¿Cómo estás?
Bin no podía
responder a esa pregunta.
—Jaejoong,
escúchame…
La voz de Bin
logró alarmar a Jaejoong, lo hizo fruncir el ceño y tomar una inspiración
profunda.
— ¿Algo está
mal? —inquirió con voz temblorosa.
—Es Yunho.
— ¿Qué pasa con
Yunho?
—Está en el
Centro Médico que conoces.
Jaejoong sintió
que su mundo se desmoronaba, casi cayó al piso de miedo porque supo por la voz
de Bin que Yunho no estaba en un centro médico por un dedo magullado, ni él habría
ido por algo tan simple. Yunho nunca se enfermaba.
— ¿Chocó?
—arriesgó lo primero que se le vino a la mente. Lo había visto conducir y sabía
que cuando manejaba iba rápido, hacía maniobras temerarias y parecía atender
varios asuntos a la vez, con lo cual podía haberse accidentado.
Bin se esforzó
por sonar tranquila, pero aun así no pudo esconder su temor.
—Tuvo un
pre-infarto.
Jaejoong abandonó
todo cuanto estaba haciendo y, tal como estaba, se largó a correr por las
calles húmedas. La lluvia lo atrapó cuando bajó del colectivo.
Llegó al Centro
Médico empapado y temblando de nervios. El cabello le caía pesado y algunos mechones
negros se le adherían al rostro compungido. Tenía la remera blanca pegada al
pecho, los pantalones deportivos pesados y los tenis emitían un splash
splash estremecedor. Se aferró al mostrador de la recepción para no
caerse redondo al piso de la preocupación.
—Busco a Jung
Yunho —alcanzó a explicar.
— ¿Es un
paciente internado? —le preguntaron en respuesta.
—No sé, pero
fue una emergencia.
El muchacho
ingresó los datos a la computadora. Los instantes que tardó en brindar alguna
información se hicieron eternos para Jaejoong, que estiraba la cabeza en un vano
intento por interpretar algo de lo que se reproducía en el monitor.
—Está en la
sala de estabilización —le comunicaron al fin.
— ¿Y dónde es
eso? —preguntó él.
—No puede
pasar, tiene que esperar aquí —le ordenó el muchacho en respuesta a su pedido.
—Pero eso no
puede ser, su… su madre está con él — dijo sin pensar en quién era Bin en
realidad—. Tengo que saber algo más.
—Disculpe, pero
deberá esperar aquí —insistió él.
— ¡No voy a
esperar! —Replicó Jaejoong, que a la vez pensó en utilizar la única arma
disponible—. Llame al doctor Kim, es el director de este lugar —dijo—. Y es mi
abuelo. Estoy seguro de que él me permitirá pasar.
—Joven…
— ¿Qué?
¿También se niega a llamar a mi abuelo? — El chico miró a su compañero. Este
asintió con la cabeza, entonces tomó el teléfono.
—Tome asiento,
por favor —pidió a Jaejoong. Aunque él quería escuchar qué decía el joven,
obedeció.
Mientras el
chico se comunicaba con el director de la clínica, Bin apareció. Vio a Jaejoong
sentado en una de las sillas de la sala de espera, chorreando agua y con el cabello
corrido por las mejillas, y el corazón se le encogió. Ese muchacho sí que amaba
a Yunho. ¡Él de verdad lo quería!
—Jaejoong —dijo
una vez que llegó a su lado. Jaejoong se puso de pie de inmediato, hasta ese
momento había estado tan metido en sus pensamientos que no había notado la
presencia de Bin.
— ¿Ya te
dijeron algo más?
—Consiguieron
estabilizarlo.
El anuncio de Bin
serenó un poco a Jaejoong, aunque no se llevó su temor.
— ¡Pero tiene
apenas treinta y tres años! — exclamó, incapaz de creer que un hombre tan joven
pudiera estar sufriendo un pre-infarto.
—Treinta y
cuatro —repuso Bin cabizbaja. Se sentía terrible por no haber hecho nada por Yunho
ese día, por haberlo ignorado. Jaejoong frunció el ceño, entonces se vio
obligado a hacer una aclaración—. Hoy es su cumpleaños.
En ese momento,
el doctor Kim Hwan se aproximó a ellos después de que su empleado de recepción
señalara en dirección al hombre que lo buscaba.
—Aquel joven
dice ser su nieto —le había explicado.
—Disculpen. ¿Me
buscaban? —preguntó una vez junto a Jaejoong y a Bin. Su mirada estudiaba al
muchacho, que acababa de llevarse una sorpresa. Jaejoong se había olvidado por
completo de que había dicho ser el nieto de ese hombre y ahora tendría que
responder ante su error.
—Disculpe, fui
yo —explicó Jaejoong —. Pero ya no es necesario, le agradezco su pronta
respuesta. Él fruncía el ceño.
— ¿Nos
conocemos? —preguntó—. ¡Oh, sí! —Repuso enseguida—, Nos conocimos en la
inauguración de este lugar, ¿cómo olvidarlo? Es el novio de nuestro ingeniero.
—Sí —asumió Jaejoong
sin ánimos de explicar al médico los pormenores de su relación con Yunho—. Nos vimos
en la inauguración —agregó.
—No me digan
que el señor Jung ha requerido de nuestros servicios.
—Está en la
sala de estabilización. Sufrió un pre-infarto —explicó Bin, atrapada por la
posibilidad de que el mismo director del Centro Médico se hiciera cargo de Yunho.
Fue lo que el hombre ofreció.
