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Bajo el rojo sangre de la Luna: Capitulo 12

Capítulo 12


—Bienvenido, amor mío, te he echado de menos —dijo Seong Min entrando en el salón donde le esperaba su invitado. Deshacerse de los tres cadáveres había sido tedioso, pero por lo demás estaba de muy buen humor.
El chico corrió a sus brazos abiertos y lo estrechó con fuerza.
—Tenías razón.
—Ah, ¿sí? —La voz de Seong Min era un poco condescendiente, pero el hombre no pareció darse cuenta. Estaba seguro de que lo amaba. Él se había encargado de que lo creyera.
—Me dijiste que habría asesinos y aunque al principio pensé que estabas equivocado, he de admitir que tenías razón. No pueden volver a hacer esto nunca más. ¡Hay que detenerlos!
Seong Min sonrió para sí, aunque se aseguró de que él sólo viera preocupación en su rostro. Fueran del género humano o del género vampiro, siempre era muy fácil manipular a los amantes.
—No te preocupes. Los detendremos. Cuando los clanes se den cuenta de que lo que sabemos es cierto, dejarán de esconderse. Lucharán contra ellos en lugar de inclinarse ante los humanos como esclavos.
El chico retiró la mano que él sujetaba y echó a andar. Seong Min contó sus pasos y, cuando llegó a treinta, supo que lo tenía en su poder. Ahora él le pertenecía.
—El príncipe Jung está más que capacitado; ¿por qué no vamos a verlo, Seong Min?
Se merecía una corona por esto, pensó Seong Min con placer. Todo se estaba desarrollando según sus planes.
—No podemos, amor mío. Si no puedo hacerles comprender la gravedad de la situación, me juzgarían. Sólo necesito tiempo. Con un poco de tiempo puedo llevar al asesino ante los jefes y entonces sí me escucharán.
Él asintió con solemnidad.
—Tu trabajo es fácil —prosiguió Seong Min —. Sólo tienes que asegurarte de que los jefes no me encuentren hasta que me libre de los depredadores humanos.
— ¿Quieres decir que vas a perseguir al asesino tú mismo? —dijo el chico con algo de duda en la voz. Aunque Seong Min no tenía la menor intención de hacerlo, le fastidiaba que él no le creyera capaz de llevarlo a cabo.
— ¡Por supuesto! Ya he matado a muchos humanos que querían hacernos daño, ¿no? Protejo este clan con mucha más efectividad que cualquiera de nuestros jefes, querido. Ellos no pueden hacer lo que yo hago porque están atados por leyes ridículas.
El chico tardó un momento, pero al final asintió con la cabeza.
—Tengo que irme.
—Sí, por supuesto. Ve a casa. Y acuérdate de engañarlos. Lo único que tienes que hacer es darme tiempo y confiar en mí. Todo saldrá bien.
Seong Min lo vio retirarse y oyó sus pasos mientras se alejaba. La risa rebotó en las vigas del techo. Perfecto, todo iba a la perfección. Él se aseguraría de que no lo encontraran y le daría tiempo para empezar la guerra más sangrienta que la humanidad había conocido.

