Capítulo 12
—Bienvenido,
amor mío, te he echado de menos —dijo Seong Min entrando en el salón donde le
esperaba su invitado. Deshacerse de los tres cadáveres había sido tedioso, pero
por lo demás estaba de muy buen humor.
El
chico corrió a sus brazos abiertos y lo estrechó con fuerza.
—Tenías
razón.
—Ah,
¿sí? —La voz de Seong Min era un poco condescendiente, pero el hombre no
pareció darse cuenta. Estaba seguro de que lo amaba. Él se había encargado de
que lo creyera.
—Me
dijiste que habría asesinos y aunque al principio pensé que estabas equivocado,
he de admitir que tenías razón. No pueden volver a hacer esto nunca más. ¡Hay
que detenerlos!
Seong
Min sonrió para sí, aunque se aseguró de que él sólo viera preocupación en su
rostro. Fueran del género humano o del género vampiro, siempre era muy fácil
manipular a los amantes.
—No
te preocupes. Los detendremos. Cuando los clanes se den cuenta de que lo que sabemos
es cierto, dejarán de esconderse. Lucharán contra ellos en lugar de inclinarse
ante los humanos como esclavos.
El
chico retiró la mano que él sujetaba y echó a andar. Seong Min contó sus pasos
y, cuando llegó a treinta, supo que lo tenía en su poder. Ahora él le pertenecía.
—El
príncipe Jung está más que capacitado; ¿por qué no vamos a verlo, Seong Min?
Se
merecía una corona por esto, pensó Seong Min con placer. Todo se estaba
desarrollando según sus planes.
—No
podemos, amor mío. Si no puedo hacerles comprender la gravedad de la situación,
me juzgarían. Sólo necesito tiempo. Con un poco de tiempo puedo llevar al
asesino ante los jefes y entonces sí me escucharán.
Él
asintió con solemnidad.
—Tu
trabajo es fácil —prosiguió Seong Min —. Sólo tienes que asegurarte de que los jefes
no me encuentren hasta que me libre de los depredadores humanos.
—
¿Quieres decir que vas a perseguir al asesino tú mismo? —dijo el chico con algo
de duda en la voz. Aunque Seong Min no tenía la menor intención de hacerlo, le
fastidiaba que él no le creyera capaz de llevarlo a cabo.
—
¡Por supuesto! Ya he matado a muchos humanos que querían hacernos daño, ¿no? Protejo
este clan con mucha más efectividad que cualquiera de nuestros jefes, querido.
Ellos no pueden hacer lo que yo hago porque están atados por leyes ridículas.
El
chico tardó un momento, pero al final asintió con la cabeza.
—Tengo
que irme.
—Sí,
por supuesto. Ve a casa. Y acuérdate de engañarlos. Lo único que tienes que
hacer es darme tiempo y confiar en mí. Todo saldrá bien.
Seong
Min lo vio retirarse y oyó sus pasos mientras se alejaba. La risa rebotó en las
vigas del techo. Perfecto, todo iba a la perfección. Él se aseguraría de que no
lo encontraran y le daría tiempo para empezar la guerra más sangrienta que la
humanidad había conocido.
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Jaejoong se puso rápidamente un traje de montar color verde
esmeralda y salió de casa con un lacayo siguiéndolo a discreta distancia. El
caballo que montaba era un hermoso castrado de buen carácter, lo que hizo la
cabalgada mucho más agradable.
El
muchacho sonreía al sol y se encontraba al borde de la risa. Tres días seguidos
con sol… el mundo era un lugar amable.
Sí,
echaba de menos, desde luego, su casa y su caballo. Sí, tenía que encontrar un
marido y rápido. Y sí, había conocido a un hombre que lo atraía hasta decir
basta y ciertamente lo confundía… pero había decidido no pensar en nada de eso,
al menos durante unos minutos. De alguna manera, se sentía totalmente en calma
y la tarjeta lujosamente decorada que su doncella le había llevado a la
habitación tenía mucho que ver con ese estado.
Lord
Hyun Joong, un hombre al que sabía que le gustaba y que podía gustarle, le
había pedido que fueran a cabalgar juntos al parque.
Era
una buena señal. Por la información que poseía su tía, sabía que Hyun Joong era
rico. Era amable y lo hacía sentirse bien, al contrarío que muchos otros
hombres que conocía. También era de la clase de hombre que podía mantener a
cierta distancia, al igual que él también desearía disponer de cierto espacio
propio, y nunca averiguaría la verdad sobre él.
Si
todo iba bien y Hyun Joong se lo proponía, ya no tendría que preocuparse más
por las finanzas, ni suyas ni de su hermano. Y cuando estuvieran casados y
establecidos, podría seguir viviendo su vida con la paz y sosiego de siempre.
Leyendo, cabalgando y tocando el piano; cómo echaba de menos la calma de su
antigua vida.
Jaejoong
respiró hondo al verse rodeado por la vegetación. No tardaría mucho en reunirse
con Hyun Joong y pensaba esforzarse para adivinar cuáles eran sus auténticas intenciones.
—Sooo —dijo
una voz, sacando a Jaejoong de sus cavilaciones. Se volvió y miró hacia la
entrada más cercana del parque, donde una persona pelirroja intentaba recuperar
el control de su montura. Los rasgos de aquel eran realmente extraordinarios;
los ojos, eran los únicos rasgos dulces de aquel rostro angular, de pómulos
pronunciados y nariz afilada.
Estaba
haciendo lo que debía hacerse, pero el caballo no obedecía sus instrucciones.
Sin
hacer caso del lacayo que esperaba a un lado, Jaejoong dio media vuelta con su
montura y se acercó.
—
¿Necesita ayuda?
La
persona levantó los ojos y sonrió, aunque las comisuras de su boca revelaban el
esfuerzo que tenía que hacer para mantener controlado al caballo.
—La
verdad es que no se puede hacer nada. Le ha asustado un conejo y le ha dado un pequeño
ataque. Se calmará enseguida.
Como
si la hubiera oído, el caballo retrocedió otro par de pasos y se detuvo.
Jaejoong
estaba impresionado por los nervios de acero que presentaba. Aunque un caballo estuviera
bien domado, no dejaba de ser un animal y siempre podía asustarse por una cosa
o por otra. Recordó una ocasión en que una liebre se cruzó en el camino de Shura durante
uno de sus paseos y el animal casi lo tiró al suelo.
Tras
sacudirse unas motas invisibles del traje de montar, el chico de los nervios de
acero puso al caballo en movimiento y se acercó a Jaejoong.
—Gracias
por su oferta; me llamo Heechul.