— ¡Dios santo!
Me ocuparé yo mismo de él. — La conversación se interrumpió cuando una voz se
interpuso, ignorando todas las otras.
— ¿Qué pasa aquí?
— Heechul reclamaba. No preguntaba, no se preocupaba: exigía—. Llegué a la
oficina y una empleada me dijo que se habían llevado a Yunho en una ambulancia
y no sé cuántas cosas más. ¡Es un nenito, siempre llamando la atención! ¿Qué le
pasó ahora?
— ¿Y quién es
este simpático señor? —ironizó el doctor. Heechul, altanero, se dignó a
mirarlo.
—El esposo.
Jaejoong bajó
la mirada. No solo sentía que le enterraban un puñal, y sino que, además,
temblaba de ira. Ahora que podía estudiar al tal Heechul de cerca, notaba la gruesa
capa de maquillaje que recubría su rostro, lo avejentada que tenía la cara
operada, cuánto se esforzaba porque su cuerpo pareciera firme, y supo que todo
eso no era más que una máscara. Ese hombre solo tenía un cuerpo, no tenía alma.
Era un envase vacío.
Se preguntó
cómo podía entrar despotricando en contra de Yunho como si se lo hubieran
llevado en una ambulancia porque tenía una uña rota, y casi se sintió capaz de
darle unos cuantos golpes, como Había hecho con Lee. Añoraba un saco de box.
—Pero cómo…
—balbuceó el doctor Kim, sin entender una palabra. Jung Yunho tenía esposo y
novio. Bueno, podía ser, aunque el que tenía pinta de esposo era el que vestía
de blanco y de amante el que vestía de rojo, no al revés.
—Tuvo un
pre-infarto —replicó Bin. Se notaba en su tono de voz y en su mirada que
acusaba abiertamente a Heechul del mal que Yunho había padecido, pero este ni
se dio por aludido.
— ¿Y cómo no me
llamaste? —le espetó—. ¡Enterarme por una empleada mientras él ya está aquí!
—señaló a Jaejoong sin volverse, como si el costurerito no valiera siquiera una
mirada—. ¿Tú lo llamaste?
—Sí —respondió
la secretaria.
— ¿Y qué te
hizo pensar que él era necesario?
—Jaejoong…
—comenzó a responder Bin, pero su frase fue truncada por el médico, que había
enterrado los ojos negros en Jaejoong.
—Jaejoong…
—masculló—. ¿De verdad eres tú?
Jaejoong todavía
no se había atrevido a alzar la cabeza.
—Sí, soy yo
—replicó.
— ¡Por Dios
santo, cuánto creciste! —Exclamó el doctor—. ¡Cómo dudar de que eres tú! Si eres…
eres su fiel retrato.
Nadie más que
el médico y Jaejoong entendieron que se refería a su padre.
—No
pertenecemos a esta conversación, Bin — intervino Heechul sin escrúpulos—.
Indícame dónde puedo hallar a Yunho, a ver si se deja de jueguitos y me puedo
ir a mi casa.
— ¿Quién mierda
te crees que eres? —comenzó Jaejoong, que ya se iba encima de Heechul con los puños apretados a los costados del
cuerpo, incapaz de contenerse, pero el médico interrumpió esa acción.
—Establezcamos
prioridades —dijo. Buscaba romper con la pelea que intuía venir—. Primero
visitaré al señor Jung y después quiero hablar contigo, Jaejoong. Así que, por
favor, no te vayas.
El doctor Kim se
encaminó al pasillo y Heechul lo siguió, pero antes de avanzar más allá de Bin,
se detuvo y la miró.
—Tú también puedes
irte —le ordenó—. Tampoco eres necesaria aquí.
Jaejoong tenía
la boca abierta, no podía cerrarla. Bin se estableció a su lado para ver, como
él, el odioso cuerpo de Heechul alejarse detrás del doctor Kim.
— ¿Ves lo que
te digo? — Le habló al oído—. Es una harpía. Lo odio. ¡Lo odio!
—Solo me
molesta que maltrate a Yunho —dijo Jaejoong con resignación—. Por lo demás,
tiene razón.
Bin lo miró sin
poder creer lo que escuchaba.
— ¿En qué tiene
razón? —preguntó.
—Yo no tengo
nada que hacer aquí — Jaejoong pensaba que tenía que asumir esa verdad
indiscutible.
— ¿Y vas a
darle el gusto? Yo no pienso irme.
—Porque tú eres
como una madre para Yunho. ¿En cambio yo que soy?
— ¿Qué dices? Yunho
te adora.
—Anda, Bin — la
instó Jaejoong, temiendo lo que ese hombre pudiera hacer a Yunho teniéndolo
solo para él. Él no estaba en condiciones de soportar sus embates—. Yo espero aquí.
Ya viste que el médico es un familiar lejano que no había visto por años y me
pidió que lo espere.
— ¿Estás
seguro? —Bin dudaba.
—Sí —sonrió Jaejoong
—. Mantenme informado.
Bin se alejó.
Ni bien Jaejoong la vio atravesar la puerta que conducía al pasillo por el que
antes se habían internado Kim Hwan padre y Heechul, no esperó. Regresó a casa.
Heechul odiaba
los problemas, odiaba perder el tiempo en un hospital. No se había
pre-infartado Choi Siwon, que tenía veintiséis años más que Yunho, y venía a
hacerlo él.
Lo primero que
inquirió Heechul fue si ese inconveniente en su corazón le produciría algún
tipo de disfunción sexual. Lo preguntó sin reparos, sin tapujos, pero al menos
lo hizo a espaldas de Yunho.