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Jaejoong se puso rápidamente un traje de montar color verde esmeralda y salió de casa con un lacayo siguiéndolo a discreta distancia. El caballo que montaba era un hermoso castrado de buen carácter, lo que hizo la cabalgada mucho más agradable.
El muchacho sonreía al sol y se encontraba al borde de la risa. Tres días seguidos con sol… el mundo era un lugar amable.
Sí, echaba de menos, desde luego, su casa y su caballo. Sí, tenía que encontrar un marido y rápido. Y sí, había conocido a un hombre que lo atraía hasta decir basta y ciertamente lo confundía… pero había decidido no pensar en nada de eso, al menos durante unos minutos. De alguna manera, se sentía totalmente en calma y la tarjeta lujosamente decorada que su doncella le había llevado a la habitación tenía mucho que ver con ese estado.
Lord Hyun Joong, un hombre al que sabía que le gustaba y que podía gustarle, le había pedido que fueran a cabalgar juntos al parque.
Era una buena señal. Por la información que poseía su tía, sabía que Hyun Joong era rico. Era amable y lo hacía sentirse bien, al contrarío que muchos otros hombres que conocía. También era de la clase de hombre que podía mantener a cierta distancia, al igual que él también desearía disponer de cierto espacio propio, y nunca averiguaría la verdad sobre él.
Si todo iba bien y Hyun Joong se lo proponía, ya no tendría que preocuparse más por las finanzas, ni suyas ni de su hermano. Y cuando estuvieran casados y establecidos, podría seguir viviendo su vida con la paz y sosiego de siempre. Leyendo, cabalgando y tocando el piano; cómo echaba de menos la calma de su antigua vida.
Jaejoong respiró hondo al verse rodeado por la vegetación. No tardaría mucho en reunirse con Hyun Joong y pensaba esforzarse para adivinar cuáles eran sus auténticas intenciones.
—Sooo —dijo una voz, sacando a Jaejoong de sus cavilaciones. Se volvió y miró hacia la entrada más cercana del parque, donde una persona pelirroja intentaba recuperar el control de su montura. Los rasgos de aquel eran realmente extraordinarios; los ojos, eran los únicos rasgos dulces de aquel rostro angular, de pómulos pronunciados y nariz afilada.
Estaba haciendo lo que debía hacerse, pero el caballo no obedecía sus instrucciones.
Sin hacer caso del lacayo que esperaba a un lado, Jaejoong dio media vuelta con su montura y se acercó.
— ¿Necesita ayuda?
La persona levantó los ojos y sonrió, aunque las comisuras de su boca revelaban el esfuerzo que tenía que hacer para mantener controlado al caballo.
—La verdad es que no se puede hacer nada. Le ha asustado un conejo y le ha dado un pequeño ataque. Se calmará enseguida.
Como si la hubiera oído, el caballo retrocedió otro par de pasos y se detuvo.
Jaejoong estaba impresionado por los nervios de acero que presentaba. Aunque un caballo estuviera bien domado, no dejaba de ser un animal y siempre podía asustarse por una cosa o por otra. Recordó una ocasión en que una liebre se cruzó en el camino de Shura durante uno de sus paseos y el animal casi lo tiró al suelo.
Tras sacudirse unas motas invisibles del traje de montar, el chico de los nervios de acero puso al caballo en movimiento y se acercó a Jaejoong.
—Gracias por su oferta; me llamo Heechul.
A Jaejoong le gustó la franca sonrisa de Heechul y respondió con otra.
—Soy Jaejoong y no tiene que darme las gracias; es obvio que no necesitaba ninguna ayuda.
—Podría haberla necesitado —dijo Heechul con seriedad, recogiéndose tras la oreja algunos mechones de pelo rojo—. Maldito pelo, siempre estorbando. A veces me gustaría cortármelo al rape.
Jaejoong rió al ver la irritación de su cara.
—Si le sirve de consuelo, es un cabello maravilloso.
Heechul enarcó las cejas.
— ¿Una persona que no se reconcome de envidia? Creo que acaba de convertirse en mi mejor amigo.
Jaejoong se echó a reír y señaló.
— ¿Le importaría dar un paseo conmigo, mejor amigo? Tengo un rato libre antes de reunirme con un conocido.
Heechul le hizo un saludo militar con la mano derecha y azuzó al caballo para que se pusiera en movimiento.
—Será mejor que cabalguemos. Si mi caballo sigue mirando la hierba durante más tiempo, caerá en la tentación y se pondrá a comer, y entonces tendré un gran problema entre manos.
Jaejoong sonrió y empezaba a correr por la hierba cuando se dio cuenta de que sólo las seguía un lacayo.
— ¿Vas sin compañía? —preguntó asombrado.
Heechul se rió al ver la expresión de Jaejoong.
—No tanto como quisiera. Mi lacayo, ha quedado algo rezagado, pero no tardará en alcanzarnos.
Jaejoong levantó una ceja al oír a su nueva amigo.
— ¿Rezagado? ¿Es una nueva forma de decir que le has dado esquinazo?
—Bueno, si prefieres hablar con tecnicismos… —dijo, y cambió de tema—. Bueno, cuéntame dónde has estado escondido. Estoy completamente seguro de no haberte visto antes y últimamente he asistido a tantos bailes y funciones que apenas puedo dejar de sonreír —dijo Heechul para entablar conversación.
Antes de que a Jaejoong le diera tiempo a contestar, Heechul se volvió en la silla y se señaló la mejilla.
— ¿Ves esto? —preguntó.
Jaejoong trató de reprimir la risa al mirar algo que parecía un grano.
— ¿Sí?
— ¡Aja! ¡Lo que pensaba! — dijo Heechul, mirando fijamente la expresión confusa de Jaejoong —. Es como un grano, ¿verdad?
Jaejoong asintió.
— ¡Ahí lo tienes! —Añadió Heechul —. Yo no tenía un grano al principio de la estación, créeme. ¡Seguro que es una señal de que hago demasiada vida social!
Jaejoong no pudo menos de echarse a reír. Heechul tenía una maravillosa propensión a coquetear con el ridículo.
—Si tanto las desprecias, ¿por qué asistes a tantas reuniones?
—Una persona que no sabe vivir en sociedad, o no lo necesita porque es autosuficiente, o es un animal, o es un dios —dijo Heechul con convencimiento.
—Aristóteles —dijo Jaejoong complacido. Haber conocido a alguien al que le gustaba citar a «personas muertas», como decían muchas conocidas suyas, era un placer, desde luego.
—Exacto —dijo Heechul, mirándolo con renovado respeto—. Bueno, sé que no soy un dios y la alternativa me resulta totalmente inaceptable. Y tampoco soy un animal, así que hago vida social.
Jaejoong reflexionaba mientras cabalgaban entre los árboles. Él detestaba la vida social. ¿Eso la convertía en un animal?
—Trato de creer que eso tiene sentido, Heechul, pero me resulta muy difícil.
Heechul se echó a reír y detuvo el caballo.
—Tú y yo, querido, tenemos que vernos más a menudo, mucho más a menudo.

