Capítulo 14
—No
me dijiste, Yoochun, que nuestro Shim Jaejoong rivalizaba en belleza con esos cuadros
de Afrodita que tienes cerrados bajo llave en tu estudio.
Jaejoong
se ruborizó al inclinarse para hacer una reverencia al esposo del duque. Había subido
la larga escalera de la residencia de los duques hecho un manojo de nervios.
Para empezar, encontrarse con Changmin al lado del coche familiar y descubrir
que estaba convencido de que habían hecho el recorrido juntos era una
experiencia desconcertante. Su hermano le hablaba como si no pasara nada de
nada, y a Jaejoong le resultó más difícil de lo que creía responder como si
nada sucediera.
Y
ahora que había llegado al final de la fila de invitados, el estómago le daba
saltos y tenía las mejillas como el tomate.
—Oh,
levántate Jaejoong. No te importa que te llame Jaejoong, ¿verdad? No me gustan mucho
las formalidades, al contrario que a mi pomposo marido y, después de todo,
vamos a pasar mucho tiempo juntos.
Jaejoong
miró al duque, que acababa de saludar a su hermano y miraba afanosamente a su esposo.
—No
haga caso a mi esposo; está embarazado —dijo poco después, estrechando la mano
de Jaejoong —. Buenas noches, princesa Shim. Gracias por venir.
El
duque lo miraba con amabilidad y Jaejoong se dio cuenta de que le costaba creer
que tan solo la noche anterior hubiera estado en la casa de Yunho, casi
dispuesto a condenarlo a muerte.
—Gracias,
Excelencia —respondió Jaejoong con educación.
—Oh,
llámale Yoochun, querido. ¡No seas tan formal!
Aunque
sorprendido de nuevo por la forma en que la Junsu trataba al duque, Jaejoong estuvo
a punto de echarse a reír al oír la conversación de la pareja.
—Junsu,
estamos en compañía educada…
Junsu
interrumpió a su esposo sin reparos.
—Tonterías,
se trata de Jaejoong. Mira, incluso su hermano se ha alejado para esperarlo con…
maldita sea… ¿cómo se llama esa querida señora?
—Lady
Yoon Joon —dijo Jaejoong, apretando los labios para no soltar la risa.
—Sí,
claro. En cualquier caso, querido esposo, sólo un tonto no se daría cuenta de
que este querido niño ha sido profundamente herido por tu indiscreto
comportamiento de anoche.
Yoochun
frunció el entrecejo con malestar mientras el buen humor desaparecía del rostro
de Jaejoong.
—Lo
que ocurrió fue inevitable. Ya conoces nuestras leyes —dijo en voz baja para
que nadie oyera la conversación.
—
¡Tonterías, Park Yoochun! Si yo hubiera estado allí, como quería, habría podido
ayudar, habría dicho enseguida que nadie necesita pronunciar palabras tan
desagradables como muerte.
Yoochun
dejó de esforzarse por mantener una conversación sensata con su esposo, y se
dirigió a Jaejoong.
—Soy
consciente de que sabes muy poco sobre nosotros y nuestra forma de vida, Jaejoong,
pero con el tiempo aprenderás que hay buenas razones para que existan unas
leyes tan estrictas, y las apliquemos incluso cuando no deberíamos. —Al ver que
su esposo estaba a punto de hablar otra vez, Yoochun le puso una mano en el
hombro, deteniendo así en seco lo que estuviera a punto de decir.
Jaejoong
vio entonces que el aire de despreocupación del aristócrata se había
desvanecido para ser reemplazado por el aura de señor del Clan del Norte.
—Sea
como sea, siento la aflicción que sufriste en nuestras manos. Te aseguro que
ahora que Yunho es tu guía, ningún vampiro ni humano te hará daño.
Jaejoong
no estaba muy seguro de a qué se refería el duque, pero reconocía la buena voluntad
cuando la oía, lo que hizo disminuir en buena medida el resentimiento que aún
abrigaba.
—Sí,
sí, palabrería —interrumpió Junsu con ligereza. Volviéndose a Yoochun, añadió—:
Querido, vas a tener que quedarte aquí en la puerta. Voy a llevar a Jaejoong a
dar una vuelta por el salón de baile.
—Junsu,
quedan invitados a los que saludar.
Junsu
arrugó la aristocrática frente.
—Y
estoy seguro de que comprenderán mi ausencia, amor mío, cuando les digas que
estoy embarazado. —Y colgándose del brazo de Jaejoong se alejó con él antes de
que Yoochun tuviera tiempo de protestar.
—
¿No se enfada contigo? —preguntó Jaejoong con asombro mientras el hombre se
dirigía en línea recta hacia Lady Yoon Joon y Changmin.
—Querido,
le da pánico enfadarse conmigo en mi estado —respondió Junsu con regocijo.
—
¿Y qué tiene que ver lo uno con lo otro? —preguntó Jaejoong, desconcertado.
—Nada
—dijo Junsu —, pero mi dulce Yoochun está convencido de que las y los embarazados en cierto modo se vuelven inválidos.
No me deja levantar ni siquiera un plato de porcelana, y últimamente está
convencido de que no debe irritarme porque eso podría ser perjudicial para el
niño.
La
risa de Jaejoong engendró un encogimiento de hombros en la excéntrica de Junsu.
—De
todas sus suposiciones, es la única que me es favorable, así que me conviene
dejarle creer lo que cree.
—Si
no os importa que lo diga, Excelencia, no sois precisamente lo que había
esperado.
Junsu
esbozó una sonrisa deslumbrante cuando llegaron a la altura de la pareja hacia
la que habían estado dirigiéndose.
—Luego
no digan que nunca han visto a un hermoso moreno con una barriga tan grande.
Jaejoong
se echó a reír y se dio cuenta de que, por absurdo que pareciera, se sentía totalmente
a gusto. Todo el nerviosismo se le había desvanecido tras unos momentos al lado
de aquel hombre, que no parecía tener más de cuarenta años y que era, desde
luego, muy hermoso.
—Excelencia,
veo que habéis tenido la gran amabilidad de traer a Jaejoong —dijo Lady Yoon
Joon, sonriendo como una clueca satisfecha. Estaba encantada de que a alguien
de tanta trascendencia como la esposa del duque le hubiera gustado su protegido
y ardía de impaciencia por contarlo por todas partes.
—Me
temo que he de decepcionar a ambos durante algún tiempo más. Me he empeñado en
enseñarle a Jaejoong las habitaciones —dijo Junsu sonriendo a la anciana señora
y luego al joven príncipe.
Changmin
miró orgulloso a su hermano mientras Lady Yoon Joon se apresuraba a asegurar a Junsu
que no había ningún inconveniente.
—Si
hay alguien bajo este techo a quien pueda confiar a mi pupilo, sois vos,
Excelencia — dijo Lady Yoon Joon con toda sinceridad.
—Me
siento cruelmente ofendido, señora… ¿No soy yo de confianza para mi propio hermano?
—preguntó Changmin fingiendo estar herido en su orgullo.
Junsu
rió la broma del joven mientras la anciana le reñía.
—Vamos,
sabes que no quería decir eso, príncipe Shim. Sólo estaba…
Jaejoong
tendió una mano a su tía y lanzó una mirada a su hermano que decía «compórtate».
—Todos
sabemos que no querías decir lo que ha creído mi indiscreto hermano.
—
¿Indiscreto? He de decirte que tengo…
—«Un
silencio oportuno es más elocuente que un discurso» —dijo Jaejoong, interrumpiendo
a su hermano con la cita de Martin Tupper.
Changmin
hizo una mueca, no muy convencido.
—
¿Quién fue el que dijo que el silencio es la virtud de los tontos?
—Muy
probablemente un hombre al que le gustaba oír su propia voz —dijo Junsu uniéndose
a la broma y guiñándole un ojo a Jaejoong.
Poco
tiempo después, Jaejoong estaba sentado al lado de la duquesa en un rincón del
gran salón de baile, observando a los bailarines que se deslizaban por la pista.
Era
el primer momento de silencio que ellos compartían desde que se habían separado
de Changmin y
Lady Yoon Joon, y Jaejoong se dio cuenta con cierta sorpresa de que había disfrutado
inmensamente durante la última hora.
Junsu,
que había insistido en que Jaejoong lo tuteara y lo llamase Junsu, era el hombre
más excéntrico y extravagante que había conocido. Junsu siempre decía lo que se
le antojaba cuando se le antojaba, y a nadie parecían importarle sus modales
poco convencionales. De hecho, tras observar a las docenas de aristócratas que
le había presentado, estaba seguro de que Junsu era muy bien considerada por
todos.
—Estás
muy pensativo, querido —comentó Junsu, cogiendo su taza de ponche.
Jaejoong
palpó el raso de su vestido violeta y se preguntó si debía abordar el tema que
le había estado quemando durante toda la velada.
—
¿Puedo hablar francamente?
Junsu
chasqueó la lengua.
—No
seas ridículo, querido, di lo que se te antoje, que es lo que hago yo.
—No
estoy muy seguro de lo que debo hacer ahora que tengo un… protector.
Junsu
entendió el significado y se removió en su sillón hasta quedar cara a cara.
—
¿Cuáles eran tus planes antes de tenerlo?
Jaejoong
no sabía cómo explicar su situación. A pesar de lo franco y testarudo que era Junsu,
no estaba seguro de si aprobaría lo que tenía que decirle.
—Mi
hermano, hace poco que terminó sus estudios y estaba preocupado por mi…
digamos, por mi forma de vida.
Junsu
arqueó una ceja, signo seguro de que quería que Jaejoong hablase.
—Nuestros
padres —prosiguió el muchacho — murieron cuando éramos muy jóvenes y nuestro
único pariente vivo, Lady Yoon Joon, no soporta el campo, bueno, y tampoco los
niños… Venía a visitarnos de vez en cuando, pero aparte de eso, Changmin y yo
vivíamos con los criados.