A
Jaejoong le gustó la franca sonrisa de Heechul y respondió con otra.
—Soy
Jaejoong y no tiene que darme las gracias; es obvio que no necesitaba ninguna
ayuda.
—Podría
haberla necesitado —dijo Heechul con seriedad, recogiéndose tras la oreja
algunos mechones de pelo rojo—. Maldito pelo, siempre estorbando. A veces me
gustaría cortármelo al rape.
Jaejoong
rió al ver la irritación de su cara.
—Si
le sirve de consuelo, es un cabello maravilloso.
Heechul
enarcó las cejas.
—
¿Una persona que no se reconcome de envidia? Creo que acaba de convertirse en
mi mejor amigo.
Jaejoong
se echó a reír y señaló.
—
¿Le importaría dar un paseo conmigo, mejor amigo? Tengo un rato libre antes de reunirme
con un conocido.
Heechul
le hizo un saludo militar con la mano derecha y azuzó al caballo para que se
pusiera en movimiento.
—Será
mejor que cabalguemos. Si mi caballo sigue mirando la hierba durante más
tiempo, caerá en la tentación y se pondrá a comer, y entonces tendré un gran
problema entre manos.
Jaejoong
sonrió y empezaba a correr por la hierba cuando se dio cuenta de que sólo las seguía
un lacayo.
—
¿Vas sin compañía? —preguntó asombrado.
Heechul
se rió al ver la expresión de Jaejoong.
—No
tanto como quisiera. Mi lacayo, ha quedado algo rezagado, pero no tardará en
alcanzarnos.
Jaejoong
levantó una ceja al oír a su nueva amigo.
—
¿Rezagado? ¿Es una nueva forma de decir que le has dado esquinazo?
—Bueno,
si prefieres hablar con tecnicismos… —dijo, y cambió de tema—. Bueno, cuéntame
dónde has estado escondido. Estoy completamente seguro de no haberte visto
antes y últimamente he asistido a tantos bailes y funciones que apenas puedo
dejar de sonreír —dijo Heechul para entablar conversación.
Antes
de que a Jaejoong le diera tiempo a contestar, Heechul se volvió en la silla y
se señaló la mejilla.
—
¿Ves esto? —preguntó.
Jaejoong
trató de reprimir la risa al mirar algo que parecía un grano.
—
¿Sí?
—
¡Aja! ¡Lo que pensaba! — dijo Heechul, mirando fijamente la expresión confusa
de Jaejoong —. Es como un grano, ¿verdad?
Jaejoong
asintió.
—
¡Ahí lo tienes! —Añadió Heechul —. Yo no tenía un grano al principio de la
estación, créeme. ¡Seguro que es una señal de que hago demasiada vida social!
Jaejoong
no pudo menos de echarse a reír. Heechul tenía una maravillosa propensión a coquetear
con el ridículo.
—Si
tanto las desprecias, ¿por qué asistes a tantas reuniones?
—Una
persona que no sabe vivir en sociedad, o no lo necesita porque es
autosuficiente, o es un animal, o es un dios —dijo Heechul con convencimiento.
—Aristóteles
—dijo Jaejoong complacido. Haber conocido a alguien al que le gustaba citar a
«personas muertas», como decían muchas conocidas suyas, era un placer, desde
luego.
—Exacto
—dijo Heechul, mirándolo con renovado respeto—. Bueno, sé que no soy un dios y
la alternativa me resulta totalmente inaceptable. Y tampoco soy un animal, así
que hago vida social.
Jaejoong
reflexionaba mientras cabalgaban entre los árboles. Él detestaba la vida
social. ¿Eso la convertía en un animal?
—Trato
de creer que eso tiene sentido, Heechul, pero me resulta muy difícil.
Heechul
se echó a reír y detuvo el caballo.
—Tú
y yo, querido, tenemos que vernos más a menudo, mucho más a menudo.
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—Es
graciosísimo, Changmin, y he pasado un rato MUY divertido… — Jaejoong alargó el
brazo por encima de la mesa y cogió el salero de plata antes de que su hermano
se echara más sal en los huevos—. ¡Sabes que no es buena para ti!
Changmin
elevó los ojos al techo y se resignó a una vida insípida.
—Con
lo pequeño que eres, puedes ser un auténtico tirano, Jaejoong.
—Entre
reyes y tiranos hay una única diferencia; los reyes buscan el bien de sus
súbditos, los tiranos únicamente el suyo propio.
Changmin
dejó de echar sal a los huevos y sacudió la cabeza.
—No
entiendo cómo puedes ser capaz de memorizar todas esas ridículas citas y
soltarlas después. ¿De dónde proceden?
Jaejoong
tomó un sorbo de café de la delicada taza de porcelana decorada con flores.
—Esa
en concreto es de Hespérides, una obra de Robert Herrick.
Changmin
masticó vigorosamente y lo señaló con el tenedor.
—Voy
a cerrar con llave la puerta de la biblioteca. Ningún hombre o mujer debería
leer tanto como lees tú.
—Estás
en un error, mi querido hermano. — Jaejoong sonrió y cogió el periódico, que
estaba junto a la bandeja de Changmin —. En mi opinión, leer es la clave del
conocimiento. El conocimiento es la clave de la sabiduría. Y como nuestro buen
amigo Horacio escribió entre el año 68 y el 65 a.C: «¡Atrévete a ser sabio!»
—
¡Jaejoong! —dijo su tía con un tono de reproche que le borró la sonrisa del rostro.
Al darse cuenta de que tenía el periódico en la mano, pensó aprisa antes de
responder en son de queja—: Changmin, me has engañado. No hay ninguna foto en
esta página.
Changmin
se echó a reír mientras Jaejoong pensaba si tirarle el periódico a la cara.
—Lo
siento, querido hermano —dijo, recogiendo el periódico y rodeando la mesa—. Me tengo
que ir. Os veré a los dos más tarde, estoy seguro. — Changmin se inclinó para
besar a su hermano en la mejilla y le susurró—: Guardad las apariencias; ahí
radica la prueba; el mundo os dará crédito para lo demás.
Jaejoong
se volvió cuando Changmin se alejaba ya.
—
¿Quién dijo eso?
Changmin
no se detuvo y fue ampliando su sonrisa conforme oía los refunfuños de su
hermano. Era un muchacho muy inteligente y a Changmin le gustaba dejarlo intrigado.
Rió
al imaginar lo que Jaejoong iba a hacer aquel día: seguro que lo pasaba
hojeando todos los libros de la biblioteca para encontrar la cita.