—De ninguna
manera —le explicó el médico—. Absolutamente nada. Si todo sale como esperamos,
podrá hacer vida normal. Eso sí: lejos del cigarrillo y, de ser posible, del
alcohol.
Qué demonios le
importaba a él. Si Yunho iba a seguir haciéndole el amor tan bien como lo hacía
hasta ese momento, un cigarrillo y un par de copas no podían hacerle daño.
Al día
siguiente, Jaejoong no salió de casa esperando el llamado de Bin, que no
ocurrió hasta esa tarde.
—Te fuiste —le
reclamó la mujer—. ¿Por qué?
—Ya te lo dije,
Bin — Jaejoong sonaba agotado, no había dormido en toda la noche por temor—. Dime
cómo está Yunho.
—Como si nada
hubiera pasado —largó la mujer.
Jaejoong sintió
que se desmoronaba. Había pasado tantas horas de tensión, pensando en él sin
poder estar a su lado, que el alivio lo dejaba ahora débil y tembloroso.
—Los médicos
dicen que salió del episodio prácticamente ileso y que podrá hacer vida normal
pronto, pero el doctor Kim todavía quiere controlarlo, por eso no lo deja ir a
casa todavía. Eso sí: le hicieron una amenaza colectiva respecto del
cigarrillo, la noche y el alcohol.
Jaejoong se
había puesto a llorar. El miedo que había atravesado todas esas horas lo había
dejado sensible, todavía pensando en que Yunho podía irse y él se moriría si él
le llegaba a faltar.
— ¡Ese maldito!
—exclamó Bin ante el silencio de Jaejoong —. Si pudiera dar a Yunho una caja de
cigarrillos en plena habitación de la clínica, se la daría.
—No quiero
saber de ellos, Bin —pidió Jaejoong con pesar—. Me duele mucho, por favor… no
me digas nada. Solo quiero saber sobre la salud de Yunho, nada más. Yo deseo
que él sea feliz, tan feliz que ni siquiera se acuerde de mí. Nunca más.
Por piedad, Bin
evitó decirle que Heechul no podía hacer feliz a nadie. Si Jaejoong no quería
oír nada acerca de ese hombre, tendría que respetar su decisión. Entonces le
dio su número de teléfono personal y le pidió que por cualquier necesidad no
dudara en llamarla. Jaejoong se lo agradeció.
Por la noche,
no pudo cenar. Hacía más de veinticuatro horas que no probaba bocado y tampoco
sentía que pudiera hacerlo en algunas horas más. Había acordado con Seung que
haría algunas muestras de trabajo para enseñarle sus ideas, pero tampoco podía
concentrarse en ellas. Necesitaba ver a Yunho, aunque fuera una última vez, por
eso acudió al Centro Médico, a donde llegó cerca de las once. El recepcionista
de internación le informó que el horario de visita había terminado a las siete.
Ante esa respuesta, Jaejoong, que se había hecho un experto usurpador de
identidades, le dijo que era el relevo de quien lo había acompañado hasta ese
momento y que venía a cuidarlo toda la noche.
—Su esposo…
—indagó. Le había dolido tanto decir eso que casi estuvo a punto de salir
corriendo y olvidarse del rol que se había propuesto desempeñar—. ¿Se encuentra
con él?
Quería saber si
Heechul estaba en el cuarto, porque en ese caso no podría ver a Yunho.
—Me avisó que
salía un momento —replicó el guardia —. Él tiene el pase, pero está bien, puede
pasar y que luego se lo entregue arriba cuando vuelva a subir, pero no podrán
permanecer los dos en el cuarto.
Era perfecto,
justo lo que necesitaba. Se iría antes de que Heechul volviera.
—Entendido.
El hombre le
dijo el número de habitación y Jaejoong subió de dos en dos las escaleras, para
hacer más rápido.
Antes de
avanzar espió el pasillo desde la sala de espera del sector de cardiología, en
caso de que Heechul hubiera subido sin que el guardia se hubiera dado cuenta.
Estaba vacío. Avanzó hasta la habitación correspondiente y abrió un poco más la
puerta, que estaba entornada. Yunho dormía, y al verlo, ya no resistió el
impulso de entrar.
Se escurrió
como una sombra hasta la silla que había junto a la cama y se dejó caer allí.
Colocó los brazos sobre el colchón y escondió el rostro entre ellos, incapaz de
evitar el llanto.
—Oh, cuánto lo
siento, Yunho… —susurró, consciente de que él no podía escucharlo.
¿Pero qué
estaba haciendo? Él no había muerto, estaba más vivo que nunca y en cuanto
saliera de allí seguro desearía dejar de perder el tiempo y recuperar su vida
junto a su esposo. Entonces para Jaejoong, Yunho moriría en ese cuarto, en ese
preciso instante.
Alzó la cabeza
y se lo quedó mirando. Se veía tan atractivo y joven cuando dormía, tan capaz
de amar, porque en esos momentos parecía que su inocencia nunca se había perdido,
que su alma seguía habitando su cuerpo hermoso.
—Un día te vas
a despertar a su lado —vaticinó con una sonrisa de tristeza y de amor en los
labios—. Serás muy, muy anciano, y pensarás viéndolo yacer en tu cama: «Aquel
chiquillo de nombre extraño… ¡cuánto me amaba!».