»Cuando
Changmin fue al colegio y después a la universidad, yo me las tuve que arreglar
solo, así que elegí hacer lo que más me gustaba. Leía durante toda la mañana,
montaba a caballo y tocaba el piano. —Sintiéndose algo extraño, Jaejoong trató
de deducir por la expresión de Junsu si encontraba sorprendente lo que estaba
oyendo. Sabía que muchos, en el mejor de los casos, considerarían escandalosa
su educación.
Junsu
no dijo nada, pero le hizo un gesto con la mano para que continuara, así que Jaejoong
prosiguió.
—Así
pues, Changmin insistió en que nos mudáramos aquí, supongo que pensando que una
vez aquí evolucionaría hasta convertirme en una especia de mariposa social y
haría lo que se supone que todas las mujeres y hombres como yo deben hacer.
—
¿Y se puede saber qué es lo que todas las mujeres y hombres deben hacer?
—preguntó Junsu con expresión divertida.
—Pues
casarse, por supuesto. Y creedme, Excelencia, que casarme es lo último que
deseo hacer.
—
¡Te he dicho que me tutees! —advirtió Junsu.
Jaejoong
se ruborizó pero no dijo nada. Era difícil despojarse de años de normas de etiqueta
en unas pocas horas.
—Todavía
no me has dicho qué es lo que deseas hacer.
—Bueno,
ciertos… sucesos han sido causa de que el matrimonio sea algo esencial. Así que
lo que quiero es encontrar un marido. — Jaejoong miró hacia un extremo del
salón en el que varias jóvenes vestidas de blanco esperaban pacientemente que
un hombre adecuado las sacara a bailar—. En ese aspecto, no soy diferente de
esas debutantes —añadió.
Junsu
bufó de manera poco educada.
—Ah,
no me hagas reír, querido. Lo único que tienes en común con esas pobres chicas
es el vestido. Con tu belleza, tu título y tu fortuna, puedes encontrar un
marido en quince días. De hecho, no entiendo cómo no lo has encontrado ya.
Jaejoong
se tocó las mejillas, que seguramente estarían rojas por enésima vez aquella
noche, y se encogió de hombros.
—Al
principio era porque no podía encontrar un hombre que me pareciera bueno para marido.
Al oír sus pensamientos, me convencía de que no pensaban más que en una cosa…
en partes del cuerpo.
Esta
vez fue Junsu el que se echó a reír, poniéndose la mano en el vientre mientras
se sacudía.
—
¡Es culpa tuya! Para empezar, no deberías haber leído sus mentes. ¡No me
extraña que aún estés soltera! Los hombres son hombres, querido. Primero miran
tu cuerpo, pero los buenos pronto reconocen también tu mente.
Jaejoong
reconoció esa posibilidad y continuó.
—No
era mi intención acercarme al mercado de maridos de esa manera. No supe lo que tenía
que hacer para no oír pensamientos ajenos hasta hace poco, cuando Yunho me
enseñó.
Junsu
volvió a reír, pero se interrumpió cuando vio la expresión grave de Jaejoong.
—
¿Hablas en serio?
—Sí
—dijo Jaejoong.
—Oh,
querido… — Junsu se detuvo a media frase al entender que el hombre que tenía delante
no apreciaría la compasión—. Me habían dicho que tu mente es poderosa, pero
ahora dudo que sepan lo poderosa que es. Por favor, continúa, Jaejoong. ¿Y qué
deseas ahora? ¿Un marido?
Jaejoong
no vaciló al responder.
—Sí.
—
¡Bueno, bien! —dijo Junsu, aplaudiendo como un jovencito—. Eso no será ningún problema,
además será divertido.
Costaba
creer que iba a ser tan fácil como Junsu lo ponía, aunque Jaejoong se preguntó si
sería posible. Lo que Yunho había dicho sobre Changmin era cierto. Su hermano
no estaba en absoluto preocupado, ni siquiera era consciente del cambio. Y Heechul
había sugerido que siguiera viviendo como siempre… ahora Junsu le decía lo
mismo. Puede que todo fuera tan fácil como parecía.
—
¿De verdad crees que sería capaz de encontrar un marido, incluso… con todo
esto?
—
¡Por supuesto! Vas a pasar esta temporada conmigo, querido, y resulta que tengo
un programa que abarca muchos actos sociales… y buenos partidos.
La
sonrisa de Junsu era contagiosa.
—Gracias,
Junsu.
—No
tienes que darme las gracias, querido —dijo Junsu mirando con picardía a su protegido
y bajando la voz al volumen de la conspiración—. Quizá cuando seamos mejores amigos,
me contarás qué es lo que te hizo cambiar de opinión respecto al matrimonio.
—Quizá
—dijo Jaejoong. No quería compartir sus problemas monetarios con nadie, salvo que
no pudiera encontrar una solución por sí mismo. Matrimonio. La palabra bailaba
en su mente, cansándolo, disolviendo su anterior felicidad.
—Así
que ya estás aquí. — Junsu miró por encima del hombro y Jaejoong se volvió.
—
Junsu —dijo Yunho, inclinándose cortésmente sobre su mano—. Espero que te encuentres
bien.
—Muy
bien, como sin duda puedes ver —dijo, acariciándose el vientre.
Yunho
asintió con la cabeza y luego se volvió hacia Jaejoong.
—Princesa
Shim —dijo, inclinándose.
—Príncipe
Jung —respondió él con igual formalidad tras un momento de silencio. ¿Por qué
lo afectaba de aquella manera? Casi temblaba en su proximidad, y los sentidos
se le nublaban con su aroma, diferente del de todos los demás.
Yunho
se dirigió a Junsu sin apartar la mirada de Jaejoong.
—No
tengo mucho tiempo. Cuando veas a Yoochun, sería de gran ayuda que le dijeras
que habré terminado su lista inicial al final de la noche.
Jaejoong
no sabía a qué se refería y estaba demasiado distraído para preocuparse. Yunho estaba
divino con su traje formal. ¿Qué se sentiría al enredar los dedos en aquella
mata de pelo?
Jaejoong
se dio cuenta de que se había perdido algo cuando Yunho le cogió la mano.
—
¿Os gustaría bailar?
Jaejoong
se preguntó durante un breve momento sí tendría derecho a negarse, luego olvidó
este pensamiento. ¿Qué importaba si de todas formas no iba a decir que no?
—Sí,
muchas gracias —dijo, poniendo la mano sobre la de él, esta vez preparado para
el cosquilleo que le recorrió todo el brazo.
Momentos
después estaban en la pista, bailando a los sones de un hermoso vals.
—
¿Qué tal va la velada? —preguntó Yunho, rompiendo el silencio que se había
creado entre ellos. Jaejoong se echó hacia atrás para verle la cara y responder.
—
¿Es una forma educada de preguntar si le estoy causando problemas a la
Excelencia?
Yunho
no replicó. Aunque sólo necesitaba unas horas de sueño para rejuvenecer su cuerpo,
no había podido descansar y no estaba de humor para enzarzarse en una discusión.
—Veo
que ha desaparecido el miedo que me tenías.
—No
te tengo miedo, no —dijo Jaejoong, dándose cuenta de que era cierto, según las palabras
salían de sus labios. Como no sabía a qué se debía aquello, se sintió incómodo
y cambió de tema—. El libro mencionaba a unos Elegidos. ¿Quiénes son?
Yunho
observaba a los hombres que le miraban con envidia mientras giraba con Jaejoong
por la pista de baile. El fastidio se le notaba en la voz cuando respondió.
—Los
Elegidos son una raza legendaria. Se supone que un día honrarán al mundo con su
presencia y salvarán a los vampiros de la extinción.
—
¿Extinción? No lo entiendo…
—Tengo
cosas que hacer. Estoy seguro de que Junsu estará más que encantado de responder
a todas tus preguntas.
Deteniéndose,
dobló el brazo y pasó la mano de Jaejoong por el centro.
—Siwon
te llevará a casa. He hecho que lleven tu ropa a tu nueva habitación, así que
no necesitas ir a casa para cambiarte, como esta tarde.
Pasaron
ante dos ventanas abiertas. La brisa primaveral le sentó bien.
—Pero,
¿cómo has hecho…? — Jaejoong se mordió la lengua. Por la expresión de Yunho habría
jurado que no le estaba prestando atención. ¡Grosero arrogante! ¡Le habría gustado
propinarle un sartenazo en la cabeza!
—
¿Jaejoong? —dijo en voz muy baja cuando estaban a punto de llegar a la altura
de Junsu.
—
¿Sí?
—Estás
precioso.
Menos
mal que Yunho se fue sólo unos segundos después, porque Jaejoong se quedó con
la boca abierta y las manos le empezaron a sudar.
—Querido,
pareces algo acalorado.
Tras
salir del lago de aguas templadas en el que le parecía haberse sumergido, Jaejoong
se concentró en Junsu.
—Estoy
bien. Sólo estaba pensando, eso es todo.
Junsu
lo observó un minuto y luego se dirigió hacia un hombre en el que Jaejoong no se había fijado hasta entonces.
—Sunjong,
te presento a Kim Jaejoong —dijo, volviéndose hacia Jaejoong ojos chispeantes y
haciéndole un guiño—. Lord Sunjong es hijo de un buen amigo mío.
Lord
Sunjong le cogió la mano y le hizo una reverencia.
—
¿A su alteza le gustaría bailar?
Jaejoong
miró a Junsu y luego al hombre, que lo contemplaba sonriendo. Era atractivo según
las convenciones al uso, y parecía simpático. Bailaría con él, aunque sólo
fuera para quitarse a Yunho de la cabeza.
—Me
encantaría.
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Era
ya casi la madrugada cuando Siwon apareció para acompañarlo a casa.
—Es
sorprendente, ¿verdad? Las tres de la madrugada y nadie tiene ganas de irse.
Siwon
miró el salón repleto de gente, pero no hizo ningún comentario.
—
¿Está preparado para irse?
—Sí,
aunque no entiendo cómo va a resultar esto. Changmin todavía está aquí y seguro
que me buscará.