Jaejoong
vio salir a su hermano y se volvió con cautela hacia su carabina. Lady Yoon
Joon hacía días que se moría por tener con él una «charla sobre matrimonios» y Jaejoong
temía que la mujer se hubiera decidido finalmente a soltarle el discurso que
hubiera ensayado.
—Jaejoong.
—La informalidad del comienzo seguramente caracterizaría el discurso. Jaejoong
se puso cómodo cuando su tía ocupó el asiento que su hermano había dejado
libre—. Durante estas últimas semanas he estado muy preocupada por ti, Jaejoong.
Por eso mismo quiero hablarte con franqueza. —Lady Yoon Joon respiró hondo y se
arrellanó en la silla. Jaejoong lo miró con cariño, y se fijó en que todos los
mechones estaban exactamente en su sitio.
¿Cómo
habría sido la vida si no hubiera tenido aquel don? ¿Habría sido una persona
menos obstinada? ¿Habría leído menos y seguido más las creencias populares? ¿Se
habría casado antes… habría sido como Lady Yoon Joon, siempre tranquila y a
prueba de todo?
—Hace
mucho tiempo que tus padres fallecieron y sé que fue muy duro para Changmin y
para ti. He intentado participar en vuestra educación lo mejor que he sabido,
pero tú me preocupas, Jaejoong, porque no muestras ningún interés por el
matrimonio. Y es lo más importante en la vida de una mujer u hombre.
»He
ido a fiestas contigo para poder orientarte hacia los solteros más apropiados y
con mejor reputación. Pero, querido, no muestras…, cómo diría…, ninguna emoción
ante la perspectiva de encontrar al hombre indicado, y eso hace mi trabajo
mucho más difícil.
Jaejoong
veía que su tía estaba realmente preocupada por su futuro, y sintió una punzada
de remordimiento por contribuir a su desgracia. Claro que su tía no iba a ser
desgraciada durante mucho más tiempo, ya que pensaba casarse enseguida de una
manera u otra.
—Tu
madre también tardó en casarse…
—
¿De veras? —dijo Jaejoong, enderezándose en la silla. En el pasado había hecho
muchas preguntas sobre su madre, pero su tía nunca había estado muy dispuesta a
hablar de su difunta hermana. Que lo hiciera en aquel momento y que le revelara
aquel hecho en particular hizo que se estremeciera.
—Sí
—reconoció Lady Yoon Joon —, pero tuvo muy buenas razones, te lo aseguro. En realidad
se trató de un malentendido. Nuestro padre, es decir, tu abuelo, riñó con su
hermano, tu tío abuelo. Tu abuelo dejó de hablarle y, en un momento de locura, tu
tío abuelo secuestró a tu madre y se la llevó a la fuerza a su casa de las
tierras altas.
Jaejoong
trató de imaginar a su madre, arrastrada a las tierras altas en algún coche
oscuro, pero no pudo. ¿Cómo es que no había sabido nada hasta aquel preciso
momento?
Perdida
en sus recuerdos, Lady Yoon Joon adoptó una expresión distante.
—Y
por si eso no hubiera sido suficiente, el mensajero que tenía que llevar el
aviso que hubiera llevado a tu abuelo a las tierras altas de inmediato, se
perdió y nunca más volvió a saberse de él. Como tu abuelo no se presentó, tu
tío envió otros mensajes, sin saber que su hermano había embarcado hacia las
Américas debido a que un investigador daltónico le había jurado que vio a tu
madre en la cubierta del un barco, rumbo a Boston.
—
¡Dios mío! ¿Cuánto tardó mi abuelo en encontrar a mi madre?
—Casi
dos años.
—
¡Dos años! — Jaejoong no podía creerlo. ¿Su madre había pasado dos años con su
tío esperando a que la rescatara su padre? ¿Cómo se habría sentido? ¿Qué habría
hecho durante todo ese tiempo?
—Sí,
dos largos años. Así que ya ves, no se le puede echar la culpa a tu madre por
tardar en casarse. En realidad, nada más regresar conoció a tu padre y al cabo
de un mes se casaron.
En
opinión de Jaejoong, fue un noviazgo muy corto, aunque su madre, sin duda,
tendría sus razones. Y recordó que su padre había sido el hombre más encantador
que había conocido. Guapo, valiente, fuerte e inteligente, su padre era un
diplomático nato y su madre debió de enamorarse perdidamente de él. ¿Qué mujer
no se habría casado con él al momento?
—Necesitas
un marido, querido, alguien que te cuide y te dé hijos —dijo Lady Yoon Joon frunciendo
el entrecejo para seguir el hilo de su discurso—. Quieres tener hijos, ¿verdad?
—Por
supuesto —respondió Jaejoong sin vacilar. En realidad, tener un hijo era lo que
más deseaba en el mundo, aunque nunca se lo había dicho a nadie.
—Muy
bien —dijo Lady Yoon Joon, asintiendo con aprobación—. Ahora que sé que te gustan
las citas, permíteme que te diga una, querido. «Tu esposo es tu señor, tu vida,
tu guardián…» —vaciló, tratando de recordar el resto del famoso pasaje de La fierecilla domada de Shakespeare.
Jaejoong
esperó unos momentos y continuó en voz baja:
—«Tu
cabeza, tu soberano; el que cuida de ti y por mantenerte se somete a las más
arduas labores en mar y tierra.»
—Sí,
muy bien —dijo Lady Yoon Joon sonriendo—. Son las palabras exactas. Ahora
espero que prestes más atención a mis consejos sobre ciertos caballeros.
No
era una pregunta, así que Jaejoong no respondió, sino que se limitó a asentir
con la cabeza.
—Bien.
Y ahora pasemos al tema de cómo ha de comportarse…
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Media
hora después, Jaejoong se dirigía a la biblioteca respirando a pleno pulmón. El
discurso había durado tanto que no le habría extrañado que las palabras
«matrimonio», «marido» e «hijos» le salieran espontáneamente de la boca.
Poco
sabía su tía que se estaba abriendo camino precisamente en esa dirección;
incluso creía haber hecho cierto progreso aquella misma mañana.
Hyun
Joong lo estaba esperando donde le había dicho, pero se había comportado de
manera extraña. Apenas unos momentos después de que Heechul y él llegaran a su
altura, le había dicho que tenía que asistir a una reunión muy importante y se
había ido.
Al
menos le había prometido que lo compensaría llevándolo a dar un paseo en coche
por la tarde.
Jaejoong
cerró la puerta de la biblioteca y miró el reloj de pared para asegurarse de
que no iba a llegar con retraso a la cita con Hyun Joong.
—Cuarenta
minutos más —dijo, sonriendo mientras miraba las estanterías llenas de libros. Tenía
que encontrar quién había escrito la cita que Changmin le había espetado por la
mañana.