Ese era el fin,
esa era su despedida. Hasta que un haz de luz artificial lo cegó y lo hizo
alejarse de Yunho como si con solo estar sentado a su lado pecara. Giró la
cabeza y se encontró con Heechul destilando ira por los ojos.
Jaejoong corrió
hacia la puerta, no le quedaba más opción que acercarse al demonio para salir
del cuarto. Heechul se apartó para darle paso, ¡claro que deseaba que Jaejoong se
retirase! El costurerito lo pasó por al lado pretendiendo ocultar sus lágrimas.
¡Quién se creía para aparecer por ahí! ¡Quién se creía para llorar por Yunho!
— ¡Hey,
chiquito! —lo llamó. Jaejoong se detuvo en seco. ¿Qué debía hacer? Sin dudas lo
más apropiado era irse, agachar la cabeza y marcharse como lo haría cualquiera
que en la vida de Yunho no fuese nadie, como él, pero se volvió —. ¿Qué te
piensas que estás haciendo?
Todo el valor y
la fuerza perdidos volvieron de pronto al cuerpo de Jaejoong. Desanduvo los
pocos pasos que la habían alejado del hombre y lo estudió con asco y con lástima.
¿Cómo Yunho podía estar enamorado de ese ser vacío e inescrupuloso? Si antes le
había parecido un hombre sublime, altanero e imponente, ahora no le parecía más
que un egoísta malcriado.
Meneó la cabeza
con resignación y se volvió. No le encontró sentido a gastar una sola palabra
en alguien tan frívolo y estúpido.
— ¡No te atrevas
a darme la espalda, mocosito! —bramó el otro con esplendor.
Jaejoong se
detuvo de nuevo. ¿Irse? ¿Irse sin decirle nada? ¡¿Por qué?!
En apenas tres
pasos volvió a estar frente al pelirrojo.
— ¿Qué quieres
preguntar? —le soltó a la cara.
—No voy a
preguntarte nada —replicó el otro, pretendiendo sonar amenazante—. Te voy a
advertir. No te interpongas en mi camino — Jaejoong se le rió en la cara. De verdad,
sin fingimientos. Y Heechul no pudo soportarlo. ¡Él era el que se reía! ¡Él se
reía de Yunho, no un costurero de él!—. ¿De qué te reís, estúpido?
—De que me tienes
miedo —respondió Jaejoong gozándolo.
Esa respuesta
fue la peor que Heechul podría haber escuchado. ¿Miedo él? ¿Miedo de un
costurero? Soltó una de sus falsas y estruendosas carcajadas, esas que utilizaba
para atraer la atención de sus amistades.
—Escúchame
bien, trepador —quiso seguir hablando.
— ¿Trepador yo?
— Jaejoong no se molestaba en dejar de sonreír.
— ¡Eres un
completo ingenuo si piensas que Yunho puede estar verdaderamente interesado en ti!
—pretendió herir a Jaejoong —. Te faltan años y experiencia, nene. Él te dejó,
¿lo puedes entender? ¿O eres tan ignorante que no puedes entender eso?
Jaejoong enarcó
las cejas. Se mordía los labios para no reírsele en la cara.
— ¿Qué Yunho me
dejó? — Ya no pudo aguantar la risa—. ¡Si yo lo dejé a él!
La furia se
esparció por Heechul como una serpiente que lo iba envenenando. ¡Nadie más que
él había dejado a Yunho, por eso él lo amaba! Se adelantó un paso y se pegó al cuerpo
de su oponente, que era unos cuantos centímetros más bajo que él.
—No te metas en
mi camino, costurerito, porque te las vas a ver conmigo. ¿Escuchaste? —amenazó.
Jaejoong fruncía el ceño, divertido. ¡Se sentía milagroso! No tenía miedo, no
se sentía inferior a Heechul, ni siquiera le provocaba dolor, solo pena. Una
pena inmensa por él.
—Eres patético
—se le escapó. El otro montaba más y más en cólera. No entendía cómo era
posible que ese chiquillo no estuviera temblando de miedo.
— ¿Qué te
atreves a decirme? —clamó.
—Que eres un
tonto — Jaejoong de verdad pensaba que Heechul lo era. ¡Desperdiciar el amor
puro de Yunho!
—Seré un tonto,
pero él es mío. Y tú… —lo señaló con el dedo, lo miró de la cabeza a los pies—.
Tú no eres más que un pobre costurero que tarde o temprano se dará cuenta de
que no tiene un ápice de posibilidad con Yunho. Yunho jamás se interesaría por
un hombre como tú.
—No, claro
—asintió Jaejoong, lleno de paz—. Porque a Yunho le gustan los putos —sonrió
para agregar con un tono musical—: Como tú.
Acabada la
contienda por su parte, se dio la vuelta y transitó el pasillo sin atender los
reclamos que hacía el otro, sin
prestarle el más mínimo de atención. Sus oídos se habían cerrado a aquellas
palabras vacías y se sentía tan bien en tanto tiempo que la sonrisa no se le
borró de la cara hasta que llegó a casa y llamó por teléfono a Bin.
—Y entonces me
dijo que yo no tenía ni una sola probabilidad con Yunho —contó. Hacía quince
minutos que hablaba de Heechul, se había olvidado por completo de que había
exigido a Bin que no lo hicieran nunca más.
— ¿Y qué le
respondiste? —Bin estaba más que interesada en el asunto que Jaejoong le
contaba con tanto entusiasmo. Por eso le resultaba imposible disimular su asombro
y curiosidad.
—Le dije que eso
era algo obvio, porque a Yunho le gustan los putos.