—Junsu
le dirá a su hermano que estaba cansado y se tomó la libertad de enviarlo a casa
en su coche.
Jaejoong
frunció el entrecejo y buscó a Changmin con los ojos, pero no vio ni rastro de
él.
—Puede
que se preocupe por mí y se vaya a casa también.
—Junsu
le disuadirá.
Era
así de sencillo. Aunque la luz del día había traído ciertas revelaciones que
daban una imagen de la raza de los vampiros mucho más pacífica de lo que había
creído, costaba digerir el poder que tenían.
Recordó
un pasaje que había leído aquella mañana en el Libro de la Ley de los vampiros.
Recuerda tu fuerza. Una
bofetada puede romperles el cuello. Un puñetazo, aplastarles los huesos. Sé
consciente siempre de la fragilidad de los humanos.
—
¿Jaejoong?
Jaejoong
levantó la mirada y vio a Hyun Joong a su lado. ¡No podía creer que se hubiera olvidado
por completo de él! La última vez que habían hablado, habían quedado en que lo recogería
por la tarde. ¡Ay, Dios mío! ¿Qué iba a decirle? Tenía que arreglarlo de alguna
manera…
—Hyun
Joong, yo…
—Por
favor, permite que me disculpe —dijo, mirando a Siwon y luego a él de nuevo. Jaejoong
no sabía por qué se estaba disculpando, pero estaba claro que Hyun Joong no se
lo explicaría si su guardián no les dejaba cierta libertad espacial.
—Enseguida
voy, Siwon.
Siwon
captó el significado de sus palabras y se alejó en silencio. Jaejoong volvió a concentrarse
en Hyun Joong.
—No
preguntaré quién era, porque olería demasiado a celos. — Jaejoong sonrió y Hyun
Joong sacudió la cabeza. —Huele a celos de todas formas, ¿no?
—Hyun
Joong, eres incorregible.
El
hombre adoptó una expresión seria y buscó su mano.
—No
has respondido a mis notas. Admito que quizá me precipité… pero lo único que quería
era demostrarte que voy en serio.
Jaejoong
deseó saber qué habría escrito en aquellas notas. Retiró suavemente la mano. Se
alegraba de que Hyun Joong fuera en serio, pero una conducta tan impropia podía
desatar los rumores, y él no quería correr ese riesgo.
—No
me encontraba bien y todavía no he visto la correspondencia. Perdóname.
—Y
yo que creía que habías rechazado mi proposición —dijo él, enarcando las cejas.
—
¿Tu proposición…? — Jaejoong casi no pudo pronunciar las palabras. ¿Qué era
aquello? ¿De verdad le había hecho una proposición en una nota, sólo unos días
después de conocerlo? ¿Por qué no estaba eufórico? Hyun Joong era dulce y
encantador, y muy atractivo. Una boda con él resolvería sus problemas
económicos y Changmin no sufriría otro ataque…
—
¡Jaejoong, casi puedo ver los cañones volando dentro de tu cabeza!
Volvía
a reírse de él, pero esta vez Jaejoong no lo encontraba gracioso. Era demasiado
pronto. Si pudiera pasar algo más de tiempo con él…
—
¡Está bien, para ya, de verdad! No me refería a esa clase de proposición.
Simplemente preguntaba si me permitirías acompañarte a cenar mañana por la
noche a la residencia de los Joo.
El
muchacho casi se mareó del alivio que sintió.
—Yo,
sí, por supuesto que puedes.
—Bien,
bien. Entonces pido permiso hasta entonces —dijo, cogiéndole la mano y llevándosela
a los labios.
—Hasta
entonces —respondió Jaejoong, volviéndose hacia las grandes puertas del salón del
baile.
—
¿Jaejoong? —llamó Hyun Joong cuando Siwon ya estaba a su lado.
—
¿Sí?
—La
otra proposición llegará muy pronto.
---------------------------
Yunho estaba sentado en su salón cuando los primeros rayos del
amanecer atravesaron la negrura del cielo. Tenía las botas apoyadas en una
otomana y miraba la segunda manecilla del reloj que había en la repisa de la
chimenea. Estaba cansado, pero no podía dormir.
La
primera lista de candidatos no había puesto al descubierto ningún asesino,
aunque a pesar de haberlo previsto le resultaba doloroso. Parecía que en su
vida no podía haber nada sencillo.
Jaejoong. Era extraño que en su mente se hubiera convertido en
sinónimo de dificultad.
Jaejoong
le había hecho desear, y era una sensación contra la que se sentía obligado a
luchar. No podía permitirse esa distracción, ahora no, no cuando su pueblo
estaba en peligro y tenía responsabilidades que cumplir.
Volvió
a ver la expresión del rostro del joven que había observado al arrodillarse
ante él aquella mañana. Jaejoong quería a su hermano, de eso estaba seguro.
Podría haberle pedido cualquier cosa en aquel momento y habría consentido.
Algunos podrían considerar su cariño fraternal una estupidez, pero Yunho lo
comprendía.
Él
habría muerto por Seol si le hubieran dado esa posibilidad. Y creía que Jaejoong
sería capaz de hacer lo mismo por su hermano.
—
¡Maldito chico! —Estaba bajo su techo y bajo su piel. Le estaba volviendo loco lentamente.
Lo imaginaba durmiendo en paz, tan solo una habitación más allá de la suya, con
el cabello desparramado sobre las almohadas…
—
¿Yunho?
Yunho
creyó durante un momento que su mente le estaba jugando una mala pasada; en su
campo visual apareció una sábana blanca por debajo de la cual asomaban dos pies
humanos.
—Oí
un ruido y pensé… bueno, no sé qué pensé. No es que vaya a haber nada que pueda
asustarme, salvo… —la voz de Jaejoong se apagó cuando sus miradas se
encontraron.
—
¿Vampiros? —preguntó Yunho, mientras el joven se ajustaba las sábanas en los hombros.
Se notaba que estaba incómodo, pero él no lo tranquilizó. Ya era hora de que
supiera de la existencia de Seong Min. Existía un peligro y él tenía que estar
en guardia.
—Siéntate
Jaejoong. Ya que estás despierto, hay cosas de las que tengo que hablarte.
Jaejoong
asintió como un niño dócil. Yunho se preguntó cómo se las arreglaba para
hacerlo. ¿Cómo podía parecer tan frágil un momento y al siguiente tan fuerte?
—
¿Sí? —dijo, mirándolo con cierta cautela. Le gustaba que lo mirase así. Cuando
levantaba la barbilla con aire desafiante para mirarlo, le resultaba especialmente
difícil resistirse a él.
—Deberías
saber que vine con una misión específica. Hay un vampiro que ha infringido
nuestras leyes, se llama Seong Min. Estoy aquí para localizarlo y presentarlo
ante la justicia.
—
¿Qué leyes ha quebrantado ese Seong Min?
—Muchas.
Para empezar, las dos primeras.
Jaejoong
miró hacia la oscuridad que quedaba más allá de la ventana.
—Bebió
sangre humana —dijo Jaejoong. No era una pregunta, así que él no respondió. Pensó
que quizá había sido un error darle el Libro de la Ley. Su memoria era
demasiado buena, y con su mente siempre curiosa era muy probable que hiciera
muchas preguntas.
—Vas
a matarle, ¿verdad?
—Sí
—dijo. No tenía sentido mentir. Cuando encontrara a Seong Min, lo presentaría
ante una asamblea y sería él, como jefe del clan al que pertenecía Seong Min,
el encargado de aplicar el castigo.
—Así
que te pasas el día buscándolo.
—A
él y al asesino.
Jaejoong
sintió un escalofrío.
—
¿Un asesino?
—Un
humano que conoce nuestra existencia y ha decidido que tiene que matarnos.
—Lo
siento.
Yunho
vio su tristeza y no entendió el motivo.
—
¿Por qué? No es culpa tuya. Hay asesinos humanos al igual que hay asesinos
vampiros.
Jaejoong
se encogió de hombros; eso ya lo sabía.
—Siento
que tengas una responsabilidad tan difícil. No debe de ser agradable matar a nadie,
por muy buenas razones que se tengan.
Sus
palabras eran inocentes, ingenuas casi, pero le hicieron sentir calor. Se puso
en pie y le tendió la mano.
—Vamos,
tienes que dormir y yo tengo cosas que hacer.
Jaejoong
cogió la mano que se le ofrecía sin vacilar. Subieron las escaleras en
silencio.
—Siwon
te llevará con Junsu por la mañana.
Jaejoong
asintió con la cabeza y al hacerlo un mechón de pelo le cayó sobre la cara. Sin
pensarlo, Yunho alargó la mano y se lo colocó tras la oreja.
Vio
sorpresa en su rostro y después pasión. Apenas pudo contener un gruñido. Su
cuerpo ardía por Jaejoong.
—Buenas
noches —dijo. Dio media vuelta y estaba a punto de entrar en su cuarto cuando
un pensamiento le detuvo.
No te vayas.
Yunho se fijó en sus labios abiertos, en la pasión que reflejaban
sus ojos negros, en la confusión… Jaejoong no podía saber lo que había
provocado en él, que era un experto en ocultar sus sentimientos. Él pensaba que
gobernaba totalmente sus sentimientos, pero Jaejoong le había puesto de
manifiesto que estaba equivocado.
Dio
dos pasos hacia Jaejoong y Jaejoong retrocedió sobresaltado, y se detuvo al
llegar a la pared. Yunho le enmarcó el rostro con las manos, con los ojos
clavados en su suave boca y luego en sus pupilas.
Jaejoong
contuvo la respiración. Podía oír los latidos de su corazón acelerándose. Yunho
vio la incertidumbre en sus ojos, la lucha, pero ya había terminado con las
preguntas, para Jaejoong y para sí mismo.