—
¿Princesa Shim? —El débil golpe en la puerta le hizo levantar la vista del
libro que acababa de sacar de una estantería cercana.
—
¿Sí?
Una
doncella asomó la cabeza e hizo una reverencia.
—Ruego
me disculpéis, pero Lady Yoon Joon os espera en el salón. Un hombre ha venido a
visitaros.
—Gracias
—dijo Jaejoong mientras la doncella hacía otra inclinación de cabeza y desaparecía.
¿Un caballero de visita? Esperaba que no fuera aquel horrible Lord. Le habían
dicho que iba por allí casi todos los días. Menos mal que estaba el mayordomo.
El inquebrantable mayordomo no cedía ni un milímetro desde que Jaejoong le
había dicho que no quería recibirle.
Mientras
se acercaba al salón, recordó que tenía que ser amable con aquel caballero, quienquiera
que fuese, sobre todo después de la conversación con su tía.
¿Sería
Hyun Joong? Puede que hubiera llegado pronto…
—
¡Ya estás aquí, querido! —Exclamó Lady Yoon Joon cuando Jaejoong entró en el
salón—. Mira quién ha venido a visitarte.
Jaejoong
estuvo a punto de abrir la boca al verlo. Intentó sonreír, pero recordó su beso
y se ruborizó. ¿Por qué aquel hombre causaba aquel efecto sobre su persona?
Durante
una décima de segundo, Jaejoong deseó que Jung Yunho aprobara el examen de Lady
Yoon Joon. Sabía instintivamente que con él nunca se aburriría. Era
inteligente, había viajado mucho y, si lo ocurrido dos días antes era una
prueba de algo, también era generoso y comprensivo.
Y
lo más importante, sabía cómo era él y no había echado a correr en la dirección
opuesta. Yunho era como él.
El
pensamiento desapareció de su cabeza en el momento en que él se acercó. Aquel hombre
era demasiado enérgico, demasiado poderoso. Nunca le daría libertad y esperaría
obediencia completa. Jaejoong dudaba que la obediencia ciega formara parte de
su carácter.
No,
no. Hyun Joong era una pareja mucho mejor. Además, Jaejoong dudaba que Yunho tuviera
la menor intención de casarse y él tenía que casarse, y pronto. No, él no
entraba en la lista de maridos posibles, aunque le había dado un regalo de
valor incalculable: paz.
—Príncipe
Jung —dijo, haciendo una reverencia casi imperceptible y sonriendo al hombre
que a sus ojos era casi un héroe… un héroe potencialmente peligroso—. Confío en
que esté pasando una buena mañana.
Él
no sonrió, ni le dirigió la ardiente mirada que ya empezaba a resultarle
familiar, sino que se volvió hacia Lady Yoon Joon.
—
¿Puedo ofrecerle un té? —preguntó su tía.
—Me
encantaría —respondió Yunho.
Para
gran sorpresa de Jaejoong, Lady Yoon Joon asintió y sonrió.
—Me
ocuparé al momento. Normalmente no dejaría sin compañía a mi sobrino, pero sois
amigo del príncipe Changmin, así que confío en vuestro buen juicio —dijo y,
dirigiendo una mirada a Jaejoong que significaba «sé educado», salió del salón.
—
¿Vuestro buen juicio? — Jaejoong vio salir a su tía con mucha confusión en la
cabeza. ¿Cómo había accedido a dejarlo solo con Yunho?
Yunho
no dio señales de oírlo ni de notar su confusión.
—Tienes
que dejar de hacer lo que haces.
Jaejoong
entornó los ojos al oír aquella orden.
—
¿Qué quieres decir?
Yunho
fue más allá con su sinceridad.
—Me
refiero a que debes dejar de ver a Hyun Joong.
La
confusión desapareció del rostro de Jaejoong mientras la sangre empezaba a
hervirle. ¿Quién se creía que era para decirle lo que tenía que hacer?
—No
sé en qué momento has llegado a la conclusión de que puedes decirme lo que
tengo que hacer. Pienso ver a quién me plazca.
Cuando
Yunho se recuperó del cortante comentario, su respuesta brotó en forma de gruñido.
—No
sabes dónde te estás metiendo. Es un asunto peligroso, y no permitiré que vayas
de aquí para allá como una diana que espera el disparo.
Jaejoong
no pudo menos de tartamudear.
—
¿Te has vuelto loco? ¿Cómo es posible que creas que puede ser peligroso para mí
que vea a Hyun Joong?
Jaejoong
se dio cuenta en aquel preciso momento de que él conocía sus movimientos. ¿Cómo
se había enterado de que Hyun Joong y él eran algo más que simples conocidos?
Le invadieron las sospechas y entornó los ojos.
—
¿Me estás siguiendo?
La
risa de Yunho fue breve y desdeñosa.
—Tengo
cosas más importantes que hacer. Y esta es mi última palabra sobre el tema. Te deseo
buenos días.
Haciendo
una ligera reverencia, se volvió para salir del salón y dirigirse hacia el
carruaje que le esperaba. Cuando llegó a la puerta, un conocido hormigueo en la
mente le hizo volver los ojos hacia Jaejoong. El joven estaba ante el sofá, con
unos mechones de cabello negro enmarcando su rostro y un aspecto de lo más
inocente.
Yunho
se acercó a él en silencio. Jaejoong no se movió, impasible ante la furia silenciosa
del hombre. No dejaba de pensar en que él no tenía derecho a entrar en su casa
y darle órdenes. Aquel hombre era insufrible y no iba a dejar que lo
intimidara.
Pero
era difícil no sentir miedo al ver la ira que bullía en sus ojos.
Cuando
las manos de Yunho lo asieron por los brazos y lo izaron del suelo, Jaejoong sólo
pudo lanzar un ligero chillido.
Yunho
habló con voz sosegada y mucho más peligrosa por ello mismo.
—No
te atrevas a intentar eso de nuevo, ¿me oyes? La última persona que intentó
leer mi mente terminó retorciéndose de dolor.
Jaejoong
sintió la fuerza de aquellos brazos que lo elevaban del suelo como si fuera un muñeco.
Vio la cólera reflejada en la mirada de acero del hombre. Oyó un rugido que
sonó como el de un león. No le cupo la menor duda de que quien hubiera osado
irrumpir en la intimidad de Yunho habría sufrido terribles dolores…
Y
aun así su temor desapareció. No tenía miedo. Sabía con una certeza que no
podía explicar que aquel hombre no iba a hacerle daño.
—
¿Se da cuenta mi hermano de que le lees la mente?