— ¡Oh, mi Dios,
Jaejoong! —exclamó la mujer, boquiabierta—. ¡Estuviste genial! ¿Y qué te
respondió?
—Ah, no sé —se
encogió de hombros Jaejoong, indiferente—. Me alejé tan muerto de risa que no
escuché nada más —suspiró—. Ay, Bin, creo que tienes razón. Yunho no puede
estar enamorado de esa cosa —la expresión dio risa a la mujer.
—Te lo dije, Jaejoong,
te lo dije.
—El problema es
que me niego a que Yunho sea un trofeo de guerra —agregó Jaejoong muy serio —.
Además, él solo está interesado en uno de los bandos, y ese no soy yo.
Después la
conversación se trasladó a una deuda que Yunho había pagado por él y que Jaejoong
deseaba retribuirle. Evitó aclarar a Bin de qué se trataba el asunto completo,
y, muy en su sitio, la mujer tampoco preguntó.
—Va a ser mejor
que te olvides de eso —sugirió a Jaejoong —. Yunho jamás permitiría que le
devuelvas dinero de una deuda que él quiso pagarte.
Jaejoong no
estaba dispuesto a resignarse y pensó en hacerle llegar el dinero en cuanto
pudiera, del modo que fuese. Sin embargo, desistió poco después, pensando que sería
mejor dejar las cosas como estaban. Después de todo, él ya no tendría que
pagarle más deudas, porque jamás volverían a verse y no quería darle motivos
para hacerlo, por ejemplo, devolviéndole el dinero que Yunho ya había invertido
en él. Después de todo, estaba acostumbrado a la resignación. Pocas veces en la
vida había obtenido lo que deseaba. Era mejor hacer borrón y cuenta nueva.
* * *
Además de
prohibirle fumar y beber más de la cuenta, los médicos le indicaron
rehabilitación y le recomendaron que se tomara unas vacaciones, pero Yunho se
negó y pidió que en el trabajo nadie hiciera referencia alguna a lo sucedido.
El primer día que volvió a la oficina, sus empleados le hicieron un convite de
bienvenida en el que él se mostró, como nunca antes, avergonzado. Lo cierto era
que se creía tan fuerte que la vergüenza la sentía por haber estado enfermo y
porque nunca le había gustado ser el centro de atención en nada que le rindiera
algún tipo de reconocimiento. No quería que se hiciera referencia a su accidente,
pretendía que todos hicieran de cuenta que eso nunca había sucedido.
Sin embargo,
cuando escapó del gentío, cerró la puerta de su oficina y se sentó solo al
escritorio, no pudo dejar de pensar en que, en efecto, esa mañana podría haber
asistido a un banquete también, pero desde el cielo. Un convite porque él había
muerto y todos acompañaban a sus seres queridos, que no eran más que dos. Tres,
se corrigió. Bin, Yoochun y… ¿Heechul? No podía tener en cuenta a Jaejoong, él
ya no era parte de su vida.
¿A quién quería
engañar? No pensaba en nadie más que en Jaejoong y se pasaba el tiempo tratando
de enterrar su recuerdo, repitiéndose que esa historia era una más del montón que
tenía en su pasado y que debía encontrar el rumbo. Cuánto más ahora que no
estaba muerto.
Pasó alrededor
de media hora en silencio, quieto, con las manos sobre el escritorio y la
espalda pegada al respaldo del alto asiento de cuero. No se daba cuenta de que
los minutos corrían en el reloj a menor velocidad de la que vagaban sus
pensamientos.
Reconoció que
había llegado a un punto de su vida en el que parecía tenerlo todo: éxito
laboral, una segunda madre excepcional, un socio que valía oro. ¿Cómo no se había
dado cuenta antes de todas esas cosas que eran suyas? Además, la coronación de
esas magníficas circunstancias era que había recuperado a su novio de la
adolescencia, su primera relación en serio, su ex esposo…
—Mierda.
Yunho se tomó
la cabeza entre las manos. No podía siquiera pensar «el hombre que amo»
cuando se acordaba de Heechul.
Suspiró y
volvió a echarse hacia atrás. Ahora las manos pendían flojas sobre sus piernas.
¿Qué estaba haciendo de su vida? ¿Qué curso tomaría ahora que había nacido de nuevo?
«Lo quiero», se
repitió. «Quiero tener a Heechul, es lo que añoré todos estos años, lo que
esperaba, poder quitárselo a Choi como él me lo quitó primero». Tragó
con fuerza, volvió a suspirar.
Estaba embobado
ahí, en el asiento, sin poder concentrarse en nada más que en sí mismo.
Todo eso sonaba
a paraíso, pero aun así no conseguía encontrar estabilidad, no hallaba la
calma. Todavía no había goce ni espíritu en lo que hacía, todo era una rutina,
una costumbre, una necesidad de llenar el vacío que aún sentía en el alma.
Apretó los ojos
para no pensar, no quería hacerlo. Apretó los ojos y los recuerdos, se
concentró en el presente y en lo que el destino le ofrecía, y así logró armar algo
parecido a una vida. Lo entusiasmaba más el proyecto a realizar que el
matrimonio con Heechul, pero él representaba lo que siempre había deseado
recuperar. El pasado.
Se resignó a
que él nunca iba a experimentar más que presiones e indiferencia respecto de
todo. Si algunas cosas habían encendido su corazón de hielo en la adultez eran
el proyecto del puente, alguna que otra construcción cuando ya era un ingeniero
reconocido, Bin y las memorias de su madre. Pero nada igualaba la sonrisa de Jaejoong.