Yunho
dejó a un lado sus dudas y se inclinó sobre el muchacho, uniendo sus labios a
los suyos. El contacto fue como una descarga eléctrica. Los labios que lo
besaban eran suaves y duros a un tiempo. Jaejoong cerró los ojos poco a poco y
sus hombros perdieron parte de la tensión.
Yunho
reconoció al momento la inexperiencia del joven, aunque el dato no enfrió su ardor.
Le cogió el rostro entre las manos y siguió saboreando sus labios con avidez.
Abre la boca.
Jaejoong obedeció y dio un respingo al sentir la lengua del hombre
dentro de la boca.
Yunho. El hombre oyó la desesperación en la mente del muchacho,
en los dedos aferrados a él.
Cuando
lo sintió suspirar, lo besó con más pasión, con más profundidad. Yunho se olvidó
de su inexperiencia y estrechó a Jaejoong con fuerza. Era como si fuera la
primera vez que daba un beso; en casi doscientos años no había sentido con
tanta intensidad como en aquellos instantes.
Ven conmigo, pensó
con energía, pasa conmigo esta noche.
Jaejoong volvió en sí lentamente al captar el significado de
aquello. ¿Qué estaba haciendo? Santo Dios, estaba besando a un vampiro. No, al
jefe de un clan de vampiros. Debía de haber perdido la cabeza, era la única
explicación.
—Basta
—dijo apartándose. Yunho retrocedió inmediatamente, transformado ante sus ojos
en el hombre sereno que siempre era. Enderezó la columna y adoptó su habitual
expresión impasible. Jaejoong lo miró; no estaba muy convencido de no haber
imaginado todo aquel episodio hasta que vio sus ojos. Seguían ardiendo, y lo
que el cuerpo de él sentía… —No puedo —dijo, sintiéndose estúpido y confuso. Se
sentía satisfecho porque él había respondido a su demanda, pero una parte de Jaejoong
deseaba ser besado de nuevo—. Yo… —fue a decir, pero no pudo continuar. El
cerebro le iba al galope tratando de poner las cosas en orden. Si estaba con Yunho,
tendría que olvidar toda posibilidad de matrimonio, y entonces Changmin sufriría…
—Vete
a dormir. —La voz de Yunho era fría. El fuego había desaparecido de sus ojos y había
vuelto a ser el príncipe arrogante.
Jaejoong
lo miró y se dio cuenta de que el hecho de que fuera un vampiro no lo molestaba
ni la mitad que aquella arrogancia. ¡Maldito fuera aquel hombre! ¿Cómo podía
ser tan irritante?
—
¡Muy buenas noches! —dijo mientras su confusión se convertía en ira.
Yunho
le cogió el brazo cuando se volvió para abrir la puerta. Su expresión ya no era
impasible cuando lo miró.
—Me
dijiste que me detuviera y así lo hice. Explícame la causa de esa ira. ¿O quizá
estás enfadado contigo mismo por haber besado a un vampiro?
—
¡Estoy asustado! —admitió Jaejoong medio gritando.
—
¿Asustado de mí? —dijo él, sorprendido.
—No
—dijo Jaejoong en voz más baja—, de lo que me haces sentir.
Yunho
calló ante esta revelación y Jaejoong siguió hablando, inseguro de cómo
explicarlo, incluso de por qué daba explicaciones.
—Nunca
había querido a nadie, y quererte me da miedo.
Yunho
siguió callado unos momentos.
—Vete
a dormir, Jaejoong.
Jaejoong
miró su rostro, que le pareció más suave y más amable. A pesar de lo ingenuo
que era, entendió el significado de su mensaje. Jung Yunho retrocedía.
Sintiéndose
muy joven y tonto, asintió con la cabeza y entró en su cuarto.
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—Aquí
están los planes para la búsqueda de mañana —dijo Heechul, arrojando un pergamino
sobre la mesa—. Se están acercando. Harías bien en mudarte a otra casa.
Seong
Min sonrió lentamente. Era tan placentero manipular a otros…
—Gracias,
querido. Sin ti, no tendría libertad para buscar a ese asesino. Dime, ¿han
hecho algún progreso por ese lado?
Heechul
estaba consternado mientras se paseaba por el suelo de mármol del vestíbulo de Seong
Min.
—No.
No han hecho ninguno, aunque estoy seguro de que el príncipe lo hará algún día.
Es… formidable.
—Sí
que lo es —admitió Seong Min, pensando en Jung Yunho.
—Es
increíble que una leyenda viva pueda estar tan…, bueno, tan cercana.
—
¿A qué te refieres? —dijo Seong Min, apoyándose en la pared con aire
indiferente. Ya llevaba un tiempo observando al príncipe y tenía un gran
interés por cualquier dato que Heechul pudiera darle.
—Bueno,
la manera en que se comportó con Won Hong, por ejemplo…
—
¿El muchacho que acaba de celebrar su iniciación? — Seong Min se dio cuenta de
que había cometido un error al ver que Heechul le dirigía una mirada recelosa y
añadió rápidamente—: Me lo contaste la semana pasada.
Heechul
pareció creerle y continuó.
—Sí,
ese muchacho. El príncipe fue muy amable con él, aunque normalmente es muy
seco. Habla poco y nunca sonríe, pero con Won Hong fue muy considerado.
Seong
Min empezó a esbozar una sonrisa, pero la deshizo de repente. Aquello era
perfecto, sencillamente perfecto.
—Ya
veo. Muy bien, Heechul, deberías irte. Pronto amanecerá y no queremos que te
echen de menos —dijo, abriendo la puerta al aire frío, deseoso de que e hombre se
fuera.
—Tienes
razón, claro —dijo él, calándose la capucha. Pasando por su lado, desapareció en
la niebla matutina.
—Won
Hong. —Seong Min pronunció el nombre en voz alta. Al parecer, el pequeño Won
Hong se había ganado el cariño del príncipe y eso era sencillamente perfecto.
Jung
Yunho era su clave para el éxito. El vampiro más fuerte, el guerrero que había matado
a docenas de asesinos en una sola noche, sería el que ganara la próxima guerra
de los vampiros.
Seong
Min sabía, por las anécdotas y leyendas que se transmitían, que la noche en que
Yunho había terminado con la era de los asesinos de vampiros, su hermana había
sucumbido. La ira alentó el brazo del guerrero, así que Seong Min proporcionaría
al príncipe ira de sobra.
Al
día siguiente visitaría al asesino de vampiros. Seong Min había puesto al
asesino frente a la vampiro visitante y el resultado había sido perfecto: la
muerte del vampiro débil les había hecho desear la guerra. Y ahora Seong Min se
ocuparía de que el asesino matara al muchacho para asegurarse la cooperación de
su aliado más fuerte.
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Siwon ayudó a Jaejoong a bajar de la carroza ducal.
—Junsu
y Heechul os esperan dentro —dijo, señalando un pequeño establecimiento
conocido por sus deliciosos bollos y su aromático té.
—Gracias,
Siwon.
—De
nada. Vendré más tarde a recogeros —dijo, señalándole la cafetería y quedándose
donde estaba. Jaejoong sabía que él no se iría hasta ver personalmente que
entraba, y saberlo casi le hizo sonreír.
Dentro
del edificio había varias personas sentadas alrededor de mesas con manteles de encaje
blanco, con teteras y platos de cerámica.
Jaejoong
recorrió el atestado salón con la mirada hasta que un reflejo rojo captó su atención.
Heechul era muy fácil de distinguir con aquel hermoso cabello.
—Pareces
una hoguera —dijo Jaejoong, sentándose al lado de su amigo.
—
¡Ya estás aquí! —dijo Heechul alegremente. Había estado esperando con
impaciencia mal contenida mientras miraba los pastelillos de las mesas de
alrededor—. Por Dios, Jaejoong, estoy seguro de que engordaré cien kilos esta
misma tarde si me dejo llevar por el impulso que me oprime.
—Esas
tartaletas tienen un aspecto divino, ¿verdad? —respondió Jaejoong riéndose—. Quizá
deberíamos pedir al camarero que nos traiga una muestra de todo lo que tienen.
—No
te atrevas ni a insinuármelo —dijo Heechul, fingiendo horror—. Yo lo haría,
sabes que lo haría.
Los
dos callaron cuando el camarero, tras percatarse de su presencia, puso delante ellos
un carrito con docenas de pasteles, tartas y otros manjares.
—
¿Puedo ofrecerles algo de nuestra selección de pastelería? —preguntó con educación.
Jaejoong
casi se echó a reír cuando Heechul se puso el dedo enguantado en la boca, para pensar.
Tras varios segundos de completo silencio, el pelirrojo señaló varios dulces de
la bandeja, sin mirar ni una vez el rostro del camarero.
—Tomaremos
éste, ése, ése, ése y aquél. Ah, y ése también —dijo Heechul con altanería.
—
¡Ay, Heechul, tenías que haber visto su expresión! —dijo Jaejoong riendo cuando
el camarero se fue, anunciando que serviría el té enseguida.
—Sinceramente,
me importa un comino. El establecimiento ganará una pequeña fortuna con nosotros,
¿qué más quieren?
—Cierto
—dijo Jaejoong. Al ver el tercer juego de cerámica en la mesa, cayó por primera
vez en la cuenta de que Junsu no estaba presente.
—
¿Dónde está su Excelencia?
—
¡Jaejoong, por favor, te dije que me llamaras Junsu! —dijo este acercándose a
la mesa en aquel preciso momento. Un camarero corrió a ponerle la silla cuando
se sentaba.
—
¿Qué me he perdido?
—Acabo
de pedir todo lo que tienen en la cocina. Aparte de eso, nada, Excelencia —dijo
Heechul.
—Bueno,
eso está bien, pero dudo que sea suficiente. Me siento como si tuviera una colonia
muerta de hambre en el estómago —protestó Junsu en el momento en que cuatro hombres
con guantes blancos depositaban bandejas de dulces en la mesa—. Bien, muy bien.
Si siguen viniendo así, hoy voy a ser un personas muy feliz.
Jaejoong
se mordió el labio y tomó la delantera.