Jaejoong
no sabía de dónde había sacado esta idea, pero pareció calmar la ira de Yunho, que
lo depositó lentamente en el suelo, entornando los ojos hasta que sólo fueron
unas estrechas ranuras.
—Voy
a seguir viendo a Hyun Joong con o sin tu bendición. Y si continúas
amenazándome y levantándome a pulso, tendrás que romper tu amistad con Changmin,
porque pienso hablarle de tu don.
—Haced
lo que os plazca —dijo Yunho con una ligera inclinación, esta vez acercándose a
él.
Jaejoong
se dio cuenta de que por primera vez estaba realmente asustado. Con los labios
a unos centímetros de los suyos, Yunho era más temible que nunca.
Y
entonces lo besó, y Jaejoong se rindió a la pasión. Esta vez no fue una lenta
exploración, como el otro beso, sino un ataque ardiente a sus sentidos.
Dando
dos pasos, lo puso contra la pared. De no ser porque estaban unidas al tronco
para sostenerlo, a Jaejoong se le habrían doblado las piernas.
—Yunho.
—Fue una petición, un ruego, un deseo. Le acarició el pelo con los dedos mientras
Yunho inclinaba la cabeza y le besaba toda la barbilla y luego en el cuello.
—Prométemelo
—susurró Yunho.
Le
acarició la sensible piel de la oreja con la lengua y Jaejoong tembló.
—
¿Qu… qué?
—Prométeme
que no lo verás.
El
mundo de Jaejoong empezó a dar vueltas cuando le recorrió la columna con los
dedos. ¿Qué le estaba haciendo? Él quería que le prometiera…
—No
—dijo empujándole los hombros con desgana. No quería que desapareciera la
pasión del hombre.
—Estás
jugando con fuego, Jae. —Sus palabras eran suaves, casi una caricia, y su claridad
fue lo que hizo que Jaejoong se pusiera rígido. Jaejoong apenas era capaz de
pensar con claridad, sin embargo Yunho no estaba en absoluto afectado.
Estaba
observándolo y su aliento acariciaba la punta de su nariz y sus mejillas. Tenía
que demostrarle que no lo iba a intimidar. Pero estaba intimidado, maldito
fuera aquel hombre.
—Cuando
conquistamos sin peligro, el triunfo no conlleva gloria. Pierre Corneille.
Jaejoong no sabía cómo se le había ocurrido aquella cita. No tenía
ni idea, aunque estaba descubriendo que bajo coacción surgían toda clase de
tonterías de su boca.
Yunho
lo miró con una expresión que habría podido ser cómica y dio un paso atrás. Pareció
que iba a decir algo, pero entonces, sin pronunciar palabra, se fue.
La
confusión y la vergüenza se cebaron en el alma de Jaejoong al mismo tiempo.
Debería sentirse victorioso, pero, lejos de ello, se dio cuenta de que deseaba
que volviera la pasión del hombre.
Había
deseado que Yunho lo besase, ahora se daba cuenta y en cierto modo se
escandalizaba. ¿Qué había pasado finalmente con su razonamiento? ¿Acaso el
discurso de Lady Yoon Joon no había hecho mella en él? Estaba buscando un
marido, lo que significaba que debía alejarse al máximo de los hombres con los
que no tuviera ningún futuro. Hombres como Yunho.
Cuando
se volvió para salir del salón, se le ocurrió una idea repentina.
Yunho
había dicho que había causado mucho dolor a la última persona que había intentado
leer su mente. ¿La última persona que había
intentado leer su mente?
Jaejoong se quedó paralizado al darse cuenta de lo que implicaba la
frase. Había otros seres capaces de leer la mente. No sólo Yunho… ¡había más!
Y
si Yunho conocía a otros como él, ¿por qué no se lo había dicho? ¿Había
supuesto que lo sabía?
Se
recogió la falda y salió corriendo del salón en dirección a la puerta
principal. Tenía que saberlo. ¿Había otros seres como él? ¿Y si no era una
persona anormal? ¿Y si procedía de un lugar que generaba seres como él? ¿Y si
él tenía que ver con aquellos seres?
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Yunho avanzaba por la oscura calle pensando a toda velocidad.
Había que hacer los preparativos para la ceremonia que iba a celebrarse,
revisar las últimas informaciones de los joyeros, preguntar a los
investigadores, pero en lo único que podía pensar era en él.
Se
pasó la mano por el pelo suspirando y trinando de contrariedad. Se había dicho
en incontables ocasiones que tenía que esperar a que todo hubiera acabado para
explorar lo que había entre Shim Jaejoong y él, pero sin saber cómo complicaba
su relación con él una y otra vez.
Aquel
muchacho representaba una interrupción. Un problema. Y encima se dedicaba a perder
el tiempo con posibles asesinos de vampiros.
Cuando
Heechul le contó que Hyun Joong, un hombre que aparecía en la lista de Yoochun porque encajaba en el perfil del
asesino de vampiros, era un posible pretendiente de Jaejoong, lo había dejado
todo para ir a su casa. Ahora se daba cuenta de que no lo había pensado, pero
toda su atención se había centrado en un único objetivo: evitar que Jaejoong siguiera
viendo a aquel hombre.
¿Y
qué había hecho él? Había mirado a Yunho con los brazos en jarras y había dicho
que no. ¡A él nadie le negaba nada!
Shim
Jaejoong le hacía desear romper cosas y besarlo al mismo tiempo. ¿Cómo podía distraerlo
de esa manera? Apenas podía creer que hubiera estado echando chispas en un
salón de mala muerte, mientras Jaejoong esperaba que él le diera explicaciones.
No
lo había hecho, por supuesto. No sólo porque no podía, sino porque se negaba a
dar explicaciones a un mocoso, por muy loco de deseo que éste lo volviera.
Maldita
sea, tenía que dejar de pensar en él. En realidad no era tan importante, ya que
de los sesenta hombres de su lista, Hyun Joong era uno de los menos probables.
A pesar de todo, se ocuparía de que Jaejoong dejara de verlo. Utilizaría la
influencia que Changmin tenía sobre Jaejoong, y si eso no resultaba, haría que
aquel hombre se fuera a otro país. Mejor aún, haría que Jaejoong saliera del
país. Eso le aseguraría la paz de espíritu.
El
aroma a sangre le hizo doblar a la izquierda. Dio cuatro pasos y llamó a una
puerta pintada de oscuro.
Nombre.
Yunho torció la boca para esbozar una sonrisa sarcástica al
pensar en lo que estaba a punto de suceder. No era conocido por visitar lugares
como aquel, así que no era probable que lo estuvieran esperando.
Jung Yunho.