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—Es graciosísimo, Changmin, y he pasado un rato MUY divertido… — Jaejoong alargó el brazo por encima de la mesa y cogió el salero de plata antes de que su hermano se echara más sal en los huevos—. ¡Sabes que no es buena para ti!
Changmin elevó los ojos al techo y se resignó a una vida insípida.
—Con lo pequeño que eres, puedes ser un auténtico tirano, Jaejoong.
—Entre reyes y tiranos hay una única diferencia; los reyes buscan el bien de sus súbditos, los tiranos únicamente el suyo propio.
Changmin dejó de echar sal a los huevos y sacudió la cabeza.
—No entiendo cómo puedes ser capaz de memorizar todas esas ridículas citas y soltarlas después. ¿De dónde proceden?
Jaejoong tomó un sorbo de café de la delicada taza de porcelana decorada con flores.
—Esa en concreto es de Hespérides, una obra de Robert Herrick.
Changmin masticó vigorosamente y lo señaló con el tenedor.
—Voy a cerrar con llave la puerta de la biblioteca. Ningún hombre o mujer debería leer tanto como lees tú.
—Estás en un error, mi querido hermano. — Jaejoong sonrió y cogió el periódico, que estaba junto a la bandeja de Changmin —. En mi opinión, leer es la clave del conocimiento. El conocimiento es la clave de la sabiduría. Y como nuestro buen amigo Horacio escribió entre el año 68 y el 65 a.C: «¡Atrévete a ser sabio!»
— ¡Jaejoong! —dijo su tía con un tono de reproche que le borró la sonrisa del rostro. Al darse cuenta de que tenía el periódico en la mano, pensó aprisa antes de responder en son de queja—: Changmin, me has engañado. No hay ninguna foto en esta página.
Changmin se echó a reír mientras Jaejoong pensaba si tirarle el periódico a la cara.
—Lo siento, querido hermano —dijo, recogiendo el periódico y rodeando la mesa—. Me tengo que ir. Os veré a los dos más tarde, estoy seguro. — Changmin se inclinó para besar a su hermano en la mejilla y le susurró—: Guardad las apariencias; ahí radica la prueba; el mundo os dará crédito para lo demás.
Jaejoong se volvió cuando Changmin se alejaba ya.
— ¿Quién dijo eso?
Changmin no se detuvo y fue ampliando su sonrisa conforme oía los refunfuños de su hermano. Era un muchacho muy inteligente y a Changmin le gustaba dejarlo intrigado.
Rió al imaginar lo que Jaejoong iba a hacer aquel día: seguro que lo pasaba hojeando todos los libros de la biblioteca para encontrar la cita.
Jaejoong vio salir a su hermano y se volvió con cautela hacia su carabina. Lady Yoon Joon hacía días que se moría por tener con él una «charla sobre matrimonios» y Jaejoong temía que la mujer se hubiera decidido finalmente a soltarle el discurso que hubiera ensayado.
—Jaejoong. —La informalidad del comienzo seguramente caracterizaría el discurso. Jaejoong se puso cómodo cuando su tía ocupó el asiento que su hermano había dejado libre—. Durante estas últimas semanas he estado muy preocupada por ti, Jaejoong. Por eso mismo quiero hablarte con franqueza. —Lady Yoon Joon respiró hondo y se arrellanó en la silla. Jaejoong lo miró con cariño, y se fijó en que todos los mechones estaban exactamente en su sitio.
¿Cómo habría sido la vida si no hubiera tenido aquel don? ¿Habría sido una persona menos obstinada? ¿Habría leído menos y seguido más las creencias populares? ¿Se habría casado antes… habría sido como Lady Yoon Joon, siempre tranquila y a prueba de todo?
—Hace mucho tiempo que tus padres fallecieron y sé que fue muy duro para Changmin y para ti. He intentado participar en vuestra educación lo mejor que he sabido, pero tú me preocupas, Jaejoong, porque no muestras ningún interés por el matrimonio. Y es lo más importante en la vida de una mujer u hombre.
»He ido a fiestas contigo para poder orientarte hacia los solteros más apropiados y con mejor reputación. Pero, querido, no muestras…, cómo diría…, ninguna emoción ante la perspectiva de encontrar al hombre indicado, y eso hace mi trabajo mucho más difícil.
Jaejoong veía que su tía estaba realmente preocupada por su futuro, y sintió una punzada de remordimiento por contribuir a su desgracia. Claro que su tía no iba a ser desgraciada durante mucho más tiempo, ya que pensaba casarse enseguida de una manera u otra.
—Tu madre también tardó en casarse…
— ¿De veras? —dijo Jaejoong, enderezándose en la silla. En el pasado había hecho muchas preguntas sobre su madre, pero su tía nunca había estado muy dispuesta a hablar de su difunta hermana. Que lo hiciera en aquel momento y que le revelara aquel hecho en particular hizo que se estremeciera.
—Sí —reconoció Lady Yoon Joon —, pero tuvo muy buenas razones, te lo aseguro. En realidad se trató de un malentendido. Nuestro padre, es decir, tu abuelo, riñó con su hermano, tu tío abuelo. Tu abuelo dejó de hablarle y, en un momento de locura, tu tío abuelo secuestró a tu madre y se la llevó a la fuerza a su casa de las tierras altas.
Jaejoong trató de imaginar a su madre, arrastrada a las tierras altas en algún coche oscuro, pero no pudo. ¿Cómo es que no había sabido nada hasta aquel preciso momento?
Perdida en sus recuerdos, Lady Yoon Joon adoptó una expresión distante.
—Y por si eso no hubiera sido suficiente, el mensajero que tenía que llevar el aviso que hubiera llevado a tu abuelo a las tierras altas de inmediato, se perdió y nunca más volvió a saberse de él. Como tu abuelo no se presentó, tu tío envió otros mensajes, sin saber que su hermano había embarcado hacia las Américas debido a que un investigador daltónico le había jurado que vio a tu madre en la cubierta del un barco, rumbo a Boston.
— ¡Dios mío! ¿Cuánto tardó mi abuelo en encontrar a mi madre?
—Casi dos años.
— ¡Dos años! — Jaejoong no podía creerlo. ¿Su madre había pasado dos años con su tío esperando a que la rescatara su padre? ¿Cómo se habría sentido? ¿Qué habría hecho durante todo ese tiempo?
—Sí, dos largos años. Así que ya ves, no se le puede echar la culpa a tu madre por tardar en casarse. En realidad, nada más regresar conoció a tu padre y al cabo de un mes se casaron.
En opinión de Jaejoong, fue un noviazgo muy corto, aunque su madre, sin duda, tendría sus razones. Y recordó que su padre había sido el hombre más encantador que había conocido. Guapo, valiente, fuerte e inteligente, su padre era un diplomático nato y su madre debió de enamorarse perdidamente de él. ¿Qué mujer no se habría casado con él al momento?
—Necesitas un marido, querido, alguien que te cuide y te dé hijos —dijo Lady Yoon Joon frunciendo el entrecejo para seguir el hilo de su discurso—. Quieres tener hijos, ¿verdad?
—Por supuesto —respondió Jaejoong sin vacilar. En realidad, tener un hijo era lo que más deseaba en el mundo, aunque nunca se lo había dicho a nadie.
—Muy bien —dijo Lady Yoon Joon, asintiendo con aprobación—. Ahora que sé que te gustan las citas, permíteme que te diga una, querido. «Tu esposo es tu señor, tu vida, tu guardián…» —vaciló, tratando de recordar el resto del famoso pasaje de La fierecilla domada de Shakespeare.
Jaejoong esperó unos momentos y continuó en voz baja:
—«Tu cabeza, tu soberano; el que cuida de ti y por mantenerte se somete a las más arduas labores en mar y tierra.»
—Sí, muy bien —dijo Lady Yoon Joon sonriendo—. Son las palabras exactas. Ahora espero que prestes más atención a mis consejos sobre ciertos caballeros.
No era una pregunta, así que Jaejoong no respondió, sino que se limitó a asentir con la cabeza.
—Bien. Y ahora pasemos al tema de cómo ha de comportarse…