—Si
estás de tan buen humor, entonces quizá pueda pedirte un favor.
Junsu
se apartó de la boca el bollo que estaba a punto de morder.
—Jaejoong,
sabes que no necesitas pedir favores, sólo tienes que pedirme lo que quieras y,
si puedo, te ayudaré.
—Muy
bien, ¿recuerdas nuestra conversación de ayer en el baile, sobre maridos?
Bueno, un pretendiente me ha pedido acompañarme a una cena que se celebra esta
noche en la residencia de los Joo y me preguntaba si sería posible que
asistiéramos. Sé que no puedo ir sin ti y…
—No
digas nada más. Claro que podemos ir. No tengo nada planeado, así que es una opción
mucho mejor que no hacer nada. Enviaré una nota a los Joo para conseguir invitaciones.
Lo único que tienes que hacer, querido, es citar a tu soltero en la cena.
—Gracias
—dijo Jaejoong, aliviado al oír que todo se desarrollaba según sus deseos. Después
de lo que había ocurrido aquella misma madrugada, sabía que tenía que alejarse
de Yunho todo lo posible y concentrarse en conseguir un marido. Aunque no era
probable que Yunho volviera a acercársele con la misma intención después de
haberlo rechazado, Jaejoong no quería arriesgarse. Si aquella madrugada le
había enseñado algo, era que no era capaz de pensar con claridad cuando Jung
Yunho lo besaba.
Cogió
un pastelillo.
—
¿Y quién es ese hombre? —quiso saber Heechul.
Jaejoong
tragó el bocado y bebió un sorbo de té caliente para diluir el sabor del
pastelillo.
—Se
llama Hyun Joong.
—Mmmm,
Hyun Joong —repitió Heechul cerrando los ojos—. Una vez conocí a un Hyun Joong.
Nos conocimos en un pueblecito de las afueras de una gran ciudad.
Junsu
se rió.
—Parece
que todas tenemos un Hyun Joong en común, queridos. Cabello castaño oscuro y ojos
negros como la noche. Han pasado más de trescientos años y aún recuerdo sus
ojos.
—
¿Trescientos años? —dijo Jaejoong, mirándolo boquiabierto. ¿Cómo es que no
había pensado antes que los vampiros no viven el mismo tiempo que los humanos?—
Entonces, ¿sois inmortales?
—Oh,
no —dijo Heechul rápidamente. Añadió un terrón de azúcar al té y lo removió lentamente
mientras Junsu atacaba el cuarto pastelillo.
—Podemos
vivir unos seiscientos años, aproximadamente, aunque la mayoría de los vampiros
no llega a cumplir tantos.
—
¿Por qué no?
Heechul
tomó un sorbo de té y se encogió de hombros. No le gustaba pensar en la mengua de
la pasión, como tampoco a los humanos les gustaba pensar en la muerte.
—Vivir
tantos años no es tan fácil como parece —dijo Junsu con expresión triste, recordando
a los muchos amigos que habían optado por irse al otro mundo—. Llega un momento
en que la oscuridad empieza a invadir el alma y ya nada resulta satisfactorio.
¿Cuánto crees que puede escribir un escritor antes de que deje de producirle placer
hacerlo?
Jaejoong
no sabía la respuesta. Ni siquiera podía imaginar lo que era vivir tantísimo
tiempo.
—Yo
antes escribía. Durante unos cien años de mi vida, me daba más alegría que
ninguna otra cosa. —Dejando la taza sobre el platillo, Junsu se estremeció para
sacudirse de encima la melancolía—. No he tocado una pluma en años. Las
palabras que antes me proporcionaban placer ya no me llegan al alma. — Junsu movió
la cabeza, como para despejarse, y se echó a reír—. Escucharme hace que todo
suene muy trágico. Pero todavía me queda mucha alegría dentro.
Jaejoong
no quería continuar con un tema que, obviamente, ponía incómodos, pero no lo
entendía y tenía la sensación de que se estaba perdiendo algo importante.
—No
lo entiendo. ¿Los vampiros mueren cuando pierden la pasión?
Heechul
negó con la cabeza.
—No.
La pérdida de la pasión lleva a la pérdida de las ganas de vivir. Muchos
vampiros, al llegar a los cuatrocientos años, prefieren irse.
Suicidio.
Jaejoong entendió lo que Heechul estaba diciendo, aunque no entendía por qué alguien
podía hacer algo así. Mientras hay vida hay esperanza, ¿no decían eso?
Claro
que después de pasar cien años siendo desgraciado, quizá pensara de otra
manera.
Entonces
recordó algo que Yunho le había dicho dos días atrás.
—
¿Tiene eso alguna conexión con que vuestra raza se esté extinguiendo?
Ambos
vampiros lo miraron sorprendidos, como esperando que aclarase la pregunta.
—Yunho
lo mencionó de pasada pero no me explicó nada más —añadió Jaejoong.
Junsu
apartó su bandeja con una mueca que significaba que estaba lleno.
—Se
está extinguiendo, cierto. Verás, las mujeres y hombres de nuestra raza no son
fértiles hasta los quinientos años.
—
¿Y la mayoría elige morir antes de que eso ocurra? —preguntó Jaejoong.
—Exacto
—dijo Heechul, poniendo fin al tema—. ¡Vamos a comer!
Jaejoong
trató de encontrar sentido a todo lo que había descubierto, pero pronto se dio cuenta
de que estaba demasiado cansado para seguir pensando.
Durante
los cinco minutos siguientes se dejó llevar por el hambre que le había estado atenazando,
hasta que vio que Junsu y Heechul lo miraban sorprendidos.
—
¿Qué? —preguntó Jaejoong con la boca llena de suflé de chocolate.
Tras
otro momento de silencio, Junsu se echó a reír.
—Dios
mío, Jaejoong, tienes buen apetito para estar tan delgado. — Jaejoong se
encogió de hombros y mordió un bollito de mantequilla.
—Bueno,
la verdad es que tengo hambre cuando estoy muy cansado.
Heechul
lo miró sorprendido y luego pareció pensar en otra cosa.
—Voy
al cuarto de baño, queridos. No te acabes los panecillos, Jaejoong. ¡Todavía no
he empezado a comer en serio! —dijo Junsu, abandonando la mesa entre risas.
Al
poco rato, Jaejoong se volvió hacia Heechul.
—
¿Qué fue lo que te llamó antes la atención?
—Oh,
nada, es que a nosotros nos pasa lo mismo. Sólo tenemos hambre cuando nos esforzamos
demasiado físicamente.
—Ah
—murmuró Jaejoong, sonriendo tras un momento de reflexión—. Entonces supongo
que algunos de esos comensales que he sorprendido en las fiestas con montones
de comida debían de ser vampiros.
Heechul
sonrió.
—No
lo creo, Jaejoong —dijo Heechul con suavidad—. Nuestro apetito es por una clase
diferente de nutriente.
—Ah.
Jaejoong
se sentía algo tonto y descentrado. Era fácil olvidar que Heechul no era humano.
Su amigo era un vampiro y los vampiros vivían cientos de años con un alimento
de una clase diferente.
Heechul
puso la mano sobre la de Jaejoong.
—No
bebemos sangre humana.
—Lo
sé —dijo Jaejoong asintiendo con la cabeza, aunque la voz le salió como un
chirrido.
—En
realidad no es tan horrible como parece. La mayor parte de las veces se sirve
en vasos… como el vino tinto.
—Jaejoong,
por favor, no sigas. Ya sé que tienes buena intención, pero las comparaciones
no lo harán más fácil de… bueno… de digerir —dijo Jaejoong, dirigiendo una
lánguida sonrisa a su amigo.
—Supongo
que no querías hacer un juego de palabras —dijo Heechul secamente.
—
¿Qué juego de palabras? Yo… — Jaejoong tardó un momento en recordar lo que
había dicho y luego se echó a reír.
—Por
Dios, Heechul, eres insoportable.
—Gracias,
he estado practicando durante siglos —respondió el otro y Jaejoong rió con más ganas.
-----------------------
—Estás
precioso.
Jaejoong
miró la tela verde clara de su vestido de noche y se preguntó por qué el
corazón no le daba un vuelco como cuando Yunho le había dicho aquellas mismas
palabras.
—Gracias.
Hyun
Joong le puso la mano bajo la barbilla y le levantó la cabeza.
—No
eres sincero, Jaejoong. ¿Por dónde vaga tu mente?
Jaejoong
se sorprendió al ver que Hyun Joong podía entenderlo con tanta facilidad,
aunque tampoco tenía por qué asombrarse. Después de todo, él era más atento que
la mayoría, y muy gentil. Sí, era gentil y dulce, y estaba muy atractivo con el
traje de etiqueta.
Tenía
que estar loco para no sentirse afectado por aquel hombre al que miraban con
interés varias señoras presentes en la sala de recibo de los Joo.
—Admito
estar algo distraído, pero me halaga que te hayas dado cuenta.
—Y
por tu tono yo diría que te sorprende. ¿Por qué, Jaejoong, si sabes el interés
que siento por ti?
Jaejoong
se salvó de tener que responder gracias a un lacayo que se acercó con expresión
de disculpa.
—Señor,
un mensaje.
—Discúlpame,
enseguida vuelvo —dijo Hyun Joong, recogiendo la misiva y saliendo de la habitación.
Irritado
consigo mismo por sentirse ligeramente aliviado, Jaejoong se volvió y divisó a
su hermano entre el grupo reunido al lado centro de la gran pared acristalada,
que daba a un jardín bellamente iluminado, estaba el elegante piano de cola.
Las filas de asientos para el público también eran únicas. En vez de las sillas
que normalmente se alineaban para las veladas musicales, en la sala sólo había
cómodos sofás colocados en semicírculo, de manera que cada oyente tenía una
bonita vista del piano y de los jardines que había detrás.
Las
exclamaciones de admiración de los invitados iluminaron de placer el rostro de
Lord Joo.
Acompañó
a Jaejoong hasta el piano y los demás tomaron asiento.