La
puerta se abrió rápidamente y apareció un portero con la boca abierta.
—Bienvenido,
jefe.
Yunho
agachó la cabeza y pasó junto al hombre para entrar en un vestíbulo pobremente iluminado
al que llegaba un rumor de voces que se superponían a un violín que tocaba una
triste melodía. El vestíbulo daba a una gran sala de alto techo. Repartidos por
toda la estancia había sofás y unas pocas mesas con sillas. Un mostrador de
caoba recorría la pared del fondo y una ancha escalera llevaba a la segunda
planta.
Había
vampiros por toda la sala, unos sentados y otros en el mostrador. Yunho vio a Siwon
sentado en un sofá con un moreno que, al igual que la mayoría de los hombres y
mujeres que allí había, iba con un vestido negro muy ceñido.
—Jefe
—dijo una voz a su lado. Yunho se volvió hacia el hombre, abarcando con la mirada
su pecho casi descubierto y sus sensuales labios—. ¿Quiere que le sirva un vaso
de sangre? —Sonrió, abanicando las pálidas mejillas con las pestañas. Un
vistazo a la sala puso de manifiesto que había varios hombres mirándolos con
interés. Todos lo deseaban y aquel hombre lo sabía.
Yunho
asintió y se volvió hacia donde estaba Siwon. Cuando decidió acercarse por allí
no estaba muy seguro de lo que esperaba ver, pero ahora sí lo sabía. Los hombres
que le rodeaban no despertaban su deseo. Sólo Jaejoong le producía ese efecto.
Siwon.
Siwon se apartó del hombre que estaba besando y recorrió la
habitación con la vista. Su cara reflejó su sorpresa.
¿Mi príncipe?
Tenemos que hablar.
Yunho señaló una mesa vacía que había en el rincón derecho y Siwon
asintió con la cabeza.
—Aquí
tiene —dijo el hombre, que había vuelto con un vaso de cristal lleno de líquido
rojo.
—Gracias
— Yunho recogió la bebida y se dirigió hacia la mesa en la que le esperaba Siwon.
Se puso a mirar mientras el hombre recorría la habitación lentamente. Varios
vampiros le miraban a él, pero él sabía que no le molestarían. Esperarían a ser
invitados.
Siwon
se inclinó.
—
¿Príncipe?
—Necesito
que me hagas algo —dijo Yunho y le explicó lo que necesitaba, consciente todo
el tiempo de las voces que solicitaban que les dejara entrar en su mente. Las
tuvo a raya, pero aun así notaba que se hacían más y más insistentes conforme
avanzaba la noche.
Una
hora más tarde, la temperatura del salón había subido hasta un grado casi
insoportable. El suelo estaba manchado de una sustancia negra y surgían gemidos
de los cuerpos desnudos que se movían al son de un ritmo tan antiguo como la
vida.
Yunho
observó a un hombre que babeaba sangre sobre la espalda de una mujer desnuda y
luego la recogía con la lengua; sus ojos eran del color del líquido que lamía.
Apuró
la bebida y la conversación con Siwon llegó a su fin.
—
¿Quiere que regrese con usted a casa? —preguntó Siwon.
Yunho
miró a su alrededor.
—Ya
no hay nada más que hacer esta noche. Puedes quedarte.
Siwon
inclinó la cabeza y miró detrás de Yunho.
—Jefe,
le estamos esperando —dijo el hombre. Yunho sabía que se aproximaría. Detrás de
él había varios hombres con los ojos enrojecidos por la excitación. Vio que el
hombre se desnudaba.
Siwon
tragó saliva, incapaz de apartar la mirada del cuerpo perfecto frente a ellos.
Éste esperó la reacción del príncipe, al igual que los demás hombres. Cierto
que un hombre o mujer vampiro tiene el derecho de elegir a su compañero en
reuniones como aquella, pero un jefe era una excepción. Un jefe siempre elegía.
Yunho
permaneció impasible durante un largo rato, mirando el cuerpo desnudo que tenía
delante. Le ponía furioso que aquel
cuerpo no le excitara. Le encolerizaba no desearlo, ni a él ni a ninguno
de los otros hombres que había en la sala.
No
lo quería.
Al
ver el leve movimiento de cabeza, Siwon se levantó de la mesa y se reunió con
su moreno.
Yunho
no dijo nada cuando el hombre se sentó en sus rodillas y lo besó, acariciándole
primero por encima de la camisa y luego el pecho desnudo.
Los
labios que le recorrían la piel le parecieron secos, inútiles. Las manos que le
acariciaban el estómago estaban frías. Una imagen de Jaejoong irrumpió sin
avisar en su mente. Lo miraba con rostro desafiante y deseo en la mirada. Había
querido besarlo en su casa, besarlo hasta que no pudiera hablar. Luego lo
habría desnudado…
Se
excitó. Deseaba a Jaejoong, pero sólo podía tenerlos a ellos. Yunho sujetó al
hombre por las caderas y se puso en pie, levantando al hombre al mismo tiempo.
Un pelirrojo despejó la mesa y Yunho depositó al hombre sobre su superficie.
Tres
pares de manos que ahora recorrían todo su cuerpo le habían quitado la camisa.
Le besaban con boca sedienta de besos. Imaginó que eran las manos de Jaejoong,
su boca.
El
cabello que rozaba sus hombros era el cabello moreno de Jaejoong. El pecho que
se apretaba contra su espalda, su pecho.
Se
desabrochó los pantalones y acercó al hombre de la mesa hacia el borde. Tenía
los ojos cerrados cuando le abrió las piernas y se introdujo en él.
Jaejoong.
Su nombre resonaba en su mente mientras lo penetraba hasta el fondo. Jaejoong.
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—Estupendo,
sencillamente estupendo —murmuró Jaejoong con mal humor al abrir los ojos y ver
que tenía la cabeza tapada por la ropa de cama. Había planeado buscar a Yunho y
acosarlo a preguntas hasta rendirlo y que le contara todo lo que quería saber,
pero le había empezado a doler el estómago y se había quedado dormido.
¡Qué
mala suerte tener un estómago tan sensible en semejante momento! ¡Y ahora se
estaba ahogando con sus propias frazadas!
—Muy
buenas noches, bello durmiente.
La
radiante sonrisa de Changmin entró en su campo visual cuando éste apartó las
mantas de su cara y le retiró varios mechones de cabello de la frente.
—No
estarás enfermo, ¿verdad?
Jaejoong
se negó a devolverle la alegre sonrisa y acarició la incipiente barba de su
hermano.
—No
andarás por ahí con este aspecto, ¿verdad Changmin? ¿Cómo piensas impresionar a
las damas así?