Jaejoong…
Sonrió. Sonrió
con su recuerdo y se apresuró a alejarlo para no extrañar. No tenía
posibilidades con él, tenía que dejarlo ir.
Él
nunca tendría una vida que de verdad le pareciera excitante, viviría de
apariencias, porque así había nacido. Kyung tampoco la tenía, estaba seguro de
ello. Pero otros si podían tenerla, aquellos que se atrevían a ser. Yoochun,
por ejemplo. Su socio estaba casado y hacía años que no podía irse de
vacaciones con su esposa porque siempre ocurría algo que lo retenía, Yunho se
sintió culpable por eso: como él no tenía una vida, los demás también relegaban
la suya. Se prometió que eso ya no sucedería e hizo algunos planes. No para él, sino para su socio.
Yoochun se merecía un descanso.
Ese día, todos
notaron distinto a Yunho. No corría, casi no hablaba, no fumó un solo
cigarrillo.
Yunho no toma
idea de que hacer con su vida, pero a cambio sabía muy bien qué hacer con la de
Yoochun, Visitó su oficina esa misma tarde.
— ¡Yunho!
—exclamó el hombre, que sacaba la cabeza del computador, solo para atenderlo a
él—. ¿Estás bien?
Al parecer no habían
entendido que no quería que se hiciera referencia a lo que había pasado, pensó Yunho,
pero la razón de la pregunta de Yoochun no era que pensara todo el tiempo en el
pre-infarto, Yoochun pensaba en que jamás había visto un Yunho tan sereno como
ese.
Muy bien repitió
el haciéndose de una silla para sentarse.
—Estaba
modificando el techo del salón para que… ¿cómo se llama?
Yunho parecía
un poco ausente.
— ¿Quién?
—El chico nuevo
que está en la computadora número tres.
— Brian.
— ¡Ese mismo,
Brian! —Retomó Yoochun su anuncio—. Para que Brian lo pase en Autocad.
— ¿Qué cosa?
—preguntó Yunho enseguida. Yoochun alzó las cejas.
— ¿Distraído tú?
—bromeó—. ¿Pero se te arruinó el cerebro o el corazón?
Yunho no pudo
evitar reír. Cuando iban a la primaria, Yoochun había sido una porquería. Lo
cargaba, lo molestaba, había llegado a dejarle moretones en las rodillas al
hacerle una traba mientras corría por un pasillo de la escuela. Yunho ya no se
acordaba de eso, porque si bien él era el nerd y su
compañero el canchero del colegio, los dos eran excelentes profesionales ahora,
eran realmente buenos en lo que hacían, y se llevaban excelente.
—Es que no vine
para que habláramos de trabajo — explicó. Siempre que se veía con Yoochun terminaban
hablando de proyectos y de la compañía—. Vine a darte algo.
— ¿Mi despido?
—volvió a burlarse el hombre.
Yunho solo
sonrió mientras hurgaba en el bolsillo interno del saco y extraía de allí dos
boletos blancos.
—Quiero que tú
esposa y tú se vayan de viaje por su aniversario.
Yoochun enarcó
las cejas, sorprendido.
— ¡Oh, no, Yunho!
—exclamó—. No pienso dejarte solo ahora, después de…
— ¿Qué te dije?
—lo advirtió Yunho apuntándolo con un dedo. Yoochun tragó con fuerza.
—Sé que no quieres
que se haga referencia alguna a tu salud, pero es imposible no pensar en eso
—confesó—. No puedo dejarte solo cuando más me necesitas.
—Te equivocas
—replicó Yunho—. Estuviste ahí cuando yo más te necesitaba y si no fuera por ti,
hoy yo no estaría aquí. ¿Te olvidas quién firmó el proyecto de ese puente?
— ¡Ah, por
favor! —exclamó el otro—. Los dos sabemos que no moví un dedo hasta que vi la
carta que nos habían mandado. Todo lo hiciste tú.
—Pero tú
firmaste, Yoochun, confiaste en mí más de lo que yo confiaba en mí mismo
—confesó Yunho tan serio que abrumaba con esa mirada profunda, sincera,
abierta. Yoochun no lo podía creer—. Eso no lo hizo otra persona, lo hiciste tú.
Ni siquiera lo habría hecho mi padre.
Yoochun se
quedó un momento en silencio.
—Te lo
agradezco —dijo—. Gracias, Yunho.
—Yo debo darte
las gracias —se puso de pie y dejó los pasajes del Paradise
sobre
el escritorio. Decidió quitar algo de dramatismo a la situación, por eso
sonrió—. A ver si aprovechan el viaje y me dan un ahijadito.
Yoochun rió.
Yunho había
encaminado la vida matrimonial de Yoochun, ahora tenía que encaminar la suya.
Citó a Heechul en el resto-bar al que solían acudir y lo esperó.
Heechul entró
radiante como siempre, saludando gente a diestra y siniestra. Gente, gente y
más gente, hasta que llegó a él y se sentó en el sillón. No fue suficiente.
Agitó la mano para saludar a otra persona más que no era Yunho.
— ¡Holaaa!
—canturreó hacia su amigo.
—Heechul
—masculló él. La voz serena, la mirada profunda. Heechul le dedicó apenas un
instante de su atención antes de volverse hacia las mesas de nuevo.
— ¿Qué?
—Estoy aquí.
— ¡Ah, Yunho!
—se quejó Heechul, al fin viendo hacia él —. ¿Por qué siempre estás tan serio?