—Tenemos
disponibles partituras de varios compositores. ¿Tenéis algún favorito?
—Mozart
—dijo Jaejoong sin vacilar.
—Ah,
una elección muy popular, aunque he de decir que es poco habitual que un
persona como usted desee tocar sus obras —comentó Lord Joo mientras rebuscaba
en un montón de partituras que había al lado del piano.
Jaejoong
se mordió la lengua. Sabía por experiencia que muchos hombres creían que las composiciones
de Mozart eran demasiado enérgicas para ser interpretadas por una mujer o un hombre como él, eso no iba con Jaejoong.
Mientras hiciera justicia a su obra, se sentiría satisfecho.
—No
necesitaré la partitura —dijo Jaejoong con educación.
Lord
Joo se detuvo con los ojos abiertos como platos.
—
¿Tocaréis de memoria?
—Sí
—respondió Jaejoong.
Lord
Joo, sin nada más que decir, asintió con la cabeza y fue a reunirse con su
esposa en el sofá más próximo al piano.
Jaejoong
ajustó el asiento para pisar con comodidad los pedales y se volvió para
dirigirse al público, que había quedado en silencio.
Changmin
estaba sentado a su izquierda con una joven que parecía a punto de caerse
muerta. La hija de Lord Joo había sido elegida como compañera de Changmin para
la cena de esa noche, y Jaejoong no dudaba que sus padres estarían encantados
de que los dos formaran pareja.
—Voy
a interpretar la Fantasía en re menor, una composición de Wolfgang Amadeus Mozart.
Hubo
cierta agitación, que Jaejoong pasó por alto mientras apoyaba los dedos en las
teclas del piano. Respiró hondo, flexionó las muñecas y comenzó.
El
aire se llenó de música y el tiempo cesó de importar mientras Jaejoong se
hundía en un mundo diferente, un mundo hermoso, armonioso: un mundo sin
problemas.
Su
impecable interpretación satisfacía contra su voluntad incluso a los invitados
más escépticos. Las notas iban surgiendo mientras el tictac del reloj del
pasillo marcaba el tiempo de la melodía y, cuando la pieza terminó, fue
premiada con un clamoroso aplauso.
—Sorprendente,
querido, absolutamente maravilloso —dijo Lady Joo, llevándose el pañuelo a los
ojos—. ¿Le importaría tocar otra?
Jaejoong
miró a Lord Joo mientras varios invitados repetían la petición.
—Nos
encantaría que nos honrarais con otra pieza —imploró Lord Joo.
Jaejoong
asintió y se volvió hacia el piano, luego vaciló. Las lámparas que iluminaban
el jardín daban una luz maravillosa. Quizá fuera una idea ridícula, pero
decidió preguntarlo a pesar de todo.
Tenía
que ser influencia de Junsu, pensó compungido, volviéndose hacia Lord Joo.
—Estaba
pensando, Lord Joo, que quizá no le importaría que apagásemos las luces. No
necesito leer la partitura y el jardín estaría mucho más hermoso, ¿no le
parece?
—
¡Es una idea fantástica! —Exclamó Lord Joo para alivio de Jaejoong —. ¡Diré a
los criados que se ocupen de ello al instante!
Jaejoong
miró con desenfado a los caballeros que aseguraban a las damas que no debían temer
a la oscuridad estando cerca ellos. Changmin, en cambio, no ofrecía ningún
consuelo a nadie, ya que Miss Joo parecía emocionada ante la idea de asistir a
un concierto a oscuras.
---------------------------
Yunho oyó la música y supo sin ningún género de duda que él estaba
tocando.
—Es
muy hermoso, ¿verdad? —susurró Junsu, colgado del brazo de su marido mientras los
tres seguían a una doncella hasta la sala de música.
Yunho
no escuchó la respuesta de Yoochun; estaba cautivado. La música llenaba su
pecho y resucitaba todos sus sentidos. Era impresionante, como él.
Durante
un momento, Yunho pensó en dar media vuelta y salir de allí. Yoochun le había convencido
de que necesitaba un descanso en la investigación y que debía unirse a ellos
para asistir a aquella velada. Si hubiera sabido que Jaejoong iba a estar allí,
habría reconsiderado la oferta. Cada vez que lo veía, le resultaba más difícil
resistir la tentación.
La
tentación de tocarlo. La tentación de besar sus labios. La tentación de hacerlo
suyo.
Aquella
madrugada había conseguido alejarse de Jaejoong, aunque a duras penas.
Pero
no se fue. No podía irse, y al poco rato estaban en la entrada de la sala de la
que procedía la música.
Yunho
se sorprendió al ver que tocaba a oscuras. Distinguió varias figuras sentadas alrededor
del piano de cola, iluminado en parte por la luz de la luna.
Junsu
se agitó a su lado cuando los tres se detuvieron a observar.
Jaejoong
estaba sumido en la oscuridad y su cuerpo era una extensión del instrumento que
parecía haberse apoderado de su alma como Jaejoong de la suya. Todos parecían
contener la respiración mientras las notas iban surgiendo de sus manos.
Cuando
sus dedos tocaron la última nota, reinó un silencio total.
Sé mío.
Transmitió
el pensamiento antes de ser consciente de que lo estaba haciendo. Lo quería como
nunca había querido a un ningún otro. Muchos vampiros tenían amantes humanos,
no era inusual. Si Jaejoong se convertía en su amante, le resultaría mucho más
fácil cumplir con sus obligaciones de guía.
Sí,
Jaejoong era inocente y había parecido inseguro, pero también le quería, de eso
estaba convencido. Si se hacían amantes, podría visitarlo cuando quisiera y
pronto aquel deseo irracional por Jaejoong le abandonaría, y podría empezar a
concentrarse de nuevo, algo que no había podido hacer desde que lo había conocido.
Sé mío.
El
pensamiento entró en la cabeza de Jaejoong y lo obligó a apartar las manos de
las teclas del piano. ¿Había dejado que el bloqueo se retirase mientras tocaba?
La voz parecía de Yunho, aunque debía de estar confundido. No sólo no estaba allí,
sino que nunca habría pensado aquellas palabras.
Recorrió
al público con la mirada mientras estallaban los aplausos. Se había dejado
llevar por la música, simplemente. Le sucedía a menudo. Una vez se había
quedado tan ensimismado tocando el movimiento «allá turca» que habría jurado
que oía trompetas y tambores.
—
¡Increíble! — Lo elogió Lord Joo mientras varios criados volvían a encender las
luces de la sala—. Ha sido absolutamente fantástico.
—Gracias
—dijo Jaejoong, ruborizándose ante el halago. La ovación aún no había terminado
y se sintió algo cohibido.
—
¡Ah! Aquí están los demás invitados —exclamó Lord Joo al ver a Junsu —. Excelencias,
es un honor que hayan venido, y príncipe Jung, que maravillosa sorpresa. Sean muy
bienvenidos.
Jaejoong
abrió los ojos como platos al ver a Yunho. ¡Estaba allí! Pero no era posible
que él le hubiera enviado aquel pensamiento.
Changmin
le tapó la contemplación del hombre fascinante que estaba en el otro extremo de
la sala atrayendo las miradas de todas las mujeres presentes.
—Ha
sido maravilloso.
Su
corazón, que había dado un vuelco al ver a Yunho, emprendió una extraña danza.
Se mordió el labio. La sonrisa de Changmin era descorazonadora, la distancia
entre ellos aún más difícil de soportar. Ojalá pudiera confiarse a él.
—Gracias.
Su
hermano alargó una mano para ajustarle una horquilla del peinado.
—Siempre
tocas con una pasión muy poco delicada —dijo—, pero no podría estar más orgulloso.
Se
sintió emocionado y deseó abrazar a su hermano, como tantas veces había hecho en
su vida.
—Changmin,
te quiero. Creo que nunca lo digo bastante.
Changmin
cogió las manos de su hermano y miró los dedos que tanta magia procuraban.
—Yo
también te quiero. No lo entiendo muy bien, pero te he echado de menos estos últimos
días.
Jaejoong
sí lo entendía, demasiado bien, pero no podía decir nada.
Changmin
se echó a reír y le acarició la mano.
—Y
bien, ¿dónde está Hyun Joong?
Jaejoong
se encogió de hombros, contento por el cambio de tema.
—Tuvo
que irse. Su madre está enferma. Me pidió que le disculpara.
—Qué
raro, creía que su madre…
—
¡Buenas noches! —dijo Heechul, apareciendo al lado de Changmin con una sonrisa.
Distraído,
Jaejoong se volvió hacia su amigo.
—Heechul,
creo que no has sido formalmente presentado a mi hermano.
Changmin
hizo una leve inclinación y sonrió.
—Shim
Changmin, a su servicio.
Heechul
rió y los ojos le brillaban de admiración.
—Llámeme
Heechul y el placer será mío. He oído hablar mucho de usted, príncipe. Permítame
decir que si va a ser tan fabuloso como marido que como hermano, tengo varias amigas
que me encantaría presentarle.
Changmin
no se inmutó ante aquella presentación tan poco convencional, pero Jaejoong tragó
saliva y lanzó una mirada suplicante a su amigo.
—Heechul,
por favor… —fue a decir con media sonrisa, pero fue interrumpido en el acto por
su hermano.
—Entonces,
¿está usted casado, Heechul?
Jaejoong
no podía creer lo que estaba oyendo. ¡Y Heechul se reía! ¡Vaya par de provocadores!
—
¡Haced el favor de callar de inmediato! Alguien podría oíros y eso sería el fin
de mi reputación —susurró.
Heechul
agachó la cabeza y lo miró con expresión inquisitiva.
—Pero
si tú ya estás prácticamente casado con ese atractivo diablo, ¿para qué
necesitas una buena reputación?
Changmin
se echó a reír y Jaejoong sacudió la cabeza con contrariedad. Por fortuna, Lord
Joo eligió aquel momento para anunciar que la cena estaba servida.