Changmin
se pasó la mano por la barbilla y sonrió.
—No
creo que esto las disuada. Resulta que las mujeres opinan que me da un aire más
peligroso.
—
¿En serio? ¿Eso dicen? —dijo Jaejoong, incorporándose en la cama. Se le acababa
de ocurrir que quizá Changmin supiera dónde estaría Yunho aquella noche. Si al
menos pudiera encontrar la manera de preguntar sin delatarse…
Changmin
seguía sonriendo y Jaejoong miró hacia la ventana.
—
¿Qué hora es? —preguntó, aparentando toda la indiferencia que pudo.
—Casi
ha pasado la hora de cenar, perezoso. Más te valdría levantarte y ordenar que
te preparen un baño, si no quieres llegar tarde al baile de disfraces.
¡Vaya!
Se había olvidado por completo del baile. La necesidad de saber algo más sobre otros
posibles lectores de mentes había neutralizado la necesidad de ir al baile a
buscar un marido rico.
Podía
decirle a Changmin que no se encontraba bien y librarse de aquel baile, que probablemente
sería tan aburrido como todos los demás, pero… la cálida sonrisa de su hermano le
hizo tragarse sus excusas. Mantener a Changmin sano y sonriendo de aquella
manera era lo más importante del mundo. Ahora tenía que asistir a aquel baile y
fomentar su amistad con Lord Hyun Joong, así como con otros buenos partidos.
—
¿De qué te vas a disfrazar?
—Estaba
pensando en un aristócrata. ¿Y tú?
—Changmin,
me haces una gracia indescriptible —dijo Jaejoong con sarcasmo—. Ustedes lo
tenéis más fácil. Os ponéis unos pantalones oscuros y una chaqueta y ya estáis
presentables para todas las ocasiones. Y yo he de ponerme un disfraz porque, de
lo contrario, las mujeres que asistan al baile no dejarán de criticarme hasta
que sienta la necesidad de dejarlas plantadas.
—«No
niego que las mujeres sean idiotas» —dijo Changmin con regocijo.
Jaejoong
no hizo caso de la sonrisa de su hermano y agitó la mano para que se levantara
de la cama. Apartó las mantas y, dirigiéndose al armario, comentó:
—Parece
que se te olvidó el resto de la cita de George Eliot.
—Ah,
¿sí? —dijo Changmin con aire inocente, viendo que su hermano abría el armario y
descartaba un vestido tras otro.
—La
frase entera es: «No niego que las mujeres sean idiotas: Dios Todopoderoso las
creó para que hicieran juego con los hombres».
—Oh,
vaya, sí, parece que esa parte se me olvidó. En fin, me voy; Jaejoong, te veré
dentro de un rato.
Jaejoong
eligió una túnica griega de seda blanca y dorada y se volvió hacia su hermano.
—Pues
vete ya, cobarde.
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—
¡Ese hombre es increíble! —dijo Jaejoong mirando con una mueca al barón, que en
aquel momento bailaba con una rubia disfrazada de María Antonieta.
—Los
hombres son unos cerdos. Es un hecho, no una pregunta —dijo Heechul, encogiéndose
de hombros mientras daba un golpecito en el hombro desnudo de Jaejoong —. Aunque
he de dar cierto crédito a ese hombre, pues, por el aspecto que tienes esta
noche, es increíble que no intentara nada más que darte un pellizco en el
trasero.
Jaejoong
dirigió una mirada irritada a su amigo, pero no hizo comentario alguno. Estaba más
enfadado consigo mismo que con nadie. Había perdido un tiempo considerable con
el barón, pensando que era un posible candidato nupcial, cuando lo único que él
quería era una aventura fácil. Tenía que ser más cuidadoso con su tiempo;
después de todo, no disponía de mucho.
Y
ahora que la velada empezaba a decaer, le dolían los pies y no había hecho
ningún progreso. Hyun Joong no había aparecido y al ser un baile de máscaras
era difícil reconocer a la mayoría de los invitados. ¿Cómo iba a encontrar al
marqués que estaba en su lista de candidatos entre una masa de máscaras de
colores?
—
¿Le gustaría bailar, mi lady?
Heechul
ocultó la sonrisa cuando Jaejoong se volvió hacia el hombre que se había
acercado. Parecía demasiado joven para ser un pretendiente.
—Gracias,
pero me temo que los pies me están matando.
—Entonces,
¿podría quizá traerle un refresco, diosa mía?
Jaejoong
oyó la risa que se le escapó a Heechul entre los dedos y trató valientemente de
no entornar los ojos de ira. ¡Aquello no tenía ninguna gracia! Tenía que
encontrar un marido y lo único que encontraba eran muchachos ridículos y
hombres que jugaban a ser niños.
—Es
usted muy amable, señor, pero creo que me voy a retirar a mi casa enseguida.
—Entonces
quizá podría…
—
¡No, le aseguro que no podría! —le interrumpió Jaejoong antes de que se le
ocurriera sugerir que lo acompañaba a su casa.
—Como
desee mi Venus —dijo el muchacho, haciendo una profunda reverencia que Jaejoong
acogió con alivio.
—
¡Oh, mi Venus! —dijo Heechul con voz ronca para imitar al indeseado galán.
—Déjalo,
Heechul. Eres terrible —susurró Jaejoong en el preciso momento en que se acercaba
otro caballero. Mayor que el anterior e impecablemente vestido con una chaqueta
de brocado verde, inclinó la cabeza sobre su mano.
—Princesa
Shim.
Jaejoong
lanzó una mirada interrogadora a su amigo. Heechul musitó un nombre tapándose la
boca con la mano.
—Lord
Soon —dijo, haciendo una leve inclinación de cabeza. Era un buen partido. Lord Soon
era viudo y un hombre inmensamente rico.
El
lord le ofreció la mano, complacido por haber sido reconocido.
—
¿Podría concederme este baile?
—Desde
luego que sí. — Jaejoong captó el gesto de animación de Heechul mientras se
dirigía hacia la pista de baile con Lord Soon.
El
hombre le puso la mano suavemente en la cintura y comenzó a desplazarlo por el
salón trazando círculos elegantes.
—Lo
he estado admirando durante largo rato —dijo tras unos momentos de silencio. Jaejoong
no estaba muy seguro de cómo reaccionar. La mayoría de sus conocidas habrían flirteado
expertamente ante el comentario, pero él no tenía práctica en esas lides.
—No
ha podido ser mucho tiempo, Lord Soon.
Jaejoong
tuvo la sensación de que esta familiaridad iba demasiado deprisa, pero se
obligó a relajarse. Necesitaba un marido y aquel hombre bien podía servir.