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Media hora después, Jaejoong se dirigía a la biblioteca respirando a pleno pulmón. El discurso había durado tanto que no le habría extrañado que las palabras «matrimonio», «marido» e «hijos» le salieran espontáneamente de la boca.
Poco sabía su tía que se estaba abriendo camino precisamente en esa dirección; incluso creía haber hecho cierto progreso aquella misma mañana.
Hyun Joong lo estaba esperando donde le había dicho, pero se había comportado de manera extraña. Apenas unos momentos después de que Heechul y él llegaran a su altura, le había dicho que tenía que asistir a una reunión muy importante y se había ido.
Al menos le había prometido que lo compensaría llevándolo a dar un paseo en coche por la tarde.
Jaejoong cerró la puerta de la biblioteca y miró el reloj de pared para asegurarse de que no iba a llegar con retraso a la cita con Hyun  Joong.
—Cuarenta minutos más —dijo, sonriendo mientras miraba las estanterías llenas de libros. Tenía que encontrar quién había escrito la cita que Changmin le había espetado por la mañana.
— ¿Princesa Shim? —El débil golpe en la puerta le hizo levantar la vista del libro que acababa de sacar de una estantería cercana.
— ¿Sí?
Una doncella asomó la cabeza e hizo una reverencia.
—Ruego me disculpéis, pero Lady Yoon Joon os espera en el salón. Un hombre ha venido a visitaros.
—Gracias —dijo Jaejoong mientras la doncella hacía otra inclinación de cabeza y desaparecía. ¿Un caballero de visita? Esperaba que no fuera aquel horrible Lord. Le habían dicho que iba por allí casi todos los días. Menos mal que estaba el mayordomo. El inquebrantable mayordomo no cedía ni un milímetro desde que Jaejoong le había dicho que no quería recibirle.
Mientras se acercaba al salón, recordó que tenía que ser amable con aquel caballero, quienquiera que fuese, sobre todo después de la conversación con su tía.
¿Sería Hyun Joong? Puede que hubiera llegado pronto…
— ¡Ya estás aquí, querido! —Exclamó Lady Yoon Joon cuando Jaejoong entró en el salón—. Mira quién ha venido a visitarte.
Jaejoong estuvo a punto de abrir la boca al verlo. Intentó sonreír, pero recordó su beso y se ruborizó. ¿Por qué aquel hombre causaba aquel efecto sobre su persona?
Durante una décima de segundo, Jaejoong deseó que Jung Yunho aprobara el examen de Lady Yoon Joon. Sabía instintivamente que con él nunca se aburriría. Era inteligente, había viajado mucho y, si lo ocurrido dos días antes era una prueba de algo, también era generoso y comprensivo.
Y lo más importante, sabía cómo era él y no había echado a correr en la dirección opuesta. Yunho era como él.
El pensamiento desapareció de su cabeza en el momento en que él se acercó. Aquel hombre era demasiado enérgico, demasiado poderoso. Nunca le daría libertad y esperaría obediencia completa. Jaejoong dudaba que la obediencia ciega formara parte de su carácter.
No, no. Hyun Joong era una pareja mucho mejor. Además, Jaejoong dudaba que Yunho tuviera la menor intención de casarse y él tenía que casarse, y pronto. No, él no entraba en la lista de maridos posibles, aunque le había dado un regalo de valor incalculable: paz.
—Príncipe Jung —dijo, haciendo una reverencia casi imperceptible y sonriendo al hombre que a sus ojos era casi un héroe… un héroe potencialmente peligroso—. Confío en que esté pasando una buena mañana.
Él no sonrió, ni le dirigió la ardiente mirada que ya empezaba a resultarle familiar, sino que se volvió hacia Lady Yoon Joon.
— ¿Puedo ofrecerle un té? —preguntó su tía.
—Me encantaría —respondió Yunho.
Para gran sorpresa de Jaejoong, Lady Yoon Joon asintió y sonrió.
—Me ocuparé al momento. Normalmente no dejaría sin compañía a mi sobrino, pero sois amigo del príncipe Changmin, así que confío en vuestro buen juicio —dijo y, dirigiendo una mirada a Jaejoong que significaba «sé educado», salió del salón.
— ¿Vuestro buen juicio? — Jaejoong vio salir a su tía con mucha confusión en la cabeza. ¿Cómo había accedido a dejarlo solo con Yunho?
Yunho no dio señales de oírlo ni de notar su confusión.
—Tienes que dejar de hacer lo que haces.
Jaejoong entornó los ojos al oír aquella orden.
— ¿Qué quieres decir?
Yunho fue más allá con su sinceridad.
—Me refiero a que debes dejar de ver a Hyun Joong.
La confusión desapareció del rostro de Jaejoong mientras la sangre empezaba a hervirle. ¿Quién se creía que era para decirle lo que tenía que hacer?
—No sé en qué momento has llegado a la conclusión de que puedes decirme lo que tengo que hacer. Pienso ver a quién me plazca.
Cuando Yunho se recuperó del cortante comentario, su respuesta brotó en forma de gruñido.
—No sabes dónde te estás metiendo. Es un asunto peligroso, y no permitiré que vayas de aquí para allá como una diana que espera el disparo.
Jaejoong no pudo menos de tartamudear.
— ¿Te has vuelto loco? ¿Cómo es posible que creas que puede ser peligroso para mí que vea a Hyun Joong?
Jaejoong se dio cuenta en aquel preciso momento de que él conocía sus movimientos. ¿Cómo se había enterado de que Hyun Joong y él eran algo más que simples conocidos? Le invadieron las sospechas y entornó los ojos.
— ¿Me estás siguiendo?
La risa de Yunho fue breve y desdeñosa.
—Tengo cosas más importantes que hacer. Y esta es mi última palabra sobre el tema. Te deseo buenos días.
Haciendo una ligera reverencia, se volvió para salir del salón y dirigirse hacia el carruaje que le esperaba. Cuando llegó a la puerta, un conocido hormigueo en la mente le hizo volver los ojos hacia Jaejoong. El joven estaba ante el sofá, con unos mechones de cabello negro enmarcando su rostro y un aspecto de lo más inocente.
Yunho se acercó a él en silencio. Jaejoong no se movió, impasible ante la furia silenciosa del hombre. No dejaba de pensar en que él no tenía derecho a entrar en su casa y darle órdenes. Aquel hombre era insufrible y no iba a dejar que lo intimidara.
Pero era difícil no sentir miedo al ver la ira que bullía en sus ojos.
Cuando las manos de Yunho lo asieron por los brazos y lo izaron del suelo, Jaejoong sólo pudo lanzar un ligero chillido.
Yunho habló con voz sosegada y mucho más peligrosa por ello mismo.
—No te atrevas a intentar eso de nuevo, ¿me oyes? La última persona que intentó leer mi mente terminó retorciéndose de dolor.
Jaejoong sintió la fuerza de aquellos brazos que lo elevaban del suelo como si fuera un muñeco. Vio la cólera reflejada en la mirada de acero del hombre. Oyó un rugido que sonó como el de un león. No le cupo la menor duda de que quien hubiera osado irrumpir en la intimidad de Yunho habría sufrido terribles dolores…
Y aun así su temor desapareció. No tenía miedo. Sabía con una certeza que no podía explicar que aquel hombre no iba a hacerle daño.
— ¿Se da cuenta mi hermano de que le lees la mente?
Jaejoong no sabía de dónde había sacado esta idea, pero pareció calmar la ira de Yunho, que lo depositó lentamente en el suelo, entornando los ojos hasta que sólo fueron unas estrechas ranuras.
—Voy a seguir viendo a Hyun Joong con o sin tu bendición. Y si continúas amenazándome y levantándome a pulso, tendrás que romper tu amistad con Changmin, porque pienso hablarle de tu don.
—Haced lo que os plazca —dijo Yunho con una ligera inclinación, esta vez acercándose a él.
Jaejoong se dio cuenta de que por primera vez estaba realmente asustado. Con los labios a unos centímetros de los suyos, Yunho era más temible que nunca.
Y entonces lo besó, y Jaejoong se rindió a la pasión. Esta vez no fue una lenta exploración, como el otro beso, sino un ataque ardiente a sus sentidos.
Dando dos pasos, lo puso contra la pared. De no ser porque estaban unidas al tronco para sostenerlo, a Jaejoong se le habrían doblado las piernas.
—Yunho. —Fue una petición, un ruego, un deseo. Le acarició el pelo con los dedos mientras Yunho inclinaba la cabeza y le besaba toda la barbilla y luego en el cuello.
—Prométemelo —susurró Yunho.
Le acarició la sensible piel de la oreja con la lengua y Jaejoong tembló.
— ¿Qu… qué?
—Prométeme que no lo verás.
El mundo de Jaejoong empezó a dar vueltas cuando le recorrió la columna con los dedos. ¿Qué le estaba haciendo? Él quería que le prometiera…
—No —dijo empujándole los hombros con desgana. No quería que desapareciera la pasión del hombre.
—Estás jugando con fuego, Jae. —Sus palabras eran suaves, casi una caricia, y su claridad fue lo que hizo que Jaejoong se pusiera rígido. Jaejoong apenas era capaz de pensar con claridad, sin embargo Yunho no estaba en absoluto afectado.
Estaba observándolo y su aliento acariciaba la punta de su nariz y sus mejillas. Tenía que demostrarle que no lo iba a intimidar. Pero estaba intimidado, maldito fuera aquel hombre.
—Cuando conquistamos sin peligro, el triunfo no conlleva gloria. Pierre Corneille.
Jaejoong no sabía cómo se le había ocurrido aquella cita. No tenía ni idea, aunque estaba descubriendo que bajo coacción surgían toda clase de tonterías de su boca.
Yunho lo miró con una expresión que habría podido ser cómica y dio un paso atrás. Pareció que iba a decir algo, pero entonces, sin pronunciar palabra, se fue.
La confusión y la vergüenza se cebaron en el alma de Jaejoong al mismo tiempo. Debería sentirse victorioso, pero, lejos de ello, se dio cuenta de que deseaba que volviera la pasión del hombre.
Había deseado que Yunho lo besase, ahora se daba cuenta y en cierto modo se escandalizaba. ¿Qué había pasado finalmente con su razonamiento? ¿Acaso el discurso de Lady Yoon Joon no había hecho mella en él? Estaba buscando un marido, lo que significaba que debía alejarse al máximo de los hombres con los que no tuviera ningún futuro. Hombres como Yunho.
Cuando se volvió para salir del salón, se le ocurrió una idea repentina.
Yunho había dicho que había causado mucho dolor a la última persona que había intentado leer su mente. ¿La última persona que había intentado leer su mente?
Jaejoong se quedó paralizado al darse cuenta de lo que implicaba la frase. Había otros seres capaces de leer la mente. No sólo Yunho… ¡había más!
Y si Yunho conocía a otros como él, ¿por qué no se lo había dicho? ¿Había supuesto que lo sabía?
Se recogió la falda y salió corriendo del salón en dirección a la puerta principal. Tenía que saberlo. ¿Había otros seres como él? ¿Y si no era una persona anormal? ¿Y si procedía de un lugar que generaba seres como él? ¿Y si él tenía que ver con aquellos seres?