Changmin
se excusó y se dirigió hacia Miss Joo, que esperaba para ser acompañada al comedor.
Lady
Joo apareció a su lado justo cuando Heechul empezaba a quejarse de su compañero
de mesa.
—Oh,
cariño, lo siento muchísimo, pero Lord Hyun Joong ha tenido que irse debido a
una urgencia. — Aunque ya debía de estar enterado, pobre, oh, querido, espero
que no esté demasiado disgustado. —La mujer parecía muy contrariada por el giro
de los acontecimientos y Jaejoong trató de calmarla.
—No
se preocupe, Lady Joo, por favor. Lo entiendo perfectamente.
—Puede
quedarse con mi compañero de mesa —dijo Heechul —. Después de todo, es razonable
que un viudo se siente solo.
Jaejoong
lanzó una agria mirada a Heechul.
¿Qué estás haciendo?, pensó con cierta irritación.
La
risa de Heechul resonó en su cabeza antes de que su amigo se explicara.
Intento ver si me libro del engreído que Lady Joo
me ha endilgado. Tuve que sentarme con él en otra ocasión y tiene una vanidad
realmente intolerable.
Por
suerte, Lady Joo protestó a favor de Jaejoong.
—Oh,
pero Lord Soon se ha encariñado tanto con usted, Heechul… Véalo en la puerta,
esperando a que termine la conversación.
—Le
aseguro que no supone ningún problema, Lady Joo —dijo Jaejoong antes de que Heechul
pudiera seguir con su plan para librarse de su compañero de mesa.
Lady
Joo pareció aliviado.
—
¡Bien, es usted muy amable, querido, aunque tiene que estar muy consternado!
Haré que su hermano venga a acompañarlo en cuanto haya sentado a mi hija.
Jaejoong
iba a decirle a la mujer que aquello era perfecto cuando alguien se le
anticipó.
—
¿Podría tener el honor?
La
profunda voz de Yunho recorrió la piel de Jaejoong, poniéndole el vello de punta.
Estaba empezando a odiar aquella habilidad para aparecerse ante él como un
fantasma.
—
¡Príncipe Jung! —Lady Joo estaba radiante cuando se volvió hacia él.
—Ya
que he llegado inesperadamente, yo tampoco tengo compañía —explicó Yunho.
—Oh,
pero nos ha emocionado a todos con su llegada, príncipe Jung, se lo aseguro. Todos
mis amigos se mueren porque asista a sus fiestas y ninguno lo ha conseguido.
Les va a dar mucha envidia. Y el Jaejoong iba a quedarse sin compañía. Es
nuestro héroe, príncipe Jung, un auténtico caballero de brillante armadura.
Armadura negra, pensó
Jaejoong.
—
¿Princesa? —dijo Yunho, tendiéndole el brazo con un brillo burlón en los ojos. ¿Habría
oído sus pensamientos? No, imposible, tenía el bloqueo en su sitio.
Jaejoong
puso la mano sobre el brazo masculino tratando de no fijarse en el rígido
músculo que tocaba.
Se
dirigieron hacia el comedor en silencio, y él le retiró la silla para que se
sentara en el centro de la gran mesa.
—
¡Ya estamos todos! —exclamó Junsu cuando Yunho se sentó al lado de Jaejoong.
Junsu, sentado enfrente, lo señaló con el dedo—. ¡No me habías contado lo bien
que tocas el piano!
Yoochun,
sentado a la izquierda de su esposo, alargó la mano para indicar a un criado
que no quería más pan.
—La
música era de lo más gratificante. Tendremos que pedirle que toque más a menudo
a partir de ahora.
—Gracias
por vuestras amables palabras, me encantaría tocar para vosotros más a menudo —dijo
Jaejoong mientras le ponían un plato de sopa delante.
—Un
brindis —dijo Lord Joo, levantando su copa en la cabecera de la mesa—, por nuestro
pianista.
Los
invitados imitaron a su anfitrión y pronto todo el mundo estuvo bebiendo a la
salud de Jaejoong, mientras él se ponía colorado.
—
¿Lo has pasado bien?
Jaejoong
se sorprendió por la pregunta, formulada en voz baja.
—
¿Por qué no iba a hacerlo? —respondió, irritado porque él actuara de aquella
forma. ¿Dónde estaba el hombre frío al que se había acostumbrado?
—Quizá
has estado pensando en mí.
A
Jaejoong casi se le cayó la cuchara. Era imposible que supiera que pensaba en
él constantemente. Más aún, ¿cómo podía ser tan engreído para imaginar que lo
hacía? Estaba a punto de hacerle un desaire cuando él añadió:
—Yo
he estado pensando en ti.
Jaejoong
tosió cuando la cuchara se le cayó en el plato y salpicó algo de sopa. Temiendo
no ser capaz de controlar el volumen de sus palabras, recurrió a los
pensamientos. Yunho lo dejó entrar.
¿A qué te refieres?
Me refiero a que no puedo concentrarme en nada por
pensar en ti.
No
podía hablar en serio, era imposible. Lo había rechazado la madrugada anterior,
¿no? ¿Acaso estaba jugando?
Cerró
la mente y decidió entablar conversación con otras personas. El duque y su
esposo estaban hablando con Lady Joo y Heechul parecía empeñado en ningunear a
Lord Soon.
—Por
muy agradable a nuestros oídos que sea la música, sería de desear que las
mujeres y hombres de nuestro gran país
se animaran a ampliar sus conocimientos. El mundo es un lugar muy grande, ¿sabe?
Cuando estuve en la India…
Jaejoong
dejó de escuchar la historia de los viajes de Lord Soon hasta que oyó que Changmin
decía:
—Los
conocimientos de mi hermano no se limitan al piano.
Jaejoong
no quería que Changmin se pusiera a conversar con aquel hombre tan pomposo. Era
de los que sólo aprecian su propia opinión y no valía la pena gastar energía
con él.
A
pesar de todo, los invitados parecieron notar la tensión creciente y habían
quedado en silencio para poder oír lo que se estaba diciendo.
—Mi
querido príncipe Shim, no era mi intención ofender a vuestro hermano. Pero sería
demasiado esperar que su hermano supiera de cosas más prácticas. Por ejemplo,
que la capital del Imperio otomano es Constantinopla.
—Le
aseguro Lord Soon, que mi hermano…
—Por
favor, Changmin —dijo Jaejoong por fin. Su hermano estaba muy indignado y habría
podido decir algo que sin duda causaría problemas—, creo que esto es un simple
malentendido.
—
¿Y qué clase de malentendido sería, princesa Shim? —dijo Lord Soon, riéndose.
Todas
las miradas se dirigieron hacia Jaejoong mientras él intentaba controlar su temperamento.
Aquel individuo era el hombre más engreído de la creación.
—Creo,
Lord Soon, que está bajo la impresión equivocada de que la música es algo que carece
de trascendencia —respondió suavemente. No quería que la conversación entrara
en el terreno personal, pues si lo hacía terminaría deseando no haber abierto
la boca.
—Entonces,
explicadme, ¿por qué la música es tan trascendental?
La
expresión condescendiente de Lord Soon le resultaba tan irritante que Jaejoong deseó
borrar aquella sonrisita de su rostro.
—La
reina Isabel hizo construir un órgano a Thomas Dallam que luego envió al sultán Mehmed III, en 1599. Lo hizo como un gesto político, al saber por sus informadores
de Constantinopla, que por cierto en turco otomano oficial se dice Konstantinniye,
que al sultán le gustaba la música.
Lord
Soon resopló. Jaejoong vio que Heechul le sonreía.
—En
1828, Giuseppe Donizetti, el hermano del famoso compositor Gaetano Donizetti, fue
nombrado director de la Escuela Militar Imperial de Música a petición del
sultán Mahmud II. He ahí otro ejemplo en el que se trataba de política a través
de música intrascendente.
Esta
vez la risa de Lord Soon fue más breve.
—Finalmente
—continuó Jaejoong con un aire tan indiferente como hasta entonces—, debe
recordar el viaje del actual sultán a Europa, no hará ni cuatro años.
Abdulaziz, que he de añadir que donó fondos amablemente a Richard Wagner,
asistió a una representación del Masaniello de Auber aquí al
lado, en el Covent Garden. Una representación que dio pie a varias conversaciones
políticas informales sobre importación, como el Times publicó
al día siguiente.
Lord
Joo se echó a reír y levantó el vaso en dirección a Jaejoong por segunda vez aquella
noche.
—Vamos,
Lord Soon, creo que ya le ha demostrado que tenía razón, sin ningún género de
dudas. Su conocimiento de la música y de personajes políticos del Imperio
otomano es más que impresionante, querido.
—Gracias
—dijo Jaejoong. Si unas briznas de información habían conseguido poner a Lord Soon
en su sitio, estaba más que agradecido, aunque no le gustaba discutir con aquel
hombre.
Recogió
la cuchara para seguir tomando la sopa que sin duda se había enfriado y vio que
Yunho lo miraba con extrañeza.
—
¿Qué? —preguntó enojado. ¿Acaso no iba a tener ni un momento de tranquilidad
esa noche?
—Nada,
nada —respondió el hombre—. Pensaba que es una experiencia interesante verte sacar
las uñas.
Jaejoong
frunció el entrecejo.
—Yo
no he hecho nada parecido. Habrás visto que Changmin estaba a punto de discutir
con él, y yo quería evitar que eso pasara.
—
¿Así que discutiste tú con él? —preguntó Yunho
con tono divertido.
—
¡No ha sido una discusión! —insistió Jaejoong.
—Lo
que digáis —dijo Yunho.
Jaejoong
lo fulminó con la mirada.
—Tengo
curiosidad por saber si puede responderme a esto: ¿Quién gobernaba Francia en
1645? —dijo Lord Soon en voz alta, interrumpiendo todas las conversaciones otra
vez.
—Si
busca un certamen, Lord Soon, estoy dispuesto a concedérselo —contestó Yunho fríamente
y Jaejoong le miró sorprendido. Tenía el rostro impasible, como si el asunto no
le importara en absoluto, pero Jaejoong sabía que Yunho nunca hablaba sin
necesidad.