—dijo apretándole la barbilla. Yunho apartó la cara con suavidad.
—Quiero
hablarte y tú no haces más que saludar gente —explicó.
—Recién me
siento, Yunho —argumentó él—. Pide al camarero una botella del mejor champán
que tengan.
Yunho obedeció.
Bebieron una copa mientras Heechul criticaba a una de las mujeres que había
saludado.
—Acaba de
entrar ella —le anunció Yunho, irónico —. ¿No piensas saludarla también?
Heechul, como
de costumbre, no entendió el sarcasmo. Yunho antes pensaba que se hacía el
tonto, ahora se daba cuenta de que jamás había comprendido en realidad lo que era
una ironía porque no se hacía el tonto: lo era.
— ¿Estás loco?
—se ofendió—. ¿No viste lo gorda que se puso? Si la saludo, los demás van a
pensar que yo me puedo poner igual.
Yunho no creía
esa respuesta. Pero Heechul siempre las había dado, ¿por qué recién ahora le
sonaban tan… estúpidas?
— ¿Qué importa lo
que piense la gente? —replicó.
— ¿Que qué
importa? —repitió él, como si no hubiera entendido la pregunta.
— ¿Por qué
podría importarte?
—Porque nadie
interesante se me acercaría con ella al lado mío por eso —protestó Heechul de
mal humor. En realidad le estaba costando interpretar y seguir a Yunho. Estaba
acostumbrado a conducir la conversación—. ¿Qué opinas de mi nueva nariz?
—preguntó acariciándose el tabique nasal. Intentaría recuperar las riendas de
la conversación. A Yunho le sonó a un deja vú.
—Ya me lo
preguntaste antes y te dije que no noto la diferencia —respondió indiferente.
— ¿Y si me hiciera
una cirugía en las nalgas? — Heechul se mordió el labio inferior y acarició,
sugestivo, la parte de su trasero que el pegado conjunto rojo dejaba ver. —.
¿Qué dirías?
Yunho suspiró.
El aire viciado del lugar ya no se sentía ameno como antes.
—Que están muy
bien como son —dijo—. Aunque hubiera sido mejor que te las dejaras como eran al
natural.
— ¿No me
regalarías eso, Yunnito? —preguntó él con tono falsamente ingenuo, ignorando la
aseveración de Yunho.
—Sabes que te
obsequiaría todo lo que quieras — respondió él—. El dinero no es lo importante.
—Esa es la
parte que más me gusta de ti —contestó él, omitiendo el asunto del dinero y su
importancia. Le acarició a él la punta de la nariz—. Que me amas.
Yunho no
respondió. Bebió de un solo trago el resto de champán de su copa y recargó
fuerzas para lo que seguía.
—Heechul.
—Mmm…
—Sería
apropiado que volvieras a vivir conmigo.
— ¡Ahí está mi
amiga! —gritó él, fuera de contexto, y comenzó a agitar la mano a la mujer con
una enorme sonrisa en gesto de saludo.
Yunho observó
su rostro refulgente de maquillaje, su sonrisa de plástico, su cabello de
Barbie, y sintió hastío. Esa era la actitud petulante de un hombre que se creía
una diva y en cambio era… era un pobre iluso.
—Te estoy
hablando, Heechul —dijo en un susurro que la música no consiguió apagar.
—Ella se hizo
los pómulos —continuaba diciendo el pelirrojo respecto de la otra, preocupado
todavía por las cirugías estéticas.
—Heechul.
—Mmm… Servime
más champán —agitó la copa en el aire sin mirarlo. Yunho no se movió.
Continuaba hablando con ese tono de voz pausado y sereno, entrecerrando los ojos
como un apostador frente a las cartas.
— ¿Vas a volver
conmigo?
—Claro, Yunnito!
—rió él—. Pronto me habré mudado a tu casa.
—Quiero tener
hijos —agregó él. Sabía que eso molestaría a Heechul.
Lo decía a
propósito, para estudiar su reacción, para saber hasta dónde podía llegar. Pero
si tenía que decir la verdad, no lo sentía, al menos no con él. No quería hijos
de Heechul, Dios lo librara de atarse de alguna forma a ese hombre o de traer
vida al mundo gracias a ese vientre. Hasta le resultaba ridículo imaginar que
algo tan importante los uniera.
— ¡Ah, Yunho!
—exclamó él, sonriente—. ¡Ya tenías que arruinarlo todo!
— ¿Por qué? —Preguntó
él entrecerrando los ojos—. ¿Por qué lo arruinaría?
—Porque eso ya
no va a ser posible, me opere para no tenerlos — Yunho se quedó callado, no
emitió gesto alguno, no sintió nada. La confesión de Heechul lo dejó
indiferente. ¿Por qué no sentía dolor, por qué no se amargaba? Porque no quería
hijos de él. Porque no le importaba. Su expresión no cambió—. No iba a
deformarme, Yunho — continuó diciendo Heechul, como si él le hubiera pedido alguna
explicación—. ¡Eso ni lo sueñes! —volvió a rozarle la punta de la nariz con la
uña—. Diviértete, tontito — aconsejó.
Heechul metió
las manos en el bolsillo del saco de Yunho y extrajo los cigarrillos que él
todavía compraba. Sacó uno del paquete, se lo metió en la boca, lo encendió y
dio una pitada. Miraba ausente el tumulto del otro lado del humo que escapaba
por sus labios.
—Sí… —murmuró—.