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Yunho avanzaba por la oscura calle pensando a toda velocidad. Había que hacer los preparativos para la ceremonia que iba a celebrarse, revisar las últimas informaciones de los joyeros, preguntar a los investigadores, pero en lo único que podía pensar era en él.
Se pasó la mano por el pelo suspirando y trinando de contrariedad. Se había dicho en incontables ocasiones que tenía que esperar a que todo hubiera acabado para explorar lo que había entre Shim Jaejoong y él, pero sin saber cómo complicaba su relación con él una y otra vez.
Aquel muchacho representaba una interrupción. Un problema. Y encima se dedicaba a perder el tiempo con posibles asesinos de vampiros.
Cuando Heechul le contó que Hyun Joong, un hombre que aparecía en la lista de Yoochun porque encajaba en el perfil del asesino de vampiros, era un posible pretendiente de Jaejoong, lo había dejado todo para ir a su casa. Ahora se daba cuenta de que no lo había pensado, pero toda su atención se había centrado en un único objetivo: evitar que Jaejoong siguiera viendo a aquel hombre.
¿Y qué había hecho él? Había mirado a Yunho con los brazos en jarras y había dicho que no. ¡A él nadie le negaba nada!
Shim Jaejoong le hacía desear romper cosas y besarlo al mismo tiempo. ¿Cómo podía distraerlo de esa manera? Apenas podía creer que hubiera estado echando chispas en un salón de mala muerte, mientras Jaejoong esperaba que él le diera explicaciones.
No lo había hecho, por supuesto. No sólo porque no podía, sino porque se negaba a dar explicaciones a un mocoso, por muy loco de deseo que éste lo volviera.
Maldita sea, tenía que dejar de pensar en él. En realidad no era tan importante, ya que de los sesenta hombres de su lista, Hyun Joong era uno de los menos probables. A pesar de todo, se ocuparía de que Jaejoong dejara de verlo. Utilizaría la influencia que Changmin tenía sobre Jaejoong, y si eso no resultaba, haría que aquel hombre se fuera a otro país. Mejor aún, haría que Jaejoong saliera del país. Eso le aseguraría la paz de espíritu.
El aroma a sangre le hizo doblar a la izquierda. Dio cuatro pasos y llamó a una puerta pintada de oscuro.

Nombre.

Yunho torció la boca para esbozar una sonrisa sarcástica al pensar en lo que estaba a punto de suceder. No era conocido por visitar lugares como aquel, así que no era probable que lo estuvieran esperando.

Jung Yunho.