—
¿Voy demasiado rápido? No es mi intención. Pero me cuesta contenerme cuando va
vestido de una manera tan… sensual.
Las
alarmas sonaron en la cabeza de Jaejoong. ¿Qué pretendía aquel hombre?
—La
forma en que la seda se ajusta a sus caderas, a su pecho, hace que un hombre…
—
¡Alto! —Incapaz de creer lo que estaba oyendo, Jaejoong puso los brazos rígidos
para que el hombre se detuviera. Había oído aquellos pensamientos en su mente
antes, pero nadie había sido tan descarado como para decirlos en voz alta. ¡Era
obvio que aquel hombre estaba desquiciado y no iba a dejarlo en paz! —Lord Soon,
haga el favor de dejarme ir. Ya no tengo ganas de bailar.
Pareció
que Lord Soon iba a discutir con él, pero entonces se detuvo bruscamente, con
la mirada fija detrás de Jaejoong, y dejó caer las manos.
Aprovechando
la oportunidad, Jaejoong se apartó de él y estuvo a punto de tropezar con una
figura alta, Yunho. Lo reconoció al instante. Iba vestido de negro y su única
concesión al baile era un antifaz de seda negra que enmarcaba sus ojos. Con la
mandíbula prieta y taladrando con la mirada los ojos del hombre con el que
había bailado, parecía el diablo. Luego lo miró y le levantó la mano con que él
empuñaba el antifaz para que volviera a cubrirse con él.
Jaejoong
percibió movimiento a su espalda y supo que Lord Soon se había ido. Ahora sólo
quedaban ellos dos en medio de los invitados que bailaban el vals.
Jaejoong
dio un paso hacia delante. Yunho le rodeó la cintura con el brazo y comenzaron
a moverse.
Enseguida
se dio cuenta de que era un extraordinario bailarín, que lo guiaba sin esfuerzo
y sin empujarlo en lo más mínimo.
—Gracias
por lo que has hecho.
Yunho
no dijo nada y Jaejoong comenzó a salir de su aturdimiento. Había querido hablar
con él durante todo el día y ahora le vinieron a la mente todas las preguntas
que tenía que hacerle.
—Traté
de alcanzarte cuando te fuiste.
—Ah,
¿sí?
No
lo miraba, lo que hacía más difícil hablar con él, pero Jaejoong estaba
decidido a hacerlo.
—Sí,
después de que yo… después de sacarte de quicio, dijiste…
—No
vuelvas a hacerlo de nuevo. —Ahora sí lo estaba mirando. Su ira anterior aún
era palpable, pero Jaejoong estaba demasiado concentrado en sus preguntas para
preocuparse por eso.
—Dijiste
que la última vez que alguien trató de leerte la mente resultó herido
—continuó.
—Jaejoong
—dijo con tono de advertencia.
El
antifaz se le había ladeado y sus ojos le suplicaban que le dijera lo que
necesitaba saber.
—
¿Hay otros como yo? ¿Como nosotros? ¿Por eso dijiste lo que dijiste? Yunho, por
favor, dímelo. Necesito…
Yunho
le puso la mano en la barbilla y apoyó el pulgar sobre sus labios para evitar
que hablara. De repente Jaejoong no pudo pensar, sólo sentir.
No
tenía ni idea de cómo habían llegado hasta el centro del salón, pero ahora
estaban rodeados por docenas de rostros borrosos y disfraces ridículos. La
pista de baile estaba abarrotada y nadie parecía prestarles atención. Estaban
solos entre la multitud y Yunho tenía las manos en su rostro y en su cintura,
mientras que las suyas descansaban sobre los brazos de Yunho.
—Yunho
—susurró. Estaba confuso, perdido en el momento. Todas las preguntas habían
abandonado su mente y los problemas habían salido volando por las puertas de la
terraza junto con las sensuales notas del vals de Mozart.
Yunho
acarició sus labios con el pulgar y Jaejoong se pegó más a él, ajeno al
escándalo que estaba a punto de causar. De repente sintió un deseo incontrolable
de saborearlo. Acarició el pulgar masculino con la punta de la lengua. Los ojos
de Yunho cambiaron a un color plata cálido. Adelantó la cabeza, pero se detuvo.
—
¿Yunho? —dijo, recuperando poco a poco los sentidos y con la carne de gallina a
causa de un frío que no había sentido antes.
—Tengo
que irme.
—
¿Qué? —La música había terminado y las parejas se alejaban de la pista. ¿Cómo
no se había dado cuenta de que ya no había música?
—Ve
con tu hermano, Jaejoong.
Jaejoong
lo miró lleno de confusión. Tenía razón, tenía que ir con su hermano. Tenía que
pensar en Changmin y recuperar el control de sí mismo. Un momento más y habría
arruinado todas las posibilidades que tenía de hacer un buen matrimonio y
salvar su situación financiera.
Y
lo más horrible era que si no hubiera sido por Changmin, no le habría importado
nada. No le importaba lo que los demás hombres o el resto de la sociedad pensaran
de él. No le importaba nada cuando estaba cerca de aquel hombre.
—Tengo que irme. — Jaejoong levantó la máscara para
cubrirse el rostro y dio media vuelta para salir de la pista de baile. Cuando
llegó al borde y miró atrás, Yunho ya no estaba.
waaaaaaaa mi gosh !!
ResponderEliminarhay quiero accion *---* es mas obvio q se gustan
y esos besos asdasdas JJ no seas tan terco e_e
gracias x la actuu !!
Ohhhh otoke!!! me encanta este fic, de verdad el capitulo estuvo lleno de emocion
ResponderEliminaraigooo ese hyun joong no me trae buena espina
y Yunho cuando atacara con mas fuerza?? y jae ojala que si se aleje de lord hyun.
gracias por la actualizacion!!!
Oh oh dios Jae eso es deseó puro...
ResponderEliminarYunho q sexy ...
Pobre Jae en busca de un marido teniendo tremendo hombre escultural y sexy frente a sus ojos ahh eso es tentación y una muy grande
YH ya está con sus celos y posesividad *^* eso me gusta xD
ResponderEliminarSi no le explicas por que quieres q se aleje de Hyun Joong obvio q no lo hará hombre u.u
Jajaja insistió me da risa la relación de hermanos de CM y JJ xD
estos dos son dinamita pura... Jae teniendo que buscar marido y Yunho loco de celos.
ResponderEliminarqué intriga todo este asunto....
Creo que KHJ es el que llamó amor a Seong Min, por algo Yunho quiere que se aleje de Jae de él. A parte que Yunho está celoso.
ResponderEliminarGracias!!!