Pronto me mudaré a tu casa…
Yunho
no se interesó por saber qué era lo que se le había cruzado a Heechul por la
mente en ese momento para decir que se mudaría a su casa. Tampoco por saber qué
beneficios podría darle él que no le diera Choi Siwon. Juventud, sin dudas.
Buen sexo. Todo de Heechul le resultaba indiferente.
Nota: gracias por sus comentarios hermosas, se que todo parece negro en esta historia, pero gracias a dios esta historia termina en YunJae por su puesto a pesar de todos los baches que están pasando, espero subir el sig. cap. pronto.
oh dios oh dios yunho ya se dio cuenta mejor dicho ya acepto que se dio cuenta que heechul ahora no es nada para el ... siento que el próximo capitulo será una recapacitación de yunho .. eso espero que sea asi , a menos que pase algo y este vuelva a caer en las garras de heechul ah!!! noo!!! ... dios pero el consuelo que me diste al final del capitulo unnie es que termina yunjae ... pero la falta de interaccion entre ellos me esta volviendo loca u.u .. espero pronto poder verlos juntos gracias unnie por seguir publicando y porfis no te olvides de los otros fics que me tienen loca también por su actu ... en especial Under the moonlight: ...que me dejo en mal estado por el embarazo de jaee!!! y que no es de yunho!! ... bueno ahora si unnie me despido agradeciéndote nuevamente <3
ResponderEliminarHeechul, aqui me dan ganas de golpearlo, insensible, que bueno que Yunho se esta dando cuenta de como es, ya era hora, ay Jaejoong me parte el alma, es bueno ver que las cosas aunque poco a poco pero van mejorando para ellos, que se lo merecen, espero yunho no vuelva a caer y dejarse llevar por esos pensamientos equívocos que tiene, o que vuelva a ponerse mal! ;_; AHH, gracias por actualizar, amo con locura este fic es maravilloso, lo tiene todo lo juro ;;, y espero como siempre con ansías por la actualización <3 jeje saludos!
ResponderEliminaromo YH ya esta abriendo los ojos, solo q la "costumbre" aun no lo suelta ¬¬*, aiish pero q plasticoooooo! es HC como me enferma y como dice JJ q patético también y por fin JJ reto(??)HC *-----* , aiigo va ser mpreg nop???? :DDD kyaaaaaaaaaaa! <---sola se emociona-
ResponderEliminarYa quiero q el YJ pase todas las adversidades y se junten como debe ser >.<!!!!!
GRACIAS por actualizarrrr!!!!
LOVE YA~
Waaa, pero cuando aparece mas el yunjae
ResponderEliminarmuero ese Heechul me cae de la patada
y yuno todo hipnotizado
y jaejoong cada vez lo deja ir mas
definitivamente tego que leerlo hasta el final
se puede entrar en el fic para matarlo?? por que si se puede yo lo hago con gusto
ResponderEliminarcomo es posible que Yunho siga con una persona tan vil cruel y ruin como el, como!! que alguien me explique esa ley de la vida por que yo no la entiendo en lo mas minimo
JJ por que!! eishh
Para variar Yunho al fin parece que va dandose cuenta que ese ser no es lo que el pensaba, por que el solo debe aceptar que ama a Jae y dejar por fin de engañarse y botar a patadas Heechul, sacarlo de una vez de su vida.
ResponderEliminarParece que la historia va mejorando poco a poco, ojala que tenga un hermoso final.
Cada vez heechul me parece una persona más despreciables
ResponderEliminarYunho tontito deja de sufrir y ya deja de recuperar a heechul porque el no es la familia que tu deseas...
Ahh Jae Jae como debe sentirse pobresillo :/
yo creo y considero que yunho, debería de alejarse de chul
ResponderEliminardebe darse a lo menos unos dos años para estar solo...no buscar refugio en nadie mucho menos en jaejoong...debe curarse solo no esperar que otros lo curen.
jaejoong merecen que lo aman con un amor limpio. no como el de yunho, todo dañado y sin sentido.
creo que yunho solo ve a jae como algo novedoso, no creo que lo ame...por eso le llama solo la atención.
ojala y jaejoong no cometa el error de regresar con yunho, si este se lo pide.
gracias por el capitulo
Ese Heechul toda una máscara de falsedad, lo bueno es que Yunho ya se esta dando cuenta de quien es en realidad. Gracias.
ResponderEliminarYunho nene porq siques con heechul a solo le gusta aparentar no quiere a nadie ( me gusto la parte cuando jae le dice sus verdades a la cara .a yunho se gustan los putos - como tu jejeje q buena historia no la he leido continuamente por q estaba en un lagar dinde se me hacia dificli conectarme pero ya llegue a mi casita y hoy lo leo todo kekeke gracia por tener completo esta magnifico fic
ResponderEliminaryunho poco a poco esta que abre los ojos y se esta dando cuenta que clase de persona es heechul , vamos yunho déjalo de una vez por todas ..!!! no vale la pena , mas bien anda detrás de jaejoong y pídele perdón y regresen XD!
ResponderEliminarAl menos de a poco Yun se va a dando cuenta de la realidad de heechul, aun me estresa que le insista tanto. Con eso heechul solo se cree más. Jae debería de reaparecer frente a él para que de una vez reconozca sus sentimientos y deje a la diva esa.
ResponderEliminarGracias por compartir.
Pobre Heechul es digno de lastima,cuando despierte de su insana frivolidad se va a dar cuenta que perdió al hombre de su vida, Yunho ya sabe que su amor es solamente Jae no se por que no hace nada para volver a conquistarlo y mostrarle sus verdaderos sentimientos.
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