La puerta se abrió rápidamente y apareció un portero con la boca abierta.
—Bienvenido, jefe.
Yunho agachó la cabeza y pasó junto al hombre para entrar en un vestíbulo pobremente iluminado al que llegaba un rumor de voces que se superponían a un violín que tocaba una triste melodía. El vestíbulo daba a una gran sala de alto techo. Repartidos por toda la estancia había sofás y unas pocas mesas con sillas. Un mostrador de caoba recorría la pared del fondo y una ancha escalera llevaba a la segunda planta.
Había vampiros por toda la sala, unos sentados y otros en el mostrador. Yunho vio a Siwon sentado en un sofá con un moreno que, al igual que la mayoría de los hombres y mujeres que allí había, iba con un vestido negro muy ceñido.
—Jefe —dijo una voz a su lado. Yunho se volvió hacia el hombre, abarcando con la mirada su pecho casi descubierto y sus sensuales labios—. ¿Quiere que le sirva un vaso de sangre? —Sonrió, abanicando las pálidas mejillas con las pestañas. Un vistazo a la sala puso de manifiesto que había varios hombres mirándolos con interés. Todos lo deseaban y aquel hombre lo sabía.
Yunho asintió y se volvió hacia donde estaba Siwon. Cuando decidió acercarse por allí no estaba muy seguro de lo que esperaba ver, pero ahora sí lo sabía. Los hombres que le rodeaban no despertaban su deseo. Sólo Jaejoong le producía ese efecto.

Siwon.

Siwon se apartó del hombre que estaba besando y recorrió la habitación con la vista. Su cara reflejó su sorpresa.

¿Mi príncipe?
Tenemos que hablar.

Yunho señaló una mesa vacía que había en el rincón derecho y Siwon asintió con la cabeza.
—Aquí tiene —dijo el hombre, que había vuelto con un vaso de cristal lleno de líquido rojo.
—Gracias — Yunho recogió la bebida y se dirigió hacia la mesa en la que le esperaba Siwon. Se puso a mirar mientras el hombre recorría la habitación lentamente. Varios vampiros le miraban a él, pero él sabía que no le molestarían. Esperarían a ser invitados.
Siwon se inclinó.
— ¿Príncipe?
—Necesito que me hagas algo —dijo Yunho y le explicó lo que necesitaba, consciente todo el tiempo de las voces que solicitaban que les dejara entrar en su mente. Las tuvo a raya, pero aun así notaba que se hacían más y más insistentes conforme avanzaba la noche.
Una hora más tarde, la temperatura del salón había subido hasta un grado casi insoportable. El suelo estaba manchado de una sustancia negra y surgían gemidos de los cuerpos desnudos que se movían al son de un ritmo tan antiguo como la vida.
Yunho observó a un hombre que babeaba sangre sobre la espalda de una mujer desnuda y luego la recogía con la lengua; sus ojos eran del color del líquido que lamía.
Apuró la bebida y la conversación con Siwon llegó a su fin.
— ¿Quiere que regrese con usted a casa? —preguntó Siwon.
Yunho miró a su alrededor.
—Ya no hay nada más que hacer esta noche. Puedes quedarte.
Siwon inclinó la cabeza y miró detrás de Yunho.
—Jefe, le estamos esperando —dijo el hombre. Yunho sabía que se aproximaría. Detrás de él había varios hombres con los ojos enrojecidos por la excitación. Vio que el hombre se desnudaba.
Siwon tragó saliva, incapaz de apartar la mirada del cuerpo perfecto frente a ellos. Éste esperó la reacción del príncipe, al igual que los demás hombres. Cierto que un hombre o mujer vampiro tiene el derecho de elegir a su compañero en reuniones como aquella, pero un jefe era una excepción. Un jefe siempre elegía.
Yunho permaneció impasible durante un largo rato, mirando el cuerpo desnudo que tenía delante. Le ponía furioso que aquel  cuerpo no le excitara. Le encolerizaba no desearlo, ni a él ni a ninguno de los otros hombres que había en la sala.
No lo quería.
Al ver el leve movimiento de cabeza, Siwon se levantó de la mesa y se reunió con su moreno.
Yunho no dijo nada cuando el hombre se sentó en sus rodillas y lo besó, acariciándole primero por encima de la camisa y luego el pecho desnudo.
Los labios que le recorrían la piel le parecieron secos, inútiles. Las manos que le acariciaban el estómago estaban frías. Una imagen de Jaejoong irrumpió sin avisar en su mente. Lo miraba con rostro desafiante y deseo en la mirada. Había querido besarlo en su casa, besarlo hasta que no pudiera hablar. Luego lo habría desnudado…
Se excitó. Deseaba a Jaejoong, pero sólo podía tenerlos a ellos. Yunho sujetó al hombre por las caderas y se puso en pie, levantando al hombre al mismo tiempo. Un pelirrojo despejó la mesa y Yunho depositó al hombre sobre su superficie.
Tres pares de manos que ahora recorrían todo su cuerpo le habían quitado la camisa. Le besaban con boca sedienta de besos. Imaginó que eran las manos de Jaejoong, su boca.
El cabello que rozaba sus hombros era el cabello moreno de Jaejoong. El pecho que se apretaba contra su espalda, su pecho.
Se desabrochó los pantalones y acercó al hombre de la mesa hacia el borde. Tenía los ojos cerrados cuando le abrió las piernas y se introdujo en él.
Jaejoong. Su nombre resonaba en su mente mientras lo penetraba hasta el fondo. Jaejoong.