—Oh,
vamos ¿os vais a esconder tras el príncipe? —dijo Lord Soon riendo altivamente.
Jaejoong
captó la mirada de preocupación que Yoochun lanzó a Yunho. ¿Estaba perdiendo el
control? Era imposible decirlo por su aspecto.
Jaejoong
guardó silencio, puso la mano sobre la rodilla de Yunho y le envió un pensamiento.
—Aprecio el apoyo, pero, por favor, no te enredes
con este hombre. Es un imbécil.
—No permitiré que te moleste.
Jaejoong trató de no analizar a fondo aquella respuesta, pero no
pudo evitar que lo envolviera una oleada de calidez.
—No puede molestarme; no tiene tanta importancia
como para afectarme.
Yunho asintió con sequedad, aunque para Jaejoong era obvio que lo
había hecho sin ganas.
—«¡Ah,
flaquea, vacila; en una palabra, es una mujer!» —citó Lord Soon. Varios
invitados corearon su hilaridad, más porque se hubiera desvanecido la tensión
entre los dos hombres que por la gracia que les hiciera.
Por
el rabillo del ojo, Jaejoong vio que el duque ponía una mano en el brazo de Junsu.
¡Era lo que faltaba!
—Si
tanto le gusta Jean Racine, quizá aprecie esta cita —dijo Jaejoong suavemente—.
«La felicidad de los malvados corre como un torrente.»
—«Hay
método en la maldad de los hombres: crece gradualmente.» Francis Beaumont — replicó Lord Soon,
impasible.
—
¿No es preocupante que la maldad del hombre crezca? —dijo Jaejoong, sonriendo a
los que la rodeaban—. Cuando «los hombres no son sino niños altos». John
Dryden. —Varias mujeres rieron e incluso algunos hombres sonrieron.
—«El
hombre es un fragmento vivo del universo.» Ralph Waldo Emerson —exclamó Lord Soon
con fruición. Varios invitados rieron abiertamente esta vez, contentos por
haber encontrado aquel extraño entretenimiento.
—
¿Cree acertado poner a todos los hombres en el mismo molde, Lord Soon, cuando
hay Napoleones y reyes Arturos en el mundo? Yo diría que Horacio tenía razón al
escribir que cada hombre debe medirse por su comportamiento.
Al
oír aquello, varios hombres rieron por lo bajo mientras las mujeres se
desgañitaban. Lord Soon se ruborizó ligeramente ante lo que el comentario
implicaba.
—
¿Así que piensa? ¿Se ha convertido el pensamiento en su afición, después del
piano? —dijo maliciosamente, olvidando el sentido del humor. Los invitados
callaron al ver que el ambiente se cargaba.
Yunho
se puso rígido, pero Jaejoong continuó.
—Vamos,
vamos, Lord Soon. Creo que fue también Ralph Waldo Emerson quien escribió que
los hombres pierden el control al defender sus gustos. Es obvio que las mujeres
que le gustan no suelen pensar mucho, pero no hay necesidad de ponerse nervioso
porque yo no pertenezca a ese grupo.
Lord
Soon ya estaba de color rojo para entonces y lo miraba desde el otro lado de la
mesa como si quisiera perforarle los ojos.
—Los
dos grandes deberes de una mujer o un hombre virtuoso son ocuparse del hogar y
estar en silencio.
Tras
aquellas palabras, se hizo un silencio sepulcral en la habitación. Viendo que Yunho
estaba a punto de saltar, Jaejoong pensó rápidamente.
—Creía,
mi querido lord, que hace apenas unos minutos se burlaba de mí por guardar silencio
ante su desafío.
Jaejoong
recogió su servilleta, se secó los labios y bebió un sorbo de vino. La cólera
de Yunho era algo físico y Jaejoong dio gracias a Dios porque no hubiera
abierto la boca. La expresión de su mirada unos momentos antes sólo rivalizaba
con la de su hermano.
El
tenso silencio continuó a su alrededor, pero un diablillo lo empujó a no dejar
las cosas así.
—Su
debilidad se demuestra en su incapacidad de decisión —continuó Jaejoong —, y tendré
que admitir también mi debilidad. He leído a menudo las palabras de George
Herbert, pero hasta ahora no las había entendido: «¡Si un burro te rebuzna, no
le rebuznes tú a él!».
Lord
Soon se ruborizó hasta las orejas y se puso en pie, indignado.
—Esto
es…
—Si
supiera lo que le conviene, Lord Soon, se iría de inmediato. —La voz de Yunho era
tan fría como el hielo. Lord y Lady Joo parecían estar a punto de morirse allí
mismo. Changmin y el duque se habían levantado para suscribir la amenaza.
Lord
Soon miró a su alrededor con una mueca y al no ver ni una sola expresión de simpatía
entre los invitados, abandonó la mesa.
—Lo
siento muchísimo —se disculpó Lord Joo mientras Changmin y el duque se volvían a
sentar—, ha sido culpa nuestra por invitarlo. Deberíamos haber sabido que
causaría problemas, como parece ser que causa en todas las reuniones a las que
asiste. Pero como es pariente de mi esposa, nos sentíamos obligados, ya saben…
Estamos consternados, querido.
Jaejoong
ya no estaba enfadado, al contrario, se sentía culpable por haber causado aquel
contratiempo a sus anfitriones.
—Por
favor, no se disculpe. No debería haber desatado la lengua de esa manera, por muchas
ofensas que hubiera proferido.
—Oh,
no seas ridículo, niño —dijo Junsu —, sólo dijiste lo que a todos los
asistentes nos hubiera gustado decir, y he de añadir que lo hiciste con mucha
elocuencia.
Todos
se echaron a reír y dieron la razón a Junsu. Todos menos Yunho, observó Jaejoong.
El príncipe se había quedado callado tras la amenaza.
—Entonces,
¿estamos listos para el segundo plato? —dijo Lady Joo, sonriendo ahora que sus
invitados estaban conversando de nuevo. Aunque aquellos minutos de tensión no
habían sido agradables, sabía que su fiesta sería la comidilla de la ciudad
durante los próximos días y la gente haría cola para asistir a la siguiente.
Un
cosquilleo indicó a Jaejoong que Yunho quería hablar con él.
— ¿Sí?
—Dile a tu hermano que quieres irte a casa.
—
¿Qué? —susurró Jaejoong con vehemencia, mirando al hombre que estaba a su lado.
Yunho ni siquiera lo miraba. ¡Se limitaba a estar allí sentado, bebiendo vino!
—Díselo o yo mismo te sacaré de aquí a rastras.
—Pero ¿por qué…?
—Vamos, Jaejoong.
—Yo… ¡de acuerdo!
— ¿Jaejoong?
—Sí, ¿qué?
—Siwon está fuera y te seguirá. En cuanto tu
hermano crea que te has dormido, te llevará a tu casa.
—Querrás decir a la tuya.
—Vete.
No
tenía sentido discutir. ¡Aquel hombre maldito era capaz de sacarlo a rastras,
sabía que lo haría!
Jaejoong
llamó la atención de su hermano y trató de indicarle que quería irse, pero Changmin
se limitó a mirarlo inquisitivamente.
Jaejoong
desistió y se concentró para transmitirle la petición mentalmente.
— ¿Podemos irnos a casa, por favor?
Changmin le guiñó un ojo, sorprendido, luego asintió con la cabeza y
se volvió a su compañero de mesa. Al poco rato se levantó de su silla.
—Lady
Joo, Lord Joo, solicito vuestro permiso para retirarnos —dijo Changmin educadamente.
—
¿Se va príncipe Shim? —preguntó Lady Joo, decepcionada.
—Me
temo que sí.
—Está
bien, está bien. Nos alegramos de que haya asistido y, por si fuera poco, que
nos haya honrado con la presencia de su hermano —dijo Lord Joo.
Changmin recorrió el comedor con la mirada, se
despidió y tendió la mano a Jaejoong. A los pocos momentos estaban fuera de la
casa.
waaa maldito viejo q se cree e__e
ResponderEliminarq bueno q JJ lo puso en su lugar
awww yunho aunq no lo demuestre abiertamente es
capaz de arrancarle la cabeza a alguien q trate de herir a su Boo ♥
asdadas gracias x la actu !!
Me encanto, la verdad que Jae hizo muy bien en contestarle a ese hombre aunque lo hizo con tanta gracia, fue genial.
ResponderEliminarYo estaba esperando que Ynuho lo saque a patadas por insolente pero Jae lo hizo bien el solito jajajaj.
Bien Jae así se hace respetar ...
ResponderEliminarEse viejo pedante jum ...
Yunho no puedes pensar en Jae como tu amante, él vale más que eso
Jajajaja las pláticas/ discusiones del YooSu son divertidas xD
ResponderEliminarMendrugo YH, comprende que tu eres un vampiro experimentado y JJ no, es normal que este asustado >_> y bien que te quieres aprovechar xD
Apestosa viejo, como se atreve a tratar así a JJ o.ó? Lo bueno es que YH lo defendió y que JJ le dio varias cachetadas con guante blanco ^o^
Es lógico que Jae tenga miedo a sentir lo que siente por Yunho porque no tiene ninguna experiencia en el amor, pero ahora que lo siente Yunho lo excita, enoja, lo hace reír, etc., al menos Yunho le insinuara que quiere casarse con el, creo que Jae seria menos esquivo con el.
ResponderEliminarQue bueno que Jae puso en su lugar a ese hombre tan presuntuoso, no acepta que cualquier mujer es mas inteligente que el, y mas Jaejoong, que aunque es hombre, va vestido de mujer.
Yunho debería declararse a Jae, pues temo que KHJ lo haga antes, ademas de que creo que es el asesino que confabula con Seong Min, ademas de que creo que engaña a Heechul, pues le esta pasando información, creyendo que los esta ayudando.
Gracias!!!