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—Estupendo, sencillamente estupendo —murmuró Jaejoong con mal humor al abrir los ojos y ver que tenía la cabeza tapada por la ropa de cama. Había planeado buscar a Yunho y acosarlo a preguntas hasta rendirlo y que le contara todo lo que quería saber, pero le había empezado a doler el estómago y se había quedado dormido.
¡Qué mala suerte tener un estómago tan sensible en semejante momento! ¡Y ahora se estaba ahogando con sus propias frazadas!
—Muy buenas noches, bello durmiente.
La radiante sonrisa de Changmin entró en su campo visual cuando éste apartó las mantas de su cara y le retiró varios mechones de cabello de la frente.
—No estarás enfermo, ¿verdad?
Jaejoong se negó a devolverle la alegre sonrisa y acarició la incipiente barba de su hermano.
—No andarás por ahí con este aspecto, ¿verdad Changmin? ¿Cómo piensas impresionar a las damas así?
Changmin se pasó la mano por la barbilla y sonrió.
—No creo que esto las disuada. Resulta que las mujeres opinan que me da un aire más peligroso.
— ¿En serio? ¿Eso dicen? —dijo Jaejoong, incorporándose en la cama. Se le acababa de ocurrir que quizá Changmin supiera dónde estaría Yunho aquella noche. Si al menos pudiera encontrar la manera de preguntar sin delatarse…
Changmin seguía sonriendo y Jaejoong miró hacia la ventana.
— ¿Qué hora es? —preguntó, aparentando toda la indiferencia que pudo.
—Casi ha pasado la hora de cenar, perezoso. Más te valdría levantarte y ordenar que te preparen un baño, si no quieres llegar tarde al baile de disfraces.
¡Vaya! Se había olvidado por completo del baile. La necesidad de saber algo más sobre otros posibles lectores de mentes había neutralizado la necesidad de ir al baile a buscar un marido rico.
Podía decirle a Changmin que no se encontraba bien y librarse de aquel baile, que probablemente sería tan aburrido como todos los demás, pero… la cálida sonrisa de su hermano le hizo tragarse sus excusas. Mantener a Changmin sano y sonriendo de aquella manera era lo más importante del mundo. Ahora tenía que asistir a aquel baile y fomentar su amistad con Lord Hyun Joong, así como con otros buenos partidos.
— ¿De qué te vas a disfrazar?
—Estaba pensando en un aristócrata. ¿Y tú?
—Changmin, me haces una gracia indescriptible —dijo Jaejoong con sarcasmo—. Ustedes lo tenéis más fácil. Os ponéis unos pantalones oscuros y una chaqueta y ya estáis presentables para todas las ocasiones. Y yo he de ponerme un disfraz porque, de lo contrario, las mujeres que asistan al baile no dejarán de criticarme hasta que sienta la necesidad de dejarlas plantadas.
—«No niego que las mujeres sean idiotas» —dijo Changmin con regocijo.
Jaejoong no hizo caso de la sonrisa de su hermano y agitó la mano para que se levantara de la cama. Apartó las mantas y, dirigiéndose al armario, comentó:
—Parece que se te olvidó el resto de la cita de George Eliot.
—Ah, ¿sí? —dijo Changmin con aire inocente, viendo que su hermano abría el armario y descartaba un vestido tras otro.
—La frase entera es: «No niego que las mujeres sean idiotas: Dios Todopoderoso las creó para que hicieran juego con los hombres».
—Oh, vaya, sí, parece que esa parte se me olvidó. En fin, me voy; Jaejoong, te veré dentro de un rato.
Jaejoong eligió una túnica griega de seda blanca y dorada y se volvió hacia su hermano.
—Pues vete ya, cobarde.

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— ¡Ese hombre es increíble! —dijo Jaejoong mirando con una mueca al barón, que en aquel momento bailaba con una rubia disfrazada de María Antonieta.
—Los hombres son unos cerdos. Es un hecho, no una pregunta —dijo Heechul, encogiéndose de hombros mientras daba un golpecito en el hombro desnudo de Jaejoong —. Aunque he de dar cierto crédito a ese hombre, pues, por el aspecto que tienes esta noche, es increíble que no intentara nada más que darte un pellizco en el trasero.
Jaejoong dirigió una mirada irritada a su amigo, pero no hizo comentario alguno. Estaba más enfadado consigo mismo que con nadie. Había perdido un tiempo considerable con el barón, pensando que era un posible candidato nupcial, cuando lo único que él quería era una aventura fácil. Tenía que ser más cuidadoso con su tiempo; después de todo, no disponía de mucho.
Y ahora que la velada empezaba a decaer, le dolían los pies y no había hecho ningún progreso. Hyun Joong no había aparecido y al ser un baile de máscaras era difícil reconocer a la mayoría de los invitados. ¿Cómo iba a encontrar al marqués que estaba en su lista de candidatos entre una masa de máscaras de colores?
— ¿Le gustaría bailar, mi lady?
Heechul ocultó la sonrisa cuando Jaejoong se volvió hacia el hombre que se había acercado. Parecía demasiado joven para ser un pretendiente.
—Gracias, pero me temo que los pies me están matando.
—Entonces, ¿podría quizá traerle un refresco, diosa mía?
Jaejoong oyó la risa que se le escapó a Heechul entre los dedos y trató valientemente de no entornar los ojos de ira. ¡Aquello no tenía ninguna gracia! Tenía que encontrar un marido y lo único que encontraba eran muchachos ridículos y hombres que jugaban a ser niños.
—Es usted muy amable, señor, pero creo que me voy a retirar a mi casa enseguida.
—Entonces quizá podría…
— ¡No, le aseguro que no podría! —le interrumpió Jaejoong antes de que se le ocurriera sugerir que lo acompañaba a su casa.
—Como desee mi Venus —dijo el muchacho, haciendo una profunda reverencia que Jaejoong acogió con alivio.
— ¡Oh, mi Venus! —dijo Heechul con voz ronca para imitar al indeseado galán.
—Déjalo, Heechul. Eres terrible —susurró Jaejoong en el preciso momento en que se acercaba otro caballero. Mayor que el anterior e impecablemente vestido con una chaqueta de brocado verde, inclinó la cabeza sobre su mano.
—Princesa Shim.
Jaejoong lanzó una mirada interrogadora a su amigo. Heechul musitó un nombre tapándose la boca con la mano.
—Lord Soon —dijo, haciendo una leve inclinación de cabeza. Era un buen partido. Lord Soon era viudo y un hombre inmensamente rico.
El lord le ofreció la mano, complacido por haber sido reconocido.
— ¿Podría concederme este baile?
—Desde luego que sí. — Jaejoong captó el gesto de animación de Heechul mientras se dirigía hacia la pista de baile con Lord Soon.
El hombre le puso la mano suavemente en la cintura y comenzó a desplazarlo por el salón trazando círculos elegantes.
—Lo he estado admirando durante largo rato —dijo tras unos momentos de silencio. Jaejoong no estaba muy seguro de cómo reaccionar. La mayoría de sus conocidas habrían flirteado expertamente ante el comentario, pero él no tenía práctica en esas lides.
—No ha podido ser mucho tiempo, Lord Soon.
Jaejoong tuvo la sensación de que esta familiaridad iba demasiado deprisa, pero se obligó a relajarse. Necesitaba un marido y aquel hombre bien podía servir.
— ¿Voy demasiado rápido? No es mi intención. Pero me cuesta contenerme cuando va vestido de una manera tan… sensual.
Las alarmas sonaron en la cabeza de Jaejoong. ¿Qué pretendía aquel hombre?
—La forma en que la seda se ajusta a sus caderas, a su pecho, hace que un hombre…
— ¡Alto! —Incapaz de creer lo que estaba oyendo, Jaejoong puso los brazos rígidos para que el hombre se detuviera. Había oído aquellos pensamientos en su mente antes, pero nadie había sido tan descarado como para decirlos en voz alta. ¡Era obvio que aquel hombre estaba desquiciado y no iba a dejarlo en paz! —Lord Soon, haga el favor de dejarme ir. Ya no tengo ganas de bailar.
Pareció que Lord Soon iba a discutir con él, pero entonces se detuvo bruscamente, con la mirada fija detrás de Jaejoong, y dejó caer las manos.
Aprovechando la oportunidad, Jaejoong se apartó de él y estuvo a punto de tropezar con una figura alta, Yunho. Lo reconoció al instante. Iba vestido de negro y su única concesión al baile era un antifaz de seda negra que enmarcaba sus ojos. Con la mandíbula prieta y taladrando con la mirada los ojos del hombre con el que había bailado, parecía el diablo. Luego lo miró y le levantó la mano con que él empuñaba el antifaz para que volviera a cubrirse con él.
Jaejoong percibió movimiento a su espalda y supo que Lord Soon se había ido. Ahora sólo quedaban ellos dos en medio de los invitados que bailaban el vals.
Jaejoong dio un paso hacia delante. Yunho le rodeó la cintura con el brazo y comenzaron a moverse.
Enseguida se dio cuenta de que era un extraordinario bailarín, que lo guiaba sin esfuerzo y sin empujarlo en lo más mínimo.
—Gracias por lo que has hecho.
Yunho no dijo nada y Jaejoong comenzó a salir de su aturdimiento. Había querido hablar con él durante todo el día y ahora le vinieron a la mente todas las preguntas que tenía que hacerle.
—Traté de alcanzarte cuando te fuiste.
—Ah, ¿sí?
No lo miraba, lo que hacía más difícil hablar con él, pero Jaejoong estaba decidido a hacerlo.
—Sí, después de que yo… después de sacarte de quicio, dijiste…
—No vuelvas a hacerlo de nuevo. —Ahora sí lo estaba mirando. Su ira anterior aún era palpable, pero Jaejoong estaba demasiado concentrado en sus preguntas para preocuparse por eso.
—Dijiste que la última vez que alguien trató de leerte la mente resultó herido —continuó.
—Jaejoong —dijo con tono de advertencia.
El antifaz se le había ladeado y sus ojos le suplicaban que le dijera lo que necesitaba saber.
— ¿Hay otros como yo? ¿Como nosotros? ¿Por eso dijiste lo que dijiste? Yunho, por favor, dímelo. Necesito…
Yunho le puso la mano en la barbilla y apoyó el pulgar sobre sus labios para evitar que hablara. De repente Jaejoong no pudo pensar, sólo sentir.
No tenía ni idea de cómo habían llegado hasta el centro del salón, pero ahora estaban rodeados por docenas de rostros borrosos y disfraces ridículos. La pista de baile estaba abarrotada y nadie parecía prestarles atención. Estaban solos entre la multitud y Yunho tenía las manos en su rostro y en su cintura, mientras que las suyas descansaban sobre los brazos de Yunho.
—Yunho —susurró. Estaba confuso, perdido en el momento. Todas las preguntas habían abandonado su mente y los problemas habían salido volando por las puertas de la terraza junto con las sensuales notas del vals de Mozart.
Yunho acarició sus labios con el pulgar y Jaejoong se pegó más a él, ajeno al escándalo que estaba a punto de causar. De repente sintió un deseo incontrolable de saborearlo. Acarició el pulgar masculino con la punta de la lengua. Los ojos de Yunho cambiaron a un color plata cálido. Adelantó la cabeza, pero se detuvo.
— ¿Yunho? —dijo, recuperando poco a poco los sentidos y con la carne de gallina a causa de un frío que no había sentido antes.
—Tengo que irme.
— ¿Qué? —La música había terminado y las parejas se alejaban de la pista. ¿Cómo no se había dado cuenta de que ya no había música?
—Ve con tu hermano, Jaejoong.
Jaejoong lo miró lleno de confusión. Tenía razón, tenía que ir con su hermano. Tenía que pensar en Changmin y recuperar el control de sí mismo. Un momento más y habría arruinado todas las posibilidades que tenía de hacer un buen matrimonio y salvar su situación financiera.
Y lo más horrible era que si no hubiera sido por Changmin, no le habría importado nada. No le importaba lo que los demás hombres o el resto de la sociedad pensaran de él. No le importaba nada cuando estaba cerca de aquel hombre.
—Tengo que irme. — Jaejoong levantó la máscara para cubrirse el rostro y dio media vuelta para salir de la pista de baile. Cuando llegó al borde y miró atrás, Yunho ya no estaba.

6 comentarios:

  1. waaaaaaaa mi gosh !!
    hay quiero accion *---* es mas obvio q se gustan
    y esos besos asdasdas JJ no seas tan terco e_e
    gracias x la actuu !!

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  2. Ohhhh otoke!!! me encanta este fic, de verdad el capitulo estuvo lleno de emocion
    aigooo ese hyun joong no me trae buena espina
    y Yunho cuando atacara con mas fuerza?? y jae ojala que si se aleje de lord hyun.
    gracias por la actualizacion!!!

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  3. Oh oh dios Jae eso es deseó puro...
    Yunho q sexy ...
    Pobre Jae en busca de un marido teniendo tremendo hombre escultural y sexy frente a sus ojos ahh eso es tentación y una muy grande

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  4. YH ya está con sus celos y posesividad *^* eso me gusta xD
    Si no le explicas por que quieres q se aleje de Hyun Joong obvio q no lo hará hombre u.u
    Jajaja insistió me da risa la relación de hermanos de CM y JJ xD

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  5. estos dos son dinamita pura... Jae teniendo que buscar marido y Yunho loco de celos.
    qué intriga todo este asunto....

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  6. Creo que KHJ es el que llamó amor a Seong Min, por algo Yunho quiere que se aleje de Jae de él. A parte que Yunho está celoso.

    Gracias!!!

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Thief: Capítulo 16

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